Jump to content

buscandome

Warianos
  • Posts

    1,695
  • Joined

  • Last visited

  • Days Won

    23

Everything posted by buscandome

  1. LO MÁS IMPORTANTE EN LA VIDA ES QUE LO MÁS IMPORTANTE SEA LO MÁS IMPORTANTE En mi opinión, andamos tan desatentos y confundidos en esto que es la vida que no hacemos algo que es fundamental: lo que indica el título de este artículo. Lo repito, porque es imprescindible que no pase desapercibido y que llegue hasta donde tenga que hacerlo para que surta efecto. LO MÁS IMPORTANTE EN LA VIDA ES QUE LO MÁS IMPORTANTE SEA LO MÁS IMPORTANTE. Ya escribí en una ocasión la diferencia entre aquello a LO QUE LE DAMOS IMPORTANCIA y aquello QUE ES IMPORTANTE. Lo primero se refiere a esas cosas a las que cada uno, artificialmente y según su criterio, le adjudica un valor que ello por sí mismo no tiene, y que lo segundo, LO IMPORTANTE, ya lo es por sí mismo. Lo verdaderamente importante, lo que es casi esencial, lo que requiere ser vivido, no debe dejarse en el abandono, sin usar, porque en ello reside lo que le aporta el valor real a la vida, la intensidad más completa, la trascendencia, el significado pleno. Lo importante es lo que nos hace estremecer de ese modo mágico que incluso puede llegar a provocar escalofríos, pero que sí garantiza una sensación impagable de satisfacción, de completitud, de éxtasis emocional, de complacencia con uno mismo. Eso sí, aunque hay cosas que son importantes para todos, porque son universales, hay otras cosas que uno tiene que descubrir por sí mismo y en sí mismo, ya que la escala de valores vitales es absolutamente personal e intransferible. Conviene no desatender a esas cosas que son importantes, porque ellas son conscientes de su valor y magnitud, y si no las apreciamos o no las vivimos o las dejamos escapar, se encargarán de aportarnos pesar por no haberlas sabido aprovechar. Un arrepentimiento inconsolable se instalará en nosotros, nos reprochará el vacío que no llenamos con la cosa importante, y nos martirizará con una recriminación silenciosa pero constante y contundente. ¿QUÉ ES LO IMPORTANTE PARA MÍ? Esto es lo que hay que preguntarse y responderse. Hay que hallar las contestaciones que den satisfacción a la pregunta, y después hay que aportar todo lo que se necesite, todo, para que lo importante ocupe el lugar preponderante que le corresponde y no lo perdamos directamente en el lugar donde archivamos los arrepentimientos. ¿QUÉ ES LO IMPORTANTE PARA MÍ? Y dado que es una pregunta con multitud de respuestas, y que cada momento de la vida nos puede descubrir una de esas cosas importantes que aún son más importantes en ese momento de la vida, conviene repetirse la pregunta una y otra vez, y ser insaciables con las contestaciones que vayan apareciendo porque mientras más asomen más plenitud podremos llegar a alcanzar. ¿QUÉ ES LO IMPORTANTE PARA MÍ? Hay que estar ávidos de respuestas, no conformase con las primeras, y seguir insistiendo para que sigan emergiendo más y más. Opino que no es beneficioso perderse algo de lo importante, así como opino también que cualquier esfuerzo que requiera, cualquier inversión –de tiempo o atención- es altamente rentable, porque sin duda no hay nada más grandioso, más florido, ni más satisfactorio, que vivir lo importante, que apreciarlo, que llenarse de eso, que convivir con ello. Lo importante está ahí para ser vivido y está esperándonos, así que… ¿Qué es lo importante para ti? Y a por ello. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  2. TAMBIÉN SOMOS LO QUE NO HEMOS SIDO En mi opinión, y en contra de lo que opinan algunas personas al decir que cada ser humano es la suma de todas sus experiencias vitales, yo opino –en este momento en que escribo- que uno también es la suma de sus pensamientos, emociones, sentimientos, frustraciones, miedos, de lo que no hizo pero pensó hacerlo, y hasta de lo que no ha llegado a ser. Las experiencias que no llegaron a realizarse, y precisamente por eso de que no llegaron a realizarse, también nos marcan en forma de frustración, de rabia descontrolada, y de depreciación de nuestra propia imagen y autoestima, por eso de no haber sido capaces de realizarlo, o no haber puesto el interés y la voluntad suficiente, o no haber superado cualquier tipo de impedimento que se opusiera. Esos sueños o ilusiones que se quedaron en el mundo de los sueños o las ilusiones nos enfrentan a nosotros mismos, nos restan algo de nuestro plan de vida, y por eso siempre arrastraremos la sensación de falta de completitud, sobre todo cuando en los malos momentos nos vemos cómo estamos actualmente e idealizamos lo que no fuimos –aunque, posiblemente, de tan utópicos que eran, tampoco los hubiésemos logrado aunque lo hubiésemos intentado-. Todos nos hemos quedado con sueños y deseos sin cumplir. Eso tal vez ya no tenga remedio. Pero sí que estamos aún a tiempo de hacer realidad otros sueños y deseos. De los sueños y deseos sin cumplir no se salva nadie porque, a la hora de imaginar, nuestra mente no encuentra los obstáculos y circunstancias con los que sí se encuentra la realidad. Las emociones y los sentimientos también forman parte de esas cosas que no hemos “vivido” pero nos han marcado, y en función de cómo hayan sido -o no hayan llegado a ser- también hacen de nosotros unas personas inevitablemente influenciadas por ello, así que no podemos negar su presencia ya que, aunque sea etérea, nos marca de un modo indeleble. Los miedos también hacen de nosotros unas personas distintas de cómo seríamos si pudiésemos prescindir de ellos, y si no hubieran torcido alguna de nuestras decisiones, si no nos hubiesen frenado algunos de los pasos que deseábamos dar, si no enturbiasen nuestras ideas escribiendo en ellas la palabra IMPOSIBLE. También las frustraciones, por supuesto, hicieron y hacen de nosotros personas distintas de la que hubiésemos sido de no haber andado por la vida restringidos de un optimismo o una voluntad que no estuviesen ya pre-marcadas. Así que somos tanto lo que hicimos como lo que no fuimos, porque la suma de todo ello, más la de nuestros estados de ánimo, esperanzas o desesperanzas, intentos y fracasos, aunque no llegaran a materializarse físicamente, han creado la persona que somos en este momento. Y somos también –aunque no los hayamos vivido- nuestros proyectos frustrados, la sensación de ser unos fracasados en alguno aspectos, las veces que nos hemos sentido decepcionados y defraudados, inútiles o víctima de alguna represión, o marcados por un pasado que no fue de nuestro agrado, o por habernos criado con carencias emocionales. Todo nos va construyendo: lo que aporta y lo que resta, lo que enriquece y lo que nos destruye, lo que podemos recordar y lo que es incierto, o sea que también somos lo que no hemos sido. Sería muy provechoso deshacernos del sentimiento de fracaso personal por aquellas cosas que no realizamos porque eran excesivamente utópicas, porque eran inalcanzables a todas luces, porque no veníamos preparados para acometerlas, o porque nos sucedieron en un momento de inexperiencia… pero se suman a nosotros, y nos forman, cuando en realidad podíamos prescindir de su influencia maléfica y perjudicial. ¿Sabías que también eres lo que no has sido? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  3. ME GUSTA QUE ME SONRÍAN En mi opinión, ya desde que nacemos nos atrae y nos fascina que nos sonrían. Que alguien nos ofrezca una sonrisa lo interpretamos como una muestra de amor o cariño, y siempre de confianza, porque nos hace creer que esa persona es alguien en quien se puede confiar, y nos hace confiar –aunque no seamos conscientes de ello- en la humanidad y en que realmente existe eso que se denomina “Amor cósmico” o “Amor fraternal”. La primera interpretación de una sonrisa es la de sentirnos bien acogidos. Quien nos sonríe nos demuestra que no es nuestro enemigo, que no está en contra nuestra, que se alegra de nuestra presencia, y que está predispuesto a colaborar con nosotros o para que el encuentro se desarrolle con cordialidad. Una sonrisa invita a otra sonrisa a mostrarse. Es casi un acto reflejo de respuesta. Nos convertimos en espejo de la sonrisa del otro…y sonreímos. Y esa sonrisa es el preámbulo de un estado de bienestar, porque de golpe hay un relajamiento general interno. Se apartan las desconfianzas y se baja la guardia. Se crea un vínculo de conexión con la otra persona y ambos se ponen en sintonía en un estado receptivo de mutua cordialidad. El origen de dar la mano cuando uno se encuentra con otra persona era mostrarle al otro que no se iba armado, por tanto no iba a ocurrir ninguna agresión y entonces el otro sabía que iba a ser un encuentro tranquilo. Cuando uno sonríe, está mostrando que está desarmado y receptivo y que tiene el propósito de que el encuentro o la relación sean agradables. La sonrisa no puede ser un gesto forzado, una mueca con esa forma, ya que entonces no es una sonrisa sino un remedo, un fingimiento, cuando en realidad es y ha de ser algo natural y espontáneo, algo que brota internamente ante la presencia de la otra persona, y debería mostrar una predisposición sincera y amable. Cuando uno sonríe se está diciendo a sí mismo que está bien y que siente satisfacción. A pesar de lo anteriormente escrito, no es malo en algunas ocasiones “forzar” un poco la sonrisa –pero, eso sí, hay que hacerlo muy bien- para que la otra persona se sienta bien acogida, se relaje, confíe, o se abra. Es la mejor forma de decir sin palabras que uno está predispuesto a relacionarse, y que aunque tal vez no haya una apertura incondicional hacia el otro, tampoco hay una cerrazón o un rechazo explícitos. A mí me gusta que me sonrían. A todos nos gusta que nos sonrían. Porque una sonrisa, con su sencillez, es capaz de manifestar un montón de cosas, todas ellas buenas, que el otro sabe captar. El mundo, sin duda, podría llegar a ser distinto si sonriésemos más y más a menudo, si dejásemos a nuestra naturaleza campechana expresarse sin cortapisas, sin prejuicios, si fuésemos capaces de ir sembrando sonrisas a nuestro paso. No es una utopía. Está demostrado que la sonrisa es contagiosa, salvo excepcionalmente con personas que se salen de la “normalidad”. Así que sería muy interesante colaborar en la propagación de sonrisas, en la multiplicación de las sonrisas, para que sean un eco que se repite de boca en boca. Fíjate en la sensación que produce en ti ver una sonrisa ajena, y ahora piensa en que quien vea la tuya va a tener la misma sensación. ¿Te animas a sonreír más? Es un buen propósito. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  4. LA SINCERIDAD ES UN ACTO HERÓICO En mi opinión, ser una persona sincera es una muestra de dignidad continua. Un objetivo a alcanzar. Un modo de andar por la vida que es digno de aplauso. Un bien escaso. Cuando uno trata de ser sincero frente a los otros ya es algo muy importante, pero cuando uno trata de ser sincero consigo mismo es cuando se convierte en heroico, porque de la observación veraz de uno mismo aparecen –siempre- motivos más que suficientes como para desalentar a quien se lo proponga. De esa observación de uno mismo nacen –siempre- decepciones, porque uno se da cuenta de que lo que aparece dista bastante de ese Yo Ideal que se ha formado en su imaginación o en sus deseos, y tener que admitir –sin maquillarlo y sin disimulos- que uno no es tan maravilloso como quisiera, ni tan inteligente, ni tan perfecto, ni tan triunfador… duele. Reconocer que uno no es en realidad como trata de aparentar, duele. Enfrentarse a los habituales desengaños, a esa imagen idealizada de uno mismo, en la que lo menos atractivo permanece encerrado con los secreto, y lo que mostramos es la parte buena, que no siempre es tan buena como aparente, duele. A la vista de los descubrimientos, la sensación –y la realidad- es que baja de golpe el auto-concepto, y con ello baja o cae la autoestima, las decepciones se hacen más patentes e inexcusables, un estremecimiento le recorre a uno sin respeto, y no queda más remedio que aceptar, con dolor, que la verdad es la verdad aunque a uno no le guste. Uno vez tomada conciencia -y según mi opinión en ese reconocimiento ya está implícito el castigo y no hay necesidad de otro castigo adicional-, el siguiente paso es sobreponerse. Amar a ese Ser Humano Imperfecto que es uno mismo. El ser humano, por naturaleza, está compuesto exclusivamente por cualidades y virtudes, y llamamos defectos a la parte de esas cualidades o virtudes que no estamos usando hasta alcanzar ese cien por cien de sus capacidades, y por tanto la dedicación a desarrollarlas haría desaparecer, lógicamente, cualquier “defecto”. Uno ha de usar la misma sinceridad con la que ha encontrado las cosas que no le agradan para ser consciente también de sus limitaciones, originales o actuales, y reconocer que el mejoramiento personal requiere una atención que hasta ahora no le ha dedicado, por eso el añadido de “Imperfecto” conviene que sea solamente temporal y que se le conceda una dedicación intensa a partir de ahora a la tarea de recuperar y desarrollar las cualidades y virtudes en desuso. Hay que convertirse en alguien muy tolerante consigo mismo pero al mismo tiempo muy exigente, y encontrar el equilibrio para aplicar las dos cosas con buen criterio y acierto. Ser tolerante cuando uno se “equivoque” y “recaiga” en lo habitual, pero al mismo tiempo –y con una sonrisa- ser muy exigente para que esa tolerancia no se convierta en excusa para no adelantar y quedarse estancado en el pretexto de la “Imperfección”. Así que hay que comprometerse a aceptar –aunque sea provisionalmente- todo lo que aparezca de uno mismo, siempre que sea cierto, y darse cuenta de que uno mismo es el único material disponible sobre el que re-construir ese que de verdad somos y que aún no estamos siendo, y con uno mismo es con quien se va a hacer el Camino de la Vida. Es imprescindible un Compromiso de Mejoramiento, que no se debe abandonar en ningún momento. Hay que esforzarse por ser natural –aunque aparentemente es una contradicción-, y descubrir y restaurar a esa persona que todos llevamos en nuestro origen, que es digna, honrada, honorable, e íntegra. Asumir lo leído es la base imprescindible para iniciar un Camino de Mejoramiento que nos ha de llevar, directamente, a lo mejor de cada uno, a quien uno siempre quiso ser. Ahora es cuando empieza tu tarea, tu caminar. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  5. DESOBEDEZCAMOS A NUESTROS PADRES En mi opinión, nuestros padres –entendiendo también como padres en este sentido a todas aquellas personas que intervinieron en nuestra educación-, nos inculcaron una serie de órdenes y mandatos con los que no estuvimos de acuerdo en su momento pero que tuvimos que acatar porque en aquel tiempo de nuestra infancia les necesitábamos para que nos dieran cobijo, alimento y cariño, y no nos quedaba otra alternativa que la de obedecer –aún sin ganas- por la buena convivencia. Estos mandatos quedan grabados en nuestro inconsciente, y nos siguen condicionando, siguen marcando nuestro modo de pensar y de actuar, pero no nos ocupamos de actualizarlos revisándolos, y seguimos obedeciéndolos sumisos. Ya no somos aquellos niños. Hemos crecido y nos hemos independizado. No es necesario seguir haciendo lo que no queremos hacer. Pero… seguimos haciéndolo. Ahora, que somos adultos, que –teóricamente- gobernamos nuestra vida, es tiempo de que hagamos una revisión de todos nuestros principios inconscientes, y que hagamos una limpieza general de las órdenes y mandatos que ya no queremos seguir obedeciendo. Uno de los modos de empezar a saber distinguir entre qué hacemos “porque queremos, porque es nuestra voluntad”, y qué hacemos “sin saber por qué”, es observar. Observarnos. Y preguntarnos. Ante cada actitud o situación con la que no quedemos plenamente satisfechos, conviene observar dónde se produce ese desagrado, a qué parte nuestra le incomoda, dónde el Niño Libre que todos albergamos manifiesta una sensación de rebeldía, de desacuerdo, y entonces conviene buscar el origen de esa sensación, conviene preguntarse “por qué…”, y rellenar esos puntos suspensivos con el descubrimiento que cada uno haya hecho, para poder darse una respuesta. ¿Por qué me rebelo cuando alguien me dice lo que “tengo que hacer”?, ¿Por qué respondo inadecuadamente cuando alguien me hace ver que me he equivocado?, ¿Por qué “me castigo” excesivamente cuando cometo un error?, ¿Por qué sigo teniendo ciertos miedos que a esta altura de mi vida son claramente desproporcionados?, ¿Por qué no soy capaz de enfrentarme a ciertas personas a las que regalo un poder excesivo sobre mí?, ¿Por qué me meto en relaciones que me son perjudiciales y las mantengo a pesar de todo? Como éstas, hay miles de preguntas. Cada uno tiene las suyas. Cuando hay una respuesta, conviene buscar un momento de tranquilidad en el que uno pueda hablar consigo mismo –y, preferiblemente, durante una meditación o relajación-, pueda contactar con su Niño Interior y explicarle que aquello que hizo –y hoy sigue repitiendo inconscientemente- ya no es necesario seguir repitiéndolo, que sirvió para sobrevivir a aquella situación en la que uno se encontraba en inferioridad de condiciones o sin opción de rebelarse, pero este ya es otro momento y no hay por qué seguir repitiendo lo que ahora se ha convertido en dañino. Ese Niño requiere que se le hable con amor, que se le explique todo bien, y que se le manifieste nuestro apoyo total y claro, para que pueda abandonar el papel repetitivo de víctima y comenzar a ser él mismo, y ser libre. Salvo excepcionales casos de impecable educación –cosa casi imposible cuando todos hemos tenido muchas fuentes de información educativa-, todos los demás somos supervivientes o sobrevivientes a una infancia en la que nos hemos cargado de cosas incomprensibles, hemos aceptado cosas inaceptables, y seguimos anclados a situaciones incómodas que nuestro adulto estaría de acuerdo –y gustoso- en que hay que eliminar. Por tanto, observemos cuáles son las cosas, los actos, en que uno está inquieto, extraño, acomplejado, temeroso, con un miedo o una sensación inexplicable, con una intranquilidad que no encuentra motivos para su presencia, pero está. Cuando uno las descubre es cuando hay que buscar a ese Niño Interno y Libre, y convencerle de que ya no es necesario persistir en esa actitud, que puede liberarse de su influjo, y añadido a eso lo que hay que hacer es estar muy atento a cuando se vuelva a manifestar, para no repetir la misma actitud, y desde el Adulto que se da cuenta tomar la decisión del modo que corresponda para afrontarlo como uno realmente desea. Esa es una gran liberación. Una necesaria liberación. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  6. LA INUTILIDAD EL SUFRIMIENTO En mi opinión, esta pésima costumbre de quedarse enganchado al sufrimiento, y no ser capaz de ver su inutilidad, es un asunto realmente perjudicial. Muchas personas se rinden antes de comenzar a resolver la salida del sufrimiento porque están convencidas –y no sé por qué- de que es imposible escapar a su influjo, o sea, que el sufrimiento es algo ineludible superior a cualquier fuerza o voluntad humana. Una condena inevitable. Nada más lejos de la realidad. El sufrimiento es una opción entre las varias que hay frente a una situación que no nos es agradable o deseada. Ante una situación o circunstancia concreta, uno puede elegir entre quedarse atado y sufriente, o puede separarse de ello para verlo con objetividad –alejado de los sentimientos- y, mirando por su propio bien, ser capaz de tomar una decisión de actitud diferente frente a ello. Sí. Se puede. La mente –que es la que provoca el sufrimiento- es un instrumento a nuestro servicio, por lo tanto es algo que nosotros podemos y debemos controlar. Si el sentido de la vida es el mejoramiento, engancharse al sufrimiento lo imposibilita. No se puede mejorar, ni avanzar, ni crecer, ni desarrollarse, mientras uno deje alguna de sus partes fuera de sí, y fuera del camino deseando, porque se ha quedado enganchada en una parte del pasado al que ya se ha de renunciar. Sea el que sea o sea lo que sea. Quedarse anclado en el pasado es claramente un estancamiento perjudicial. Nuestro Camino va hacia adelante, y es hacia adelante el sentido de nuestro progreso. De lo doloroso se aprende, pero se aprende lo que haya que aprender y se deja atrás inmediatamente. Una vez que hemos aprendido lo que tengamos que aprender del suceso, regodearse en ello y tratar de rebañar hasta la última gota es innecesario. Más inútil aún es quedarse inmovilizado purgando un castigo, ya que eso no aporta nada positivo. El castigo ya va implícito en el hecho de haberse dado cuenta de lo que sea que tuviera que aportarnos esa lección. No hace falta penar dos veces. Sufrir, padecer, penar, expiar, dolerse… ¿Para qué? No hay juez ni Dios tan injusto que apruebe el mismo sufrimiento repetitivo. No hay progreso ni perfeccionamiento ni avance espiritual o personal, sino más bien todo lo contrario, en la complacencia en lo doloroso, en el atormentarse, en el desgarrado padecimiento, en la apatía ante el resto de la vida o de otras opciones de vida. Y que nadie se rinda ante su estado de sufrimiento, que nadie se compadezca de sí mismo y se quede en esa insana complacencia, que nadie busque retorcidas excusas que le justifiquen su estado, porque la única decisión verdaderamente digna, honorable, sana, positiva, y tal vez la única que pueda aprobar un Creador, es la de recomponerse de cualquier situación –sea la que sea- y seguir adelante. Seguir adelante dejando el sufrimiento en el pasado, y estando libre de su atadura para poder afrontar el resto de la vida tal como ha de ser. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  7. ¿REFLEXIONAR SIRVE PARA ALGO? En mi opinión, el simple hecho de ponerse a reflexionar sobre un asunto, aunque no se llegue a ninguna conclusión o no se haga un descubrimiento deslumbrante, ya es productivo y aporta algo. Aclaro que aunque en teoría viene a ser lo mismo pensar que reflexionar, a mí me gusta entenderlo como dos cosas distintas. Pensar es algo que se puede hacer sobre la marcha, al mismo tiempo que se hace otra cosa, y lo asocio también a algo rápido en el que no se profundiza lo suficiente y uno se conforma con lo primero que aparece. No digo que sea así, digo que yo lo entiendo así. Reflexionar, en cambio, requiere predisposición, un tiempo y un lugar en el que uno no desea verse interrumpido por nada, ya que requiere concentración, penetración en el motivo de reflexión, y alargamiento de las ideas que vayan surgiendo independientemente de cuál sea el destino de cada una de ellas, porque en esa ampliación de la distancia al punto inicial es donde puede estar la respuesta a una pregunta que aún no se ha hecho. En mi opinión, al reflexionar, aunque aparentemente parezca que no se ha movido nada, no es cierto. En nuestro interior, a nivel mental, pero no en una mente superficial sino en una especie de mente profunda que va mucho más allá de la mente cotidiana, se mueven cosas aunque no se vea inmediatamente el resultado, aunque parezca que no se ha descubierto nada y todo sigue igual. Si uno se plantea una inquietud, o una pregunta, “algo” en nuestro interior se da por aludido, recibe el mensaje, y sabe que tiene que recurrir a su propia sabiduría interna, o la observación atenta de sí mismo, a las experiencias acumuladas, o a cosas que alguna vez ha oído, para darle al preguntador la respuesta que necesita. Apostaría a que en alguna ocasión has comprobado cómo “aparece por las buenas”, sin saber por qué, la respuesta a una pregunta que te hiciste en otro momento, tal vez ayer o hace un mes. Cuando se reflexiona, se crea un ambiente sereno en el que uno contacta consigo mismo en su profundidad. Los pensamientos –a veces dispersos- que surgen de esa reflexión se van ordenando en el sitio que les corresponde, como si conformaran un puzle en el que se van aportando las piezas que faltaban y, por fin, en algún momento podemos verlo ya completo en forma de frase o de sentimiento. Los pensamientos que tenemos en el inconsciente, o aquellos de los que no somos conscientes, se actualizan durante la reflexión. Como costumbre, seguimos aplicando las mismas normas desde hace tiempo y si no las actualizamos quedarán obsoletas y nos seguiremos rigiendo por normas que ya están caducadas. Conviene no olvidar que la mayoría de nuestras acciones, pensamientos, miedos, o modos de ser y actuar, se hacen de un modo inconsciente, usando una decisión basada en tendencias o ideologías antiguas, que muy posiblemente nos inculcaron otras personas, y de ese modo resulta que no somos nosotros mismos quienes decidimos aunque creamos que sí. ¿Reflexionar? Sí, siempre. Todo lo que se pueda. Ya lo decía Confucio: “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  8. LA CULPABILIDAD NO NECESITA CASTIGO En mi opinión, la culpabilidad no necesita inevitablemente un castigo. Al reconocerse uno culpable, ya está pagando su culpa. En ese acto de contrición, donde la conciencia es testigo primordial y juez al mismo tiempo, uno comprende que no ha obrado del modo adecuado de acuerdo a sus normas éticas y principios, y en ese momento ya siente la culpa en su alma, y ese abatimiento silencioso, ese dolor interno, ya le hace a uno penar y pagar. Porque es en ese instante cuando uno toma consciencia real y directa de lo que ha causado, y es más valioso que uno se dé cuenta por sí mismo, en sí mismo, y lo acepte, que si mil personas le dicen lo mismo que él se acaba de decir. Su sentimiento emocional es innegable, porque en su integridad ha comprendido el alcance de lo hecho. Si mil personas se lo dicen puede auto-justificarse, auto-engañándose, diciendo que los otros están equivocados en su juicio, que lo que los otros dicen es solamente una opinión, o pueden recurrir a escudarse y excusarse en la mayoría, diciendo que lo suyo no es tan grave porque la mayoría de la gente hubiese hecho lo mismo en su caso. La conciencia impone un sufrimiento interno, a partir del cual se puede subir un escalón hacia arriba –y crecer- o bajar un escalón –que sería la caída, el infierno, el dolor como castigo prolongado innecesariamente-. En el arrepentimiento ya se paga la culpabilidad. El darse cuenta es la pena. Y no hace falta más. La culpabilidad no ha de llevar aparejada una penitencia en el peor de los sentidos de la palabra, ya que tanto puede ser “Dolor y arrepentimiento que se tiene de una mala acción, o sentimiento de haber ejecutado algo que no se quisiera haber hecho”, como también puede ser “Serie de ejercicios penosos con que alguien procura la mortificación de sus pasiones y sentidos”. Sí me parece bien la primera acepción de la palabra “penitencia”, pero no estoy de acuerdo con la necesidad de la segunda. Conviene más despenalizarse, y no añadir un castigo adicional. Ya me parece suficiente con la aflicción que produce la asunción del “error”. En mi opinión, eso es un tormento que punza más que cualquier otra pena que uno se pueda infligir. No es necesario infligirse más dolor si uno es una persona íntegra, ética, honorable y honrada, y es capaz de reconocer cuando no ha obrado de acuerdo a su código moral. Su propio juicio y examen de conciencia, y el sentimiento que le provoca el darse cuenta, es el justo castigo. Y ya no necesita ya más. Si uno es justo, no cometerá la injusticia de causarse más daño. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  9. ¿EN QUÉ PUEDO MEJORAR? En mi opinión, hay preguntas que tienen una contundencia y una profundidad o importancia tal, que responderlas correctamente, y aplicar después esas respuestas a nuestra vida cotidiana, sin duda cambian el rumbo y el sentido de nuestras vidas orientándonos directamente hacia la perfección. El camino hacia la perfección –aún siendo conscientes de que la perfección absoluta es prácticamente imposible- es el que nos lleva no solamente hacia adelante sino, y al mismo tiempo, hacia dentro. Ya hemos oído mil veces –incluso alguno también lo han sentido- que todo está dentro de uno, que lo importante no es lo que se puede llegar a conseguir sino lo que se puede desarrollar, y hemos oído que todas las virtudes y cualidades ya están incluidas en el ser humano, en su naturaleza, y que llevarlas hacia su máxima expresión es una tarea personal e intransferible. En realidad no deberíamos aspirar a nada más que a ser EL QUE REALMENTE ES CADA UNO, no hace falta nada más, nada extraordinario, nada que venga de fuera y nos lo queramos injertar, porque cualquier cosa que no resida ya previamente en nuestro interior –aunque sea de un modo latente- puede generar rechazo, como algunos trasplantes. ¿EN QUÉ FALLO? Esta es una buena pregunta para empezar. Algunos de nuestros fallos ya los conocemos. Otros, requieren de una revisión atenta de nosotros mismos en todas nuestras facetas, y eso requiere observación y sinceridad. Si uno es tan sincero como puede llegar a ser, y pone toda su intención en la muy noble y provechosa tarea de revisarse en sus actos y actitudes, en sus pensamientos y acciones, va a descubrir que alguna de sus rutinas inconscientes pueden ser sustituidas por otras más beneficiosas, y se va a dar cuenta de que hay algunas cosas en las que puede mejorarse. Encontrar cosas en las que mejorarse siempre es una buena noticia. Las cosas que no se descubren no tendrán la maravillosa oportunidad de ser mejoradas. ¿EN QUÉ PUEDO MEJORAR? Esta es otra buena pregunta. Esta es otra de las que requieren consideración, observación, vigilancia, esmero, cuidado, amor…porque en sus respuestas están el origen del cambio. Ya has leído que el Ser Humano -en su esencia- está compuesto solamente de virtudes y cualidades, y que en cada uno de nosotros aún tienen una mayor o menor parte por desarrollar. Los defectos son la parte de las virtudes y cualidades que aún no hemos desarrollado, pero a medida que vayamos puliendo y mejorando nuestro estado actual permitiremos que se sigan acercando hasta su plenitud, que es donde se donde realmente la perfección es plena. ¿QUÉ PUEDO DESARROLLAR? Y una vez que se descubre eso en lo que uno podía ser mejor aún es cuando viene la parte interesante, que es la de llevarlo a la práctica, cueste lo que cueste, y hay que hacerlo incluso a pesar de cualquier dificultad u oposición –incluso la propia la oposición inconsciente-, y entonces es cuando se empiezan a hacer notables los avances. Con una particularidad excelente: que es uno mismo el principal beneficiario de cualquier mejora que se produzca. El Ser Interior nos pide el perfeccionamiento, poder desarrollarse plenamente a través de nosotros, y es nuestro deber hacerle caso y colaborar. A estas preguntas puedes añadir las tuyas propias y, por supuesto, no tiene utilidad solamente hacerse las preguntas, sino que es imprescindible recibir las propias respuestas y posteriormente llevarlas a la práctica. Esa es tu tarea. Repito: Tu tarea. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  10. ¿CUÁNTO TIEMPO DEDICAS A AMARTE? En mi opinión, si no sabes responder a esta pregunta, o si la respuesta es “nada”, hay algo que va mal. Hay algo sobre lo que deberías reflexionar, por si te apetece modificarlo. Siempre estás tan ocupada… ¿verdad? Siempre hay otra persona u otra cosa que tiene prioridad… ¿verdad? ¿O tal vez es que aún buscas un motivo, aunque sea solamente uno y pequeño, para amarte? El caso es que puedes llegar a encontrar más de mil excusas por las que no puedes dedicar un tiempo a amarte. Me refiero a “un tiempo” que puede ser el segundo exacto en que te das cuenta de que te sientes bien, o que te sientes a gusto contigo misma, o que te sientes satisfecha por algo que acabas de hacer o pensar, o que te sientes en paz, o que te sientes orgullosa… Me refiero también a “un tiempo” más largo en el que puedes sentarte tranquilamente, contigo misma, para tomar un refresco o un café, para mirar por la ventana, escuchar tu música favorita, cerrar los ojos y pensar, volar con la imaginación, o relajarte sin más. Me refiero a “un tiempo” de reconocimiento de ti misma, de aceptación sin conflicto de tus actos a lo largo de la vida, de mirarte con desapego, pero con cariño, para darte cuenta que ese ser que eres –con todas sus cosas- es alguien digno, alguien amable, y alguien querido. No es egoísmo, sino justicia y amor, dedicar un tiempo –en mi opinión, lo máximo posible- para amarse. Se llama amor propio. Amor a una misma. Y amarse a una misma no excluye amar a los demás, sino, más bien al contrario, ejercitarse en el amor que se compartirá después con los demás. Al margen de que tu autoestima se verá recompensada y fortalecida, de que la siguiente vez que te mires al espejo encontrarás un aura amable, una sonrisa que te agradecerá el auto-amor, y un lazo invisible de complicidad, amarse implica el cumplimiento de aquel mandato de “amarás al prójimo como a ti mismo”. “Como a ti mismo”, dijo. Amarte no es encerrarte en un individualismo excluyente, no es llevarte a un centro egóico en el que no quepa nadie más, no es robar amor a los otros, no es quedarte con algo que tendrías que entregar desinteresada y obligatoriamente a los otros. Es otro amor distinto. Ya has comprobado que a cada persona la amas con un amor que aparenta ser distinto, aunque es el mismo con diferentes matices. Y el amor no solo es inagotable, sino que todo el amor que entregas se multiplica en un milagro maravilloso, y mientras más amor entregas más amor recibes, y mientras más amor das más amor tienes. Un alto en la vida… Una parada en las obligaciones… Un descanso en las responsabilidades… Aunque sea sólo el tiempo que se necesita para cerrar los ojos y mirarte hacia dentro, o para ponerte frente al espejo –en un acto de valentía y reconocimiento- y decir que te amas sin que te tiemble la voz, o para decirle a tu corazón que le amas -con la voz insonora del pensamiento-, o para abrazarte con cuidado -o con pasión-, o para sentir un escalofrío emocionante al pensar en ti, en tu fondo, en lo que has llegado a ser, y en lo que has sido capaz de descubrir en ti. Sería una excelente decisión que buscaras y encontraras momentos para decirte y demostrarte que te amas. Tú decides. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  11. NO SE PUEDE CAMBIAR EL PASADO En mi opinión, somos bastante pesaditos con ese asunto en el que nos empeñamos de que nos gustaría cambiar ciertas cosas del pasado. No se puede. Hay que aceptarlo así. Y no sé por qué a pesar de saberlo con tanta certeza algunos siguen empeñados en estancar su vida en el pasado, desperdiciando el presente y el futuro, aferrados a un error, una decisión equivocada, o un paso mal dado, en vez de asumir que lo pasó ya pasó. Históricamente no se puede cambiar. No se puede hacer que el tiempo transcurra hacia atrás. No se puede volver a reconstruir ninguna situación para cambiar algo. Sí se puede comprender, aceptar, aprender, perdonar… o perdonarse. Sí se puede cambiar el concepto, el sentimiento, porque cada recuerdo lo guardamos asociado a la impresión o al efecto que nos produjo, de modo que no somos capaces de disociar ambas cosas para poder ver con objetividad, una vez transcurrido el tiempo, qué es lo que realmente pasó. Es muy posible que lo pasó no fuese tan grave como lo recordamos. Es muy posible que si lo revisamos desapasionadamente, o sea con ecuanimidad, podamos ver exactamente lo que pasó, y ver también y al mismo tiempo si lo que pasó era lo único que podía pasar porque era la única opción, si la decisión que se tomó fue porque era la única posible o porque era la que mejor parecía, si uno estaba preparado y capacitado o no para haber hecho otra cosa distinta… Lo que es evidente es que no se puede cambiar, así que para aquellas personas que aún sigue enganchadas a algún momento de su pasado, por lo bueno que fue o por lo malo, más les vale que se vayan despidiendo de esa onerosa carga porque les está perjudicando, sin duda, en lo que sí es cierto, que es este presente que contiene la oportunidad de comenzar de nuevo y sin lastre. La realidad es que hoy no existe el pasado. Quedan, eso sí, las secuelas tanto positivas como negativas. Las positivas están muy bien siempre que no caigamos en el error de estancarnos en ellas porque fueron mejores que nuestro presente, o porque las idealizamos tanto que nos parece que el presente jamás va a poder igualar al pasado. En cualquier caso, vuelvo a repetir lo mismo: El pasado ya está pasado y no está aquí y ahora, sino en el pasado. Las cosas negativas de nuestro pasado no las quiere soltar el masoquista que todos llevamos dentro. Le gusta regodearse insanamente en el dolor, en la tragedia; le gusta flagelarse con ello como castigo por lo que hizo, que le parece imperdonable a todas luces. Se requiere un gran amor propio –amor a uno mismo- para desapegarse del pasado y reintegrarse plenamente al presente, con la conciencia y la voluntad limpias para comenzar de nuevo, con las lecciones aprendidas de lo que no conviene volver hacer, con un espíritu renovado y colaborativo, y es necesario reunir todo eso como sea, sacando fuerzas y ánimo de donde sea, pero hay que seguir porque nuestra meta está delante y no detrás. Nuestra vida está aquí y no en el pasado. Nosotros estamos aquí y ahora, no allá y entonces. Quien arrastre un pesar, que se des-culpabilice, que sea generoso y comprensivo, que se dé cuenta y acepte que seguir aferrado al sufrimiento, al arrepentimiento, al remordimiento, al abatimiento, o a esa visión pesimista de su vida y de sí mismo… no es nada beneficioso, sino todo lo contrario, y que lo abandone ya. Por una vez, que otorgue más poder a su mente salvadora que a sus sentimientos, que ésta imponga un poco de cordura y un mucho de madurez, y que prevalezca la razón por encima de lo irrazonable, porque eso va en provecho propio. Que corte las amarras al pasado y lo deje estar en su sitio, sin que importune. El presente… el aquí y ahora… este es el regalo de la vida: que nos da una nueva oportunidad a cada momento. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  12. ¿HAY QUE MANIFESTAR LA RABIA? En mi opinión, cuando nos encontramos en un estado de rabia -o de cualquier otro sentimiento o emoción-, no estamos plenamente capacitados para actuar de un modo equilibrado, objetivo, sino que estamos “poseídos” por el estado y no obramos con equidad. Es por eso por lo que habrás observado en más de una ocasión que cuando estás en ese estado algunas veces tomas decisiones de las que posteriormente te arrepientes, ya que te has dejado engañar y afectar por un estado de euforia –y luego compruebas que no era todo tan maravilloso como parecía en ese momento-, o por un estado de dramatismo –que más tarde compruebas que no era tan dramático-, o por la ira –que te lleva a ser destructivo-, o por cualquier otro estado emocional alterado de conciencia que te hace ver las cosas desde una actitud sin control. Por supuesto que hay que manifestar la rabia, o el dolor, o la decepción, o cualquier otro sentimiento, pero, eso sí, conviene hacerlo del modo adecuado en el momento adecuado con la actitud adecuada y la intensidad adecuada. Si no lo hacemos de ese modo, es muy posible que no surta el efecto que deseamos sino el contrario, o que podamos destruir, o hacer un daño innecesario, o que más tarde nos vayamos a arrepentir y ya no tenga reparación lo causado. Para eso es útil conocer la asertividad, y el modo en que usarla. Y también es conveniente tener una plan predeterminado para esos momentos en que uno se encuentra “fuera de sí” –es perfecta la expresión- y no es ecuánime, y tener previsto que una parte de cordura quede vigilante para manifestarse en esas ocasiones e imponer la decisión sensata que se haya tomado en un momento sereno. Y contar hasta diez o hasta cien o hasta mil, o tal vez obligarse a callar aunque en el interior bullan mil cosas que decir, o retirarse lo más tranquilamente posible alegando que no se está en condiciones de mantener una conversación imparcial, o no contestar al otro si es otro el que se está manifestando inadecuadamente, o imponer seriamente una condición diciéndole que no se le va a escuchar mientras que no se tranquilice. ¿Manifestar lo que se piensa o se siente? Por supuesto. Callarse puede ser más perjudicial. Una cosa es la emoción, que no depende de nosotros de un modo racional, y que sin duda nos puede alterar, y otra cosa distinta es la manifestación de esa emoción, que puede razonarse. No hablar de esas cosas que a uno le molestan es, simplemente, aplazar el problema, pero no es resolverlo. Y es más conveniente resolver las cosas que dejarlas archivadas cargadas de rencor, con frustración, porque en cualquier momento se van a manifestar y puede que ese rencor que se tiene contra una persona o un asunto acabe saliendo contra otra persona distinta que no tiene la culpa y ni siquiera tiene nada que ver con el asunto original. Los asuntos que no se resuelven pueden permanecer temporalmente olvidados, pero siguen agazapados, esperando su momento porque necesitan ser expresados. Es conveniente dedicarle atención a este asunto. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  13. ¿ERES UN IRRESPONSABLE? En mi opinión, la mayoría de las personas somos unos irresponsables, insensatos, e inconscientes, sobre todo –y esto es muy grave- en los asuntos relacionados con nuestra propia vida. Creo que solamente tenemos destellos de lucidez –que duran tan poco como los destellos- en los que tomamos consciencia de que, efectivamente, esto de ir haciéndose mayor y acercándose al momento de la muerte, imparablemente, va en serio. Durante una brevedad efímera decidimos tomarnos en serio lo que estamos haciendo y lo que no estamos haciendo con nuestra vida, y hasta llegamos a hacernos la promesa -que no será cumplida- de empezar a prestarle una atención más consciente. Sobre todo, lo hacemos si recientemente alguien nos ha hablado de mindfulness, si hemos asistido a un entierro, si nos hemos encontrado con alguien que llevábamos tiempo sin ver y nos ha asombrado comprobar cómo se ha hecho de mayor, o si acabamos de celebrar nuestro cumpleaños o estrenar año nuevo. Pero, como digo, dura poco. Enseguida retomamos la rutina que no es capaz de pensar más allá del momento que está viviendo, volvemos a la noria que repite el automatismo mecánico en que nos movemos, seguimos creyendo –aunque no lo queramos reconocer- que nosotros no nos haremos viejos, que la eternidad está de nuestro lado; nos distraemos con cualquier cosa que se nos ponga delante… y de ese modo evitamos la responsabilidad -que debiera ser ineludible- de tomar decisiones serias, importantes, firmes, trascendentales, vitales. Se nos va la vida. Y ya nos hemos dado cuenta en más de una ocasión, pero… no movemos ni un dedo para evitarlo, y la vida sigue, el limitado tiempo del que disponemos en este mundo sigue consumiéndose aun cuando no estemos atentos. Cada vez nos queda menos de esta IRREPETIBLE e IRRECUPERABLE vida de la que disponemos pero la seguimos derrochando como si no tuviera fin, seguimos permitiendo que se nos vaya vacía y desatendida, y solamente muy de vez en cuando nos reprochamos un poquito –muy poquito- nuestra desatención, por esta burrada tan tremenda de no VIVIR, y por este sacrilegio a lo sagrada que es nuestra vida. Un desastre. Somos un desastre. Y el caso es que ni siquiera confiamos en nosotros mismos como artífices de un nuevo tipo de vida en el que la consciencia y la atención sean los gobernantes, en el que vivamos las cosas con intensidad y mayúsculas, en el que nos ocupemos de las cosas que realmente son importantes más que en aquellas distracciones a las que les adjudicamos importancia. Por supuesto que no se trata de estar todo el día en meditación, levitando por los cielos, enfrascado en una seriedad esotérica, ni viendo al tiempo como un enemigo que nos roba, sino que se trata de hacerse un Plan de Vida de acuerdo a nuestras verdaderas inquietudes y nuestros auténticos deseos, diseñar un Plan de Vida que contenga lo que haría de nuestra vida algo de lo que sentirnos satisfechos, y satisfechos también de nosotros mismos en esa faceta de directores de nuestra propia vida. Esto no es nuevo para ti. Lo has leído, escuchado, o pensado, en numerosas ocasiones, y siempre, en silencio, decides que sí, que hay que hacerlo, pero… no lo haces, lo aplazas indefinidamente, pones fechas de inicio que olvidas después; te acusas y perdonas una y otra vez por no hacerlo, te reprochas levísimamente tu inmadurez en este asunto, hasta puedes llegar a enfadarte un poco, pero eso no dura mucho. Nada dura. Ni el enfado, ni el buen propósito. Hoy tienes una nueva oportunidad de tomártelo en serio. En serio. Muy en serio. Y comenzar ya, por fin, sin más dilación, la tarea que tal vez debiera ser tu objetivo primordial: VIVIR TU VIDA. ¿Qué?, ¿Te animas a comenzar ahora mismo? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  14. LA VIDA ES UNA CARRERA DE RELEVOS En mi opinión, la vida se asemeja mucho a lo que es una carrera de relevos, esas carreras en las que participan y colaboran varias personas, en las que cada uno de los corredores recorre una distancia determinada, le pasa al siguiente corredor un tubo llamado Testigo y se queda atrás. Nosotros, para llegar a donde estamos ahora, hemos recibido el Testigo de las diferentes personas que hemos sido. Ahora lo llevamos en la mano, en este hoy en que nos encontramos, pero en cualquier momento lo tendremos que entregar al próximo que seremos. Es evidente que no somos el mismo que nació, ni el que tuvo un mes, o cinco años, o treinta, aunque hayamos mantenido el mismo nombre y apellidos. Nos parecemos, física y emocionalmente, al de ayer, pero no al de hace veinte años. Todos los que hemos sido anteriormente le han ido pasado el Testigo al siguiente, y con la colaboración y el esfuerzo de cada uno de ellos hemos llegado a ser el que somos en este momento. Por lo tanto, no somos el que inició la carrera, ni el que hizo el tercer tramo o el penúltimo, pero sin la colaboración de todos ellos no estaríamos aquí. Cada uno ha hecho lo que ha podido y como ha podido. Ha corrido más rápido o más lento, con más o menos inseguridad o firmeza, pero cada uno de ellos se ha ido quedando en el camino y ya no están aquí. Estamos solamente nosotros, y nosotros somos el de hoy, y no me parece correcto culpabilizar al de hoy por lo que hicieron los anteriores. Sí me parece bien que hayamos extraído toda la información posible de sus experiencias, que hagamos caso de cuanto nos pudieron aportar, y que agradezcamos sus pasos aunque no siempre estuvieran bien dados. Ahora pertenecen al pasado. A nuestro pasado, sí, pero –insisto- somos nada más que el que somos hoy. El que está aquí y ahora. Por eso es por lo que no estoy de acuerdo con juzgar a ninguno de los que fuimos, ni en reprocharles por lo que hicieron o dejaron de hacer, pero tampoco estoy de acuerdo en hacerme cargo de sus “errores” castigándome hoy por ellos. El que soy hoy, sólo ha de responder por lo que haga hoy. O por lo que no haga. No estoy de acuerdo con esas personas que desperdician su vida manteniéndose aferrados a la frustración porque alguno de los corredores anteriores no lo hizo bien, ya que con esa actitud lo que hacen es amargarse el presente y la existencia por algo que ya no tiene remedio, por un hecho histórico inamovible que ya está en el pasado. El auto-perdón –cuando se hace conscientemente- es un acto de amor propio, de auto-amor, y es lo mejor que uno puede hacer por sí mismo para poder salir del estancamiento y seguir adelante, ya que, a pesar de todo, hay que seguir adelante. La vida es como una carrera de relevos. Ir hoy a trompicones va a perjudicar al siguiente yo, al que tendremos que entregar el Testigo. Esto requiere una revisión sincera y objetiva desde fuera de las emociones y los sentimientos, y requiere tomar una decisión con respecto a deshacerse de las ataduras, de las tragedias que se arrastran, de la innecesaria y onerosa carga del pasado, y requiere darse permiso para vivir sin culpas, con la vista puesta en el presente y no en el pasado, y con la buena intención de nuestra parte para hacerlo bien hoy sin dejarnos amargar por ayer. Requiere reflexionar. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  15. EL CAMINO DE LA VIDA En mi opinión, este Camino de la Vida que todos hemos de recorrer comienza en la línea de salida que es el nacimiento, y llega a su meta –y todos acabamos llegando a la meta- cuando sucede la muerte del cuerpo físico. En medio de ambos extremos, durante ese Camino, cada persona va a comportarse de un modo distinto y va a hacerlo según sus intereses o circunstancias. Jamás dos vidas se repiten. El inconveniente principal de este Camino es que nadie nos prepara para hacerlo, nadie nos da instrucciones precisas, y los consejos que nos dan no siempre son acertados. Más bien son confusos y liantes. Andar por la vida con tan pocos conocimientos nos condena a tener un error tras otro, traspiés, tropezones, desorientaciones, extravíos, distracciones y descuidos, fracasos, sensaciones de inutilidad e impotencia, muchas dudas y preguntas –y sin tener alguien que las responda con claridad-, y, mientras, los pasos se van dando aunque no seamos conscientes de ellos. Cada vez estamos más cerca de la meta y con la desagradable sensación de no saber por qué uno está aquí, cuál es el auténtico sentido, la verdad, lo que habría que hacer, o lo que no somos capaces de ver con claridad. El Camino de la Vida, visto de un modo objetivo -y sin tener en cuenta las maravillas, que también las tiene-, es un Camino de frustraciones y desengaños, de resbalones y topetazos, y mientras uno sigue más o menos distraído con eso de tener que vivir continuamente, y tener que resolver los problemas que se van presentando, no le da tanta importancia al trasfondo auténtico que hay tras este respirar y estar aquí. Es en los momentos de trascendencia y verdad cuando uno se da cuenta de lo perdido que está, de lo poco que sabe del mundo y del destino, de su sentido de la vida, de que va a llegar la meta y todo está sin resolver, y a esto se le añade la desilusión de que para cuando se dé cuenta –si es que algún día se da cuenta- tal vez sea demasiado tarde para tomar decisiones y resolver cosas. Será irremediablemente tarde para volver atrás en el Camino y rehacerlo de otro modo más acertado y satisfactorio. No es lo correcto este aplazar continuamente las cosas que realmente son importantes. Ya sabemos que no es fácil ni agradable manejarse con los asuntos que se nos hacen complicados, y por eso triunfa continuamente el distraerse con otra cosa y aplazar esto hasta no se sabe cuándo, porque el vacío de respuestas ante la magnitud de las preguntas es amplio y desgarrador, y porque uno no quiere enfrentarse al reconocimiento de su propia incapacidad e ignorancia para llevar del modo adecuado los asuntos primordiales de la vida. A pesar de todos los inconvenientes, es necesario seguir adelante dando los pasos con consciencia, siendo más reflexivos y entendiendo alguno de ellos, no cejando ni por un instante –a pesar de los pocos resultados- en el empeño de querer hacerlo bien, de querer aprender, de querer saber exactamente qué es esto de la vida, el por qué de estar en el mundo y vivo, y hay que despertarse cada día con el propósito renovado de que sea el principio de un modo nuevo de estar y vivir. No doy soluciones. Cada uno de buscar las suyas. Ya hay demasiada información, y si no hay información hay intuición, hay ganas y voluntad, hay un Ser o un Sabio Interior al que se puede recurrir; para otros es la fe o la oración quienes les pueden aportar claridad –aunque yo soy más de “A Dios rogando y con el mazo dando”-. En realidad, creo que si uno mantiene firme su voluntad de mejoramiento personal, el deseo de ir perfeccionándose todo lo posible, las ganas de contactar con quien realmente es, y desarrolla sus cualidades y virtudes, la suma de todo ello le alfombran un poco el Camino. No hay que dejarlo nunca: esa es la actitud. A pesar de los desencantos, de los momentos en que entran ganas de rendirse por no saber, hay que seguir. Te sugiero que te pares ahora y escuches las impresiones y respuestas que te están llegando de tu interior. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  16. TUS 25 DERECHOS 1. Derecho a ser tratado con respeto y dignidad. 2. Derecho a equivocarse y a ser uno responsable de sus propios errores. 3. Derecho a tener los propios valores y opiniones. 4. Derecho a tener las propias necesidades y que éstas sean tan importantes como las de los demás. 5. Derecho a ser uno el único juez de sí mismo, a experimentar y a expresar los propios sentimientos. 6. Derecho a cambiar de opinión, idea o línea de acción. 7. Derecho a protestar cuando se es tratado de una manera injusta. 8. Derecho a cambiar lo que no nos es satisfactorio. 9. Derecho a detenerse y pensar antes de actuar. 10. Derecho a pedir lo que se quiere. 11. Derecho a ser independiente. 12. Derecho a decidir qué hacer con el propio cuerpo y con el propio tiempo y las propias propiedades. 13. Derecho a hacer menos de lo que humanamente se es capaz de hacer. 14. Derecho a ignorar los consejos de los demás. 15. Derecho a rechazar peticiones sin sentirse culpable o egoísta. 16. Derecho a estar solo aún cuando deseen la compañía de uno. 17. Derecho a no justificarse ante los demás. 18. Derecho a decidir si uno quiere o no responsabilizarse de los problemas de otros. 19. Derecho a no anticiparse a las necesidades y deseos de los demás. 20. Derecho a no estar pendiente de la buena voluntad de los demás. 21. Derecho a elegir entre responder o no hacerlo. 22. Derecho a hacer cualquier cosa mientras no se violen los derechos de otra persona. 23. Derecho a sentir y expresar el dolor. 24. Derecho a hablar sobre un problema con la persona implicada y en los casos límites en los que los derechos de cada uno no están del todo claro, llegar a un compromiso viable. 25. Derecho a escoger no comportarse de una forma asertiva. Son tus derechos. Úsalos. VISITE www.(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)
  17. EN TU VIDA MANDAS TÚ Desde hace un tiempo, la psicología está investigando sobre “la indefensión aprendida”. Es un concepto que les dará pistas para aplicarla al campo de la depresión. Básicamente se trata de que, a lo largo de la vida, a las personas unas cosas nos salen bien –según nuestro deseo y baremo- y otras, mal –o no son lo que deseábamos-. Si se repiten mucho las segundas, se va creando una sensación pesimista –ligeramente depresiva- y ello va llevando, poco a poco, pero inexorablemente, a un desánimo y desgana de iniciar cosas nuevas. ¿Para qué hacer algo nuevo? ¿Para qué iniciar cosas si ya sabemos de antemano que van a salir mal? Con este pesimismo, y esta apatía tan indolente, lo lógico es que el resultado sea “malo”. Se enganchan a un círculo vicioso del que es difícil escapar. La sensación de incapacidad para defenderse o emprender anulan la capacidad y el poder de cambiar las cosas que no nos gustan. Si uno no afronta los asuntos de la vida con decisión, el siguiente paso es quejarse de la mala suerte, maldecir un poco, enrabietarse, y quedar a merced de los propios reproches y de lo adverso que vendrá por no hacer lo que se tiene que hacer. Uno se convierte en víctima y se conforma con serlo. “Mala suerte”, se dice. Agacha la cabeza y calla. Pero no se revela con fuerza o rabia. Como debiera ser. Y, lo que es más dramático, no resuelve nada con su actitud. Lo próximo que le salga mal, que serán muchas cosas, le confirmará su teoría de que es un desgraciado y es víctima de algún conjuro o mal de ojo, o de que en alguna reencarnación anterior ha hecho algo malo y ahora lo está pagando, o de que la culpa la tuvieron sus padres que no le educaron de otro modo, o de la falta de estudios, que (por supuesto) no es culpa suya, o… lo que sea. Casi cualquier excusa vale. Su teoría es clara (aunque equivocada): no busca trabajo porque “ya sabe” que no va a encontrar; no soluciona los asuntos porque “no sabe cómo hacerlo, y siempre se equivoca”; no tiene iniciativas, porque “todo le sale mal, y para qué perder el tiempo”… Estas personas tratan de encontrar alguien que les resuelva sus asuntos. Al principio, sus padres; después, los compañeros de trabajo, los amigos, o la pareja. La propuesta para una vida mejor es, lógicamente, porque es la correcta y adecuada, la de tomar las riendas de la vida. Responsabilizarse de ella. Dirigirla. Tener iniciativas y controlar los resultados: no dejar estos en manos del azar o de la suerte. No culpabilizarse de lo que llamamos “fracasos” –que en realidad son, simplemente, experiencias que no salieron como se deseaba-, sino valorar la intención, la voluntad y el esfuerzo que han puesto. Encontrar el optimismo, donde quiera que se halle, porque va a ser imprescindible. Alimentar la esperanza, para que no decaiga. (Se alimenta mostrando, aunque sea con la imaginación, un final feliz con un buen resultado para el proyecto o decisión que se ha puesto en marcha, y, sobre todo y además, con un esfuerzo real) No culpabilizarse de lo que realmente uno no haya sido culpable. Está bien responsabilizarse, pero no está bien culpabilizarse. Desechar cualquier rastro de pesimismo que uno tenga guardado en alguna parte. Y, por fin, hacer un buen proyecto para que el futuro sea distinto, teniendo claro que en la propia vida mandas uno, y no las circunstancias, ni el destino, ni los demás. Que tu responsabilidad sea la base de tu porvenir. Basta ya de reproches que se quedan en nada, salvo en una enemistad contigo mismo que se va agrandando continuamente. Basta ya de esperar que el destino tenga reservado algo interesante para más adelante. Entiende esto: es mentira. El destino no existe. Lo que llamas destino es el resultado lógico de las decisiones que tomas o de las que no tomas. Basta ya de ser un irresponsable que no toma las riendas de su vida. Basta ya de quejarse de las situaciones sin intentar remediarlas, y de instalarse en una rabieta y pataleta infantil que no resuelve nada. Basta ya de quejarse de “mala suerte” sin hacer nada para crear la “buen suerte”. Basta ya de quedarse atorado en una apatía que se regodea en su desdicha y no hace nada para dar el siguiente paso hacia adelante. Basta ya de aplazar el ponerse a hacer lo que se sabe que hay que hacer. Basta de pereza, de irresponsabilidad, de mirar hacia otro lado, de hacer oídos sordos, de negar lo innegable, de demorar lo inevitable, de aplazar un presente mejor y un futuro más agradable. En tu vida mandas tú. Y esto no es solamente una frase, sino una realidad y una responsabilidad que te corresponde solo a ti. Y si no lo haces ya, y por tu propia voluntad, prepárate para escuchar los reproches de tu conciencia, a la que no podrás engañar como te engañas a ti. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  18. ¿CUÁNTOS AÑOS NO TIENES? A raíz de escuchar al señor Helios Herrera en un vídeo, me he puesto a pensar en lo que explica. ¿Cuántos años tiene usted? –pregunta- y las personas responden, según es costumbre, el número de años que han trascurrido desde que nacieron hasta la actualidad. - Tengo veinte años, cuarenta años, sesenta y tres años… - No. Usted no tiene esos años. Esos son los que YA NO TIENE -dice-. A veces, es conveniente que alguien te haga ver lo que crees que estás viendo, pero que lo estás viendo sin darte cuenta. O que te digan lo mismo con otras palabras u otro enfoque para que lo veas bien. Los años transcurridos son los que ya pasamos, los que se terminaron, los que no volverán, los que se han restado de nuestra vida. Y el consumo y la suma son imparables. Cada segundo que pasa va engordando los años que no tenemos, y nos va dejando menos por disfrutar y vivir. Conozco varias personas que cuando leen la prensa lo primero que miran es la página donde aparecen las esquelas de los fallecimientos del día anterior, y la ojean con curiosidad pero sin reflexión. Esas personas difuntas ya no viven, ya acabaron su oportunidad de disfrutar de la vida. Nosotros aún seguimos, pero… ¿somos conscientes de que estamos vivos, estamos en la vida, podemos vivir? Los años transcurridos son físicamente irrecuperables, aunque nos queden los recuerdos y las enseñanzas, pero lo importante es el ahora continuo que es la vida, el ahora que va consumiendo poco a poco lo que teníamos reservado en el almacén que llamamos futuro. Cada segundo que pasa es un segundo menos que nos queda. Somos capaces de coser el cojín roto porque pierde el relleno; somos capaces de arreglar el grifo que pierde gotas de agua; somos capaces de ponernos a buscar cualquier objeto que hayamos perdido, aunque sea tan simple como un alfiler, pero… ese perder continuamente los segundos… ¿lo solucionamos? Sí, ya lo sé, la vida va a pasar y se va a gastar de todos modos, pero eso no es lo mismo vivirla que “perderla”. Perderla es desatenderla, o no sacarle todo el jugo, o no hacer de ella un sitio digno y confortable en el que estar mientras dure, o no responsabilizarse conscientemente de ella. Quizás deberíamos cambiar la pregunta de “¿Cuántos años tienes?” por la de “¿Cuántos años te quedan por vivir?”. Nos podemos sorprender con la respuesta. Quizás deberíamos dedicarle un tiempo a esta cuestión y hacer algo. Lo que cada uno decida hacer. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  19. HE SUFRIDO DEMASIADO Que levante la mano quien no haya sentido alguna vez en su interior que ha sufrido demasiado, o quien no lo haya padecido en su vida, o quien no haya tenido algún día de una seriedad y una tristeza doliente, o de una sinceridad casi agresiva, en que haya sentido el peso insoportable de la vida en su parte menos agradable. Que levante la mano quien no haya pasado por un momento en el que el deseo de abandonarlo todo, y abandonarse, no haya tenido una fuerza destructiva casi imbatible a duras penas difícil de soportar. Las manos siguen en el mismo sitio donde estaban antes de empezar a leer. La mente, no. La mente se ha ido a buscar recuerdos, a desaletargar ciertos momentos, a ponerse la mueca circunspecta, la voz de la gravedad, la espina del dolor inquebrantable, y a quedarse quieta, y ligeramente escondida, para no volver a pasar por aquel o aquellos trances. Todos hemos sufrido demasiado en más de una ocasión. Todos conocemos el sabor cruento de su opresión, la falta de luz y esperanza que contagia, y cómo cercena la ilusión de un tajazo feroz. El destino del sufrimiento debiera ser quedarse atrás. Siempre viene cargado de una lección, generalmente demasiado cara –porque pensamos que la podíamos haber aprendido sin tanto penar-, casi nunca aceptada, y en muchas ocasiones incomprendida. Pero si la misma situación se repite, y se repite el sufrimiento que le acompaña, es que no hemos aprendido la lección. Y la vida, que es tan sabia, nos volverá a presentar otra situación similar para que tengamos la ocasión de aprender, por fin, y podamos demostrarlo. No hemos de aceptar el sufrimiento incondicionalmente, ni integrarlo en nuestra vida, ni hacernos sus amigos, ni ahondar y regodearnos en él. Hemos de dejarle ir. Llegará, dejará su huella, exprimiremos la lección, comprenderemos su sentido, se lo agradeceremos –sí, agradecérselo-, y le dejaremos partir hacia lo más lejano, llevándose con él, si es posible, su bilis y su rastro de amargura. Empeñarse en sufrir –con no sé qué innecesario sentido-, convirtiéndonos en modernos mártires, en plañideras reiterativas, en afligidas víctimas, o en almas torturadas, no provoca otra cosa más que alejarnos de nuestro Centro y nuestro Ser, crear una punzante distancia entre yo y YO, asolar cuanta Autoestima tengamos, teñirnos de luto el futuro, y arrancar el brillo de la vida. La dureza de las siguientes preguntas requiere una respuesta sincera: ¿Para qué me sirve seguir sufriendo por algo? ¿Por qué me empeño en seguir en este estado? ¿Soy consciente de que puedo ver de otro modo distinto esto que me provoca el sufrimiento? ¿A quién de mí –a qué parte o qué ego-, le provoca sufrimiento? ¿Quién de mí –qué parte o qué ego-, se convierte en cómplice del sufrimiento y me mantiene aferrado? ¿Soy consciente de que podría deshacerme del sufrimiento y poner en su lugar música y flores? Porque el sufrimiento no tiene entidad, no existe. Es un proceso mental nuestro. Es un rechazo a la realidad, que no es aceptada porque no se acopla a lo que nosotros quisiéramos. Sufrir no beneficia en absoluto. A nadie. Persistir en ello provoca un grave e innecesario padecimiento, que se puede evitar. Por respeto a ti mismo. Y eso depende de ti. (Hay que entender que los seres humanos sufrimos casi siempre. Incluso la felicidad lleva aparejada la opción de perderla y entonces sufrir por ello. Aceptar el sufrimiento, cuando surge, es una buena opción, porque lo reduce, mientras que no aceptarlo lo aumenta. Cuida de distinguir entre el sufrimiento natural por causas naturales y el sufrimiento artificial por causas del ego o del no cumplimiento de ambiciones. Evita los que no son necesarios y son evitables) Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  20. REEDUCAR LA MENTE En mi opinión, la mente nos juega muchas malas pasadas. Una de ellas, es que nos complica la vida. Desde el gobierno de su dictadura, ya que raramente nos encargamos de controlar su capacidad para administrar nuestra vida, o de discutir su autoridad más que cuestionable -incluso es cuestionable la moralidad de nuestra propia mente-, dirige nuestra vida de un modo caótico, autoritario, y condicionado por sus propios miedos y confusiones. Nadie tiene una mente limpia, pura, que no esté condicionada. Todos estamos influenciados, en mayor o menor medida, por nuestra educación, nuestras circunstancias, y nuestro pasado. La aparente libertad de pensamiento de la que gozamos no es más que un espejismo que nuestra mente nos proporciona para que creamos que somos nosotros quienes pensamos, y para que no nos metamos con ella. En realidad, casi nunca somos nosotros quienes pensamos, sino que es nuestra propia miente quien dirige a su antojo la dirección de nuestros pensamientos. No pensamos: somos pensados. Quizás el único momento en que contactamos con la parte pura y descondicionada de nuestra mente es cuando estamos en una meditación o en una relajación, y conseguimos evadirnos del ego y de la actividad frenética de la mente -de esa mente que se obstina en buscar lo que cree que son nuestros intereses, que en realidad son los suyos-. La tarea que estaría bien que nos propusiéramos –que es una tarea larga y lenta-, es purificar la mente, descontaminarla, despojarla de prejuicios, de miedos, de rutinas; reeducarla en libertad, en la costumbre de ver todo nuevo y todo como si fuera la primera vez; en ser comprensiva, en aceptar que las personas y las cosas son como son, y que no es bueno que se inmiscuya –y nos inmiscuya-, en todos los asuntos. La mente es, y esto debiéramos tenerlo muy claro, un instrumento a nuestro servicio. Un instrumento que hay que utilizar como utilizamos una mano o utilizamos las piernas -que nosotros decidimos cómo, hacia dónde y cuándo mover-. ¿Te imaginas si tuvieran autonomía propia y fueran ellas quienes decidieran qué quieren coger o dónde nos quieren llevar? Pues eso es lo que hace nuestra mente. Divaga, especula, decide, mariposea, redunda una y mil veces en lo pesimista, imagina cosas casi inimaginables… Y somos nosotros quienes pagamos sus errores, quienes sufrimos sus disquisiciones, víctimas de sus caprichos, por no saber imponer el orden, y no tomar las riendas en tan delicado asunto. A la mente conviene tenerla encerrada en un cajón, y sacarla solamente cuando se necesite –no olvidar que es un instrumento a nuestro servicio, y que nos pertenece y no le pertenecemos-, y hemos de controlar todo el proceso mental, siendo nosotros, estando conscientes de ello, quienes indiquemos el modo. Porque nos engaña una y otra vez. De pronto, nos presenta una propuesta, una solución, una idea, y creemos que somos nosotros quienes hemos pensado eso, y lo aceptamos sin más, sin condiciones. Y no es cierto. Es la mente quien ha pensado por su cuenta, y esa mente, siempre, está subordinada a sus miedos, está manipulada por su propia inseguridad. La tarea que nos propone la vida es gobernarla, y no ser gobernados por la mente. Lo que nos propone es la coherencia entre lo que pensamos, lo que sentimos, y cómo procedemos. Para ello es imprescindible conocer sobre qué principios o normas se erige la mente, qué modo de actuar tiene, en qué se basa, cuáles son sus reglas y raíces, en qué se manifiesta con rectitud y en qué es injusta. Es una hermosa tarea la de descubrirse. Y es hora de ponerse a ella, para conseguir una mente libre, que acepte y comprenda todo y a todos, que entienda que cada quien es cada cual y es como es; que hay cosas a las que es inútil enfrentarse; que cada uno busca la paz en vez de la auto-confrontación; que conviene desdramatizar en lo posible las cosas desagradables; que hay que saber apreciar el alimento de la música o del silencio; que es necesario estar abiertos a nuevas experiencias y conocimientos; y que es necesario desestancarse, escapar de los prejuicios, y estar abiertos a evolucionar y crecer. Seremos los primeros beneficiados del resultado. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  21. REBÉLATE CONTRA LA CULPA No seas su servil y sufriente esclavo. No dejes que instale una pena continua en ti. Si crees que debes pagar por lo que hiciste –aunque ahora te parezca que estuvo mal- eso sólo te servirá para atormentarte, menoscabar la relación que tengas contigo, y, lo que es peor, no te ayudará en ningún sentido. Es una alteración estéril y martirizante. Es una sensación de carga, de agobio, de freno; vas a sentir que no vas a poder deshacerte de ella, y condicionará tu vida más allá de lo que puedas creer. Lo primero, tu autoestima quedará dañada. Ya no podrás confiar igual en ti mismo, y sólo porque una vez te equivocaste… Lo que debemos hacer las personas es sentirnos responsables de nuestras acciones, pero no culpables de ellas. En muchas ocasiones, somos más víctimas de nuestras circunstancias que culpables de ellas. Hay que liberarse del sentimiento de culpa que nos atenaza y nos impide la normal vivencia. La perfección absoluta no existe. Nos equivocaremos una y otra vez, y siempre que no haya mala intención en los actos, debemos comprenderlo, aceptarlo, y hacer un propósito de hacerlo mejor o bien la próxima vez, pero no estancarnos torturándonos. ¿Realmente consideras que tu Dios exige eso de ti, que te exige tal sacrificio, tal auto-castigo? ¿No eres de los que piensas que las cosas se arreglan mejor con amor y comprensión? ¿No eres de los que crees que hay que perdonar? Si no sintiéramos culpa podríamos llegar a ser auténticos canallas con intención. Los psicópatas no experimentan culpa, no recuerdan sus maldades, no respetan la ley. La culpa nos hace sentir ternura o empatía por el otro. Sin ese sentimiento, podríamos convertirnos en insensibles fieras. Si uno es víctima continuada de este sentimiento, una de las cosas que puede o debe hacer es revisar su escala de valores, las normas por las que se rige, la justicia o injusticia de su inflexibilidad… insuflar amor a su corazón y comprensión a su vida. Abrazarse. Amarse como es. Equivocarse es la forma más común de aprender. Se requiere un alma grande y fraterna para enfrentarse a este conflicto. Si tenemos unas normas establecidas, más o menos férreas, y nos las saltamos y las incumplimos, eso va a provocarnos casi inevitablemente un sentimiento de culpa. ¿Tan importante e imprescindible es cumplir esas normas? ¿No serán demasiado rígidas y debieran ser un poco flexibles? ¿No estarán obsoletas? ¿No estaremos rigiéndonos por unas normas que no hemos dictado nosotros mismos? Hay un dicho: “las normas son para saltárselas”. La rigidez envara, y no ayuda, no libera; es un juez inhumano aferrado a sus leyes. Leyes que, en muchos casos, han sido escritas por otros. Las normas tienen más inconvenientes: si las incumplimos nos provocan una sensación de insatisfacción. Las normas empiezan, más o menos, por un “yo debería” o “yo no debería”. Implican un deber, no una decisión voluntaria y apetecible. Ser “humano” implica el derecho a equivocarse, la necesidad de aprender, el desconocimiento del resultado de muchos de nuestros actos; ser “humano” es sinónimo de ser experimentador. A nuestros hijos, cuando empiezan a andar y se caen, les animamos para que se levanten y no se estanquen en su temporal torpeza. No les culpabilizamos por haberse caído, ni se los recordamos continuamente. Ellos se olvidan de la caída, del daño, y siguen adelante. No se reprochan nada. Saben que es el único modo de aprender. La culpa impide el siguiente paso natural. ¿Cuánto de sentimiento de culpabilidad arrastramos? ¿Quién nos lo impuso? Sabemos castigarnos, pero… ¿sabemos perdonarnos?, ¿sabemos darnos un gran abrazo? En el caso en que sí se puede arrastrar el sentimiento de culpa, es cuando uno hace un mal siendo consciente de que lo está haciendo. De las culpas sólo nos debemos quedar con el aprendizaje, para no volver a repetir aquello que nos creó el sentimiento. Es necesario utilizar toda nuestra capacidad de comprensión, de aceptación, de amor, de perdón, para rebelarnos contra la culpa, y no seguir martirizándonos y hundiéndonos a causa de ella. Es mejor amar, a pesar de sus imperfecciones, a esta criatura creada por Dios que somos. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  22. TODOS ESTAMOS CONDICIONADOS En mi opinión, todos estamos condicionados. Digo “todos” a pesar de que, por principios, no me gusta utilizar palabras extremas, tajantes, dictatoriales, del estilo de siempre, jamás, nunca, todos, y otras similares. Pero, aunque sea desagradable, y en muchas ocasiones contraproducente y doloroso, todos estamos restringidos o coartados, y dependientes o supeditados por unas normas o reglas o condiciones o mandatos o prohibiciones o miedos o errores que nos inculcaron durante el tiempo de nuestra educación, cuando éramos niños sin capacidad de discernimiento y acatábamos –con mejor o peor ánimo- lo que nuestros educadores nos decían o mandaban o imponían. Todos –vuelvo a repetirlo: todos- en mayor o menor medida, siendo más o menos conscientes de ello, estamos afectados porque nos educaron o deseducaron de un modo en que la perfección es imposible ya que son demasiadas cosas las que componen la vida, demasiadas facetas, y nuestros educadores tampoco estaban preparados para hacerlo del modo impecable. Todos –vuelvo a repetirlo: todos- somos víctimas, más o menos conscientes, de aquello que nos ha afectado a lo largo de nuestra vida por cómo nos atendieron o desatendieron durante nuestra infancia, cómo nos inculcaron unas ideas confundidas o inductivas o retrógradas que nos han perjudicado la vida, y a causa de ello en el día de hoy seguimos arrastrando traumas y equivocaciones fruto de aquellas instrucciones y de aquel modo de criarnos, y es duro sentir cómo parece que tenemos enquistados unos sentimientos o unos sufrimientos -de los que nos cuesta desprendernos- relacionados con situaciones que nos tocaron vivir en aquella época. Todos estamos condicionados. Todos tenemos pendiente la tarea de des-condicionarnos, re-hacernos más puros, des-programarnos, crearnos de nuevo, sin esos lastres que tanto nos perjudican, que nos afectan aunque no seamos conscientes. Todos tenemos que averiguar qué nos duele emocionalmente –con honradez, sin vergüenza ni miedo-, y después comprobar el porqué, y posteriormente tomar la decisión de reconstruirnos de nuevo, del modo que deseemos porque lo consideramos adecuado, del modo que requiere una vida libre de condicionamientos, del modo que uno era en su esencia real antes de que le contaminaran. Ahora que se han expuesto suficientes argumentos del por qué y suficientes resultados derivados de ello, a los que podemos añadir los propios de cada uno, es el momento en que se ha de tomar una decisión -si no se ha tomado ya- relacionada con poner un punto y aparte, pero ha de ser una decisión libre, por convencimiento, con decisión, no simplemente para tratar de acallar una inquietud que ya se ha manifestado en otras ocasiones, sino desde la voluntad inquebrantable, desde el convencimiento absoluto, desde una certeza irreductible que nos ha de proporcionar la fortaleza para superar los momentos de decaimiento que posiblemente se presentarán. Tú decides. Siempre tú decides. Es tu vida. O tu no vida. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  23. ¿QUÉ ES LO QUE QUIERO PARA MÍ? En mi opinión, esta es una de esas preguntas que nunca nos hacemos con naturalidad, con interés amable, sino que parte siempre de una situación desagradable de auto-decepción. Y no se hace del modo amable, en el que se aprecia una voluntad de autoconocimiento que pueda llevar después a una situación de bienestar con uno mismo, sino que parte desde la rabia de un reproche tras haber llegado a una situación en la que uno se siente decepcionado consigo mismo, porque se da cuenta de que alguna o algunas de sus propias actitudes no son de su agrado, o se da cuenta de que no está siendo como realmente quisiera ser, o se siente muy incómodo y enojado consigo mismo por lo que no ha logrado en la vida… Insisto en que son situaciones de rabia y desencanto las que llevan a cuestionarse este asunto, y se hace de un modo que en vez de preguntar acusa, y se parte por tanto de una situación tensa y enfurecida donde la objetividad y el amor propio no están presentes. Se van a presentar como preámbulo todas las situaciones que hemos vivido a lo largo de nuestra vida de las que no nos sentimos precisamente orgullosos, y son muchas. Todos –sí, todos- tenemos muchas cosas de las que arrepentirnos. Todos –sí, todos- hemos hecho cosas de las que no nos sentimos satisfechos. Todos –sí, todos- nos hemos equivocado, y todos hemos tomado decisiones que después demostraron no ser las más adecuadas. Todos –sí, todos- tenemos manchones en nuestro historial y acumulamos auto-decepciones, auto-desengaños, momentos de tristeza por algo que hemos hecho o no hemos hecho, y tenemos lo que pudiéramos llamar “fracasos”. La verdad es que no siempre somos responsables directos de todo ello, ya que a veces esos estados de opinión personal se han formado porque no había una clara directriz en nuestra vida y nos habíamos hecho unas ilusiones que nos quedaban muy lejos –casi imposibles- y porque no se habían diseñado teniendo en cuenta las propias capacidades, las limitaciones personales, y las circunstancias en las que uno ha estado en su pasado y está en su presente. En cambio, esta misma pregunta hecha desde el amor y el mejor de los deseos para uno mismo es enriquecedora. A veces se nos olvida que somos responsables directos de nuestro futuro, y que nuestra misión es crearlo y no limitarlos a padecer “lo que venga”. Y más cuando resulta que ese “lo que venga” lo podemos y lo debemos crear nosotros mismos. ¿Qué es lo que espero de mí? Esta es una de esas preguntas personales e intransferibles, cuya respuesta no se puede copiar de otras personas. Hay que tener claro antes de plantearla seriamente que aquí no valen como respuesta las fantasías, las utopías, o lo imposible, y esto ha de ser un principio irrenunciable. Está bien tener un deseo que vaya un poquito –sólo un poquito- más allá de lo que uno pudiera alcanzar, porque eso sería un estímulo para esforzarse un poco más, pero entonces conviene también tener muy claro –pero que muy claro- que el hecho de no lograr alcanzar ese poquito más no ha de convertirse en ningún caso en un motivo de frustración ni en el comienzo de una depresión o una sarta hiriente de auto-reproches. Recomiendo hacerse esta pregunta –como hay que hacer con todas- en momentos de serenidad, porque sólo la ecuanimidad que la serenidad aporta puede dar respuestas que sean constructivas. Recomiendo expresamente no hacerla en momentos de enojo o tristeza porque las respuestas serán pesimistas o no aparecerán, y no hacerlo en momentos de euforia porque las respuestas aparecerán cargadas de irrealidad. Y recomiendo que en cuanto aparezca una respuesta que nos parezca convincente nos pongamos a la tarea de hacerla realidad. Y si uno descubre que, por ejemplo, quisiera ser menos impulsivo, entonces le conviene ponerse a hacer lo necesario para conseguirlo, y a partir de ahí se abre un abanico de posibles soluciones, desde ponerse a contar hasta cien y mientras recordarse el objetivo de querer ser menos impulsivo, hasta iniciar un Proceso de Autoconocimiento y Desarrollo Personal, o acudir a un psicólogo que le ayude a descubrir el origen de esa impulsividad agresiva y a eliminarla, o estar atento a sí mismo y darse cuenta en cuanto se manifieste la impulsividad para manejarla bien, o hacer yoga o meditación, etc. Averiguar lo que esperas de ti, o lo que quieres para ti, y conseguirlo, logrará que mejore tu Autoestima y que te sientas muy satisfecho de ti mismo, muy digno, y que se implante en ti un halo de paz que manifieste tu nuevo estado. Este es un asunto al que conviene dedicarle atención y preponderancia y no aplazarlo más. Tú decides. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  24. YO CONMIGO En mi opinión, hay una cosa muy evidente, pero que muy evidente, tan básica que parece demasiado simple -incluso una enorme perogrullada-, algo que parece que no es necesario hablar de ello… pero que sí hay que hablar de ello. Es esto: si hay un denominador común a lo largo de toda la vida de cualquiera de nosotros es que uno siempre ha estado consigo mismo. Ya lo advertí: demasiado simple. Elemental. Algo archisabido. Nada nuevo. ¿O sí? Desde que uno nació y hasta este mismo instante -aunque está previsto que siga siendo hasta el día de la muerte-, uno se ha acompañado a sí mismo en todo momento: durante el parto, a lo largo de la infancia, en los actos más notables y en los tiempos más difíciles, en el inodoro y en la cama, con ganas o sin ellas… y esto que aparenta no tener importancia por ser tan básico, resulta que sí es importante porque observándolo con atención, nos hace darnos cuenta de que la convivencia con nosotros mismos es algo continuo, inevitable, de larga duración, de insistente relación, y por ello conviene que sea buena, agradable, amena, satisfactoria, y enriquecedora. Es primordial e imprescindible que la concordancia con uno mismo, la relación sincera y sin zancadillas, el amor en vez de la enemistad, el auto-cuidado exquisito, el respeto intachable en cualquier circunstancia, y la voluntad de cooperación, estén siempre ineludiblemente presentes en la relación que cada uno mantiene consigo mismo. El hecho de que estemos con nosotros a todas horas, en todas las circunstancias, en cualquier lugar, no ha de menospreciar ni desapreciar la relación, que debiera ser óptima en todos los instantes, ya que debiésemos ser para nosotros como con nuestro amado cuando recién le conocemos y no deseamos que ese estado idílico desaparezca nunca. Ya que llevamos juntos tanto tiempo, y que nos queda aún más tiempo de seguir juntos –cada uno consigo-, es conveniente y hasta provechoso que nos llevemos bien, que rememos en la misma dirección, que podamos dialogar con libertad y con apertura –como lo hacemos con nuestro más querido e íntimo amigo-, que nos demos todo tipo de facilidades para que la relación fluya y que cada uno sea su propio y mejor aliado. Ya sé que parece extraño eso de disociarnos en dos partes, pero la realidad es que todos hemos vivido o vivimos así. Todos conocemos esa experiencia de sentir que alguien desde dentro nos boicotea, o que nos critica, o que no está de acuerdo siempre y con todo, incluso que se siente a disgusto por formar parte de uno y que preferiría estar en otra persona. En realidad, todos albergamos en nuestro interior multitud de yoes. Unos están a nuestro favor y colaboran, y otros –más egoístas y menos solidarios- se dedican a criticarnos, a sacarnos faltas y defectos, a criticarnos y juzgarnos con crueldad y sin respeto, hasta a obstaculizarnos en los propósitos que diseñamos pensando en nuestro bien. Si tú no eres de esas personas, enhorabuena. No sé si eres consciente de lo satisfactorio que es eso. Si eres como la inmensa mayoría, te sugiero que revises tu relación contigo. Que tengas una conversación con ánimo conciliador. Que te marques buenos propósitos y pidas colaboración por parte de todos los que te componen. Que te mires al espejo y te sonrías desde el corazón. Que te des un abrazo, firmes la paz, y disfrutes de tu compañía. Y que así sea siempre y por siempre. Aunque, claro, eso depende de ti. Tú decides. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  25. SOLUCIONA TU PASADO En mi opinión, a pesar de que ya hemos escuchado en mil ocasiones eso del AQUÍ Y AHORA, y de habernos comprometido casi en las mismas mil ocasiones a llevarlo a rajatabla y no apartarnos de ese compromiso, y a pesar de ser totalmente conocedores de lo que tomar consciencia de ello implica de positivo y beneficioso, y a pesar de creer que lo comprendemos y que va a ser el faro de nuestra vida… una y otra vez lo olvidamos en cuanto pasa la efervescencia del momento de lucidez. El AQUÍ Y AHORA es el gran desatendido, que es lo mismo que desatender nuestra vida. Efectivamente, sólo existe el PRESENTE, aunque el presente que estamos viviendo no sea tan fresco y virgen como un recién nacido, como aparenta, sino que es el resultado de lo que venimos arrastrando de nuestro pasado. El presente nunca es nuevo, siempre es fruto del pasado. El pasado marca y condiciona todos los presentes, de lo cual podríamos llegar a deducir que somos fruto del pasado. La libertad no la utiliza siempre y bien el Ser Humano porque siempre están sus condicionamientos limitándole. Los pensamientos nunca son libres y casi nunca ecuánimes, porque siempre están condicionados por lo pasado. Esto nos hace ver que es imprescindible arreglar el pasado. Repito: IMPRESCINDIBLE. Porque somos esclavos del pasado y somos su consecuencia. El presente es el pasado, pero con la opción de corregirlo. Todos nuestros traumas, miedos, condicionamientos, pesares, arrepentimientos, errores, malas experiencias… pueden y deben ser revisados en este presente y resolverlos para disolverlos. Y mientras no hagamos esta indispensable tarea seguiremos siendo víctimas predestinadas, seguiremos siendo un cúmulo de inconvenientes, estaremos sentenciados a repetir las mismas equivocaciones, y daremos vueltas en la misma tortuosa noria. En teoría, somos un lienzo en blanco, o un folio sin usar, donde cada uno puede pintar o escribir lo que quiera. Pero esta es la teoría. La realidad es otra y muy distinta. Cada decisión que tomamos, cada pensamiento que creamos, cada paso que damos, no lo hacemos desde la libertad y la ecuanimidad, sino que nacen condicionados por nuestro modo habitual de ver, sentir, pensar o hacer. El futuro siempre va a ser el resultado del presente que a su vez es el resultado del pasado. De ahí la necesidad de cortar esta espiral creciente que cada vez nos aleja más de nuestro centro. Este presente actual, si lo purificamos, si lo hacemos pleno y perfecto, cuando se convierta en pasado no será un motivo de lamento, porque no afectará al presente que vivamos entonces. Esto hay que tenerlo muy claro: No nos podemos deshacer del pasado mediante el olvido. Nunca. Para deshacernos de las influencias desagradables del pasado tenemos que resolverlas. No es lo que pasó lo que nos afecta, sino cómo lo vivimos entonces, y el poder que le dimos a eso que nos pasó. El presente es una oportunidad –que conviene no desaprovechar- para corregir el pasado de modo que el presente y el futuro sean distintos. Todo este escrito no es más que otra de las numerosas formas de decir que hay que tomar consciencia y compromiso, que el tiempo de vida del que disponemos se agota a pesar de nuestra desatención, que una gran parte de nuestra calidad emocional de vida nos la aportamos nosotros –lo mismo que una gran parte de la nuestra inestabilidad emocional nos la aportamos nosotros-, que somos nuestros principales valedores o enemigos, y que no debemos acusar a otros por no hacer lo que tenemos que hacer nosotros. La vida de cada uno es su propia responsabilidad. Y ahora puedes hacer lo de siempre y olvidarte de todo esto… o puedes –ya por fin- comenzar a hacer lo que tienes que hacer: resuelve tu pasado para que no interfiera en tu presente y en tu futuro. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
×
×
  • Create New...