
buscandome
Warianos-
Posts
1,695 -
Joined
-
Last visited
-
Days Won
23
Everything posted by buscandome
-
¿QUÉ ME PASA? Esta es la pregunta inicial para un recorrido interno que abarque emociones reprimidas, un pasado desconocido, un inconsciente sin explorar, la vida que no se ha vivido y el ruido que ha ahogado al silencio. ¿Qué me pasa? Es una pregunta que encierra una reprimenda -leve- una protesta -necesaria- un deseo de saber -saberse- y ganas de VIVIR. ¿Qué me pasa? Y que espere el mundo de fuera, que la vida pare lo frenético de su ritmo, que todo espere, porque la respuesta a la pregunta es la solución para una vida llena de VIDA. Francisco de Sales (Más poesías en www.franciscodesales.es)
-
VIVIR MAL LA VIDA En mi opinión, tenía mucha razón Séneca cuando dijo: “No es que tengamos poco tiempo, sino que desperdiciamos mucho” Estamos muy ocupados en HACER NADA mientras que el tiempo de vida que nos ha sido concedido va transcurriendo a un ritmo estricto tanto si estamos pendientes como si estamos absurdamente distraídos de la hermosa delicia de vivir y malgastándolo. El consumo de ese tiempo es continuo y constante, y a él nada le importa si estamos durmiendo, o “dormidos” –que es peor-, o si estamos absolutamente conscientes haciendo el milagro que es vivir con atención e intensidad. A él no le importa, pero a nosotros sí debiera importarnos. Caemos una y otra vez, a cada instante, en ese autoengaño destructivo de suponer que vamos a ser eternos. Pocas veces tomamos consciencia de que cada día nos queda un día menos de seguir viviendo, de gozar esta maravilla irrepetible que es estar vivos, que es aún es más maravillosa si en este momento nos acompañan la salud y una mente que funciona bien. Pensar en que en algún momento perderemos algunas de las facultades de las que ahora disponemos, y que ya no seremos ágiles y no podremos hacer con nuestro cuerpo ciertos movimientos, y que es posible que nuestra mente se vaya deteriorando, y que se nos apague poco a poco el espíritu, que se vayan agotando las ganas de hacer cosas, que no tengamos a nuestro lado a ciertas personas que son tan importantes en nuestra vida… pensar en ello es interesante, y no ha de ser motivo para entristecerse, sino todo lo contrario: ha de servir para ser conscientes de las capacidades y facultades que tenemos en este momento, de la VIDA VIVA que aún nos queda, de las posibilidades tan encantadoras que no estamos aprovechando bien, de la gente querida que tenemos hoy vivas y en nuestro corazón, y ha de servirnos para ver todas las cosas de otro modo, para cambiar cualquier gesto serio que tengamos por una sonrisa resplandeciente, para sacar brillo a nuestra mirada, para manifestar lo que tengamos callado o acallado en algún sitio, para tomar la firme decisión de no seguir aplazando esas cosas que aplazamos continuamente, para relacionarnos más -y más intensamente- con la vida y con los vivos. No hacer lo que nuestra alma nos pide hacer, ES VIVIR MAL LA VIDA. No llevar adelante ese plan de vida y esos proyectos que tenemos en la mente, ES VIVIR MAL LA VIDA. Privarse de cosas que deseamos y están a nuestro alcance, que son posibles y no perjudican a otros, ES VIVIR MAL LA VIDA. Parece mentira la paradoja tan dramática en la que caemos: venimos al mundo a VIVIR y nos conformamos con estar, con vegetar, con dejar que se consuman los días uno tras otro mientras solamente estamos pendientes de las urgencias, de los problemas, del trabajo… y DEJAMOS PARA NUNCA lo más importante, que es VIVIR, porque los ratos libres que tenemos los usamos para descansar –que es necesario-, o para relajarnos y desocupar la mente –que es necesario-, pero aplazamos una y otra vez la tarea primordial, la que se constituye en el sentido de estar aquí, que es VIVIR LA VIDA. Y luego, claro, llega un día de una tensión especial, o un día en el que ha habido una tragedia, o que hemos ido a un entierro, y NOS REPROCHAMOS ESTE VIVIR MAL, este no estar pendientes de nosotros mismos, este no darnos las satisfacciones que merecemos, este reír poco por esta seriedad que hemos incorporado a nuestra vida, o llega nuestro cumpleaños o el día de Nochevieja, y volvemos a pensar lo mismo: “Un año más” –QUE EN REALIDAD ES UN AÑOS MENOS-, “otro año que se me ha pasado y no me he enterado”, y viene un pequeño reproche que no sobrevive hasta el día siguiente, porque el día siguiente nos espera con sus brazos rutinarios abiertos para que volvamos a lo de siempre, que es acumular más desatinos y despropósitos, reunir más motivos de queja y arrepentimientos, con la añadida dramática gravedad de que cuando un año después volvamos al mismo planteamiento será peor: tendremos un año más de calendario –que es un año menos de vida- y aún más remordimientos. Vivir mal la vida… qué desdicha y qué desastre… Tal vez este sea el momento idóneo para comenzar a VIVIR TU VIDA. DEPENDE DE TI. SÓLO DE TI. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
MANTENER LOS APEGOS ES CONTRAPRODUCENTE En mi opinión, desperdiciamos mucho tiempo y mucha energía en mantenernos aferrados a los apegos ya que, generalmente, sólo nos aportan frustraciones, disgustos, rabia, y desengaños. Lo que voy a relatar lo manifiesta de un modo muy gráfico. Otra persona y yo compramos hace un par de años dos ordenadores idénticos: el mismo día, la misma marca, el mismo modelo, y sólo se diferencian en el color, ya que el mío es negro y el otro es rosa. El mío ha funcionado y funciona perfectamente, sin ningún problema en todo este tiempo. El otro ha tenido problemas desde la primera semana y lleva varios meses sin funcionar –y, por lo tanto, sin poder ser usado- pendiente de llevarlo a arreglar. He decidido comprar uno nuevo y le ofrecí a la otra persona regalarle el mío. No, dijo. Que no. Que el suyo es el rosa y que ella quiere el rosa. No han servido ninguna de mis argumentaciones: que lo puede usar desde ya, que no tendrá que molestarse en llevarlo a arreglar y recogerlo después, que no tendrá que seguir gastando más dinero en reparaciones, que el color no es importante porque sólo lo usa en su domicilio… Que no. Que es el SUYO. Y ahí se le notaba el apego a la máquina. Porque sólo es una máquina. Las cosas sólo son cosas. A un ser vivo –persona o animal- que responde afectivamente en una relación se le puede tomar cariño o se puede llegar a intimar, pero con una máquina… Está claro que su relación con la máquina no es satisfactoria ni le aporta nada interesante o provechoso, así que… ¿Por qué o para qué seguir apegado a ella? Ahora, si lo deseas, extrapola esto a cualquiera de esos aspectos, actos, costumbres o relaciones tuyas, en los que sospeches que puedes encontrar que hay un apego. Observa con imparcialidad, desde fuera, como si fuera algo desconocido que ahora tienes que conocer y comprender. Y te recomiendo que lo revises todo, incluso lo que aparente estar bien. ¿Encuentras algún apego emocional o personal con alguna cosa o con alguien? Porque lo mismo que no son interesantes –ni necesarios- los apegos con las cosas, tampoco son interesantes –ni necesarios- los apegos con algunas personas. Revisa todo aquello que en alguna ocasión te ha dejado aunque sea una leve inquietud, una callada desaprobación, una sensación desagradable… o la más grande frustración y el más grande dolor. Y deshazte de ello. Presérvate. Evita que las cosas o las personas te perjudiquen. Ponte a salvo. Uno de los problemas más notables de los apegos es que ellos nos tienen prisioneros en una relación que no siempre es satisfactoria, pero tampoco nosotros hacemos nada por escapar de esa relación que es insana en demasiadas ocasiones. Revisa, con tiempo, con atención, todo o casi todo, sin pre-juicios y sin dar nada por eliminado hasta verificar que se puede descartar. Y date cuenta de esto: No tenemos apegos, ellos nos tienen a nosotros. Elimínalos y tendrás acceso a una paz y una satisfacción que te alegrará. Y mucho. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
LA AUTO-TRASCENDENCIA En mi opinión, el Ser Humano se enfrenta en su vida a muchas situaciones que no comprende, y tiene que hacer frente a inquietudes personales y espirituales que ni siquiera sabe cómo definir, dónde situar, o quién es el que las plantea, o desde dónde y por qué surge esa necesidad. El Ser Humano vive en un mundo de emociones y sentimientos que rigen su vida de algún modo pero no es capaz de comprender ni controlar, lo mismo que es regido por una mente que desconoce, cuya forma de proceder no domina, y que le gobierna desde una dictadura a la que le resulta difícil oponerse. El Ser Humano es incapaz de responder a la mayoría de sus porqués y paraqués, de sus cómos y cuándos, y por ello sufre sin control y duda y duda y duda. A pesar de ello, en su interior, algo que no es capaz de expresarse de un modo comprensible -usando las palabras necesarias y dando las explicaciones pertinentes-, requiere atención, reclama que se le dedique consideración, insinúa muy sutilmente promesas que no concreta con respecto a estar bien, a mejorar, a encontrarse consigo mismo pero sin explicar qué quiere decir con ello, y uno sufre esa inquietud sin nombre y sin directrices buscando y buscándose sin saber qué es lo que busca ni dónde tiene que buscarlo. Como se ha podido comprobar hasta ahora, un caos. La trascendencia es aquello de índole muy importante que está más allá de los límites naturales, teniendo que entender por “límites naturales” los que vemos como humanos -que, por cierto, no son los mismos que los límites reales de nuestras capacidades reales-, pero como somos humanos, si no somos capaces de ver más allá de los límites que nos auto-imponemos, nos quedamos frenados, rendidos, un poco inútiles. Trascender es empezar a conocer o a saber algo que estaba oculto. Así es y así lo dice el diccionario. Eso requiere tiempos de introspección, o sea dirigir la mirada interior a los propios actos cotidianos, a los pensamientos que no presenta nuestra mente, a los estados de ánimo -para buscar y encontrar el origen que los motiva-, a las reacciones explosivas no meditadas… requiere atención y dedicación, y es una tarea para toda una vida. Toda una vida de satisfacciones para el buscador incansable, porque cada cosa que encuentra en sí mismo que le satisface es motivo de entusiasmo y alimento para su autoestima, y cada cosa que encuentra que no le satisface le brinda la oportunidad de modificarla o reconducirla, así que en cualquiera de los casos todos los descubrimiento han de ser origen de satisfacciones. Trascender es estar o ir más allá de algo, no quedarse en la superficie de la cotidianidad y la costumbre, no conformase con lo que se cree conocido o lo que se cree que no se puede resolver, no aceptar los frenos autoimpuestos y ansiar lo que esté un poco más allá de nuestra vista y nuestra comprensión actuales. Es algo que una intuición ancestral nos dice que hay, que existe, y que podemos alcanzar con interés y perseverancia. Trascender, en el sistema kantiano, es traspasar los límites de la experiencia posible. Hay algo más, eso ya no hay quien lo dude, incluso aunque no se sea capaz de imaginar o de explicar a qué se refiere, todos “sabemos” que hay algo más y nuestra alma o nuestro espíritu nos reclaman esa búsqueda; hay experiencias que van más allá de lo rutinario, de lo que vemos con los ojos de diario, de lo que hemos degradado a la categoría de vulgar, y esas experiencias son necesarias para seguir dando los pasos de regreso al Uno Mismo. Trascender es penetrar, comprender, averiguar algo de lo que desconocíamos su existencia, o que no lo recordamos porque este cuerpo y estas circunstancias y esta mente limitada no son capaces de acceder a ello. El proceso de auto-trascendencia aparentemente parte del exterior, llegar al interior, y a partir de ahí sigue hacia lo superior. Eso es lo que se nos propone y es una buena propuesta que te invito a aceptar. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
EQUIVOCAR LOS PASOS En mi opinión, no es grave equivocar los pasos si se acierta con el Camino. Es habitual equivocarse, no acertar siempre, no encontrar la solución óptima ni tomar la decisión correcta. Todo esto forma parte de lo cotidiano en la vida porque no estamos preparados para ser perfectos. El hecho de ser humanos implica vivir una vida que es un continuo aprendizaje. Hasta las cosas que se repiten pueden ser o parecer nuevas y por eso volvemos a tropezar en las mismas piedras que jalonan nuestro Camino. En el Proceso de Desarrollo Espiritual nos equivocamos una y otra vez, aunque a algunos les consuela eso de que “Todos los caminos llevan a Roma”, y piensan –con razón- que si hoy se equivocan al querer coger un atajo, mañana pueden reorientar sus pasos y volver al Camino. Equivocar los pasos no siempre es culpa de uno ni quiere decir que uno sea especialmente torpe: es lo que nos sucede a la mayoría de las personas. Sobre todo porque nadie nos ha explicado cómo ni por dónde hay que ir, ni hay marcadas claras señales que impidan la equivocación. Vamos con toda la buena voluntad hacia no sabemos dónde. Y esto es cierto. Parece como si sólo nuestra intuición y nuestra alma supieran el Destino, y que nos llevaran de la mano y en la buena dirección, pero… somos niños y no somos del todo sensatos, somos rebeldes y queremos rebelarnos, somos unos inconscientes y nos salimos del Camino sin valorar que a los lados puede haber barrancos, o que los pasos atrás suelen ser tiempo perdido. Si uno tuviera consciencia clara del lugar al que se dirige, si tuviera establecidos unos principios fundamentales y los respetara siempre, si creyera más en esa intuición que le dirige sin palabras, si escuchara su alma, sus inquietudes internas, la voz de su Sabiduría… equivocaría menos sus pasos. Andar el Camino es lo que hacemos todos los días. Una veces con pasos grandes y firmes, otras veces con traspiés y tropezones, y otras somos nosotros quienes nos ponemos la zancadilla… pero hay que seguir. Siempre seguir. “El miedo es el mayor enemigo”, se dice. Y es cierto. El miedo a caminar condena al estancamiento. El miedo al error impide el intento. El miedo a caer imposibilita andar. Hay cosas que tenemos que hacer aunque el miedo no esté a favor. La prudencia está bien, el miedo es innecesario. Hay que caminar, aunque se equivoquen los pasos. Hay que caminar y confiar. Confiar, porque a veces ese andar nos lleva a experiencias desagradables e incomprendidas que con el tiempo demuestran que eran necesarias para hacer el Camino correcto. Si uno se dirige a una meta puede tomar diferentes senderos. Unos más agradables y otros menos. Pero si prevalece el objetivo, si se sabe por lo menos el punto cardinal al que uno se dirige, eso nos permitirá en cualquier momento reorientar la dirección y, salvo que se hayan dado en el sentido contrario, no serán pasos perdidos. La sugerencia en este caso es avanzar. Con prudencia y consciencia, con atención y precaución, procurando afianzar en la medida de lo posible los pasos, pero avanzar, caminar, ir en pos de la meta… Sabemos que no nos podemos quedar quietos y que nuestro destino es la búsqueda de la perfección personal –para unos-, la propia espiritualidad –para otros-, o el encuentro con la divinidad o la reconciliación con el alma –para otras personas-. Cada uno puede tener un objetivo distinto, aunque también es posible que cada uno llame con un nombre diferente a lo mismo. El objetivo o la meta siempre están delante, nunca están detrás y nunca se alcanzan quedándose quieto. La vida nos invita a avanzar y conviene aceptar la invitación. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
CONVIERTE LO IRREPETIBLE EN INOLVIDABLE En mi opinión, dejamos que se vayan al olvido muchos momentos vacíos porque no les hemos dotado de algo interesante para que merezcan ser recordados, y también se van muchas cosas al recuerdo con menos intensidad de la que podrían tener. Es el destino de las cosas que nos pasan: el recuerdo o el olvido, puesto que no existe la opción de la permanencia en el presente. Algunas cosas se podrán volver a repetir –no exactamente igual, pero sí de un modo similar- y otras no, porque aquel momento, aquella situación, aquel estado emocional, aquellas personas… ya no están y por ello se convierten en irrepetibles. Lo inolvidable –cuando es agradable- es una maravilla y una delicia. Es un milagro o una magia esto de que los humanos tengamos la capacidad de revivir con la memoria cosas que ya no existen, poder recrearlas con bastante exactitud, sentir de nuevo casi las mismas emociones, casi la misma presencia, casi las mismas palabras que se usaron. Y podemos aprovechar más y mejor esta capacidad si hacemos que los momentos inolvidables realmente sean inolvidables. Para ello se necesita de nuestra colaboración: tenemos que ser conscientes –muy conscientes- de que estamos viviendo un momento especial y hay que dedicarle toda la atención, emocionarse, llenarse los ojos y la memoria de ello, VIVIRLO, estar presente del todo y con todo, de modo que más adelante, cuando ya forme parte del pasado, tengamos toda la información necesaria para poder recrearlo con la mayor intensidad y fidelidad. Cuando traemos el pasado a nuestro presente –que no es lo mismo y es mejor que pretender trasladarnos con la mente al pasado-, si llegamos hasta algo que se ha convertido en agradablemente inolvidable, eso nos provoca nostalgia, pero es una nostalgia o una melancolía que no llevan nada de dramatismo, sino que nos provocan una sonrisa, una sensación de agrado, a pesar de que alguien dentro de nosotros se va a quejar por no poder repetirlo, pero insisto en que el resumen es un agradecimiento satisfactorio y amable por poder haber estado allí y haber vivido aquello. En cambio, y por el contrario, cuando se trata de algo irrepetible que no se vivió con atención, que se dejó ir vacío o a medias, por algo que uno calló cuando no debió callar o algo que dijo cuando no debió decirlo, o por algo que uno hizo o que no lo hizo, por que se desatendió el momento y no se procedió del modo apropiado… entonces es una gran frustración lo que se presenta, un reproche más o menos iracundo, una sensación desagradable de haber perdido una oportunidad que pudo ser excelente y que ahora se ha tornado en infortunio o en una desilusión inconsolable. La atención continua es imprescindible para convertir la vida en VIDA. Es conveniente estar atento, vigilante, consciente, totalmente en ello, y ser un observador incansable de la vida, de los momentos, de uno mismo y del Uno Mismo, para aprovechar cuando se presente una situación que sea más especial que otras, se VIVA, se deguste y disfrute, se llene de emociones, y se haga un milagro de ello. Esta es mi invitación: QUE VIVAS UNA VIDA PLENA Y LLENA DE MOMENTOS INOLVIDABLES. Y tú eres el alquimista que puede convertir la rutina en oro. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
LA ENVIDIA ES LA MALA ADMIRACIÓN En mi opinión, la envidia está formada por unos componentes que son bastante negativos y que conviene conocer para transmutarlos hacia lo positivo –si esa es nuestra intención-, o descartarlos –porque nos perjudican-. En el aspecto “positivo” –que hay que matizar- el diccionario dice que “es el deseo de imitar e incluso superar las acciones ajenas” y “es el deseo de algo que no se posee”, pero lo cierto es que generalmente se queda en “el deseo”, pero no se aplica el esfuerzo que eso requiere sino que uno se queda esperando que el resultado caiga del cielo, o que sean la suerte o el destino quienes lo provean. Es eso que se llama “envida sana”, pero que no es tan sana como aparente. A la “envidia sana” hay que denominarla como lo que realmente es, y eso se llama “admiración”, que es “Ver, contemplar o considerar con estima o agrado especiales a alguien o algo que llaman la atención por cualidades juzgadas como extraordinarias”. La envidia habitual lleva incluida, aunque no nos demos cuenta de ello, rabia o cualquiera de sus muchos sinónimos –contra el otro por haberlo conseguido o contra nosotros mismos por no haberlo conseguido- y eso crea una inquietud interna que nos lleva a mirar mal al otro en vez de admirarle. La envidia es, tal como dice el diccionario, “Tristeza o pesar del bien ajeno”. No nos alegramos por lo que ha conseguido el otro –como debiera ser- sino que nos domina una tristeza o un pesar porque él sí lo ha conseguido y nosotros no. Hay rencor y animadversión, aunque no se admita, incluso aunque no se conozca a la otra persona. La envidia es mala. De momento, porque el envidioso padece los efectos de una actitud desagradable y antipática que es dañina para él mismo. No está centrado en él, sino en esa sensación que le corroe y le saca de su serenidad y su equilibrio. Uno se olvida de sus propios logros y se centra en los logros del otro. Y eso es un error lamentable y contraproducente, porque se olvida de lo que SÍ tiene y se centra en lo que NO tiene. Absurdo. Y grave. Lo amable, lo cristiano o lo religioso, lo humano, lo generoso, sería alegrarse por el bien y los éxitos de los otros. Esos éxitos logrados por ellos no debieran convertirse en enemigos sino en motivo de satisfacción y en un espejo en el que mirarnos: si otro lo ha conseguido yo también lo puedo conseguir. Recuerdo un cuentecito que, resumido, relataba que había dos personas que se odiaban mucho, y cuando a uno le fue concedida la oportunidad de pedir lo que deseara, que se le iba a conceder fuese lo que fuese, pero con la condición de que al otro le concederían el doble… pidió que le sacaran un ojo. No hay que envidiar, hay que admirar, hay que tomar ejemplo, hay que alegrarse por el otro y elogiarle… y hay que ponerse a la tarea de conseguir lo mismo, si eso es lo que se desea. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
NO CONFUNDAS EL HUMO CON LAS NUBES En mi opinión, sufren innecesariamente las personas que tienen un carácter básicamente pesimista o derrotista y ante cualquier mínimo embate de la vida se sienten sobrepasadas, especialmente atacadas, rendidas de antemano, y sintiendo que cualquier cosa –tenga la intensidad que tenga- es un mundo que les cae encima. Si tú eres una de esas personas y entiendes esto, te cala muy dentro y te hace rasgar alguno de tus velos, es posible que te quites de golpe un gran peso de encima: NO CONFUNDAS EL HUMO CON LAS NUBES. Las nubes tienen una relativa consistencia, una entidad, son notables. El humo es efímero, volátil, fugaz, leve, y tiende a desaparecer rápidamente. Este concepto es interesante, ya que a veces hacemos una tragedia de algo que aparenta ser algo que luego resulta que no es, algo que desde una perspectiva pesimista se engorda y se dota de unos poderes que no tiene, pero que consigue descentrarnos, ponernos nerviosos, negativizarnos, cuando la objetividad nos permitiría tasarlo en su justa medida y darle el tratamiento real que requiere. La objetividad nos da esa capacidad de ser ecuánimes, de darnos cuenta de la realidad que a veces queda disimulada detrás de la apariencia, y nos permite tomar las decisiones más acertadas y actuar del modo más correcto. La objetividad requiere des-implicarse de lo que nos esté sucediendo. Para ser objetivos debemos ser capaces de ver lo que nos sucede como si le estuviera sucediendo a alguien ajeno, alguien que no somos nosotros. Cada vez que una persona tiene que tomar un decisión con respecto a un asunto que le concierne tiene muchos condicionamientos que dificultan su imparcialidad: desde su educación para encarar la resolución de asuntos personales –o su falta de preparación, en más ocasiones- hasta la falta de conocimiento y experiencia en la complicada tarea que es tomar decisiones a veces, y de ahí hasta la implicación que se produce cuando uno trata de algo relacionado consigo mismo. Cuando es un asunto personal están en juego emociones, economía, relaciones, presente y futuro, trabajo, vida sentimental… en fin, asuntos que nos van a afectar de un modo u otro, y por eso mismo el hecho de tomar una u otra decisión implica resultados diferentes que pueden acabar siendo positivos o negativos. Eso crea un estado de nervios, de responsabilidad incontrolada, de tensión desconcertante, y en esa situación y con esas premisas es casi imposible mantener la serenidad que requiere la objetividad. Pero las cosas son lo que son y son como son, y hay que verlas de ese modo y no a través de un ánimo desanimado y desmoralizado. El humo es efímero, las nubes duran un poco más, pero ambos acaban pasando, diluyéndose, yéndose, así que por encima de ellas es uno quien prevalece, y es a ese UNO a quien hay que atender. También con objetividad. Repito nuevamente estas frases que tanto me gustan: “Hay que desdramatizar la vida” y “A la vida se viene a vivir, y no a sufrir”. NO CONFUNDAS EL HUMO CON LAS NUBES. (Y tampoco con las tormentas) Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
LOS PELIGROS DE LA ESPERANZA En mi opinión, el hecho de que en ocasiones confundamos los términos, que incluso confundamos nuestras propias ideas y conceptos, llega a ser perjudicial para nosotros –y en ocasiones, y por alcance, para los otros-, así que es conveniente revisar en profundidad nuestras propias opiniones, verificar si somos conscientes de nuestros pensamientos, aprender a clasificar bien nuestras sensaciones, controlar rigurosamente nuestra imaginación, entender bien-bien nuestras teorías, dejar de hacer suposiciones sin fundamento, y no confundir la fantasía con la realidad. Todo este largo preámbulo es para llegar a decir lo siguiente: he comprobado que hay mucha tendencia a confundir la esperanza -y lo que es y representa-, y a meter en ella cosas que no caben o que no corresponden, a descargar nuestras responsabilidades y traspasárselas a ella, a adjudicarle una excesiva importancia, a dejarla al mando del futuro, o a utilizarla como excusa para aplazar continuamente lo que debiera emprenderse ya. Veamos en el diccionario. ESPERANZA (viene de esperar): Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea. El peligro que nos puede aportar en este caso es que nos auto-engañemos pensando que es alcanzable algo que realmente es inalcanzable, algo que sólo tiene posibilidades en nuestra fantasía o imaginación, algo que sólo puede existir en el mundo de la utopía. ESPERANZA NO ES LO MISMO QUE SUEÑOS. En los sueños no hay límites, no hay imposibles, no hay realidad, así que es conveniente no tener la esperanza de que un día se presente el Rey de España en la puerta de casa a pedir matrimonio y por vivir con esa esperanza dejar estacionada la vida sentimental, ni es muy sensato quedarse sentado en el sofá con el mando a distancia de la televisión en la mano, en pijama y sin afeitar, esperando que el Consejo de Administración de Cocacola venga a buscarle a uno porque necesitan un Director General, ni es prudente mantener la esperanza de que un día se van a arreglar todos los problemas personales simplemente porque la imaginación desbordante –y vaga e irresponsable- proponga esa idea y descanse en la ilusión infinita de la esperanza. Porque la esperanza no es algo sólido, con entidad, algo que es infalible, ni un Hada Mágica que cumple todos nuestros caprichos y deseos, sino que es simplemente una posibilidad que se sustenta en la incorporeidad de una expectativa que jamás se compromete a cumplirse. Confiar exclusivamente en la esperanza equivale, en demasiadas ocasiones, a no tomar decisiones y esperar, a no afrontar la situación y esperar, a quedarse quieto y esperar. Yo soy más partidario del dicho: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Confiar, sí. Esperanzarse, sí. Pero no dejar todas las responsabilidades en manos de que la esperanza haga un milagro. Es conveniente no engañarse, y saber cuándo hay que dejar de apoyarse en la esperanza, cuándo hay que dejarla que se diluya, aunque no haya cumplido nuestras expectativas, y que no sigamos manteniéndola con vida artificialmente. Hay que saber cuándo decir “hasta aquí ha llegado el tiempo de confiar en la esperanza, pero ahora me toca a mí hacer ya lo que tengo que hacer. Ahora todo depende de mí”. Me inquieta –esto es cierto- que las personas la interpreten mal, la modifiquen a su gusto separándola de la realidad y adjudicándole poderes o responsabilidades que no tiene, y en cambio, en mal cambio, no hagan lo que tienen que hacer –esforzándose-, no afronten que hay algo de lo imposible que es imposible -si uno se esfuerza-, que las utopías sólo existen en el irreal mundo de las utopías, que la mayoría de los sueños sólo pueden hacerse realidad en el mundo de los sueños, y que es conveniente tener confianza en que las cosas pueden mejorar o van a mejorar –si uno se esfuerza-, que el futuro puede ser mejor que el presente –si uno se esfuerza-, y que la fe bien administrada –lo mismo que la esperanza- tiene utilidad pero no están a nuestras órdenes para hacerse realidad simplemente porque es nuestro deseo. Una prudente esperanza es buena y una ilusionada confianza está muy bien, pero seamos sensatos y sepamos cuándo se pueden volver en nuestra contra. Y evitémoslo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
VIVIR SIN REFLEXIONAR ES PELIGROSO “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) En mi opinión, vivir sin reflexionar es peligroso. También podría decir que es vivir a medias, o que es pasar por las cosas de puntillas y sin tocarlas, o que es de una superficialidad que atenta directamente contra la intensidad que puede aportar la vida… en fin, metáforas que no hablan directamente de lo que verdaderamente es Reflexionar. REFLEXIONAR: Pensar atenta y detenidamente sobre algo. PENSAR: Examinar mentalmente algo con atención para formar un juicio. ATENDER: Aplicar voluntariamente el entendimiento a un objeto espiritual o sensible. ATENTO: Que tiene fija la atención en algo. DETENIDAMENTE: Minuciosamente, con mucho cuidado. Si uno no reflexiona –acerca de los asuntos que requieren reflexión- puede llegar a cometer errores preocupantes, errores de los que uno mismo será la víctima que los pague y sufra, errores que serían evitables si uno prestara atención y cordura a sus asuntos importantes. En principio –y es necesario darse cuenta de ello- si uno no reflexiona es posible que ante los asuntos importantes actúe por impulsos -y los impulsos no siempre son acertados sino más bien lo contrario-, o quiera confiar en su intuición –y si no está entrenada llevará a errores-, o por no enfrascarse en la tarea de dedicar la atención que el asunto requiere acabe conformándose con la primera respuesta o solución que aparezca –que al carecer de la observación y reflexión que precisa tiene todas las posibilidades de no ser la adecuada-, o bien acaba conformándose con las opiniones ajenas que están basadas en las experiencias ajenas y que se forman sobre el conocimiento somero y parcial que los otros tienen acerca de nuestro asunto. No reflexionar te obliga, entonces, a creer lo que digan los otros. Y esto va mucho más allá de la solución de nuestros problemas y llega a afectar a todo lo que son nuestros principios elementales y nuestras filosofías políticas, religiosas o de la vida cotidiana. Vivir con las opiniones ajenas nos empuja a descentrarnos de nuestro Ser y nuestras ideas propias, para engordar y priorizar un personaje que no somos nosotros mismos, sino que lo vamos construyendo con retazos que nos proporcionan los otros, en el que nos tenemos que meter con calzador para caber, y en el que tenemos que renunciar a lo que de verdad somos para acoplarnos a ese personaje. Pensar, que es la base sobre la que se sustenta la reflexión, es un proceso de relacionar ideas, así que es necesario encontrar previamente las ideas personales sobre las que aplicar nuestra capacidad de discernir y seleccionar. Y eso requiere tiempo y valentía. Tiempo, porque no estamos entrenados y capacitados para encontrar respuestas ciertas en una décima de segundo, o ver una cosa desde distintos ángulos o puntos de vista, o comprobar que lo que se mira se mira con la mente y los ojos descondicionados, ecuánimes, inafectados por el pasado y lo pasado… y eso requiere Tiempo. Valentía, porque afrontar el hecho de tomar nuestras propias decisiones, de tener nuestras propias ideas, de confiar en nuestras capacidades, y de ser nosotros mismo, requiere ser valiente. VALIENTE: Eficaz y activo en su línea, física o moralmente. Excelente o muy valioso. Reflexionar es un acto introspectivo, es saber manejar esa mirada interior que se dirige a los propios actos o estados de ánimo, es permitirse ser sabio y saber contactar con la sabiduría interna de la que todo ser humano dispone y a la que puede acceder sólo con reconocerla, confiar en ella y ejercitarla; es saber ser contemplativo, observador eficaz, meditador; es poder abstraerse de las opiniones ajenas, de las ideas viejas que nos inculcaron otros, de las cosas que se presuponen, de lo que está establecido y se repite sin saber quién lo estableció, sin cuestionarse si se está de acuerdo o no conformándose con la respuesta infantil de “porque sí”. Reflexionar es aceptar el compromiso de vivir la vida, y estar atento continuamente a uno mismo, es tener activada la atención para darse cuenta de todo y sacar las enseñanzas que todo conlleva y poder elaborar a partir de ello nuestra auténtica personalidad, nuestro verdadero carácter, y nuestro destino. Reflexionar es hacer grandiosa la vida, es desarrollar el autoconocimiento y la autoestima, es engrandecerse, y es cumplir el propósito personal y el mandato divino: Ser Uno Mismo. Por todo ello, vivir sin reflexionar es peligroso. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
LA VIDA QUE NO ES VIDA Sin atención y sin comprensión la vida es poca vida, es menos vida, es nada VIDA. La vida es tan rica o tan desértica como uno quiera y su vacío o no no depende de la mayor presencia o ausencia de cosas sino de la mayor presencia o ausencia de uno mismo. Francisco de Sales (Más poesías en www.franciscodesales.es)
-
MATA TUS MIEDOS Guárdate tus miedos, escóndelos en lo oscuro, enciérralos con siete candados, no dejes ningún resquicio abierto por el que puedan salir. No temas. La vida no es tu enemiga. Vive en colores. Canta. O por lo menos, tararea. Sé feliz. Ríe. También por dentro. Hermánate con la Luz. Construye tu futuro. Averigua quién eres y sé tú mismo. Ama. Ten el presente lleno de ilusiones, la esperanza bien regada, el depósito de la fe lleno, los sueños vivos. Tu mundo es tuyo. Eres un Dios. El Dios de tu Universo Personal. Compórtate como tal. Francisco de Sales (Más poesías en www.franciscodesales.es)
-
¿QUÉ ES SER UNO MISMO? En mi opinión, ese consejo tan bien intencionado y que suena tan rotundo, tan definitivo, tan claro, como la panacea de todos los males y la solución de todos los problemas, que nos lo dicen de vez en cuando: “Sé tú mismo”, es poco más que una frase rimbombante, petulante y pretenciosa, pero vacía de utilidad práctica. Porque vamos a ver…Para “Ser uno mismo” primero hay que saber quién es uno mismo, y cuando uno se hace la pregunta ¿Quién soy yo? en la mayoría de las ocasiones se queda sin su respuesta adecuada –una que vaya más allá de decir el propio nombre y los apellidos- así que… SI NO SÉ QUIÉN SOY YO MISMO… ¿CÓMO VOY A SER YO MISMO? Esta pregunta de ¿Quién soy yo? es muy complicada si se quiere responder bien, porque es una pregunta que se puede quedar en un simple juego mental intelectualoide; una pregunta que se hace la mente para tranquilizarse ella misma, pretendiendo tener la respuesta que necesita para cada pregunta, pero que la puede hacer dejándonos al margen de la ecuación, como si no tuviera algo que ver con nosotros, sólo de ella para ella. Para saber quién es uno mismo –el humano que somos- y poder llegar a ser el Uno Mismo –el ser humano más el ser espiritual- que realmente somos, conviene hacerse la pregunta en el interior, y no en la mente sino en el vientre, o bien dejarla en el corazón, o en cualquier sitio al que la mente no pueda acceder para manipular la respuesta. Por tanto, la respuesta no ha de ser necesariamente con palabras sino que puede estar basada más bien en sentimientos, en recuerdos ancestrales, en intuiciones que confirman sin decir nada, o en una fe en algo que no se sabe qué es pero se percibe como verdadero. Creo que es más correcto sentirse, darse cuenta de que se es uno mismo porque las acciones, los actos, y el modo de ser y manifestarse, están de acuerdo con lo que uno intuye que es, porque cuando uno es y se manifiesta de ese modo hay concordancia interna, hay sensación de equilibrio, de paz, de que las cosas así están bien, de que hay bienestar, porque no se está haciendo un esfuerzo externo por quedar bien con los otros o por tener que cumplir sus expectativas. Uno se siente seguro y cómodo, y no tiene la sensación de que está haciendo un esfuerzo ni de que es algo que, en el fondo, aunque no se quiera admitir, le resulta desagradable o falso. Cuando uno es él mismo no hay conflictos interiores, no hay tensiones ni luchas: hay un suspiro y una sensación agradable de concordancia, de estar a gusto consigo mismo, de estar haciendo las cosas bien, como se tienen que hacer. Ser Uno Mismo es obedecer a la propia conciencia, aunque para ello el paso previo es aprender a escucharla. La conciencia es el árbitro que indica cuándo lo que se hace es lo correcto, o es el juez que dicta cuándo se están cumpliendo o no las leyes internas que cada uno ha marcado –en su conciencia, precisamente-. Ser Uno Mismo es sentir la libertad de manifestarse sin opresiones, sin sentir la imposición de leyes ajenas, sin tener que dar explicaciones a otro que no sea él mismo, y la sensación impagable de darse cuenta de que uno está haciendo lo correcto. Ser Uno Mismo es sentir cierta conformidad general fruto de una conexión entre el centro de paz del alma y la actuación externa que estamos manifestando. O sea, sentir que no hay contradicción ni conflicto entre cómo uno se siente y cómo uno se manifiesta. Y no es necesaria ninguna otra cosa, nada más que sentirlo. No hay un test que nos lo confirme, ni un metro que lo mida, ni unas cuantas condiciones que si se juntan –como en una fórmula química- dan como resultado ese estado de conciliación y concomitancia que pone en armonía lo interno con lo externo, lo que Uno Es con lo que uno está siendo. En mi opinión, no hay que cumplir mandamientos externos, ni órdenes de un ordenante desconocido, ni acatar indicaciones sin discusión, ni seguir los mismos pasos que otros hayan dado. Se trata de ser uno mismo para sentir el Uno Mismo. Y no hay más. Ser fiel a uno mismo. Ser fiel a los propios ideales y a las propias filosofías. Escuchar el propio corazón. Buscar la propia armonía y la propia paz. Ese es el Camino. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
LAS SENSACIONES EN EL DESARROLLO PERSONAL SENSACIÓN: Impresión que percibe un ser vivo cuando uno de sus órganos receptores es estimulado. Percepción psíquica de un hecho. Presentimiento de un hecho. En mi opinión, las sensaciones que están más allá de lo físico –frío, calor, amargo, dolor, etc.-, las que entran directamente en el mundo de las emociones, de las impresiones, de lo espiritual que trasciende lo cotidiano, las que no tienen justificación razonable ni explicación que abarquen las palabras, son expresiones de la Sabiduría Interna. Es algo parecido a las intuiciones, ese saber sin saber por qué se sabe, ni de dónde sale, ni por qué, ni cómo se ha llegado hasta allí. Con las sensaciones pasan lo mismo, son como señales de alerta sensibles que nos indican lo que está bien o mal, lo que es adecuado o no, lo que coincide con nuestras creencias –incluidas las aún desconocidas- o no. Las sensaciones son convicciones irrazonables, algo que desde dentro de nosotros se admite como cierto, algo que encaja perfectamente con nuestros desconocidos conocimientos, algo que coincide plenamente con alguna reminiscencia de nuestro pasado, como si al presentarse ante nosotros vinieran directamente de algo que ya conocíamos de sobra pero se había mantenido en el sitio que corresponde a lo que no conocemos. En muchas ocasiones tienen más credibilidad y certeza que los pensamientos, porque brotan tan del interior que no han podido llegar a ser contaminadas por los desvaríos e inconsistencias de la mente. Las sensaciones, generalmente, ni se pueden explicar ni se pueden justificar. No se sabe por qué sí o por qué no, pero se está “seguro” de ello y no se necesita nada más que lo repita, nada que nos intente convencer razonablemente, porque esa sensación ya ha encontrado su sitio y acomodo en una parte idéntica que le esperaba dentro de nosotros. A las sensaciones, como a las intuiciones, conviene hacerles caso, no descartarlas inmediatamente por su falta de rigurosidad racional, sino escucharlas sin juicio y observar cómo se van desarrollando las cosas después hasta que nos puedan confirmar que sí o que no. Si uno confía en sus intuiciones o sensaciones, ellas, al sentirse “escuchadas” y tenidas en cuenta, cada vez de manifestarán con más asiduidad y con más precisión. Me gusta creer que ambas cosas son manifestación de la Sabiduría que uno ha ido alcanzando a lo largo de la vida o incluso a lo largo de reencarnaciones anteriores. Si esta teoría mía tiene algo de razón entonces es posible que pretendan ahorrarnos las mismas lecciones que hemos vivido ya antes para no tener que repetir todo el proceso con el sufrimiento o la desazón que nos pueden producir. Si uno ya sabe que al meter los dedos en un enchufe se recibe un calambre no es necesario repetirlo todos los días para confirmarlo. Si uno ya aprendió antes algo, las sensaciones emocionales y la intuición nos advierten de que es un camino cuyo final ya se conoce y no es necesario recorrerlo de nuevo, o que puede ser muy agradable recorrerlo de nuevo. No propongo que se crea firmemente en ellas, sino que se les dé una oportunidad. Que se les haga un poco de caso y se las tenga en cuenta cuando se manifiesten. De esa observación es posible que se saquen conclusiones interesantes, y si dan razones continuadas para tenerlas muy en cuenta… pues habrá que tenerlas muy en cuenta. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
¿ALIMENTAS EL ESPÍRITU O LA CURIOSIDAD? En mi opinión, algunas personas se equivocan cuando al sentir una demanda interior de conocer-se, de averiguar-se, de comprender-se, o de saber-se –más bien de recordar-, confunden el origen de la pregunta y confunden la intención de la pregunta, y tratan de contestar esas demandas –que son del espíritu- con respuestas que le dan al cerebro. ¿De dónde parte la inquietud?, ¿Quién siente esa necesidad de religarse con el Ser Espiritual que una vez fue y ahora mora en nosotros y forma parte de nuestra presencia física? No confundamos el origen de esa inquietud interna, que se debe a que “algo” intuye que no está siendo quien realmente es, ni quien tendría que ser, y nos recuerda con su angustia que lo tenemos desatendido, que estamos perdiendo el rumbo y el sentido de la vida y nos hemos dejado cegar o distraer con los asuntos mundanos, con las cosas materiales, con las urgencia y los problemas, mientras que nuestra esencia se queda al margen de nuestro ajetreo, olvidada y desatendida, en un rincón muerto. “Dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.” Atender al cuerpo y a su presencia en el mundo, sí, pero sin olvidar dar a lo espiritual la presencia y preponderancia que requiere y se merece. El cuerpo –y sus urgencias y ajetreos- son de este mundo, pero nosotros –si nos quitan el cuerpo- no somos de este mundo, y no acabamos en este mundo. Quien crea en la Reencarnación comete doble pecado, tiene más culpabilidad, porque es consciente de que la estancia en la Tierra no tiene otro objetivo más que el de evolucionar espiritualmente, y si las distracciones mundanas le distraen de su Camino y le impiden la atención que se merece su evolución espiritual, estará perdiendo la oportunidad que se le ha concedido de encarnar en esta ocasión. ¿Cuál es el Sentido de MI vida? Sí, otra vez la misma pregunta de siempre. Una vez y otra vez. Hasta que des con la respuesta adecuada -y luego la lleves a la práctica DE CONTINUO-, la pregunta sigue vigente, obsesiva, obstinada, terca, porque la pregunta –que la hace tu espíritu- necesita que te des cuenta de la respuesta, y que esa respuesta no la dejes en el cajón de las curiosidades satisfechas sino que la lleves a la práctica. ¿Qué estoy haciendo aquí? (¿O te tienes que preguntar qué NO estoy haciendo aquí?) ¿Qué sentido tiene todo esto? Y cuando lees algo, cuando preguntas, cuando investigas, cuando buscas… ¿Es para satisfacer tu curiosidad y que tu ego se quede contento con cuántos conocimientos tienes… o es para conectarte con tu espiritualidad? ¿Le das a tu curiosidad alimento en forma de libros ajenos, citas célebres ajenas, frases cargadas de sabiduría ajena, pensamientos ajenos de alto nivel… y todo eso se queda ahí, en la cabeza, y te quedas como un burro cargado de libros… o lo llevas al espíritu? ¿Sientes las cosas que lees, lo que escuchas… o sólo las piensas? ¿Te buscas a ti en tus reflexiones y descubrimientos o se quedan dando vueltas por la cabeza sin acercarse al espíritu? Sí… si estás leyendo esto es porque estás en el camino, pero… ¿Qué camino?, ¿Te has fijado qué camino has cogido?, ¿Vas por el camino correcto?, ¿A dónde te lleva ese camino? Repito: ¿Alimentas el espíritu o la curiosidad? ¿Buscas conocimientos o buscas conocerte? ¿Realmente te estás buscando a ti? ¿No estarás perdiendo el tiempo con tanto libro y tanta charla y tanta inquietud y tanta duda y tanto volver a empezar y no saciarte nunca porque ninguna respuesta te deja satisfecha? Tal vez… tal vez lo que necesitas sea sacar de ti en vez de seguir metiendo información… Tal vez… tal vez lo que necesites sea tiempo y silencio para dedicárselo a tu espiritualidad, a tu alma, a tu destino, a tu sentido de la vida…y no a tu curiosidad. Por si acaso, tenlo en cuenta. ¿Qué hay detrás de cada cosa que haces?, ¿Por qué?, ¿Para qué? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
ME MUERO Me muero. Me voy. O me llevan. Ya lo sabía. Lo esperaba. Esperaba -sin ganas- este momento. No me coge de sorpresa. No quiero lágrimas, lo aviso. Si acaso, que sean de felicidad. Yo fui feliz mientras estuve y lo que quede de mí en forma de recuerdo quiero que sea que di y que tuve felicidad. Quiero sonrisas. Yo sonreí mucho, hice reír muchas veces, desperté esperanzas en algunos, ilusiones en otros, abracé -aunque nunca es suficiente-, y recibí abrazos -aunque nunca es suficiente-, me emocioné -y eso lo valoro mucho-, lloré -¡qué bien y qué bueno!-, viví -no siempre conscientemente-, y perdí gran parte de mi vida -¡lástima que esto no tenga remedio!-. Y amé. Y fui amado. Y no hay cosa ni placer ni premio que iguale la sensación de saberlo y vivirlo. Sentí escalofríos. De todas las intensidades. De esos que te hacen cerrar los párpados, y sentir el mundo al otro lado, uno consigo mismo, nada ni nadie más, uno a solas con sus sentimientos y su felicidad y sus estremecimientos. Eso es la vida. Así es la vida. Me sentí querido en las miradas de muchas personas, en los agradecimientos sin palabras, en los halagos que me dijeron y en los silencios que también, y tan bien, lo expresaron. Lloré con la María Stuarda de Donizetti, gocé con Il Trovatore de Verdi, vibré con su Nabucco, lo sentí todo en I Puritani de Bellini. García Márquez fue importante, me encantó –casi siempre- Benedetti, Serrat llenó muchas horas de mi vida, y gran parte de la poesía que escribí me gustó y mis relatos o cuentecitos me gustaron. Disfruté de placeres y compañías, de sitios y paisajes, de películas y libros. Soñé despierto, y algunos sueños se cumplieron. Pedí, y me fue concedido. Rogué, y se escucharon mis ruegos. Sufrí, sobre todo cuando no sabía que el sufrimiento es opcional. Me quejé, y no siempre se escucharon mis quejas. El resumen, como ven, es más que satisfactorio y el balance mucho más que positivo. Me muero aunque no lo quiera. Es lo que toca. Lo que a todos nos toca. Dejo mi sitio en el Mundo a quien venga detrás. Ojalá te vaya a ti tan bien como a mí. Que tu testamento emocional sea excelente. Que tu vida sea un milagro y que el momento de la muerte sea una dicha. Amén. Francisco de Sales (Más poesías en www.franciscodesales.es)
-
¿ME PERDONO MIS CULPAS? En mi opinión, todos albergamos en algún sitio, más o menos escondido, y más o menos reconocido y aceptado, algún sentimiento de culpa. Y escribo “todos” a pesar de que en numerosas ocasiones he dicho que no se deben utilizar esas palabras tan absolutas, tan rotundas, tan dictatoriales que no dejan ni un resquicio para una excepción, como son “todos”, “nadie”, “siempre”, “jamás”, “nunca”… Pero sí, todos tenemos algún sentimiento de culpa, con razón o sin ella, como una realidad o como una sensación, porque la vida que llevamos vivida ya es un poco larga y hemos tenido tiempo suficiente como para equivocarnos más de una vez, como para hacer más de una cosa “mal” o inconscientemente, como para haber perjudicado a más de una persona… ¿Y qué se puede hacer con ese sentimiento? Pues darse cuenta de ello, reconocerlo, aceptarlo, no disfrazarlo ni negarlo ni quitarle importancia si la tuviera, asumirlo, y dejar que remueva el corazón o los sentimientos. Y mejor si los remueve por última vez. Para que así sea, es conveniente que seas consciente de tus culpas, pero ese es solamente el primer paso. Y es un paso imprescindible. El siguiente paso es darte cuenta de que “tus culpas” no son “tus culpas”. Son de otra persona que habitaba en ti en otro momento de tu vida. Son de otra que tenía unas circunstancias personales y emocionales distintas de las que tienes ahora. Y no tenía el conocimiento que tienes ahora, ya que por una parte has evolucionado y por otra parte conoces el resultado de lo que hiciste o no hiciste, y por tanto ahora sí sabes lo que tenías que haber hecho o no tenías que haber hecho. Pero aquel era otro momento, y tú eras otra persona aunque tuvieras el mismo nombre y los mismos apellidos que tienes ahora, aunque te parecieras mucho y compartieras la misma familia. Eras otra. Y que hoy critiques o culpabilices a aquella, es injusto. En mi opinión, no tienes derecho a juzgarte, ni siquiera tú mismo tienes derecho a reprocharte, a reclamarte, a castigarte. Sí está bien -y es lo positivo de este ejercicio que te propongo- que tomes nota de lo que has comprobado que es mejor no volver a repetir, o de lo que debes hacer si se presenta una situación similar, para tenerlo en cuenta y hacerlo del modo adecuado. Desde este momento de tu vida en el que te encuentras ahora, en que eres más comprensivo y estás abierto a reconocer que no todo lo has hecho “bien” en el pasado, sólo puedes agradecer a aquella persona que fuiste que te haya traído hasta hoy, y que con su inexperiencia, o sus miedos, o su imposibilidad de hacer otra cosa, te haya permitido que hoy seas un poco más sabio porque has aprendido la lección que todas las cosas que nos suceden en la vida traen implícita. No es necesario que celebres “tus culpas”, pero tampoco que hagas de ellas un drama, y menos aún que sean el motivo para reincidir continuamente en una mala o fría relación contigo. Lo que pasó, pasó. Lo que no se hizo, no se hizo. Así se aprende en la vida ya que no nos preparan para hacerlo bien. Se aprende a base de prueba y error, a base de actuar con buena voluntad aunque luego se demuestre que sólo con la voluntad no es suficiente, o se aprende arriesgándose. Hay momentos en que uno tiene que tomar una decisión y tiene que tomarla aunque no conozca cuál es la adecuada o cuál es la mejor. Y “equivocarse” –o sea, que al final las cosas no salgan como uno hubiera deseado- es una de las opciones que lleva implícita cualquier decisión que se tome. Uno puede acertar y hacerlo bien –y eso deja una sensación satisfactoria- o “equivocarse” –y eso deja un sentimiento lleno de culpas y reproches-. Y si tu caso es el segundo, te conviene no regodearte en ello, no reprochártelo continuamente, no usarlo contra ti, no ser tan cruel y vengativo como para estar acusándote por algo que ya pertenece al pasado y a tu montón de experiencias. La solución pasa por aceptar –como ya he escrito- que sucedió lo que sucedió, sin negarlo, sin menospreciarlo ni exagerarlo, sin estancarse en ello ni usarlo como instrumento de auto-tortura, sino como parte de la vida, formando parte del aprendizaje en esta tarea –difícil a veces- que es vivir. Si padeces un sentimiento de culpa por algo déjalo ir, abrázate, date permiso para ser humano y equivocarte, no te exijas la perfección porque no somos perfectos, no deteriores la relación contigo por nada. Te queda mucha vida por delante y vas a tener que estar contigo en cada uno de esos millones de segundos. Borrón y cuenta nueva. Volver a empezar. Desde cero y sin rencores atrasados. Repito: Abrázate. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
REEDUCARNOS En mi opinión, la práctica totalidad de las personas que habitamos este mundo hemos sido educadas de un modo incorrecto, o de un modo incompleto, o de un modo que no fue imparcial y sensato del todo, o con unos principios con los que ya no estamos de acuerdo –tal vez nunca hemos estado de acuerdo con ellos- pero seguimos acatando inconscientemente. O sea, que necesitamos reeducarnos. Y esto es una tarea obligatoria. Y, preferiblemente, que no se aplace más y se comience nada más terminar de leer este artículo. Si nuestra educación no fue la correcta es muy posible que no sea nuestra responsabilidad, pero reeducarnos sí es nuestra responsabilidad. Somos conscientes de que hay cosas nuestras que no nos convencen, cosas que no hacemos tal como nos gustaría hacerlas, comportamientos habituales que a veces no nos agradan, actitudes de las que nos avergonzamos, pensamientos que nos asustan… Somos conscientes de que hay cosas nuestras que deberían ser de otro modo, que deberíamos cambiarlas, que deberíamos replantearnos para no repetirlas una y otra vez, que hacemos sin saber por qué o para qué, que nos dejan una sensación insatisfactoria de no ser realmente nosotros mismos, o que preferimos ocultar por temor o vergüenza… La parte de la educación que no se refiere al comportamiento social, la que de verdad nos afecta a cómo nos comportamos en los asuntos importantes, está implantada en nuestro inconsciente lo que nos hace actuar de un modo inconsciente. Ese es el problema. Que llevamos tanto tiempo actuando de acuerdo con esa educación que hemos acabado por creer que “es que soy así”, o nos hemos conformado con pensar que “esto a mi edad ya no tiene remedio”. Y no es cierto. Uno no es así, y sí tiene remedio se tenga la edad que se tenga. Siempre se está a tiempo de hacer cambios, siempre a tiempo de mejorar. Cada persona tiene la responsabilidad de su propia vida y la obligación de hacer de ella una vida plena y satisfactoria. Ante esto nadie debe desentenderse, ignorarlo, excusarse, negar esa responsabilidad, menospreciar la realidad, abandonar o abandonarse. Es una RESPONSABILIDAD con todo lo que ello implica. La mente es un elemento pasivo que registra la información que se le da, y como al nacer uno tiene la mente vacía de este tipo de información, lo que le dan en su infancia como educación lo registra, se lo cree, y actúa en función de ello. Nuestra actuación exterior está condicionada por las instrucciones que están grabadas en el interior. Así que conviene ponerse a la tarea de reeducar el inconsciente. Hay que comenzar por comprender que uno no es, esencialmente, por su naturaleza y predisposiciones, quien está siendo –salvo increíbles excepciones-, sino que está siendo el que le han dicho que es y actúa en función de como le han dicho que es. ¿Cómo reeducar la mente? En estados de meditación, o de relajación un poco profunda, se puede alcanzar un situación en la que uno contacta directamente con el inconsciente y puede hablarle y reeducarle. En mi opinión, lo que funciona bien es mostrarle al inconsciente la verdad de la cosas, la realidad de lo que es uno mismo y de quién es uno mismo, o sea, no el que los educadores crearon, sino el que uno ha ido descubriendo y formando a lo largo de las experiencias de su vida, el que uno ha comprobado y decidido que es porque realmente se siente de acuerdo con él. Se trata de convencer al inconsciente de esta realidad actual lo mismo que en su momento los educadores le inculcaron otra información como verdad. Se trata de ir descubriendo y conociendo quién es uno, y se trata de actuar y mostrarse siempre como es uno. Y que todo uno, todas las partes que lo componen acepten la nueva situación y la nueva visión de las cosas, y que actúen en función de esta verdad. Ahí está la clave. Averigua quién y cómo eres realmente, y sé tú mismo. No el “tú mismo” que te han dicho que eres, sino el que realmente eres. Y tu tarea es averiguarlo –primero- y serlo –después-. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
LA INTEGRIDAD EN EL DESARROLLO PERSONAL En mi opinión, el Ser Humano es, en su esencia y por naturaleza, un Ser Íntegro. Íntegro significa “que no carece de ninguna de sus partes”. Considero que ya a todos nos falta alguna parte, que todos hemos ido perdiendo algunas por el camino, o nos las han anulado nuestros educadores, o hemos ido renunciando a ellas por las circunstancias que nos ha tocado vivir –o que nos hemos propuesto vivir-, o nos las usamos -que es lo mismo que no tenerlas-, o que es incluso peor que no tenerlas. El Ser Humano es una Unidad –indisoluble-, aunque nos empeñemos en dividirnos en diferentes partes para comprendernos mejor. Decimos que somos cuerpo, mente, alma o espíritu, energía, conciencia, divinidad, etc., pero en realidad somos -nada más y nada menos-, Seres Humanos. Una sola cosa que parece una amalgama de varias cosas. Pero, y sólo para que se comprenda más fácilmente, vamos a imaginar que constamos de varias partes diferentes. Si no estamos utilizando nuestra espiritualidad –por ejemplo-, si no la tenemos activada, ya no estamos íntegros. Si hemos perdido o no usamos nuestra espontaneidad, nuestra energía, nuestra voluntad, nuestro enojo cuando es necesario, nuestras opiniones, nuestra afirmación como personas, nuestros sentimientos o emociones… no estamos siendo y mostrándonos íntegros. Ser Uno Mismo –lo que somos en esencia- se propone pues como un afianzamiento de quienes somos y como somos en realidad, dejando a un lado -y procurando no permitir que nos afecte- a ese personaje que nos han obligado a crear, que no está completo porque ha renunciado a alguna de sus partes, y que no es puro porque ha incorporado diferentes personalidades que no son propias, y ha renunciado –porque le han obligado a renunciar- a ser él mismo. O porque nunca ha llegado a saber quién es él mismo. Nos han roto o nos hemos roto, han o hemos descompuesto nuestras partes para moldearlas al gusto ajeno, nos han o nos hemos cambiado pensamientos y deseos, han o hemos mutilado nuestra capacidad de expresión natural. Es conveniente buscar con ahínco dónde puede haber fragmentos nuestros –de nuestro Yo Verdadero- para recogerlos y reintegrarlos en nuestro Ser Humano Completo. (Integrar: dicho de diversas personas o cosas: constituir un todo. Aunar, fusionar dos o más conceptos divergentes entre sí en una sola cosa que las sintetice.) Cuando uno se integra del todo, se convierte en íntegro, e inevitablemente surge y se instala en la persona la otra acepción del significado de la palabra íntegro: “Dicho de una persona: recta, proba, intachable”. Y esa ha de ser nuestra aspiración. El Ser Humano es, en esencia y por naturaleza, bueno, honrado, amador, y tiene las suficientes cualidades como para que cada uno se sienta orgulloso o satisfecho de sí mismo. Reencontrarnos en nuestra esencia, recomponernos, hacernos íntegros, es una de las nobles y satisfactorias tareas que nos propone en este momento la vida. Y que cada uno valore lo que se pierde si no lo hace. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
LA MUERTE ES EL PRECIO DE LA VIDA En mi opinión, hay una equivocada desatención -inconsciente pero al mismo tiempo intencionada- a todo lo relacionado con la muerte y con el hecho irrefutable de que algún día moriremos. Parece como si estuviéramos convencidos de que no hablando de ello evitaremos que suceda. Todos hemos tenido que pasar ya por la experiencia de que se nos muera un ser querido, y es curioso las diferentes formas de actuar de cada persona ante ese hecho. Unos no lo terminan de aceptar y lo niegan con todas sus fuerzas aunque sea un hecho ya consumado que no tiene la opción de ser cambiado. Otros, en cambio, prefieren pasar de puntillas por ello, no implicarse, eliminarlo a la mayor brevedad posible, desafectarse y convencerse urgentemente de que eso no tiene que ver con uno. Otros reflexionan, pero unos minutos, los justos para que llegue cualquier distracción menos incómoda que le ocupe la mente; con haber pensado en ello unos minutos acallan –o intentan acallar- a su inquietud interna de que es un asunto trascendental que requiere una atención profunda y una inmersión consciente y sin miedo en lo que es y lo que representa. La muerte es el precio de la vida, como dice el título. Que no se nos olvide que vivimos en un cuerpo prestado –no tenemos documentos de propiedad ni el ticket de compra-, y que ya cuando nos lo prestaron nos dijeron –aunque no lo recordemos- que llegada cierta fecha -que no concretaron- tendríamos que devolverlo, tal como estuviera, no importando el estado. Nos prestaron el cuerpo, pero era un préstamo con fecha de caducidad, cosa que ahora no queremos admitir. Alguna personas caen en la pataleta infantil e inútil de pretender oponerse a la muerte, y no son capaces de hacer un balance de lo que han sido sus años de vida y valorar que estuvo bien, que tuvieron el cuerpo durante muchos años y eso les permitió vivir, viajar, amar, comer, abrazar, estar, gozar de tantas maravillas… En general, a nadie le agrada morir, pero es un hecho innegociable e inevitable. No hay ninguna opción de contratar un aplazamiento o la eternidad. No hay forma de esconderse o convertir el cuerpo en algo inmortal. Así que… ¿Para qué iniciar una guerra en la que las opciones de vencer son rotundamente nulas? Es mejor opción la de Vivir con atención y con consciencia y con intensidad este momento, para que cuando llegue el tiempo de morir uno pueda decir: “Misión Cumplida”. Muchas personas no quieren morir porque no saben responder con seguridad a esta pregunta: ¿Qué hay después de la muerte? Tony de Mello decía que no es importante si hay vida después de la muerte. Decía que lo importante es que haya vida antes de la muerte. Y eso depende de nosotros. La vida de cada uno depende de sí mismo. Cada uno tiene la opción y el poder de llevarla por el camino que considere adecuado, de tomar las decisiones que crea oportunas, de llenarla o dejarla vacía, de poner en ella cosas agradables o ingratas, en fin, cada uno puede decidir en la mayoría de las ocasiones con libertad, con responsabilidad, y haciendo lo que le conviene, con conciencia y consciencia. La muerte va a llegar, y cuando hablemos de ello hemos de hacerlo con una levísima desgana sonriente, con la realidad evidente del deseo de que no llegara el fin, por supuesto, pero al mismo tiempo con una sensación placentera y agradecida por la oportunidad recibida, con la demostración notable de un gran contento y una enorme satisfacción por haber estado aquí y haber hecho y vivido tantas cosas agradables. Y a los creyentes esto les ha de resultar aún más sencillo, porque saben que tras el abandono de la vida llega el encuentro con sus antepasados y con Dios. Empeñarse en lo “negativo” de la muerte es un absurdo y es amargarse innecesariamente. Cada segundo que se pierde en eso es un segundo de irrecuperable vida que se pierde. En cambio, cuando pensar en la inevitable muerte sirve para tomar consciencia de la vida y promueve la intención de vivirla mejor y más satisfactoriamente, entonces es una buena inversión porque gozaremos de más calidad e intensidad de vida. Y tú… ¿Cómo la ves? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
LA CULPA EN EL DESARROLLO PERSONAL En mi opinión, una de las cosas que nos liberarían en gran medida de algunos sufrimientos internos -de los que no somos conscientes pero sí víctimas directas-, es el sentimiento de culpa. Hay, básicamente, dos tipos de “sentimiento de culpa”. El primero proviene de cuando uno es realmente culpable de algo –y entonces es muy lógico tener ese sentimiento- y el segundo, cuando de uno “cree” ser culpable de algo –y aquí hay que matizar y darle vueltas hasta comprobarlo-. Se padece la influencia de diferentes “sentimientos de culpa”. Uno que parece ser que todos soportamos sin ser conscientes de ello, que nos lo han inculcado algunos sacerdotes que nos “responsabilizan” y “culpan” de la muerte de Jesucristo –que “murió para salvar a cada uno de nosotros”-. También puede provocar ese sentimiento el hecho de creerse culpable por el uso de la masturbación –en algunas disciplinas religiosas incluso es “pecado” hacer uso del sexo con la esposa si no es con el objetivo de la reproducción-. Otras personas tienen sentimientos de culpabilidad porque ya de adultos “desobedecen” algunas órdenes que les dieron sus educadores cuando era pequeño, y aunque compruebe que ahora no tiene por qué cumplirlas –porque no está de acuerdo con ellas o porque comprueba que están obsoletas o equivocadas-, en cambio en su interior se produce un conflicto que le provoca sentirse culpables. Hay otros varios motivos responsables de este sentimiento -ya más particulares- en los que uno se siente culpable de algo que hizo o que no hizo. Ya sé que esto que leerás a continuación –que es solamente una opinión, no una afirmación, y no discutiré con nadie para defenderla- es algo que crea controversia, algo que cuesta bastante aceptar a las personas de buen corazón –otros, con el corazón menos amable, se sentirán encantados y hasta llegarán a usarlo como excusa razonada-. Ahí va: yo creo que uno sólo es responsable de las cosas que no han producido el resultado deseable –no quiero escribir “que ha hecho mal o han salido mal”- a partir del momento en que está en un Camino de Desarrollo o Mejoramiento Personal –conscientemente o sin darse cuenta, y le llame como le llame, incluso si no le ha puesto nombre-. Solamente entonces se es responsable directo, a partir de que uno empieza a saber y a darse cuenta. Entonces es cuando comienza su responsabilidad. Cuando uno ha hecho algo de un modo inconsciente, era “otro” quien lo hizo. Insisto: esto hay que comprenderlo muy bien, desde el corazón, y no usarlo para des-responsabilizarse de las cosas de las que uno es verdaderamente responsable. Tengo otra opinión bastante controvertida, y es que a veces, en contadas ocasiones, bajo circunstancias muy concretas, uno tiene que hacer algo que aparentemente no es lo correcto o adecuado. Con esa actuación lo que se pretende –incluso sin que nosotros lo sepamos- es que otra persona reaccione, que se ponga en marcha en su proceso, o que aprenda una lección que le será de utilidad. Si uno actúa ante sí o ante los demás con una noble intención, aunque luego se compruebe que los resultados han sido contrarios a lo previsto, no debería auto-castigarse, ni flagelarse, ni condenarse a los infiernos, ni enojarse consigo mismo de un modo duro y para toda la vida. No debería quedarse enganchado a un sentimiento de culpa. Lo que yo hago en estos casos es darme una palmadita en la espalda y ánimo, soy consciente de que en ese darme cuenta de lo que he hecho, y de su resultado, lo que hay es una lección que aprender, y cuando me doy cuenta de lo que he hecho y lo que ha pasado no me enojo conmigo –en realidad me disgusto levemente y durante un segundo-, sino que me considero un poco más sabio, y satisfecho de lo que acabo de aprender incluso a costa del precio pagado. Llegar a esta acción –que en algunos casos también es una reacción de las buenas- me ha costado mucho trabajo y muchas conversaciones conmigo mismo hasta que me he hecho verlo claramente. Y es que es así. En este caso no hay un ego que no quiere responsabilizarse de nada de lo que hay detrás de ello, ni hay una auto-exculpación que viene muy bien y es muy cómoda, ni es una excusa genial, sino que es una convicción fruto de la observación de la vida, del Ser Humano, de la comprensión de las cosas, y de encontrar respuestas a muchos “por qué” y a muchos “para qué” de las cosas que me van sucediendo. Es cierto que soy muy consciente de que debo preservarme, tratarme como un niño que lleva toda su vida aprendiendo, no agredirme ni ponerme en mi propia contra, ni ser mi furibundo inquisidor personal. Soy muy consciente, pero que muy consciente, de que soy una persona “de buen corazón”, que no albergo ninguna maldad, que jamás tengo intención de perjudicar a otro, que no padezco de egoísmo ni de egolatrismo, y que quiero pasar tranquilo por la vida y sin crear alborotos ni polémicas ni querellas. Lo mismo que son y lo mismo que sienten millones de personas. La diferencia tal vez esté en que yo sí me doy cuenta. En cambio, si uno hace daño a conciencia y para su propio beneficio, entonces no es un “sentimiento de culpa” sino que verdaderamente hay culpa y se es culpable. Si padeces algún sentimiento de culpa injustificada reflexiona sobre lo que acabas de leer y decide si quieres seguir soportando tan gravosa e inútil carga. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
LAS RESPUESTAS QUE RECIBIMOS En mi opinión, casi todos padecemos el mismo problema cuando se trata de dar credibilidad a las respuestas que aparecen cuando nos hemos hecho una de esas preguntas importantes, profundas, trascendentes, y es que nos quedamos con la duda acerca de si es la respuesta perfecta o adecuada, o si hay que seguir esperando que aparezca la buena, o si la verdadera no va a aparecer nunca. Desconfiamos de nosotros cuando se trata de respuestas a preguntas que son personales, o personalizadas –aunque sean las mismas preguntas que se hace todo el mundo-, porque todo aquello en lo que no tengamos un convencimiento claro nos deja la sensación de que no somos lo suficientemente sabios como para dar con la respuesta verdadera y que la que aportamos –la que escuchamos en nuestro interior- aparenta sonar bien, pero… …Pero puede ser la primera que nos ha venido a la cabeza para despachar el asunto rápidamente y no comenzar una peregrinación por la mente tratando de encontrarnos con la que corresponde. Nos quedamos con la primera que aparece y así podemos pasar a otra cosa, pero… …Pero la respuesta no termina de encajar del todo y bien, hay algo que rechina, algo que no permite quedarse con la sensación de plenitud y perfección. Falla algo. Parece que puede ser, pero… …Pero no es. Las respuestas óptimas para los asuntos profundos, trascendentales, o espirituales, se encuentran al fondo. A veces, muy en el fondo. Y hay que darles tiempo para que se manifiesten, y hay que darse tiempo en una espera que no ha de ser desesperante sino paciente. Las primeras respuestas –salvo que seamos auténticamente sabios y ejerzamos como tales- son de compromiso, impensadas, aparentes, copia de otras respuestas a otras preguntas, ajenas, blandas y someras, incluso inciertas. Las respuestas auténticas esperan en el fondo. Para llegar a ellas se requiere una actitud reflexiva, un silencio que permita a uno contactar con su interior, un estado de profundidad y de respeto hacia la pregunta que no es una pregunta de poca importancia, sino que es una pregunta que pide introspección, meditación, reflexión, abstracción, atención observadora y una pizca de amor. No hay que tenerles miedo ni hay que tener desconfianza. Todos sabemos más de lo que creemos saber, pero nos falta contactar con esa parte nuestra –menospreciada o desatendida- que es una sabiduría que no se basa en los conocimientos externos adquiridos sino en los internos con los que nacimos. Conviene crear un estado de ánimo sereno, de ecuanimidad, de paz, de introspección y confianza y, sin presiones externas ni miedo ni desconfianza, entrar al silencio de nuestro interior, lejos de los ruidos del exterior, de las distracciones con las que nos alejamos del centro y de nosotros, y confiar… parar y creer en uno mismo y en el contacto con el Uno Mismo. Eso nos permite llegar a donde de verdad está quien realmente uno es. YO con mayúsculas. Sin miedo a mí. Sin dudas ni desconfianzas. Las respuestas banales se esfuman sin dejar huella, pero cuando uno llega a la verdadera reacciona, siente algo distinto, hay algo que se manifiesta y confirma que esa sí es, sí, aporta paz, una sonrisa invisible, un suspiro, ya se ha llegado a ella, es lo que uno estaba buscando. Y si no aparece el primer día, ni el segundo, hay que persistir. Cualquier cosa menos rendirse, menos darse por perdido, menos aplazarlo indefinidamente y conformarse y consolarse con que uno no es muy listo y esas preguntas están hechas para los iluminados. Tus respuestas están dentro de ti. Las respuestas de los otros son de los otros, y tú has de buscar las tuyas. Búscalas incansablemente. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
CADA DÍA ES TODA UNA VIDA En mi opinión, cada día nos permite experimentar en sus 24 horas una experiencia similar a lo que es una vida completa. Nacemos al despertar. Tal vez nacemos un poco maduritos ya, pero a fin de cuentas de lo que se trata es de que venimos de no sabemos dónde y de pronto nos encontramos en un sitio que se llama Mundo y en una cosa que se llama Vida. Aquí estamos. Hemos llegado. Ante nosotros se presenta un panorama lleno de opciones y posibilidades, y somos conscientes desde el primer instante –aunque no pensemos en ello- de que se va a acabar el día. De que va a llegar la noche. Y con ello concluye la vida de ese día. Como va a concluir toda nuestra vida cuando nos llegue la muerte. Eso sí, casi todos damos por supuesto que después habrá otra vida -ese otro día es mañana por la mañana al despertar-, como otros dan por supuesto que habrá otra vida cuando se acabe esta que ahora vivimos, lo mismo que hubo otra antes de que comenzara esta. Damos por supuesto cada noche que mañana nos vamos a despertar, pero también es cierto que hasta que llegue ese mañana va a pasar el tiempo suficiente como para que ocurran muchas cosas. En esa supuesta seguridad de que mañana continuaremos aún vivos no vivimos este día –esta vida- con total intensidad porque algo dentro de nosotros nos hace dar por supuesto que mañana tenemos la posibilidad de hacer lo que no hemos hecho hoy o de repetir lo que nos apetece repetir, pero… ¿Y si mañana no despertamos? Venimos de la nada. De un sueño. De un no saber y no controlar. Y nacemos/amanecemos sin saber de dónde nacemos/amanecemos, y es muy posible que se nos pase esta vida/día enteros sin preguntárnoslo. El fin puede estar en cualquier parte aguardando. A la vida le puede faltar intención y atención. A la vida le puede faltar VIDA. Se nos va pasando el día/vida camino de la noche/muerte y no somos capaces de aprovechar los segundos/días. ¿Si supieras que este es tu último día de vida lo harías distinto de lo que es o lo que va a ser?, ¿Vivirías de otro modo?, ¿Harías otras cosas? El enemigo de la vida no es la muerte, sino el desaprovechamiento. La noche/muerte nos llegará y sería tremendo que tuviésemos más cosas de las que arrepentirnos que cosas de las que alegrarnos y sentirnos satisfechos. Te invito a que pruebes el juego de hacer que un día sea toda una vida. Y llena ese juego de lo que quieras y como quieras. Si lo haces bien, con consciencia y a conciencia, te garantizo una gran experiencia muy provechosa. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
ACEPTAR LA ESPIRITUALIDAD EN EL DESARROLLO PERSONAL En mi opinión, y es una opinión generalizada, persona y espiritualidad son indisolubles. El espíritu es, entre otras cosas y según dice el diccionario: “Ser inmaterial y dotado de razón” y también es “Alma racional”. Hay personas que esto lo tienen muy claro, que la fe les permite verlo con claridad y sin resquicios, o que un convencimiento profundo fruto de unas experiencias innegables les permite afirmarlo sin dudas. Para otros, en ocasiones, es ese creer “tenerlo claro”, precisamente, lo que les impide verlo con claridad realmente, porque confunden una opinión ajena con una creencia propia, o porque entienden la espiritualidad como algo que no se puede discutir porque sería un atentado a las creencias que le inculcaron o impusieron. Ahora puedo afirmar, desde mi propio escepticismo, desde la suspicacia de una persona a la que le cuesta mucho creer en lo que no puede verificar y casi tocar, desde una mente que cuestiona sus propios pensamientos, que la espiritualidad está ahí y forma parte del conjunto al que llamamos Persona, en el que se aúnan, además, un cuerpo físico, una mente, unas emociones y unos sentimientos. Ahí está la espiritualidad, a la que otros prefieren llamar religiosidad, o alma, o divinidad, o esencia y principio, o Ser, que el nombre es lo menos importante porque todas esas formas de llamarlo se refieren a lo mismo: a la sensación o a la seguridad en la existencia de algo que nos trasciende como cuerpo físico de vida limitada, algo que viene de más atrás o que está por encima de lo que es solamente el cuerpo. Este escéptico que escribe –ahora a punto de ser ex-escéptico- permite –o ha permitido- que su mente rechace como cierto aquello que de momento es sólo una intuición de que nos compone algo que puede ser simplemente “la bondad” –por ejemplo-, como una cualidad más del Ser Humano, pero que al mismo tiempo puede comprender que esa cualidad de “la bondad” es algo que pertenece más a un plano superior al que es simplemente humano -en cuanto a cuerpo físico que finalizará su existencia-, y por eso este escéptico se permite aceptar que hay una parte divina en el Ser Humano, con virtudes como la piedad, la misericordia, la empatía, la caridad, la indulgencia, la benevolencia, la magnanimidad, el altruismo…porque aunque sabemos que los propios animales hacen alguna de estas cosas de un modo instintivo –porque suponemos que ellos ni tienen alma ni divinidad- en cambio, al mismo tiempo, nos arrogamos esas cualidades como algo que nos separa de la pura animalidad de nuestro cuerpo. Cuerpo y alma. Cuerpo y divinidad. Pues sí. Hay algo más. Y ahora me cuesta más estar de parte de Santo Tomás y decir al unísono: “Si no lo veo, no lo creo”. Hay que aceptar la espiritualidad, que tenemos entre nuestros componentes una parte que se podría denominar divina, o que, yendo un poco más allá, como los más atrevidos o los más sabios o los más visionarios, podríamos decir que es un poco de Dios o un Dios completo lo que también nos habita. La verdadera humildad no es solamente aceptar las propias limitaciones y debilidades. También hay que ser humilde, y mucho, para aceptar que uno es más de lo que aparenta ser, porque es en parte divino, o porque es morada de Dios, o porque en este cuerpo y esta mente se han reunido –tal vez mágicamente- la trascendencia de la espiritualidad con la finitud del cuerpo humano, y junto con ellos la capacidad de darse cuenta de lo que eso es y representa, y la posibilidad de obrar en consecuencia. El Desarrollo Personal conlleva, inevitablemente, el Desarrollo Espiritual. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
EL SER HUMANO ES UNA SOLA COSA En mi opinión, el concepto de lo que es el Ser Humano aún no queda claro en la mente de bastantes personas, porque generalmente lo asocian exclusivamente a lo que es el ser viviente, o sea el cuerpo. Somos unos animales que pertenecemos a una especie denominada “Homo Sapiens” (del latín homo –hombre- y sapiens –sabio-), a la que se le llama comúnmente “Humanos”. A muchas personas les resulta más fácil entender el Ser Humano descomponiéndolo en diferentes apartados –cuerpo, mente, alma o espíritu, energía, conciencia, divinidad, etc.- en vez de aceptar que somos una Unidad que comprende, juntas, todas esas partes que nos componen y que son inseparables. Entiendo que para referirse a aspectos concretos de este conjunto –al que también llamamos “persona”- sea más cómoda esa división, pero sólo a efectos de referirnos de un modo coloquial a cada una de las piezas en las que descomponemos el inseparable conjunto. El problema se produce cuando realmente creemos firmemente que son apartados distintos, incomunicados e independientes, porque la realidad es que la fusión es tan impecable que no hay límites entre una cosa y otra, y que al margen de lo que podemos ver cuando nos miramos en el espejo y lo que podríamos ver si nos abre un cirujano, el resto de nuestros componentes son intangibles e invisibles. ¿Somos un alma alojada en un cuerpo? ¿Somos una mente que se inventa una espiritualidad con pretensiones de ser algo más “especial”? ¿Somos la divinidad en pequeño –o en grande- instalada en un cuerpo físico? ¿Somos un espíritu que utiliza un cuerpo tras otro para sus sucesivas reencarnaciones, como dicen algunos? ¿Somos una nada pretenciosa que no se conforma con ser un cuerpo finito y se inventa todo lo demás para creerse importante? ¿Qué somos? En mi opinión, el Ser Humano es una sola cosa. Acepto que es más fácil entendernos como diferentes apartados, pero sólo está bien a nivel comunicativo. Lo que tiene que prevalecer en nuestra idea cuando hablamos de nosotros es que SOMOS INDIVISIBLES. Por cierto, y por si no te habías parado a reflexionar sobre ello, decimos con naturalidad SER HUMANO, nos consideramos SERES HUMANOS, y no sabemos claramente lo que la definición quiere decir. SER – El Ser es un transcendental, aquello que rebasa y trasciende todos los entes, o sea, trasciende todo lo que es, lo que existe y lo que puede existir. HUMANO – Que tiene naturaleza de hombre. El Ser Humano, por tanto, es el hombre material que al mismo tiempo es transcendental y va más allá de lo que es, lo que existe y lo que puede existir. Hay quien le cuesta comprender esta unicidad que comparte por igual lo transcendente –la Espiritualidad, la Divinidad, lo Superior- con lo finito del cuerpo y los “defectos”, los miedos con la Sabiduría, lo vulgar con lo Celestial, la ineptitud con el Semidiós, pero somos todo eso. Tenemos que acostumbrarnos a ser lo que somos, aceptar nuestros momentos de descontrol emocional y animal y nuestros momentos de misticismo y espiritualidad. Tenemos que sabernos y sentirnos celestiales, reconocer la bondad infinita que nos forma, y no por eso sentir que le estamos usurpando el sitio y poder a Dios sino que, con ello, sentirnos auténticamente hijos de Dios. Si los hijos de los gatos son gatos… ¿Los hijos de Dios son Dioses? Conviene hacerse todo tipo de preguntas sin escandalizarse por ello, conviene atreverse a aceptar que uno es más de lo que aparenta ser, conviene asumir la responsabilidad que conlleva el hecho de que somos algo más que este personaje confuso o desquiciado que a veces representamos. Conviene preguntarse no quién soy, sino qué soy. ¿Qué es esto a lo que llamo YO? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)