
buscandome
Warianos-
Posts
1,695 -
Joined
-
Last visited
-
Days Won
23
Everything posted by buscandome
-
EL PELIGRO DE NO SER UNO MISMO EN LAS RELACIONES En mi opinión, la mayoría de las personas no saben a qué se refiere la frase que dice SÉ TÚ MISMO. La mayoría de las personas, para quedar bien, decimos que sí, que lo entendemos, que lo vamos a ser “nosotros mismos”, que estamos de acuerdo porque sabemos que es lo correcto, y lo decimos con una aparente seguridad que en realidad es bastante insegura, que no se sabe de dónde sale, porque en cuanto nos quedamos a solas nos asalta a todos la misma pregunta: “¿Quién soy yo?”. Y nos surge la misma respuesta: “No lo sé”. Casi ninguno tenemos la respuesta adecuada. “Creemos” que sabemos quién somos, pero no es cierto. Podemos saber, como mucho, quiénes “creemos que somos”, por lo que nos han ido diciendo los demás, por algunos detalles que hemos ido viendo en nosotros –que creemos que hemos ido viendo- que nos hacen creer que somos eso o que somos así. Muy resumido: Existe lo que se llama el YO IDEA (la idea que tenemos de nosotros, que se ha construido en base a las opiniones que nos han dado los otros acerca de nosotros, pero que generalmente no coincide con la realidad) y el YO IDEAL (viene a ser lo opuesto al YO IDEA, y es un “invento” nuestro hecho con lo que nos gustaría ser. También es irreal, porque es sólo una idealización y un deseo). Recomiendo buscar información sobre este asunto porque es importante. Pues eso… que no sabemos quiénes somos, pero que en algunos momentos estamos siendo el YO IDEA, un ratito después el YO IDEAL, más tarde el que creemos ser… y casi nunca el que realmente somos. De cara a nosotros mismos –principalmente-, de cara al resto de los humanos, y de cara a las relaciones –sentimentales o amistosas- es imprescindible, para su buena marcha, que averigüemos quiénes somos y que, además, nos acostumbremos a ser nosotros mismos. A veces, por la buena relación en la convivencia con los otros y por quedar bien, se impone dejar de ser uno mismo para ser correcto y educado, pero en esos momentos hay que tener claro que uno no deja de ser él mismo, sino que, temporalmente, acepta un papel y lo representa, siendo consciente de ello y deshaciéndose del personaje en cuanto acabe la función. Cuando una persona va con miedos a una relación y no es ella misma, porque está reprimiendo u ocultando su auténtica naturaleza –por la circunstancia que sea-, entonces está mostrando una imagen que no es cierta. Está fingiendo. Está mintiendo. En todo tipo de relaciones, consigo mismo y en las amistosas o en las sentimentales, insisto en que conviene ser siempre uno mismo, porque cuando se deja de ser uno mismo de un modo continuo, para pasar el que los otros quieren que uno sea, se cometen tres engaños. ESTÁ ENGAÑÁNDOSE A SÍ MISMO Quien se inventa un personaje que reúna todas las cualidades que el otro espera, se está engañando a sí mismo, y a la otra persona, y a la relación, porque en algún momento se va a dar cuenta –y eso le va a pasar factura- de que ha abandonado su verdadera personalidad y que ya no sabe quién es, y que una frustración inconsolable le persigue precisamente por no poder ser él mismo. Aceptar participar en este engaño obliga a estar representando continuamente a un personaje que, antes o después, se volverá contra uno –como Ser Humano y Espiritual- y acabará con uno. ESTÁ ENGAÑANDO A LA OTRA PERSONA Imagínate que tienes miedos a las relaciones –tal vez porque ya has vivido alguna que no ha terminado de un modo agradable- y para tu próxima relación has decidido que no te vas a involucrar del todo desde el principio, que no te vas a entregar –porque de ese modo, si falla no te hará mucho daño-. Decides mostrarte fría, distante, o desapegada, cuando en realidad eres cariñosísima y apasionada. Quien esté contigo pensará que eres lo contrario de lo que está buscando –aunque simplemente vea cómo te estás mostrando-, ya que lo que busca es una persona cariñosísima y apasionada… ¿Te das cuenta? Se irá… lo perderás. También se puede dar el caso opuesto, y es que el otro esté buscando, precisamente, una persona fría y callada, y cuando el primero se muestra como realmente es, el otro no lo acepta porque no es lo que quiere. Quiere una persona fría y callada, y la cariñosísima y apasionada que ahora se atreve a manifestarse como realmente es, no es del agrado de su agrado. Fracasará la relación. ESTÁ ENGAÑANDO A LA RELACIÓN Cuando no eres tú mismo en la relación, cuando uno de los dos impone unas condiciones para que el otro sea aceptado, se está engañando a la relación porque se está fundamentando sobre una mentira. Por supuesto que las relaciones no se refieren exclusivamente a las parejas sentimentales. Todo tipo de relación sana requiere de la sinceridad para que funcione bien. No están bien las relaciones en las que siempre pierde uno y el otro gana. En las relaciones conviene que ganen los dos. Para que ambos quieran seguir en esa relación tiene que resultar beneficiosa y atrayente para ambos. Especifico lo de “relación sana” porque hay relaciones en las que uno de los dos pierde de algún modo aunque gane algo por otro lado. Por ejemplo, la relación de un empleado con respecto a su jefe. En este caso la ganancia de un salario puede implicar –no siempre- la cesión temporal de una parte de su modo natural de ser, o unos pocos de sus derechos, pero esto no es grave si uno es consciente de que mientras está en su trabajo está siendo un personaje que se llama empleado y en cuanto termine su trabajo recupera su auténtica realidad. Se puede renunciar a algo de eso, consciente y temporalmente, por supuesto, pero es conveniente no renunciar nunca –ni en el más extremo de los casos- a la dignidad, la honradez, la honestidad y el honor. Conviene que tengas unos principios y que seas consecuente con ellos. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
LA CULPA (y sus nulas aportaciones positivas) En mi opinión, muchas personas se sienten condicionadas y agredidas por un sentimiento inculcado de tener que sentir culpa ante las cosas que no salen según su deseo. Todo lo que no está bien o no sale de acuerdo con lo esperado, es por culpa de uno. Así, de trágico y de equivocado, es como lo piensan muchas personas. Antes de seguir leyendo, será bueno que saques a la luz lo que tú sientes sobre la culpa, y lo que sientes en los momentos en los que te consideras culpable de algo. ¿Qué te aporta? ¿Y en eso que te aporta hay algo que sea útil o positivo? ¿Por qué tienes ese sentimiento de culpabilidad?, ¿De dónde te viene?, ¿Para qué sirve sentirse culpable? Es interesante que hagas este ejercicio, porque puede ser que la idea que tengas de qué pasa contigo cuando te sientes de ese modo sea muy difusa, nada clara, que te obnubiles de tal modo y te sientas tan malvado que no seas capaz de ver más allá; que no sepas qué pasa en realidad porque nunca has llegado hasta el fondo ni el origen del sentimiento; que te hayas quedado en la rabia del instante y creas que con ese sentirte mal contigo y reprocharte más y más ya es suficiente y, lo que es peor, es justo y necesario. Es evidente que estancarse en la auto-compasión, o el auto-castigo, no aporta nada que sea positivo. Conviene por tanto aceptar las consecuencias de los “errores”, pero seguir adelante. Conviene, también y sobre todo, revisar la Autoestima. Esto es primordial. Las personas que tienen una Autoestima baja tienen más tendencia a sentirse culpables por todo, porque no confían en sí mismas y en seguida piensan que tienen la culpa de lo malo o desagradable que les suceda en su vida o les suceda a las personas con las que se relacionan. Conviene, además, volver al pasado, sobre todo a aquellas partes que no se conocen –y esto se puede averiguar preguntando a alguien del entorno que sí lo conozca o metiéndose en una terapia- y volver a aquello que no se recuerda del pasado y analizarlo profundamente –uno mismo si se siente capacitado, o de la mano de un buen y fiable profesional-, y revisar las circunstancias personales y familiares, tanto psicológicas como del ambiente donde uno se crió, porque en ellas se puede encontrar la razón que impulsa a actuar con ese sentimiento de culpabilidad siempre alertado. El tener incrustado un sentimiento de culpa y padecer no va a cambiar lo sucedido, ni va a hacer que uno se convierta en una persona mejor, ni va a aportar la iluminación, ni tampoco una capacidad extraordinaria para actuar a partir de ahora de un modo impecable. Más bien al contrario, ese sentimiento le lleva a uno a lo más desesperante y lo más desagradable, al fondo más tenebroso y al presente más infeliz teñido por la desesperanza. La culpa, y conviene comprender esto muy bien, es una elección personal. Uno puede reconocer que ha hecho algo que no es de su agrado, pero no es necesario que eso lleve implícito una enemistad consigo mismo. Es auto-anuladora. Es una reacción que es prescindible, y que con una conversación sincera y cariñosa consigo mismo, en un grandioso acto de amor, se le puede despojar de su ponzoña. Uno reconoce frente a sí mismo su incorrección, pero eso sólo ha de servir como comprensión de que se puede mejorar y de que existe una voluntad de mejoramiento, pero no es necesario un auto-ensañamiento agresivo y doloroso. Somos humanos, estamos en un Camino de Perfeccionamiento, y las cosas se aprenden mejor con amor que con castigos. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a compartirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
MIENTES CUANDO DICES “YO SOY ASÍ” En mi opinión, se dice con mucha facilidad –y la mayoría de las personas lo dicen equivocadamente- eso de… “Yo soy así”. Y se usa como una excusa –cuando no se quiere hacer un esfuerzo por abandonar lo que no agrada de uno mismo- o se usa con despecho y rebeldía -cuando alguien les hace ver o les echa en cara alguna actitud suya que no es muy agradable-. Salvo excepciones muy extraordinarias, la mayoría de las personas confundimos dos cosas que no son iguales, aunque lo parezcan, y que resulta ser muy importante distinguirlas claramente. Hay una clarísima diferencia entre “Yo soy así” y “Yo estoy siendo así”. Utilizar “Yo soy así”, cuando ni siquiera uno es capaz de responder a la pregunta de ¿Quién soy yo?, es una incongruencia. Ese “Yo soy” siempre suena afirmativo y rotundo cuando se utiliza, por eso sólo se puede utilizar cuando uno sabe REALMENTE QUIÉN ES, ya que si no lo sabe no lo puede afirmar. En “Yo soy” incluimos -porque no tenemos claro lo que significa afirmar eso-, el nombre y los apellidos, algunos datos como la edad o la profesión, y ciertos parentescos o referencias, pero todo haciendo mención al cuerpo físico, que parece que es lo que los otros necesitan saber para ubicarnos de algún modo. Pero el “Yo soy” que uno es de verdad sigue siendo un desconocido que se manifiesta poco. Más bien dicho, que le dejamos manifestarse poco. Nos hemos creado tantos personajes que cualquiera de ellos acaba desplazando o sepultando al auténtico, porque cualquiera de ellos cree que es el auténtico. Nos hemos conformado tanto con los que interpretamos, que hemos renunciado a averiguar quiénes somos de verdad. Así que usar “Yo soy” es muy arriesgado porque existe un porcentaje elevadísimo de posibilidades de que no seamos ese que decimos que somos. “Yo estoy siendo” es más apropiado y más acertado. En este caso se refiere a quien se está manifestando en ese momento, de un modo provisional, amoldado al momento, porque en cualquier instante puede dejar de manifestarse de cierto modo para manifestarse de otro modo distinto. Es lo que tiene no estar equilibrado, depender de las circunstancias, y no haber encontrado la equidad: que uno se bambolea de uno a otro lado en función de su estado de ánimo o de lo que le rodea. Cuando uno sabe quién es lo manifiesta con una serenidad y una firmeza que le hacen inmune a las circunstancias y las opiniones o comentarios de los otros. Hay que entender muy claramente la diferencia entre LO QUE UNO ES (la esencia y la naturaleza intrínseca de cada uno, aunque no se manifieste,) y LO QUE UNO ESTÁ SIENDO (que es un estado temporal, de ese momento, una manifestación puntual, y no es la propia realidad del Uno Mismo). Si está siendo -con sus actitudes o acciones- de un modo que no le es satisfactorio, el descubrimiento y reconocimiento de ello –el darse cuenta- le va a permitir hacer las correcciones necesarias para acceder al que realmente es. Uno debería estar siendo quien realmente es. Eso es lo adecuado. Hasta que llegue ese momento, uno vive diferentes personajes que se van adecuando al momento o a la compañía, y de ese modo vamos sobreviviendo. Está bien para subsistir en este mundo, pero no es suficiente para quien está en un proceso de Crecimiento o Desarrollo Personal, que no ha de conformarse con nada que no sea la verdad y la autenticidad. Si uno no se manifiesta siendo quien realmente es, siempre va a haber una parte en el interior reclamándolo. Es una parte espiritual, que sabe que hay “algo más” y que uno es algo más, y que no se conforma con las distracciones ni con los autoengaños. Es un “algo más” congruente, equilibrado, sensato, que está por encima de los vaivenes mundanos, por encima de la confusión mental, por encima de los estados alterados, y que sabe que tiene que sobrevivir y para ello tiene que estar recordándonos continuamente el Sentido de la Vida, de nuestra Vida, y la importancia de las cosas que realmente son importantes y que tan a menudo olvidamos o desplazamos de nuestras prioridades. Cuando dices “Yo soy así”, mientes. Busca, y encontrarás que no eres como te estás manifestando. Que hay “alguien” dentro de ti –tú mismo- que está por encima de tus pensamientos y creencias actuales Y el tiempo que dediques a su búsqueda será tu tiempo mejor empleado. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
SOSIEGO: EL GRAN OLVIDADO De sosegar. Quietud, tranquilidad, serenidad. En mi opinión, el SOSIEGO contiene en su esencia una gran sabiduría, y ser sosegados nos aportaría algo que bastante necesario. SOSEGAR es aplacar, pacificar… también es aquietar las alteraciones de ánimo, mitigar las turbaciones y movimientos o el ímpetu de la cólera e ira. ¡Qué más se le puede pedir!, ¿Por qué no estamos ya en un continuo sosiego? Se merece una atenta reflexión para comprender dentro de uno lo que significa. ¿Cuántas veces hemos tenido una necesidad importante de tener sosiego y no lo hemos tenido? Muchas. “¡Paciencia!”, nos pedimos a veces. Y cuando la pedimos estamos pidiendo saber esperar algo que se desea, pero… ¿Por qué no nos pedimos sosiego? ¡Es es que sosiego lo que realmente queremos! Queremos serenidad durante esa espera. Queremos aplacarnos, pacificarnos, escaparnos de la tiranía y el descontrol del caos; tener la calma que a veces necesitamos para enfrentarnos a las circunstancias o para afrontar las situaciones difíciles. No es aplazar las cosas que tenemos que afrontar lo que necesitamos, sino tener la ecuanimidad suficiente para atrevernos con ellas desde un estado equilibrado y libre. Y eso es lo que nos puede proporcionar el sosiego. Nos permite desembarazarnos de esas emociones que tanto nos alteran, que tanto nos descontrolan, y cuyos resultados posteriores emocionales casi siempre son desoladores. El carácter descontrolado que a veces se manifiesta en nosotros es fuente de posteriores diatribas internas, en las que nos reprochamos el descontrol, la falta de gobierno entonces es cuando nos prometemos que la próxima vez estaremos más serenos, que contaremos hasta diez antes de explotar –o hasta mil-, pero no lo haremos porque seguiremos a merced de los arrebatos de una personalidad sin asentar, sin aquietarse, lejos del estado de imparcialidad, objetividad, neutralismo y equilibrio que nos aporta el sosiego. Y que quede claro que no estoy hablando de pasividad, de indolencia, de desidia, de indiferencia… nada de eso, porque se trata de afrontar lo que haya que afrontar pero desde un estado en el que el ímpetu descontrolado no tiene cabida, en el que la ira o la cólera no se manifiesten con su descontrol y furia, arrasando, a veces, de un modo tan destructivo que lo convierte todo en irreparable. Sólo un Proceso de Desarrollo Personal puede acercarnos a ese sosiego. Sólo mediante un Proceso de Autoconocimiento en el que uno descubra quién es por encima de quien está siendo, y desarrolle su propia escala de valores –que será quien dicte el orden de importancia de las cosas- es como uno puede acceder a ese estado en el que uno es capaz de apreciar las cosas en su justo valor y medida, en el que puede mantener la serenidad para que no le alteren en su esencia las cosas a las que se les da importancia aunque no sean importantes, y el aplomo conveniente para ver los asuntos complicados de la vida con la ecuanimidad que requieren. Ser una persona sosegada es siempre interesante. Permite ver las cosas inquietantes con un cierto desapego que siempre es bienvenido, permite desdramatizar lo duro, y quedarse a salvo de los vaivenes inquietantes e innecesarios de la vida. Recomiendo efusivamente que mediante la meditación, la relajación, el yoga, la lectura, la música relajante, o el medio que cada uno considere adecuado, uno contacte con esa parte que lleva dentro de sí que le hará salirse del personaje y ponerse más en contacto consigo mismo. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
FRENTE AL ESPEJO Una amiga muy querida dice del acto de mirarse en el espejo que “es allí donde todos los sentidos parecen no tener sentido, y donde no caben engaños: sólo, y solo, uno frente a uno mismo... ya no cabe la misma mirada desprevenida de antes... tal vez el que dijo que los ojos son el reflejo del alma no estaba equivocado, y cuando profundizas en esa mirada acaricias tu alma, y como no estás acostumbrado, te asustas”. Una de las cosas más difíciles de realizar para el ser humano es enfrentarse al espejo. Mirarse en él, más allá de los momentos desatentos de afeitarse o ponerse el maquillaje, o sea, mirarse a fondo, directamente a los ojos, soportando esa mirada acusadora o avergonzada, más allá de la mirada esquiva o acusadora, es un acto de una dureza difícilmente equiparable a otro. El miedo se impone. Miedo a ese o esa que me mira, que, sin duda, tiene para mí una retahíla de reproches, de recriminaciones, de gritos callados, y quizás algún odio que ya me ha manifestado en alguna ocasión; quien me mira, posiblemente quiera recuperar cualquiera de esas peleas cargadas de reproches que hemos mantenido en numerosas ocasiones; tal vez vuelva a repetirme los mismos sermones de siempre, y yo acabe rindiéndome, como siempre, y desviando la mirada, agachando la cabeza, marchándome del lugar para no seguir viendo a ese que solamente puedo ver en las fotos o en los espejos. Tal vez me hable de las cosas que no hago aunque diga que las voy a hacer, o me proponga que no siga aplazando el encuentro de corazón a corazón que tenemos pendiente. Supongo que para el que me mira desde el espejo tampoco será agradable la relación de guerra que tenemos, y preferiría ver de mí sólo la sonrisa que a veces se asoma a mi boca, o preferiría ver una mirada que le mirase fijamente, sin miedo ni enfado, y con amor. Pero no nos llevamos bien del todo. No quiero aceptar que me reproche tan francamente lo que yo no me reprocho –esquivándolo- , cosa que debiera hacer. Me molesta tanta sinceridad de su parte, que no evite las situaciones como las evito yo, que me diga lo que yo no me atrevo a decirme, que vea lo que yo no quiero ver… y que no se calle, ni por prudencia ni por vergüenza. Ya sé que es un asunto exclusivamente mío. Ya sé que debería agradecerle su honestidad, su integridad, la valentía que a mí me falta; sé que debería darle un abrazo, aunque tenga que ser simbólico, y también sé que se conformaría simplemente con una promesa sincera, y posteriormente cumplida, de cuidar y amar al que se queda a este lado del espejo, al que va conmigo a todos los sitios a todas las horas; este ser humano que se mueve con torpeza por la vida, con las alforjas cargadas de inseguridades, viviendo con más buena voluntad que conocimiento, al que se le queda grande el cargo de general de su propia vida. Humano, a fin de cuentas. Me cuesta mirarle-mirarme. Lo reconozco. Rehúyo sus miradas-mis miradas. Es verdad. Pero me prometo resolver este asunto, porque ansío recibir una mirada muy sincera de ese que me mira, que sé que me quiere. P.D.- En realidad, ya sé qué es lo que debo hacer: quitarme el miedo a lo que pueda decirme. Negar la realidad no la cambia. Y solamente yo soy responsable de mi vida, y todo depende de mí, de que me muestre mi amor aceptándome como soy y colaborando en el descubrimiento de quien soy de verdad, realmente, para hacer de mí alguien idéntico al Ser que me habita. Tengo que aliarme con el del espejo. Pero me cuesta… me cuesta. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
OJALÁ NUNCA TENGAS QUE LAMENTARTE DE HABER PERDIDO TU VIDA “Con dolor, sintió algo tan decepcionante como haber malgastado en la rutina de una noria los pasos que podría haber empleado en un viaje inolvidable.” (José Luís Alvite) En mi opinión, esta frase explica de una forma muy gráfica, y fácilmente comprensible, lo que podemos hacer con nuestra vida si no estamos atentos a ella, y si no nos marcamos propósitos que también nos henos de encargar de cumplir. Creo que una de las cosas más dolorosas –y más irremediables- que le pueden ocurrir a una persona es que llegue al final de sus días –al Tiempo de los Arrepentimientos- con muchas cosas de las que arrepentirse, con una pesadumbre inconsolable por aquello que hizo o que no hizo, y con una rabia mortal por el tiempo que pasó y no fue como hubiera querido porque no se esforzó en ello. Conviene que cada persona revise cuál es su actitud, su deseo, y su atención con respecto a su vida. Hay personas que lo piensan demasiado, pero eso no significa que piensen lo que tienen que pensar ni que lo piensen bien. Hay personas que no se preocupan por su porvenir, que no prestan atención a lo que va a ser –y cómo- el resto de su vida. Y están cometiendo un grave pecado contra sí mismos: el pecado de abandono. Hay personas que se dedican exclusivamente a capear como pueden las cosas que les van sucediendo sin asimilar que lo que les vaya a suceder, o lo que ya les está sucediendo, depende –en el 99% de los casos- de sí mismas, de su planificación –o su falta de ella- y de su determinación –o su falta de ella-. Es inevitable. A todos nos pasa varias o muchas veces a lo largo de la vida, que hacemos un balance de lo que está siendo, de cómo nos va, de qué nos falta, qué quisiéramos cambiar, qué no soportamos de lo que nos pasa -pero seguimos soportándolo-, y a todos nos ocurre que nos entra un poco de cordura en algún momento y nos damos cuenta de todo ello, y nos hacemos una promesa efímera, muy poco consistente, en momentos concretos. Llega el día del cumpleaños: ¡Dios mío!, ¡Otro año más! (aunque en realidad, y esto es lo peor, es un año menos) ¡Tengo que cambiar!, ¡De este año no pasa! Y llega la Nochevieja: ¡Dios mío!, ¡Otro año más! (aunque en realidad, y esto es lo peor, es un año menos) ¡Tengo que cambiar!, ¡De este año no pasa! O acudimos a un entierro: ¡Dios mío!, ¡Otro más! (aunque en realidad, y esto es lo peor, es uno menos) ¡Tengo que cambiar!, ¡De este año no pasa! Y así seguimos… Parecemos inmunes a la realidad y ciegos a la verdad. Así andamos, de un parche a otro, desde un olvido a otro, conformándonos con la mentira de que algún día cambiarán las cosas –y las cosas no cambian, somos nosotros los que tenemos que cambiar-, engañándonos desvergonzadamente con la ficción de que ya estamos empezando a hacerlo bien, que sólo falta un empujoncito para que todo dé el giro que tiene que dar, y de este modo no hacemos otra cosa que aplazar lo que debiera ser inaplazable. Tengo casi sesenta y dos años, y la vida –y lo que va pasando en la vida-, a esta edad, se ve desde una atalaya a la que se accede por las experiencias de todo tipo que uno ha ido recopilando. Y no es que uno sepa más, es que uno se engaña menos. La decencia moral, que hasta ahora se ha ido esquivando y sorteando como se ha podido, se presenta con una firmeza que no acepta mentiras por respuesta. Es el tiempo en que uno piensa en lo que haría si tuviera veinte, o aunque fueran cuarenta, o cincuenta si no se puede negociar algo mejor, y piensa con una disimulada o descarada envidia en los que tienen menos años y están a tiempo. A algunos nos entran ganas de salir al mundo gritando ¡¡VIVAN USTEDES HOY!!, ¡¡SEAN CONSCIENTES!!, ¡¡PRESTAD TODA LA ATENCIÓN A LA VIDA!! Porque la muerte es imparable, el paso del tiempo no hay quien lo detenga, la única vida se esfuma, y los últimos años pueden ser los peores. Esto no es, ni pretende ser, un alegato pesimista. Es una realidad. De cada uno depende poner fin inmediatamente al despilfarro de Vida, al derroche de tiempo, a seguir acumulando motivos de los que arrepentirse después. A cada uno le corresponde administrar –y bien- su Vida. No son el destino, ni el porvenir, ni las circunstancias actuales, ni las vicisitudes, ni los otros, ni las decisiones de antaño, ni los “errores” acumulados quienes marcan el presente o el porvenir: es uno mismo. Tú mismo o tú misma. HAZ LO QUE QUIERAS HACER ANTES DE QUE SE CONVIERTA EN “LO QUE TE HUBIERA GUSTADO HACER”. LA MAYORÍA DE LAS COSAS NO OFRECEN UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD. Ahora mismo es un buen momento. Ya. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
SI… En mi opinión, la mayoría de los arrepentimientos comienzan de este modo: “Si…” Si me hubiera atrevido… Si me hubiera callado… Si hubiera dicho… Si hubiera ido… Si hubiera tenido valor… Si… Son una queja por una decisión que no aparenta ser la acertada. La vida –no paro de repetirlo- es una continua toma de decisiones. En cada instante estamos tomando decisiones, aunque la mayoría de las veces no somos conscientes de ello. Hace un instante has decidido leer este artículo, pero antes había decidido que ibas a ver algo en el ordenador, y acceder a esta web, y sentarte, y darle al interruptor de conexión, y desayunar, y entrar en el retrete, y beber, etc. De muchísimas decisiones que tomamos no nos damos cuenta –las tomamos de un modo inconsciente-, pero hay otras que tienen o pueden tener mayor trascendencia, y esas sí que nos requieren una atenta reflexión y que la toma de esa decisión sea acertada, porque el error lleva implícito una protesta y posiblemente un perjuicio. CUANDO “SI…” ES UN ARREPENTIMIENTO ¡Cuántas veces te has lamentado por algo que hiciste o por algo que no hiciste! Supongo que varias o muchas. Ahora, aquello ya está en el pasado. Así que acéptalo. Lo que pasó, pasó. Y lo que no pasó, pues no pasó. Si ahora tiene remedio, arréglalo. Si con él perjudicaste a alguien, trata de enmendarlo. Si estás a tiempo de volver a hacerlo otra vez de nuevo –pero bien- y es lo que deseas, hazlo. Si no tiene remedio, date cuenta de cómo te encuentras y aprende para que no te vuelva a pasar otra vez. Aprende para que no vuelvas a tener que pasar por este desconsuelo, esta rabia, este remordimiento. CUANDO “SI…” ES O FUE UN MIEDO No te dejes llevar por la pereza, por la inseguridad o por el miedo. Hazlo. Atrévete. Si hay algo que sientes que tienes que hacer, que quieres hacer, que consideras que es correcto y justo y es tu deseo, hazlo. No permitas que el miedo sea quien te lo impida. Si es la prudencia quien te pone trabas, y las ves suficientemente justificadas, es posible que tengas que hacerle caso. Si con la decisión vas a perjudicar a alguien, valóralo. En muchas decisiones hay daños colaterales, o sea: algún perjudicado. Sé prudente en estos casos, pero al mismo tiempo procura evitar que seas tú el perjudicado. Aquí no hay fórmulas que se puedan aplicar a todos los casos, así que sé responsable y valora tu caso, las circunstancias, y todos los detalles, y una vez que tomes una decisión, adelante. Haz lo que quieras hacer antes de que se convierta en “lo que te hubiera gustado hacer”. La mayoría de las cosas no ofrecen una segunda oportunidad. CUANDO “SI…” ES CONDICIONAL O ES UNA EXCUSA A veces utilizamos ese “si…” y puede ser muy correcto cuando un asunto está condicionado por otro asunto (Si empiezo a ganar más dinero podré mudarme a una casa mejor, por ejemplo), pero hay que valorar y tener cuidado de no utilizarlo como un muro infranqueable (Si me toca la lotería entonces empezaré a ser feliz). Que no sea una trampa ese “Si…”, que no sea un pretexto para no hacer algo que hay que hacer porque conviene o porque es necesario hacer. La felicidad y la infelicidad dependen exclusivamente de ti. Tú decides lo que quieres hacer en tu vida y con tu vida. Tenlo claro: tú mandas más que las circunstancias y los inconvenientes de la vida. Integra esto dentro de ti. Hazlo tuyo. No hagas –o no dejes de hacer- cosas que después te pueden llevar a una nueva frase apesadumbrada que comience con la tristeza de un “Si…” Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
SÓLO UNO MISMO ES QUIEN PERMANECE SIEMPRE En mi opinión, y en general, no nos prestamos la atención que nos merecemos, no valoramos con ecuanimidad lo que somos, ni la hermosa oportunidad que estamos teniendo al estar Aquí y Ahora –en esta maravilla que es poder vivir- y + además, lo que es bastante doloroso, no nos apreciamos como nos merecemos. ¿Quién es la única persona que ha permanecido contigo a todas horas, todos los días, desde que naciste? ¿Quién se acuesta contigo todos los días, te soporta en los malos momentos, te acompaña al retrete siempre, o te tolera sin marcharse cuando estás de mal humor? ¿Quién está a tu lado cuando nadie te soporta, cuando todos los demás te abandonan, en tus momentos de tristeza, o cuando no te apetece nada? Sólo uno mismo permanece siempre. Desde que nació hasta que se muera. En medio habrá relaciones que tendrán mayor o menor intensidad, que durarán más o menos, circunstancias duras o agradables, experiencias encantadoras y otras dolorosas, pero uno permanecerá consigo mismo en todo momento. “Porque no hay más remedio” puede añadir algún pesimista. “Es un verdadero placer”, dirá un vitalista. Sólo uno permanece, y esta frase tan elemental, tan poco atractiva y aparentemente tan simple, es la clave para que la relación con uno mismo sea sólida, sea amable, sea de un compañerismo irrompible, y se convierta en una delicia que uno puede vivir continuamente. Ya he escrito en alguna ocasión que se me hace difícil aceptar que una persona no se lleve bien consigo misma. Ni aún en el caso de que me aporten una retahíla de argumentos aparentemente sólidos y justificadores, ni aunque uno haya padecido todas las desgracias posibles y tenga de sí mismo el peor concepto que se pueda tener; ni siquiera en el caso de que uno arrastre un pasado desgraciado, esté viviendo un presente que aparente no tener motivos para sentirse satisfecho de él, el futuro se proponga negro, las calamidades le rodeen, y en cualquier otro momento de su vida haya hecho cosas nefastas. La vida –la de todas las personas- tiene una maravilla y es que continuamente, a cada segundo, nos propone y nos permite modificarla a nuestro gusto y dirigirla en la dirección que consideremos apropiada y del modo que nos parezca correcto. La vida –y esto es válido para todas las vidas de todas las personas- no está atada a nada, no es un guión inamovible. Está abierta a que uno la administre con las reglas y maneras que considere adecuadas. Está receptiva a los cambios, porque sólo de los cambios surge la posibilidad de Crecimiento y Desarrollo Personal –las vidas de los que creen que ya lo han aprendido todo y creen que lo saben todo son vidas estancadas que pueden morir de falso éxito-, y las cosas sólo cambian en el modo deseado cuando uno toma la decisión de hacerlo y se pone a la tarea de hacerlo. Y en esos momentos puede aparecer alguien que sugiera, que ayude, que anime, que apoye, pero… ese alguien estará en su propia vida –aunque comparta algunos momentos-, y solamente uno mismo permanece consigo a todas horas. Así que quien no se lleve bien consigo mismo, que haga un ejercicio de comprensión y aceptación, y que haga una reflexión sobre la inutilidad e inconveniencia de llevarse mal consigo mismo y pasar toda una vida a su lado, enojado, a disgusto, y negándose la mirada y el saludo. Y negándose el amor y la comprensión. Quien tenga cosas pendientes de resolver consigo mismo, que deje de esperar al Hada Madrina o al Santo Milagrero y se ponga a la tarea de colaborar con su propia vida –o con el destino, si esto le parece más espiritual o esotérico-y que haga lo que sea para resolver su propia enemistad y distanciamiento. Aunque sea por intereses más que por amor o aceptación, y ya que es evidente que uno va a seguir consigo mismo todo el resto de su vida, es recomendable dar los pasos necesarios para “perdonar” todo lo que haya sucedido en el pasado, todo lo que esté “mal” de este presente, y se haga borrón y cuenta nueva para comenzar de cero, con el ánimo relajado, borrada la hostilidad, y con la voluntad candente de iniciar una relación distinta. Hay que recordar que quien es uno en este instante de su vida no es el que hizo lo que hizo en el pasado; hay que partir de que el pasado es inamovible, si bien es cierto que se puede cambiar el sentimiento que se guarda de las cosas del pasado, y lo mejor –por el propio bien- es desmontar los adjetivos desagradables que arrastramos del pasado, borrar la mueca seria de eterno enojado, tener la nobleza y la sabiduría de abrazarse, y darse el gustazo de iniciar una vida sin la pesada carga de un pasado indeseado. No hay pecado en aquello que uno use como argumento para llevarse mal consigo mismo. El pecado es no llevarse bien. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
SUGERENCIAS PARA QUIENES NO SABEN SENTIR En mi opinión, la razón de todas esas personas que dicen que tienen conflictos con la capacidad de sentir, y que son incapaces de hacerlo, se debe, sencillamente, a que no saben cómo se hace. Sentir es una capacidad inherente en el Ser Humano. No es algo que haya que aprender fuera para incorporarlo. SENTIR se compone de emociones, de impresiones, de conmociones, de estremecimientos, de paz, de sensaciones, de delicias placenteras, de sacudidas entusiastas, de palpitaciones inexplicables, de luz, de revoluciones, de comprensión sin palabras, de éxtasis, de asombros, de alegrías y de tristezas…en fin, de estados gramaticalmente indescriptibles. Nada que se diga, nada que se piense, podría explicar lo que es sentir. Pertenece a un mundo en el que las descripciones y la mente resultan inútiles. En esto no valen las teorías ni las tesis, porque sólo sirve la experimentación. Uno de los errores habituales que se cometen es el de conformarse al encontrar una definición que se aproxime a lo que se está sintiendo. El riesgo en estos casos es el de conformarse con la explicación, y pretender sentir con el pensamiento, cosa ilógica. Hay quien cree que si su cerebro puede explicárselo entonces la sensación es más intensa. Hay quien cree, con más fundamento, que el cerebro lo que hace es condicionar el sentimiento, asociarlo a algo similar anterior, moldearlo a su gusto en vez de dejarle ser él mismo, intelectualizarlo de modo que se vive en el cerebro y no en la parte correspondiente donde impacta ese sentimiento. Porque cuando uno se preocupa por lo que es “sentir”, y lo que implica, parece que solamente es cuando lo que se siente es doloroso, desagradable, o cualquiera de sus sinónimos, porque cuando lo que se siente es agradable o placentero, nadie se preocupa por ello. Simplemente lo disfruta. ¿CÓMO SE DEBE SENTIR? Sin prevenciones. Sin estar a la defensiva. Evitando esa tensión que hace estar más atento a ver cuánto daño puede hacer algo que cuánto puede beneficiar. Hay que sentirlo donde golpee o donde acaricie, tal como llegue el sentimiento, y no es preciso pasarlo por el filtro de la mente, ni calificarlo o cuantificarlo antes de que llegue a su destino y ejerza su efecto. Se debe sentir abierto a la experiencia que pueda aportar. ¿DÓNDE SE DEBE SENTIR? En el sitio de sentir: en los sentimientos. A otros les resultará más sencillo decir que en el corazón. Para este caso es lo mismo. Es un sitio distinto de la mente. No implica razonamientos, ni definiciones, ni siquiera justificaciones. Se siente y punto. Ya sea agradable o lo contrario. Tanto si se desea como si no se desea. Los sentimientos se escapan al control mental. Otra cosa es que una mente obstinada pretenda modificarlos impidiendo que se manifiesten con naturalidad, en cuyo caso se pierde la indudable aportación que pretendía aportar ese sentimiento. Conviene permitir que se manifieste como y donde tiene que ser. Luego, después de sentirlo y permitir que se diluya por sí mismo –que es lo correcto-, es cuando empieza la responsabilidad de cada uno de aprender rápido y dejarlo ir o de persistir estancándose en ello y provocándose daño o desilusión. ¿DESDE DÓNDE NO SE DEBE SENTIR? No se debe sentir desde el ego, por supuesto. El ego es el orgulloso que nos habita, el vulnerable, el errado que es esclavo del victimismo, el que se preocupa por las apariencias, el cobarde, el que dice que es alguien, el que critica. Sentir desde el ego es equivocarse como persona. No se debe sentir desde la preocupación. Para sentir de verdad se necesita la máxima limpieza de ánimo y espíritu, la mayor pureza; por lo tanto, si uno ya está predispuesto a sentirse atacado y afectado por lo que haya que sentir perderá la capacidad emocional que le permitiría apreciar cuándo lo que se siente es puro o está condicionado. No se debe sentir desde la mente. La mente interfiere en el sentir. El sentir no tiene palabras, solo entiende de emociones, y no se rige por conceptos, mientras que la mente necesita clasificarlo todo y definirlo con palabras para comprenderlo. La mente analiza –acertada o equivocadamente-, pero no siente. Es más, cuando interfiere la mente mata a los sentimientos porque les despoja de su cualidad diferencial: la de no ser algo que se pueda atrapar y reducir a palabras. No se debe sentir desde la tensión. La tensión es un estado anímico de excitación, de impaciencia, de exaltación, y por ello provoca un ambiente en el que los sentimientos –sean los que sean- no se manifiestan en libertad sino desde un condicionamiento que les impide ser ellos mismos naturalmente. Aunque los sentimientos sean de ira o de rabia, no hay que expresarlos desde una tensión previa, sino desde su propio estado. No se debe sentir desde los prejuicios. Y muchas personas tienen preparadas unas reacciones que aplican igualmente en cada ocasión a sentimientos que aún siendo los mismos –en cuanto a nombre-, pero dependiendo del momento y del estado de ánimo, pueden ser distintos. La misma cosa, en diferente momento y en otra circunstancia, adquiere unos matices –positivos o negativos- que hacen que sea otra cosa distinta. Conviene permitir que los sentimientos nos impacten tal como son en el momento que llegan. Personalmente, creo que la respuesta pre-programada para una agresión de cualquier tipo no ha de ser la de ofrecer la otra mejilla incondicionalmente y con una sonrisa. Así como tampoco creo que ante una situación nueva haya que aplicar una respuesta vieja. Hay que experimentarlos sin miedo. Forman parte de la vida. La experiencia de la vida, a fin de cuentas, es la suma de todo lo que hemos sentido a lo largo de los años. Y eso habla de la importancia de saber sentir y de permitirse sentir. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias.) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
LAS COSAS Y LAS PERSONAS NO SON PERFECTAS (La excepción en este artículo son aquellos que tienen una responsabilidad en la cual la no perfección sería grave; por ejemplo, los pilotos de avión o los cirujanos) perfecto, ta Del lat. perfectus. 1. adj. Que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea. 2. adj. Que posee el grado máximo de una determinada cualidad o defecto. En mi opinión, pecamos de excesiva exigencia cuando pretendemos que todas las cosas sean perfectas y todas las personas sean perfectas. Incluidos nosotros mismos. Deseamos, pedimos o exigimos “El grado máximo”, como dice la definición. Eso es mucho pedir. Por lo general, la perfección no compensa el esfuerzo que exige. Esto es estadísticamente real. En el caso de que las cosas dependan de nosotros, sí tenemos sobre ellas una cierta responsabilidad por el resultado, y tenemos también la posibilidad de desmarcar el límite donde el deseo de hacer las cosas bien se convierte en obsesión. En general, es mucho mejor –y más conveniente- aceptar que las cosas estén un 90% o un 95% bien y conformarse con ello, y estar tranquilos, porque el trabajo o la dedicación necesario para conseguir lo restante hasta alcanzar la excelsitud requiere un esfuerzo excesivo que, al final, no compensa. Por otra parte, y aunque hay que respetar la escala de valores de cada uno, esa excelencia del 100% de perfección puede no ser apreciada por los otros –si esa era la intención, que los otros admiren nuestro cien por ciento de perfección-, y puede que al final sólo satisfaga a una parte de nuestro ego que tras esa exigencia de perfección en realidad esconde la no aceptación de sí mismo. Hacerse dos preguntas tan distintas y directas como: ¿Por qué quiero la perfección? y ¿Para qué quiero la perfección?, si son respondidas de verdad, sinceramente –y adelanto que la respuesta siempre está muy escondida- relajarían una parte del resto de la vida, porque uno se encontraría con el permiso interno para no ser absolutamente perfecto, para que las cosas no sean absolutamente perfectas, y para que por eso no pase nada. La exigencia de la perfección de los otros es algo a lo que nadie tiene derecho. Cada uno es quien es y es como es, así que este es un asunto que depende del otro, y uno no debe inmiscuirse ni obligarle a que sea como uno desea. Los otros, al igual que nosotros, son Humanos. El derecho fundamental de los humanos es el derecho a equivocarse, que es el derecho a no ser perfectos, y no se le puede pedir a quien está satisfecho con lo que es y con cómo es que cambie su modo para estar a nuestro gusto. “La perfección no es real y buscarla es como comprar un billete a un lugar que no existe”. Algunas personas son tan exigentes consigo mismas en esa búsqueda de la perfección que se niegan el placer o la aventura de atreverse con lo nuevo y probar, y eso es debido al miedo a que no salga perfecto. Y si se atreven y no sale perfectísimo, eso se vuelve contra sí mismos y golpea directamente en la Autoestima. Ahí está la paradoja, en que no se permite seguir evolucionando y creciendo porque no se atreve, porque se estanca en el miedo a que no salga bien, o porque si se arriesga y le sale mal eso le lleva varios pasos hacia atrás. No alcanzar la perfección implica malestar, frustración, inconformidad, inseguridad… y una sarta de adjetivos y sentimientos negativos que se convierten en auto-agresivos. ¡Con lo sencillo que es la comprensión y aceptación de que no todo es perfecto!, ¡Con lo razonable y cierto que es aceptar que con que salga más o menos bien, sin alcanzar “el grado máximo”! No todas las cosas no son perfectas –ni las personas tampoco-, pero eso no ha de condenar al estancamiento y a la rendición antes de intentarlo. Hay que atreverse y arriesgarse, como ya he escrito, y hay que hacerlo sin unas altas expectativas difíciles de satisfacer, sin una auto-exigencia inquisidora, sin darle al resultado sólo dos opciones: PERFECCIÓN o FRACASO. Puede no ser perfecto sin que ello implique que sea fracaso. A fin de cuentas, siempre es mejor un resultado que se pueda calificar como BIEN o BASTANTE BIEN que NADA, PORQUE NO LO INTENTÉ. Somos humanos, o sea, NO PERFECTOS y con posibilidades de error, y debemos tratarnos como tales, por tanto no nos podemos exigir por encima de nuestras posibilidades. La imperfección es una de las posibilidades que existen en cualquier tarea que emprendamos y es inevitable. Aún en los casos en que la búsqueda de la perfección es exhaustiva y obsesiva, en que las cosas se revisan mil veces para que no fallen, aparece la imperfección. Y si no, recuerda los cohetes que se han intentado mandar al espacio y han fracasado. Conviene rebajar el nivel de auto-exigencia. No marcarse metas imposibles y luego castigarse por no alcanzar lo imposible. Y ante un “imperfección”, lo mejor y más sensato es dejarla ir, no insistir en ella, no regodearse masoquistamente, no machacarse obstinadamente con ello. Dejarla ir. Dejarla que se diluya por sí misma. Aceptar… comprender… ahí está la clave para vivir un poco mejor. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
ES MUY CONVENIENTE MOTIVARSE MOTIVAR: Dar causa o motivo para algo. Influir en el ánimo de alguien para que proceda de un determinado modo. Estimular a alguien o despertar su interés. En mi opinión, es muy importante encontrar en la vida motivos para seguir adelante, implicarse en aquello que le dé satisfacciones, y buscar cosas con las que conseguir motivaciones para que la vida esté llena de alicientes que puedan aportar momentos de esos en los que uno comprende que la vida es una delicia y que Vivir aporta placeres. La falta de motivación espanta a la esperanza y a la alegría. Deja una vida más vacía. Por eso es tan importante estimularse y empeñarse en hacer o lograr cosas que le aporten intensidad o calidad a la vida. Conviene preguntarse: ¿Qué es lo que REALMENTE quiero? ¿Qué me aportaría satisfacción? ¿Qué cosas me alegran o me agradan? ¿Qué cosas de las que están a mi alcance y son posibles me aportan optimismo y algún tipo de goce? ¿Qué es eso que tanto me gusta y siempre voy aplazando? Luego, por supuesto, para que tenga alguna utilidad lo descubierto en las respuestas es necesario concretar objetivos y ponerse a la tarea irrenunciable de hacerlos realidad. ¿Y si no tengo motivaciones?, ¿Y si nada me ilusiona? Estas preguntas han de tener respuesta, y no valen las que sean del estilo de “no” o “nada”. Esas respuestas no son ciertas. Es posible que uno no haya encontrado –porque no se ha puesto a buscarlo- aquello que le haga implicarse con una o varias cosas en las que enfrascarse. Siempre hay algo que, en mayor o menor medida, ilusiona. Siempre. Y se trata de darle prioridad o preponderancia a la búsqueda de ese motivo, y hacerlo de un modo inaplazable, con auténtica insistencia y abnegación. ¿Y si descubro que estoy desilusionado?, ¿Qué hago con mi desilusión? La respuesta es clara y evidente: deshacerte de ella. No tiene ninguna utilidad positiva y sí muchas negativas. De lo que no hay que deshacerse es de la esperanza: por ninguna razón y con ningún motivo. La desilusión es un estado de ánimo propiciado por el ego, porque no se cumplen sus expectativas. Expectativas que, como no mide las posibilidades reales de sus fantasías, pueden ser del todo inalcanzables con lo cual lo que se suponía iba a ser motivo de ánimo –la ilusión- acaba convirtiéndose en motivo de desánimo –la desilusión- y, lo que es peor aún y más grave, de frustración. Así que hay que tener ilusiones, pero que sean en gran medida realistas. “Quien tiene un por qué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”, escribía Viktor E. Frankl. Las motivaciones son la energía de la vida. Son necesarias. Una vida sin motivaciones es una vida carente de muchos de sus principales alicientes. Sin motivaciones la vida se puede convertir en un hastío o en una apatía continua que condenen al estancamiento y la desgana, que son formas de ir hacia atrás. Resumiendo: tener motivaciones, sí, pero que puedan llevarse a la práctica, para evitar que puedan acabar convirtiéndose en motivo de frustración. Motivarnos conseguirá alejarnos de la apatía y de la paralización en el Camino de la Vida y del Progreso, y del consiguiente sentimiento de inutilidad y fracaso. Revisa. Recuerda. Pregúntate. Observa y obsérvate. Si no tienes motivos a mano para ponerlos en marcha, echa la vista atrás y acuérdate de qué es aquello que siempre te gustó hacer y no hiciste, de cuáles eran tus planes o proyectos de la juventud, qué admiras o te apetece de lo que hacen los otros… Busca y encontrarás. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
¿ES MALO CAER EN LAS TENTACIONES? PREMISA: La religión que nos han inculcado -esa que nos provee de tantos temores y de tantas promesas de castigos variados- nos hace creer que todo lo que tenga que ver con “tentación” es malo o es pecado, cuando resulta que esta condición no siempre es verdadera. En realidad, prácticamente todo lo que nos tienta es bueno o es agradable, y siempre es deseado. Entonces… ¿Qué pasa? FRASE 1: “No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.” FRASE 2: “La mejor manera de librarse de una tentación es caer en ella.” La primera nos hace ver la tentación como un mal y en la segunda nos anima a caer en la tentación. En mi opinión, las cosas que nos tientan –esas a las que gratuitamente se les presupone que son pecado- o bien las hemos idealizado mucho –y luego resulta que no producen tanto placer como les suponíamos- o cuando las vemos con los ojos limpios resultan no ser tan graves o pecaminosas como nos han hecho creer. Nos confundimos entre ese temor inculcado que nos obliga a no hacerlas realidad y el placer que nos proponen y que nos parece tan apetecible. Visto ecuánimemente, la única forma de aprender, de comprender de verdad, de progresar realmente y con conocimiento de causa, es experimentando. No experimentarlas hace que las cosas se queden en teorías, suposiciones, o previsiones basadas en experiencias de otros. Desde un punto de vista no dogmático, no crítico, no mojigato ni hipócrita, y desde un punto de vista racional, científico, o intelectual, se sabe que solamente “cayendo” en la tentación se la conoce realmente. Pero… es pensar en atender a una tentación y eso ya lleva implícito el principio del camino al infierno escoltado por el Ángel de la Flamígera Espada. ¿Las tentaciones están ahí para probarlas y aprender… o son malignas pruebas para comprobar la fe?, ¿Son cosas que uno tiene que evitar o cosas que tiene que probar para conocerlas?, ¿Son invitaciones a la privación con sufrimiento o son invitaciones al aprendizaje? A estas alturas creo que ya todos tenemos superado el asunto de la mentira del infierno y toda su cohorte de sufrimientos variados. Y creo que no nos imaginamos a Dios poniendo trampas con gran maldad para encontrar argumentos que justifiquen nuestra condena y le den derecho a hacerlo. Eso no hay sensato que se lo crea, aunque algún fanático temeroso de ser él mismo y que no sea capaz de pensar por sí tal vez siga teniendo incrustados los miedos que le imbuyeron y, además, padeciendo sus consecuencias. Las tentaciones como cebo, como sondeos con los que medir la capacidad de pecado de cada uno, se han quedado anticuadas. A mí me cuesta mucho imaginar que haya un Dios o un “demonio” entreteniéndose en poner esos cepos de cazar pecadores, que es lo que parecen ser las tentaciones. Me quedo sin teorías que sean sostenibles sobre el sentido de las tentaciones como trampas perversas, así que no me queda más remedio que borrarles ese halo funesto con que las enmarcamos, desmontar todo lo tenebroso que les adjudicamos, y rebajar el nivel de las tentaciones al de simples opciones que la conciencia de cada uno decidirá si quiere aceptar o evitar. La tentación es solamente un estímulo que nos provoca una cosa para que la rechacemos o la experimentemos, pero experimentarla o no, es algo que no pertenece a la religión, sino que se queda en la normalidad de las vivencias personales. Se queda en el aprendizaje humano y no en el religioso. Uno es responsable cuando “cae” en una tentación –y la tentación no es otra cosa que algo que resulta ajeno a lo que es la moral o la ética de cada uno-, y uno decide si quiere experimentarlo o si quiere prescindir de hacerlo, pero tal vez sea conveniente verlo simplemente como una experiencia que forma parte del aprendizaje en la Evolución o Desarrollo Personal, y despojarle del sambenito y el halo de pecado que le hemos puesto. Por cierto, que esto no es una invitación a “pecar” impunemente, sino a tomar conciencia de que uno ha de tener unos principios y ser consecuente con ellos y respetarlos. “La tentación” es una invitación a abandonar esos principios. Y entonces es cuando uno decide. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
DEJAR MORIR A LOS MUERTOS En mi opinión, no estamos preparados para relacionarnos bien con todo lo que tiene que ver con el fallecimiento de un ser querido. Nadie nos prepara para eso. Es un tema tabú al que, en general, no nos enfrentamos nada más que cuando sucede, que ya es tarde, y tenemos que salir del apuro urgentemente y como se pueda. Observo que cuando sale en una conversación el tema de la muerte muchas personas lo rehúyen, cambian de conversación de inmediato, dicen que les pone mal hablar de ese asunto, y piensan, equivocadamente, que no hablando de ello es como si no existiera y como si no fuera a ocurrir nunca. Y no es cierto. Esa mala relación con algo tan natural y seguro como la muerte produce efectos graves en algunas personas. Y no sólo graves desde un punto de vista emocional y psicológico, sino un daño grave al fallecido. Ya todos sabemos que cualquier muerte requiere la realización de todo un proceso llamado duelo. Es más que conveniente hacerlo, es imprescindible, así que a quien no lo tenga claro le recomiendo que pregunte o que busque información, y que haga el duelo, y que lo haga bien. Desde un punto de vista psicológico y emocional, el fallecimiento de un ser querido es una experiencia que puede ser muy traumática. Y por eso conviene conocer cómo actuar cuando llegue el momento y conviene prepararse para ello. Si aceptamos algo tan innegable como que la muerte es inevitable, y lo comprendemos de verdad, y lo integramos, eso debería facilitarnos el proceso de despedida de quien ya no está vivo. Querer mucho a los que fallecieron puede ser perjudicial. Para el que se quedó y para el que se fue. La muerte se supera, aunque cueste tiempo, pero es más difícil olvidar a la persona que ya no está. Pero además, es que no es necesario olvidarla. Eso sí, conviene tener cuidado con ese recuerdo, que sería conveniente que se limitara a la añoranza y a una sonrisa porque aparece todo el cariño que se le tuvo y lo que se recibió de su parte. Lo peligroso comienza cuando uno siente que sin quien falta la vida carece de sentido, o se siente profundamente apenado y dolido, tanto como para no poder seguir la propia vida con normalidad. Conviene no escandalizarse por esto que voy a escribir, y reflexionar un poco antes de rechazarlo por su dureza: el que ha muerto es el otro. Ya no está. Y nada de lo que uno pudiera hacer a partir de ahora cambiaría esa realidad. La vida sigue y tiene que seguir. A pesar del dolor, de la ausencia, de que esté en contra de nuestros deseos. Es seguro que cambiarán algunas cosas a partir de su ausencia, que otras cosas ya no serán igual, pero hay que seguir adelante. No es positivo estancarse en el dolor: hay que vivir. Los sentimientos son insobornables, y no se les puede hacer cambiar con razonamientos, pero sí que uno puede reflexionar desde el corazón y hacer que colaboren como puedan. Hay otra razón totalmente distinta para que dejemos morir –dentro de nosotros también- a los muertos. Desde un punto de vista espiritual, cuando una persona fallece su alma emprende el camino hacia el sitio donde se preparará para la próxima encarnación. Esto, por supuesto, no es demostrable. A quien crea en ello lo sentirá sin duda y a quien sea escéptico esta frase no le va a convencer. De todos modos, esto que escribo es solamente lo que opino. Cuando una persona fallece, durante un tiempo su alma se queda “rondando” cerca de la vida, del mundo, porque aún se siente atada de algún modo al sitio y circunstancia donde ha estado tanto tiempo, y es como si quisiera cancelar completamente todos sus asuntos pendientes para poder partir con tranquilidad. Si hay una persona que le llora, que dice que no entiende que ya no esté a su lado, que grita de dolor por su ausencia, y a su vez tiene buenos sentimientos hacia esa persona –porque es su hija, por ejemplo- no puede hacer con naturalidad su tránsito, sino que se queda cerca de ese ser desesperado que dice que le necesita. Así que con ese ser recordado continuamente desde la consternación, y al no obtener la libertad para poder marchar, se queda estancado en su camino o su evolución, sin querer desapegarse de esta encarnación y sin poder iniciar la siguiente. A los seres fallecidos hay que recordarles con una sonrisa y no con una mueca de dolor y desesperación. Ese apego por nuestra parte hacia ellos no les beneficia. No ama más quien más llora. El mayor acto de amor que podemos hacer por ellos es recordarles amablemente, tener a mano todos los buenos recuerdos que nos crearon, agradecerles a Dios y a ellos la oportunidad de haber compartido un tiempo de nuestra vida, sentirnos satisfechos y gratificados por lo que recibimos, pero… dejarles morir, dejarles partir para continuar con su ciclo. Sería conveniente una especie de oración-conversación de despedida, donde se les agradezca su compañía, se les haga ver que fueron buenos en su tarea –como madres o esposos, por ejemplo- y que lo hicieron bien; decirles –si es verdad- que se pueden sentir satisfechos de su labor en el mundo, y hacerles saber cuánto amor dejaron a su paso. Todo ello con una sonrisa en la boca o con un llanto de felicidad en los ojos. Es bueno -para ambos- dejarles morir. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
NI CASTIGOS NI RECOMPENSAS: SÓLO CONSECUENCIAS. En mi opinión, me parece que hay demasiada gente que prefiere recibir las consecuencias derivadas de sus cosas mal hechas como si fueran un castigo divino, un regalo envenenado del karma, o algo inevitable por destino, en vez de tener la honradez y la decencia de asumir de frente, sin esconderse y sin negar su responsabilidad, las consecuencias de las cosas que hizo o las que dejó de hacer. Parece que no es serio eso de pensar que hay “alguien”, sea quien sea, o “algo”, que se dedica a seguir tratándonos como niños pequeños a los que se les premia si hacen algo bien y, por el contrario, se les castiga cuando hacen algo mal. Todos los actos, por acción o por omisión, tienen una consecuencia. Es la Ley de Causa y Efecto. Toda causa tiene un efecto. Toda acción u omisión tiene también una consecuencia. Insisto en lo de “omisión” porque he descubierto que hay personas que se escudan en que no han hecho algo –aunque mejor dicho es que “han tomado la decisión de no hacer algo”, y eso ya es hacer algo: ya han tomado la decisión de “no hacer”- y por lo tanto no tienen por qué tener una penalización. No hay que olvidar que existe el pecado por omisión, y que existe el delito por omisión, por tanto “no hacer” está mal o está penado. (Una definición del pecado de omisión es “el bien que podemos hacer y no hacemos”. Frasecita para reflexionar…) Ahora estamos aquí, o sea que estamos en el Aquí y Ahora. Quien hace algo que no es lo adecuado va a obtener por ello un resultado, y no es un castigo, sino una consecuencia que probablemente no va a ser agradable. Y si lo hace bien no va a tener por ello una recompensa sino una consecuencia lógica que va a ser agradable. Una consecuencia es un hecho que resulta de otro. En mi opinión, no es necesario que haya un Juicio Final que valore lo que es correcto y lo que no –lo que está bien y lo que está mal, para entendernos-, ni es necesario esperar hasta la próxima reencarnación para pagar algo que se produzca en ésta, ni hace falta llegar hasta el Tiempo de los Arrepentimientos cargado de motivos por los que penar. Es hoy, en este instante, en este momento siempre a punto de extinguirse, cuando uno tiene que obrar del modo adecuado que le procure la satisfacción de lo bien hecho, que le deje el alma en paz –aún cuando se equivoque-, y que lo pueda dar por extinguido sin necesidad de arrastrarlo inconcluso durante el resto de su vida. Ni hay castigos por parte de un juez cruel y sanguinario, ni por lo que se hace se acumula un mal karma para más adelante: es en esta vida donde se ha de gozar o padecer los resultados de los actos. Y esos resultados se derivan de los hechos. Bueno… esta es mi opinión. Obra con buena intención –aunque te equivoques-, y eso será tenido en cuenta a la hora de los resultados que recibirás por ello. Pero tenlo claro y no culpes a nadie por ello: lo que siembras, recoges. Ni castigos ni recompensas: sólo consecuencias. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
EL MIEDO A QUEDARSE A SOLAS CON UNO MISMO En mi opinión, quedarse tranquilamente a solas con uno mismo, es un acto de honradez y de valentía que merece una medalla de reconocimiento al valor. Lo digo de verdad. Hacerlo, es algo sumamente incómodo para algunos e imposible para otros. No me refiero, por supuesto, a estar solo pero viendo la televisión, leyendo un libro, hablando por teléfono con alguien, escuchando música o durmiendo. Eso lo puede hacer cualquiera. Y eso es lo que, equivocadamente, confundimos con “quedarse a solas con uno mismo”. Quedarse a solas con uno mismo es quedarse a solas con el Uno Mismo que somos cuando nos descontamos el cuerpo y los problemas o conflictos derivados de estar viviendo en el mundo. Quedarse a solas con el Uno Mismo implica casi siempre una reclamación por su parte debido a la falta de atención, un suave reproche por no prestarle cuidado a esa parte -que es la que realmente somos- que requiere conocer y reconocerse en la espiritualidad y desarrollarla, que necesita su ración de cuidado y consideración, y que es –y esto no debiéramos olvidarlo- el auténtico sentido de la vida. En el silencio que se produce cuando uno se queda a solas consigo mismo es donde habita la comprensión general –no sólo de las pequeñas cosas-, donde mora reposando el espíritu, donde uno debiera encontrar sus orígenes y su esencia. El hogar donde más a gusto se tiene que sentir Uno. Uno de los principales miedos a quedarse a solas se debe a que en ese momento es cuando surgen muchas preguntas trascendentes, y algunas nos suenan a reproches –porque la respuesta que tenemos no es ni siquiera de nuestro agrado- y otras nos parecen duras, difíciles, comprometidas, grandes, y nos sabemos sin una respuesta adecuada y sin ganas de ponernos a buscarla. Nos acostumbramos a estar en el mundo, más o menos a gusto, pero teniendo a mano las cosas que nos producen placeres inmediatos, las cosas con las que “evadirnos” de las preguntas importantes, las cosas con las que nos sentimos cómodos porque las conocemos y, sobre todo, porque no nos exigen nada. Una especie de “mejor no pensar”. Una mentira del estilo de “si no pienso en ello es como si no existiera”. Una excusa del estilo de “si no me quedo a solas evito la tentación, y mientras tenga entretenida a la mente, sin pensar, me evito tener que atender a la llamada interna”. Eso es cobardía. Es irresponsabilidad. Es huída de las obligaciones. Es desatención a la parte más importante de cada uno. ¿Qué es lo peor que puede pasar por quedarse a solas con uno mismo, a solas con el Uno Mismo? Sea lo que sea, haya lo que haya, se encuentre lo que se encuentre, pase lo que pase, la realidad de cada uno es él mismo consigo a solas. Lo que aparezca o descubra es lo que Es y lo que hay. Negarlo, no querer reconocerlo, no admitirlo, disimularlo… es mentirse. Uno es él mismo auténticamente cuando está a solas y desnudo. Todo lo que se agregue a la soledad y la desnudez son cosas superfluas, añadiduras que pertenecen más al personaje que al Ser Humano, el Ser Divino, el Uno Mismo, o como queramos llamar a esa realidad que somos que incluye lo cotidiano de diario y la elevada espiritualidad. Para quienes comienzan en esto, los encuentros conviene hacerlos de poco tiempo al principio e ir aumentándolo a medida que se coge confianza y experiencia. Es interesante dejar fuera prejuicios e ilusiones. Es mejor no temer ni ansiar, ya que en el primer caso se producirá un bloqueo y en el segundo caso se crearán unas expectativas que harán vivir la experiencia en tensión y que puede decepcionar más que si no hay expectaciones. Al principio es posible que aparezca un vacío al que uno esté desacostumbrado y deje una inquietud y prisa porque no aparece nada en el primer instante; otros se aburrirán en cuando lleven veinte segundos porque no están acostumbrados a estar atentos a esta situación y estarán absolutamente desconcertados; muchos caerán en la tentación de aplazarlo para otro momento, porque el ego les solicitará otras cosas más divertidas o distraídas, o porque se le presentarán en el recuerdo cientos de cosas que tenía pendientes de resolver y aparecerá una urgencia inexplicable por dejar lo que se está haciendo para ponerse a resolverlas… Paciencia. Constancia. Firmeza. Empeño. Este tipo de miedos son injustificados, y así hay que comprenderlo. Y una vez comprendido… a comenzar con la tarea. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
ESTOY HARTO DE SER MEDIOCRE Mediocre Del lat. mediocris. 1. adj. De calidad media. 2. adj. De poco mérito, tirando a malo. En mi opinión, si uno se pone a reflexionar sinceramente acerca del concepto que tiene de sí mismo, esta es la conclusión más generosa con la que se puede encontrar. Las hay mucho peores, en función del grado de Autoestima. Mediocre. Que no destaca en todo ni destaca en casi nada. Visto fríamente no es como para sentirse muy satisfecho de uno mismo. Bueno… hay cosas de uno que están bien –eso hay que reconocerlo-, pero si uno no se auto-engaña, la nota que se merece… es un cinco. Yo mismo, después de toda una vida siendo mediocre, de haber llegado a mis sesenta y un años sin haber hecho nada por lo que salir con letras grandes en la Historia de la Humanidad, he decidido que quiero destacar en algo. Por lo menos, ante mí. Voy a buscar y voy a encontrar algo en lo que destaque –insisto en que sólo ante mí-, algo en lo que me pueda sentir satisfecho, con la conciencia en orden, tranquilo ante mi destino en la vida, con una sensación secreta de que mi vida ha sido útil –para mí o para otros-, y en paz. A medida que uno va evolucionando, por los años que ha vivido o por el descubrimiento de que en la vida no se trata de hacer uno solo el Camino, sino que en el Camino tiene que haber otras personas y esos son “los otros”, uno se da cuenta de esto: no se trata solamente de serme útil a mí mismo sino que hay una fraternidad invisible que me empuja inconscientemente a querer el bien y lo bueno para los otros, y al mismo tiempo surge una madre interna a la que el instinto empuja a cuidar a los otros, a nutrirles en lo que se pueda, a darles la mano mientras sean pequeños y desvalidos en cualquier área de la vida. Estoy harto de ser mediocre. De tener una vida en la que no me aporte satisfacciones internas, que no contente a mi alma, que no haga latir feliz a mi corazón. Tengo una generosidad, estancada o muerta, que me reclama expresarse. Quiero hacer algo. Empezando por escucharme, pero de verdad y dentro. No me refiero a escuchar los ruidos y alborotos externos, las distracciones de mi rumbo, los cantos de sirenas, ni las presunciones del ego. No quiero seguir ausente de mi vida. No quiero estar ausente de la mayor parte de mi vida. No quiero ser un pasajero parásito que se alimenta de distracciones. No quiero acabar el día con la puta sensación de que he perdido otro día. No quiero muchas cosas en mi vida que me aportan solamente malas sensaciones y nada positivo. Tengo el poder –y la obligación- de hacer de mi vida algo de lo que me siente muy satisfecho. Y no es que tenga que dar cuentas a alguien ajeno. No temo el Día del Juicio Final, ya que mi Juicio Final es continuo y no es un juicio, sino una reflexión sincera sobre lo que hago y lo que no hago. No quiero perpetuar esta larga cadena que acumulo de días internamente vacíos aunque estén llenos de ruido externo. No quiero mantenerme en esta mediocridad, en un encogimiento de hombros cuando me reclamo qué estoy haciendo con mi vida, en un silencio que no se atreve a llenarse de verdades por no escuchar más reproches. Quiero hacer, y voy a hacer, algo importante de mi vida. Importante para mí. Algo de lo que me sienta satisfecho –no orgulloso, que eso puede ser malo-, algo que en mi fuero interno –donde no llega el ego- me haga creerme útil a la Vida, útil a los otros, y útil al Plan Divino –esto último para quienes quieran verlo desde un punto de vista religioso-. Quiero una vida sencilla, simple, donde prime la sensación grande y silenciosa de estar en paz conmigo mismo, de haber contribuido de algún modo al mejoramiento de los otros, de llegar a un final en el que prime una sensación del deber cumplido sin reclamar por ellos méritos ni medallas. Y esto es una invitación a que tú hagas lo mismo. Si lo deseas... Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias.) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
¿ES LO MISMO SENTIMIENTOS QUE EMOCIONES? En mi opinión, las personas hablamos de sentimientos y emociones sin saber distinguir una cosa de otra, y sin poder definir claramente lo que es cada una. Y considero que es interesante saberlo. Si te entretienes en investigar te vas a llevar una sorpresa, y es que ni siquiera se ponen de acuerdo los que aparenta que saben. Podrás descubrir las mismas definiciones para ambas cosas, y podrás comprobar cómo la misma cosa –la felicidad, por ejemplo- para unos es un sentimiento y para otros una emoción. Yo tampoco lo sé. No sé qué es una cosa y otra, pero tal como yo lo veo es lo que más me parece más convincente. Por otra parte, lo importante es la cosa y no la definición de la cosa. Lo importante es, por ejemplo, la felicidad y no la definición de “felicidad”. Así que expongo cómo lo veo yo. Los sentimientos son la expresión natural del Ser Humano, cómo se manifiesta instintiva y espontáneamente, sin contaminación educacional o de prejuicio. Son inherentes, y no hay por qué reprimirlos. Esos mismos sentimientos, cuando se le añade el pensamiento, la opinión, el prejuicio, la forma de actuar ante ello que nos han inculcado, o la reacción inmediata aprendida, se convierten en emociones. Insisto en que es exactamente lo mismo si resulta que es al revés de cómo yo lo siento. No importa cómo llamarlo, lo que importa es que hay una reacción emocional espontánea y natural ante cualquier suceso, y cuando procesamos de algún modo ese mismo suceso es cuando lo vamos a modificar, para bien o para mal. Por ejemplo, supongamos que son sentimientos el amor, la felicidad, el enojo, el miedo, la tristeza…cuando sucede algo que nos provoca enojo es natural, correcto, y lógico, sentirse molesto y sentir una especie de ira –de diferentes intensidades según el caso- hacia el causante. Hasta ahí correcto. Ese impulso que provoca hay que dejarlo que se manifieste naturalmente. Emoción se le llamaría a cómo se manifieste hacia adentro o hacia afuera, y durante cuánto tiempo, y con qué intensidad, y con qué tipo de manifestación, y qué le acompañaría a la manifestación, y eso ya depende de cada uno. Sigue sin ser significativa la definición de una y otra cosa. Lo que sí es importante es decidir la emoción DE UN MODO CONSCIENTE, Y CADA UNA DE LAS VECES, evitando que una respuesta que puede ser personalizada para un asunto concreto se convierta en una reacción que sirva para todas las ocasiones que sean similares. Sí que está bien tener una pauta básica preparada para que cada vez que aparezca algo que nos provoque enojo no hagamos lo que ya hemos comprobado en otras ocasiones que no queremos hacer. Conviene tener clara la línea en la que vamos a actuar una vez que hemos dejado que se extinga naturalmente el sentimiento, sin acortarlo ni alargarlo ni modificarlo. Saber que, por ejemplo, no queremos tomar decisiones en ese momento de enojo porque hemos comprobado que después nos arrepentimos de haber actuado “en caliente” y sin haberlo meditado bien. Por ejemplo, antes de responder contar hasta diez… o hasta un millón. Insisto: Tener preparadas unas líneas maestras de actuación, y no es necesario que sean siempre las mismas y del mismo modo, porque pueden variar en función de la gravedad del motivo del enojo, o de la persona y su intención, o de las causas -que pudieran ser involuntarias-, si es una “agresión” real, o si es una rabieta de nuestro ego y, en realidad, visto fríamente, “no es para tanto”. Estamos expuestos continuamente a los sentimientos. Los recibimos y los gozamos o sufrimos varias veces al día, así que conviene conocerlos y prestarles atención. Eso nos evitaría esa sensación de ser víctimas de nuestras emociones, de padecer mucho por ser tan sentimental, o de quejarnos de que las cosas no nos conmueven, o de no ver –porque no nos permitimos verlas- las cosas agradables de la vida, o de rompernos cada vez que alguien hurga en nuestros sentimientos. Los sentimientos son para vivirlos y no para reprimirlos. Es grandioso poder sentir pena –aunque no lo es estancarse en ella-, gozar de la alegría, reír sin recato, llorar ante algo que merece un llanto, protestar cuando pisan nuestros derechos o atacan nuestra dignidad, amar y ser amado… Todo tiene un sentido y los sentimientos también. Están puestos ahí por el Creador y tienen utilidad como los ojos o las manos. Pero conviene tener atención hacia ellos y sus repercusiones –como tenemos atención para cuidar nuestros ojos o para no coger con las manos cosas que estén ardiendo-, así que conviene vigilar las emociones -que son lo que hacemos con los sentimientos y cómo los vivimos-, y aprovecharnos de ellas y no padecerlas. Atención pues a recordar que lo importante no es lo que nos pasa en la vida sino lo que hacemos con las cosas que nos pasan en la vida. O sea, más importante que los propios sentimientos puede ser lo que hacemos con los sentimientos, que es lo que serían las emociones. Y no se trata de reprimir las emociones –perdona que insista tanto-, se trata de conocerlas y controlarlas para que sean adecuadas a los sentimientos y sean lo que nosotros deseamos que sean. Ante un momento de enojo, que era el ejemplo anterior, no es necesario reprimirlo, poner una cara beatífica, repetir un OM veinte veces, y tragarse el enojo sin más –esto sí que sería equivocado-, sino que puede ser adecuado manifestarle al causante lo que se siente, con asertividad pero sin rabia ni agresividad, para que de ese modo no se nos quede el enojo enquistado dentro, no se convierta en un odio profundo, y no afecte a nuestra tranquilidad emocional somatizándolo y convirtiéndolo en algo que nos agreda físicamente por no haberlo manifestado. Y eso mismo puede servir para otros sentimientos, así que tampoco nos reprimamos la alegría y el amor. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
PARA QUÉ TE SIRVE QUEJARTE En mi opinión, algunas personas pierden demasiado tiempo estancados en un estado de queja crónica, queja casi por cualquier cosa, sin darse cuenta de la inutilidad de su actitud y del perjuicio que le provoca. Quejarse por quejarse, sin que tras ello haya una intención de mejoramiento, es una autoagresión que lleva –además- a formar un concepto negativo de la vida personal, y de la vida y el mundo en general. La mente tiene una tendencia absurda a hacer negativo todo el conjunto global personal cuando es solamente una cosa el objeto inicial de la queja. Así que, si uno le deja, ella formará todo un desvarío de negatividades que sepultarán inevitablemente las cosas buenas que también existen. Autocastigo incoherente e inadmisible en el que uno se encierra sin ser capaz de ver ni un milímetro más allá. La queja, por sí misma, sin una acción posterior encaminada a eliminar el motivo que provoca la queja, no produce ningún cambio positivo. Por el contrario, se enzarza en una espiral protestona que es una lamentación continuada propia del masoquismo más abyecto y absurdo. No hay ni una sola ventaja o cosa positiva en la queja que solamente es una queja y se limita solamente a quejarse. Y hay quejas que son inútiles: quejarse por el tráfico, por la climatología, por tener que esperar en una cola cuando es obligatorio estar en ella, por la economía mundial, por otras personas… y no estoy diciendo que uno no tenga derecho a emitir su opinión, lo que digo es que llevarse un disgusto por ello que afecte al estado de ánimo –teniendo en cuenta que uno no puede hacer nada para cambiar ciertas cosas-, o a teñir de negatividad el conjunto de la vida, o a estar enojado y con un mal humor que posiblemente padecerán los allegados que no tienen nada que ver ni tienen culpa alguna, eso es lo que no tiene ninguna utilidad ni sentido. Uno puede opinar, criticar, creer, expresar… por supuesto, pero al mismo tiempo debería valorar si esa queja lo que pretende es demostrar que uno es más listo, que lo hubiera hecho mejor, que no acepta ciertas cosas, o que se siente superior al resto. En estos casos es el ego quien ha tomado posesión y mando y quien está llevando a la persona a una actitud contraproducente que le convierte en víctima de sí misma. Lo inconveniente es la queja crónica que parece que se regodea en el malestar que ella misma provoca. ¿Para qué quejarse? Las preguntas que dan respuestas más atinadas y útiles no son las que comienzan con un POR QUÉ –que implica más curiosidad que necesidad imprescindible de conocer el origen- sino las que comienzan con un PARA QUÉ, porque en su respuesta está la utilidad. ¿Para qué quejarse? Pues para hacer uso del derecho a expresarse. De acuerdo. Correcto, ¿Y qué más?, ¿Qué más respuestas hay? Esta sola, y aún siendo cierta, no es suficiente. ¿Para qué quejarse? Una respuesta sincera llevará directamente a la conclusión de que la queja, si no se puede hacer nada –porque no depende de nosotros- o no se hace nada –y esto sí depende de nosotros-, no tiene utilidad positiva. Si tiene remedio o solución, a por ello. Si no tiene remedio o solución, a aceptarlo y no darle más vueltas. Y a Vivir. La energía y el tiempo que se le dedican a las quejas inútiles se pueden dedicar a cosas más agradables y más positivas. Y es mejor que ese tiempo y esa energía no pasen a formar parte del tiempo de Vida perdido. Los asuntos hay que resolverlos y no limitarse a quejarse. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
¿CUÁNTO TIEMPO ME DEDICO A MÍ? En mi opinión, a veces no somos capaces de distinguir algunos conceptos y eso nos lleva a confusiones, y a dar respuestas equivocadas a preguntas bien formuladas. ¿Cuánto tiempo te dedicas a ti? Cuando le hago esta pregunta a las personas recibo respuestas de lo más dispares, desde la que dice que “nada” porque no tiene tiempo libre ya que tiene demasiadas ocupaciones y obligaciones, y que no tiene ni un minuto para sí misma aunque le gustaría, hasta las personas que responden que todo lo que pueden. A estas últimas les hago una nueva pregunta: ¿Qué haces en ese tiempo que te dedicas a ti? Las respuestas que recibo, siempre –siempre- están confundidas y corresponden a otra pregunta. Son del estilo de “hago lo que me apetece”, “veo televisión tumbada en el sofá, que es lo que más me gusta”, “leo lo que puedo”, “salgo a pasear”, “duermo”, etc. La pregunta no es ¿Qué cosas haces para distraerte?, ni tampoco ¿Qué cosas te gustan hacer cuando puedes?, ni siquiera ¿Qué es lo que más placer te da cuando lo haces? Repito la pregunta, por si tú eres una de esas personas a las que me he referido diciendo que responden a otra pregunta: ¿Cuánto tiempo te dedicas a ti? Las respuestas de los ejemplos anteriores se refieren a ocupaciones o distracciones, a cosas placenteras en las que uno se siente bien, a cosas que agradan , pero el tiempo que le dedicas a eso no es tiempo que uno se dedica a sí mismo. El tiempo para ti es el tiempo de auto-observación, de preguntas de ti y hacia ti, de atención a tu conocimiento personal y a tu desarrollo o tu crecimiento, el tiempo de reflexionar sobre ti, de darte cuenta de tu pasado y de tu presente, el tiempo en que te preguntas qué es lo que realmente quieres y el que dedicas a hacerlo realidad, el tiempo de meditación y de consciencia. Es un tiempo aparentemente perdido porque no está lleno de cosas externas, es sólo un tiempo de contacto consigo mismo en el silencio, pero no se trata de divagar, de dejar que la mente se vaya por donde quiera, de evadirse, sino de estar absolutamente concentrado en uno mismo, atento, pendiente, consciente. Está bien el tiempo que le dedicas a distraerte y a los placeres. Está muy bien. Pero no has de olvidar el tiempo de darte cuenta de que estás Aquí y Ahora. De darte cuenta de que estás vivo y estás en la Vida y en el Mundo. De tocarte, para comprobar que eres real y eres algo más que la mente y tus pensamientos. De saber más de ti. De consolidar -sin aplazamientos- tus deseos y tus proyectos. De confirmar si le estás dedicando a tu Desarrollo Personal el tiempo y la dedicación que se merece. De preguntarte quién eres tú, quién quieres ser, y quién estás siendo. De ser consciente de tu felicidad y lo que haces por ella. De conocer tu verdadera espiritualidad. De comprobar si estás viviendo o si estás VIVIENDO. Es tiempo de no perder el tiempo. Es tiempo de empaparse de VIDA, de amor, de sentimientos, de relaciones, de experiencias, de vivencias, de placeres emocionales… pero sin olvidar que es UNO MISMO quien está en todo ello, y que ese UNO MISMO requiere y merece toda la atención y la dedicación. ¿Cuánto tiempo te dedicas a ti? ¿Cuánto a saber quién eres? ¿Cuánto a cuidar tu alma? ¿Cuánto a atender a tu Yo Interno? Te lo repito, para ver si duele y te hace reaccionar: ¿Cuánto tiempo te dedicas a ti? Te dejo con tus reflexiones…
-
CÓMO DUELE LA VIDA PERDIDA En mi opinión, deberíamos cambiar la frase hecha de “el tiempo perdido” por “la vida perdida”. Lo que perdemos no es “el tiempo” como medida fraccionada de un día, sino que perdemos la vida. Y es mejor decirlo con este dramatismo –que es la realidad- para que de ese modo seamos REALMENTE conscientes de la GRAVEDAD que conlleva, y del DESPILFARRO que es estar en una vida distraída, perdida, en vez de VIVIR una VIDA en PLENITUD. A los más jóvenes os digo que aún estáis a tiempo de VIVIR vuestra VIDA. Los que ya dejamos atrás la juventud vamos comprobando que ese sueño juvenil –infantil en realidad- en el que uno se cree eterno y piensa que tiene toda una vida por delante -y eso suena a infinito- no es cierto. Uno sabe que cada vez le quedan menos días de estar aquí y, además, cada día el cuerpo se va desgastando y generalmente la salud y el ánimo se van marchando dejándole a uno solo a merced de la poca vida que le quede. Esa idea ingenua -y contraproducente- de que falta mucho para llegar a viejo y que eso autoriza a desperdiciar los días de vida, a derrocharlos inútilmente, es una idea que conviene cambiarla por la realidad. A los que ya tiene más añitos, les recuerdo otra vez lo que ya han tenido ocasión de comprobar: que esto va en serio, que uno también se hace mayor, que los años pasados se acumulan y forman una montaña. Uno tiene la edad que tenía su padre cuando ya le parecía mayor, o tiene ya casi la misma edad que tenía su anciana abuela. Uno ha visto cómo sus abuelos fallecieron, cómo sus padres –que eran los siguientes en el orden natural de ir muriendo- también fallecieron, y comprueba -si se atreve- que él es el siguiente. Que esto no hay quien lo pare. Que uno no va a ser la primera excepción en esto y morirá como murieron todos los que no deseaban hacerlo, los que se opusieron, las que creían que no merecían morir, los que eran muy queridos, las que eran necesarias, los Reyes, los millonarios, las que estaban rebosantes de vida… El tiempo de vida pasa. Imparablemente. Sin respetar los deseos propios. Aunque no se le preste atención. Mientras dormimos. A pesar de la oposición. Mientras estamos esperando a tomar la decisión de vivir plenamente. Y esto no es dramático, ni hay que hacer una tragedia de ello. Es lo que hay y es innegociable. Hay que aceptarlo y asumirlo. Y en vez de convertirlo en una excusa para la depresión, hacer de ello un motivo de más vida. Que sirva para apreciar más lo que ahora tenemos –amor, salud, paz, felicidad, consciencia…- para cuando llegue el tiempo en que alguna de esas cosas nos falten y tengamos que seguir vivos aún a pesar de su carencia. “Mañana es tarde”. Esta frase resume la sabiduría de quienes ya pasaron por aquí y se dieron cuenta. O esa otra de “No dejes para mañana lo que puedas vivir hoy”. Vivir es el sentido de la vida. Y no otro. No ser consciente de la vida, y no vivirla, es la tragedia. Que la vida se vaya sin ser vivida es la tragedia. Los días de los que disponemos se acaban de todos modos. VIVIR, tal vez, sea no tener nada de lo que arrepentirse. Son muchas cosas las que vamos aplazando, muchos buenos propósitos los que vamos aplazando, muchas decisiones las que vamos aplazando, muchos sueños los que vamos aplazando, mucha Vida la que vamos aplanzando… Ahora mismo, ya, es el momento de tomar decisiones. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
YO NO SOY TÚ En mi opinión, el hecho de no comprender algo tan elemental como es esta afirmación del título hace que la comunicación con los otros resulte complicadas a veces. También es bueno comprender su viceversa: TÚ NO ERES YO. En el habitual egolatrismo personal, que todos disimulamos más o menos, y que a todos nos afecta en mayor o menor medida, creemos que todo el resto de la humanidad tiene que pensar, sentir, opinar, actuar, entender, o decidir como lo hacemos nosotros. Nos cuesta eso de ver al que está enfrente como otro ser distinto con otras actitudes, pensamientos o circunstancias distintas a las nuestras. Nos pasamos tanto tiempo con nosotros –toda la vida- que nos llega a parecer que fuera no hay un mundo personal diverso, no hay otras formas de reaccionar, no hay intereses distintos o formas de ser diferentes. Como vamos por la vida con las anteojeras puestas, y no nos damos la oportunidad de ponernos en la piel o en los zapatos de los otros, les catalogamos –sin palabras- como “raros” o como “incongruentes” –eso cuando somos amables o generosos- porque no son iguales a nosotros, porque en alguna ocasión ven las cosas de un modo distinto a como lo hacemos nosotros, opinan algo diferente, o porque no coinciden con nuestros puntos básicos. Tal vez un modo de corregir esta costumbre sea –además de la atención y observación constante- repetirse la frase de un modo constante, YO NO SOY TÚ, hasta conseguir que nos cale de tal modo que ella misma ejerza una sensata capacidad de análisis y criterio para que la próxima vez que estemos interactuando con otra persona seamos capaces de salirnos de nuestro ego y seamos capaces de entender las diferencias en los modos y en los intereses. Hay que entender esto: si tú fueras el otro, y te hubieras criado en su mismo ambiente y con la misma familia, y tuvieras su misma educación y sus mismas experiencias, y si hubieras atravesado sus mismas vivencias en sus mismas circunstancias… serías exactamente igual que él, y pensarías, actuarías, o sentirías, exactamente igual que él. La vida de cada uno, y sus circunstancias, van moldeando su personalidad y sus principios. En la mayoría de las ocasiones cada uno se muestra tal como está siendo y no como es en realidad o como quisiera ser. La comprensión abierta se hace imprescindible. La aceptación incondicional se hace necesaria. Y la empatía – la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro- es indispensable. Antes de relacionarse con el otro hay que hacer un ejercicio de limpieza de prejuicios, eliminar todas las expectativas, dejar las exigencias a un lado, estar abierto a aceptar que pase algo distinto de lo que uno espera, ser tolerante, fraterno, acallar al juzgador interno, y amordazar al crítico exigente intolerante. EL OTRO ES ÉL MISMO, Y NO YO. Tiene derecho a manifestarse en el modo que sus condiciones personales le permitan, de la forma que crea conveniente según sus creencias, como sepa o como pueda. Y siempre que no exista una agresión por su parte, hay que admitirlo. Sí es cierto que se le pueden hacer recomendaciones o sugerencias, pero que no lleguen a convertirse en órdenes o imposiciones. La relación con el otro, desde la empatía, es uno de los mayores ejercicios de amor que se pueden hacer. Ser capaz de mirar al otro como humano, como hermano, como uno mismo pero con otras circunstancias, es el mejor modo de relacionarse y una forma hermosa de ensanchar el propio corazón. Dejemos que los otros sean ellos mismos. Que es lo mismo que deseamos que hagan ellos con nosotros. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
LA MALA AÑORANZA MATA EL PRESENTE En mi opinión, la añoranza del pasado, de lo pasado, de lo que ya no está, de lo que se perdió, de la antigua felicidad… puede llegar a ser provechosa, a veces, pero detractora en muchas más ocasiones, y llegar a entender esto con claridad hará que la relación con lo pasado pueda ser positiva. Un preámbulo: todas las relaciones, con las personas y con las cosas, son cíclicas. Siempre. Esto quiere decir que todo atraviesa un ciclo en el que hay un comienzo y un final. Y eso es inevitable. Nada de lo que está a nuestro alcance es eterno. Y entender y aceptar esto reduce algunas de las frustraciones de la vida. Las cosas “buenas” del pasado son muy agradables, deseamos que no se hubieran terminado nunca… pero terminaron. Es ley de vida. Eso no se puede cambiar y hay que aceptarlo así. Está bien recurrir a ellas cuando uno se siente con ganas de hacerlo. Sólo hay un inconveniente, y es que lo positivo o negativo que nos aportará depende de la actitud con que se haga. Si uno lo hace simplemente por traer a la memoria momentos buenos y volver a disfrutarlos, o por rellenar su corazón con momentos especiales, o para explicarle a su propia vida que ha habido momentos y situaciones felices, es perfecto. Excelente. El inconveniente al que me refiero es a cuando no consiste en traer el pasado al presente para recordarlo, sino al hecho de querer dejar el presente para instalarse en un pasado bien que guardamos bien considerado. Eso es imposible. No puede ser. Y empeñarse en que suceda es condenarse a un presente ingrato y a un futuro desesperanzado. Esa mala añoranza, la que lleva implícitos reproches por lo que ya no es o por quien ya no está, la que lleva aparejado el dolor por el tiempo consumido, por lo que ya nunca se podrá volver a repetir, por la infancia irrecuperable, por los seres queridos que entonces sí estaban pero ahora no, o por los lugares en los que uno se movió en el pasado por los que no se puede volver a correr. Es una añoranza emponzoñada que lleva incluido un veneno que va a matar a nuestra esperanza y a nuestro presente. El presente es lo que tenemos. Es lo real. El pasado sólo vive en el recuerdo y en nuestra biografía, pero ya es inalcanzable, irrepetible. Se consumió. Es un camino sin marcha atrás. El Aquí y Ahora del presente es lo único que realmente tenemos. O lo único que realmente somos. Atender a este presente –que sí existe-, sin despreciarlo y sin querer cambiarlo por un pasado -que no existe-, es la opción más sensata. Del pasado bueno hay que quedarse con todo, pero dejando que se quede en el sitio que le corresponde. Con alegría y satisfacción porque estuvimos allí y entonces, aunque no fuéramos muy conscientes, aunque no lo hiciéramos impecablemente bien. Hay que mirarlo con una sonrisa comprensiva, con satisfacción por lo que llegamos a disfrutar. Del pasado malo –que a veces está mal calificado y no es tan “malo” como decimos- hay que quedarse con el aprendizaje de lo que no se quiere que repetir. Mirarlo también con una sonrisa –aunque sea más comedida que la sonrisa anterior-, porque uno es humano y eso quiere decir que es un eterno aprendiz, y porque ser humano le confiere a uno el derecho a equivocarse y a no hacer siempre y todas las cosas bien, sin que ello lleve aparejado una condena o un castigo. Somos niños aprendiendo a andar por un mundo y una vida que nos quedan grandes. Y esto hay que comprenderlo. La mala añoranza es la que apareja dolor. La buena añoranza es la que nos planta una sonrisa, aunque sea leve, nos hace brillar los ojos, y nos provoca un cálido escalofrío de esos que la vida provee para celebrar los momentos especiales. Si has comprendido algo de lo leído, estarás muy atento y la próxima vez que se presente una añoranza mala sabrás cómo tratarla. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales
-
QUEDAR BIEN CON TODO EL MUNDO ES IMPOSIBLE En mi opinión, gastamos demasiada energía y desperdiciamos una parte de nuestra vida en tratar de agradar a los otros, y quedar bien con todo el mundo es imposible. Recuerdo que la lectura de un texto me dejó casi conmocionado. Me abrió la comprensión de un modo que quedé realmente sorprendido. Sí, antes, yo también era de esos que quieren agradar a todos y quedar siempre bien con todos. El texto, más o menos, era así: - “Hay una cosa que ni siquiera Dios puede hacer –le dijo el Maestro a un discípulo al que le aterraba la mera posibilidad de ofender a alguien. - ¿Y cuál es? –preguntó el discípulo-. - Agradar a todo el mundo –dijo el Maestro. Ni siquiera Dios. Si uno es capaz de comprender esto intensamente, profundamente, con total claridad, se quitará un grandísimo peso de encima y se podrá permitir vivir su vida social de un modo mucho más liviano y con menos sufrimiento. Muchas personas son así, y es interesante que averigüen qué es lo que les hace ser de ese modo, porque tal vez se darán cuenta de que la razón que les mueve a hacerlo ya no es de su agrado, o se darán cuenta de que la insatisfacción que les queda en muchas ocasiones -porque no les agradecen lo suficiente, o no se lo agradecen nada- lo que hacen por los otros, no les compensa. Y no se merecen ese desagrado. Tal vez uno descubra que lo que le hace actuar de ese modo es una caridad cristiana –mal o bien entendida-, que es la generosidad desinteresada de su corazón –pero en ese caso no le dejaría una sensación desagradable-, que es su ego quien actúa buscando una recompensa que después no llega -pero si llega el resentimiento-, que en realidad es una inversión inconsciente y espera que le devuelvan lo que ha hecho por los otros, etc. Cada uno puede tener un motivo distinto. Conviene también contemplar como motivo el hecho de estar a las órdenes de un mandato que se denomina COMPLACE en el Análisis Transaccional, y lo obedecen aquellas personas que no son capaces de amarse a sí mismas y hacen lo que sea para conseguir de los otros cualquier atención, cualquier señal de agradecimiento, cualquier migaja de amor, y se convierten de ese modo en sirvientes esclavos de los otros. En mi opinión, es un disparate -y un error que se paga caro- eso de querer agradar a los otros anteponiéndoles a nuestros propios intereses o de tal modo que incluso nos perjudiquen. Lo que Jesucristo dijo es “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No dijo que primero era el prójimo y uno mismo después. No dijo que más al prójimo y menos a uno mismo. Dijo “COMO”, o sea, en el mismo modo y manera, y en la misma cantidad. Los otros, por lo general –y nosotros mismos, que para los otros somos “los otros”-, se creen con ciertos derechos a que se hagan cosas por ellos –sobre todo en las relaciones de amistad o con los familiares- que ni siquiera merecen después un reconocimiento y un agradecimiento. “Quedar bien”, o sea, cumplir todas las expectativas que el otro ha hecho con respecto uno mismo, y cumplir incluso las expectativas que aún ni siquiera se ha planteado, es poco menos que imposible. El otro siempre es insaciable a la hora de pedir. Todo le parece poco. Se debe dar o hacer hasta donde uno considere justo y deseado, y no traspasar esa línea si no se considera realmente justificado. Hay que preservarse de no hacer algo que después deje una mala sensación, que después se considere una injusticia –aunque por vergüenza no se quiera reconocer-, y contar con que cada vez que se toma una decisión en el que están implicadas otras personas alguna de ellas puede quedar perjudicada, y no por la voluntad o intención de uno mismo, sino porque el otro se ha podido hacer ciertas ilusiones o ha pretendido imponer algo a lo que no tiene derecho. Hacer algo por los demás, y quedar bien con ellos, es una noble intención. Por lo menos, en la teoría. En la realidad, está claro que no siempre el resultado es acorde con lo deseado. Entiendo que en algunas ocasiones haya que hacer un “sacrificio” con algo que sobrepase lo que es justo, pero hay que tratar de evitar que eso se convierta en una norma, y hay que recordar que uno, sobre todo, ha de quedar bien consigo mismo. Y no perjudicarse. Por respeto y por dignidad, hay que evitar que “quedar bien” con los otros conlleve quedar mal consigo mismo. Y esto no es egoísmo, sino justicia. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, te agradeceré que me ayudes a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
APRENDE A VIVIR SIN JUZGAR En mi opinión, nos hemos acostumbrado a emitir un juicio sobre cada una de las cosas que vemos o que nos afectan, y es un juicio que generalmente emitimos desde la creencia de estar plenamente acertados y en posesión de la verdad y la iluminación infinitas. Cuando alguien emite un juicio, está totalmente convencido de que lo que está diciendo es irrebatible, porque es SU verdad, o sea, LA GRAN E INFALIBLE VERDAD. Y no somos conscientes de que esos Juicios Rápidos que emitimos –por lo general con condena o consejo-orden ya incluidos- están emitidos desde una mente que no es clara del todo, que no dispone de una ecuanimidad sensata que aporte claridad y justicia, que está infectada por condicionamientos, y que funciona desde una visión parcial e interesada y desde unas creencias generalmente obtusas y cuadriculadas que no están abiertas al discernimiento, a la comprensión, a la mesura, a una clarividencia que permita apreciar correctamente, a la valoración del otro punto de vista, y a la comprensión de las circunstancias personales que han llevado al otro a hacer lo que se está juzgando. Y lo que debiera ser nada más que una opinión o un punto de vista, se convierte en un veredicto que es un decreto convencido de que lleva la justicia en sus venas. Actuar de ese modo es, por supuesto, una insensatez. Lo apropiado es darse cuenta, sin emitir juicios. Sólo observar. Y ser capaz de ver más allá de lo aparente. Lo honorable es no juzgar y no condenar. El Ser Humano, y no olvides que tú también eres un Ser Humano, es un cúmulo de contradicciones, es inexperto en casi todas las materias de la vida, es voluble, inseguro –aunque esa inseguridad pretenda ocultarla tras una “seguridad” que en realidad es agresividad-, se equivoca, en la mayoría de sus “errores” no hay mala intención sino desconocimiento, y actúa con buena intención en muchas ocasiones aunque los resultados de sus actuaciones hagan creer lo contrario. Conviene recordar que cada Ser Humano está condicionado por todo el cúmulo de sus circunstancias y por su pasado, y conviene comprender y reconocer que si uno mismo hubiera estado en el lugar del otro, y hubiera tenido su misma vida, sus mismas experiencias, sus mismas vivencias, su misma educación, sus mismos problemas… hubiera actuado exactamente igual. Exactamente igual. Y es así. “En aquellos días dijo Jesús: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados.” COMPRENDER, esta es la clave. Comprender: Encontrar justificados o naturales los actos o sentimientos de otro. Hay que aceptar que son sus actos y que tiene sus razones, aunque no estén de acuerdo con nuestra mentalidad, nuestras normas o nuestros deseos. El otro es el otro. No tiene por qué ser yo ni por qué ser como soy yo. Comprender: Entender, alcanzar o penetrar algo. Ir más allá de lo que la cosa aparenta. Captar lo que hay en el trasfondo. Ser abierto de mente y transigente. Aceptar la humanidad y su tendencia habitual a no ser conscientes de todas las cosas y todos los actos. Lo que el otro haga o piense o diga es su asunto, y no tenemos por qué inmiscuirnos, ni por qué convertirnos en directores de sus vidas y sus decisiones; no tenemos que decidir por el otro ni decretar cuáles han de ser sus actuaciones ni de qué modo. Vivir desde la observación aporta tranquilidad a la propia vida. La función de cada uno en el mundo es vivir su vida, y no la de los otros mientras desatiende la propia. La observación atenta a la vida permite darse cuenta de las cosas que de otro modo pasarían desapercibidas, y está muy bien que uno se fije en los otros porque son un excelente modelo del que aprender lo que uno quiere hacer o lo que no quiere hacer. Hasta ahí es correcto, y está muy bien. Cuando puede dejar de ser correcto es cuando uno dictamina sobre lo ajeno, y más teniendo en cuenta que uno nunca conoce todos los entresijos del otro ni todas las circunstancias que le han llevado a ser como es y actuar como actúa. Al igual que nosotros, los otros tienen en esta vida su camino de aprendizaje y hay que respetar el modo en que deseen hacerlo. Nunca sabremos si lo que a nosotros nos parece un error resulta que para el otro es lo mejor que le puede suceder a largo plazo. Nosotros podemos opinar –si nos lo piden- aportando nuestro punto de vista, pero sin pretender defenderlo como verdad suprema ni con ánimo de imposición. Es conveniente permitir que cada uno aprenda por su cuenta, decida por sí mismo, y gobierne su vida del modo que considere adecuado. Para algunas personas esto va a resultar muy difícil. A modo de sugerencia, recomiendo a los salvadores de vidas ajenas que se entretengan en revisar la suya propia. Tal vez encuentren que las cosas que tanto les molestan en los otros de algún modo están en la suya. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, compártelo con quien creas que le puede interesar) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
¿CUÁL ES EL MEJOR CAMINO PARA SER UNO MISMO? En mi opinión –y en este caso en una opinión más personal que nunca-, no hay un solo Camino, o una sola fórmula, que lleve directamente hacia Uno Mismo. A lo largo de mi vida he probado casi todo aquello que pudiera serme útil en mi proceso de Desarrollo Personal. Comprobé que a todas las cosas que iba conociendo les faltaba algo. En mi opinión, cada una de ellas hacía avances claros en algún sentido pero carecía de otras cosas que a mí me parecen imprescindibles para formar un todo global equilibrado. En los últimos tiempos me centré bastante –y aún lo sigo haciendo- en la Psicología y el Análisis Transaccional, y ambas me parecen excelentes herramientas, pero ni completas ni definitivas. Digo que con éstas es con lo que más he aprendido, pero no es cierto: tal vez éstas han podido servir para centrar y dar forma más concreta a todo lo que había ido adquiriendo anteriormente. Éstas son las que han hecho más “visible” todo el trabajo anterior que había ido haciendo con otras disciplinas. Como si hubieran reunificado y dado cuerpo a todo lo anterior. Todo puede aportar algo a quien está receptivo. Quien quiere ver y aprender, ve y aprende en los anuncios de Coca Cola, en los amaneceres, en un niño, en una música, en la frase más leve de una conversación, en una meditación, en una emoción… o en un crucigrama. Es la suma de todo, y la eliminación de muchas cosas innecesarias o que no encajan con algo interior, lo que hace llegar a la comprensión amplia o total. De unas cosas se aprende a discernir, de otras a relajarse, de otras a amar, de otras a dignificarse, de otras… cada una aporta lo que cada uno está dispuesto a recibir. Quien se opone a la meditación, por ejemplo, ya está predispuesto a que no va a poder meditar y no podrá, y si tiene prejuicios y está convencido de que “eso” que pasa en las meditaciones es producto de la imaginación, es evidente que no le va a sacar el mismo partido que el meditador experimentado. Apertura y discernimiento. Esta es clave. Conviene no rechazar nada en principio, salvo que sea claramente un timo o vaya muy en contra de los preceptos elementales de cada uno, y es interesante estar abierto a conocer otras cosas, a experimentar lo que no conlleve riesgo o peligro. Aunque, a veces, nuestros miedos ocultos nos juegan malas pasadas y nos hacen sospechar o ver lo que no hay. Y conviene mucho tener la capacidad de comprender abierta para poder discernir. Es interesante ser una persona ecuánime, y es absolutamente imprescindible ser justo y objetivo. Conviene, también, no creerse nada “porque sí”, o porque lo diga alguien conocido o alguien de renombre. Es conveniente elaborar todo lo que venga de fuera, no aceptarlo incondicionalmente, sino pasarlo por el tamiz de la sabiduría interna y sentir si uno lo acepta sin conflicto, y en el caso de que algo no encaje con lo que uno siente es mejor dejarlo que repose, sin rechazarlo del todo por si acaso, pero no integrarlo inmediatamente. Las ideas de los otros son de los otros. Por muy elaboradas, rimbombantes, o ciertas, que sean, son de los otros. Las nuestras tienen que sentirse de verdad, y sin dudas ni oposición; tienen que ser y sentirse como propias, porque si son embutidas por alguien ajeno nos va a crear la sensación tambaleante de que no estamos siendo nosotros mismos, de que vivimos con ideas prestadas, y la evolución no será cierta sino simplemente teórica. Las teorías, cuando no se integran no hacen efecto, porque sólo están vigentes y son efectivas mientras se está pensando en ellas. Las que son propias funcionan de continuo y naturalmente, sin forzarlas. Cada uno es libre de hacer o no hacer lo que quiera, pero yo creo que está bien experimentar diferentes cosas desde diferentes ángulos. “Todos los caminos llevan a Roma”, dice el dicho. “Casi todos los caminos conducen a Uno Mismo”, se puede decir también. Y estamos en un momento en que la información que antes sólo se le ofrecía a los adeptos a ciertas hermandades secretas, y tras largos años de demostración de una disciplina férrea y después de superar duras pruebas, ahora está al alcance de cualquiera. Estamos en un momento en que hay exceso de información. Tal vez haya empacho de información. Y eso es contraproducente, porque puede suceder que uno se disperse excesivamente. No es necesario saberlo todo. No es necesario conocerlo todo. No es necesario dominar todas las disciplinas, ni saber retener en la memoria todas las frases célebres, ni experimentar todos los conocimientos de todas las materias, ni estudiar todas las doctrinas esotéricas o exotéricas. Lo simple es lo más extraordinario. Ahora, creo que me sobra mucho de lo que me empeñé en aprender. Tal vez dediqué demasiado tiempo a cosas que sólo sirven para engordar el ego y llenar el currículum. Pero, al mismo tiempo, creo que todo ha sido útil. Unas cosas me han enseñado lo que sí quiero y otras me han enseñando lo que no quiero. Hay tantos Caminos como personas. De hecho, cada Camino es único e irrepetible. Cada uno decidirá si quiere probarlos todos hasta dar con el suyo o si ya tiene claro qué es lo que le va bien y entonces le sobran todos los demás. Este título es un título trampa, porque parece que promete entre líneas una respuesta que, al final, no se da. Lo siento. Se trata, simplemente, de que no quiero obligarte a nada, no quiero condicionarte, no quiero hacerte adepto a nada, no quiero darte TU RESPUESTA. Búscala tú. Los orientales dicen que el Camino correcto es el Camino del Corazón. Que sea tu corazón quien te guíe y te ilumine. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, haz el favor de ayudarme a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum Puedes seguirnos en twitter como buscandome1