
buscandome
Warianos-
Posts
1,697 -
Joined
-
Last visited
-
Days Won
23
Everything posted by buscandome
-
ES IMPERDONABLE NO PERDONARSE En mi opinión, el título es mucho más que un juego de palabras y que una incongruencia: Es una realidad. Debo recordar que seguiré diciendo en este artículo “perdonar”, pero mi opinión es que no hay que perdonar, no hay nada que perdonar porque no es necesario perdonar: sólo hay que comprender ya que cuando se comprende se hace innecesario perdonar. Cuando se comprende al causante del motivo que aparenta requerir un perdón,sea quien sea, que puede ser uno mismo, y se comprenden su situación, sus adversidades y sus circunstancias, desaparece la necesidad de “perdonar”. Así que donde escribo “perdonar” hay que leer “comprender”. “Aprender a perdonarnos es aprender a vivir, ya que la vida sin perdón es el fracaso del Ser Humano”. Esta frase es arrolladora. Encierra en sus palabras una verdad irrefutable, contundente, de las que no admiten discusión y que no pueden ser superadas por ninguna otra explicación. Si el Ser Humano no es capaz de perdonar o perdonarse –comprender o comprenderse- eso quiere decir que no ha aprendido nada en la vida o nada de la vida. Partimos de la imperfección de todo Ser Humano y eso ya es una razón más que suficiente para que se produzcan “errores”, injusticias, caídas y recaídas, desaciertos, incorrecciones, y cualquier otro tipo de acto que no sea adecuado o placentero. Nos equivocamos. Tratamos de corregirnos poniéndonos en un Camino de Autodescubrimiento y Mejoramiento, pero esto no siempre se consigue y no se consigue en todos los aspectos de la personalidad y de la vida. Vamos mejorando, pero poco a poco. Y, además, arrastramos el pesado lastre de nuestro pasado y nuestra deseducación en asuntos de la vida. El 90% de la cosas las hacemos más con buena voluntad que con conocimiento. Y los resultados no están siempre a la altura de lo esperado… pero nos exigimos como si fuésemos perfectos o sabios. “Fracasar” no es equivocarse, sino no aceptar la equivocación y no ser capaz de comprender o comprendernos. Ese es el auténtico fracaso: el de no perdonarnos por aquellas cosas que podríamos haber hecho mejor. Son el “error” o el “fracaso” los que nos permiten tener un aprendizaje que de otro modo no hubiésemos tenido. Son oportunidades, aún cuando no seamos capaces de verlas de ese modo porque nos quedamos en la visión exterior que nos aporta el enfado. El “error” o el “fracaso” destacan porque les damos más preponderancia que al esfuerzo que hemos hecho o a la voluntad que hemos puesto. Si valorásemos bien –en su justa medida- lo que hemos puesto de nuestra parte en cualquier acto se minimizaría lo desagradable. Conviene ser comprensivos y generosos con nuestras actuaciones, y no ser excesivamente rigurosos en la exigencia ni inquisidor en la pretensión de la perfección. Repito: no somos perfectos y no nos debemos exigir como si lo fuésemos. Perdonarse/Comprenderse es necesario. Imprescindible. Ahí está la enseñanza y el aprendizaje. Y no se trata de aceptarlo todo, de darse libertad para equivocarse una y otra vez sin hacer nada por aprender y corregir; se trata de comprender cuando se hace mal, pero con la voluntad constante e inagotable de hacerlo cada día un poquito mejor. Somos Humanos. Y sólo nos tenemos a nosotros mismos para este viaje que es la vida, así que es mejor que nos llevemos bien con nosotros, que nos cuidemos, y que estemos atentos a poder aprender cada día un poco más en este duro Camino a la Perfección. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
NO ES MALO EQUIVOCARSE
buscandome replied to buscandome's topic in Vida, Familia, Salud y Conciencia
Entonces... tú sí que sabes... Bendiciones. -
NO ES MALO EQUIVOCARSE En mi opinión, equivocarse no es malo. Equivocarse es, solamente, una de las posibilidades cuando se toma una decisión. O cuando no se toma. Conviene leer lo que viene a continuación como un concepto general y no aplicándolo a un caso concreto en el que se esté pensando –que además siempre es el peor-. Conviene salirse de las situaciones de nuestra vida en las que una equivocación ha provocado un resultado desagradable. Ya veremos más adelante qué se puede hacer para evitar que eso vuelva a suceder. Cuando tenemos que tomar una decisión, y para hacerlo lo mejor posible, deberíamos contar con una serie de requisitos que, por lo general, no se cumplen. Deberíamos disponer de una mente privilegiada, de una sensibilidad especial, de dotes para adivinar el futuro, de un Máster en Psicología, de un doctorado en Relaciones Públicas, de los conocimientos que han acumulado todos nuestros predecesores de todas las culturas de los últimos veinte siglos, de un tacto infalible, de una preparación especial que no hemos recibido, de la Sabiduría Divina, de la calma de un Yogui, de la asesoría personal y directa de un Maestro, del don divino de la Infalibilidad, de la capacidad de abstraernos del asunto para que no nos afecte emocionalmente, de otra educación distinta de la que hemos tenido en la que primasen los Conocimientos de la Vida, de ecuanimidad… y aún juntado todas estas premisas aún quedaría la posibilidad de equivocarse con la decisión. Estadísticamente, los asuntos a resolver tienen una posibilidad de ser bien resueltos y millones de posibilidades de resolverlos mal. No sé si esto consuela, pero es la realidad. Esto lo he escrito ya varias veces: No estamos preparados para la vida y para resolver los asuntos que se nos van presentando en la vida, pero nos exigimos como si fuésemos expertos. Es posible que el enfado que surge cuando nos equivocamos sea un enfado de nuestro ego, que se siente molesto porque su aspiración es la perfección y no entra entre sus posibilidades la equivocación. El Ser Humano, en cambio, debería reconocer sin problemas que la equivocación forma parte de la vida, que es una de las posibilidades con fuerza, que no siempre depende de uno el tener la solución adecuada. Al margen de que es posible que nunca lleguemos a saber si la solución que aparentaba no ser una equivocación con el tiempo demuestre que sí lo era, o la que aparentaba ser la errónea demuestre que era la adecuada aunque entonces no lo pareciera. Esto de ser Humano es lo que tiene: nunca se llega a conocer todo de todo. Sólo tenemos una vida y sin marcha atrás. Por encima y por delante de la rabia o rabieta que se produce cuando uno se equivoca debe estar la preservación de uno mismo y el respeto hacia la propia dignidad. Uno debe ponerse a salvo de esas explosiones descontroladas momentáneas y uno debe evitar el autodesprecio, el enfado incontrolado contra uno mismo, los arrebatos de mal carácter… Todo lo que sucede debido a una equivocación es temporal. Nada es indefinido ni tenemos que permitir que se convierta en continuo. La comprensión y la aceptación que llevan al perdón deben estar alerta para presentarse inmediatamente. Tienen prioridad. Hay que comprender que uno es Humano, lo que quiere decir que tiene el derecho congénito a equivocarse; uno no es perfecto y no es Dios: es uno mismo y es Humano. Y así hay que aceptarlo, porque oponerse a ello o negarlo es inútil y es absurdo. Es interesante salirse del propio conflicto para verlo desde fuera, preferiblemente de un modo desapasionado, para poder valorarlo en su justa medida y no hacer un drama trágico de cada equivocación. Conviene respetarse, no agredirse, no despreciarse, no enemistarse consigo mismo. Y conviene también ponerse a salvo de sí mismo y de los propios ataques, de la enajenación y el despropósito, del desprecio y el castigo. Porque es en esos momentos precisamente cuando uno ha de demostrarse amor y quién es. “Me he equivocado… puse mi mejor intención y supuse que era lo correcto, pero parece que me he equivocado… ¡qué se le va a hacer!... lo haré mejor en la próxima ocasión. Aún sigo aprendiendo”. Esta es la actitud correcta: acogerse en el corazón con el corazón. Estar en esos momentos más cerca de Uno Mismo. Ofrecerse un regazo y cobijo. Es el momento de admitir y acoger sin condiciones a ese Ser desvalido y pequeño que uno es, a ese eterno aprendiz, a esa persona cargada de buena voluntad que no siempre acierta en sus decisiones. Es el momento de demostrarse el Amor Propio. Amor a Uno Mismo. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
LA MENTE NO PUEDE RESOLVER TODOS LOS PROBLEMAS En mi opinión, dudar es una característica del Ser Humano que en su parte positiva encamina hacia un pensamiento creativo del que pueden surgir nuevas y buenas ideas, y en su parte negativa es el comienzo de un o unos pensamientos obsesivos y desorientados que nos hacen sumergirnos más y más en el desconcierto y en otras dudas aún más grandes. Partimos de este principio: el Ser Humano, como tal, tiene unas capacidades limitadas y no es perfecto ni lo sabe todo de todo, así que no nos podemos exigir como si fuéramos perfectos y sabios, porque no lo somos. No estamos entrenados ni preparados para las vicisitudes habituales y lógicas que nos va poniendo la vida por delante, y no estamos capacitados para resolver todos los problemas, ya que ante la respuesta a cualquier cuestión que hayamos debatido con nuestra mente siempre puede aparecer una nueva duda que nos haga cuestionarnos esa respuesta. Siempre puede pasar. Cualquier pensamiento puede llegar a convertirse en obsesivo si no le aportamos una respuesta o una claridad que sea tan absoluta que no le deje espacio para la duda. Y esto sucede, por ejemplo, cuando la pregunta es cuántas son dos más dos, porque ante cualquier asunto personal o emocional que no tenga una respuesta exacta o científicamente demostrada –y eso no existe- nuestro pensamiento siempre va a añadir un espacio donde aparecen nuevas dudas. Casi siempre, cuando hemos llegado a una respuesta o solución, inmediatamente aparecen las incertidumbres. ¿Estoy seguro de que esta es la respuesta o solución apropiada?, ¿Y si hay algo que no he tenido en cuenta?, ¿No debería volver a revisarlo todo por si acaso?, ¿Y si las cosas no suceden o no son tal como he previsto para llegar a la respuesta que he encontrado?, ¿Por qué estoy seguro esta vez de esta respuesta si generalmente me equivoco una y otra vez?, ¿Y si espero un poco más a ver si más adelante encuentro otra que me parezca más convincente? Pensar es sufrir. Casi inevitablemente. Los miedos, los complejos, las inseguridades, las indecisiones, las alternativas… parece que todos se alían en contra nuestra. Nuestra mente no puede resolver todos los problemas. No está preparada. Entre la falta de aprendizaje de algunas pautas que serían útiles para saber encauzar el pensamiento dominando la mente, y los conocimientos erróneos que nos han inculcado en muchas ocasiones –porque hay muchas personas que se consideran esclavas de su mente-, más la deseducación, y los miedos, y la falta de seguridad y control, y las dudas que siguen engendrando más dudas… se hace difícil encontrar las respuestas indiscutiblemente apropiadas, las soluciones perfectas y adecuadas, y la paz que proporcionan el deber cumplido y las cosas bien hechas. En la propia capacidad de pensar está incluida la capacidad de dudar. En todos los problemas tienen algo que aportar desorientando las emociones, las sensaciones, las ideas, el corazón, las luchas mentales, el miedo al propio problema y todos esos asuntos, que son irracionales y se pretenden resolver desde la racionalidad de la mente. Difícil tarea. Digo a menudo que cuando los sentimientos o las emociones participan en un problema, se van a la mierda las teorías. La razón no puede contra los sentimientos. Es una batalla perdida de antemano. A todos nos ha pasado que nos hemos propuesto hacer algo porque racionalmente hemos visto que es lo más apropiado para nosotros, pero se meten por medio algunos sentimientos, los que sean, o entra la pereza, la inseguridad, el miedo, los complejos, quien sea… y quedan descartadas las buenas ideas de la mente y los buenos propósitos. A todos nos ha pasado que sabemos cuál es la decisión apropiada, la actitud correcta, pero no somos capaces de llevarla a la práctica. Nuestra mente, y por tanto nosotros, no estamos capacitados para resolver todos los problemas pensando por nuestra cuenta, así que a veces es conveniente contar con la opinión de alguien externo que no esté involucrado en el problema y por lo tanto no se vea afectado emocionalmente por él y mantenga la distancia suficiente del problema para verlo tal y como es, y no desde el punto de vista agobiado de quien lo padece. O nos puede convenir en algunas ocasiones no hacer caso a la mente, y no tratar de convencer con palabras a los sentimientos –porque no entienden a las razones- ni tratar de persuadir al corazón de asuntos que no tienen corazón. Y la intuición y el corazón, si uno aprende a relacionarse bien con ellos, pueden llegar a ser buenos consejeros. Las preguntas que no tiene respuesta, o que no se la encontramos, nos llevan directamente al sufrimiento. Y si encontramos varias respuestas para la misma pregunta eso también nos lleva directamente al sufrimiento, porque no sabemos discernir cuál es la mejor o la verdadera. Y si sólo encontramos una, eso nos lleva a dudar de que sea la apropiada y a dudar de nuestra capacidad racional. Cualquier problema puede tener varias soluciones, y es muy posible que nunca lleguemos a saber cuál es la mejor de todas, porque a veces el paso del tiempo demuestra que la que parecía acertada no lo era tanto y que aquella que no parecía apropiada acabó demostrando ser la mejor. Tenemos que saber que dentro de cada uno de nosotros pueden habitar un saboteador que sea un duro enemigo empeñado en destrozar cuanto se nos ocurra de bueno, un perseguidor con todas sus cualidades vigentes de importunar y de atosigar y poner en duda cada una de las decisiones, un inquisidor que nos maltrate y sea un feroz enemigo, y también… alguien que esté de nuestra parte y tenga buena voluntad, pero éste casi siempre es el más débil y los otros tienen más fuerza y hacen más daño. Las dudas están llamadas a ser eternas compañeras, aunque la solución para deshacerse de ellas está en cada persona. Se trata de aventurarse a tomar una decisión y llevarla adelante firmemente –salvo en el caso de que demuestre su inutilidad o su fatalidad, en cuyo caso hay que abandonarla-, y de ser respetuoso con uno mismo y no hacer un drama cada vez que se toma una decisión “equivocada” –porque de ese modo se castiga a la autoestima y además las dudas adquieren más poder-. La vida es en muchas ocasiones una fuente de continuos problemas y parte de la vida tal vez sea ir resolviéndolos de la mejor manera posible. Paciencia contigo. Comprensión para ti. Respeto a ti. Cuidado de ti. Amor hacia ti. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
AQUÍ Y AHORA “La vida no es mañana; el amor no es mañana; lo trascendental nunca es mañana. Siempre es ahora, siempre es aquí. Cada minuto, irrepetible, exige su plenitud y su canción.” (Antonio Gala) En mi opinión, nos ponemos grandilocuentes cada vez que hablamos de aquí y ahora… ¡como si supiéramos lo que eso significa! ¿Lo sabemos? ¡Pero si no puede ser más fácil! “Aquí” es donde estoy, el sitio desde el que estoy hablando. Y “ahora”, es este momento, a esta hora, en este mismo instante, ni ayer ni mañana. En realidad sobra el aquí porque ya va implícito en el ahora. Y viceversa. En realidad no hay un “ahora” si no hay un “aquí” donde situar ese “ahora”. Y “aquí” necesita un “ahora” para ser; si no hay un “ahora” no se puede estar “aquí”. Y todo esto no es un juego de palabras. Otra cosa es lo que hacemos con ello, porque, estemos en la parte del mundo que estemos, y sea la hora que sea, siempre se acierta al decir “aquí y ahora”. Nos estamos perdiendo una parte importante de la vida si no somos absolutamente conscientes de ello, por lo menos de vez en cuando al principio pero tratando de que sea cada vez más a menudo hasta que se convierta en constante. Para tomar consciencia de ello, al principio sirven trucos sencillos como el de pararse cada cierto tiempo (y si hace falta se pone una alarma en el reloj o en el teléfono móvil para que suene cada diez minutos) y separarse de lo que se esté haciendo, aislarse simbólicamente del mundo y entrar dentro de uno, en el Uno Mismo, para decir algo como: “Soy yo”, o “Estoy aquí”, o “Estoy vivo”. Mejor si se acompaña de cualquiera de los sentidos. Si se toca algo, eso confirma la sensación de estar aquí y estar ahora y estar vivo. Si haces unas cuantas respiraciones completas, mejor. Y si miras a tu alrededor como si vieses el mundo por primera vez, mejor todavía. Lo importante es separarse de la rutina en la que te encuentres para verlo distinto, con consciencia. Otra cosa que resulta bien es mirarse en un espejo, preferiblemente a los ojos –es uno de los ejercicios más difíciles que existen…-. Si se puede sonreír a quien nos devuelve nuestra propia mirada, mejor. Y si la sonrisa es sincera, aún mejor. Y si se puede mantener la mirada y se puede escuchar lo que siente o lo que piensa quien nos está mirando, todavía mejor. Tocarse también está bien. Acariciarse los brazos (¿Abrazan tanto como crees que tendrían que abrazar?). Tomar conciencia del vientre (Y de los órganos que hay dentro). De las arrugas, quien las tenga (Que son la garantía de que se ha vivido). De las manos (¿Cuántas cosas han tocado estas manos?) Y después de hacer cualquiera de las cosas sugeridas, volver a uno, aquí y ahora. Estoy. Estoy vivo. Estoy es la vida. Esto es la vida. Vivo. Estoy aquí. La vida me pertenece. Respiro. Puedo ver, puedo oír. Ahora estoy pendiente de mí. Me acompaño a todos los sitios. Estoy a todas horas conmigo, pero no soy muy consciente de ello. Si me pongo a pensar en mi pasado, tengo la sensación de que no he vivido una gran parte de mi vida. Me falta algo. He vivido como un autómata. Parece que sólo han dejado huella en mí las cosas un poco extremas: mucha felicidad y mucho dolor. Estuve en todos los minutos, pero… ¿De qué los he llenado? ¿Podría poner más plenitud a este presente y a los próximos? ¿Eso es lo que quiere decir “aquí y ahora”? ¿Estar con la consciencia plena y atenta? Respiro. Yo. Soy yo quien respira. Eso quiere decir que estoy aquí y ahora. Siento mi vida y siento que estoy vivo. No aplazo esta consciencia. No me pierdo el placer de saberme Yo y sentirme Yo. Estoy aquí y ahora. Y comprender esto es, casi casi casi, el todo. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
CUIDADO CON EL AUTOSABOTAJE En mi opinión, hay que estar muy atentos, pero que muy atentos, pero que muy muy atentos, a nosotros mismos –y más concretamente a nuestras actuaciones inconscientes-, porque dentro de nosotros llevamos –sin que nos demos cuenta la mayoría de las veces- un autosaboteador experto en ponernos zancadillas y en obstaculizar nuestra vida para que discurra de un modo más incómodo. A algunas personas esto le sonará muy conocido, pero que muy conocido, pero que muy muy conocido –porque ya lo han sufrido y lo siguen sufriendo en muchas ocasiones- y otras personas se quedarán dudando y hasta es posible que se paren a observarse, que se pregunten, por si acaso les está pasando y no se habían dado cuenta y, en cambio, otras personas lo negarán sin saber que se están equivocando al negarlo. NO DIGAS NO PUEDO El primer acto de autosabotaje surge cuando alguien dice “no puedo”. No siempre tiene razón. No siempre es verdad. La mayoría de las veces esconde un “no quiero intentarlo” porque “creo” que no puedo, o bien es un “porque no quiero intentarlo” al que disfrazamos, o es un “tengo miedo” que uno no se atreve a llamarlo por su nombre. No se puede cuando hay una limitación física o real. No puedo sumergirme a pulmón libre a 6000 metros. No puedo llegar a volar solamente con el movimiento de mis brazos. No puedo concebir un hijo con una grulla. Es cierto que hay algunas limitaciones en algunos casos, pero hay que evitar el “no puedo porque no lo he intentado”. Todos hemos visto casos de autosuperación y hemos comprobado lo que puede llegar a hacer una persona lisiada o hemos visto los Juegos Paralímpicos. Hay muchísimas ocasiones en las que, si uno se lo propone firmemente, la voluntad domina a la apatía, el esfuerzo vence a resignación, y el deseo doblega al miedo. Conviene no permitir que los contratiempos y las adversidades se impongan como obstáculos insalvables o como excusas perfectas para no afrontar lo que hay que afrontar. La fuerza está en la voluntad. La voluntad reside en la mente, y se revalida con el deseo firme, con la actitud positiva, y con la motivación consciente. Uno consciente es quien manda. O uno consciente es quien tiene que mandar. Uno gobierna o tiene que gobernar porque es uno, y no el destino o el azar, quien tiene que dirigir el Camino de su Vida. Uno mismo tiene la voluntad y la responsabilidad. Nadie garantiza el éxito en lo que se quiere emprender, pero siempre merece la pena intentarlo. Casi diría que es una obligación intentarlo. PREPÁRATE PARA FRACASAR “Nuestra mayor gloria no es no fracasar nunca, sino volver a intentarlo cuando fracasamos”. (Confucio) En mi opinión, no existe el fracaso. Existen las cosas que no han sucedido como uno quisiera que hubieran sucedido, pero eso no quiere decir que sean fracasos. Son experiencias. Experimentando es como se aprenden las cosas que no se pueden aprender de otro modo. Otro acto de autosabotaje son los límites que le hacen creer a uno que no va a poder desde antes de intentarlo porque está condenado al fracaso. Aunque uno haya “fracasado” antes al hacer algo similar, es posible que en esta ocasión se tenga más experiencia, más fortaleza, más convencimiento, o que se puedan encarar las cosas de otro modo distinto. “Está permitido el caer, pero es obligatorio el levantarse”. Hermosa y profunda frase que no necesita ser explicada sino interiorizarla. Hay otro dicho muy cierto: “Para alcanzar algo que nunca has tenido tendrás que hacer algo que nunca hiciste”. Y esto puede darte mucho que pensar y mucho que poner en práctica. NO TE PONGAS LÍMITES “Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto” (Henry Ford). La Autoestima y la mente juegan un papel importante en este asunto. Si crees que puedes tienes más posibilidades de lograrlo que si crees que no puedes. Si tu mente está a favor y colabora tienes más posibilidades que si una mente autosaboteadora y una Autoestima bajo mínimos son los únicos colaboradores con los que puedes contar. El miedo es una excusa. Así que conviene preguntarse seriamente ¿A qué tengo miedo?, ¿Por qué tengo miedo? “Y como no sabía que era imposible, lo hizo”. Esta es la buena actitud. Hay que ser consciente de esta realidad que es el autosabotaje, porque está ahí, latente o activo, y porque la característica de su funcionamiento es que lo hace sin que nos demos cuenta. Tenemos el enemigo en casa y no nos damos cuenta. Generalmente no somos tan estúpidos como para estropean nuestra propia vida o colaborar en el fracaso de nuestros propios proyectos, así que –por supuesto- sucede sin que nos demos cuenta. Atención, atención y atención. Y cada vez que nos demos cuenta de que no avanzamos, que hay algo que no funciona correctamente, que nuestros buenos propósitos no llegan a realizarse, que las buenas intenciones no pasan de buenas atenciones, es conveniente revisarlo, revisarse, y descubrir si hay un autosaboteador muy eficaz que desbarata los buenos planes. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
YO TAMBIÉN ESTOY UN POCO DECEPCIONADO CON MI VIDA En mi opinión, este título podrían firmarlo como de su propiedad el 99% de las personas. Es una sensación más que común que comienza a dejar de ejercer su maléfica influencia el día que uno empieza a asumir que el mundo no gira en torno a él, que no es el hijo favorito de Dios, que todos los Ángeles y Arcángeles no están a su servicio, y que el destino no se ha confabulado especialmente contra él. Comienza a diluirse a medida que uno va aceptando su vida como está siendo en ese momento –que no quiere decir que se acepte “como es” en ese momento- y sus circunstancias como están en ese momento –que no quiere decir que se acepte “como son” en ese momento-. La aceptación es la puerta de entrada recomendable. Es la forma de ponerse en paz con los conflictos interiores y de aplacar las luchas que se desarrollan entre uno y uno mismo, en las que siempre es –lógicamente- uno mismo el que pierde. Todos hemos hecho planes para nuestro futuro aunque no seamos conscientes de haberlos hecho. Es posible que nunca nos hallamos sentado ante unos folios y hayamos hecho un Plan de Vida –cosa que hubiera sido excelente y aún estamos a tiempo de hacer ya que sigue siendo excelente idea-, pero es seguro que en nuestro interior hemos ido formando un ideal de qué nos gustaría hacer con nosotros y con la vida. Todos nos hemos imaginado siendo un aguerrido bombero o queriendo ser madre, viajar a países lejanos o ser una famosa modelo, grabar un disco millonario en ventas o ser director de una empresa. Todos hemos querido independizarnos y tener una buena casa, poseer un gran coche, acudir a ver la final de un Mundial de Fútbol, esquiar donde esquían los famosos, o casarnos con una persona que nos ame incondicionalmente. La verdad es que no somos conscientes del proceso, pero todo eso se va almacenando en la carpeta de los proyectos que queremos realizar, y sin que nosotros asistamos conscientemente a la revisión del cumplimiento de ellos, y sin que podamos explicar al tribunal que lo juzga que eran sólo sueños que no pasan de ser sueños, fantasías, ilusiones, utopías… y que no es necesario tenerlos en cuenta ni han de convertirse en alimento para la frustración… y que el hecho de que no se hayan realizado no es motivo para sentir que la vida –en su conjunto global- es un fracaso, porque aquello no era un Proyecto Serio de Vida, un Plan a cumplir al que se le dedicaba atención, sino que eran juegos o divagaciones mentales infantiles, locuras de una mente imaginativa, un cuento… no podemos explicarlo para que quede clara su poca veracidad, pero en cambio sí recibimos y sentimos una frustración callada que no nos aclara su origen, y padecemos una sensación de fracaso porque no estamos donde quisiéramos estar, no se han realizado casi ninguna de nuestras utopías –como es lo lógico y lo habitual-, y eso se agrava aún más cuando cometemos el error de compararnos con otros. Sí, lo confieso y lo admito, yo también hubiera querido tener una vida más sobresaliente, con más brillos, más éxito, y con más y más de todo. Pero tengo la vida que tengo y he llegado hasta donde he podido llegar. Aunque más bien debería decir “hasta donde he podido llegar teniendo en cuenta que nunca he sido un atento gobernador de mi vida”. Ahora, en cambio, desde que soy consciente de mi obligación de hacer de mi propia vida una vida satisfactoria, desde que he comprendido que soy yo quien tiene que hacer la mayoría de los milagros y todos los progresos, desde que sé que puedo decidir firmemente algo y enfrentarme a quien me lo impida, sí que soy responsable de lo que estoy siendo, de cómo estoy siendo, y de lo que estoy dejando de ser. Acepto que no siempre ha sido así en mi vida y que mi desatención junto con mi desconocimiento han hecho mella en mi pasado y, por tanto, en mí también. Acepto con humildad y sin rebelarme que mi vida es normalita, que no hay todos los días momentos explosivos que merezcan una portada en las noticias, y que no seré un triunfador en ningún campo social ni seré famoso –aunque puedo ser y soy un buen profesional, un buen padre, una buena persona, etc., y eso son grandes triunfos-. Tengo una vida de verdad, una vida que me permite hacer correcciones, moldearla bastante a mi gusto, llenarla de las cosas que me gustan, y es una vida que me puede aportar grandes satisfacciones. Tal vez no sea yo quien se siente decepcionado, sino este ego inconformista que me habita y martiriza. Aún no soy el que realmente Soy, pero puedo llegar a serlo. Y quiero serlo. Y voy a serlo. Amaré profundamente, sin condiciones, a quien estoy siendo en este momento. No me reprocharé nada de mi pasado y comenzaré a andar conmigo y en la misma dirección. La vida en paz es mucho más agradable. He venido a Ser Yo Mismo, y no un personaje fantástico, ni una superestrella, ni un ser derrotado por mis circunstancias. He venido a ser quien pueda ser. Y te sugiero que hagas lo que puedas y que seas tú mismo y nada ni nadie más. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
DESARROLLO INTERIOR: RESERVADO PARA MUY VALIENTES En mi opinión, el proceso de Desarrollo Interior no es, en ninguna de las ocasiones, un Camino fácil. No es un paseo romántico, ni una suave caminata bajo la sombra de los árboles, ni pasear al sol junto al mar en calma. Es una continua lucha –en el mejor sentido de la palabra “lucha”- y una incesante zozobra, en la que, de vez en cuando aparece un momento de paz que, con el tiempo y el trabajo personal, se va haciendo cada vez más intensa y más habitual. El proceso conlleva un descubrimiento de cómo está siendo uno mismo, y de la diferencia que existe con el Uno Mismo que uno aún sólo se intuye. En el transcurso de ese Camino pueden aparecer cosas desagradables, cosas que han estado ocultas durante mucho tiempo y por ellos son desconocidas, y cosas que uno ha querido esconder pero ahora se presentan insolentes. Hay un miedo latente antes del proceso por parte de quien es consciente de lo que va a hacer, y hay miedo durante el proceso, porque a medida que aparecen cosas personales que no son agradables, y lo que llamamos “defectos”, uno piensa que eso va a ser interminable, y que uno es mucho peor de lo que se imaginaba y está peor de lo que suponía. En el refranero español hay uno que dice: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Lo que nos da una idea de cómo hay una tendencia a preferir quedarse con lo que uno ya conoce (y en muchos casos porque no le ha quedado más remedio que reconocerlo), y el desánimo con que se encararía una búsqueda que puede aportar el descubrimiento de algo que no nos va a gustar y preferiríamos mantener oculto y desconocido, incluso renegando de ello. “Es que –piensa uno- si me meto en el Proceso y descubro algo que no me gusta… ¿cómo lo borro?, ¿Cómo lo olvido después?” En la ignorancia o el olvido de las cosas uno no se ve afectado por ellas, pero cuando han aparecido y ya son innegables… Este es uno de los temores más comunes. Otro dicho habitual es: “Virgencita, que me quede como estoy”. Que es, otra vez, una aceptación sumisa de lo que uno siente ante el temor de que lo desconocido sea peor. Entonces… si está reservado sólo para muy valientes… ¿Qué hacemos los demás?, ¿Rendirnos antes de empezar? No. La actitud es de “Poco a poco”. Y con mucho amor. Y con mucha paciencia. Y sin ánimo de auto-agresión. Y sin escandalizarse, ni despreciarse, ni minusvalorase, si aparece algo personal que no es de nuestro agrado. Que va a aparecer. Descubrir es destapar. Poner a la vista algo que se mantenía cubierto, PERO QUE YA ESTABA. En el momento que uno descubre algo suyo que no le gusta NO CAMBIA NADA, no hay nada nuevo, simplemente es que se pone a la vista, PERO YA ESTABA. Descubrir algo nuestro que no nos gusta no ha de ser un motivo de enfado sino un motivo de satisfacción. Solamente a partir del descubrimiento y aceptación de que existe algo que no nos gusta se puede hacer lo necesario para resolverlo. Por eso ha de ser un motivo de satisfacción y no de enfado. Ahora que se sabe se puede resolver. Y el resultado de resolverlo será un paso adelante en el Camino de Desarrollo Personal. Bueno… quizás entonces no sea un Camino reservado sólo para valientes, sino que sea para personas que tienen AMOR PROPIO, o sea, que se aman a sí mismas. Tal vez sea suficiente entonces con tener intención de mejoramiento, con ser paciente y perseverante, con querer contentar a esa parte interior propia que sugiere que uno es mejor de lo que aparenta y que aún queda un potencial ilimitado de posibilidades de ser mejor para poder aspirar a ser mejor aún. Quizás no sea indispensable ser valiente y sea suficiente con confiar en esa intuición que le propone a uno saber más de sí, acercarse a quien se vislumbra que uno es de verdad y que no ha sacado a la luz. Posiblemente lo conveniente es dar el primer paso, que es el de reconocer que uno quiere mejorar y está dispuesto a hacer una inversión en sí mismo, de amor y dedicación, y comenzar a hacerlo. A pequeños pasos. Titubeando si es necesario. Con un mínimo miedo por alguna parte pero con una gran confianza por otra. Pero adelante. Dar el primer paso ya es de muy valientes. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
EXISTE EL DOLOR, PERO NO EL SUFRIMIENTO En mi opinión, sí existe el dolor –es innegable- pero no existe la necesidad del sufrimiento. De hecho, el sufrimiento no existe. No tiene entidad y es solamente el resultado de un apego del ego a una situación dolorosa inaceptada. Llamamos sufrimiento a un invento mental innecesario que consiste en aferrarse desesperada e innecesariamente a una situación de dolor que no se ha aceptado, pero la que tampoco se le ha permitido extinguirse de un modo natural. El dolor de las experiencias lastimosas se extingue, antes o después, de un modo natural. Siempre. Es como un mecanismo de defensa o supervivencia del propio cuerpo. Si se mantiene o se acrecienta la sensación dolorosa es debido exclusivamente a la insistencia voluntaria –aunque a veces inconsciente- en persistir en ese estado. En algunos casos se debe a un error de concepto. Por ejemplo, uno puede pensar que quiere más a una persona fallecida si sufre mucho por ella que si la deja partir pronto y sin ataduras hacia el lugar de los que ya no están aunque fueran muy amados o muy importantes. La insistencia y el anclaje en el dolor es contraproducente para el ser humano, y la persistencia en el sufrimiento es deplorable y una autoagresión innecesaria y negativa. El dolor se puede entender como una emoción, su duración es relativamente corta y ha de ser proporcional al hecho que lo produjo. El sufrimiento es la respuesta emocional ante el hecho que produjo ese dolor, y por eso alcanza una mayor intensidad y duración que el propio dolor, porque lo seguimos alimentando y no le dejamos extinguirse. El sufrimiento puede durar por siempre aunque la situación que produjo el dolor inicial ya se hubiera acabado. Así que conviene ser muy objetivo con el asunto del sufrimiento. Conviene saber separarse o desapegarse de él para mirarle cara a cara, fuera de su esclavitud y de esa especie de dependencia creada, y comprobar su utilidad –si es que la tiene- y su sentido –si lo tiene-. ¿Soy un ser insensible e inhumano si no sufro? Pues no. ¿Es necesario sufrir? Pues no. ¿Aporta algo positivo el sufrimiento? Pues no. Estos “pues no” son, naturalmente, mi opinión del momento en que escribo esto. No sé si son las respuestas acertadas. Son “mis” respuestas. Las que yo he encontrado tras muchas revisiones personales, y lo que he podido aprender de los cientos de personas que me han hablado de sus sufrimientos y de las nulas aportaciones positivas y del tremendo malestar aportado por ellos, de la sensación de frustración consigo mismo y con la vida que les inculca, del efecto de desanimación de ese estado trágico que aporta el sufrimiento, de la obnubilación que les provoca y consigue que uno sea incapaz de ver las cosas bellas de la vida que siguen estando a pesar del dolor pasado, de la situación tan dura e incómoda que proporcionan a sus seres queridos con ese empeño de querer mantenerse en el sufrimiento, de la desesperación ante la vida y el porvenir, y de lo que puede ser más grave: el tiempo de vida perdido en ese estado mientras que si se aceptara el dolor y su extinción natural, sin empecinarse en el sufrimiento, quedaría libre antes un espacio para que la felicidad y la esperanza y LA VIDA recuperasen su protagonismo. El sufrimiento es un mal innecesario y la posibilidad de eliminarlo está en cada uno de nosotros. La aceptación es el mejor antídoto contra él. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
EL SÍNDROME DEL NIDO VACÍO En mi opinión, muchas personas que prácticamente basan su vida en la crianza de los hijos y en su relación con ellos, cuando llega el momento lógico en la vida en que éstos abandonan el hogar para crear su propia familia o para iniciar un camino en solitario, de pronto tienen la sensación de que su vida es inútil, que ya no tiene un sentido, y que por esa razón como persona es inútil y no va a saber cómo rellenar el hueco ocupacional que sus hijos poblaban. En algunos casos el sentimiento de vacío, de inutilidad, de falta de sentido para la vida, empuja directamente a una depresión. Y conviene evitar esta situación. Son las mujeres, sobre todo, las que sienten más este vacío. Es lógico porque son las que los han llevado en su vientre y las que notan más intensamente el sentimiento de maternidad y creación y sienten más esa dependencia. Quienes tienen hijos saben –aunque no quieran pensar en ello- que ese día ha de llegar. Y procuran evitarlo o aplazarlo –creyendo que de este modo no sucederá- en vez de tomar conciencia de lo que va a suceder y prepararse para ello. Podríamos aprender mucho y rápido de los animales, que no crean esa relación de co-dependencia con sus crías, a las que empujan literalmente del nido cuando ya saben volar, y que son muy conscientes de que una vez les han enseñado a buscarse la vida ya no tienen por qué seguir juntos sino que cada uno ha de seguir con su propia vida. No es que esté proponiendo hacer esto con nuestras crías, sino que propongo prepararse para que cuando llegue el momento no se haga un drama de ello, y que no se pretenda aplazarlo o evitarlo chantajeando emocionalmente al hijo. Conviene darse cuenta y comprobar si uno está creando -con respecto a su cría- una relación simbiótica. Y es más que conveniente estar preparado para cuando llegue el momento. Es imprescindible encontrar que en la vida hay algo más allá de la crianza de las crías, así que es mejor no abandonar nunca las cosas que proporcionan placeres y satisfacciones, ocupaciones que sean apetecibles, hobbies, planes varios, y proyectos, sin las crías, y es conveniente hacerlo también por los propios hijos, para que no se sientan en la obligación moral de estar excesivamente pendientes de un padre o una madre que no saben desapegarse de ellos y concederles la libertad. De este modo, la relación seguirá estando entre ambos pero desde otra perspectiva en la que una se libera de la cría con la sensación de la misión cumplida –aunque uno siga siendo y sintiéndose padre o madre protectora hasta el fin de sus días- y así libera al otro para que haga su vida como ser independiente y no con una subordinación de por vida hacia sus padres. Está bien hacerles saber el estado emocional en que se encuentra uno, pero teniendo cuidado de no hacerles sentirse causantes de ello y cuidando de no inculcarles subliminal o directamente un sentimiento de culpabilidad, o hacerles creer que la felicidad de uno depende de la atención y cuidado que le sigan proporcionando, porque eso les crea a los hijos una responsabilidad que no es suya pero que les resulta muy gravosa. Las madres han de ser conscientes de que no son solamente ellas quienes sufren porque sus crías abandonan el nido. Los padres, en la mayoría de los casos menos expresivos, también lo sienten aunque crean que no deben manifestarlo. Y han de recordar –si es que lo habían olvidado- que antes de que nacieran las crías hubo una decisión en su vida: la de compartirla con su esposo. Así que es importante retomarla con intensidad si se había descuidado un poco o si se le estaba prestando menos atención. Lo mejor es hacerlo con tiempo, respetando los sentimientos del otro. Hay que prepararse para esa situación hablando de ello con naturalidad y sinceridad. La relación ha de retomar el protagonismo que había cedido. Que ya no estén los hijos en el nido aporta también algunos beneficios –aunque la madre siga insistiendo en que tiene más de pérdida-, así que es interesante promocionar esos beneficios. Por ejemplo, al disponer de más tiempo libre éste se puede utilizar del modo que se desee. Se pueden retomar planes que se habían dejado aparcados, y ponerse a hacer aquello que a una siempre le gustó pero tuvo que renunciar. Viajar, pintar, leer, pasear, escuchar música… se renuncian a muchas cosas cuando se le da una prioridad absoluta e intensiva a la paternidad o maternidad, y todas esas cosas tan agradables se pueden retomar –con merecimiento y sin sensación de culpabilidad- cuando las crías abandonan el nido. Desde que la humanidad está en la Tierra siempre ha sucedido así. Uno mismo dejó a su familia para crear su propia familia o hacer su propia vida. Hay que desdramatizarlo. Una ya cumplió con su misión de tener hijos –aunque piense con razón que esa tarea no acaba nunca- y está bien iniciar un nuevo ciclo en el que el protagonismo principal sea de uno mismo. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
¿QUÉ ES LO QUE ESPERO DE MÍ? En mi opinión, esta es una de esas preguntas que nunca nos hacemos con naturalidad, con interés amable, sino que parte siempre de una situación desagradable de auto-decepción. Y no se hace de este modo, en el que se aprecia una voluntad de autoconocimiento que pueda llevar después a una situación de bienestar con uno mismo, sino que parte desde la rabia de un reproche tras haber llegado a una situación en la que uno se siente decepcionado consigo mismo, porque se da cuenta de que alguna o algunas de sus propias actitudes no son de su agrado, o se da cuenta de que no está siendo como realmente quisiera ser, o se siente muy incómodo y enojado consigo mismo por lo que no ha logrado en la vida… Insisto en que son situaciones de rabia y desencanto las que llevan a cuestionarse este asunto, y se hace de un modo que en vez de preguntar acusa, y se parte por tanto de una situación tensa y enfurecida donde la objetividad y el amor propio no están presentes. Todas las situaciones que hemos vivido a lo largo de nuestra vida de las que no nos sentimos precisamente orgullosos se van a presentar como preámbulo, y son muchas. Todos –sí, todos- tenemos muchas cosas de las que arrepentirnos. Todos –sí, todos- hemos hecho cosas de las que no nos sentimos satisfechos. Todos –sí, todos- nos hemos equivocado, hemos tomado decisiones que después demostraron no ser las más adecuadas. Todos –sí, todos- tenemos manchones en nuestro historial y acumulamos auto-decepciones, auto-desengaños, momentos de tristeza por algo que hemos hecho o no hemos hecho, y tenemos lo que pudiéramos llamar “fracasos”. La verdad es que no siempre somos responsables directos de todo ello, ya que a veces esos estados de opinión personal se han formado porque no había una clara directriz en nuestra vida y nos habíamos hecho unas ilusiones que nos quedaban muy lejos –casi imposibles- y porque no se había diseñado teniendo en cuenta las propias capacidades, las limitaciones personales, y las circunstancias en las que uno ha estado en su pasado y está en su presente. En cambio, esta misma pregunta hecha desde el amor y el mejor de los deseos para uno mismo es enriquecedora. A veces se nos olvida que somos responsables directos de nuestro futuro, y que nuestra misión es crearlo y no limitarlos a padecer “lo que venga”. Y más cuando resulta que ese “lo que venga” lo podemos y lo debemos crear nosotros mismos. ¿Qué es lo que espero de mí? Esta es una de esas preguntas personales e intransferibles, cuya respuesta no se puede copiar de otras personas. Hay que tener claro antes de plantearla seriamente que aquí no valen como respuesta las fantasías, las utopías, o lo imposible, y esto es un principio irrenunciable. Está bien tener un deseo que vaya un poquito –sólo un poquito- más allá de lo que uno pudiera alcanzar, porque eso sería un estímulo para esforzarse un poco más, pero entonces conviene también tener muy claro –pero que muy claro- que el hecho de no lograr alcanzar ese poquito más no ha de convertirse en ningún caso en un motivo de frustración ni en el comienzo de una depresión o una sarta hiriente de auto-reproches. También hay que tener en cuenta de que el hecho de que aparezca la palabra “espero” en la pregunta no es una invitación a quedarse quiero “esperando”. Quien no tenga esto claro que cambie la pregunta por otra del estilo de “¿Qué es lo que quiero para mí?”, o cualquier otra similar con la que uno se sienta a gusto y no contenga elementos que pueda desvirtuar el objetivo principal de la cuestión. Recomiendo hacerse esta pregunta –como hay que hacer con todas- en momentos de serenidad, porque sólo la ecuanimidad que la serenidad aporta puede dar respuestas que sean constructivas. Recomiendo expresamente no hacerla en momentos de enojo o tristeza porque las respuestas serán pesimistas o no aparecerán, y no hacerlo en momentos de euforia porque las respuestas aparecerán cargadas de irrealidad. Y recomiendo que en cuanto aparezca una respuesta que nos parezca convincente nos pongamos a la tarea de hacerla realidad. Y si uno descubre que, por ejemplo, quisiera ser menos impulsivo, entonces le conviene ponerse a hacer lo necesario para conseguirlo, y a partir de ahí se abre un abanico de posibles soluciones, desde ponerse a contar hasta cien y mientras recordarse el objetivo de querer ser menos impulsivo, hasta iniciar un Proceso de Autoconocimiento y Desarrollo Personal, o acudir a un psicólogo que le ayude a descubrir el origen de esa impulsividad y a eliminarla, o estar atento a sí mismo y darse cuenta en cuanto se manifieste la impulsividad habitual para manejarla bien, o hacer yoga o meditación, etc. Averiguar lo que esperas de ti, o lo que quieres para ti, y conseguirlo, logrará que mejore tu Autoestima y que te sientas muy satisfecho de ti mismo, muy digno, y que se implante en ti un halo de paz que manifieste tu nuevo estado. Este es un asunto al que conviene dedicarle atención y preponderancia y no aplazarlo más. Tú decides. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
¿QUÉ HE HECHO CON MI VIDA? En mi opinión, la mayoría de las personas simplemente vamos pasando por la vida, o dejamos que la vida pase sin nosotros, pero no somos conscientes de lo excepcional que realmente es la vida –y en muchas ocasiones, ni siquiera somos conscientes de que estamos viviendo-, del sentido o sinsentido que está teniendo nuestra vida, ni del significado que le queremos dar, o de lo que hacemos o queremos hacer en ella o con ella. En la mayoría de los casos, las cosas que le van pasando a nuestra vida nos distraen y perdemos de vista la globalidad. Nos centramos en los placeres inmediatos y el modo de conseguirlos, o nos distraemos con la resolución de problemas que nosotros mismos provocamos o nos encargamos de engordarlos y magnificarlos innecesariamente, o nos centramos en los aconteceres diarios dejando para más adelante -para un “más adelante” del que parece que se rehúye porque se aplaza continuamente-, en vez de ocuparnos con atención y profundidad en nuestra vida en presente. Eso que llamamos “vivir” se convierte en “dejar que la vida pase”, y “la vida” acaba siendo ese pasar continuo del tiempo mientras uno está sin estar. Así, vivir se convierte en un evitar todos los conflictos que se pueda, en procurar seguir adelante como sea, en creer que somos conscientes de nosotros, en rendirnos una vez tras otra sin oposición… pero sin saber hacia dónde queremos ir. Y eso no es VIVIR. Eso es respirar o es no estar muertos. Pero sin auténtica VIDA. Procuramos llenar el tiempo de vida con cosas agradables, bonitas, placenteras, cariñosas, y eso está bien. Lo aplaudo. Creo que es lo correcto. Hay que fomentarlo. Pero creo que no hay que olvidarse del resto del tiempo. De ese tiempo que se consume en la indolencia, en el despiste, dejándola ir sin extraerle el jugo, no siendo conscientes de unas ideas primordiales que no debieran desaparecer del pensamiento: - Ser conscientes. (Prestar atención) - Soy yo. (Y estoy vivo) - Disfrutar. (Sin perjudicar a otros con ello) - Amar y ser amado. - Ser generoso. (En atención y dedicación, en cuidado y cariño) - Ser intenso. - VIVIR Todo lo que acabes de ver puede ser leído y olvidado en el mismo instante, o puede ser motivo del comienzo de una reflexión detenida y profunda. Tan profunda que puede marcar el principio de una nueva y plena etapa en tu vida. La vida, para que le resulte satisfactoria a nuestra alma, para que se produzca esa paz que sólo nace de la sensación del deber bien hecho y de las propensiones espirituales de los humanos cumplidas, requiere un propósito. Propósito que, en mi opinión, no aportan ni el porvenir, ni el destino, ni la casualidad, ni los otros, ni la indolencia, sino que parte de la escucha activada, atenta y continuada, de la conciencia, que es quien mejor puede dirigir el sentido de la vida. A algunas personas le resulta más fácil de entender esto si se imaginan que de nosotros mismos nacen dos tipos de deseos básicos: uno mundano basado en los placeres –que podría ser una propuesta del ego- y otro más profundo, más trascendental, más cierto –que podría ser la propuesta del Ser Interior, la petición lícita del espíritu. Aunque no se piense en ello, aunque el ego no lo quiera reconocer, aunque uno no le preste atención, en nuestro interior vive, con intensidad, un sentido de trascendencia. Algo que nos hace comprobar que la verdadera conformidad está en la realización de cosas grandes que son más satisfactorias que los placeres inmediatos. Esas “cosas” son personales, no son iguales para todos, aunque hay algunas que sí son, más o menos, generalizadas. La generosidad o la caridad, por ejemplo. Generosidad o caridad económica, o de tiempo, para el otro, o de atención y ocupación. Los gestos de amor. Gestos hacia los otros o hacia uno mismo. (Y eso no tiene nada que ver con complacerse con caprichos como ropa o perfumes, teléfonos o coches). Está bien recordar y ser conscientes de que hay caprichos que son para el ego o para el cuerpo humano –que es uno mismo, no hay que olvidarlo ni menospreciarlo, quien los disfruta- y hay unas necesidades que cubrir que son del alma. La pregunta del título se va a escuchar en más de una ocasión, porque es una pregunta que se repite en nuestro interior continuamente, como recordatorio de que la vida tiene un sentido y hay que encontrar ese sentido; aunque hagamos oídos sordos, la pregunta se repite como si fuera un eco infinito. Generalmente no le prestamos atención porque nos parece un ruido de fondo al que uno se llega a acostumbrar, pero, de pronto, un acontecimiento grave se presenta en nuestra vida y nos hace prestarle atención. ¡Dios mío!, ¡Qué he hecho de mi vida! Y esta pregunta suena a algo ya insalvable, dramático, y que no tiene solución ni remedio. ¿Qué estoy haciendo con mi vida?, en cambio, y sin necesidad de que lleve un tono de reproche, sino un tono cariñoso de interés y deseo de mejoramiento y de encauzarla en el modo deseado, es una pregunta más apropiada si se tiene la delicadeza de hacérsela a menudo. A menudo puede ser para unos ponerse la “tarea” de dedicar todos los domingos media hora a encontrar o actualizar respuestas, y para otros puede ser tener puesto un aviso que ante cualquier mínima señal les ponga en activo, y que una fotografía hecha en un país en guerra, o la de un niño llorando, o el mensaje de un anuncio en televisión, o una frase que alguien dice, o una mirada que alguien nos devuelve, cualquiera de esas cosas u otras tengan permiso para llegar hasta nuestro corazón y despierten nuestra sensibilidad y dé voz a ese espíritu que es más nosotros mismos que nosotros mismos, y conoce, mejor que nosotros, qué es lo que verdaderamente queremos y cuál es el Camino en nuestro caminar. Sólo tienes que escucharte. De verdad. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
LOS PROBLEMAS SE RESUELVEN MEJOR SALIÉNDOSE DE LOS PROBLEMAS En mi opinión, conviene recordar y respetar algunas normas cuando uno se halla inmerso en un problema y quiere resolverlo. Estar dentro un problema consigue que abandonemos algunas de las condiciones que son imprescindibles para encontrar la mejor solución y encontrarla del mejor modo posible. Una de esas condiciones es que hay que salir del problema para ver objetivamente el problema. Si lo que nos está pasando a nosotros le ocurriera a otra persona, y nos lo contara para que le aportáramos una solución, lo podríamos hacer bien porque al no estar implicados ni personal ni emocionalmente mantendríamos la capacidad objetiva y no lo haríamos desde la subjetiva. O sea, que si uno se queda dentro del problema no verá las soluciones fácilmente porque la turbulencia de sus pensamientos y el agobio de su mente pierden la capacidad de actuar imparcialmente, y entonces lo hará desde la tensión y el agobio, desde el miedo y la preocupación, afectado por sus eternas dudas, desde la ansiedad que provoca el temor a no acertar y a equivocarse –que son dos cosas distintas-, y con una desazón lacerante adelantada y pre-ocupada por el resultado de la respuesta que se encuentre o que no aparece. Se requiere una sangre fría especial para no perder la objetividad y la imparcialidad en esos momentos que es, precisamente, cuando más se necesitan. O se requiere la cordura suficiente para darse cuenta de que lo mejor que uno puede hacer por sí mismo cuando está revisando un problema propio es verlo y sentirlo como si fuera ajeno. Salirse de él. Permanecer impasible. (Aunque parezca imposible, se puede hacer) Mantenerse en un estado en el que no aflore una euforia falsa ni un pesimismo que se ha precipitado en aparecer, ya que es en esos momentos, los de euforia y los de pesimismo, cuando no hay que tomar decisiones ya que en ambos casos estarán influenciadas o exaltadas por un estado que no es auténtico y equilibrado, sino que es extremo. La euforia es una sensación exagerada que no está adecuada a la realidad y el pesimismo es una propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable. Cada una de las cosas está en uno de los extremos del punto de equilibrio. Las cosas no son tan rosas como las pinta una ni tan negras como las pinta el otro. Conviene poder razonar, aunque el hecho de poder razonar un problema no implica que se pueda resolver. Y conviene ser capaz de ir aparcando las soluciones que vayan apareciendo –apuntándolas para que no se olviden- de modo que quede un espacio mental para que puedan seguir apareciendo otras, ya que otras que vengan pueden ser mejor que las anteriores. Conviene no anclarse en la primera que aparezca, y no conformarse con ella creyendo que es la mejor porque eso puede ser un síntoma de pereza en continuar con la búsqueda. Es recomendable en estos casos usar una técnica que utilizan los creativos que denominan “Tormenta de ideas” o “Lluvia de ideas” (Brainstorming), y consiste en ir diciendo todas las cosas que se ocurran sin racionalizarlas mucho, sino que se “piensa” rápida y espontáneamente, que es como si no se pensara, como si no se dejara que la mente –con sus costumbres y sus condicionamientos- interviniera, como si se permitiera a la intuición manifestarse, como si se eliminaran de este modo todas las respuestas rutinarias e inconscientes que se tienen preparadas. Parece difícil para algunas personas que están dominadas por su mente y son esclavas de ella, pero no lo es tanto. Interesa aprender a hacerlo. Verlo desde fuera y ajeno. Durante un tiempo el problema no es el problema propio, sino que es el problema de otra persona, en el que no estamos implicados, al que podemos mirar sin miedo, de frente, sin sentirnos subyugados por su influencia, y entonces comprobamos que el problema pierde su poder amenazante, ya no nos puede hacer daño, no tenemos que sobrecogernos ante su presencia ni sentirnos atacados, y eso nos da la libertad de poder mostrarnos superiores a él y con capacidad de dominarle y encontrar la solución que lo desbarate. Cuando hay que afrontar un problema conviene no estancarse en la creencia de que no se va a poder solucionar porque no aparece la respuesta y conviene no aplazarlo continuamente esperando siempre un momento de “lucidez” que no llega ni llegará, pero también conviene no precipitarse y tomar la primera solución que aparezca o la que más nos seduzca solamente por no tener que seguir en esa tensión que siempre producen los problemas. Los problemas –de todos los calibres posibles- nos van acompañar a lo largo de toda nuestra vida. La vida puede que sea un continuo resolver problemas. Así que conviene saber y aceptar que forman parte de nuestra estancia en este mundo, y conviene por tanto prepararse para saber cómo afrontarlos y no verlos como enemigos sino como circunstancias. Así se les despoja del drama. Y desdramatizar los problemas es un grandísimo paso para estar en condiciones óptimas de afrontarlos. (Durante todo el artículo he escrito “problemas” porque la mayoría de personas los llama de ese modo. Yo los llamo “asuntos pendientes de resolver” y de ese modo pierden el poder negativo que le adjudicamos a la palabra “problema” que simplemente al escucharla nos pone en una situación de indefensión y temor. Te invito a que pruebes a no usar la palabra “problema”) Sin miedo. Adelante. Con las sugerencias de este artículo o del modo que consideres apropiado, pero de frente y a por ellos. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
LA NOSTALGIA En mi opinión, la nostalgia es un estado agradable cuando al recrearnos en ella nos planta una sonrisa, o muy triste cuando nos empeñamos en recordar momentos felices del pasado para compararlos con nuestra situación actual, sobre todo si ésta no es muy boyante. Es muy dulce, a veces, y trágica, otras veces. Si conseguimos extraer de ella cuanto tiene de interesante nos enriquecerá, porque nos permite tener una mayor comprensión de la vida, del paso del tiempo, de nosotros mismos, y nos puede inducir a apreciar más los momentos vivos de este presente, tan únicos, que algún día formarán parte de las próximas nostalgias. Si lo comprendemos de este modo, y le sacamos más jugo al “ahora”, nos alegraremos mucho el resto de nuestra vida. Nada es tan importante como el ahora, eso ya lo sabemos. La nostalgia es volver al pasado, o traer el pasado al presente –mejor de este modo-; eso nos permite tomar conciencia real del paso del tiempo, y nos debiera enseñar a saborear con más intensidad los momentos que estamos viviendo ahora, y a llenar el presente de buenos momentos. Pero esto ha de estar claro: el pasado nunca regresará para convertirse de nuevo en presente. Ya sólo es pasado. Y vivamos con naturalidad esto sin convertirlo en una inaceptable tragedia. Los recuerdos son dolorosos o dulces; raramente están archivados en la memoria sin un adjetivo. Si hicimos antes muchas cosas buenas o interesantes, la sonrisa será la respuesta a la nostalgia. Si, por el contrario, lo que hicimos lo sentimos como una pérdida de tiempo, como un error o un sufrimiento, la respuesta tendrá un poso de tristeza. Si fue malo, tendrá punzadas de dolor. Es un estado extraño, porque la nostalgia es, o debiera ser, sólo por los momentos mejores –sería preocupante sentir nostalgia por momentos malos de nuestra vida-. Se mezcla lo atrayente de los buenos momentos con la sensación un poco desconsolada y desapacible de que ya no están con nosotros, o que no estamos nosotros en ellos, y que, probablemente, serán irrepetibles. Es lógica esa desazón que se mezcla con la añoranza en los instantes nostálgicos. El motivo: la falta de realidad del motivo de la nostalgia. Ya no es, aunque fue. Sonreímos y sufrimos a un tiempo. Las lágrimas son compañeras habituales de la nostalgia. La ausencia de los que no están, o de lo que pasó y no volverá –aquellas comidas familiares, las vacaciones de la infancia, las amigas del colegio, el pueblo donde crecimos…-, son los ingredientes básicos. Con ello se nos despierta la melancolía. Se activa en la imaginación el deseo que ya será imposible realizar, y, si no lo sabemos llevar bien, el abatimiento y la desesperación nos dan un golpe fuerte en el estado de ánimo. A veces, cuesta salir indemne de la nostalgia. Pero hay que hacerlo. Lleva implícita una lección ineludible: hay que seguir, y hay que seguir adelante y bien. Fue bonito y bueno mientras duró, mientras estuvo, pero ya sabemos el destino de todos los “ahora”: desaparecer del presente para irse al recuerdo o al olvido. La parte negativa de la nostalgia: que nos ancle tanto al pasado -porque lo recordamos como algo mejor-, que no queramos seguir en este presente actual y tengamos dificultades para aceptarlo e integrarnos; que nos hagamos adictos a la frase tópica: “cualquier tiempo pasado fue mejor”; que solamente recordemos lo bueno –“antes todo era mejor”-, que nos pasemos el tiempo hablando de “los buenos tiempos”, como si los actuales no lo fueran también, o que magnifiquemos la realidad hasta hacernos creer que todo era como en un cuento de hadas. Si la nostalgia nos frena, nos hunde, y no nos planta una sonrisa y un estado de bienestar, es una nostalgia prescindible que hay que evitar de todos los modos. Todo lo que sea un lamento inútil, es negativo. Que tengan cuidado con ella los depresivos, que no se enzarcen en espirales de pensamientos inútiles. Que, por lo menos, sean capaces de encontrar un poco de felicidad en esa desolación. Que todos sepamos reflexionar sobre la nostalgia, clarificarla, saber sus pros y contras, disfrutarla –con la lágrima feliz y fértil, o con la sonrisa que rubrica lo bueno-, y que no se quede en ese estado que no sabemos si nos complace o desagrada, en el que no sabemos cómo comportarnos. Que seamos capaces de convertirla en una fuente de ánimo y energía; que nos sirva para calibrar que nuestra vida está mereciendo la pena porque ha tenido y tiene momentos excelentes; que nos infunda alegría, y que nos muestre claramente su riqueza. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Francisco de Sales
-
GRATITUD HACIA QUIEN TE HACE DAÑO Hace muchos años leí un libro –cuyo título no recuerdo- en el que se relataba una conversación imaginaria entre Jesús y Judas. Judas manifestaba, con dolor, lo mal que se sentía al tener que “venderle”, traicionándole, y Jesús, en cambio, le agradecía el sacrificio que iba a hacer para que pudiera suceder todo tal como estaba previsto, ya que sería recordado siempre como el traidor, y con otras definiciones peores. Según una de las teorías de las reencarnaciones, en cada una de ellas nos proponemos aprender o evolucionar en uno o varios asuntos, y así resulta que necesitamos vivir ciertas situaciones que son necesarias para ello. Casi siempre necesitamos voluntarios –como Judas hizo con Jesús- para que nos provoquen y nos hagan vivir la experiencia. Saliéndonos del esoterismo, y siendo muy prácticos, de sobra sabemos que son necesarias pruebas y ensayos para aprender. Sabemos que de cada experiencia acabamos sacando un aprendizaje. Intuimos a veces, aunque eso no nos haga gracia, que de las situaciones incomprendidas y dolorosas salimos reforzados –aunque si son dolorosas es, precisamente, porque no las comprendemos o no las queremos comprender-. Sabemos que uno se levanta de todas las caídas. Sabemos que, tras el aprendizaje de toda una vida, hoy nos sentimos, personalmente, mejor que hace unos años. Sabemos también que las cosas que nos parecen dolorosas, con el tiempo acaban perdiendo las aristas, acabamos pensando que no eran tan graves como entonces nos parecieron, y, sobre todo, en muchas, muchas ocasiones, reconocemos que aquello que nos sucedió y nos pareció tan malo, era inevitable y algo interesante aprendimos de ello. Ahora, piensa en alguien que, aparentemente, te ha perjudicado. ¿Eres capaz de pensar que esa persona, aún sin ella saberlo, hizo lo que hizo por tu bien? ¿Se habrá ofrecido en algún momento para ayudarte a que te des cuenta de algo? ¿Será voluntariamente un espejo en el que has visto tu reflejo? Aunque aparente que ha actuado intencionadamente mal contra ti, ¿no será que te ama tanto –como alma- que se ha ofrecido para hacer eso por ti? Si creemos que todos somos seres espirituales que estamos viviendo una experiencia humana, ¿cómo va a haber mala intención en el otro espíritu? Ya sé que cuesta trabajo ofrecer gratitud a quien nos hace daño, pero conviene ponerse en el lugar del otro y pensar qué hubiera hecho uno en esa misma situación, si estuviera en las mismas circunstancias que el otro, teniendo su mentalidad, sus principios y condicionamientos. Sin duda, hubiéramos hecho lo mismo. Si seguimos sintiendo como un mal la ofensa o el daño, y ya que está inevitablemente hecho, seamos positivos, extraigamos lo que tenga de útil aquello que pasó –que, sin duda, lo tiene- y dejémoslo correr hacia el pasado sin pretender regodearnos en ello dándole mil vueltas. Comprender, primero, y aceptar, después, es lo que más te puede ayudar. Intenta ver de otro modo las situaciones que han sido dolorosas. Comprende y perdona. Y quizás te des cuenta de que también tienes que perdonarte a ti por haber actuado, hacia el que te perjudicó, de un modo equivocado. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
EL TIEMPO OCUPADO NO ES TIEMPO APROVECHADO En mi opinión, una de las cosas que produce más sensaciones ingratas y dolorosas, y que además es imposible de rectificar, es el tiempo no aprovechado. Las personas no tenemos desde jóvenes una noción clara de lo que queremos hacer con nuestra vida. En la infancia y la juventud es lógico que no existan directrices porque es tiempo de recoger información sobre lo que es esto de la vida a la que recién se acaba de llegar, y es una época en la que debiera haber –pero no la hay- una orientación clara y una educación impecable para lo que ha de ser la vida de cada uno. La realidad es que uno se pasa la vida dando tumbos, de uno a otro capricho, o de una a otra duda, de error en error, y en la mayoría de los casos el precio que se paga por ello es desorbitante, y es la vida que se pierde por esas imprecisiones en el proyecto de vida. Es cierto que todas las personas tienen derecho a hacer con su vida y de su vida lo que deseen, y que nadie tiene derecho a corregirle a otro en cuanto a qué está haciendo o qué tiene que hacer. Pueden ser interesantes algunas de las sugerencias que se hagan, pero no hay derecho a las críticas ni a las imposiciones. Cada uno tiene derecho a hacer lo que quiera con su vida y en su vida, puede consumirla del modo que estime oportuno, puede hacer mientras le dure lo que quiera hacer. O lo que quiera no hacer. Y si decide pasarse el tiempo mirando las nubes o tumbado en el sofá, estupendo. Y si decide no tener una vida productiva, no enredarse en hacer proyectos con vistas al futuro, no preocuparse de sí mismo como persona, dejar discurrir su tiempo de vida indolentemente, pues ha de ser respetado aunque no se esté de acuerdo. Pero si una persona tiene intuiciones de que desea un cambio –o la necesidad evidente-, tiene proyectos que desea hacer realidad, o tiene propósitos para el presente y el futuro, es conveniente que no los aplace y emprenda el camino responsable que le lleve a hacer realidad lo que solamente es –de momento- una intención. Existen palabras en nuestro vocabulario cuya eliminación de su influencia en nuestra vida produciría un cambio muy interesante: diferir, aplazar, posponer, prorrogar, demorar, parar, obstaculizar, suspender, entretenerse… En realidad son todas iguales. Son diferentes formas de llamar a lo mismo: al hecho de no afrontar la toma de decisiones interesantes para el mejor desarrollo y aprovechamiento de la propia vida. Perdemos la vida a dos manos, la derrochamos como si fuera infinita, la desatendemos desde una irresponsabilidad casi imperdonable, la dejamos ir errante hacia el Tiempo de los Arrepentimientos en el que la añoraremos con lágrimas en los ojos y con una rabia personal que va a ser casi imposible de consolar. Ocupamos cada instante de nuestra vida, eso es inevitable porque si no la ocupa uno conscientemente se ocupa sola, pero… ¿Vivimos cada instante de nuestra vida? Si no somos conscientes de nuestra vida... ¿Esa vida es nuestra? ¿Eso es vida o es no vida? Dicho de otro modo: el tiempo que es ocupado por algo ajeno a nosotros mismos… ¿Es vida?, ¿Es nuestra vida? Porque aunque esa desatención la ocupen los segundos vacíos, ese es un tiempo ocupado pero no es un tiempo aprovechado. No es un tiempo vivido. El tiempo que de verdad es vivido es el tiempo aprovechado, en el que uno es consciente de su propio aquí y ahora, el tiempo que forma parte del Plan de Vida que cada uno se ha de forjar seriamente, el tiempo que se dedica a la contemplación consciente o a ser convertido en un paso más del Desarrollo Personal o a ser disfrute o a ser introspección o a ser placer o a ser Vida. Cuando ese tiempo tiene un objetivo –aunque sea descansar o no hacer, pero cuando es un “no hacer” decidido voluntariamente y no un “no hacer” fruto de la desatención- entonces es un tiempo pleno, un tiempo gratificante, un tiempo útil, y teniendo en cuenta la finitud de nuestro tiempo en esta vida, y que algún día tendremos que dar cuentas –a nosotros mismos o tal vez en un Juicio Final- de lo que hicimos con este tesoro que se nos concedió, así que conviene ser muy conscientes de nuestra vida y llenarla de provecho y dignidad. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, compártelo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
ASPIRAR A LA FELICIDAD En mi opinión, los Seres Humanos nacemos con una tendencia genética que nos encamina a buscar y alcanzar el máximo de felicidad posible. O, por lo menos, a evitar la infelicidad y los sufrimientos. Y eso es bueno. Lo malo es, precisamente, rendirse ante la infelicidad, conformarse con ella –aunque sea a regañadientes-, aceptar que uno no está predestinado a ser feliz –lo cual es una tontería y una mentira al mismo tiempo-, o condescender y rendirse ante las temporadas continuadas de infelicidad y auto-abandono. La felicidad está indicada por el nivel de aceptación y de satisfacción con nuestra situación y con las cosas que nos pasan. Si uno no posee bienes materiales, pero lo acepta sin rabia y sin envidias, puede ser feliz “no teniendo”. En una convención donde se reunieron los mayores intelectuales del mundo para debatir con respecto a la vida, llegaron a esta conclusión que resume todos sus debates: LAS COSAS PASAN. Si uno acepta lo que le pasa en la vida y entiende que forma parte de su vida que las cosas pasen, y no se amarga la vida por ello, desde una actitud sanamente beatífica de comprensión, todo resulta mucho más fácil y la felicidad dispone de más posibilidades de manifestarse y de quedarse de continuo. No confundir esto con “no hacer” –con no poner algo de su parte-, ni con aprender a resignarse y conformarse con lo desagradable que le proporcione su abandono. Hay que aprender a ser feliz. Es mejor ir desmontando todas las cosas que nos provocan infelicidad. Es mejor no darles a las cosas externas y ajenas poder sobre nuestro estado de felicidad. Que sea uno mismo quien decida. Es conveniente ir aceptando que uno no tiene control sobre todo lo que le va a ir pasando en la vida –sobre algunas cosas sí, y esas sí que son responsabilidad propia-, y que sobre eso que le pase no siempre va a tener control porque no siempre dependen de uno, y que uno no tiene dominio sobre todas ellas, así que lo es bueno es aprender a no darles excesiva importancia y, sobre todo, no permitir culpabilizarnos por aquello de lo que no tenemos la culpa. La aspiración a un estado de felicidad –aunque sea serena, pero que sea continua-, es lícita siempre que se cumplan las normas legales y el respeto a los otros. Por ejemplo, creer equivocadamente que la felicidad la proporcionan las posesiones –que lo que proporcionan, y efímeramente, es placer- y para tener posesiones robar o ser injusto, es un error que nos aleja aún más de la felicidad. Tu conciencia te hará entender esto perfectamente. Aspirar a la felicidad, más que el hecho de ser una atracción humana, es un derecho y una obligación. El hecho de que sea un derecho implica también una obligación de hacer todo aquello correcto que encamine a su consecución. Y es preferible que no se convierta en una tarea de esas que se van aplazando continuamente en la espera de un momento que nunca llega. Esto es prioritario y casi casi casi el motivo principal de la vida. La felicidad es un estado interior posible o un sentimiento que el Creador de los Humanos puso en cada uno y al alcance de cada persona, y es algo natural a lo que no han de condicionar las circunstancias personales específicas, por duras que éstas sean. No es necesaria una felicidad grandilocuente y explosiva, ni es recomendable una felicidad que se base únicamente en la consecución de estados económicos o sociales muy notables. La felicidad está, también, en las pequeñas cosas. Las cosas materiales nos proporcionan satisfacciones, placeres, deleites, gustos, bienestar… que son situaciones y estados muy agradables, muy placenteros, que nos proporcionan un estado que fácilmente se puede confundir con la felicidad. Está muy bien. Hay que procurarse todos los que se puedan. Hay que disfrutarlos, ya que nuestro Creador también incluyó la capacidad de disfrutar. Pero la FELICIDAD, que para cada uno es una cosa personal y distinta, es algo que va más allá, que no necesita de expresiones efusivas, y que se asemeja más a un estado de satisfacción personal y de paz por quien uno es y por quien está siendo. ¿Qué es la felicidad para ti? Cuando seas capaz de responder bien a esta pregunta –sin caer en el error de relacionar la respuesta con asuntos materiales- comprenderás que no es imposible y que la tienes bastante al alcance de la mano. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, compártelo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
REFLEXIONAR – DECIDIR – ACTUAR En mi opinión, la mayoría de las personas no somos conscientes de que el hecho de no reflexionar nuestros asuntos lo suficiente y del modo adecuado es la razón de que las cosas después no se produzcan del modo que hubiéramos deseado. Es una actitud entre infantil e insensata. Actuamos de un modo absurdo y a cambio pedimos que el resultado sea el correspondiente a un acto reflexivo y atinado. REFLEXIONAR Cuando se trata de tener que tomar una decisión, el primer paso es el de encontrarse en una actitud serena –y un poco desapegada- para poder ver con objetividad y conciencia el asunto que se va a observar. El segundo paso es ser absolutamente sincero con lo que se va a revisar, no autoengañarse, y no esconderse información ni obviar algo que pueda tener un peso decisivo e importante. El tercer paso es reflexionar. Reflexionar va mucho más allá de pensar. Es asistir objetivamente, pero dirigiéndolo, a ese proceso mental que se convierte en descontrolado si uno no está pendiente de los derroteros que va tomando la mente y si uno deja el gobierno del proceso en enemigos habituales como son la desidia, los complejos, los miedos, los traumas que arrastramos, y las opiniones nefastas que sobre nosotros mismos tenemos. Es saber ordenar los resultados y ser ecuánime con ellos. Cuando se descubre una idea que puede ser apropiada como respuesta para lo que se trata, se anota en un papel y se la deja reposar. Se despeja la mente de esa idea para que no se obsesione con ella pensando que ya es la adecuada –que puede serlo- y de ese modo queda espacio para que aparezca otra que también puede ser buena o puede ser mejor. Uno puede ser perezoso -por naturaleza o costumbre- para estos asuntos de reflexionar y puede conformarse con la primera idea que aparezca sin darse cuenta de quién es el creador de esa idea y sin comprobar qué intereses ocultos se esconden detrás. Uno puede ser una de esas personas a las que les cuesta ponerse a pensar y, además, no confía mucho en sus propias decisiones, así que le resultará más fácil quedarse con esta primera y si luego demuestra no ser la adecuada ya se recurrirá a culpabilizar a los motivos habituales: la mala suerte, el destino, la propia ineptitud, o hasta el propio Dios que le dio poca cabeza a uno. Conviene ser conscientes para evitar algo que utilizan algunas personas habitualmente, y es que cuando creen haber encontrado la respuesta –y para no seguir dándole vueltas al asunto que es algo que les resulta muy incómodo- se quedan aferrados a ella y no permiten que se acerque otra. En realidad lo que hacen es seguir buscando justificaciones o excusas que les sirvan para reafirmarse en esa idea. Y si la idea es la adecuada eso está bien, pero… ¿Y si no es la adecuada? En ese caso se está reafirmando lo incorrecto y eso llevará a optar por la decisión incorrecta. Si uno ha tomado la precaución que propongo de anotar las ideas que aparezcan para que no se olvide ninguna, y lo propongo porque si no se hace así, la mente no va a estar despejada para actuar libremente, sino que una parte suya se va a quedar pendiente de que no se olvide la opción primera y de ese modo no puede trabajar con plena dedicación y libertad. Para quien aún no lo tenga claro, conviene que sepa que la mente no es un ente autónomo que ha de funcionar por su propia voluntad y cuyas propuestas se han de acatar sin discusión desde la suposición equivocada de que los pensamientos de nuestra mente son nuestros propios pensamientos. La mente divaga. La mente –siempre- está condicionada, nunca es libre. La mente tiene tendencia a ser repetitiva y a actuar mecánicamente aportando la misma respuesta para situaciones similares. Y la mente es un instrumento que, siempre que sea manejada conscientemente por nosotros mismos, sirve para comparar u organizar pensamientos, para analizar ideas, para desarrollarlas y llegar a suposiciones, para cotejar imaginaciones y valorarlas consecuentemente, para desarrollar nuevas opiniones, pero es conveniente que sea bajo nuestra supervisión consciente. Y no creerse que lo que piensa la mente es lo que piensa uno. Otra cosa es que uno no insista en las reflexiones porque es una persona con una inteligencia casi sobrenatural –y esté demostrada su fiabilidad a lo largo de los años- o porque tiene una intuición infalible en la que confía ya que ha demostrado su capacidad. DECIDIR Con la información que ha proporcionado la reflexión, una vez ordenada y dada por buena, el siguiente paso es el de tomar una decisión. La que sea. Las cosas no se tienen que producir por omisión de decisiones sino porque uno es consciente de lo que quiere hacer y lo hace. Para algunas personas tomar decisiones es un asunto complicado. Bien por su falta de confianza y autoestima, o porque se recuerda constantemente que ya se ha equivocado muchas veces y con resultados nefastos y ese autoconcepto se convierte en un enemigo inmovilizador, o porque ante dos alternativas similares no sabe por cuál decidirse, el caso es que sabe que tiene que hacer, hasta es posible que sepa lo que tiene que hacer y cómo, pero… sigue sin decidir. Y decidir es necesario. Sin miedo. O con miedo, pero haciéndolo en cualquier caso. Asumiendo el riesgo y la responsabilidad. Viviendo, ya que vivir implica tomar continuas decisiones. ACTUAR Si se ha hecho el proceso del modo adecuado ya se tiene una decisión que ahora necesita realizarse. Llega el momento de actuar. Ahora es cuando hay que desembarazarse de las excusas, desmontar los inconvenientes, salirse de la noria que da vueltas continuamente a lo mismo, ser maduro, comprometerse firmemente con uno y con su presente y su destino… y hacer… dejar de pensar en “tendría que hacer” y hacer. Es muy conveniente que la vida de cada uno sea lo que uno quiere que sea –dentro de las posibilidades- y no conformarse con excusas. Vivir implica reflexionar, decidir y actuar. Y eso es una responsabilidad que no se debe traspasar a los otros, ni al destino, ni a la suerte, ni a la pereza. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, compártelo y ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
APROVECHAR LA VIDA “Sintió algo tan decepcionante como haber malgastado en la rutina de una noria los pasos que podría haber empleado en un viaje inolvidable.” (José Luís Alvite) En mi opinión, y parece que no soy el único que opina así, a muchas personas nos maltrata una sensación inconsolable de haber perdido mucho tiempo de nuestra vida en cosas que no nos aportaron nada enriquecedor en lo personal ya que fueron una lamentable pérdida de parte del tesoro que es la vida. Ya he dejado patente en varias ocasiones mi incomprensión hacia los “pasatiempos”, a eso de “perder el tiempo”, a los “mata-ratos”, y no me refiero a las cosas que se hacen para ocupar el tiempo en algo satisfactorio como puede ser hacer un crucigrama, ver una película o jugar con cualquier juego, siempre que el objetivo sea conscientemente el placer, o sea, disfrutar de ese tiempo y no “gastarlo como sea” o “perderlo”. Es “matar el aburrimiento” lo que no comprendo del todo, porque existe también la opción de no aburrirse. Aburrirse no es obligatorio ni es inevitable, porque el tiempo de aburrimiento se puede cambiar por el ocio enriquecedor o por cualquiera de las mil cosas que aportan satisfacciones. Nuestro tiempo de vida –ese tiempo, que en realidad es nuestra vida-, está hecho para ser consciente de él, para vivirlo del modo deseado –en la medida de lo posible-, y que cuando no se viva del modo deseado no sea por nuestra culpa sino porque circunstancias inevitables lo hayan impedido. El tiempo desperdiciado, derrochado en la inutilidad, es un tiempo que nos va a pasar factura más adelante y nos va a pesar siempre. Esto, a los más jóvenes les va a parecer algo extraño. Yo también he tenido pocos años y he creído en la infinitud de la vida que se me presentaba por delante. “Tantos años aún por vivir me permiten derrochar una gran parte, porque tengo muchos más”. El proverbio oriental dice, más o menos: “De aquello que no hiciste es de lo que más te arrepentirás”. Ahora, a mis sesenta y uno, veo cosas que no hice y no puedo evitar el arrepentimiento, tal como auguraba el proverbio. Es una sensación de pena por mí mismo, cargada de una nostalgia triste por algo que pudo haber sido y no fue. “Si hubiera…” así comienzan muchos de mis lamentos. Trato de compensarlo y reconfortarme mirando hacia adelante pensando que ahora, que digo que soy consciente, no me va a volver a pasar, y que cada uno de los días que me queden van a estar llenos de vida, llenos de sonrisas y bienestar, llenos de todas las cosas que me gustan. Ahora, parece que soy consciente de que soy el constructor y el responsable directo de esto que es mi presente y pronto será mi pasado, y mi deseo es poder recordarlo mirándole directamente a la cara y con satisfacción, con la agradable sensación de las cosas bien hechas o el deber cumplido. Quiero construir un pasado del que me sienta orgulloso, como una hermosa criatura de mi creación. Quiero verlo sin esos vacíos que no aportan nada –no me importa si son esos vacíos que me aportan descanso o paz, que esos los agradezco-, porque ahora parece que sí me doy cuenta y que veo en el pasado cosas que no quiero que se repitan. Según mi teoría, uno no es responsable consciente ni culpable de lo que haya hecho sin darse cuenta o por falta de conocimiento, pero sí es responsable de lo que hace o no hace a partir del momento en que es consciente de algo. Entonces ya no son válidas las razones o excusas del estilo de: “no sabía…”, “no me daba cuenta…”, “lo hice de un modo inconsciente…” Conviene llegar a La Edad de los Arrepentimientos con el menor bagaje posible de asuntos de los que lamentarse. Conviene levantarse todos los días en paz, con la sensación inexplicable de no tener a los remordimientos rondando, y la auto-imagen personal satisfecha por ser gobernante de la propia vida, y por estar sacándole el jugo, aprovechando o disfrutando cuanto tiene para ofrecer. No me importa repetirlo hasta la saciedad, hasta que me llamen pesado, y lo haré mientras quede alguien que no sea capaz de meterse esto en el corazón, porque meterlo en la cabeza no sirve de gran cosa: A LA VIDA SE VIENE PARA VIVIRLA. ENCÁRGATE DE NO TENER COSAS DE LAS QUE ARREPENTIRTE. NO DESAPROVECHES NINGUNA OPORTUNIDAD DE AMAR NI TE PRIVES DEL PLACER DE SER AMADO. USA Y DISFRUTA TUS SENTIMIENTOS. RESPONSABILÍZATE DE HACER DE TU VIDA UNA VIDA SATISFACTORIA. VALORA TU DIGNIDAD, DEFIÉNDELA CUANDO SEA NECESARIO. SÉ BUENA PERSONA. UNA PERSONA DE RESPETO, HONRADA, MODESTA, HONORABLE. SÉ FELIZ. Porque a esto es a lo que se viene a la VIDA. Y a VIVIR. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
ABRAZAR Y SER ABRAZADO: PLACERES DE DIOSES En mi opinión, abrazar a alguien, abrazarle desde el corazón y acogerle entre los brazos con amor, o ser abrazado por alguien, abrazado desde el corazón, y ser acogido entre los brazos con amor, es un auténtico placer de Dioses. Y es que un abrazo real no miente. No dice nada con palabras –porque no son imprescindibles en estos casos-, pero no miente, porque no es algo que se pueda fingir. Un abrazo es un regalo impagable, porque es una muestra de auténtico cariño. Me estoy refiriendo, lógicamente, a los abrazos verdaderos, a esos que brotan del alma y son un impulso de comunión con la otra persona, de querer acoger al otro y fundirse en él. Son un contacto piel con piel –incluso aunque estemos vestidos- porque con el abrazo se consigue que no haya nada que separe a ambos, no hay espacio sin rellenar, no hay barreras, no hay distancias. Sólo hay dos que aspiran a convertirse en uno. Uno unido al otro, ambos formando la unicidad. Un abrazo reconforta. Hace creer en el amor, en la sinceridad, en el otro. Es un lazo de sinceridad que une a dos personas con el mismo sentimiento. Un abrazo consuela cuando se necesita consuelo. Un abrazo es un punto sólido al que aferrarse cuando uno está a punto de ser arrastrado por el dolor. Un abrazo siempre dice te acepto y te quiero. Un abrazo es una entrega sin condiciones de uno hacia el otro. Un abrazo sólo lo puede dar el Yo sincero y puro que somos o que nos habita. Un abrazo es del todo verdad. Y aunque no resuelva nada –porque a veces hay cosas que son imposibles de resolver-, al menos le hace ver al otro que nuestra entrega es incondicional y que somos sus aliados en sus necesidades. Un abrazo es una transferencia de energía, de buenos deseos, de cuidado, de sinceridad, y de amor en cualquiera de sus medidas. Un abrazo es alimento muy necesario y muy apreciado para el bienestar emocional. Un abrazo es una manifestación gratuita que no necesita de un motivo justificado para que se produzca. Puede ser un lenguaje amoroso para quienes no se atreven a decir con palabras lo que siente el corazón. Son interminables, no se agotan. Por eso se pueden y se deben dar sin racionarlos, sin motivos que ejerzan de justificación, y sin que el otro se vea obligado a pedirlos. Un abrazo sin palabras, y sin prisas, es sellar un pacto con el otro de sinceridad, de entrega, y de cuidado. Abraza. Siempre. Cada vez que puedas. Aún en la distancia, cuando haya un impedimento físico que lo impida. Y jamás rehúyas los abrazos cuando veas que vienen cargados de buena voluntad. Disfruta y haz disfrutar del maravilloso mundo de los abrazos. ¡Pues sí que son realmente importantes los abrazos! Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
ANUNCIO: CAMBIO MI FAMILIA POR AMIGOS
buscandome posted a topic in Vida, Familia, Salud y Conciencia
ANUNCIO: CAMBIO MI FAMILIA POR AMIGOS ADVERTENCIA: Si eres una de esas personas que tiene una excelente relación con todos los miembros de su familia, ante todo mi admiración y mis felicitaciones. Enhorabuena. De todo corazón. No es necesario que sigas leyendo. Es mejor que el próximo tiempo lo dediques a disfrutarlos aún más y, si no los tienes cerca, te dediques a pensar en ellos y a sonreír y sentir felicidad pensando en ellos. Si eres del resto de personas, los que tenemos algún tipo de conflicto con uno o varios miembros, los que no sabemos casi nunca cómo tenemos que actuar para acertar y para que no sea cada una de nuestras acciones o palabras el inicio de la tercera guerra mundial, te voy a relatar lo que yo he visto y lo que sé, que no tiene por qué coincidir expresamente con otros casos y ni siquiera con la verdad. A fin de cuentas, todos sabemos que nos relacionamos más a menudo con nuestras percepciones de la realidad, y con nuestra opinión de esa realidad, más que con ella misma. Lo que veo es que en las relaciones con los familiares, y aunque no seamos conscientes de ello, aunque no lo hagamos con esa intención, en el fondo todos abrigamos la idea –insisto: aunque no salga a la luz de la consciencia- de que tenemos obligaciones y tenemos derechos. Al sentir ciertas cosas como obligaciones, puede que lo estemos haciendo, ligera o descaradamente, mostrando una cierta molestia, mala cara, un poco de reproche, una parte de queja… En cualquier caso, lo que sí estamos esperando es que, antes o después, nos sea recompensado, o se valore y se tenga en cuenta el esfuerzo. Cuando uno está en el lado opuesto –el de los derechos-, lo que piensa es que su esposa es en alguna medida su sierva, que la madre está incondicionalmente a su servicio, que los hijos son pequeños esclavos… y sin darse cuenta, uno puede llegar a tiranizar a los que se encuentran a su alrededor. Y lo que es peor: no tendrá cargo de conciencia por lo que está haciendo. La principal diferencia con respecto a las amistades, es que con éstas tenemos o sentimos libertad. Libertad de seguir con ellos o no –con respecto a la familia parece que tenemos la obligación de seguir juntos-, y libertad para poder expresarnos con relativa tranquilidad –hablo, por supuesto de los verdaderos y buenos amigos-, y libertad para estar un tiempo sin verlos, descansando de ellos, sin tener por ello un cargo moral de conciencia. Las relaciones familiares –insisto: cuando no son agradables- se sienten como una carga de la que uno no puede deshacerse y tiene que soportar indefinidamente. Y hay quien desconecta su mente y sus sentimientos de ellos y aparentemente no se siente afectado por no tener una buena relación amorosa o cariñosa, y hay quien tiene sufrimientos y remordimientos porque se siente una mala persona –o un mal hijo o una mala hermana o un mal…- por el hecho de no querer a alguno de sus familiares. Pero… ¿es obligatorio amar a un mal padre o amar a un mal hijo? ¿Se puede obligar uno a amar? ¿Se puede sentir un amor impuesto? Conozco a una mujer cuyo padre abusó sexualmente de ella durante varios años durante su infancia y ahora, además de la rabia contra él por lo que le hizo, tiene al mismo tiempo un gran pesar porque no es capaz de amarle y siente que debería amarle por ser su padre. Un tremendo conflicto. Sería muy interesante que reflexionaras sobre ello y comprobaras tu opinión al respecto antes de seguir leyendo… En mi opinión, no es “obligatorio” amar a los padres, ni a los familiares, ni a nadie. El amor es una expresión natural que no se puede forzar. O se ama libre y voluntariamente o no se ama. Un padre –por ejemplo- no tiene derecho al amor de sus hijos por el simple hecho de haber participado en su engendramiento, sino que Ser Padre es un título y un honor que se ha de ganar a lo largo de los años demostrando que se cumple la tarea como tal. También un familiar puede amar a otro familiar si siente que hay motivos suficientes y que han brotado naturalmente, o puede no amarle por lo contrario. Eso sí, hay que tener mucho cuidado al basar el aprecio o el rechazo hacia otro en suposiciones o deseos interesados. Si yo le pongo una serie de exigencias o previsiones o deseos a la otra persona para amarla, mi amor ya no está siendo libre, como debe ser, sino que es un “amor” interesado basado en el cumplimiento de unas condiciones impuestas. Error. Las relaciones siempre pueden llegar a ser complicadas si no ponemos un poco de comprensión por nuestra parte y un poco de buena voluntad. Los otros no siempre son “perfectos” de acuerdo con nuestros deseos y aquí conviene tener manga ancha y tener a mano una sonrisa comprensiva que acepte la humanidad del otro y los inconvenientes que eso conlleva. La diferencia sustancial de la diferencia entre familia y amigos está en que con los primeros se convive menos y se hace con una actitud menos exigente y más permisiva, y con los familiares aplicamos más los derechos y obligaciones, que son la base para los desencuentros. Modifico el título. Ya no cambio mi familia por amigos. Quiero familia –y colaboraré en lo que esté en mis manos para que sea la mejor posible- y quiero amigos. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum -
NO ES LO MISMO SABER QUE SER En mi opinión, la mayoría de las personas tenemos la mala costumbre de confundir “ser capaces de repetir“ con “saber“, y confundimos “tener información“ con “conocer“. Damos por supuesto que por el hecho de haber podido acceder a cierta información, y por ser capaces de retenerla en la memoria y poder repetirla, eso nos convierte casi casi casi en eruditos. O en sabios. Error. Las palabras en sí no tienen más poder que el que les otorgamos y autorizamos. No creo que, a estas alturas, sea necesario recurrir al tópico de que la palabra agua no quita la sed y la palabra fuego no quema. Así nos pasa: que hemos oído decir algo, o hemos leído algo, y en ocasiones creemos que por ello nos hemos convertido en doctos expertos en la materia. Y –vuelvo al tópico- creemos que por poder pronunciar la palabra amor ya somos capaces de amar de un modo incondicional y con toda la intensidad que el amor lleva implícita. La teoría, mientras no deja de serlo para convertirse en realidad práctica, mientras se mantiene en el terreno de la palabrería o la utopía, no aporta nada más que una información que ocupa un lugar destinado a la realización. Lo que uno sabe no es lo que uno conoce. Saber es poder repetir. Conocer es haber experimentado. La teoría y la información no son la persona. A la persona no la forman o transforman las circunstancias de su vida simplemente porque le sucedan, por el hecho físico o histórico en sí, sino que el aprendizaje y crecimiento que obtiene de ellas es por cómo las elabora, cómo las integra, y por lo que hace con esas circunstancias que le ha tocado vivir. Vivir no es simplemente respirar –eso es tener las costantes vitales activadas- ni es dejar que transcurra el tiempo -que es algo ajeno a nosotros sobre lo que no tenemos control porque transcurre a pesar de nuestra desatención-, y lo que llamamos “tiempo“ no es más que una forma de denominar las divisones temporales en las que partimos lo que realmente sí existe: la vida. Saber cosas, en mi opinión, no es algo especialmente importante. Sí que es útil, a veces, pero no lo suficientemente enriquecedor como para conformarse con ello y darse por satisfecho con la acumulación de información, porque mientras no se lleve a la práctica cotidiana todo eso que se conoce no tiene utilidad personal real. Lo interesante es la experimentación, la vivencia, porque eso es lo único que aporta algo útil, algo que no es tangible pero sí es notable. Sólo lo que se integra en Uno y forma parte de Uno deja de ser una teoría para ser una realidad. No es importante lo que sabemos, sino lo que hacemos con lo que sabemos. Así como tampoco es importante lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa. Además, un burro no deja de ser burro porque vaya cargado de libros. “Yo sé“, no es ni debiera ser “yo diferencio entre una cosa y otra“, ni tampoco es ni debiera ser “yo recuerdo“, ni “yo soy capaz de repetir“, sino que “Yo sé“ debiera ser poder afirmar “Yo soy esa cosa, y esa cosa forma parte de mí“. Las teorías, las técnicas, los métodos, las fórmulas... no son nada más que instrumentos sin alma, carentes de utilidad si no se ponen en práctica. En el Desarrollo Personal se habla de “La Realización“ o de “Realizarse“. Realizarse significa “hacerse realidad“. Convertir en realidad el proyecto de Ser Humano que somos. Hacer realidad la potencialidad innata con la que llegamos al mundo. Tenemos en nosotros el potencial para llegar a ser tan perfectos como en esencia ya lo somos. En su etimología original, lo perfecto es lo concluido. El Proceso de Desarrollo Personal nos acerca a esa conclusión de lo que se supone que hemos de ser. Una querida amiga, muy esotérica, dice que todos estamos Iniciados, lo que no estamos es Terminados. Y esa es nuestra tarea en esta vida: Experimentarnos. Hacernos realidad. Saber quiénes somos y ser quienes realmente somos. Te dejo con tus reflexiones... (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
¿HAY QUE PREGUNTARSE POR QUÉ O PARA QUÉ? En mi opinión, que es la de una persona que le da a las palabras la importancia que tienen, en la mayoría de las ocasiones sería más conveniente que las preguntas comenzasen con un ¿Para qué? en vez de con un ¿Por qué? ¿POR QUÉ? Busca conocer el origen, la causa o el motivo de un asunto. ¿Eres de las que se preguntan el “por qué”? En el “por qué” hay, sobre todo, una especie de curiosidad, aunque si uno encuentra la respuesta verdadera a la pregunta que se quiere hacer –aunque la enuncie mal- es estupendo. Lo menos estupendo es que una vez satisfecha la curiosidad que hay tras ese “por qué” ahí se acabe todo y no se resuelva. ¿PARA QUÉ? Se emplea como medio de conocer las consecuencias o razones por las cuales ocurre, se produce, o se hace algo. ¿Eres de las personas que se preguntan el “para qué” de las cosas? Te recomiendo que lo hagas. En el “para qué” hay más implicación personal. Es una pregunta de los que saben que toda causa provoca un efecto, que todo tiene un sentido aunque no siempre se comprenda, y quieren saber qué les va a aportar eso que ha sucedido. Aceptan el dolor o la sensación de la situación que les ha ocurrido, pero no quieren que eso sea gratuito o que no vaya a servir para nada, así que se preguntan “para qué”. Se acepta lo que haya sucedido, pero hay un interés espiritual en saber “para qué”. ¿Para qué tenía que vivir yo esta experiencia? ¿Para qué es necesaria? Ese “para qué”, lo adelanto, provoca en muchas ocasiones un desasosiego personal, porque de pronto uno se encuentra sin respuestas para unas preguntas que hasta ahora no se habían manifestado, dejándonos –ilusoriamente- en paz. ¿Todo tiene un “para qué”? Y si hasta ahora vivía más o menos tranquilamente sin saber el “para qué” de lo que me sucedía… ¿Para qué tengo que liarme ahora con este nuevo torrente de preguntas que me van a obligar a plantearme o replantearme muchas cosas y a padecer la incomodidad en la que viviré hasta que vaya encontrando respuestas? No pretendo desanimarte, pero te lo advierto porque es el precio a pagar si quieres, de verdad, avanzar en tu Camino de Desarrollo Personal, en el que solamente sirve la verdad de la verdad, y en el que la omisión o el autoengaño no son más que trampas y zancadillas. Interesarse en el “por qué” de las cosas es un camino más tranquilo. Es más mental y un poco intelectual, como si fuera una pregunta del ego que quiere satisfacer su curiosidad, mientras que en el “para qué” hay una pasión y una intranquilidad interna que al mismo tiempo llevan implícito un interés más auténtico y más profundo. “Para qué” responde al sentido más espiritual que tienen las experiencias en la vida, responde a quienes sienten y saben que todo lo que les sucede en la vida tiene una razón y un objetivo. “Para qué” es una pregunta a la que le cuesta encontrar respuestas, pero cuando éstas aparecen… la paz se instala, las cosas adquieren otro sentido, la comprensión desde el alma se manifiesta, el puzzle de la vida va cogiendo forma y se va percibiendo mejor… “Por qué” aporta mucho, pero “para qué” aporta más y mejor. No es un juego de palabras ni una puede sustituir a la otra. De momento, te sugiero que sigas como hasta ahora, con “por qué”, pero hazte más a menudo la pregunta de “para que´”. Te sorprenderás con las respuestas cuando aparezcan. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
¿SE LE PUEDE EXIGIR A DIOS? Comienzo reconociendo que este es un artículo destinado –aunque no es mi intención- a crear polémica, a incitar una discusión, o a remover unos principios asentados, ya que, en muchas ocasiones, nos han dicho que a Dios hay que dirigirse con humildad para rogarle, o que hay que aceptar el destino –me refiero al destino duro y difícil- con resignación. Te adelanto que no voy a dar ninguna solución ni respuesta concluyente. Si sigues leyendo tal vez encuentres una respuesta –tu respuesta- o tal vez te aporte más confusión. Tú decides si quiere seguir. Una amiga mía dice que cuando uno se dirige a Dios a pedirle algo tiene que hacerlo con determinación, siendo consciente del derecho al merecimiento, y que hay que pedir a lo grande –ya se encargará Él de dar lo que considere que es lo justo-, sin miedo, y que si uno se dirige a Dios desde una innecesaria y desorientada humildad, y comienza con un preámbulo en el que diga: “Señor, yo, que soy un pobre gusano, vengo a pedirte…” Dios no te deja terminar la frase, porque inmediatamente, por su generosidad, te dará una gran hoja de lechuga. Si uno entiende a Dios como su Padre, si uno entiende a Dios como el súmmum del amor, o si uno sabe que por el hecho natural de Ser Humano ya tiene derecho a la felicidad, y a que le vayan bien las cosas… cuando se dirige a Dios… ¿Le puede exigir más cuidado, más atención, o mejores cosas? Si uno se siente mal con las cosas de su vida –y “sentirse” no quiere decir que sea una realidad, sino que simplemente es un estado de ánimo ante una situación-, o si uno se siente desatendido o abandonado… ¿Tiene derecho a pedirle que le haga sentir claramente que sí es importante para Él –y por ello le reclama su cuidado- y que necesita un descanso en sus problemas o una luz o una fuerza extra para resolverlos? ¿Hasta qué punto se puede poner uno serio con Dios para manifestarle su descontento por lo que ocurre en su vida? ¿Hasta dónde puede reclamar o mostrar su disconformidad o enojo? ¿Realmente el único modelo de referencia ha de ser el Santo Job y su inagotable paciencia? En mi opinión, uno es responsable en gran medida de su propia vida y de las cosas que pasan en su vida –no siempre ni al cien por cien-, y tiene la obligación de hacer de ella lo mejor y lo más digno, pero cuando no logra hacerlo bien del todo y las circunstancias se ponen muy duras… ¿Puede encargarle a Dios que le saque del atolladero? Esto es un poco difícil de entender para los que no quieren creer, porque es indemostrable pero, según la teoría de las reencarnaciones, es posible que uno tenga que atravesar situaciones muy complicadas y dificultosas para aprender y para progresar en su evolución. La realidad es que cuando uno está al borde de la desesperación le llegan a importar muy poco las teorías y lo que quiere es acabar inmediatamente con su penar, y en vez de seguir hasta el final para sacar la enseñanza que tenga que aprender lo que quiere es que alguien –Dios en este caso- le saque de su situación y se la cambie por otra más llevadera. Es entonces cuando se Le pide –se dice que hasta los ateos le piden algo de vez en cuando a Dios-, pero… ¿Cómo se le pide? ¿Realmente alguien cree que Dios desea que se Le suplique con desesperación, desde la indigencia moral o la humillación? Suponer eso sería como suponer que Dios tiene un ego muy grande y necesita eso para sentirse superior. Y no es así. Tal vez Dios lo que siente ante la desesperación de las peticiones, ante las lágrimas y las congojas, ante el sufrimiento manifiesto, es una lástima humana, una compasión pura, un deseo de acogimiento ofreciendo su hombro o su abrazo –que se pueden llegar a sentir…-, pero al final ayuda en la medida que considere necesaria. Esta mañana leí esta frase: “Un buen padre no es alguien en quien puedas apoyarte, sino alguien que te ayude a librarte precisamente de tu tendencia a apoyarte”. Y da para reflexionar mucho… Por otra parte, tal vez exista o debiera existir la “Teoría de la Irresponsabilidad” diciendo que si uno es un irresponsable y no hace lo que sería conveniente que hiciera, si no toma las decisiones que sería conveniente que tomara, si no se enfrenta a lo que sería conveniente que se enfrentara, o si, por el contrario, hace todo lo que sería conveniente que no hiciera, entonces, en aplicación de la ley de Causa y Efecto, lo lógico es que después le vayan mal las cosas, y es casi justo que pague por ellas. ¡Quién sabe!, entonces tal vez Dios le responda que no puede ayudarle y que uno tiene que ser consecuente y aceptar el resultado de su irresponsabilidad. Y, ¡quién sabe!, tal vez lo mejor sea que Dios no se conmueva con sus peticiones, haga oídos sordos, y le deje con las consecuencias de sus acciones o inacciones para que aprenda. Los padres y madres entienden un poco de esto. A veces, es necesario dejar al niño que soporte las consecuencias de sus actos para que aprenda qué es lo que no tiene que hacer la próxima vez, porque si le rescata, si no le deja que sea consciente de los resultados de sus actos, no habrá aprendido. Recuerda la frase que has leído un poco más arriba. En mi opinión –que no tiene por qué ser la correcta- hay que pedir sin miedo, y si es algo que se siente que corresponde por justicia, por merecimiento, hay que pedirlo con firmeza. No con altivez, no con insolencia, no exigiendo-imponiendo, sino con fe y confianza en que uno tiene derecho –teniendo en cuenta lo de “hoy por Ti, mañana por mí”-. O sea, partiendo de la base de que uno haya hecho de algún modo méritos para merecer. En mi opinión, hay algo que se puede hacer para tener más solvencia cuando se le pide algo a Dios, y es llegar a un pacto con Él –y, por supuesto, cumplirlo- de entregar a los otros una especie de diezmo. No hablo de dinero, que no siempre es posible, sino que se puede dedicar una parte del tiempo de la vida a ayudar a los otros –en la medida de lo posible-, a escucharles, a compartir lo que se tenga –ya sea compañía o una sonrisa-, a velar por la buena marcha del mundo, a rezar por quien lo necesita, a contagiar lo que de bueno se tenga… Está bien pedir, pero también está bien dar. Y quien primero da, tiene un poco más de derecho a pedir. EPÍLOGO Hay un refrán que dice: “A Dios rogando y con el mazo dando”. O sea, que está muy bien eso de pedir o exigir –pero desde el derecho que uno tiene por su comportamiento y mérito, y no desde una exigencia déspota-, pero al mismo tiempo hay que hacer todo lo que esté en nuestras manos, poniendo todo de nuestra parte, para lograr lo que pretendemos, y no quedarnos en la petición y esperando la solución por parte de Dios o de los otros. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado el artículo, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
ME GUSTAN LOS INCORFORMISTAS CONSTRUCTIVOS En mi opinión, el inconformismo es una de las cualidades interesantes del Ser Humano. Aún es más interesante cuando ese inconformismo es constructivo, o sea, aporta alguna utilidad. Hay un tipo de inconformismo que se queda en la protesta y posterior berrinche, en una sensación frustrante de no querer aceptar lo que esté sucediendo mientras que tampoco se hace nada para resolverlo. Ese es un inconformismo inútil que no va más allá de la pataleta infantil en la que uno se queda enrabietado, protestando a gritos o silenciosamente, pero casi más satisfecho con su propia rabia que con la solución. Se queda nada más que en el rechazo, pero no propone ni provoca una solución. Siempre he estado en contra del sectarismo y un poco afligido por las personas que pertenecen a esas sectas que les inculcan las ideas, las ideologías, lo que tienen que pensar, lo que tienen que creer, y hasta lo que tienen que sentir. Es contraproducente y dramática esa renuncia absoluta a sí mismo y a sus principios para evitarse el tener que hacer sus propias cavilaciones y tomar sus propias decisiones, y es trágica esa aceptación incondicional de lo que otros le inculcan sin molestarse en revisarlo o en modificarlo con sus propias ideas. Es lo que unos dicen de los que acatan y obedecen las cosas de la Iglesia sin objeciones –ya que poner algo en duda se entendería como pecado-, o lo que otros dicen de los Testigos de Jehová por el mismo motivo de falta de opinión propia, o cualquiera de las muchas sectas con reglas y normas totalitarias. Uno puede ser Cristiano, o Ateo, o Testigo de Jehová, o de cualquier otra religión o doctrina o creencia, siempre que pertenecer a cualquiera de ellas le dé libertad para seguir siendo él mismo, y para que pueda hacer las modificaciones que considere oportunas, para dudar cuando dude, y para no estar de acuerdo con alguna parte del todo, sin que se penalice por todo ello. Me incomoda que haya personas que no son capaces de pensar por sí mismas y tener sus propias filosofías –cotidianas o religiosas- y se manejan con lo que otros les dicen u ordenan, y siguen con los ojos y la mente y el corazón cerrados a ciertos gurús, o repiten como un loro lo que dicen algunos maestros sin antes pasarlo por el tamiz de su corazón. Existe lo que se denomina inconformismo constructivo, y se refiere al hecho de que cuando uno no está de acuerdo con alguna de las cosas que se le presentan en la vida, en vez de quedarse en el refunfuño, o de sacar los defectos que ve y sus motivos de queja con el fin de herir o de pretender mostrar una supuesta superioridad, haga una aportación positiva, dé una opinión provechosa, haga alguna contribución eficaz con sus sugerencias, o sea, que ayude, que contribuya, que colabore en la mejora. A mí me gustan las personas que me hacen cuestionar lo que pienso o lo que creo. Me encantan. No me cierro a recibir nuevas opiniones o puntos de vista atrincherándome en unas ideas mías que pueden correr el riesgo de quedarse arcaicas y, además, cortas porque yo no he sido capaz de ver algo más o mi punto de vista es muy cerrado y pequeño. Me encanta el que me hace ver lo que no está bien y es posible mejorarlo mientras que, al mismo tiempo, me aporta una posible solución o una forma de mejoramiento. Y en eso creo que podemos ayudar todos, colaborando en la mejoría de las cosas, siendo positivos y constructivos, aportando, construyendo… Es bueno que nadie se conforme con las cosas que tienen posibilidades reales de ser mejoradas. Es bueno ser un inconformista. Es bueno cuestionar y cuestionarse… siempre que haya una buena intención detrás. Es bueno no acatar las dictaduras, rebelarse si apetece contra los dogmas, huir de los sectarismos, no obedecer si no se está de acuerdo, verificar que las verdades sean verdades… pero también es bueno que todo eso se haga desde la mejor actitud y con la mejor intención. Piénsalo… comprueba a ver si te gustaría ser inconformista constructivo y, si te gusta… adelante. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum