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NO HAY QUE ACEPTAR LO “NORMAL” En mi opinión, parece que en nuestra naturaleza hubiera algo que nos invita e incita a la aceptación de cosas que debieran ser inaceptables. Es una especie de rendición antes de tiempo y de acatamiento sumiso, o una tolerancia que excede lo que debiera ser razonable, o una resignación impropia, o una desatención al gobierno de la propia vida. Me refiero a eso que aceptamos mansamente, aunque no nos guste, porque lo consideramos “normal”. “Es lo normal”, decimos. Y no es cierto. “Lo normal” quiere decir que es la norma, es lo habitual, es la costumbre, que es aquello que está más o menos aceptado por la mayoría, pero eso no lleva implícito el que haya que someterse sin más, ni quiere decir que esté bien o que sea correcto, ni tampoco que no se puede rebatir, rechazar o modificar. Se califica como “normal” lo que se ha convertido en costumbre usual o en regla social. Pero, en mi opinión, cuando uno se encuentra algo con lo que no está de acuerdo, y aunque se haya hecho así toda la vida, aunque a todo el mundo le parezca lógico, aunque sea tal como ha sido siempre, existe la opción de negarse, de corregirlo, o de rechazarlo. Y no es solamente una opción, sino que además es un derecho y una obligación. No es necesario, ni conveniente, aceptar algunas cosas “porque sí”, que es la misma explicación que se le da a los niños cuando uno no sabe razonar lo que dice o hace. Es muy satisfactorio y gratificante revisar las actitudes, los pensamientos, las costumbres y normas de cada uno, y verificar con ecuanimidad si uno está de acuerdo con ellas y quiere seguir manteniéndolas y llevándolas a la práctica, o si hay alguna que se ha quedado obsoleta, inútil o incluso contraproducente. Conviene no hacer las cosas con la única razón de que “así se ha hecho siempre”, “así me enseñaron a hacerlo”, “me han educado así”, “es que no sé hacerlo de otro modo”. Revisar las cosas a las que respondemos de estos modos nos ha de llevar a darnos cuenta, conscientemente, de lo que hacemos inconscientemente. A veces nos perjudicamos sin ejercer la opción de evitarlo. Insisto mil veces en que tenemos que preservarnos, ponernos a salvo de nosotros mismos y de cualquier cosa o persona que nos haga daño. Que algo “es lo normal” no nos exime de la responsabilidad de cada uno de nuestros actos. Mejor revisarlo, y revisarnos, y hacer que “lo normal” pase a ser “lo que yo decido”. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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¿QUÉ ESTOY HACIENDO CON MI VIDA? En mi opinión, esta es una de esas preguntas imprescindibles que hay que repetirse bastante a menudo porque el hecho de prestarle atención y dedicarse a buscar la respuesta cierta y correcta cambiará, sin duda, nuestra vida. Así de importante. La pregunta conviene hacerla, eso sí, desde el interés de mejoramiento –y con voz curiosa pero amorosa- y no poniendo un tono y una intención de reproche. El modo en que se haga la pregunta, y la actitud, van a marcar –sin duda- el resultado de la indagación. Lo que se ha de perseguir en la búsqueda de la contestación no han de ser argumentos de auto-queja, ni auto-reproches, ni motivos por los que flagelarse y condenarse, ni encontrar más fallos o errores que deprecien el concepto que tenemos de nosotros mismos, ni tampoco justificaciones que confirmen nuestra inutilidad y torpeza. Lo que se ha de perseguir es encontrarse con esas cosas de nuestra vida con las que no estamos del todo de acuerdo, con las cosas que es posible cambiar para mejorar, con el potencial que aún no hemos desarrollado del todo, con las cosas que admiten o necesitan ser perfeccionadas… o sea, desde un punto de búsqueda positivo, con un ánimo de mejoramiento y búsqueda de nuestro bienestar o, por lo menos, de mejor-estar. No hemos de abandonar jamás la posición de ser nuestros mejores compañeros, nuestros más queridos amigos, nuestros cómplices y bienhechores, los colaboradores dispuestos e incondicionales que sólo deseamos lo mejor para nosotros mismos, los que nos sabemos perdonar todo. Siempre a nuestro favor. Siempre fieles, leales, incapaces de una traición o un abandono. Uno se ha pasado toda la vida consigo mismo y es lo que va a seguir haciendo hasta el último suspiro, por tanto conviene que esa larga e intensa convivencia sea agradable y fructuosa. La intención al preguntarse ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ha de ser conseguir un balance realista, un inventario ecuánime, una revisión técnica, una comprobación de cómo se están manifestando nuestras diferentes partes y cómo nos estamos comportando en cada aspecto, pero con ese ojo amoroso y cuidadoso que sólo busca el modo en que cada cosa pueda ser mejorada o bien manifestada. Es, sin duda, el gran acto de amor. De amor propio. Para algunas personas puede ser útil plantearse también la pregunta de otro modo: ¿Qué NO estoy haciendo con mi vida? Y si uno comprueba que hay algo que no está haciendo pero le gustaría hacer, acaba de encontrarse con la oportunidad de ponerlo en marcha. Recomiendo que al encontrase con una de esas cosas que uno no hace pero quisiera hacer, o que no hace pero quisiera hacer, se revise nuevamente y con objetividad la razón por la que se está haciendo o no. Esa razón puede seguir siendo vigente todavía, o puede que en este momento haya desaparecido el argumento o la situación. Insisto en lo de la objetividad porque a veces utilizamos unos argumentos pueriles, que no resisten un enfrentamiento con la objetividad, o que nos eran obligatorios o útiles en otra época de nuestra vida pero que en este momento carecen de consistencia o autoridad como para seguir obedeciéndoles. Si uno cree que no puede hacer algo, pero quisiera hacerlo, conviene ser un poco inquisitivo consigo mismo y no aceptar la primera razón como definitiva –salvo que lo sea muy evidentemente - y tratar de averiguar qué se esconde detrás de esa respuesta o cuál de nuestros yoes es el que responde. A veces no es que uno no pueda, sino que uno realmente no quiere, o que le da vergüenza, o que le importa en exceso la opinión de los otros, o que responde un vago o un timorato desde nuestro interior, o el duro e incansable boicoteador que todos albergamos, pero también puede ser que el infranqueable muro que vemos es solamente un decorado de papel pintado que se puede derribar con facilidad. Seamos sinceros. Ya somos adultos como para andar con engaños. Seamos sensatos. Tomemos consciencia de lo trascendental de esta pregunta, de la gravedad que nos puede acarrear no contestarla, de todo lo que ganaríamos si obedeciésemos a su respuesta. Seamos firmes. La vida requiere atención y consciencia, y que sea vacía o satisfactoria, plena o pobre, depende en gran medida de nosotros mismos. Encontrar las respuestas es imprescindible. Así de rotundo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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EN LA LUCHA CONTRA UNO MISMO SIEMPRE SE PIERDE En mi opinión, esa batalla encarnizada que algunos mantienen consigo mismos es una terrible pérdida de tiempo –que es no es “tiempo”: es VIDA- y una pérdida innecesaria de energía, ya que esa guerra es una confrontación lastimosa y lamentable, fratricida, y la más insensata de las reyertas. Uno siempre tiene que estar a favor de sí mismo y colaborar en todo consigo mismo. En todo. Aunque tenga motivos para discutir, una montaña de quejas, y discrepancias que resolver. En estos casos –cuando uno tiene algún conflicto consigo mismo-, lo más adecuado que uno puede hacer es conciliar todas sus contradicciones, comprender la parte de su humanidad desconcertada y consolarla, aceptar la confusión que le domina y no martirizarse por ello -aunque es conveniente proponerse ponerle remedio-, y evitarse padecer la rabia que todo ello le provoca. Uno se puede observar y comprobar los sentimientos tan chocados que padece, y los diferentes puntos de vista a los que les llevan su educación y sus condicionamientos, y la falta de una dirección clara en algunos momentos para algunos asuntos, y cómo dentro de sí mismo hay dos tendencias –por lo menos- y cada una quiere ir por un camino distinto. Esto es habitual. Quien padece estos estragos no es alguien extraordinariamente raro, sino un ser humano más que está tratando de armonizar sus desorientaciones internas, tratando de aclarar sus incongruencias y sus arrebatos, sus emociones desbocadas y sus pensamientos enrevesados. Pero… lo que nunca se ha de hacer es convertirse en el ejecutor de sí mismo, en el inquisidor brutal, en el más feroz enemigo, o en un desalmado que no se respeta. Algunas personas, en su relación consigo mismos, hacen una auto-persecución insana, porque se limitan a restregarse todos los errores que hayan podido cometer a lo largo de su vida, o a menospreciarse por el mismo motivo, a compararse directamente con aquellos que sabe que son mejores que él –porque tienen o han tenido otras circunstancias más favorables-, o a manifestar continuamente el malestar o disgusto que le provoca ser como es, pero sin hacer algo de lo necesario para dejar de ser como está siendo. Uno nace solo –aunque haya alguien más en el parto-, vive solo –aunque comparta su soledad con otra gente- y muere solo –aunque haya gente acompañándole en el trance-. Toda la vida es una soledad compartida. Con esta premisa debería ser sencillo comprender que, ya que uno está predestinado a estar consigo mismo en cada instante del día y de la noche, desde su nacimiento hasta que fallezca, es un absurdo innecesario llevarse mal consigo mismo. Luchar contra uno mismo es perder. De todos modos, pierdes. Hagas lo que hagas, si es en contra tuya, siempre eres tú el que pierdes. Si tienes algún conflicto contigo, resuélvelo. Llega a acuerdos con todos esos yoes opositores o traidores o equivocados que viven en ti. Firma la paz con tus enemigos internos, y consigue que todos colaboren contigo y a tu favor. A vuestro favor. Convéncete de que siempre eres tú quien pierde y convence a todo lo que hasta ahora se opone. Imponte a cualquiera que quiera destruir la alianza que has de pactar contigo mismo para olvidar rencores, reprimendas, frialdad, rechazo, y comenzar una nueva etapa. Es por tu propio bien. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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¿REALMENTE ES NECESARIO? En mi opinión, si nos hiciésemos esta pregunta a menudo, ante cada una de esas cosas que pueden ser evitables, ante las que nos desagradan o nos incomodan, o ante las que nos roban tiempo y después nos dejan una frustración incalificable, podríamos vivir una vida más relajada y mucho más satisfactoria. Porque hacemos muchas cosas inútiles, o las hacemos sin ganas o por compromiso, y no se nos ocurre valorar el precio tan excesivo que estamos pagando por ellas. Todas las cosas de la vida, todas, las pagamos con lo más valioso que tenemos, con nuestro auténtico oro, que es nuestra vida. Con tiempo de nuestra vida. Una parte de esa irrepetible e irrecuperable vida de la que disponemos. Una parte de algo que no vamos a poder reponer a ningún precio: lo que perdamos no lo recuperaremos jamás. Te puedo garantizar que desde que me hago esta pregunta estoy encontrando que, efectivamente, algunas de las cosas que hago o son inútiles o son innecesarias, y me roban un tiempo precioso que podría dedicar a algo que sí me sea provechoso o satisfactorio. Estoy aprendiendo a decir NO a algunas propuestas de esas que hacen las amigas aburridas para “pasar el rato juntos”, que lo único que quieren es matar su tiempo y necesitan un cómplice, y estoy diciendo que NO a propuestas que sé que al final me van a dejar una sensación frustrante y voy a acabar enojado conmigo mismo por haberlas aceptado, y me digo NO sin remordimiento a algunas cosas que creo que “tengo que hacer” porque no es cierto que las tenga que hacer. Me pregunto: ¿REALMENTE ES NECESARIO? Y espero una respuesta sincera, de esas que brotan del alma, no la que mi mente racional haya elaborado desde su falta de racionalidad en algunos casos, y valoro si la inversión de tiempo –que es vida- compensa, y si veo que yo soy el perjudicado puedo decir que NO tranquilamente. Mi alma, lógicamente, no se opone a que yo esté con un amigo que REALMENTE necesite de consuelo, no dice NO a acompañar a quien REALMENTE lo necesite, no dice NO a que mis emociones se deleiten en una puesta de sol, no dicen NO a esas pequeñas grandes cosas que contribuyen a mis satisfacciones. Mi alma sabe y valora perfectamente las buenas ocasiones, así como la sinceridad y la verdad, y es capaz de comprender que nos necesitamos unos a otros y que regalar una parte de mi tiempo de vida a otra persona es un regalo exquisito que el otro sabrá apreciar –o no, pero eso no importa- y yo me veré beneficiado también porque mi generosidad se sentirá realizada con ello, mi humanidad se sentirá más grande, y mi bondad estará satisfecha de haber ejercido su benevolencia. Mi alma me evita situaciones de frustración. “No hagas lo que no quieres hacer y haz aquello que sabes que sí quieres hacer”, me dice. Y eso responde a la sensación tan dolorosa con la que llegaba al final de algunos días en los que mi último pensamiento era como una especie de juicio final en que acaba sentenciando “otro día perdido, qué vergüenza, qué derroche”. Así que te sugiero que pruebes a hacerte esta pregunta a menudo, ¿REALMENTE ES NECESARIO? Y una vez que tengas la respuesta, tú decides qué hacer con ella. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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LA SOLUCIÓN ES BUSCAR UNA SOLUCIÓN En mi opinión, algunas cosas son absolutamente elementales, tan elementales que aparentan ser casi un insulto a la inteligencia, pero la verdad es que en demasiadas ocasiones lo evidente no se ve tan evidentemente. He escuchado muchísimas veces a personas que están inmersas en un problema –a los “problemas” no hay que llamarles problemas, sino “asuntos pendientes de resolver”- cómo se lamentan, cómo se quejan insistentemente, y casi se regodean en su sufrimiento y malestar porque no encuentran solución a sus “problemas”. Los padecen pero no los resuelven. No hacen otra cosa más que padecerlos. Los asuntos pendientes de resolver se les atragantan, les anulan en su capacidad pensativa, les borran todo lo que tienen dentro del cerebro, inutilizan la mente, y no les dejan dar un paso que sobrepase la lastimera queja. Muchos otros se resignan y rinden, entregan su voluntad y se conforman con las adversidades, recurren a pésimas y demoledoras frases de auto-consuelo del estilo de “Esto es una prueba que me pone Dios”, “El mundo es un Valle de Lágrimas y aquí se viene a sufrir”, “Será que en otra encarnación me he portado mal y ahora lo estoy pagando”, o con otras que tampoco ayudan a resolver como: “No sé”. Otros, lo que hacen es esperar a que su suerte cambie, que Dios se apiade de ellos y ponga fin a tan dura prueba, que el futuro –él solo, por sí mismo, cosa imposible- cambie para bien, que el destino les tenga preparado algo bueno a la vuelta de la esquina, o que el porvenir sea más generoso. Cada uno de estos a los que me refiero se aferra a una razón irrazonable o a una excusa para no hacer lo que hay que hacer: afrontarlos y resolverlos. Hoy me lo ha dicho así de claro una persona, tan evidente como rotundo: LA SOLUCIÓN ES BUSCAR LA SOLUCIÓN. Con gran revuelo del resto de las personas que estaban en la charla, que les parecía que eso no podía ser la solución, que la solución tendría que ser algo más complicado, más a la altura de su GRAN y GRAVE PROBLEMA. Aunque, mientras decían eso, ninguno aportaba una fórmula válida: les parecía más apropiado quedarse cruzados de brazos mientras les caían golpes de la vida por todos lados. LA SOLUCIÓN ES BUSCAR LA SOLUCIÓN. Y no hay más que decir ni más pegas que poner. Manos a la obra. A moverse. Es tiempo de dejar aparcado el peso del asunto, y el sentimiento que produce, y enfrentarse a ello directamente, de frente, sin miedo. SI TIENES MIEDO, HAZLO. AUNQUE SEA CON MIEDO, HAZLO. Busca una solución: la mejor o la que más se parezca a la mejor. La más adecuada que puedas aportar en este momento. Reflexiona desapasionadamente o pide opinión a otra persona que sea de tu confianza, pero luego toma tú la decisión y responsabilízate de ella. Busca la solución: No esperes que baje un ángel del Cielo a traértela. No esperes a que se alineen todos los planetas para que te sean favorables. No esperes que todo el mundo cambie para ti. Afróntalo. Resuélvelo. Tu vida es también tu responsabilidad. Sé responsable. Sal del estancamiento, de la queja, del lamento, y busca una solución. No lo demoras más. Te estás perjudicando tu solo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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UNO VALE POR LO QUE ES Y NO POR LO QUE TIENE En mi opinión, cuando una persona no sabe claramente quién es, y por lo tanto no es consciente de su valía personal, de su fortaleza y carácter, o de su Ser, tiene que basar su necesidad de auto-reconocimiento en los logros materiales o sociales alcanzados a lo largo de su vida, para que el balance sea positivo de algún modo, o por lo menos lo suficientemente positivo como para que merezca algo más que un aprobado y la justificación de que su vida merece la pena. Entonces es cuando uno recurre a “lo que tiene”. Si uno no sabe quién es de verdad cuando se queda desnudo, cuando no lleva puestos encima sus logros sociales, cualquiera de sus efímeros éxitos, los títulos o reconocimientos externos, las posesiones que le representan ante los demás, el reconocimiento, o la imagen que trata de ser, entonces uno corre el peligro de no saber que lo que importa es lo que uno es y lo que uno siente, lo que va por dentro, lo que no necesita halagos ni reconocimientos, la esencia que no se disloca con los aconteceres externos, ese Ser que no necesita aparentar ante los otros ni tiene que demostrar o impresionar. Uno es, de verdad, el que se queda a solas cuando los otros y lo demás desaparecen, aquel a quien el mundo no le influencia ni le descontrola, lo que queda cuando se despoja de sus apegos y de las distracciones de la vida que se vive de cara al exterior, y es ese Ser que no necesita aparentar, sino solamente SER ÉL MISMO. Ese es cada uno. EL UNO MISMO. ¿Quién soy? La persistente pregunta incómoda. La pregunta a la que pueden contestar millones de respuestas falsas y sólo una auténtica. El que UNO ES no necesita de la justificación de lo que tiene o los objetivos sociales que ha logrado, porque estos asuntos sólo le interesan al ego -ese presuntuoso “okupa” que nos habita-, a ese que suplanta con su nombre a la esencia que somos confundiendo el cuerpo con el SER. ¿Quién soy?, es una pregunta a la que no se puede acallar dando un nombre y unos apellidos, una profesión o unas posesiones, porque eso se refiere a quien uno está siendo como persona física, como cuerpo, y eso es solamente la apariencia corporal de quienes realmente somos: lo trascendente, lo místico, lo profundo, lo divino. “¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Marcos 8.36) ¿De qué le sirve a una persona ser alguien en el mundo, poseer algo, creer ser algo material, si pierde su esencia, si no llegar a desarrollarse? Está bien tener cosas –siempre que se consigan de un modo honrado- porque eso hace la vida más cómoda y placentera, pero el objetivo real, el Sentido de la Vida, está relacionado con realizarse, con hacerse realidad, con llegar a ser aquel que solamente uno puede llegar a ser. Porque cuando uno es él mismo pierden ese aire de importantes que aparentan las cosas de este mundo, las cosas perecederas, las cosas cuya valía es medible con los métodos de medir cosas materiales. Nuestra aspiración interna –que puede ser compatible con las aspiraciones externas, pero nunca ha de ser menos importante- está relacionada con algo intangible, con algo indefinible, con algo que ha de ser experimentado para saber de qué se trata, algo que pertenece más al mundo de los sentimientos y de las satisfacciones secretas y calladas en el interior, en el alma. Vivir esta vida y en esta Tierra exige la convivencia confraternada de dos mundos que aparentan ser opuestos pero que pueden llegar a vivir en armonía y han de hacerlo: uno que nos exige atención a esta Tierra y a procurarnos los elementos necesarios de subsistencia y vida en ella, y otro mundo de interiorización y autoconocimiento, de desarrollo espiritual o del corazón, de reconexión con el Ser para formar la unidad que estar en este Mundo nos exige, en la cual no podemos disociarnos de las necesidades del cuerpo pero tampoco hemos de aplazar ni olvidar las necesidades del alma. Uno es lo que ES, no lo que tiene, no lo que alcance ni lo que logre. Estas son cosas que se quedarán en la Tierra junto con el cuerpo. El alma partirá de cualquier modo: con lo que haya podido integrar en este paso por esta vida o con las alforjas tal como las trajo. Y esto último sería triste. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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MI BÚSQUEDA DE DIOS “La búsqueda de Dios es la búsqueda de UNO MISMO en su interior.” En mi opinión, cuando nos dijeron que Dios estaba en los Cielos –y señalaban con un dedo apuntando hacia arriba- y que Dios era alguien alejado, accesible nada más que a través de la oración y con la intermediación de la Iglesia, Dios como alguien de quien no se recibían respuestas claras, y cuyo monopolio poseen ciertas religiones –que, por otra parte, se ha arrogado la exclusividad para hablar con Él directamente-, nos hicieron un gran daño a algunos que sentimos que Dios no puede ser eso, o no puede ser exclusivamente así, ya que intuimos que de algún modo Dios tiene que ser más accesible, más cercano, un poco más humano, y se Le puede sentir más cerca y al lado del corazón, que es donde mejor se Le puede sentir. Así que algunos deseamos o sentimos o intuimos o necesitamos un Dios más cercano, interno, que haya dejado una parte suya en nuestro interior al alcance de nuestros sentimientos más puros, para que de ese modo Le podamos tener más presente y podamos contagiarnos de Él. Algunos pensamos o sentimos o intuimos que algunas de las cualidades más nobles de los humanos no son más que presencias de Dios, y de ese modo cuando uno practica la bondad siente que es un poco como Dios –a otra escala-, y cuando uno es generoso le parece que también Dios es así, y cuando uno siente el amor y lo da es capaz de creer –sin palabras- que esa es una manifestación de Dios a través de uno. De ese modo uno Le experimenta con la asiduidad que desee y sin necesidad de tener que ir a una iglesia donde más bien parece que Dios está recluido. Y no sé si en contra de Su voluntad… Prefiero un Dios que no esté necesariamente en un sitio que llamamos Cielo –con mayúscula inicial-, y que pueda sentirlo dentro de mí; que esté dentro de mí y se confunda a veces con mi conciencia –que es como un Dios en pequeñito-, que sea la parte de mí que hace brotar espontáneamente mis obras buenas, que se disfrace de esas ganas de abrazar al desamparado y dar de comer al hambriento –en la medida de mis posibilidades-, que lleve mi mano al bolsillo y saque un billete para entregarlo cuando se presente la ocasión, que me haga pararme ante su creación y me abra los ojos y el corazón y desentumezca mi capacidad de asombro y ponga en mi voz asombrada la exclamación ¡¡Dios!! No me agrada un Dios que me observe con cara seria desde un Trono en la distancia –un poco inquisitivo y juzgador desde su infalibilidad-, sino que prefiero uno que viva dentro de mí, que esté a mi lado cuando me enfrento a lo conflictivo que resulta a veces estar en la Tierra y tener que vivir la vida, que comparta conmigo mis debilidades y supla a mi esperanza cuando se me va, y que me eche el brazo por el hombro cuando lo necesito y haga magia para mí borrándome la aflicción de los labios y de la mente. Prefiero un Dios tutor que me oriente, que avive mis cualidades, que fluya desde mí e influya en mí, que sea una vocecita que me da ánimos y me diga que voy bien, que estoy en el Camino, que aún puedo mejorar. Prefiero un Dios cercano, al que tanto le pueda contar un chiste como mis dudas y en ambos casos me preste la misma atención, que me hable sin voz pero me hable claro, que se funda con mis sentimientos para que todos se desarrollen contagiados por Él. Prefiero Sentirle que teorizar sobre Él. No sé… Así es como lo siento… Así es como lo deseo. Me complicaron la vida religiosa cuando me dijeron que estaba lejos y era inaccesible. Me confundieron. A día de hoy sigo sintiéndole dentro y cerca, y no fuera y lejos. No sé cómo Le verás tú... ¿Cómo Le ves? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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IMPRESCINDIBLE: DARSE CUENTA En mi opinión, “darse cuenta” es el primero y necesario de los pasos para comenzar este Camino que ya hemos emprendido. La negación, o la auto-ocultación, o el desprecio y la minusvaloración de los hechos o las situaciones o incluso de nuestra realidad, han podido ser nuestro modo de actuar durante un tiempo, pero una vez iniciado este Camino ya no hay lugar para otra cosa que no sea la verdad y la sinceridad. Sólo sirven la aceptación de la realidad –tal y como sea- y la huída de cualquier tipo de mentira, por muy piadosa o bienintencionada que sea. Estar en el Camino exige no negar la realidad, por dura y desagradable que sea, aceptarla tal como esté en este momento –lo que no quiere decir rendirse o conformarse-, aceptarla aunque sólo temporalmente, por supuesto, porque nada debiera condenarnos a vivir perpetuamente en una situación o de un modo que sean indeseados para nosotros. Es muy posible también que muchas de las cosas que hemos hecho, o de las que no hemos hecho, se deban a un modo inconsciente de estar en la vida, a una costumbre de estar en un modo rutinario y automático en que las cosas no se reflexionan, o no se prevén, sino que se sufren. Sufrimiento innecesario que parte, en muchas ocasiones, de no pararse para ver, de no atender a lo que se está haciendo y cómo o por qué o para qué, y a esa costumbre de prestar más dedicación a lo urgente que a lo importante, o se puede deber al hecho de no hacerse preguntas o de no darse respuestas. El Camino exige paradas. Momentos de reflexión y toma de consciencia. Darse cuenta. Es conveniente no andar por la propia vida de cualquier modo, inmerso en una desatención contraproducente, en una postergación continua y desfavorable de los asuntos personales, porque el Sentido de la Vida tal vez sea llegar a ser Uno Mismo –íntegro-, o Vivir –con consciencia-, y no solamente eso de cumplir el trámite de llegar desde el nacimiento hasta la muerte de cualquier modo. La atención, constante e intensa, aplicada y de plena dedicación, viviendo en un estado de continua consagración, es imprescindible para la evolución o el pleno desarrollo de las cualidades innatas en cada Ser Humano. Sólo la atención nos lleva a darnos cuenta de las cosas. ¿Cómo se consigue esa atención? Puede ser una atención vigilante que observa cada paso que damos, cada gesto, cada emoción o sentimiento, cada pensamiento, cada duda o descubrimiento, y eso ha de ser compatible con seguir estando en el mundo rutinario atendiéndolo al mismo tiempo. Puede ser a partir de darse una orden para que quede activado continuamente un observador vigilante para que cuando nosotros estemos absortos en otra cosa él siga atento y nos haga resaltar las cosas a las que tenemos que prestar especial atención. Esto requiere entrenamiento consciente hasta que se convierta en hábito inconsciente. Puede ser haciéndose preguntas continuamente, cuestionando todo lo que hacemos y revisándolo. Sin obsesión y sin desmayo. Sin desesperación si no se comprende bien y todo. Con ganas, con ahínco, con voluntad, siendo conscientes de lo importante que es esa tarea. Sin aplazarlo. Puede ser dedicando un tiempo concreto a esa revisión de lo que uno es realmente y lo que uno está siendo, de las actitudes que han dejado un poso de desagrado, de que uno no lo ha hecho bien del todo y en la próxima ocasión que suceda algo similar se puede mejorar. Algunas personas hacen esto al final de cada día, al acostarse, pero es un momento delicado porque el cansancio puede invitar más al sueño que a la reflexión y es muy posible que la mente esté agotada y no rinda perfectamente. Cada persona ha de encontrar el modo que mejor se acople a su forma de ser y a su intención. “El mejor” quiere decir el más provechoso, no el más cómodo o más fácil. Pero es algo que requiere no ser aplazado y ocupar el lugar preponderante que le corresponde. Darse cuenta: Percatarse de todo y comprenderlo. Y luego, hacer lo apropiado con ello. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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AL DESAPEGO SE LLEGA POR AMOR En mi opinión, no estoy de acuerdo con una frase que he leído que dice: “Al desapego se llega por el desamor”, aunque tal vez no esté de acuerdo con ella porque no comprendo del todo y bien lo que quiere decir. Tal como aparenta, puede parecer que sólo tras una mala experiencia con el amor, o con el dolor del desamor, es como se puede llegar al desapego. Que sólo con la falta de amor se llega al desapego. Y es que decir que uno se desapega de una persona porque ya no la ama me parece excesivamente simple. Desapegarse de alguien a quien no te sientes apegado no tiene mucha complicación… Yo tengo mi opinión sobre el modo de llegar al desapego, que es a través del amor, exactamente lo contrario de lo que dice la frase. Sólo si amas sabes que no tienes derecho a los apegos, ni a mantener una cosa o persona "dependiente" de ti ni a depender tú de ella. Entonces –si amas- te das cuenta de que todo y todos han de vivir en su libertad, y es cuando sientes con una claridad indiscutible que vives mejor en la independencia que te produce el desapego. Tú eres la primera víctima de la relación con una persona o una cosa donde la primacía está en la dependencia que genera. Desapego, en una relación, cualquier relación, no significa desamor, significa libertad. De ambos. Me contaron una anécdota que, resumiendo mucho, se refería a un chico que siempre estaba metido en casa porque le daba miedo salir a la calle. Su madre, para animarle a que saliera a la calle, le regaló una crucecita y le dijo que le salvaría de cualquier tipo de peligro, que mientras la tuviera no correría ningún riesgo. Lo que consiguió la madre con eso fue el efecto contrario: ahora tenía miedo a salir a la calle y perder la crucecita porque entonces el peligro se multiplicaría. Tener apego a una persona o cosa te genera un miedo extra. La dependencia que se crea con respecto a ello hace que se sufra por la posible pérdida de esa persona o cosa objeto del apego. El desapego no es el pasotismo –que es la indiferencia ante los asuntos de la vida social-, ni es la indolencia –que es quedarse insensible ante el dolor sin afectarse o conmoverse-, ni es la indiferencia –que es no sentir ni inclinación ni repugnancia ante algo-, ni es la apatía –que es la impasibilidad del ánimo-, ni cualquiera otro de sus sinónimos –desidia, pereza, dejadez, abandono, insensibilidad, etc.-. El desapego –el no apego-, en mi opinión, es la capacidad o la habilidad de conseguir la libertad de no depender de las cosas. Es ser consciente de que las cosas son lo que son, que las personas son quienes son y como son, que nada nos pertenece. En el apego hay deseo, hay necesidad de posesividad, hay síntomas de esclavitud y hasta tiranía, hay angustia, hay miedo, hay tensión y preocupación. Lo que no hay es libertad. Como todos sabemos, la libertad no sólo es deseable, sino que es hermosa, y es agradable, y provoca un estado de ánimo de independencia, relaja el modo de vida, y da independencia al pensamiento y alegría al alma. Conviene entender esto: Cuando sentimos apego a una cosa es porque suponemos que el hecho de poseerla nos aporta algún tipo de beneficio, pero las personas o cosas que son objeto de nuestros apegos no nos pertenecen –que se supone que es lo que nos daría una relativa pero falsa tranquilidad-, y en realidad es exactamente lo contrario: nosotros les pertenecemos a ellas. Somos sus esclavos, porque dependemos de ellas. Esta es la tragedia: dependemos de nuestros apegos. La libertad no está en poseer, sino en no ser poseído por las cosas. Y conviene revisar a fondo y con tranquilidad aquellas cosas por las que sentimos apego, y nos daremos cuenta de que no tenemos derecho a hacerlo, que eso nos perjudica, de que privamos y nos privamos de libertad, que en la dependencia están la sumisión y la esclavitud, que es una actitud insana, y que las ataduras nunca son buenas. Libérate y libera. Sé generoso contigo y con lo demás. Que cada uno y cada cosa sean ellos mismos. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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¿QUIÉN SOY YO? O ¿QUÉ SOY YO? En mi opinión, el hecho de enunciar bien una pregunta nos puede llevar directamente a la respuesta que en realidad buscamos o nos puede derivar hacia otro sitio en el que no la encontraremos por mucho que la busquemos. Y esto es más delicado aún cuando se trata de preguntas que tienen trascendencia, que son esenciales e inherentes en el Ser Humano, y que necesitan una respuesta satisfactoria y real para la tranquilidad, la paz, y el equilibrio emocional. La pregunta ¿Quién soy yo?, por ejemplo, no ha de hacerse de un modo intelectual, como buscando una justificación o una definición que se lo explique a la mente desde la mente, o como si fuera una simple curiosidad, sino que ha de ser una pregunta que introduzca cada uno en su interior y la deje reposar, sin intentar forzar una respuesta con la mente, permitiendo que se responda en forma de sentimiento, de sensación, de intuición… A algunas personas les puede resultar más sencillo hacerlo de otro modo, modificando un poco la pregunta: ¿Qué soy yo? Cuando se pone un “quién” en la pregunta, inconscientemente estamos pensando en que la respuesta tiene que estar referida a una persona, y cada uno de nosotros, el Ser Humano que cada uno es, es algo distinto de ser solamente una persona aunque sea eso lo que mostramos al mundo y con lo que habitualmente nos identificamos. Somos el “Uno Mismo”, y eso es -además de la persona- la espiritualidad, el alma, la energía, la intuición, la divinidad, y todo eso es distinto de lo que es solamente un cuerpo con nombre y apellidos. ¿Qué soy yo? tal vez esté mejor orientada y nos abra un abanico de posibilidades mucho más amplio, y es en esa mayor amplitud donde está lo que cada uno es. Más allá de la limitación de la persona física de solamente carne y hueso se encuentra lo que realmente somos. En general, no estamos capacitados o nos cuesta muchísimo dar respuesta a la preguntas trascendentales, y la equivocación está en que pretendemos tratar con la mente asuntos que van mucho más allá de la mente y que ésta no puede alcanzar con su racional y limitado entendimiento. La mente tiene necesidad de estructurarlo todo, de definirlo poniéndole una etiqueta que pueda comprender, para su tranquilidad, pero hay una parte de nosotros que la mente no puede controlar porque lo que es esa parte escapa al entendimiento lógico y tangible. ¿Quién soy yo? Es evidente que no soy mi cuerpo puesto que mi cuerpo ha cambiado desde que tengo uso de razón hasta el día de hoy pero en cambio en cada momento –y con el cuerpo de cada momento- he seguido teniendo la noción de “yo”. Tampoco soy mis pensamientos puesto que ellos cambian, pero a pesar de ello sigo creyendo y sintiendo que soy “yo”, por tanto no puedo ser mis pensamientos. Soy el que se da cuenta de mis pensamientos y de mis sentimientos y de mis emociones, pero no soy mis pensamientos ni mis sentimientos ni mis emociones. Para quien sea capaz de entender esto bien ya casi puede dar por respondida la pregunta –aunque se puede matizar y ampliar mucho, pero siempre a partir de esta noción básica-, y quien siga buscando otra respuesta es posible –no sé si es cierto- que esté perdiendo el tiempo. Quien se pregunte ¿Qué soy yo? tiene muchas posibilidades de acercarse a una respuesta satisfactoria y que represente la verdad. No hay que buscarse atributos que solamente abarquen a la persona, sino que hay que estar abierto a la comprensión de ser un conjunto indisoluble de cosas que juntas engloban la grandiosidad que es el Uno Mismo, el Ser y el Humano que realmente somos. Esta es otra de esas cuestiones que uno tiene que resolver por sí mismo, sin tratar de que sea una frase que otro emitió quien le dé la respuesta. La frase ajena se puede utilizar como el principio de una profunda reflexión que tiene que conducir al encuentro con la respuesta propia o a la asunción de la frase ajena pero en lo profundo de uno y no solamente en la mente. LA AUTÉNTICA SABIDURÍA NO ES UN ASUNTO DE LA MENTE, SINO DEL CORAZÓN. ¿Quién soy yo?, o tal vez ¿Qué soy yo? son unas interesantes preguntas que te están esperando. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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ROMPER SIN MIEDO En mi opinión, uno de los enemigos más difíciles de enfrentar, y más letales, son los miedos. Tenemos miedo a casi todo. Y, lo que es peor, no sabemos por qué tenemos miedo, no sabemos que los miedos son irracionales y sin entidad, y que los podemos desmontar y escapar de sus condicionamientos y su tiranía agresiva. Esos miedos, tan influyentes como desconocidos, son los que nos impiden tomar decisiones con libertad, los que atascan nuestra vida, los que nos impiden la normal evolución y el desarrollo sin entorpecimientos. Así que cuando tenemos que romper con algo, o deshacernos de un impedimento o un lastre en nuestro camino -aunque seamos muy conscientes de ello y de los beneficios que nos aportaría o las calamidades que nos evitaría-, hay algo que nos lo impide, algo que nos invita a aplazarlo u olvidarlo, algo que se presenta como uno de esos refranes de dudosa veracidad para tratar de convencernos –“más vale malo conocido que bueno por conocer”-, algo que es un autoengaño aprendido… y en realidad son nuestros miedos disfrazados de diferentes cosas. Para hacer una tortilla hay que romper los huevos. Así de claro. Si uno no rompe los huevos no podrá tener una tortilla. Convendría hacer un alto en la lectura y prestar atención para comprobar si algo en nuestro interior se ha atrevido a hacer una relación al leer la frase. Convendría dar un poco de tiempo a que la frase se encontrara con la parte de nuestro interior que se ha visto reflejada o afectada directamente. Todos sabemos que sería beneficioso para nosotros el hecho de romper una relación personal, un hábito o un vicio, una fantasía que se ha convertido en auto-agresiva, con una parte del pasado, con algo o alguien que ya debería estar en el pasado o en el olvido, con un trabajo o una costumbre, con un miedo o un impedimento… Todos tenemos cosas que romper y miedos que lo impiden. Todos tenemos propósitos de cambio que conllevan la ruptura con personas o cosas, pero el miedo se entromete, miedo que no se sabe en qué se basa para tener miedo, miedo que usurpa a veces un puesto que no es el suyo pero que aprovecha para acobardarnos y dejarnos anclados en un estado presente que no es el realmente deseado. Para algunas personas que se atreven a afrontar esta situación de romper les puede servir hacerse una pregunta, que ha de ser directa y sincera y estar dirigida al propio corazón, a la propia comprensión descondicionada, al Sabio Interior, o a quien uno se encomiende cuando tiene que resolver un asunto trascendental. La pregunta es: ¿Qué es lo peor que me puede pasar si…? Los puntos suspensivos los rellena cada uno con la que es su inquietud o su duda. Y la respuesta nunca es tan grave como se suponía. No hay tanto drama. Al verbalizarla pierde sus aristas y gran parte de su poder paralizante. Y, además, el riesgo que se corre queda claramente compensado por los beneficios que, indudablemente, nos va a aportar el romper con esa situación que, es evidente, nos afecta de un modo negativo. Ya sé que algunas personas para tomar una decisión de ruptura se ven condicionados por lo que ahora se llaman “daños colaterales”, o sea, que otro se pueda ver perjudicado por la decisión de uno. En estos casos es la conciencia de cada uno quien ha de dar su opinión, pero hay que tener mucho cuidado de que no sea el miedo quien conteste en nombre de la conciencia, o de que esa conciencia no sea pura y esté contaminada por un mal entendimiento del cristianismo –y la caridad y el sacrificio y el amor al prójimo mal interpretados-, o que uno se deje gobernar por un servilismo condicionante y enemigo, o que uno siga pensando que no tiene derecho a defender y primar sus derechos. Sólo apunto que, en ciertos casos, un mal llamado egoísmo que sea justo es necesario. Si tienes algo con lo que romper… hazlo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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ME ASOMBRO DE MI VIDA En mi opinión, el hecho de adjudicarle a nuestra propia vida la depreciación de la cotidianeidad, de estar acostumbrados a nuestra insistente continuada presencia, de poder vernos siempre en todos los sitios y a todas horas, hace que no le demos importancia a ese hecho tan excepcional que es convivir con uno mismo. A mí también me ha pasado eso durante toda mi vida justamente hasta que hace unos días, en medio de una conversación que no tenía nada que ver con este asunto, de pronto me sorprendí a mí mismo diciendo: “Bastante tengo con asistir asombrado a mi propia vida”. Eso me llevó inevitablemente a una reflexión larga, profunda, desde un punto de vista que jamás antes utilicé, viendo las cosas de un modo que antes estuvo invisible a mis ojos y mi mente, comprendiendo todo lo que ha sido mi vida de una manera que tal vez no se hubiera dado si no hubiera construido, consciente o inconscientemente, esa frase que ha servido de disparadero para tener un nuevo enfoque de lo que ha sido mi vida hasta ahora y de una comprensión que creo que de ningún otro modo se hubiese dado. No quiero decir con esto que esa sea la frase esencial del principio de la solución de algún asunto personal, ni que sea mágica o milagrosa, sino que a mí me ha servido del mismo modo que a otra persona le puede servir el anuncio de una bebida refrescante, o un sueño, o una experiencia mística. Tengo 62 años el día que escribo esto, lo que quiere decir que acumulo ya 62 años de experiencias continuadas en este vivir conmigo. Me tocó pasar por una infancia de desatenciones en lo emocional, acostarme muchas noches sin cenar, vivir en una casa sin luz, pasar frío en los inviernos, tener carencias... En una ocasión una gitana me dio una onza de chocolate, lo que es un ejemplo claro de cuál era mi situación y cómo estaba yo entonces. He trabajado mucho y estoy bien. Pero no olvido mi infancia. Soy, sin duda, una persona que ha vivido atormentado y marcado por muchos traumas –algo queda todavía por ahí, pero poco- y que me he encontrado con muchos impedimentos, de algunos de los cuales he logrado desembarazarme y otros aún permanecen acechando y afectando desde la sombra. Todo este necesario preámbulo para poder conocer el origen de mis reflexiones. ¿Quién es este que ha sido capaz de hacer lo que ha hecho partiendo de la nada? ¿Quién es esta persona que ha ido viviendo su vida con más voluntad que conocimiento, que ha dado muchos pasos sin saber cómo ni por qué ni para qué, que ha soportado un corazón seco y ha acallado muchas lágrimas? ¿Quién es este que ahora todos los días se asombra de estar conmigo mismo, de estar bien, de asistir asombrado a mi propia vida? Y si digo que me asombro no me refiero a los logros, sino a que he estado siempre ahí, que he estado siempre a mi lado, y no porque fuera imposible separarme de mí, sino porque he seguido conmigo sin desalentarme, sin maldecir ni quejarme, sin abandonar ni rendirme, sin dejar de darme ánimos y afrontar cada una de las situaciones que me ha tocado vivir. “Bastante tengo con asistir asombrado a mi propia vida”, porque mi vida, como todas las vidas, como las vidas más duras y las más difíciles, las que tienen más motivos de queja o rendición, las que casi ni se pueden nombrar como humanas, las que están encharcadas de lágrimas, y las menos agraciadas, son vidas que merecen la atención y merecen el acompañamiento propio aún en los momentos más duros. El asombro ha de presidir cada una de las vidas. Si se aprecia con atención, es asombroso poder comprobar cómo cada uno –a pesar de los contratiempos- tiene un empuje vital que va más allá de la vida a la que nos obligan los latidos del corazón, y ese seguir adelante se protagoniza desde dentro, desde una certidumbre inexplicable que obliga a un paso más, a otro esfuerzo, a soportar un poco más porque lo bueno está un poco más adelante -porque el premio merece el sacrificio-, y a no rendirse aunque el mundo esté en contra y la luz haya desaparecido llevándose secuestrada a la confianza. Seguir. Una voz silente desde dentro dice que hay que seguir, que hay que dar otro paso más, que es necesario otro esfuerzo, que no hay que rendirse, que Dios aprieta pero no ahoga, que ya aparecerán las fuerzas de donde sea, que hay que tener fe o que hay que confiar en uno mismo aunque no se encuentre una razón contundente para ello. Y todo ello sin perder la capacidad de asombro por uno mismo, por los muros que ha sido capaz de derribar, por los gigantes a los que se ha enfrentado, por los momentos interminables que logró terminar, por los éxitos conseguidos, por salvaguardar la fe a pesar de todo, y por haber logrado poner a salvo la sonrisa y un poco de esperanza. Y poner a salvo a uno mismo, vencedor a pesar de que aparentaba no poder lograrlo. Esto requiere darse un abrazo, mirarse en el espejo y alegrarse, sentirse orgulloso o satisfecho, amarse, darse ánimos para seguir, cargar las baterías del optimismo, confiar en los efectos de la paciencia y la perseverancia, creer en la Magia o en algo Superior. Y seguir. Seguir imparablemente. Seguir con uno mismo, confiando en uno mismo, creyendo en uno mismo. Es lo que nos propone la vida. Y es de una belleza inenarrable y emocionante asistir con asombro a la propia vida y a la presencia de uno mismo en ella. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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CÓMO CONTROLAR LA MENTE En mi opinión, la tarea de conocer el funcionamiento de la propia mente es una de las labores más provechosas que uno puede emprender. Y, sin duda, y como ya habrás podido comprobar por ti mismo, muy necesaria. En realidad, afinando más, no solamente es provechosa sino que es imprescindible. La mayoría de las personas no saben encontrar el límite entre lo que piensan que son ellas mismas y lo que es su mente, no saben cuándo son ellas las que están pensando y cuándo es la mente quien piensa por su cuenta y haciendo creer que ese pensamiento es de la persona. Es difícil eso de disociarse en “yo” y “mis pensamientos”, y más aún afinar hasta llegar a diferenciar entre “este pensamiento es mío” y “este es de mi mente”. ¿Suena complicado de entender? Ya lo he escrito: la mayoría de las personas no saben encontrar el límite, por eso aparenta ser complicado. Si buscas, sin duda encontrarás cientos de artículos en los que explican impecablemente cómo funciona la mente. Yo no sabría explicarlo tan bien. Pero puedo decir cómo lo hago yo. Entiendo que la mente es bastante autónoma, y que ella sola, de un modo independiente, es capaz de atender a muchísimas cosas que tenemos pendientes de examinar, o de hacer, o de recordar, y como uno sólo puede estar atento del todo a una sola cosa es conveniente que ella haga una parte de nuestro trabajo. Mi experiencia me dice que hay que revisar todos los pensamientos o propuestas que nos hace nuestra mente pero sin aceptarlos inmediatamente, sin más, y no creyendo que son NUESTROS pensamientos o NUESTRAS propuestas, sino que conviene revisarlos conscientemente antes de darles el visto bueno. Pensamientos NUESTROS son solamente aquellos en los que intervenimos CONSCIENTEMENTE, prestando toda la atención a la mente con la propia atención y consciencia –o sea, controlar la mente con la mente, aunque parezca incongruente o incompatible-, y eso se consigue cuando uno detiene el resto de actividades para centrarse en sí mismo y prestar atención al diálogo interior. Sólo entonces, y a partir de la toma de consciencia de YO (“Yo estoy aquí, yo dirijo mi mente”) es cuando uno puede controlar el proceso de pensamiento y decir que es él mismo quien piensa. Es entonces cuando uno se convierte en el YO OBSERVADOR que se da cuenta de las cosas, que dirige el proceso mental, que gobierna sus pensamientos con lo cual gobierna su vida. Así es cuando todo va bien porque todo está normal, pero… casi nunca está todo normal. Aunque uno esté consciente de su mente, ésta siempre se haya contaminada por muchas cosas distintas, desde complejos o traumas a miedos, desde una mala educación hacia sensaciones inconscientes desconocidas, inexplicables, posiblemente de origen inexplorado pero que nos afectan porque nos condicionan, y si somos inseguros –por lo que sea- estaremos influenciados por esa inseguridad y dudaremos en las conclusiones, y si estamos acomplejados nuestros pensamientos nacerán acomplejados, y si tenemos la autoestima baja se nos presentarán las cosas de un modo desequilibrado porque estarán carentes de ecuanimidad. La mente es un instrumento a nuestro servicio y tenemos que utilizarla como tal, y no caer en la rutinaria costumbre de seguir creyendo que estamos a su servicio, que ella manda, que nos domina, que nuestra mente inconsciente es nuestro yo consciente, o sea, que la mente soy YO. Desde esta postura de verla como algo distinto de uno mismo, y con el pensamiento controlado –aunque sea, precisamente, a través del pensamiento y de la mente- es como uno puede establecer un gobierno propio que esté administrado por uno mismo. Tenemos a nuestro servicio la capacidad de razonar (Ordenar y relacionar ideas para llegar a una conclusión), tenemos el entendimiento (Potencia del alma, en virtud de la cual concibe las cosas, las compara, las juzga, e induce y deduce otras de las que ya conoce), tenemos la inteligencia (Capacidad de entender o comprender), tenemos la capacidad de raciocinar (Usar la razón para conocer y juzgar), y todas son cosas que se utilizan de un modo consciente, desde la consciencia, y es uno mismo quien las pone en funcionamiento. Usando estas capacidades que he relacionado, de las que podemos disponer libremente, es como podremos controlar la mente, y de ese modo no dejarla que se desperdigue en sus desvaríos y que con ello nos perjudique. Tómatelo muy en serio. Aprende a hacerlo… y verás qué descanso. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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FELICIDAD, SÍ. HIPERFELICIDAD, NO. En mi opinión, la aspiración a una felicidad extrema –la hiperfelicidad- nos predispone o nos condena a un sufrimiento del que va a ser difícil –o imposible- escapar. Un error común en la mayoría de las personas consiste en querer que la felicidad sea el compendio de un bienestar y una satisfacción y una perfección que estén presentes en TODAS LAS ÁREAS de nuestra vida. Y eso es, en mi opinión, algo prácticamente imposible. La vida, y nuestro modo de ver la vida, hacen que sea imposible que todas las áreas de nuestra vida vayan bien. Además, son tantas áreas que eso lo complica aún más. Si no es la familia, es el trabajo, o son los sentimientos, o las aspiraciones decepcionadas, o los sueños incumplidos, o las relaciones personales, o los arrepentimientos, o el presente, o el pasado… Hay un agravante: el error que cometemos de no ser felices –y no considerarnos como tales- solamente porque hay una faceta en la que algo nos falla, lo que sea, y ya por eso dejamos de sentirnos felices. Es un disparate -habitual- ya que eso es hipotecar y despreciar el resto de la felicidad por una sola cosa. Eso es un grave error. Tal vez sea imposible acceder a la felicidad con todas las letras mayúsculas y haya que conformarse con pequeñas felicidades, con múltiples felicidades, o con gozar parcelas de felicidad aunque todas juntas no alcancen el cien por cien que sería la totalidad. La felicidad comienza sus primeros pasos con la aceptación y el no enfrentamiento con aquellas cosas que, aunque no sean de nuestro agrado, no tienen remedio ni es posible modificarlas. Aceptarlas como son, sin sentimiento de tragedia ni como un argumento suficiente para la minusvaloración del resto de cosas que sí nos aportan felicidad, es el primer gran paso. Es preciso comprender que no todas las cosas en la vida van a salir como nosotros deseamos, que no todas las cosas van a estar hechas a nuestro gusto y medida, que no todo el mundo va a comportarse como nosotros deseemos, ni van a hacer lo que nosotros esperamos, que no todo está bajo nuestro mando o control, que hay multitud de cosas que se escapan a nuestro dominio, y que todo eso es algo normal contra lo que no se debe luchar porque es una batalla perdida antes de su comienzo. Es conveniente ser muy consciente de que uno está por delante y por encima de todas sus circunstancias, las cuales pasan y desaparecen mientras que uno sigue estando siempre. Uno es el importante y la felicidad es el postre que se merece. Y es provechoso no permitir que un concepto magnificado de la felicidad, que sea lo imposible de las utopías, se vuelva contra nosotros. Poner excesivamente alto el listón de la felicidad aspirando a una hiperfelicidad, no es un anhelo loable sino una trampa. Seamos sensatos y juiciosos y diseñemos un concepto de felicidad asequible, al alcance de nuestras posibilidades y circunstancias, que no se convierta en imposible y, por tanto, en frustrante. Que la felicidad sea nuestra aliada y no nuestra enemiga. Felicidad, sí. Hiperfelicidad… mejor no. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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PREVER, SÍ. PREOCUPARSE, NO. En mi opinión, el hecho de no escoger correctamente entre estas dos opciones que podemos tomar ante cualquier situación hace que afrontemos las cosas de un modo totalmente distinto. PREVER (Pre-ver) (Ver con anticipación. Conocer, conjeturar por algunas señales o indicios lo que ha de suceder. Disponer o preparar medios contra futuras contingencias) La definición lo deja claro: es anticiparse a lo que pueda suceder para poder tomar las decisiones que se consideren apropiadas. Es ser responsable. Es saber prevenir. PREVENIR (Preparar y disponer con anticipación lo necesario para un fin, prepararse de antemano para algo. Anticiparse a un inconveniente, dificultad u objeción). Prever y prevenir son similares. Ambas hablan de prestar atención a los posibles resultados de nuestras acciones o inacciones, de modo que antes de que sean catastróficas o inevitables se pueda hacer lo necesario para protegerse o para hacer lo correcto. PREOCUPARSE (Pre-ocuparse) (Dicho de algo que ha ocurrido o va a ocurrir: Producir intranquilidad, temor, o inquietud) Preocuparse, o sea estar intranquilo, temeroso o inquieto por algo que puede llegar a suceder, pero que también puede NO llegar a suceder, es un derroche innecesario e inútil de energía, de atención, y de la tranquilidad y ecuanimidad que se precisa para poder ver con objetividad lo que realmente pudiera llegar a suceder. Prever es interesante, porque es ser precavido (PRECAVIDO: sagaz, cauto, que sabe precaver los riesgos). Prever es ver con antelación, pero es VER con objetividad, es darse cuenta. No es malpensar, no es dramatizar, no es temer ni inquietarse. Es muy recomendable acostumbrarse a ver los asuntos propios como si fueran asuntos ajenos, porque eso aporta una neutralidad que se pierde cuando uno es el protagonista de los pensamientos, cuando uno se siente amenazado por las posibles consecuencias de la decisión que ha de tomar. Es mucho mejor no llamar “problemas” a los “problemas”, porque hacerlo de ese modo ya carga a la situación de un dramatismo y una tragedia ante la que uno se siente casi impotente –desde antes de afrontarlo- porque asociamos la palabra “problema” a asunto casi insalvable que nos va a traer, sin duda, conflictos y padecimientos. Un problema, según el diccionario, es “una cuestión que se trata de aclarar” y “un planteamiento de una situación cuya respuesta desconocida debe obtenerse a través de medios científicos”, pero en nuestra mente y nuestra actitud un problema es un conflicto ante el que uno se siente impotente, cuya solución es muy dificultosa, y que va a acarrear aprietos y apuros, enfrentamientos y luchas, angustia y dolor. Así que seamos precavidos, sepamos prever y librémonos de las preocupaciones. Ahora ya conoces el modo adecuado de afrontar tus asuntos. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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TODOS PODEMOS HACER EL REGALO MÁS CARO DEL MUNDO En mi opinión, y en general, las personas no somos absolutamente conscientes – y digo ABSOLUTAMENTE CONSCIENTES- de la limitación del tiempo de estancia en nuestra vida y en este mundo, y pensamos en ello poco y levemente. (Hay quien cree que si no se habla de ello el tiempo no se da cuenta y no sigue restando segundos) Vamos aplazando, irresponsablemente, la toma de conciencia firme de esta innegable realidad. El consumo continuo e irrevocable de vida es cierto, así que cada segundo de vida es valioso porque son limitados y son irrecuperables. Sin ninguna duda, lo más caro del mundo es nuestro tiempo de vida. Tan caro que no se puede comprar a ningún precio. Ni las fortunas más grandes del mundo han podido comprar jamás ni un solo segundo. Cada cosa que hacemos la pagamos con una parte del tiempo de nuestra vida. Las cosas que compramos no las pagamos con dinero, las pagamos con la parte de vida que hemos tenido que dedicar a trabajar para conseguir ese dinero. Administrar bien la vida es administrar bien un tesoro. El mayor tesoro. Ante esta realidad, conviene no “perder el tiempo”, no “matar el tiempo”, no desperdiciarse en “pasatiempos”, sino ser plenamente conscientes de la vida y de la importancia de cada instante. Por eso también tenemos que ser conscientes de que cuando alguna persona está con nosotros nos está haciendo el regalo más caro del mundo. Y cuando nosotros estamos con alguien le estamos haciendo la ofrenda más valiosa, el obsequio más exorbitante: nos cuesta una parte irrecuperable de nuestra valiosa vida. Todo este preámbulo es una invitación a reflexionar acerca de ello. Para que seas muy consciente de que cuando alguien está contigo, o cuando estás con alguien, eso no se convierta en una pérdida de vida sino que se convierta en momento mágico para ambos. A veces, podemos acompañar a quien lo necesita, aunque no nos haga gracia, como un regalo excelente de una generosidad inmensa, y es mejor que sea magnificando ese momento, haciéndolo grandioso para ambos. Cuando estés con alguien –quien sea- que la relación no sea simplemente aparcar tu cuerpo al lado del suyo, mientras que tu atención y tu alma están en otro sitio. Eso no sirve de nada. Sólo sirve si es una comunicación de alma a alma. Y si no es así, se queda en un penoso y lamentable modo de desperdiciar y matar el tiempo. Hagamos a menudo este hermoso regalo, pero con consciencia plena de lo que estamos haciendo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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LO ÚNICO SEGURO DEL FUTURO En mi opinión, y estoy convencido de que por primera y quizás única vez todos estaremos de acuerdo, sólo hay una cosa segura en el futuro y esa cosa es la muerte. Así de contundente. No podemos garantizar ni una sola cosa más. Podemos suponer, elucubrar, desear, intuir, presagiar, idear, o elaborar planes, pero ninguna de esas cosas garantiza que realmente se vayan a hacer realidad. Hay un mayor o menor índice de probabilidades de que algunas cosas sucedan –porque así ha sido hasta ahora-, y todos damos por supuestas algunas cosas, como que mañana amanecerá, pero… ¿Estaremos todos vivos mañana o todos no? Suponemos que seguirá girando la tierra, y el sol en su sitio, y las lluvias cuando corresponda, que nos casaremos o cambiaremos nuestro vehículo por otro mejor, pero… ¿Alguien lo puede garantizar al ciento por ciento? Dado que la infalibilidad de la llegada de la muerte es indiscutible e innegociable, no queda más remedio que seguir adelante con esa certeza de que en algún momento se hará realidad. Hasta entonces… a vivir. A este vivir que nos queda hasta la llegada de la muerte sería muy conveniente dotarle de mayúsculas y convertirlo en VIVIR. Por supuesto que no se ha de quedar en este truco de escribirlo de ese modo, sino que se trata de hacer mayúsculo, realmente, lo que hacemos en nuestra vida. Se trata de magnificar los instantes llenándolos de magia y maravilla, y esto no se refiere a hacer aparecer elefantes dentro de una chistera, sino a apreciar en su justa medida –y no depreciándolas o menospreciándolas- las cosas que están a nuestro alcance, lo que vemos o sentimos, las compañías que nos son gratas, los momentos emocionantes –que ocurren más a menudo de lo que nos damos cuenta-, las grandísimas pequeñas maravillas, el mismo paisaje o el mismo sol de siempre apreciados con otra mirada distinta… El Creador nos ha dotado de la capacidad de emocionarnos y de la capacidad de percibir, nos ha dotado de la facultad de sonreír, del sentido del humor y del prodigio que es reír, de esa grandeza que es poder acariciar o ser acariciado y lograr con ello un estremecimiento, del milagro que es poder escuchar las voces y las palabras que nos dedican quienes nos quieren o las músicas que nos embelesan, el portento que es poder ver tantas cosas extraordinarias a través de los ojos, el disfrutar de una comida o una bebida, o poder complacerse con esos olores que nos embriagan. Tantos placeres a nuestra disposición sin aprovecharlos sería como un desaire al Creador, casi un desprecio. Todas esas cosas –en el terreno material- más las cosas espirituales a las que podemos acceder y de las que podemos disfrutar, son ingredientes más que satisfactorios para dotar a nuestra vida de una sensación cercana a la plenitud. Después tenemos esa cualidad de ser bondadosos que podemos mostrar si lo deseamos, la capacidad gloriosa de amar y ser amado, la sensación de trascendencia, la fe o Dios –para algunos-, la meditación, la generosidad, la creatividad, la amistad, la gratitud, la empatía… Lo único seguro del futuro es que nos traerá la muerte y la muerte nos hará desaparecer. Hasta entonces, la vida depende de nosotros, y lo que pongamos en ella depende de nuestra intención y atención. Los que vivan muchos años comprobarán que llegando a cierta edad aparece lo que se podría denominar “El Tiempo de los Arrepentimientos”, y este tiempo es largo y dificultoso de atravesar si uno lleva muchas cosas de las que arrepentirse. Tú, de momento, estás a tiempo de poner remedio y evitarlo. Te dejo con tus reflexiones… VISITA www.(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)
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DEJEMOS HUELLA En mi opinión, una vida en la que no dejemos huella de algún modo, en alguna parte, en alguien, será una vida a la que le falte algo. No será una vida completa. Y no se trata de marcar un hito y aparecer después en los libros de Historia. No se trata de deslumbrar al mundo, porque no todos estamos capacitados para ello. No es imprescindible ocupar la portada de los informativos. Pero cualquier persona, cualquiera, deja su huella en la arena mojada… si se acerca a pisar la arena. Cualquiera de nosotros, todos, podemos dejar una huella en el recuerdo de alguien, podemos hacer algo que evoque una sonrisa en la nostalgia de otro, podemos ocupar un lugar imborrable en otro corazón en el que provocaremos un agradable terremoto emocional cada vez que piense en nosotros. Cualquiera de nosotros, todos, podemos crear un momento especial o mágico para otra persona, podemos provocarle una sonrisa profunda, podemos plantarle una semillita de esperanza, podemos hacerle creer en el futuro. Tenemos la obligación moral -o divina-, de crear milagros en los demás o para los demás, y conseguir que en su vida exista algo especial de lo cual seamos protagonistas. Es bueno ejercitar nuestro amor y compartirlo sin mesurar, y llegar hasta la parte más íntima de alguien, hasta ese lugar donde solamente llegan los elegidos, y ocuparlo, y es bueno compartir y compartirse, dar y darnos, regalar sonrisas y piropos, ser generosos de nuestra compañía, lograr que la evocación de nuestra persona vaya acompañado de una agradable emoción o de una señal de agradecimiento y cariño. Es bueno participar en otras vidas de un modo altruista y amable, es bueno ser portador de abrazos y de paz, es bueno compartir una amistad que sobrepase el tiempo de vida. Es bueno ser un padre o una madre excelentes, unos hijos amados, unos abuelos imborrables, unos amigos inmejorables, un desconocido que se abre y se entrega y escucha y consuela y comparte y contagia lo que tenga de bueno. Que nuestro paso por este mundo y por las vidas de otras personas no sea invisible. Dejemos que la generosidad de nuestra alma se exprese. Permitamos que nuestra bondad no se estropee por falta de uso. Dejemos huella. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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ANTES QUE AMAR A DIOS “Antes de servir a los Dioses, preocúpate de servir a los hombres que te rodean, de hacerlos nobles, valerosos, honrados, justos y virtuosos; y una vez realizado lo anterior, dedícate a los Dioses.” (Confucio) En mi opinión, hay que atender antes a los hombres que a Dios. Y no porque los hombres sean más importantes, sino porque quien no es capaz de llegar a amar al hombre, al Ser Humano, difícilmente será capaz de amar a Dios. Será imposible. El Ser Humano puede ser, y ha de ser, el campo de entrenamiento en el que aprender a desarrollar el amor y la capacidad de amar. Se equivoca quien piensa que el hombre no es digno de ser amado –por sus innumerables errores y defectos- y que sólo Dios es merecedor del amor más sublime que se pueda llegar a expresar. El humano está más necesitado de amor que Dios. Y es más difícil amar al humano -porque hay que demostrárselo físicamente- que amar de un modo simbólico y etéreo –sin necesidad de demostración física- a un Dios un poco idealizado y ya de por sí pletórico de bondades y maravillas. Amar al hombre puede ser una consecuencia de amar a Dios, pero tal vez es más noble llegar a amar a Dios después de haberlo hecho con los hombres y las mujeres, con los que nos rodean, con quienes pueden ser beneficiarios directos y notables de esta cualidad tan hermosa que poseemos que es el amor y el amar. El amor, y el amar, no ha de ser algo intangible, no ha de ser algo poco más que teórico, no ha de ser solamente una explosión mística de sentimientos idealizados, no ha de ser solamente una sublimación impalpable sino que ha de ser una realidad tangible, lo demostrable, lo que tiene un receptor beneficiario directo. Antes de servir a Dios, antes de ofrendarle todo el amor glorioso, conviene poner los pies en tierra y servir a sus hijos –que también son Él-, conviene demostrar ser capaz de hacer lo más difícil –amar a los humanos- porque ello mismo, sin más esfuerzo ni dedicación, sin diferenciarlo, es amar directamente a Dios. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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ACEPTAR Y ASUMIR LA ESPIRITUALIDAD En mi opinión, la mayoría de las personas hablamos con mucha naturalidad -tal vez con demasiada-, de asuntos que englobamos dentro de la etiqueta de “espiritualidad”, sin tener nada claro ni definido lo que esa palabra, y lo que representa, significan. Tenemos una idea aproximada –decimos que es lo que está un poco por encima de lo animal y lo mundano-, pero es tan amplio el sentido que le damos a la palabra que metemos en el mismo saco a Dios, los espíritus, el alma, lo transcendente, las reencarnaciones, la vida después de la muerte…y todo aquello desconocido que nos suena a “espiritual”. En mi opinión, en el ser humano hay una serie de cualidades inherentes que hemos dejado en el interior como algo ajeno a nosotros mismos, a las que hemos idealizado y divinizado, porque nos parece que están por encima de las que se han de atribuir al Ser Humano, simple y mortal, al que concebimos como tosco, burdo, imperfecto, capaz de cometer las mayores atrocidades, pecador, y siempre confundido e inseguro en los asuntos que se escapan al entendimiento racional simple. Por ese desconocimiento, dividimos al Ser Humano, y no sé por qué, en dos partes claramente diferenciadas. LA HUMANA que es la que corresponde al que se mira en el espejo, el que se enfrenta a los problemas cotidianos, el que no ve más allá de los placeres inmediatos y de lo que le rodea a la vista, el que sufre, el que duda, el que se va a morir… LA ESPIRITUAL, que es la que contacta con Dios y lo divino, la que mira por encima del hombro a la que es simplemente humana, casi desde un ego espiritual, que también existe: “Yo estoy más evolucionado que tú”, “yo medito más que tú”, “yo rezo más que tú”, “yo soy más devoto que tú”… Es la parte que intuye la trascendencia, que siente de verdad que la bondad y el amor son cualidades humanas que hay que expresar más a menudo, la parte que siente que forma parte de un todo aunque no sepa cómo explicarlo, que siente con dolor que hay un distanciamiento innecesario con el resto de la humanidad, la parte que se hace las grandes preguntas, la que se refieren a algo que no puede ver ni tocar ni demostrar porque sólo pertenecen –de momento- a la voz silenciosa de un Ser Interno que a veces nos sorprende con unas reflexiones que parece que se nos quedan grandes o que no nos pertenecen. Y eso hay que aceptarlo y asumirlo. Está ahí. Existe. Es. Y somos nosotros, también, y es algo que hay que asumir con naturalidad. Lo divino y lo humano es indisoluble. No hay un cielo que marque la distancia entre lo uno y lo otro. No hay distancia. El Ser Humano lo engloba todo. La inquietud y la delicia, la certeza y la duda, la humildad y la grandeza. Somos GRANDES en un cuerpo pequeño y en una mente limitada. Y desde esta mente limitada, cargada de condicionamientos y complejos y miedos y dudas y confusiones pretendemos acceder –del modo equivocado, o sea, mediante la razón- a lo que no tiene límites. El Ser Humano tiene sin desarrollar una de sus cualidades mágicas: la intuición, que es la facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento, que es el presentimiento, que es la percepción íntima e instantánea de una idea o una verdad que aparece como evidente a quien la tiene. El Ser Humano se ha acostumbrado a confiar en su mente racional, y pretende pasarlo todo por ese tamiz, por esa inquisidora que quiere tenerlo todo etiquetado y sólo acepta lo que comprende, descartando equivocadamente, todo lo demás. “El corazón tiene razones que la razón no entiende”, se dice. Y es cierto. Hay asuntos que solamente pertenecen al mundo de lo inexplicable, de lo que se siente o se sabe sin necesidad de razones, a lo que es intuición, es comprensión en el alma, o pertenece al mundo de la Sabiduría Esencial de los humanos, con la que nacemos pero luego negamos o, simplemente, nos negamos a conocer y utilizar. Confucio decía que “Antes de hablar siquiera de Dios es necesario desarrollar una fuerte moral y una recia virtud interior”, y que “El vivir y entender a Dios sólo es posible en las almas desarrolladas y robustecidas por la Virtud”. El Ser Humano tiene suficientes virtudes (Virtud: Disposición de la persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien, la verdad, la justicia y la belleza. Integridad de ánimo y bondad de vida.) que entran perfectamente dentro del campo que se le adjudica a la divinidad. Seamos verdaderamente humanos –desarrollando las virtudes y cualidades- porque eso nos hará ver con más claridad que también somos divinos. Y después de eso, gocemos de la espiritualidad y sus maravillas. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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ESO QUE CREEMOS QUE ES EL LIBRE ALBEDRÍO (Se llama Libre Albedrío a la potestad que tiene el ser humano para obrar según considere y elija. El principio de Libre Albedrío se puede relacionar con la religión, la ética, la psicología, la ciencia y la jurisprudencia, pero en este artículo me referiré exclusivamente a él en relación con el alma y el destino, así que si no crees en el alma o en el destino te puedes ahorrar la lectura del artículo). En mi opinión, eso que llamamos Libre Albedrío no es la opción de decidir libre y unilateralmente qué es lo que uno quiere o no quiere hacer, sino la opción de decidir cómo hacerlo. Cuando hablamos de cosas relacionadas con nuestro Desarrollo Espiritual, o lo relacionado con la Rueda de Encarnaciones, o con los actos necesarios que tenemos que hacer en esta vida para que contactemos con nuestra alma y para que colaboremos en los pasos que ha venido a dar en esta encarnación, recurrimos al concepto de Libre Albedrío como una opción en la que podemos ejercer nuestra pataleta para no hacer lo que se supone que el Destino ha puesto en nuestro camino para que realicemos. Resumiendo mucho, se supone que hemos venido a esta encarnación con la intención de que nuestra alma viva las experiencias que se ha propuesto vivir cuando estaba libre de las ataduras y los condicionamientos que conlleva estar en un cuerpo, o sea, ser humano. Dado que esto es algo absolutamente indemostrable de un modo racional y absolutamente convincente para todo el mundo, hay otras personas que suponen que el Libre Albedrío sólo se puede ejercer en ese momento en que uno ha terminado su anterior encarnación y está preparando la que ha de ser la siguiente. Es sólo en ese momento cuando uno decide –con su Libre Albedrío- qué es lo que quiere experimentar en la siguiente o qué es lo que su alma necesita hacer. A ese propósito algunos le llaman Destino. Se supone que el alma trazó un guión de lo que quería hacer y diseñó las circunstancias que necesitaba para hacerlo (lugares, situaciones, experiencias, miembros de la familia, entorno, amigos...), pero al tener los condicionamientos del cuerpo y de la mente –que desconocen los propósitos del alma-, y no son conscientes de todo aquello que el alma se propuso, el que somos ahora prefiere la opción del placer y la comodidad del bienestar inmediatos antes que el sufrimiento del galimatías que nos provocan algunas de las situaciones incomprendidas por las que atravesamos. Es por eso que nos queremos rebelar ante algunas de las cosas que nos suceden –que no son otra cosa que el plan del alma- y tratamos de evitar tener que atravesarlas boicoteándolas, oponiéndonos, haciendo lo contrario de lo que proponen, y a esa opción de creer que podemos negarnos haciendo otra cosa distinta es a lo que llamamos, inocentemente, Libre Albedrío o Libre Elección. Parece ser que la vida espiritual está marcada por un cierto determinismo (Doctrina según la cual todos los acontecimientos, y en particular las acciones humanas, están unidos y determinados por una cadena de acontecimientos anteriores), y que el proyecto que ha marcado el alma se ha convertido en nuestro Destino, y que ese Destino es lo suficientemente sabio y sensato como para “obligarnos” a hacer lo que tenemos que hacer –en ciertos aspectos concretos- en vez de lo que nos apetece hacer. Tal vez por eso la existencia de eso que llamamos Libre Albedrío sea la “sensación de libertad” que provoca hacer lo que hay que hacer pero creyendo que se está haciendo lo que se quiere hacer. Aunque, en realidad, no nos da la opción de hacer o no lo que tenemos que hacer, sino que nos permite elegir el cómo hacerlo. Y creo que hay que agradecer que “algo” se encargue de llevarnos por el camino necesario cuando nos dispersamos con las distracciones del mundo y con ello desordenamos el proyecto espiritual con que hemos venido a esta vida. Como espíritus, como almas, tenemos que agradecer que se nos pongan en la vida, inevitablemente, esas circunstancias -siempre incomprendidas y casi siempre indeseadas- que son las que nos aportan aprendizaje y experiencia, aunque casi siempre pensemos que el precio que se paga por esas lecciones es demasiado alto y que sería mejor que tuviéramos consciencia clara de los propósitos del alma, porque de ese modo todo sería más llevadero y no insistiríamos tanto en ponernos las zancadillas. Resumiendo: que yo no creo que en asuntos trascendentales podamos decidir lo que sí queremos y lo que no. Mis experiencias en este terreno –personales y las que he escuchado- me invitan seriamente a creer que hay un “plan” que tenemos que llevar a cabo, y que oponernos a hacerlo por las buenas autoriza al destino a obligarnos a hacerlo por las malas. Y cuando se trata de algo que realmente es importante para la evolución personal o espiritual por mucho que nos opongamos, o por mucho que busquemos otros caminos para evitarlo… acabaremos haciéndolo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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SOLUCIONA TU PASADO En mi opinión, a pesar de que ya hemos escuchado en mil ocasiones eso del AQUÍ Y AHORA, y de habernos comprometido en las mismas mil ocasiones a llevarlo a rajatabla y no apartarnos de ese compromiso, y a pesar de ser totalmente conocedores de lo que tomar consciencia de ello implica, y a pesar de creer que lo comprendemos, y que va a ser el faro de nuestra vida… una y otra vez lo olvidamos en cuanto pasa la efervescencia del momento de lucidez. El AQUÍ Y AHORA es el gran desatendido, que es lo mismo que desatender nuestra vida. Efectivamente, sólo existe el PRESENTE, aunque el presente que estamos viviendo no sea tan fresco y virgen como un recién nacido, como aparenta, sino que es el resultado de lo que venimos arrastrando de nuestro pasado. El presente nunca es nuevo, siempre es fruto del pasado. El pasado marca y condiciona todos los presentes, de lo cual podríamos llegar a deducir que somos fruto del pasado. La libertad no la utiliza siempre y bien el Ser Humano porque siempre están sus condicionamientos limitándole. Los pensamientos nunca son libres y casi nunca ecuánimes, porque siempre están condicionados por lo pasado. Esto nos hace ver que es imprescindible arreglar el pasado. Repito: IMPRESCINDIBLE. Porque somos esclavos del pasado y somos su consecuencia. El presente es el pasado, pero con la opción de corregirlo. Todos nuestros traumas, miedos, condicionamientos, pesares, arrepentimientos, errores, malas experiencias… pueden y deben ser revisados en este presente y resolverlos para disolverlos. Y mientras no hagamos esta indispensable tarea seguiremos siendo víctimas predestinadas, seguiremos siendo un cúmulo de inconvenientes, estaremos sentenciados a repetir las mismas equivocaciones, y daremos vueltas en la misma tortuosa noria. En teoría, somos un lienzo en blanco, o un folio sin usar, donde cada uno puede pintar o escribir lo que quiera. Pero esta es la teoría. La realidad es otra y muy distinta. Cada paso que damos, cada pensamiento que creamos, cada decisión que tomamos, no lo hacemos desde la libertad y la ecuanimidad, sino que nacen condicionados por nuestro modo habitual de ver, sentir, pensar o hacer. El futuro siempre va a ser el resultado del presente que a su vez es el resultado del pasado. De ahí la necesidad de cortar esta espiral creciente que cada vez nos aleja más de nuestro centro. Este presente actual, si lo purificamos, si lo hacemos pleno y perfecto, cuando se convierta en pasado no será un motivo de lamento, porque no afectará al presente que tengamos entonces. Esto hay que tenerlo muy claro: No nos podemos deshacer del pasado mediante el olvido. Nunca. Para deshacernos de las influencias desagradables del pasado tenemos que resolverlas. No es lo que pasó lo que nos afecta, sino cómo lo vivimos entonces, y el poder que le dimos a eso que nos pasó. El presente es una oportunidad –que conviene no desaprovechar- para corregir el pasado de modo que el presente y el futuro sean distintos. Todo este escrito no es más que otra de las numerosas formas de decir que hay que tomar consciencia y compromiso, que el tiempo de vida del que disponemos se agota a pesar de nuestra desatención, que una gran parte de nuestra calidad emocional de vida nos la aportamos nosotros –lo mismo que una gran parte de la nuestra inestabilidad emocional nos la aportamos nosotros-, que somos nuestros principales valedores o enemigos, y que no debemos acusar a otros por no hacer lo que tenemos que hacer nosotros. La vida de cada uno es su propia responsabilidad. Y ahora puedes hacer lo de siempre y olvidarte de todo esto… o puedes –ya por fin- comenzar a hacer lo que tienes que hacer: resuelve tu pasado para que no interfiera en tu presente y en tu futuro. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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SE ME OLVIDA VIVIR Me olvido siete veces al día -y algunos días más- que estoy en el mundo para vivir. Se me olvida. Tengo tantas cosas con las que anestesiarme, tantas tentaciones con forma de distracciones, tanta capacidad para el derroche, que se me van los días sin mí, sin mi huella, sin mi granito de arena, se van tristes y vacíos a un pasado que ya está harto -y saturado- de días tristes y vacíos. Respiran mis pulmones, late mi corazón -pero sin llegar a palpitar emocionado-, mientras la rutina se hace cargo de mí y de mi vida. Vacío. Estoy vacío. Vacía. Mi vida está vacía. Es una tras otra. Hoy me equivoco y ayer también. Mañana no tiene esperanza en poder escapar indemne a esta costumbre instaurada de respirar muerto, latir sin sangre, mirar sin ver, y llorar sin lágrimas. “Sólo yo tengo el poder”. Pero esto no lo he pensado yo sino que estaba pintado en una pared. Yo no sé si lo tengo, ni dónde, ni siquiera de qué color es. “No es necesario saberlo todo, basta con saber quién es uno mismo”. Es de otro muro. Hay muros que están llenos de sabiduría. Apenas piso la vida. No me impregno. A mí se me olvida vivir. No me sacio. Francisco de Sales (Más poesías en www.franciscodesales.es)
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LA VIDA NO TIENE SENTIDO En mi opinión, la vida, por sí misma, no tiene un sentido salvo el de caminar imparable e inevitablemente hacia la muerte. Cualquier otro sentido que se desee para la vida -para ese espacio que abarca desde el nacimiento hasta la muerte-, lo tiene que aportar uno mismo. Cada uno mismo. Si la vida –como naturaleza o cosa general, sin personalizarla en cada uno- tuviera un sentido, sería el mismo sentido para todos, y eso haría innecesaria la búsqueda en la que nos embarcamos para –de un modo consciente o inconscientemente- darle sentido. Sentido, en cuanto razón de ser o finalidad. Es evidente que cada uno, con su voluntad o su desatención, va tomando una dirección que difiere en todos los casos, puesto que cada uno lleva en su mochila los inconvenientes que ha decidido o que otros le han procurado o, por el contrario, hace que sea liviana y cómoda, pero cada uno lleva un ritmo distinto y hasta una dirección distinta –a veces, incluso a contracorriente, en una trayectoria opuesta-, y cada uno tiene unos intereses distintos, y hasta una forma distinta de ver o sentir ese camino. Así que cada uno ha de ocuparse de la mochila y de la dirección, y esto es muy conveniente porque si no se hace bien es muy posible que uno vaya arrastrando cosas innecesarias –que son muy pesadas y se convierten en un incómodo obstáculo- y que, además, vaya por un camino distinto del que en realidad le gustaría hacer. Esto requiere mucha atención y mucha responsabilidad, y ambas son necesarias para poder tomar la dirección adecuada del modo adecuado y dotar a la vida del sentido que queremos que tenga. Hacerlo así nos aportará, además de felicidad, la sensación de estar haciendo lo correcto y de estar en el sitio adecuado, la satisfacción de ser conscientes de nuestra vida y de ser sus gobernantes y no sus sufrientes, además del impagable sentimiento de estar en paz y armonía, y el estremecimiento sensacional del deber cumplido y las cosas bien hechas. Es uno mismo, y no el destino, ni siquiera el azar, quien tiene que tomar tan difícil –a veces- y maravillosa decisión: la de encauzarse, la de dotar a su vida de lo que uno quiere que tenga su vida. ¿Qué es lo que quiero para mi vida? Esta es la pregunta adecuada. No se trata de ¿Qué es lo que tiene que tener una vida para que tenga sentido?, porque cada vida es distinta y cada sentido de la vida está absolutamente personalizado. Si uno vive las expectativas de los otros siempre le parecerá que está viviendo una vida ajena –y así es- y por lo tanto esa sensación de inquietud o insatisfacción o vacío o rabia que aporta la vida sin sentido se seguirá repitiendo. Cada persona tiene un modo particular de enfocar o de entender algo, y para cada persona las satisfacciones y la plenitud vienen de un sitio distinto. Aunque todas las vidas acaben confluyendo en la muerte, el camino hasta llegar a ella ha de ser personalizado, cubriendo en la medida de lo viable las ilusiones sensatas que cada uno haya elaborado para su vida, y conteniendo todas las satisfacciones posibles y los ingredientes que le quiera añadir, habiendo respetado las normas que cada uno ha creado para obrar de acuerdo con su conciencia. En mi opinión -la del día que escribo esto-, sigo pensando que lo que las personas buscamos es la paz. Sentirnos en paz con nosotros mismos. Aceptarnos desde la comprensión. Amarnos en la pequeñez y en la imperfección. O sea, VIVIR EN PAZ. No hay una fórmula universal para “el sentido de la vida” que podamos aplicar todas las personas. Todos partimos, eso sí, de unos principios básicos que sería conveniente respetar, pero el resto ha de ser añadidura personal A lo largo de lo escrito aparecen apuntadas algunas ideas esenciales, pero insisto en la necesidad de que sea cada uno, de acuerdo a sus circunstancias, quien lo decida, sin presiones externas y sin seguir ningún modelo estandarizado, y quien lo lleve a cabo. Te garantizo que hacer esto será la mejor inversión de tu vida: Invertir en calidad de vida dotando a la vida del sentido deseado. Es ponerle VIDA a la vida. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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¿EXISTE EL AZAR O EXISTE EL DESTINO?
buscandome replied to buscandome's topic in Vida, Familia, Salud y Conciencia
Hola. Yo estoy del todo de acuerdo contigo en esa teoría. Lo malo de las teorías es que en muchas ocasiones se quedan sólo en eso... Saludos