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buscandome

Warianos
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  1. ¿EXISTE EL AZAR O EXISTE EL DESTINO? En mi opinión, son dos corrientes de creencias prácticamente opuestas cuyo denominador común es que ambas son indemostrables y se basan exclusivamente en la fe o suposición que cada uno puede tener, con el añadido de que al tratarse de fe o suposición es indemostrable desde un punto de vista científico o intelectual. El azar es, básicamente, casualidad. Se refiere a algo fortuito, que no sigue unas leyes específicas ni está predeterminado, que puede suceder o no y puede suceder de un modo o de otro modo distinto. Lo tranquilizador -para algunas personas- del azar es que transmite la sensación de libertad. Lo que suceda por azar puede ser agradable o desagradable, pero a uno le queda la sensación de que no ha sido algo impuesto, algo ineludible. Y es que la otra opción de explicarnos el que sucedan ciertas cosas es creer que existe el destino y que las cosas suceden, queramos nosotros o no, debido a ese destino predeterminado. Generalmente, además, asociamos “destino” a algo que casi nunca es agradable. Eso es lo primero que nos viene a la cabeza, algo así como que todo destino es fatal. Si miramos en el diccionario encontramos que confirma esta idea. Dice: “Encadenamiento de los sucesos considerado como NECESARIO y FATAL”. El que sea NECESARIO nos hace creer que no tenemos libertad de escoger porque ya “algo” o “alguien” ha escogido por nosotros y nos ha impuesto algo de lo que no nos podemos librar –porque es nuestro destino-, con el agravante de que ha de ser FATAL. Con esta definición no queda más remedio que ser pesimista ante las cosas que suceden por destino porque, además, hay otra acepción para la palabra DESTINO: “Hado”, y esto es lo que significa HADO: “En la tradición clásica, fuerza desconocida que obra irresistiblemente sobre los dioses, los hombres y los sucesos”, y también “Encadenamiento fatal de los sucesos”, con lo que nos deja pocas opciones de escapar bien de las cosas que nos asigna el destino. Lo menos agradable –para algunas personas- del destino es que nos es impuesto –con lo que se elimina la opción de libertad de elección- y, aparentemente, es ineludible, porque el hecho de supongamos que existe lo que se denomina “Libre albedrío” -que es la potestad de obrar por reflexión y elección-, ya no es tan creíble como se le supone, además de que es indemostrable que exista el libre albedrío puesto que cualquier cosa que uno haga creyendo que con eso está escapando al destino en realidad puede que ese sea precisamente el destino: hacer como que se está escapando del aparente destino. Quiere esto decir que si “parece” que el destino nos lleva, por ejemplo, a quedarnos en nuestro lugar de origen para el resto de la vida y decidimos con nuestro libre albedrío cambiar de ciudad de residencia, nadie puede garantizar que el destino real era quedarse y no era cambiarse. Puede que al cambiarse lo que se hace realmente no es escapar del destino sino cumplirlo. Cada vez más personas creen que el libre albedrío no nos da la opción de eludir el destino, sino que nos permite elegir un modo u otro de cumplir, inevitablemente, con nuestro destino. A muchas personas el hecho de que exista el destino les hace cuestionarse muy seriamente algunas de sus creencias. Se preguntan: Si ya está todo predeterminado… ¿Cuál es mi papel en mi vida?, ¿Qué hago en el mundo?, ¿Soy solamente una marioneta que forma parte de un juego de quien haya determinado el destino?, ¿Tengo libertad?, ¿Libertad para qué? Otras muchas personas se quedan tranquilas con la confianza de que un Creador, que sabe mejor que nosotros lo que es bueno para nosotros, ha decidido nuestra función en este mundo, sabe de nuestra evolución y de las pruebas que tenemos que atravesar y nos las impone, nos cuida aunque no siempre lo sintamos así o no sepamos comprenderlo, o nos favorece con una fe que suple con su confianza las dudas del pobre y confundido humano. ¿Existe el azar?, ¿Existe el destino? A día de hoy, racional o científicamente es imposible confirmarlo. ¿Es importante que existan, es imprescindible, o puede uno gobernar su vida al margen de ellos? Porque lo que sí existe es cada Ser Humano. Tú y los otros. Y estamos Aquí y Ahora. Y es conveniente dotar de sentido a este estar Aquí y Ahora. Hay que llenar la vida de Vida y de Intención. Hay que tomar conciencia y obrar en conciencia y a conciencia. Y hay que tomar consciencia de esta maravilla que estar vivo y poder disfrutarlo. Hay que darse cuenta de todo ello y obrar en consecuencia. Ahora es tu turno. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  2. ¿SE PUEDE CAMBIAR EL PASADO? En mi opinión, acceder al pasado nos puede aportar tanto satisfacciones y experiencia como nostalgias de esas que son crueles y producen dolor. Y no es solamente por los hechos históricos que sucedieron, que son innegables como tales, sino porque a cada recuerdo que archivamos en nuestra memoria le adjuntamos –de un modo indisoluble- unos sentimientos o una clasificación, y no les permitimos escapar de ese añadido que, en demasiadas ocasiones, se convierte en una condena imperdonable, en un binomio del que aparentemente es imposible escapar. Hay que aceptar que en los momentos de excesiva euforia, o en los trágicos y en los duros y no aceptados, se pierde la capacidad de ecuanimidad que es capaz de valorar los hechos en su justa medida, así que cuando sucede algo que nos encanta lo magnificamos aún más añadiéndole sentimientos o sensaciones que están incluso por encima de la realidad, y esa calificación a la larga tanto puede ser positiva como negativa. El recuerdo con añoranza o nostalgia, pero con una sensación dolorosa porque ya pasó y no se podrá volver a repetir, cuando es con un estremecimiento frustrante, con una tristeza mala, es un enemigo que conviene no alimentar. El pasado pasó y eso no hay quien lo pueda modificar. Y empeñarse y empañarse porque ya no está aquí y ahora, ni podrá estar más, solamente aporta un estado inquietante de descontrol y descentramiento que oscurece la maravilla que es la vida. El recuerdo con alegría por aquello que tuvo su momento y sucedió, por aquello a lo que le adjudicamos la etiqueta de bueno y añadimos las de todos sus sinónimos, es excelente. Nos aporta un sentimiento de que la vida es grandiosa –aunque algunas cosas no se puedan volver a repetir-. Quedarse con lo positivo es lo acertado. Es lo que enriquece y aporta satisfacción. Por otra parte, los hechos del pasado que hemos etiquetado con una definición funesta, que hemos adjetivado como malas –o cualquiera de sus sinónimos-, nos van a perseguir intentando contagiarnos de su tragedia y tiñendo de desconsuelo todo el resto de cosas que componen la vida, porque desde su pesimismo nefasto no son capaces de dejarnos un espacio para que nuestra capacidad de comprender cumpla su tarea y se dé cuenta de la verdad que hay tras la aparente desdicha de lo que sucedió. El hecho histórico de lo que sucedió es inamovible, pero la etiqueta que le hemos puesto sí la podemos cambiar. Y eso es lo bueno. ¿Cómo? Trayendo el pasado al presente y exponiéndolo desmenuzado y con toda la ecuanimidad, desapasionadamente, sin prejuicios ni pre-juicios, revisando los hechos tal como fueron y no como los hemos querido archivar en el almacén de los recuerdos, viéndolos desde la objetividad comprensiva, con el corazón abierto y el discernimiento atento. Como si le hubieran sucedido a otra persona. Es posible que tengamos archivado el ladrido de un chihuahua que nos asustó en nuestra infancia -aunque estaba amarrado con una cadena- como un ataque agresivo de una manada de lobos hambrientos lanzándose directamente a nuestro cuello. O que una palabra inocente dicha sin mal propósito la tengamos en el cajón de las ofensas más graves y malintencionadas. O como algo gravoso -como entonces supusimos- aquello que hizo nuestra amiga, lo que no hizo nuestro familiar, lo que sucedió, lo que otro opinó, que no ocurriera lo que deseábamos que sucediera… Y si fuésemos capaces de comprenderlo con nuestra comprensión actual y nos hiciésemos ver a nosotros mismos el tamaño real de las cosas, la falta de mala intención, lo equivocado de nuestro juicio, o que no era tan grave y no era para tanto, eso nos descargaría en parte de una pesada losa que cargamos donde están anotadas, con nuestra propia sangre, las cosas que no nos han gustado pero porque no han sucedido como –tal vez injustamente y sin lógica- deseábamos. Hay que entender algo claramente: es uno mismo, y nadie más, el que paga -con su tristeza y su estado de frustración- por no querer aceptar sin condiciones que el pasado no miente en cuanto a los hechos pero puede estar muy equivocado en cuanto a las intenciones. Hay que desdramatizar la vida y lo que sucede a lo largo de ella. Ni el mundo ni los otros van a hacer siempre las cosas como nosotros queremos –porque, además, es posible que estemos equivocados en lo que queremos- y eso hay que aceptarlo sin que sea una hecatombe, ni el suceso más siniestro, ni lo peor que nos podía pasar, ni la confabulación universal contra nosotros. Conviene traer lo pasado desagradable al presente, y despojarlo del rencor, darle la vuelta y airearlo, sacarle brillo poniéndole una luz nueva, dejar que se tranquilice, pulir sus aristas, y acogerlo sin más como lo que realmente es: una experiencia, una oportunidad de darse cuenta y aprender, y un ejercicio para que nuestro ego y nuestra alma pongan cada cosa en su sitio. Pruébalo y compruébalo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  3. AQUÍ Y AHORA En mi opinión, casi todos somos un poco zoquetes, o muy zoquetes, y por más que nos lo digan, por mucho que nos lo repitan, por mucho que lo leamos una y otra vez, cuando se presenta esto del AQUÍ Y AHORA, nos impacta el tiempo justo para que llegue el olvido y se lo lleve. Elucubramos sobre el AQUÍ Y AHORA, aparentamos que tomamos consciencia de ello, y nos ponemos reflexivos y circunspectos, pero pocas personas son las que realmente toman consciencia de esa realidad y obran de acuerdo con ella. Vivir el AQUÍ Y AHORA requiere una atención muy plena y este asunto requiere una prioridad y una dedicación que no puede ser menos que total. El AQUÍ Y AHORA nos acompaña constantemente. En cualquier sitio que estemos, en cualquier momento que estemos, siempre es AQUÍ Y AHORA, pero todos son únicos e irrepetibles, y si bien hemos de ser conscientes de que hacemos un trueque y ofrecemos una parte de nuestro tiempo a cambio de un sueldo, o de una agradable convivencia, o a cambio de unas sanas relaciones sociales, también hemos de ser conscientes de que seguimos siendo nosotros mismos los que estamos en cada uno de nuestros instantes, de que aún en esos momentos en que no estamos conscientes de nosotros mismos nos pertenecemos, de que aún en esos momentos podemos y debemos vivir con total intensidad nuestra presencia, y que la calidad de nuestra vida es la suma de todos los momentos, incluidos todos los anteriores. No debemos dejar de sublimar los AQUÍ Y AHORA, incluso los que compartimos a desgana, por obligación o por compromiso, porque las lecciones de la vida no descansan, y se presentan en cualquier momento, y en cualquiera de esos instantes vive la chispa que nos puede animar, la luz que nos despierta, y la enseñanza que siempre nos persigue, presta y animosa. La solución está en nuestro interior. Si sabemos atender las emociones y vivir los sentimientos, podremos ver el Camino que nos lleva hasta la vivencia plena de todos y cada uno de los AQUÍ Y AHORA de los que nuestra vida se construye. Recordemos que la vida se compone de multitud de ellos, pero todos son irrepetibles e irrecuperables, y todos reclaman su derecho a ser vividos intensamente. Todos hemos sentido que se nos mueren los días sin darnos cuenta, llegamos a la cama con la frustración de “otro día perdido en que no he hecho lo que quería hacer”; todos nos hemos hecho firmes propósitos de empezar a darnos cuenta de que se nos va la vida sin enterarnos y que eso ya no va a volver a suceder… aunque vuelve a suceder. Esos momentos de breve lucidez que se nos presentan mueren a manos de la desatención y la rutina, que se alían en contra de la que es su gran enemiga: la consciencia. Tomar consciencia del presente implica tener que hacerse cargo de esta persona que es uno mismo y ha vivido más o menos abandona por sí misma, que aparenta estar cargada de problemas y frustraciones, dudas, inquietudes, pensamientos, desamores, contradicciones, temores, buenos deseos pero débiles, el amor un poco escondido y en desuso, y algunas buenas intenciones que se quedan en poco más que intenciones. Ser plenamente conscientes, absolutamente conscientes, sin restarle nada de la contundencia que tiene el AQUÍ Y AHORA, es precisamente lo que le puede aportar plenitud y completitud a nuestra vida. Nuestra vida es una sucesión de muchos AQUÍ Y AHORA, uno tras otro, todos distintos aunque sean iguales en su esencia, todos necesitados de nuestra atención, todos llenos de vida y de poder hacernos experimentar esa sensación de estar realmente viviendo, y todos nos llaman con desesperación para que los ocupemos y nos ocupemos de ellos, todos quieren y requieren nuestra atención, en todos es imprescindible nuestra presencia plena. Este no es un asunto que se pueda aplazar, y requiere que uno se repita continuamente SOY YO, ESTOY AQUÍ, ME DOY CUENTA o cualquier otra idea similar hasta que quede grabado de un modo que no se pueda quitar o borrar. Tomar consciencia de este presente que es el AQUÍ Y AHORA obliga a tomar o retomar la responsabilidad de la propia vida y comenzar a gobernarla con mano firme y amorosa. Y esto sí que es una obligación personal ineludible. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  4. PREGUNTAR Y PREGUNTARSE En mi opinión, muchas personas se equivocan cuando se empeñan en establecer como cosas distintas lo que en realidad es una sola cosa e indivisible. Entienden que en sí mismos conviven –por lo menos- dos asuntos dispares, uno de los cuales es IMPORTANTE porque contiene lo trascendente, lo espiritual, lo divino, la bondad, el amor… mientras que la otra parte se nutre de los menos interesante: LO COTIDIANO, lo vulgar, lo malo, los errores, lo que no tiene valor… Todo es uno. Somos el conjunto, no una sola de sus partes. Nos hacemos preguntas que disfrazamos de trascendentes pensando que con ello estamos en otro nivel… que somos más… que estamos por encima… que rozamos a los Dioses y les tuteamos… Desde la parte que consideramos IMPORTANTE, nos preguntamos por Dios o lo divino, por el alma o el espíritu, el sentido de la vida, qué hacemos aquí, el porvenir y el karma… para luego conformarnos con el silencio por respuesta, y entonces tratamos de convencer a las preguntas para que se retiren y no incordien con ese aire de interrogatorio eminente… mientras la respuesta queda ausente. Hay preguntas y no hay respuestas. Y eso causa frustración. Y más para quienes creen que el encuentro con la respuesta es la clave de la felicidad o la solución a todos los conflictos. Y resulta que no siempre es así. Hay preguntas rimbombantes con aires de grandilocuencia cuya presunción está por encima de nuestra capacidad de responderlas. Hay preguntas que no tienen respuestas, así de claro, y hay que aceptar que es así y no empeñarse en querer encontrarlas ya que lo único que encontramos es la desesperación. Hay preguntas que no están bien hechas, o preguntas pretenciosas pero sin interés en encontrarse con su respuesta. En este caso, hemos de ser sinceros y averiguar nuestro compromiso con lo que queremos saber en cuanto a quién hace la pregunta, porque si vienen de nuestra presuntuosidad, o del intelectualoide presuntuoso que nos habita, tal vez sea mejor que dejemos de perder el tiempo –que es la vida- con ello. Hay preguntas que se las hacemos a la mente cuando resulta que el corazón es el único capacitado para responderlas. Hay preguntas que encabezamos desde un ¿POR QUÉ? esperando una respuesta milagrosa, cuando en realidad deberían ser respondidas con otra breve y elocuente pregunta ¿Y POR QUÉ NO? Hay preguntas cuya respuesta sólo la conocen los Dioses, los Iluminados, o nuestro Sabio Interior, y las hacemos desde una mente limitada y condicionada a la que pedimos que asuma una respuesta que sólo la puede aceptar y entender una mente ilimitada y libre de prejuicios y condicionamientos. Está muy bien preguntarse, sin duda. Y es interesante –y en algunos casos necesario- darse respuestas. Y no encontrarlas –lo repito- puede ser muy frustrante. Pero no lo sabemos todo y no podemos saberlo todo. No podemos acceder a todas las respuestas. Y hemos de ser conscientes de esa limitación. Conviene saber qué preguntas tenemos que dejar para más adelante porque todavía no estamos preparados para comprender la respuesta, qué preguntas no nos tenemos que hacer nosotros sino que tenemos que hacérselas a otras personas, qué preguntas son inútiles y sin sentido aunque aparenten ser útiles y tener sentido, qué voluntad y preparación tenemos para encontrarnos con algunas respuestas que no se parecen en nada a las que hubiésemos deseado, y qué preguntas tienen el silencio o la nada como verdadera respuesta. Y no hay que rendirse si no aparece la respuesta, y no hay que cejar en el empeño de encontrarse en algún momento con la respuesta, y no hay que preguntar por preguntar, y hay que ser conciso y claro en las preguntas, y algunas hay dejarlas descansar para que se encuentren tranquilamente con su respuesta… Muchas opciones frente a las preguntas y todas pueden ser válidas. No hay una fórmula que sirva para todas las personas, todas las cosas, y todas las circunstancias, así que es complicado hacer una recomendación universal. Eso sí, no hay que parar nunca de hacerse preguntas, que siempre es mejor que no hacerlo, y hay que dejar activadas siempre una parte de nuestra atención, una parte de nuestra mente, y una parte de nuestro corazón, porque las respuestas están –en muchas ocasiones- más a la vista de lo que creemos o donde menos sospechamos, y las respuestas pueden aparecer no cuando estamos obcecados con encontrarlas sino cuando estamos relajados o en otra cosa. Encuentra el modo que te parece apropiado y aplícalo. Si quieres, claro. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  5. OLVIDAR ES BUENO, PERO… En mi opinión, olvidar lo desagradable es bueno, pero no antes de tiempo. Ni más tarde. Antes de enviar las cosas y las experiencias ya vividas al olvido –porque no nos encantan y su presencia nos perjudica- es necesario extraerles la enseñanza que todas las cosas que nos suceden llevan implícita. Olvidar sin más, pretendiendo alejar la mala experiencia sin que nos deje poso, no siempre es buena idea. Algunas de las cosas que nos pasan nos tienen que dejar huella. No de un modo traumático, sino que nos tienen que dejar su lección impresa en nuestro libro de experiencias, para que no sea necesario que se tenga que repetir con el consiguiente malestar repetido. Hemos de permitir que esas cosas nos afecten en la medida necesaria, y si lo que pretenden es despertar nuestros sentimientos, o llevarnos a contactar con alguna emoción, habrá que permitirlo para ver a dónde nos quiere llevar, para comprobar qué es lo que no hemos visto hasta ahora y es necesario conocer. De lo que hay que estar pendiente es de no caer en el regodeo en esa mala experiencia que hemos pasado, en no permitir que nuestro masoquista se deleite en quedarse ahí rebozándose en la desgracia, y en que ese sufridor que todos tenemos más o menos oculto no retenga como presa ese motivo que le da la razón en que sufre y sufre. Ante las malas experiencias es conveniente actuar del modo justo y adecuado: no es necesario quedarse morbosamente en ellas, pero tampoco es correcto escapar indemne y lo antes posible. Aunque cueste comprenderlo, es necesario que nos impregnen de algún modo… pero durante el mínimo tiempo, justo el tiempo imprescindible para darse cuenta de lo que haya que darse cuenta. Algunas experiencias resultan muy crueles, aparentemente son innecesariamente crueles, pero parece que sí son necesarias aunque no se comprendan en el momento. “De todo se aprende”, dice el dicho. Lo que puede suceder es que en el momento de la experiencia –en el desconcierto y el desagrado del momento- uno no siempre esté receptivo a extraer la enseñanza, y en ocasiones es conveniente apartarlo a un lado y dejarlo reposar, por lo menos hasta que uno esté en otro momento más sereno y receptivo y sea capaz de verlo con la ecuanimidad y conciencia que ello requiere. Está demostrado que las personas no toman decisiones correctas ni en los momentos de euforia ni en los momentos trágicos. Ambos estados aportan una visión distorsionada de la realidad. Hay que buscar el estado, la actitud, y el momento adecuados, y traer a la memoria –sin pre-juicios- lo sucedido, verlo con los ojos de la comprensión, desde la sabiduría innata de la que todos disponemos, con la conciencia y la consciencia presentes, y entonces diseccionarlo, verlo desde todos los puntos de vista con el ánimo de comprender, y cuando se haya terminado el proceso es seguro que algo dentro de nosotros habrá interpretado correctamente lo que sucedió. Entonces es cuando se puede enviar, ya limpio, y definitivamente, al olvido. Olvidar es bueno, y hasta necesario. Ahora ya sabes cuándo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  6. REZAR NO ES SOLAMENTE REPETIR ORACIONES En mi opinión, hemos reducido mucho el significado de la oración, y la hemos restringido a la repetición sistemática de una plegaria –que en muchas ocasiones recitamos inconscientemente y atendiendo más a otra cosa-, y rezamos -bastante a menudo-, como compensación o a cambio de algo que vamos a pedir a la divinidad. Algunas personas piensan que, en realidad, no hay que pedir a Dios, porque Él ya conoce las pruebas que cada persona tiene que pasar, las dificultades con que se encuentra, las necesidades, y los deseos de cada persona, y conoce perfectamente lo que es bueno para cada uno y lo que todavía no hay que darle por mucho que crea que lo necesita, y es lo suficientemente generoso como para no tener que sobornarle con oraciones o promesas. Otros piensan que repitiendo las oraciones se halaga el ego de Dios y se Le reblandece para que conceda lo que se le va a solicitar después. En mi opinión, repetir las mismas oraciones de siempre, una y otra vez, a un Dios que las ha escuchado millones de veces, supongo que es menos interesante para Él que escuchar las improvisaciones que puedan brotar de un corazón que desea manifestarle su amor o su desconcierto o su miedo. Porque rezar no es solamente repetir oraciones, de cualquier religión, por muy bien construidas que estén, por muy apreciadas que sean. Rezar es hablar con Dios, y si se Le recita exclusivamente una oración que Él ya conoce, no se le despierta el interés. Tal vez Le apetezca más escuchar el reconocimiento verbalizado de lo que uno siente de verdad –porque, sinceramente, me parece que casi no se siente sinceramente lo que se dice en cualquiera de las oraciones-. Apostaría a que prefiere escuchar un monólogo -aunque sea desconcertado- que brote del corazón, o de cualquiera de los estremecimientos nobles que tenemos, o que incluso sea una confesión caótica, una súplica desordenada y sin concretar bien del todo, o el grito rabioso por la incomprensión de algo que se está viviendo o sintiendo, o tal vez esté dispuesto a escuchar las quejas, las dudas, los decaimientos de la fe, las reclamaciones alteradas, las confidencias, las confesiones íntimas como entre amigos. Rezar no es repetir oraciones, es crearlas en cada conversación que uno tiene con ese Dios al que se dirige, aunque en realidad se esté dirigiendo a sí mismo sin ser consciente de ello. Rezar es –también- hablarle de las buenas noticias del día, de las cosas que han emocionado, del trabajo, de los sentimientos, o contarle los reproches que se le pueden hacer, o reclamarle por su falta de claridad a veces, por lo enigmático que aparenta ser casi todo, o por su silencio de palabras que se puedan comprender perfectamente. Rezar es –también- poner palabras a los sentimientos, pensar dentro de uno, preguntarse… Y si todo eso se dirige a Dios -o a quien cada uno dirija sus oraciones-, es muy posible que se reciban respuestas. Lo que pasa es que las respuestas no son siempre inmediatas ni se dicen siempre con palabras. A veces, varios días después sucede algo en nuestra vida que es una revelación a nuestra pregunta. Y si no recibes una respuesta clara, contundente, no desesperes: hay preguntas cuyas respuestas resultan ininteligibles con nuestra mente humana. Y hay preguntas para cuyas respuestas no estamos preparados. Rezar es –también- hacer confidencias sin voz a un destinatario que no responde. En esos casos, conviene recordar que cuando uno reza, o cuando uno pide algo a través de la oración, en gran parte se está rezando a sí mismo y se está pidiendo a sí mismo. Más allá de la repetición inmutable de una serie de oraciones que son ajenas, está una de las maravillas de la oración, que es la posibilidad de la conversación directa con Dios –o con la divinidad que habita en cada uno o en la que cada uno cree-, donde uno puede hacer todas las preguntas y denuncias y confidencias que desee. Rezar no es reproducir las mismas oraciones como si uno fuera una grabación en bucle. Rezar no es multiplicar lo mismo una y otra vez sin cambios. Rezar no es recitar de continuo una misma aburrida letanía. Rezar es contactar con Dios –con el Dios o la divinidad de cada uno-, y cuando así se hace conviene no ser aburrido ni repetitivo. Sé creativo. Que tus oraciones sean como las conversaciones que tendrías con el propio Dios si le tuvieras delante y tuvieses mucha confianza con Él. Si no lo haces así, pruébalo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  7. CADA UNO DEBE LLENAR SU PROPIA VIDA En mi opinión, lo bueno -para unos- o lo malo -para otros-, es que la vida la tiene que llenar cada uno con lo que quiera. Que viene vacía de contenido y es cada uno quien tiene que poner en ella lo que considere más adecuado para estar a gusto, para ser feliz, o para llegar a apreciar la sensación de plenitud y de sentirse a gusto con la propia vida. Muchas veces no nos paramos a apreciar esta maravilla que es poder vivir, y nos dedicamos a soportar o sufrir lo que la vida nos pone por delante, aunque no es cierto que sea ella la que nos pone las cosas por delante, sino que eso depende de cada uno, y parece que se nos olvida la opción de decidir, de gobernarla, de ponerle las flores y la música que nos gustan. Se nos olvida a menudo que nuestra vida es nuestra responsabilidad, y que tenemos que darnos cuentas a nosotros mismos de qué hacemos en ella y con ella, y no nos damos cuenta de que cualquier omisión de nuestra administración puede ser motivo suficiente –y con razón-, para que después nos arrepintamos de ello; que no es cierto ese pensamiento que a veces tenemos de que no podemos disponer de nuestra vida porque el destino ya está escrito o porque, por más que nos empeñemos –y esto lo dice nuestro pesimismo- nunca nos van a salir las cosas como nosotros queremos. Si desoímos los límites, si obviamos las barreras, si los muros no son infranqueables para nosotros, entonces nos topamos con la libertad de poder decidir libremente según nuestra voluntad en casi el ciento por ciento de los casos. Y eso produce un agradable e impagable estado de felicidad. Una sensación de que todo está en orden. Es el contacto más directo con la vida a nuestro servicio. Es bueno sentir la sensación de ser pequeños dioses que podemos administrar nuestra vida, y que podemos poner en ella lo que queramos –y quitar lo que no queramos-. Y mientras más se vea uno en ese estado, más se dará cuenta de dos cosas: que le gusta poder hacerlo así y que es más fácil de lo que parecía. Hay que aceptar con satisfacción eso de que no sean los otros, o el destino, o el azar, quienes siempre tengan el poder de controlar nuestra vida y sus sucesos, sino que es uno mismo quien tiene ese poder. Y esto, que para algunos es una onerosa carga para la que no se ven capacitados, en realidad es la maravilla de las maravillas. Uno puede poner en su vida más música y más colores, más optimismo y más sonrisas, más confianza y más ilusión. Y con estas premisas puede esperanzar a la vida, y puede darle un tono más rosa, y descargarla de esa sensación de guerra en inferioridad de condiciones, descargarse de la tensión constante y el complejo de inutilidad ante ella, y tranquilizarse de ese sentirse víctima irremediable de sus deseos y designios. La vida es más un Paraíso Terrenal que un campo de batalla. O, cuanto menos, así debiera ser. Conviene revisar esto de que uno es el responsable de su vida, el Dios de su Universo Personal, y el Creador de sus estados y decisiones, y con estas premisas asumidas interiormente, conviene deshacerse de los condicionamientos, de las ideas equivocadas, de los pre-juicios, de la corona de mártir, del dramatismo por principio, e instaurar una revolución que aniquile cuanto enemigo interno nos habite y que nos impulse a un nuevo estado de ser y de conciencia que entiendan perfectamente que es uno mismo quien debe llenar su propia vida, y que es mejor y más provechoso llenarla de sonrisas, de confianza, y de paz. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  8. ¿ESTÁS MAL?, PUES ME ALEGRO “Así como detrás de cada problema se esconde una oportunidad, encontramos tesoros de sabiduría tras cada decepción”. Robert T. Kiyosaki En mi opinión, la vida, el destino, nuestro mecanismo de evolución personal o espiritual, la necesidad de mejorar, la sabiduría instintiva, o quien sea, nos llevan a sentirnos mal -en ciertos momentos y con ciertas cosas- porque esa es la manifestación notable y sincera de nuestro estado interior. Quizás es el modo que tiene el alma de manifestarnos su sentir, quizás sea la llamada de atención del Yo Profundo al que acallan los yoes pequeños y ruidosos, o quizás es el único modo que tiene nuestra vida de frenarnos para que nos paremos para preguntarnos y enterarnos de qué es lo que nos pasa por dentro. Generalmente, nos sentimos mal emocionalmente –no me refiero a físicamente, por supuesto- cuando no se cumplen nuestras expectativas o sueños, o cuando una intranquilidad aparentemente inexplicable se instala en nuestro estado de ánimo y nos hace decir “no lo sé” cuando nos preguntan qué nos pasa. Matizaré una cosa acerca del título, que refleja de verdad mi pensamiento. No es solamente un título llamativo y provocador. Si estás mal –emocionalmente- deberías alegrarte como me alegro yo cuando me sucede, porque se te está dando la oportunidad de arreglar algo que no está bien. No me alegro de que estés mal –por supuestos-, me alegro de que al estar mal puedes ser más consciente de lo que te pasa y puedes ponerte a resolverlo. Si no se hubiera manifestado ese estado, seguirías soportando lo que te esté pasando durante mucho tiempo, de un modo oculto e inconsciente, pero al hacerse evidente se convierte en innegable. Y si pretendieras empeñarte en negarlo te estarías perdiendo una oportunidad especial de resolverlo y beneficiarte de ello. Si me alegro es porque cualquier situación en la que estés mal debido a que te acabas de dar cuenta y comprender algo, o acabas se sentir una frustración por el motivo que sea, o un remordimiento te ha recorrido como una serpiente, o un estremecimiento te ha puesto la verdad delante, es un momento que a mí me emociona y deseo que te emocione a ti también. Es un momento apasionante porque te ofrece la oportunidad de resolver lo que es necesario resolver. La oportunidad de comenzar de nuevo… y bien. La oportunidad de organizar lo necesario para tomar las decisiones pertinentes, para decidir qué es lo que quieres realmente… y hacerlo, y al hacerlo deshacerte definitivamente de ese estado deprimente y paralizante que frena el ritmo y el propósito de tu vida o de tu destino. El Ser Humano no siempre está feliz, pero desarrolla unos mecanismos que le permiten llegar a creer que es feliz cuando hay ausencia de motivos por los que preocuparse, así que ese mismo mecanismo de defensa le sugiere que evite cualquier manifestación de un malestar porque al no manifestarse es como si no existiese. O sea: un autoengaño en toda regla. Una mentira gigante. Un engaño que se va a desvanecer en cualquier momento. Afortunadamente existe esa manifestación de disconformidad interna que se manifiesta como un malestar, la mayoría de las veces inexplicable y de origen o naturaleza desconocidos, que nos hace darnos cuenta innegablemente porque es un estado que aunque se trate de maquillar con sonrisas falsas o se trate de mitigar con cualquier distracción, permanece. Aunque se pretenda retirarlo hacia el fondo o se trate de enviar al olvido, permanece. Aunque se trate de endosarle un origen distinto -que no es más que una estratagema que pretende ser un autoengaño-, permanece. Hay que escuchar la voz de las emociones y hay que encontrar el origen real de algunos sentimientos. Si uno de verdad se siente emocionalmente mal tiene la obligación de investigar el por qué y, por supuesto, el para qué, porque ahí están las claves y enseñanzas que pretende aportarnos ese estado. ¿Estás emocionalmente mal?, pues me alegro. Y si te pones a buscar el origen de ese malestar y sinceramente lo encuentras y lo escuchas y lo remedias, tú también te alegrarás. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  9. HAY QUE ATREVERSE A DESOBEDECER En mi opinión, durante la infancia nos imponen una educación que está basada en la obediencia sin discusión, y nos queda inculcada y grabada de tal modo que aun siendo adultos no sabemos o no podemos o no nos atrevemos a desobedecer. La educación actual y pasada se fundamentan básicamente en el premio y el castigo. Si te portas bien y eres bueno –según el criterio y conveniencia del educador, claro- te quiere y juega contigo –premio- pero si te portas mal y eres malo –según el criterio y conveniencia del educador, claro- no te quiere y no juega contigo –castigo-. Si obedeces –aunque no estés de acuerdo- tienes el premio de la aceptación, pero si no obedeces –porque no estás de acuerdo- tienes el castigo del rechazo o el enfado. ¡Cuántas veces hemos oído “si te portas mal, mamá -o la abuela o la tía o quien sea- no te va a querer”, y esa es la amenaza más trágica y terrible que se le puede hacer a un niño que necesita imprescindiblemente sentirse querido! Te obligan a obtener buenas notas en el colegio, y si lo hacer tienes el premio de una sonrisa, una aceptación incondicional, una felicitación y, posiblemente, un regalo. Si obtienes malas notas te regañarán, y además recibes el castigo de quedarte encerrado en casa, de no tener acceso a los juegos o aficiones que te dan placer, y de que no te acepten. Así que nos obligan a acostumbrarnos a obedecer si es que queremos sobrevivir –que es el objetivo básico y fundamental de cualquier niño-, y obedecemos –sin cuestionarlo- tanto mandatos claros como mandatos subliminales. Nos hacemos adultos y seguimos obedeciendo mandatos y consignas que nos grabaron en la infancia y, lo que es peor, no somos conscientes de que seguimos haciéndolo. Se han convertido en esas normas que no sabemos de dónde han salido pero que nunca nos cuestionamos y nos acaban pareciendo normales. Como somos obedecedores inconscientes no nos damos cuenta de cuál es el motivo auténtico de la mayoría de los mandatos que nos mueven por la vida. De ahí surge, precisamente, la NECESIDAD de revisar todas las cosas que hacemos, el modo en que actuamos o pensamos, o el origen de los miedos que nos gobiernan, y eso se consigue a base de hacerse continuamente las grandes preguntas: ¿POR QUÉ? y ¿PARA QUÉ? Encontrar sus respuestas nos puede llevar al origen de nuestros motores y motivaciones, o sea, a darnos cuenta de que muchos de nuestros pensamientos no son nuestros o de que muchas de las cosas que hacemos no las hacemos porque hayamos decidido libre y voluntariamente hacerlas sino que se deben al cumplimiento de una orden subliminal que actúa sin nuestro consentimiento expreso. Pero, claro… en nuestro interior inconsciente eso de decidir hacer algo de un modo distinto a como nos ha sido inculcado es un acto impensable, porque es desobedecer a nuestros padres o a las figuras que nos educaron. (Hay quienes en lugar de “educación” dicen “educastración” y me encanta la palabra porque lo define perfectamente). Y eso es un gran conflicto. Ese niño interno que se manifiesta más a menudo de lo que creemos, y que sigue actuando amenazado por el binomio premio-castigo, no se atreve a desobedecer porque sabe que el resultado es el castigo. Y sabe las pérdidas y los problemas que los castigos conllevan. El primer paso es, por supuesto, darse cuenta de cómo actúa uno ante cada situación, de dónde surge ese modo de actuar, y si está actualizado y es propio o es algo que está ahí pero realmente no nos pertenece. Seguimos siendo niños sumisos –y eso no es bueno- en demasiadas ocasiones, y algo interno nos frena y nos impide ser y actuar como adultos en todas las ocasiones. No propongo que haya que rebelarse contra todo y desobedecer todo, sino que hay que darse cuenta de por qué uno deja de ser él mismo y seguir su propio criterio y es y actúa como los otros desean. Por ejemplo, quien tiene un jefe en un trabajo sabe que tiene que obedecerle en las cosas que le manda relacionadas con el trabajo, pero solamente durante el tiempo de trabajo. Me refiero más concretamente a esas cosas que uno hace –o que uno piensa- y le dejan una sensación frustrante de no estar siendo él mismo, o una sensación casi de esclavitud o de dependencia, o la sensación de descontrol por estar haciendo o actuando sin saber por qué lo hace. Por ejemplo, si en la infancia se le dice o se le hace ver a un niño que es torpe, que es un inútil, que no acaba bien ningún encargo o tarea, se le está inculcando una idea que le va a acompañar el resto de su vida o, por lo menos, hasta que se dé cuenta de ello y lo desobedezca. Se le está diciendo “No confíes en ti”. Y, claro, por supuesto, ese niño cuando crezca no confiará en sí mismo porque obedecerá el mandato. Todos –repito: todos- tenemos impresos en nuestra mente o en nuestro inconsciente algunos mandatos que obedecemos rigurosamente y, por supuesto, sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo. La propuesta es observarse continuamente uno mismo, ver qué hace o cómo actúa, y preguntarse el “por qué” y el “para qué” de eso, y preguntarse también el “por qué no” de otras cosas. ¿Por qué me considero torpe si luego que demuestro que no lo soy?, ¿Por qué no me atrevo a hacer ciertas cosas que sé que podría hacer?, ¿Por qué me boicoteo yo mismo alguno de los proyecto que tengo?, ¿Por qué siento en muchas ocasiones que no soy yo mismo sino que soy un personaje ajeno que vive dentro de mi cuerpo?, ¿Por qué me siento mal en ocasiones después de haber hecho lo que quería hacer? Y para encontrar las respuestas conviene remontarse hasta la infancia, porque es allí donde se encontrará el origen de la mayoría de los problemas. Cuando uno descubra los mandatos que le impiden ser libre, conviene aplicar la fórmula de los “permisores”, o sea, darse permiso repitiendo con ahínco frases llenas de convencimiento, ayudadas por la voluntad firme y consciente de cada uno, que comiencen diciendo con rotundidad “Yo merezco…” o “Yo tengo derecho…” Hazlo. Te alegrarás. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  10. AVERIGUA LO QUE REALMENTE QUIERES En mi opinión, si hay una cosa que de verdad es imprescindible para cualquier persona es hacer un alto en la forma habitual de vivir –un alto que no es de un minuto sino que puede ser de varias semanas-, prestar atención a la propia vida –prestar atención consciente y real-, y consagrarse, con amor y dedicación, a encontrar todas las respuestas verdaderas a esta pregunta: ¿Qué es lo que REALMENTE quiero? Es importante, e imprescindible, que aparezca “REALMENTE” en la pregunta. No plantearse a menudo la pregunta, y no buscar sus respuestas auténticas, nos lleva, sin duda, a una pérdida de tiempo, que es lo mismo que decir a una pérdida de la irrecuperable vida. Conviene reflexionar primero sobre la dureza y la gravedad de la palabra IRRECUPERABLE, y de su significado, para darse cuenta de lo importante que es este asunto. Y, como todo lo relacionado con el Desarrollo Personal, no se trata solamente de darle unas vueltas en la mente y tratar de encontrar unas explicaciones más o menos razonables, sino que se trata de sentirlo en alguna parte, de lograr que se remueva algo en el interior, se trata de que el alma lo sienta de un modo que no sea innegable o que la mente no pueda desvirtuarlo. La pregunta sobre “LO QUE QUIERO”, sin añadir “REALMENTE”, se contesta rápidamente porque todos tenemos una idea de lo que creemos que queremos, que, curiosamente, casi siempre está relacionado con resolver problemas inmediatos o asuntos económicos. Al añadir “REALMENTE”, se eliminan el 99% de las respuestas, y van quedando las auténticas, las que de verdad nos importan, las que nuestra intuición y nuestra sabiduría van concretando. O aquellas que se han quedado rezagadas porque solo pensamos en ellas ocasionalmente. O aquellas que ya conocemos de más veces, pero aparentan ser inalcanzables o un vago en nuestro interior menosprecia restándoles la importancia que tienen. ¿QUÉ ES LO QUE REALMENTE QUIERO?, es tal vez la pregunta importante más complicada de responder, pero es –sin duda- la pregunta que más necesita encontrarse con una respuesta porque –sin duda- responder bien o conformarse con no hacerlo harán diferente nuestro presente e influenciarán sobre nuestro futuro. Tenemos que acostumbrarnos a ser muy conscientes de que cuando nos planteamos cualquier pregunta o inquietud que estén relacionadas directamente con nosotros, como personas, afectan inevitablemente a nuestra vida y nuestro modo de movernos por ella. Así que cualquier pregunta en la que se nos incluye es una pregunta importante, y al añadirle ese filtro tajante que es el adverbio REALMENTE permite una discriminación entre aquello que de verdad es importante, aquello a lo que dotamos artificialmente de importancia, y aquello que no tiene importancia en absoluto. Las dos segundas opciones conviene descartarlas inmediatamente porque al prestarles atención lo que se logra es distraernos del que debiera ser nuestro único objetivo: nosotros mismos. Ser uno mismo. La primera opción marca –de un modo contundente- lo que debiera ser el sentido de nuestra vida. Y en nuestra vida el sentido es o puede ser el Desarrollo de todo el potencial con el que, como humanos, contamos desde el nacimiento. Y eso incluye desde el autoconocimiento hasta la caridad, y desde cada una de nuestras virtudes hasta la espiritualidad. Pero, para no perder el tiempo –que es la vida- conviene ser preciso y no malgastarlo en rodeos y en pasatiempos, y centrarse en lo que de verdad importa y lo que ciertamente tiene sentido. Repitiéndose a menudo la pregunta, y dándole el tiempo necesario para que se encuentre con su o sus respuestas, es como se encauza correctamente la vida. Ahora, si ya eres consciente de que esta pregunta debe ocupar un lugar preponderante en tu escala de valores, si ya sabes o intuyes la valía que tiene y lo que te puede aportar, si de verdad captas que al ser selectivo y quedarte sólo con lo que REALMENTE quieres es como de verdad das a tu vida el sentido adecuado, ponte a ello. Ahora y siempre. Tú tienes el poder de decidir. ¿Qué es lo que REALMENTE quieres? ¿Qué es lo que REALMENTE quiero? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  11. ¿A QUÉ SIGO AFERRADO? En mi opinión, el hecho de no ser absolutamente conscientes de nuestra vida y nuestros actos, de nuestro modo de obrar y de quién toma la mayoría de nuestras decisiones –que, en el caso de las importantes casi siempre es el inconsciente-, y de no saber el porqué de muchas de las cosas que hacemos y muchos de los pensamientos que tenemos, nos coloca en una situación desventajosa que nos hace ser víctimas de nuestra desatención a la vida. Parece ser que todas las personas –todas- en algún momento de nuestra vida nos hemos tenido que aferrar a algo para poder seguir adelante, nos hemos tenido que agarrar fuertemente -por la circunstancia que sea y aún inconscientemente- a una persona, a un sueño, a una idea, a una utopía… Y parece que en demasiadas ocasiones se nos olvida que a llegar a cierto momento ya no necesitamos seguir aferrados, pero hemos creado una dependencia de la que es muy posible que no seamos conscientes porque lo hemos llegado a ver y aceptar como algo “normal” olvidando que existe la posibilidad de desvincularnos de ese aferramiento. Lo complicado de esto es, precisamente, el hecho de que no nos damos cuenta. Se ha llegado a convertir en norma –lo que no quiere decir que sea normal- y en algo habitual que se ha instaurado de tal modo que no parece que sea precisa una revisión, pero cualquier persona que esté en un Proceso de Desarrollo Personal tiene que revisar –inevitablemente- TODOS sus pensamientos –para averiguar si realmente son suyos-, todas sus actitudes –para saber de ellas el porqué y el para qué-, todos sus propósitos –para conocer si son suyos o son inculcados por alguien o algo ajeno-, y tiene que darse cuenta si es necesario seguir apoyándose en las muletas que tal vez en algún momento fueron útiles pero ahora son contraproducentes porque molestan e impiden caminar con normalidad. Una de esas preguntas cuya respuesta ayuda en este Proceso es, precisamente, esa de ¿A qué sigo aferrado?, porque los aferramientos son ataduras que impiden la libertad, y porque la falta de libertad impide tener y disfrutar la opción de elegir. Elegir desde la mentalidad actual y desde las circunstancias actuales y para las necesidades actuales y con la consciencia actual y con la intención y los objetivos actuales. O sea –y creo que queda claro-, actualizarse. La libertad es el bien más preciado. Y para seguir avanzando por este Camino que uno ha decidido, la libertad es imprescindible. Ningún preso encerrado en su celda puede ir más allá de su propia imaginación. Todo lo que en algún momento sirvió puede haber llegado ya al final de su utilidad y puede convertirse ahora en un impedimento. Y podemos seguir aferrados –innecesariamente- a ciertas personas que ya cumplieron su ciclo a nuestro lado, a ciertas situaciones obsoletas que ahora son una pesada carga, a ciertos miedos que ahora se pueden desmontar y comprobar que ya perdieron toda su fuerza, a ciertas ataduras de las que hace tiempo nos liberaron pero no queremos soltarnos, a ciertas actitudes infantiles cuando ya somos adultos, etc. En el Proceso de Desarrollo Personal es conveniente y necesario actualizarlo todo y actualizarse continuamente. Y es contraproducente seguir rigiéndose por normas obsoletas, arrastrar temores que hace tiempo se desvanecieron, seguir asustándose con los mismos fantasmas con los que uno se asustaba cuando era niño, seguir temiendo que pueda suceder lo que ya jamás volverá a suceder, y es contraproducente aferrarse a los sueños que ya se ha comprobado que no podrán salir jamás del mundo de los sueños para convertirse en realidad, o a los ideales que ya se marchitaron, o a las utopías que la verdad se ha encargado de desmantelar. Generalmente, aferrarse provoca más daño que soltarse. Cuando uno se aferra a algo es porque no confía en que por sí mismo y sin “eso” puede seguir adelante y bien. Cuando uno se aferra a algo es porque cree que ese aferramiento le proporciona una felicidad o una estabilidad o una confianza que perdería al no seguir en esa situación. Y eso es algo enfermizo si se mira fríamente. Los aferramientos –que no son más que apegos más firmemente enraizados- nos hacen creer que estamos a salvo de algún modo, que estamos protegidos, y que nos aportan estabilidad y seguridad, cuando en realidad lo que nos aportan es inseguridad -porque nos impiden vernos y sentirnos en libertad- y nos esclavizan con su dependencia. Hay que saber soltar y permitirse soltarse. Es una aberración dar nuestro poder y estabilidad a algo que no somos nosotros mismos y se basa solamente en una idea que se ha ido formando –nada más que una idea sin entidad- y en casi todas las ocasiones sin que nosotros hayamos asistido conscientemente a su creación. Soltar y soltarse. ¡Hay tantos hilos invisibles con los que nos atamos! Darte cuenta de ello es tu tarea. Exclusivamente tuya. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. 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  12. CONVERSACIONES CON GUAU Guau es el muy anciano perro de una querida amiga. Tiene el equivalente a 126 de nuestros años. Cuando le miro, veo sus ojos diciendo adiós a cada minuto, porque no sabe si llegará al próximo. Me agacho a su altura, cojo su cabeza entre mis manos, le acaricio con una ternura que pocas veces uso, y le hablo/me hablo de la muerte que para él es una experiencia próxima, y para mí es una asignatura pendiente. Lo confieso: le he pedido, y más de una vez, que cuando esté allí me haga saber, como sea, qué es lo que ve o lo que pasa, qué hay allí, con quién se encuentra. Sé que es una tontería, pero a pesar de ello, y de lo muy sensato que soy, se lo pido. Tal vez estoy un poco desesperado con esto de estar convencido, por una parte, de que todo se acaba cuando uno muere y, por otra parte opuesta, confiar con una cierta desesperación en que tiene que haber algo más. No sé si le habré hecho demasiadas preguntas a Guau y si se acordará de todas. En realidad, confío en que me dé una respuesta, tal vez sin palabras, que conteste a todas ellas. Es un sentimiento lo que deseo recibir. Algo en lo que mi pensamiento no pueda inmiscuirse, en lo que el razonamiento no pretenda opinar desde su limitado conocimiento; algo que más adelante no necesite ser cambiado por frases, y que no me mantenga mucho tiempo perdido en los vericuetos volubles de mi mente. Guau adivina mis preguntas sin voz, no tengo duda, aunque ya no le quedan fuerzas ni para asentir. A veces me da la sensación de que se ríe muy seriamente de mí. Y que me mira desde una atalaya de la que yo estoy lejos. “Pobrecito”, puede que piense, “tan interesado en la muerte cuando es algo sin importancia”. Pero, por desgracia, he sido educado muy confusamente en los asuntos religiosos, y he encontrado demasiadas contradicciones y demasiadas mentiras como para seguir confiando, y mi mente racional se niega a aceptar dogmas e imposiciones, y no le apetece dejarlo todo en manos de lo que otros –o sus miedos o sus errores- piensen, o de lo que se ven obligados a pensar. Así que si me opongo a lo que me han impuesto/enseñado y digo que no creo que haya algo más allá de la vida, o que dudo del Cielo y los angelitos, o que me deja indiferente la opción del infierno, y entonces la parte de mi conciencia que está amaestrada me acusa de rebelde o revolucionario, de apóstata o hereje, y de estar perdiendo todas las opciones de salvación. Si me declaro en una situación de agnosticismo (AGNOSTICISMO: Actitud filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia), los miedos inculcados por la iglesia cristiana se me presentan y no me dejan salirme de lo que me impusieron. Guau me mira con una cara que parece decir que no le importa lo que le estoy contando, pero también parece que sonríe discreta y compasivamente por mis divagaciones y preocupaciones, aunque tal vez me mira desde sus muchos años y me dice que todo esto que aparenta ser tan grave en realidad no lo es, y que hay asuntos en los que la mente se inmiscuye y se embarra porque no son asuntos que le competen ya que no está preparada para ello. También me ha parecido que me decía que le pregunte por todo esto al corazón y no a la mente. Y tal vez tenga razón. A Dios no se le puede pensar, sólo se le puede sentir. Los asuntos de la divinidad, incluso los de la propia e innegable divinidad, no son accesibles desde la mente. Sólo la intuición o nuestra arcaica sabiduría interna están capacitadas para acceder a ese asunto. Vivir es dudar. La duda siempre está presente. Y esto no sé si lo he pensado yo o me lo ha enviado Guau. ¡Qué lío tengo en la cabeza! Me vencen los miedos, me descorazonan las dudas, me desconcierta mi desconcierto, no soy capaz de poner orden en mis ideas… Supongo que ya conoces alguna de estas sensaciones, así que no afirmo nada de lo que he escrito –salvo que hablé con Guau-, ni doy nada por resuelto, ni he tomado una decisión, ni he concluido nada de nada. Sigo esperando que la luz se presente ante mi continua llamada o que mi corazón por fin lo sienta indiscutiblemente. Sigo pidiéndole a Dios que se convierta para mí en innegable, y a las dudas que emigren a otra mente, y a la verdad que esté siempre presente, y a mis miedos que no sean tan cobardes, y al amor que no me abandone, y a ti… que NO dejes de buscar y buscarte. (Perdona por el caos. No me hagas caso) Te dejo con tus reflexiones…
  13. NO ES LO MISMO VIDA QUE TIEMPO En mi opinión, todos somos bastante derrochadores de vida. DE NUESTRA VIDA. De la ÚNICA IRREPETIBLE e IRRECUPERABLE vida de la que disponemos. Nos falta consciencia. No tenemos clara, ni del todo evidente, ni presente constantemente, esta realidad de que la vida no para en su camino hacia el final. Nuestro final. Aunque todo es vida -cada uno de los segundos de nuestra existencia-, hay cosas que las convertimos en vida y cosas que se quedan en “tiempo”. Lo que es vida está pleno, completo, mientras que lo que es tiempo es vacío y desperdicio. Aquello a lo que dotamos de intención, de lo que somos conscientes, de lo que vivimos de acuerdo a nuestro deseo y decisión, es vida. El resto, es tiempo. Es dejar que se vaya la vida desocupada, desatendida, como vida muerta. La vida nos propone que organicemos un equilibrio en cuanto a las cosas que podemos y debemos hacer en ella y con ella. Cada persona tiene la libertad de disponer de su período de vida del modo que le plazca. Cada uno puede vivirla o desaprovecharla según su criterio, aunque generalmente suele ser según su desatención e inconsciencia. Es conveniente tener una idea clara de cómo quiere uno distribuir o aprovechar el período de vida, porque lo que es cierto –y me encanta repetirlo- es que la vida es ÚNICA, IRREPETIBLE e IRRECUPERABLE. El cómo aprovecharla o disfrutarla o vivirla es un asunto personal de cada uno, ya que no hay normas obligatorias ni leyes escritas. Sí es cierto que hay que dedicar una parte a las necesidades fisiológicas, ya que todos tenemos que comer, beber, orinar, defecar, dormir…también hay que dedicar otra parte al trabajo o ciertas responsabilidades, pero también uno se ha de proveer de espacios en los que hacer lo que realmente le gusta y desea, porque esos son los momentos más enriquecedores y los que le van a dotar a la vida de un grado de satisfacción. VIVIR es estar atento a esta oportunidad de estar en el mundo y disponer de los sentidos. Así que cada uno debe tener preparadas cosas que desee hacer, objetivos que lograr, satisfacciones que disfrutar, placeres que gozar, diversiones… incluso dedicar también algo a no hacer, a estar en su propia compañía en solitario, pero esto ha de ser una decisión consciente para evitar llegar al final del día con la sensación de un día perdido. Conviene estar atento a los hobbies, para dedicar todo lo que se pueda a esas cosas que aportan satisfacciones, pensar seriamente en las cosas que a uno le gustan -de modo que en cuanto se tenga ocasión se aproveche desde el primer instante-, las músicas que uno quiere escuchar, los libros que desea leer, las películas que quiere ver, los paseos que quiere dar, etc. Lo interesante es llegar al final de cada actividad, o al final de cada día, con la sensación satisfactoria de estar sacándole a su tiempo todo el jugo, y a la vida gran parte de lo que puede dar, y sentir el placer de estar llenando el tiempo de VIDA. Tú decides. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  14. CÓMO PROCEDER EN LOS CONFLICTOS PERSONALES En mi opinión, todas las personas hemos atravesado por conflictos personales. Con mayor o menor intensidad, en más o menos ocasiones, con efectos más leves o más demoledores… pero todos los hemos padecido. “Vivir es conciliar contradicciones”, dice con mucha razón Guy Brackman. La estabilidad personal y emocional suele empezar a suceder –si es que llega a suceder- pasada ya la media vida. Desde el nacimiento hasta la muerte, todos tenemos que soportarnos como sea, acompañarnos aun cuando no nos apetezca, dormir con nosotros todos los días, ser felices, dudar, conocer cosas, vivir experiencias, sufrir, y pensar un día una cosa y al día siguiente otra distinta. Así funciona la vida, y no va a ser de otro modo mientras no nos eduquen de otro modo distinto: Enseñándonos a vivir y preparándonos para las cosas de la vida. Mientras, los conflictos de diferentes intensidades nos acompañarán. Cuando uno toma conciencia de sus conflictos puede desoírlos, negarlos, maquillarlos, o intentar menospreciarlos, puede anestesiarse y creer que no le afectan lo suficiente, o puede rendirse y dejarlos sin solucionar engañándose con la excusa de que no tienen remedio. En todos estos casos, habrá tomado la peor decisión. En cambio, puede tomar otras decisiones más adecuadas que le llevarán a la resolución de sus conflictos, como, por ejemplo, alguna de las siguientes opciones: CONVERTIRSE EN UN OBSERVADOR de sí mismo, y estar atento a todas sus emociones, sus sentimientos, sus pensamientos, sus altibajos, sus dudas, sus preguntas, etc. Observarse para descubrirse y conocerse, para averiguar quién es realmente y diferenciarlo de quién está siendo. Ser un notario que levanta acta de lo que ve tal como es, para después hacer lo que considere necesario con todas esas observaciones. VIVIR SUS CONFLICTOS atentamente. No negarlos, sino seguirlos desde fuera, sin implicarse, percibiendo los cambios y los atolladeros, permitiendo que lleguen hasta su final para conocerlos realmente y poder resolverlos más adelante. Pero sin censura y sin juicios. Sólo como notario y no entrometiéndose en ellos. AVERIGUAR QUÉ PASA REALMENTE. No disfrazar lo que nos pasa, no minusvalorarlo ni tampoco engrandecerlo. Llamar a las cosas por su nombre y aceptarlas como están siendo. No eludir las situaciones que no nos parecen agradables y tratamos de negar u olvidar. El proceso de Autoconocimiento siempre –siempre- ha de estar presidido por la honestidad y la verdad –aunque ésta sea dura e indeseada- SERENARSE. Desde un estado de inquietud es imposible –repito: imposible- encontrar la respuesta o solución correcta y adecuada. Nunca se han de tomar decisiones ni en momentos eufóricos de optimismo o felicidad ni en los momentos más apesadumbrados. Por tanto… serenarse. VER EL CONFLICTO DESDE FUERA. Es el mejor modo. Si uno sigue dentro de su conflicto la propia tensión le impedirá encontrar la solución óptima. Necesita utilizar la misma ecuanimidad con la que es capaz de ver y resolver los problemas de los otros, así que conviene salirse del conflicto, verlo desde fuera con objetividad, y con la misma objetividad aportar la solución. DARSE CUENTA. Después de aplicar lo anterior, uno ya está en condiciones de darse cuenta de la realidad que hay tras la apariencia, del grado exacto del conflicto, de su verdadera magnitud, y de la posición a adoptar frente a él para resolverlo. TOMAR DECISIONES. Eso es lo que corresponde ahora: decidir. En general, es necesario afrontar los conflictos y resolverlos, y no dejar que “el destino” o “los otros” se encarguen de la que es nuestra tarea. Decisión y firmeza. Confianza y fuerza… y a la tarea. VIVIR no es solamente soportar lo que nos va sucediendo. VIVIR no es sobrevivir ni es malvivir. VIVIR no es sufrir. VIVIR es afrontar la propia vida, gobernarla, conseguir lo mejor para uno, y hacer de la vida algo muy digno. Y todo eso sólo lo puedes hacer tú. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  15. SÍ SE PUEDE CONTROLAR EL INCONTROLABLE MUNDO DE LOS SENTIMIENTOS En mi opinión, el mundo de los sentimientos tiene más fuerza que la mente y es más difícil de controlar. Pero no imposible. El Ser Humano consta básicamente de sentimientos y son ellos, generalmente, quienes gobiernan y dirigen. El sentimiento de cada momento hasta marca el estado de ánimo, y en función de ese estado uno ve su vida y el mundo como algo agradable, enemigo, armonioso, complicado, agresivo, hermoso, confuso, desesperante, maravilloso, trágico, imposible de controlar… La mente, si uno aprende a controlarla, puede llegar a ser estable, y uno puede tener más control sobre las situaciones emocionales, y aportar a los sentimientos descontrolados una estabilidad que sobresale por encima de los vaivenes exaltados que tanto nos afectan. Con la mente se puede llegar a razonar y lograr llegar a acuerdos, a hacerle comprender lo que es bueno o necesario a corto y largo plazo, lo que interesa o es conveniente, lo que uno desea o necesita ecuánimemente, y convencerla de lo que puede aportar integridad y una dirección adecuada en la vida. Pero, insisto, cuando es una mente que uno es capaz de controlar, ya que si no es así, a los incontrolables sentimientos se añadirá la incontrolada mente y formarán un caos casi irreparable. Por encima de la alborotada mente y de los inestables sentimientos, y sin verse afectado por sus variaciones, está eso que se llama con acierto el YO OBSERVADOR. El Yo Observador es nuestra conciencia inafectada. Es la capacidad de DARSE CUENTA, de percatarse de las cosas desde un punto de vista ecuánime, neutral, verdadero, haciéndolo sin presiones emocionales, con objetividad analítica, con toda su capacidad de prestar atención y comprender sin juzgar y sin ánimo de acusar. El Yo Observador se da cuenta, se hace preguntas, analiza, considera, tiene capacidad para distinguir porque se puede situar en todos los puntos de vista y después descartar los que están contaminados quedándose solamente con el que es verdaderamente imparcial, cierto. Lo hace sin interés por beneficiar o perjudicar, sino que actúa como un juez que no está implicado y puede ver la realidad. Con una mente así, controlada por el Yo Observador, uno puede enfrentarse a los sentimientos que no son reales o están confundidos y despojarlos de la irrealidad que contienen, del error en el que se manifiestan, y comprender la realidad que está detrás de la apariencia. Porque cuando los sentimientos se manifiestan equivocadamente nos hacen partícipes y víctimas de sus arrebatos descontrolados, y un Yo Observador atento se da cuenta de la realidad porque se hace preguntas. ¿Por qué siento esto?, ¿Dónde lo siento?, ¿Quién siente esto?, ¿Es el ego quien lo siente o soy Yo?, ¿Por qué permito que esto me afecte?, ¿Cuánto de realidad hay y cuánto de resentimiento o de error? YO –el Uno Mismo- estoy por encima de los arrebatos pasionales, de los estados temporales, de las soberbias que se manifiestan, de la furia que explosiona, de los miedos sin pies ni cabeza, de los impulsos inconscientes… YO –el Uno Mismo- tengo la responsabilidad de gobernar mi vida, de procurarme una estabilidad emocional equilibrada en la que sólo se manifiesten los sentimientos reales y en su forma real, no disfrazados ni usurpando otro sentimiento que no es el verdadero. Y esto se refiere, lógicamente, a los sentimientos contaminados, impuros, inciertos, porque cuando un sentimiento es real hay que dejarlo que se manifieste durante su tiempo de vida, porque tiene algún sentido, porque es natural, porque somos humanos. Sólo hay que vigilar y controlar aquellos que se han desmadrado o que intentan alargarse artificial e innecesariamente, los que brotan confundidos, los que nos hacen daño, y los que nos crean intranquilidad, porque ninguno de ellos es real. El mundo de los sentimientos es incontrolable hasta que se aprende a controlarlos. Cosa que te recomiendo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  16. ABANDONA TU VIDA SI QUIERES VIVIR En mi opinión, la convivencia entre lo espiritual y lo mundano, lo divino y lo cotidiano, todo ello dentro de la misma persona –que es algo que cuesta aceptar- y en este mundo y en las circunstancias en las que cada uno está, es una tarea difícil de compaginar. Pero no hay otra opción. Hemos de seguir viviendo con lo que se nos presenta en nuestro día a día y, sin negarlo ni abandonarlo, hemos de atender a nuestra espiritualidad, a nuestro Desarrollo Personal, a la evolución como especie humana, y al proceso de religar nuestras partes dispersas y volver a formar un Todo: lo que somos en esencia. VIVIR REQUIERE VERDAD. No es adecuado fundar algo sobre la base de una mentira, ya que su destino quedaría condenado al fracaso, y EL AUTOENGAÑO ES UN GRAVE ERROR Y UN PECADO IMPERDONABLE. Uno no puede aspirar a la verdad en su vida, y menos aún a la Gran Verdad, si vive en la mentira. UNO NO PUEDE VER LA LUZ SI SIGUE VIVIENDO EN LAS TINIEBLAS Y NO HACE LO NECESARIO POR SALIR DE ELLAS. Uno ha de tener la valentía de mirar las cosas cara a cara y querer de ellas nada más que la verdad, y ha de eludir el conformismo con aquello que interesa aunque no sea cierto, con lo que resulta fácil o cómodo, con quedarse en lo ilusorio, o con las mentiras que hacen más llevaderas las situaciones complicadas, porque sólo lo real es real y no es real aquello que simplemente lo aparenta. ES MALA LA IGNORANCIA, PERO ES PEOR CONFORMARSE CON QUEDARSE EN ELLA. Conviene más la sinceridad en la búsqueda, y conviene tener claro qué es lo que uno está buscando, para no perder el tiempo con lo que no interesa. ¿Para qué correr mucho si uno corre en la dirección equivocada?, ¿Para qué buscar conocimientos externos si lo que uno desea es su propia Sabiduría Interna?, ¿Para qué quedarse en la superficialidad de las cosas si lo que uno desea es profundizar en ellas o en uno mismo para alcanzar el Uno Mismo? Buscarse no es embarcarse en cualquier actividad que aparente ser lo que buscamos o sugiera que es el camino adecuado. Uno se busca a sí mismo, y ese Sí Mismo es espíritu, o alma, o divinidad, así que conviene buscarse desde esa esencia que se busca a sí misma, y no desde la intelectualidad que busca explicaciones razonables para engordar el currículum. Buscarse es una tarea del corazón, de los sentimientos internos, de la intuición, del alma que se busca, y no un asunto del estómago que busca llenarse con cualquier cosa que le sacie el hambre de conocimiento. EL ALMA NO BUSCA CONOCER, BUSCA CONOCERSE. Y eso se hace desde otro plano que no es el intelectual. Para VIVIR la propia vida se requiere separarse de este mundo mientras se sigue en este mundo. En muchas ocasiones, parece que uno es el protagonista principal del mundo y que la Tierra gira alrededor de uno mismo. Uno se sumerge excesivamente en la vivencia de lo cotidiano mientras olvida SU VIDA. Uno se deja arrastrar y engullir por lo acostumbrado mientras aplaza una y otra vez encontrar el Sentido de su Vida. VIVIR ES MUCHO MÁS QUE ESTAR VIVO. Uno ha de lograr estar en el mundo pero sin ser esclavo del mundo y las cosas mundanas. Usar el mundo y la vida como lo que son: el lugar y la circunstancia donde desarrollarse. DONDE DESARROLLARSE. No simplemente donde estar. Ese Desarrollo Personal, que implica obligatoria e inseparablemente un Desarrollo Espiritual, requiere una atención distinta, casi exclusiva, de modo que el mundo y lo que pasa en el mundo queden en un segundo plano. Si uno es consciente, vive, está aquí, pero lo cotidiano se difumina y pierde intensidad, y lo que sobresale –que es lo que ha de convertirse en el objetivo principal- es el darse cuenta de que la vida no es lo primordial sino que es el campo donde desarrollar la espiritualidad o la divinidad. Uno necesita la vida para expandirse -que es más que vivir-, para llegar a ser realmente, y para parir el potencial que ya se encuentra en lo superior del interior. Por eso es recomendable que abandones tu vida –la que está llena de cotidianidad, de desatención, de vacíos, de frustraciones internas, de desperdicio de tiempo y vida- para que comiences a VIVIR TU VIDA –la que se completa con la espiritualidad, con el contacto con la propia divinidad, con la trascendencia, y con todo eso que nuestra intuición sabe y nos presenta de vez en cuando-. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  17. TODO SE PAGA CON VIDA En mi opinión, la revisión serena y profunda de las motivaciones que hay detrás de cada una de las cosas que hacemos nos puede revelar grandes sorpresas, porque podemos llegar al descubrimiento inesperado en ciertos aspectos de nuestra vida, o modos de actuar, de que seguimos sin ser conscientes de ellos y, por lo tanto, estamos pagando un precio que puede llegar a ser muy elevado y que –esta es la buena noticia- podemos evitar. Yo soy muy partidario de preguntarse muy a menudo –casi ante cada cosa que se hace- el por qué y el para qué, porque he descubierto que hacemos miles de cosas sin saber el origen de la orden, sin conocer cuál es la razón ni cuál es el objetivo que se pretende, y lo que es peor: desconociendo el desorbitado precio que pagamos por ello. Todas las cosas tienen un precio, que es “VIDA”. Todo se paga con vida. Algunas cosas parece que se pagan con dinero porque entregamos dinero a cambio de ellas, pero para conseguir ese dinero hemos tenido que entregar a cambio una parte de nuestra VIDA. El tiempo que trabajamos es tiempo de VIDA del que nos desprendemos y que nunca, jamás, en ningún caso –ni siquiera excepcionalmente- recuperaremos. Dormir –aunque sea necesario- lo hacemos a cambio de un tiempo de vida, lo mismo que ver la televisión, hablar con otra persona, meditar, o mirar absortos una puesta de sol: todo es a cambio de una parte de nuestra limitada VIDA. “Perder el tiempo” no es perder tiempo, es perder VIDA. Y ya que esto es inevitable –puesto que la vida sigue a pesar de nuestra desatención o nuestra oposición-, y sin que ello nos cree un trauma o nos lleve a la desesperación, es provechoso que seamos conscientes de esta verdad, de modo que podamos administrarlo con sabiduría, invertirlo bien, sacarle provecho, disfrutar con más atención y más intensidad de este maravilloso y mágico regalo que nos han concedido al que llamamos VIDA. NUESTRA VIDA. En mi opinión, se trata de asumir esta realidad de un modo natural y es bueno manejarla bien y, si es posible, que tengamos una justificación razonable para la inversión de VIDA que dedicamos a cada cosa, y que le saquemos todo el rendimiento posible. Hay que trabajar para conseguir un sueldo o unos ingresos económicos y esto parece que es inevitable. Hay que asumirlo. Pero sería bueno darse cuenta de cuándo uno está malgastando o desperdiciando la VIDA en cualquier inactividad. Y darse cuenta de si esa inactividad es un descanso merecido –en cuyo caso está bien- o es un derroche y un despilfarro vergonzoso porque en ese mismo espacio podríamos poner algo que diera satisfacción a nuestra VIDA y se sintiera compensada. Yo dediqué bastantes años de mi vida a los negocios. Al principio, me sentía satisfecho y valoraba como una buena inversión de VIDA si hacía cada día más clientes o ganaba más dinero, hasta que hubo un momento en que me di cuenta de que eso satisfacía a mi ego pero no a mí. Hubo otra época en la que valoraba cada día de mi VIDA en función de que me hubiera reído más o menos: mucha risa, buena inversión; poca risa, día de VIDA perdido. Ahora soy aún más consciente, y una mirada o una emoción me compensan todo un día de VIDA. Escuchar una ópera me compensa sobradamente. Escribir una poesía me parece impagable y se merece sin duda una parte generosa de mi VIDA. Sentir un escalofrío estremecedor en los sentimientos o poder ayudar a alguien puede llegar a compensar TODA UNA VIDA. Así es. Pero esto tiene que descubrirlo cada uno en sí mismo. Aún estás a tiempo –si lo deseas- de reorganizar tu escala de valores para evitar llegar al TIEMPO DE LOS ARREPENTIMIENTOS con una gran alforja cargada de asuntos de los que arrepentirte. Aún estás a tiempo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  18. ACEPTAR LO QUE NOS OFRECEN En mi opinión, cuando nos hacen un ofrecimiento y lo rechazamos –y salvo que sea algo indeseado o desagradable- estamos cometiendo un grave error. A veces nos confunde el ego en algunas actitudes, y nos hace obrar del modo que no es correcto o adecuado. Antes de seguir, piensa en cómo te sentirías –o cómo te has sentido- si al hacer un regalo simplemente porque te apetece hacerlo, o como señal de agradecimiento, te lo rechazan. ¿Has pasado por esa situación? Si es así, ya sabes que has insistido una y otra vez para que lo admitan porque tú y tu corazón queréis ofrendar ese regalo y al rechazártelo te hacen sentirte mal. Pues es lo mismo que le pasa a quien te pretende hacerte un regalo que tú rechazas por cualquier motivo, ya sea por ego o porque consideras que la otra persona está haciendo un esfuerzo por encima de sus posibilidades para agradecerte o porque realmente crees que no lo mereces porque tú lo has hecho con buena voluntad y de todo corazón y eso no requiere un regalo a cambio. Uno puede hacer algo por o para otro sin esperar nada a cambio –ya que si se esperase algo a cambio sería una inversión y no un acto de generosidad desinteresada- pero ha de tener delicadeza si el otro insiste en corresponder de algún modo; es más adecuado aceptar lo que nos ofrezcan, sea lo que sea, y no negarnos porque, en el fondo, es muy posible que el otro no llegue a interpretar que cuidamos sus intereses o que no necesitamos ni deseamos vernos compensados, y puede que su lectura sea algo del estilo de “lo tuyo no vale”, o “lo que me das no me sirve”. Es posible que el otro –aunque no sea nuestra intención- pueda entenderlo como un acto de orgullo que dice “no necesito nada de ti”, o “desprecio lo que me entregas de corazón”. “El que no es agradecido no es bien nacido”, se dice, y por eso hay que entender las muestras de agradecimiento y hay que recibirlas para que el otro se sienta a gusto y en paz. El agradecimiento es una reacción generosa y espontánea que brota naturalmente, así que el proceso correcto para que se cierre bien el ciclo de ese acto natural es recibir lo que sea. Si nos dicen algo bonito o agradable, y si es sincero, se recibe como una caricia, como un pago –aunque no haya solicitado- por algo que hemos hecho, o por nuestra forma de ser, pero no se rechaza con razones del estilo de “no lo merezco”, porque sí se merece, o con cosas como “no te tenías que haber molestado en hacerlo”, porque no es una molestia sino un deseo natural del otro. Ante cualquier muestra de agradecimiento se responde sencillamente con un “gracias” o un “muchas gracias”. O sea que ante cualquier regalo –físico, verbal o emocional- la actitud correcta es la aceptación agradecida, dándose uno permiso para sentirse a gusto y satisfecho. Y en paz. Recuerda esto la próxima vez que te ofrezcan algo. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  19. REDEFINE EL SENTIDO DE TU VIDA (Cuando se habla de “El Sentido de la Vida”, se refiere a la dirección que tiene, a la razón de ser o la finalidad, a la orientación lógica que discurre de acuerdo con la naturaleza de nuestra conducta y nuestros principios, a lo que es de conformidad con nuestra esencia, a nuestra verdad encaminada en la dirección en que podamos encontrarnos con nosotros mismos) En mi opinión, raramente nos paramos a ver nuestra vida fuera del ajetreo diario, de la rutina de todos los días, de lo que damos por supuesto y lo que creemos, pero sin cuestionarnos acerca de si es una creencia obsoleta que nos resulta inútil y perjudicial. Tiene que suceder una tragedia en nuestra vida, o en la de alguien muy allegado, para que nos replanteemos qué está pasando con nuestra vida, qué estamos o qué no estamos haciendo, hacia dónde vamos –si es que vamos hacia alguna parte…-, qué sentido tiene vivir y tiene nuestra vida o qué sentido le estamos o no le estamos dando. Es necesario que un encuentro con una vivencia dura, cruel, o dolorosa, se interponga en nuestro camino para que nos detengamos alertados. Y a veces es muy poco tiempo el que nos paramos a hacernos la pregunta conveniente, tan poco tiempo que no le es posible llegar a la respuesta, y nos ponemos nuevamente en marcha hacia un objetivo desconocido y sin rumbo antes de que llegue la aclaración que nos podría orientar. Las prisas, el ajetreo, la llamada angustiosa de la rutina que nos reclama, lo urgente que mata a lo importante… muchas personas viven una vida sin dirección ni sentido y luego se quejan por ello. Nos llega una crisis (Crisis: oportunidad de cambio) y en vez de aprovecharla, de introducirnos en ella completamente, de escuchar nuestra angustia y el desconcierto de nuestra alma y la reclamación de nuestro destino, lo que hacemos es buscar el antidepresivo que nos aleje de la oportunidad. En lugar de reflexionar con atención, de escucharnos, sucumbimos a la tentación de buscar cualquier distracción que nos garantice una satisfacción inmediata desoyendo la voz interna que es nuestra voz auténtica. En vez de pasar revista y comprobar cómo están los aspectos esenciales de nuestra vida, y ante el temor a que todo o mucho sea negativo, salimos huyendo asustados. No nos atrevemos a verificar si estamos viviendo como nos gustaría vivir, si le damos preponderancia a las cosas que son realmente importantes, si estamos haciendo lo necesario para que se cumplan nuestros sueños y aspiraciones, si nuestras prioridades realmente ocupan un lugar prioritario, si vivimos nuestro propio plan de vida o seguimos el guión de vida que otros han escrito por y para nosotros, o si de verdad hacemos todo lo que es necesario para satisfacer nuestros deseos. No actualizamos el sentido de nuestra vida, que se ha podido quedar obsoleto y corresponder a otra época que no es la actual. No activamos nuestros recursos para hacer lo que es adecuado y necesario para el sentido que le queremos dar, no hacemos lo necesario para procurarnos felicidad o plenitud, no escuchamos atentamente las voces de nuestro corazón y nuestra sabiduría interior. No le damos SENTIDO a la VIDA. A NUESTRA VIDA. Darle sentido a la vida es darle un valor trascendente, encaminarla hacia algo que está más allá de nosotros –por ejemplo, el Ser Esencial o el Uno Mismo-, dar los pasos que nos marca nuestra conciencia, reencontrarnos con nosotros mismos, y buscar la paz y la satisfacción con el modo en que hacemos las cosas y vivimos. Es demasiado importante y le damos poca importancia. Es vital –nunca mejor dicho- y no le dedicamos la atención preferente que requiere y merece. Así son muchas personas. ¿Tú eres así? Y en caso afirmativo… ¿Vas a hacer algo para REDEFINIR EL SENTIDO DE TU VIDA? Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  20. EL AMOR CONSIGUE MÁS QUE LA FURIA En mi opinión, el amor consigue más cosas –y de un modo más amable- que la ira. Digo esto porque observo que muchos de los Procesos de Desarrollo Personal que he conocido comienzan a partir de una situación en la que uno lleva ya mucho tiempo a disgusto consigo mismo por su forma de ser, por su pasividad o inoperancia, por su falta de atendimiento a su Ser o su Espiritualidad, porque se da cuenta de que repite siempre una serie de modelos que claramente le son perjudiciales, porque ve que está desperdiciando la vida mientras que algo desde dentro le recrimina porque no está haciendo algo que intuye que tiene que hacer… Lo que tienen en común casi todos los arranques es que comienzan desde la rabia, desde el desamor y la desatención, en algunos casos desde un odio hacia sí mismo, o desde una rabiosa intolerancia porque ya no se soporta más. Raramente comienzan desde una reflexión sensata y amorosa en que uno es consciente de la maravilla que es eso de poder comenzar de nuevo, o desde el darse cuenta de las posibilidades casi infinitas de Crecimiento Personal, o desde el amor propio –amor a sí mismo- en que uno se desea lo mejor para sí mismo y está dispuesto a ofrecérselo con todo el cariño. Cada persona y en cada momento está siendo víctima o beneficiaria de sus virtudes y defectos, de su consciencia y su torpeza, de su claridad y su confusión, de sus miedos y sus momentos de heroicidad, de sus facultades y sus limitaciones. Cuando uno se da cuenta de las cosas suyas que entran en el cajón de LO BUENO se siente satisfecho, casi orgulloso, discretamente feliz, y sonríe aunque no quiera. Cuando uno se da cuenta de todas las cosas que tiene que poner inevitablemente en el cajón de LO MALO lo hace desde el disgusto, con una cara que claramente demuestra el malestar que siente hacia sí mismo, con un silencio cargado de reproches, con una rabia que se escapa por todos sus poros. Quien está en el Proceso de Desarrollo Personal ya sabe que el enojo consigo mismo es contraproducente porque no aporta algo positivo, sino todo lo contrario. Uno ha de ser siempre, en todas las circunstancias, su mejor aliado. No es una insensatez, ni una ñoñez, tratarse con delicadeza, con cuidado y mimo, acunándose, comprendiéndose y por lo tanto aceptándose y perdonándose cada uno de sus desaciertos. Lo congruente y adecuado es acogerse amorosamente tras cada equivocación, tras cada fallo en que uno se descubra, sonreírse sin rencor, decirse “me equivoqué” sin añadir un reproche, proponerse sinceramente un acto de enmienda que diga “la próxima vez estaré más atento, seré más reflexivo, pondré todo mi empeño y lo haré mejor”. Esta actitud es mucho más satisfactoria y enriquecedora que las desaprobaciones y reprimendas. Pensar o sentir que uno es imbécil, el rey de las torpezas, que nunca aprende y que siempre se tropieza con la misma jodida piedra, crea una relación muy tensa y nada amigable entre uno y uno mismo. Si uno y uno mismo no se dan la mano no pueden ir de la mano. Así que lo sensato, lo positivo, es ponerse a favor de uno mismo, colaborar amistosa y amorosamente, ser consciente de que en el Camino es imprescindible la ayuda de cada célula, de cada pensamiento, de cada intención o actitud. Que uno se necesita con todo y del todo a su lado. No es posible un cambio cuando se impone con dura exigencia. El temor no es buen amigo en el Camino. Las reprimendas y las represiones en vez de ayudar entorpecen. El amor, el amor propio, el amor a uno mismo, consigue más que la furia. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  21. SER DIOS Y HUMANO En mi opinión, esa dicotomía en la que nos partimos, poniendo en un lado lo “animal” de nosotros y en el extremo opuesto -como si realmente fuera lo opuesto-, lo “celestial” –que cuesta reconocer y admitir en uno mismo-, nos hace encarar de un modo equivocado la relación con esa parte divina QUE SOMOS. Nos cuesta entenderla sin conflictos como algo nuestro, o algo que está en nosotros, y la llegamos a entender mejor y más fácilmente como algo exterior y ajeno que hemos de buscar en lo exterior y en lo ajeno para importarla e incorporarla. Sólo a través del perfeccionamiento de la totalidad indivisible del hombre se puede llegar a la captación de lo divino y a la relación natural –o por lo menos de fraternidad- con ello. El Reino de Dios, El Cielo, están dentro de la Conciencia humana, aunque en la mayoría de las ocasiones se encuentren relegados y olvidados. Usamos una conciencia cotidiana –que nos orienta acerca de lo que es el bien y el mal para nosotros- que es nada más que un apunte mínimo de la Gran Conciencia, de aquello que Es, de lo que realmente somos: Divinos y Humanos. No hay que salir afuera, no hay que escalar a un Cielo, no hay que aspirar al encuentro con algo que se haya en paradero desconocido y que nunca se presenta. Hay que ahondar en el Ser Humano para reconocer y admitir la Grandeza, la Completitud, lo Divino, el conjunto indisoluble en el que uno ya contiene todo y sólo necesita darse permiso para creérselo y relacionarse con ello. ¿Qué mejor sitio para estar Dios que dentro de uno mismo? ¿Por qué o para qué buscar un Dios separado y alejado, en un lugar inaccesible, y enmascarado por desconocido, cuando ya está en nosotros? Es lo correcto llegar al Uno Mismo a través de uno mismo. Eso sí, se necesita partir de la certeza de contener en la unicidad todos los elementos que componen o pueden componer al Ser Humano, desde los miedos y las dudas, la torpeza y la magia, el infierno y lo trascendental, hasta la justicia y la Gloria. Es lo correcto que el camino al Uno Mismo sea a través de uno mismo. Es lo más lógico. Todo está a mano y uno puede estar tan en Uno Mismo como desee sin necesidad de desplazamientos. El Camino del Desarrollo Personal comprende la expansión hasta lo máximo de todas y cada una de las cualidades y virtudes que componen al Ser Humano. El potencial que contenemos cada uno de nosotros requiere de nuestra atención y colaboración para poder expandirse hasta lograr llegar a ser tal como fue creado. POTENCIA: Capacidad de llegar a ser. ESENCIA: Aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable de ellas. “Somos Dioses en potencia”, se dice. Y en esencia también. “Dios nos habita”, se dice. Y con razón. Pero no nos habita como pasajero de paso que va a quedarse una temporada, ni como un invitado ocasional, sino que está de manera permanente. Es su sitio. No implica ninguna rebelión, ni presunción, ni es una apostasía, ni atenta contra ninguna de las religiones, el hecho de admitir como cierta la presencia de Dios dentro de uno. Se requiere verdadera humildad para admitirlo así. Y esa humildad la aporta la propia divinidad que somos. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  22. ¿POR QUÉ JUZGAMOS A LOS OTROS? “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados”. (Lucas 6, 37) “¿Quién eres tú para juzgar a tu prójimo?”. (Santiago 4,12) En mi opinión, nos equivocamos mucho y muy a menudo cuando se trata de juzgar a los otros. Aunque partimos del conocimiento de que no se debe juzgar a los demás… y menos aún cuando solamente disponemos de un elemento de juicio o de poca información –que además puede ser sesgada por corresponder a un momento puntual y extraordinario… y menos aún cuando lo hacemos desde la forma de ver que nos proporcionan nuestras circunstancias y experiencias –que nunca coinciden con las de los otros-… y menos aún cuando nos estamos arrogando la capacidad de ser infalibles -que no lo somos-… en multitud de ocasiones acabamos cayendo en la trampa que nos tiende nuestro ego de compararnos con los otros y creernos que estamos por encima de ellos, y que eso nos da autorización y poder para juzgarlos. Se juzga al otro porque no piensa o actúa igual que lo hace uno mismo, y admitir que sus pensamientos o sus actos –distintos de los míos- pueden ser correctos, es reconocer que soy yo el que está equivocado. Para poder juzgar a una persona con acierto es necesario ponerse en su piel o meterse en sus zapatos –como se dice habitualmente-, porque es imposible hacerlo con justicia si uno lo hace desde la propia tribuna. El otro es el otro. Y este razonamiento tan básico, tan escueto, si se comprende bien, es la respuesta perfecta. El otro no es yo, así que tiene otros puntos de vista, ha pasado por otras circunstancias, ha tenido una educación distinta, su entorno es otro, sus creencias y principios difieren de los míos, su escala de valores está diseñada de un modo diferente a la que yo diseñé para mí, sus creencias y motivaciones son distintas, sus objetivos y su ánimo es otro, así que con tantas disimilitudes es normal que su actuación no sea igual que la que uno mismo hubiera hecho. Dicho de otro modo, y esto es muy importante, si yo hubiera estado en su situación, estuviera marcado por sus mismas circunstancias, pensara del modo que lo hace él, hubiera recibido su misma educación, creyera lo que cree él, tuviera su mismo cerebro y su modo de actuar, HUBIERA HECHO EXACTAMENTE LO MISMO QUE HIZO ÉL. Y nadie –repito: nadie- tiene derecho a juzgar a otro. Si acaso, lo que uno puede hacer es tener una opinión del otro, o reflexionar acerca de él pero sin emitir juicios, pero siempre evitando la arrogancia de sentirse superior porque entonces uno se atribuye la capacidad de hacer las cosas mejor que los otros, cosa que no siempre es cierta. Es muy enriquecedor para el Ser Humano no juzgar y no juzgarse. Está bien observar y darse cuenta, está bien tener una opinión, está bien el desacuerdo con los otros, lo que no está tan bien es dictaminar, sentenciar, criticar, censurar, despreciar… y aún menos, condenar y castigar. No tenemos ningún derecho a hacerlo. El respeto a los otros implica tolerancia, lo que no quiere decir aceptación o estar de acuerdo. Lo mismo que exigimos para nosotros respeto a nuestras ideas y pensamientos, a nuestras actuaciones y decisiones, tenemos que hacer para con los otros. No juzgar, además, proporciona relajamiento emocional al evitarnos ese barullo que se forma en nuestro interior cuando permitimos que ese protestón tan crítico que todos llevamos dentro, o ese juez demasiado intransigente, se pongan a la tarea de elucubrar pensamientos que llevan a una cierta inquietud, y todo por algo que no nos corresponde, que es juzgar a los otros. Y, atención, porque un juicio a los otros debería conllevar un juicio a uno mismo, y es posible que si se usa la misma rigidez que se les aplica a los otros, uno no salga muy bien parado. No somos perfectos, ni los otros ni uno mismo. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  23. CON EL PASO DE LOS AÑOS En mi opinión, no es el paso de los años lo que hace que uno vaya modificándose y siendo capaz de ver y sentir las cosas de un modo distinto, sino que es el paso de uno mismo por la vida lo que hace que se puedan ver y sentir LAS MISMAS COSAS DE UN MODO DISTINTO. Acercarse a la madurez –o la vejez, que el límite está indefinido- aporta una visión más serena y más atinada de las cosas. Uno aprende a relativizar las cosas y se da cuenta de que nada es tan grave como aparenta en el momento en que se produce. Lo que se ha vivido enseña a equilibrarse, a enfadarse menos, a apreciar con más intensidad las cosas, y a acercarse con más soltura y menos miedo al mundo de los sentimientos y al Amor. Es muy conveniente –pero que muy conveniente- adelantar ese momento de llegar a darse cuenta de todo eso, para poder disfrutarlo desde ahora y sin necesidad de tener que padecer ese momento en que uno comienza a arrepentirse –y con razón- de todo aquello que no ha hecho, y de lo que hizo de un modo que se podía haber mejorado. Para VIVIR la VIDA adecuadamente son convenientes y necesarias las reflexiones imparciales, la observación atenta de las cosas, la aceptación sin condiciones de lo que suceda –aunque queda la opción de estar en desacuerdo-, la rendición sin dolor ante las guerras fratricidas -que es innecesario y contraproducente emprenderlas-, la desdramatización de las cosas y los asuntos, el distanciamiento de los problemas para tener una visión globalizada y ecuánime de ellos, y deshacerse del censor y del inquisidor que en todos habitan. Uno se va a ir de esta vida en algún momento y conviene no dejarla regada de estragos, y conviene vivir del modo más relajado posible y más cercano a la paz, y es evidente que eso no se consigue haciendo de cada suceso un drama y de cada inconveniente una tragedia. Uno se va a llevar de aquí solamente lo que haya sentido a lo largo de su vida, porque es evidente que va a afectar de algún modo a nuestra alma y a nuestra conciencia, que son Dios, y uno va a vivir con mayor o menor tranquilidad en función de cuántos revuelos y cuántas hostilidades le atenacen por dentro, así que es beneficioso no permitir que los problemas nos descentren, y ser capaces de verlos como acontecimientos –a veces inevitables- con los que hay que convivir pero sin permitir que se conviertan en el centro de nuestra existencia, que se endiosen y acaparen nuestra atención, que sean ellos –y no nosotros- quienes marquen el estado de ánimo y de satisfacción con la vida. Con nuestra vida. Con el paso de los años –con el paso de cada uno por los años-, se ha de aprender a desidentificarse de lo que no nos agrada, a no hacerlo propio y no dramatizarlo sino verlo como realmente son: momentos circunstanciales ajenos al Uno Mismo; son asuntos del personaje que estamos representando y es necesario que se queden así, ahí, en ese plano tan terrenal y efímero que no ha de acceder a la esencia espiritual que somos. “La paz es la ausencia de conflictos”, dicen algunos. Y si es así, esta frase sugiere el alejamiento y la evitación, pero no de los “conflictos” en sí –que a veces son inevitables- sino del estado disfuncional que nos provocan, de la alteración desproporcionada por magnificar innecesariamente la realidad, sea ésta cual sea. Conviene -lo antes posible- tener claros los conceptos que marcan nuestra forma de entender la vida, lo que son nuestros preceptos de vida, que son los que nos van a hacer ver y sentir las cosas de un modo agradable o desagradable, sufriendo o sin sufrir, en conflicto o en paz. Este es un asunto primordial, un asunto que requiere dedicación y clarividencia, porque comprender y discernir claramente las cosas, con perspicacia, nos va a evitar grandes pérdidas de tiempo –que es vida- y, sobre todo, una calidad de vida más placentera y exenta de muchos de estos sufrimientos que nos proporcionamos –inconscientemente- nosotros mismos. Es muy recomendable que aprendas urgentemente a desdramatizar la vida, que no es ponzoñosa y agresiva, sino que es como es, pero acaba siendo tal como nosotros la queramos calificar. Y eso de desdramatizarla es una buena y productiva tarea. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  24. LOS SABIOS NO ODIAN Diccionario de la Lengua Española – ODIO: Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea. Wikipedia – ODIO: El odio es un sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo. El odio se describe con frecuencia como lo contrario del amor o la amistad. El odio puede generar aversión, sentimientos de destrucción, destrucción del equilibrio armónico y ocasionalmente autodestrucción, aunque la mayoría de las personas puede odiar eventualmente a algo o alguien y no necesariamente experimentar estos efectos. El odio no es justificable desde el punto de vista racional porque atenta contra la posibilidad de diálogo y construcción común. Es posible que las personas sientan cierta aversión sobre personas u organizaciones, incluso ciertas tendencias ideológicas. El odio es una intensa sensación de desagrado. Se puede presentar en una amplia variedad de contextos, desde el odio de los objetos inanimados o animales, al odio de uno mismo u otras personas, grupos enteros de personas, la gente en general, la existencia, la sociedad, o todo. Aunque no siempre, el odio a menudo se asocia con sentimientos de enojo. En mi opinión, el odio es un sentimiento absurdo y autoagresivo que produce al que odia peores efectos que al odiado. En la mayoría de las ocasiones el que odia vive en un estado inquieto, desagradable, de sufrimiento y tensión, mientras que el odiado ni siquiera es consciente de que es odiado y, en la mayoría de los casos vive tranquilamente y ni siquiera se preocupa por ello. Odiar a alguien –decía un sabio- es como tomarse un veneno con la intención de que le haga efecto al otro: es uno mismo el perjudicado. Paradójico, irrazonable, disparatado, incongruente, erróneo, contradictorio. Odiar no resuelve nada. Más bien al contrario. Es conveniente –por la propia paz personal- aprender a comprender al otro, aceptar su humanidad -que le hace errar o tener malas intenciones-, entender y admitir que lo que ha hecho puede ser parte de su proceso de evolución y aprendizaje -aunque en esta ocasión nos haya tocado hacer el papel de víctimas-, dar permiso a los otros para que se equivoquen, y desdramatizar las cosas no tomándoselas como algo personal aunque aparenten del todo ser “algo personal”. “Desear el mal a alguien”. Eso es odiar. Desde un punto de vista cristiano es reprobable del todo y hasta está prohibido y penado. Desde el punto de vista de la bondad humana tampoco está bien. Pero es una decisión personal qué hacer con los sentimientos y cómo canalizarlos. He pasado revista de todas las personas con las que he tenido alguna relación a lo largo de mi vida, que han sido muchísimas, y he podido comprobar –con alegría- que nunca he odiado a nadie. Sí es cierto que he podido estar enfadado con alguien o que hay personas que no me gustan e incluso que me han hecho daño, pero no las odio. ¿Para qué?, ¿Qué adelanto con ello?, ¿Qué me aporta de bueno?, ¿Qué sentido tiene? Supongo que es posible que me cuestionara esto de otro modo si hubiera pasado por una experiencia traumática en mi vida (por ejemplo, una violación o haber sido víctima de violencia continuada), pero a pesar de pasar por alguna de esas experiencias, y desde mi estado actual de conciencia, supongo que sabría comprender, entender que el otro –el odiado- tal vez sea más otra víctima que un verdugo. Sé, eso sí, que acabaría llegando a la misma conclusión: que persistir en un estado del que yo soy la principal víctima, y la más sufriente, es una decisión inútil y perjudicial. Volvería a preguntarme: ¿Para qué?, ¿Qué adelanto con ello?, ¿Qué me aporta de bueno?, ¿Qué sentido tiene? Y si eres de los que odian a alguien, te sugiero que te hagas las mismas preguntas. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  25. APRENDAMOS A NO ESTROPEAR NUESTRA VIDA En mi opinión, algunas personas son expertas y reincidentes en el trágico desastre de estropear su vida –y, en ocasiones, la de las personas de su alrededor- con su forma de ser y el modo de concebir su existencia. Son, generalmente, personas que no asumen que tienen el poder –y la obligación- de organizar su sentido de la vida del modo que consideren adecuado, y son personas no aceptan que tienen la responsabilidad de hacer de su vida una vida digna por la que deben dar cuentas a su propia alma, y son personas que tienen la idea equivocada de que si sufren y son desgraciados no es por causa propia sino que son víctimas del destino o destinatarios de los castigos más malvados de los dioses más malvados. Y sería muy conveniente que esas personas –y todas las demás- tuviéramos muy en cuenta que no es de ese modo, que las cosas no son así, y que la vida es amable y agradable si uno no se empeña obstinadamente en estropearla. Es habitual que olvidemos que somos humanos y que estamos en el mundo, y que por ello, hay ciertas cosas que aunque no sean de nuestro agrado van a suceder, y hay que aceptarlas como una parte de la vida que no tiene en cuenta nuestra oposición y que es inmune a nuestro rechazo. Quejarse tozudamente porque existen las enfermedades, el envejecimiento, o la muerte, es una tarea inútil que no resuelve ni hace que nada de ello cambie, mientras que el hecho de oponernos a ello nos hace enojarnos con la vida –menospreciando otras bellezas y maravillas que tiene- y vivir en una tensión encrespada de la que nosotros somos los primeros y directos perjudicados. La naturaleza de la vida conlleva hechos que son ajenos a nosotros, en lo que no podemos intervenir directamente. Si aceptamos lo bello, lo agradable, lo satisfactorio, lo interesante, o lo maravilloso, sin oposición ni rechazo expreso, debemos hacer lo mismo con lo que no nos parece tan atractivo. Sobre todo –insisto- porque oponerse es una batalla perdida por mucho que se luche y por mucho esfuerzo que se ponga en ello. Lo mismo puede pasar, y pasa, con las emociones y sentimientos que no nos son agradables, pero en estos dos casos sí que existe la posibilidad por nuestra parte de influir para que no nos sean dañinos, mediante el conocimiento de sus mecanismos y los medios para no verse vapuleados por ellos. No son la enfermedad, o el envejecimiento, o la muerte, los culpables de nuestras tribulaciones, sino que somos nosotros mismos por la oposición a aceptarlas como algo natural, algo que forma parte indisoluble de nuestra naturaleza humana. Son el miedo y la insatisfacción -entre otros- quienes nos ponen zancadillas o nos tiznan el presente de una tristeza innecesaria. Decía Epicuro: “Mientras estamos vivos no hay muerte, y cuando la muerte llega ya no estamos nosotros para sufrirla”. Hay cosas que son inevitables, hay cosas que no dependen de nosotros, hay cosas a las cuales es absurdo oponerse o enfrentarse, hay cosas irremediables, hay cosas que nos sobrepasan… aunque tal vez no debieran sobrepasarnos. Hay cosas. Simplemente hay cosas. Y que las etiquetemos con un adjetivo o un adverbio trágico, o no, depende de nosotros mismos. Es conveniente pegar adecuadamente las etiquetas, porque si nosotros creemos que algo es malo–aunque realmente no lo sea- entre el poder de la mente y nuestra capacidad de auto-convicción, vamos a dotarles de una omnipotencia que en verdad no tienen y nos vamos a ver afectados dolorosamente por su maléfica influencia. Hay que comprender las cosas, hay que aceptar algunas cosas, hay que evitar ciertas cosas, hay que hacer otras cosas… lo importante es saber lo que hay que hacer en cada caso… y hacerlo. Actuar del modo adecuado. No ponernos zancadillas. Prestar atención a la VIDA. Por favor: observación, vigilancia, cuidado, claridad, ecuanimidad, darle la importancia que realmente tiene… y buen criterio para no estropear nuestra vida. Te dejo con tus reflexiones… “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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