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TODOS TENEMOS UNA MISIÓN SAGRADA De siempre hemos hecho una diferenciación entre los “humanos comunes” y los seres enviados con una misión especial. Nosotros estamos, por supuesto, en el lado de los humanos comunes. Pero sólo porque es el más cómodo. No es cuestión de humildad, ni de creencia firme, sino de auténtica comodidad. Se vive muy bien en la falta de responsabilidades. Decir que todos tenemos una Misión Sagrada es una afirmación que preferimos catalogar de tontería o de imprudencia, porque aceptarla implicaría un compromiso que, creemos, nos queda muy grande. Decía Dürckheim en el libro EL MAESTRO INTERIOR: “El maestro interior somos nosotros mismos, bajo el aspecto potencial, hecho consciente, de lo que podríamos y deberíamos ser. El maestro interior, en el sentido de aptitud para comprender y reconocer esta potencialidad, exige cierto grado de evolución. Para oír como llamada la voz del maestro hay que estar presto a ello. Responder a esta llamada exige, no solamente coraje, sino cierta humildad. No supone presunción reconocer al maestro en uno mismo. Hacerlo así eleva, colma y compromete a la vez: se precisa humildad para aceptar el peso de este compromiso y del camino a recorrer por esta Vía. La verdadera humildad no consiste sólo en no querer parecer más de lo que uno es. Es también aceptar ser más de lo que uno parece ser. Hay una falsa modestia que es, sencillamente, miedo a las responsabilidades. Y es un obstáculo para dejar emerger el maestro interior”. La Divinidad, o Lo Superior, nos habitan. Son parte de nosotros o nosotros somos parte de Ello. Somos indivisibles. Pero llamamos “humildad” a imaginarlos lejos y ajenos, y a considerarnos inferiores, antes que sabernos partícipes. Sería bueno aceptar, como premisa, nuestro carácter sobrehumano o transpersonal. Sería bueno dejar de separar “humano” –en cuanto a burdo, pecador y torpe-, de “divino” –como celestial, perfecto, mágico, y… alejado-. Si somos hijos de Dios no puede ser que no hayamos heredado alguna de sus cualidades. Por lo menos, algunas de ellas. Si somos hermanos de Jesucristo, tendremos algo de él. Supongo. Todos venimos al mundo con una misión Sagrada, que básicamente es la misma para todos: Descubrirse. Impartir y recibir Amor. Ser nobles, honrados y buenos. Respetar las leyes que nos parezcan respetables. Cuidar al necesitado. Compartir. Ayudar desinteresadamente. Aceptar y asumir la Divinidad en uno mismo. Ser humildes y nobles. Más lo que tú consideres apropiado añadir a esta lista. Todo esto, por encima de la etiqueta que le ponemos de cotidiano, o de que se da por supuesto, son una misión a cumplir. Pero no sólo cuando es de nuestra conveniencia, sino de continuo. Creo que deberíamos acostumbrarnos a apreciarlos y llamarlos por lo que verdaderamente son cada uno de ellos: pequeños milagros. Pequeños Milagros para nosotros y para los demás. Porque si un necesitado nos ve aparecer ofreciéndole lo que necesita para resolver su problema, a los ojos de su corazón somos el Ángel que le aporta el Pequeño Milagro que le saca del apuro. Tenemos la obligación, y esto lo afirmo rotundamente, de crear Momentos Mágicos para los otros, de ser el Ángel de la Sonrisa, el Ángel que provee de Abrazos, el Pequeño Dios de la Esperanza que hace ver que la vida es amable y que hay que seguir adelante a pesar de los pesares… Nuestra misión no se limita a nosotros, sino que se extiende hasta los otros, sin los cuales somos nada, diga lo que diga el ego. Si uno tiene dentro mucho bueno y no lo comparte, se le acaba pudriendo. Aceptar la Espiritualidad, la Divinidad personal, y que uno es un Mago Extraordinario, son asuntos de valentía humilde; asuntos que acometer desde la modestia humana a la que no alcanza el ego, o desde la Divinidad a la que tampoco afecta. Entregar a los otros, ser generoso, ser amable, Amar… son cualidades o capacidades que no se han de frenar, porque forman parte de la naturaleza. Es imposible “obligarse” a Amar o a entregarse. Se puede fingir, pero entonces no es natural. Lo bueno es dejar que se revele lo que es y lo que hay, sin peros ni cortapisas; dejar que nuestra parte amable y sincera se exprese. Lo bueno es dejar que la bondad se manifieste, se explaye, reparta toda la generosidad de la que dispone; lo maravilloso es saber que se puede hacer el bien, y hacerlo. Lo estupendo es colaborar en que la vida de los demás sea un poco mejor porque nosotros hemos ayudado a ello. Lo bueno es recibir con naturalidad el agradecimiento de los otros, y gozar de la dicha de que nos incluyan es sus oraciones, o que den gracias a su Dios porque han visto Su cuidado en nuestra acción. Todos tenemos la Misión Sagrada de hacer de nosotros unas personas buenas y dignas, de hacer la vida más fácil y amable a los otros, de animar y ayudar, de colaborar y enseñar, de dar y darnos Amor… Cumplamos esa Misión Sagrada. (Francisco de Sales, es el creador de la web www.(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM), para personas interesadas en la psicología, la espiritualidad, la vida mejorable, el Autoconocimiento y el Crecimiento Personal)
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“La profundidad de lo que vivimos no depende de lo vivido, sino de nuestra facultad para transformar el acto de aspecto más trivial en una experiencia religiosa”. (Dürckheim). Este es un artículo que tienes que escribir tú. Yo sólo te anoto algunos pensamientos míos, pero no te voy a dar pautas ni directrices, ni voy a resaltar nada más que lo que puedes leer; no voy a hacer tu trabajo, que es reflexionar y sentir dentro de ti. Y, por supuesto, evitar que tu vida sea una vida de las que sólo se llenan de vacíos. Te recomiendo una lectura lenta, muy lenta, pero que muy lenta… No hay nada más dramático que una vida llena de vacíos, de desatenciones, de tiempos muertos, de sueños perdidos, de abrazos reprimidos, de besos que no llegaron a nacer, de sufrimientos innecesarios… La vida es un folio en blanco… y sólo escribimos esquelas. La vida va a pasar aunque estés distraído. Y vivir es, siempre, la obligación más irrenunciable. No se puede alargar la vida, pero se puede ensanchar. La vida está compuesta por momentos irrepetibles. Los momentos, indolentes, impacientes, implacables, huyen uno tras otro y sólo en fugaces ocasiones estamos atentos a vivirlos. Vivir la vida es la suma de vivir todos los momentos. Dejarse sin vivir uno es vivir una vida incompleta, pues aun cuando estemos haciendo “nada”, tenemos que ser conscientes de que es “nada”, precisamente, lo que queremos hacer y estamos haciendo. No hay nada peor que condenar a muerte a la vida. La vida está compuesta por momentos irrepetibles e irrecuperables. Vivir en plenitud es saber apreciar y conceder, a cada cosa y a cada momento, la importancia que tienen. El gran peligro de la vida es la no vida. No somos conscientes de que estamos escribiendo nuestra historia en cada momento. Nuestra vida tiene tanto o tan poco significado como nosotros le infundamos. La Vida es un estar imparable, un vacío que nosotros tenemos que llenar. La calidad de esa vida depende de lo que pongamos en ella. Es un gran pecado acabar la vida sin vivirla. Dios nos dio la responsabilidad de administrar la única, irrepetible e irrecuperable vida. El día de tu propio juicio final te preguntarás qué hiciste y qué no hiciste en la vida. Vivir no es sólo respirar. Vivir es, esencialmente, ser consciente de cada momento. En el acto de vivir no hay vacaciones. Vivir la vida dura toda una vida. Dejo que el mundo viva como quiera y me dejo vivir a mí mismo como quiero. La auténtica trascendencia es vivir tu propia vida, ¿por qué buscas otra cosa? La vida está ahí, aunque mires para otro lado. Y se marchó a vivir a una cabaña, al borde de un lago, para afrontar los hechos esenciales de la vida e intentar aprender de ella, en vez de esperar a morir y descubrir que no había vivido. Yo no soy simplemente yo: soy la Vida. A la vida hay que arrebatarle, si hace falta, cuanto puede darnos. Es un árbol lleno cargado de delicias, y sólo tenemos que alargar el brazo. Vivir no admite aplazamientos: sólo se puede vivir ahora. Lo más valioso de la vida no es lo que tienes, sino a quién tienes. Y, sobre todo, que la tienes a ella. Vivir también es eso: lo cotidiano y que no pase nada especial. Pero es mejor que tenga un poco más de salsa. Pónsela. La responsabilidad de procurarse una vida buena no se puede delegar. Es un milagro: cada día comienza la vida. Y no es mala idea que lo vuelvas a leer de un modo lento, muy lento, pero que muy lento... (Francisco de Sales, es el creador de la web www.(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM), para personas interesadas en la psicología, la espiritualidad, la vida mejorable, el Autoconocimiento y el Crecimiento Personal)
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NO TENEMOS QUE CAMBIAR NADA Partimos de un error de concepto cuando de pronto, por desesperación o en un acto de “iluminación”, decidimos que queremos cambiar. “Cambiar”, tal como lo entendemos habitualmente, se refiere a dejar de ser el modelo que estamos siendo para ser otro modelo que aparenta ser perfecto o, por lo menos, bastante mejor. Pero no nos estamos proponiendo ser nosotros mismos, sino ese Yo Ideal que representa ser la excelencia, la perfección, lo correcto, lo que estaría bien visto y socialmente aceptado, o lo que creemos que nos haría sentirnos bien. Y vuelve a ser otro error. Si, por ejemplo, una persona es un poco desordenada, y le llaman la atención por eso, puede sentir que tiene que ser muy ordenada, para que los otros la aprecien o, simplemente, porque piensa que puede estar equivocada con su sentido del orden y acepta el dictamen de los otros. Entonces se propone ser muy ordenada. Tan ordenada que puede caer en un fanatismo exagerado, obsesivo, que llegará a molestar a los otros –los mismos que querían que cambiase-, y ella no estará cómoda con ese orden en el que no se siente bien. Lógicamente, este cambio se volverá contra ella y tendrá que empezar a arreglar su “nuevo problema”. Ha buscado, equivocadamente, ser lo exageradamente opuesto a lo que estaba siendo, y no un poco más o un poco mejor, que sería más adecuado. Muy pocas personas son “ellas mismas” ya que, generalmente, somos el resultado de la educación y enseñanzas que nos dieron, y nos aproximamos bastante a quienes nos dijeron que teníamos que ser. Que, por supuesto, no somos nosotros mismos. No hay que cambiar: hay que dejar de ser quien se está siendo, y buscar y encontrar el que realmente se es. (Supongo que la diferencia la conoces: quien uno ES, lo es en esencia, y, por lo tanto, es real, natural y puro; quien uno ESTÁ SIENDO es el que se manifiesta, al que añadieron un personaje y se muestra y actúa como tal.) En realidad, no se trata de cambiar, sino de quitar. De deshacerse de todo lo que uno lleva encima de quien realmente es. De renunciar a lo que no somos de verdad. Cuando se quitan los miedos, las pre-ocupaciones, los traumas, las mentiras, las apariencias, el ego, el maquillaje social, el personaje que transmuta en función de con quién esté… sólo queda quien uno es en realidad. Al ser criaturas de Dios, puros, y no tener entre los ingredientes originarios la maldad ni los miedos, ni la necesidad de aparentar ni el afán de perjudicar a los otros, todo lo que queda después de deshacernos de esos añadidos es la nobleza y la bondad. Porque así hemos sido creados, o con esa naturaleza nacemos: desprovistos de malignidad, inocentes como niños, hermanos del resto de la Humanidad, sin pecado… Uno de los modos de averiguar en qué o cuándo no somos nosotros mismos, consiste en estar atento (El Yo Observador, el que se da cuenta de lo que hacemos-pensamos-sentimos, siempre vigilante…) y preguntarnos conscientemente: ¿Por qué he hecho esto?, ¿Por qué procedo así?, ¿Quién decide dentro de mí?, ¿Procedo por libre voluntad y deseo, o sigo unas pautas cuyo origen desconozco? Si no encontramos una respuesta plenamente satisfactoria, en la que comprobamos que es nuestra propia y consciente decisión, veremos que estamos actuando siguiendo un modelo que nos han inculcado sin haberlo revisado por nuestra parte. No hay que cambiar nada: hay que dejar de tener una reacción ante cada acción sin revisarla previamente –porque puede no ser la adecuada al momento o la circunstancia, porque puede estar ya caducada, porque puede ser la respuesta de otro y no la propia-; hay que decidir por uno mismo en cada ocasión; hay que revisar los modelos y comprobar el que seguimos por inercia o costumbre, deshacernos de él, y descubrir quiénes somos realmente. Una vez hecho esto, sólo queda batallar un poco con la incomprensión de los otros –a los que les costará aceptar que no somos como ellos esperan, sino que somos nosotros mismos- y empezar a vivir en la tranquilidad serena que aporta el estar en paz con la propia conciencia tras haber aceptado quienes somos de verdad y mostrarnos como el que de verdad somos y siempre debiéramos haber sido. ¿Cómo se descubre “quién soy”? Sencillo: observarse, preguntarse directamente y responderse con sinceridad. Y una vez hecho esto comienza una tarea de Crecimiento Personal para lograr, realmente, Ser Uno Mismo. (Francisco de Sales, es el creador de la web www.(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM), para personas interesadas en la psicología, la espiritualidad, la vida mejorable, el Autoconocimiento y el Crecimiento Personal)