
buscandome
Warianos-
Posts
1,695 -
Joined
-
Last visited
-
Days Won
23
Everything posted by buscandome
-
CADA DÍA INFELIZ EN TU VIDA ES UN DÍA PERDIDO En mi opinión, vivir requiere una atención que no siempre se le ofrece. Entramos rápidamente en la rutina de los días que se suceden uno tras otro, lo hacemos muy ocupados en resolver los problemas y los asuntos nuevos que cada día aparecen, atendemos con dedicación los disgustos y las urgencias, y tenemos una especie de convencimiento sin razón de que somos más o menos inmortales. Y digo esto último porque derrochamos la mayoría de los días de un modo lamentable. Cuando tenemos un momento de lucidez, o en esas fechas como el cumpleaños, o Año Nuevo, o cuando tenemos que acudir a un entierro, durante un momento pensamos que se pasa el tiempo –que no es “el tiempo”, sino nuestra vida-, y decidimos, con una decisión tan consistente como la nata, que vamos a cambiar, que vamos a prestar atención a la vida, que vamos a vivir con intensidad, que vamos a hacer ya realidad todos esos proyectos que tenemos llenos de polvo en el olvido. Cosa que no dura mucho, claro, porque otra vez la desatención, y la rutina, y el aburrimiento, y las urgencias, y los problemas, nos llevan de nuevo a la mala costumbre de dejar que la vida siga su imparable ritmo mientras nosotros permanecemos ajenos a ella, ajenos a LA VIDA, ajenos a NUESTRA VIDA, centrándonos solamente en lo que nos viene de fuera. VIVIR, es otra cosa. LA VIDA, es otra cosa. La infelicidad, o la apatía, o la desatención, o la peor rutina, ocupan los segundos, los días, y se nos olvida una de las partes importantes a las que podemos acceder: la felicidad. Y cada día infeliz es un día perdido de tu vida. Sí, acaba el día y has hecho cosas, has resuelto conflictos y asuntos urgentes pendientes, pero… ¿has sido feliz? ¿Le has dedicado atención a tu felicidad? Sí, lo escribo siendo consciente de lo que escribo. La felicidad se merece un lugar destacado en nuestra vida. No es un asunto de momentos puntuales, ni algo que hay que dejar en manos del azar, o que sean los otros quienes se encarguen de facilitárnosla, sino que es vital porque nos aporta ilusión, confianza, esperanza… es un oasis en medio de la histeria en que convertimos nuestra vida durante la mayoría del tiempo. Y si no accedemos a la felicidad –por lo que sea, aunque ya queda claro lo que pienso con respecto a eso-, por lo menos evitemos la infelicidad. Seamos conscientes de que el origen de la infelicidad es, en demasiadas ocasiones, un asunto exclusivamente personal. Y esto requiere una larga, insistente, y profunda reflexión. ¿Realmente es necesaria la presencia de la infelicidad en mi vida? Rebajando la excesiva auto-exigencia, y las condiciones tan descomunales que ponemos a veces para sentirnos felices, y siendo capaces de quitar tragedia a las cosas que nos suceden, y pudiendo reírnos de nosotros mismos y de nuestras reacciones tan dramáticas e infantiles a un tiempo, conseguiremos espantar la seriedad y el melodrama de nuestro comportamiento. Y seremos los principales beneficiados. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
QUE NO SE TE OLVIDE VIVIR CADA DÍA He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz. Que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados. Mis padres me engendraron para el juego arriesgado y hermoso de la vida, para la tierra, el agua, el aire, el fuego. Los defraudé. No fui feliz. Cumplida no fue su joven voluntad. Mi mente se aplicó a las simétricas porfías del arte, que entreteje naderías. Me legaron valor. No fui valiente. No me abandona. Siempre está a mi lado la sombra de haber sido un desdichado (José Luís Borges) En mi opinión, como en la tuya propia si te permites reflexionar sinceramente acerca de ello, la mayoría de los días nos olvidamos de vivir. La mayoría de los momentos de los días andamos atropelladamente, pendientes de compromisos, obligaciones, responsabilidades, urgencias, trabajos, resultados, tengo que hacer, de prisa, no llego… La casi totalidad de nuestro tiempo de estar en este mundo se nos va sin que nos demos cuenta, sin que tengamos tiempo de VIVIRLO, de disfrutarlo, más atentos a lo ajeno que a nosotros, más pendientes de lo que se nos impone o nos imponemos que de lo que hay en nuestro interior. Desperdiciamos, derrochamos, y malgastamos tanto de ese tiempo del que disponemos, que al final nos pertenecen sólo las migajas de nuestra vida, unos pocos minutos sueltos flotando medio muertos sobre un océano de minutos muertos. “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz”, dice el poeta. Es dolorosa esa toma de conciencia, es dramático el reconocimiento de una vida despilfarrada por la falta de atención, por no saber apreciar y valorar esta impagable vida que nos han regalado, es punzante el mea culpa entonado por no haber sido feliz, por haber cometido un pecado cuya única penitencia y castigo es la irrecuperabilidad de todo lo perdido. No haber sido feliz, como no haber VIVIDO, provocan una amargura inconsolable. Nada puede calmar esa angustia, nada aquieta esa congoja, nada evita esa opresión en el alma, nada seca la infinita lágrima. ¿Qué estoy haciendo con mi vida?, se puede preguntar cada uno, y quedarse quieto a esperar la respuesta. Y mejor esperar con un pañuelo preparado, porque si uno se da cuenta de lo que está haciendo con su vida, de dónde está dejando la atención a sí mismo y a su vida, y cómo pierde impunemente tantos y tantos momentos que pudiesen brillantes pero acaban apagados, puede comenzar un gemido desconsolado, una pena de la que resulte difícil escapar, y una congoja de esas que matan el alma por el ácido que incorporan. Este puede ser un final lógico para quien anda por el mundo sin reparar en los detalles, sin mirarse en el espejo varias veces al día, sin hacer un continuo examen de conciencia y del cumplimiento de los objetivos trascendentales en la vida, sin repetirse a menudo “Soy yo, estoy aquí”, sin preguntarse, sin atenderse, sin ser él mismo. Y si uno descubre que lo que encuentra en el pasado, o en el presente, le parece un poco deprimente, un motivo suficiente para la desesperación por eso de que no podrá remediarlo o recuperarlo, o si uno se encuentra al borde del precipicio y con ganas de dar un paso adelante, entonces es cuando se tiene que tomar una de las dos opciones que se presentan ante él: la de quedarse en esa insatisfacción, en el enojo, en el lamento, en el arrepentimiento y sin dar un paso, o la de tomar consciencia de que la vida sigue gastándose aunque no le preste atención, y entonces es el momento de ponerse manos a la obra, vivir atento a la VIDA, y hacer las cosas al gusto para que no se vuelva a repetir nada de lo que ha llevado hasta esa realidad que es el motivo del arrepentimiento. VIVIR cada día requiere atención, requiere que se le conceda su sitio, merece preponderancia, que no se convierta en un hecho aislado dentro de la existencia, sino que sea el motivo de estar en la vida. Merece que no se olvide, que no se deje para más adelante porque puede que ese “más adelante” nunca llegue, o que al llegar sea ocupado por otro “más adelante”. VIVIR es, y ha de ser, hoy. Esto no es aplazable. El contador sigue sin parar. No hay otra oportunidad: ésta es irrepetible. Y este asunto requiere una reflexión mucho más intensa que cualquiera de las que hayas hecho hasta ahora. Tal vez no lo resuelvas en cinco minutos, ni aunque te pongas siete veces a verlo, sino que tal vez tengas que dejar que cale dentro de ti la inmensidad del asunto, de modo que no puedas ya sustraerte a su influjo, de manera que no tengas que recordártelo de vez en cuando sino que pase a formar parte de ti de modo que sea indisoluble: tú y tu vida, asunto primordial. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
¿POR QUÉ NO ACEPTAMOS LA REALIDAD QUE NO NOS GUSTA? En mi opinión, hay una tendencia generalizada a no querer aceptar la parte de la realidad que no nos gusta –y esto, en gran medida, es algo muy humano-, y por ello adoptamos diferentes estrategias para engañarnos, negándola o tergiversándola. La parte de la realidad que no resulta agradable, que no cumple nuestros requisitos de mucha paz y cero problemas, es más cierta que la parte donde nos hemos montado la fantasía de un bienestar que no resistiría ningún examen serio acerca de su firmeza y realidad. Todos tenemos que vivir situaciones que no son de nuestro agrado, que preferimos evitar, o que rechazamos frontal y airadamente, pero ahí están, son innegablemente ciertas, y nos afectan directamente. No las debemos negar, porque eso no va a lograr que desaparezcan o se resuelvan, ni las debemos minimizar o infravalorar, ni tampoco caer en el autoengaño de que no pensando en ellas desaparecerán. ¿Por qué no aceptamos la realidad que no nos gusta? Puede ser dolorosa, pero es cierta. La actitud infantil de enfadarse y patalear, no resuelve. Imitar al avestruz escondiendo la cabeza para que lo desagradable no nos vea y pase de largo, no soluciona. Convertirse en una estatua, es inútil. Las realidades que no gustan hay que afrontarlas. Hay que atreverse con ellas. Hay que resolverlas. Solamente desde la aceptación de la verdad es desde donde se puede comenzar a buscar una actitud o una respuesta para esa verdad, y entonces llevarla a la práctica. Negarla, es inútil. Además de que es imposible solucionar algo que se niega, que no se acepta que existe. Así es una parte de nuestra vida. Tiene situaciones indeseadas, conflictos que se nos quedan grandes, experiencias por las que no apetece pasar, dolores, sentimientos desagradables, desafíos que hay que aceptar sin ganas, embrollos, laberintos, complicaciones… Y luego está la parte sublime de la vida, la que está hecha de emociones y de sentimientos conmovedores, de sonrisas y fe, de alegría y maravillas, de confianza y paz. Pero para llegar a ello, y para permanecer en ello, es necesario deshacerse de los impedimentos. JAMÁS LOGRARÁS ALCANZAR LA PAZ SI NO ELIMINAS ANTES LOS OBSTÁCULOS QUE TE IMPIDEN ACCEDER A ELLA. Y donde pone paz, puedes poner felicidad, alegría, bienestar, gozo… y todo aquello que no disfrutas porque hay un impedimento del que previamente hay que deshacerse. La realidad es la realidad, y no admite discusión ni negación. Sí admite que tú modifiques tu modo de verla, sobre todo cuando te parece agresiva o indeseable. Si no te gusta, tendrás que buscar el modo de cambiarla, de reconocerla sin que eso se convierta en un drama, de eliminarla, de quitarle importancia a la parte que no es de tu gusto, de desdramatizarla o relativizarla. Tendrás que ponerte a salvo de su influencia perjudicial. Tendrás que aceptarla, y que sea mediante la comprensión y no mediante una sensación de rendición humillante. La realidad que no gusta nos está proponiendo que pongamos de nuestra parte lo necesario para modificarla, en los casos que sea posible hacerlo; no podemos hacer que deje de llover o arreglar de un plumazo todos los problemas de toda la humanidad, pero hay cosas que con esfuerzo, con voluntad, con constancia, pueden dejar de ser como son o, por lo menos, pueden dejar de afectar como afectan. Conviene reunir toda la voluntad posible, todas las ganas, el ánimo, aquello que vayamos a necesitar para afrontar la tarea de hacer que las cosas sean a nuestro modo, de nuestro gusto, y conviene no aplazarlo infinitamente. La realidad hasta puede llegar a cambiar según se mire desde un punto de vista objetivo o subjetivo, y por ello puede existir “la realidad” y “nuestra realidad”. Conviene darse cuenta con claridad de una y otra cosa. Tal vez no haya que cambiar “la realidad”, sino “nuestra realidad”. Y cada uno valorará con cuál de las dos se quiere quedar. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
QUÉ O QUIÉN ES EL YO IDEA En mi opinión, a quien no conozca el concepto de “Yo Idea” le sería conveniente que tuviese, por lo menos, una idea aproximada de lo que es, porque cuando uno se pregunta eso de “¿Quién soy yo?”, puede que el concepto del que parte en cuanto a ese “yo” sea equivocado, o puede que lo que vaya apareciendo en las respuestas esté dictado por alguien que no es uno mismo. En este caso, casi sería mejor preguntarse ¿Quién CREO que soy yo? Se le llama Yo Idea al personaje que uno ha creado en la infancia a partir de la información que los otros le han ido facilitando acerca de sí mismo. El niño, que no tiene todavía los conocimientos suficientes acerca de sí, ni tampoco la capacidad para elaborarlos, se tiene que ir haciendo una idea de quién es, y esa idea la va construyendo con los juicios que los otros le aportan, de modo que si le dicen que es torpe ya empezará a tener una idea: “Soy un niño torpe”. Si en otro momento, y por otra circunstancia, le dicen “eres muy desordenado”, lo añadirá a su idea: “Soy un niño torpe y muy desordenado”. Si por una circunstancia concreta de un momento concreto los otros le dice que es malo, también lo incorporará a su currículum: “Soy un niño torpe, muy desordenado, y malo”. El niño, en esa edad, no tiene criterio ni inteligencia como para rebatir el sambenito que le están colgando. No puede objetar que a su edad todos los niños pueden ser torpes, sobre todo si la comparación se hace con respecto a la destreza de un adulto, y no puede argumentar que a su edad no tiene todas sus capacidades desarrolladas y está aprendiendo todo. Así que no le queda más remedio que empezar a pensar que es –aunque no lo sea- torpe, muy desordenado, y malo. Y con esos argumentos irá construyendo su autoestima, que será pobre, por supuesto. Y como cree que es así, porque es la idea que tiene de sí, empezará a actuar como torpe, muy desordenado y malo… con lo cual estará destrozando su vida. Si creo que soy torpe es lógico que no alcance a hacer las cosas bien, que no pueda, que no logre… o que todo lo haga mal, como buen torpe que soy. Así es como vamos construyendo un personaje -y no desarrollando quien realmente somos-, que es el que creemos que somos porque así nos lo han dicho. Hay un error común al confundir ese personaje creado por los otros -y en muchas ocasiones creado para satisfacer a los otros-, con la realidad de quien SÍ es uno mismo, lo mismo que se confunde “el que uno es” con “el que uno está siendo/mostrando”, y por el hecho de no tener clara esta diferencia uno acaba siendo quien no es. El Yo Idea es un dictamen emitido por los otros, y muchas veces lo hacen con un objetivo bienintencionado pero erróneo. Por ejemplo, con la idea equivocada de que al llamarle “torpe”, el niño se esfuerce más y haga las cosas mejor, o cuando se le etiqueta como “muy desordenado” porque ha dejado un juguete en el suelo; como la mente del niño y el inconsciente donde se archivan las informaciones no tienen sentido de la ironía ni de la relatividad, se acaban aceptando como verdades. El Yo Idea es el juicio que los otros nos han dado acerca de nosotros, y que hemos aceptado, pero no tiene que ver con la verdadera identidad. Nos han hecho creer que somos ese Yo Idea, y como eso implica que no somos del todo perfectos, eso nos lleva a crear otra falsedad: construir un Yo Ideal que contenga todas las perfecciones. EL YO IDEAL Este Yo Ideal es otro personaje que se crea para mejorar el Yo Idea que uno cree ser. Tampoco va a aportar la solución real al auto-descubrimiento, ni ayudará en el proceso de ser uno mismo. Aparentemente es bueno, porque se va construyendo con buenas ideas y buenas cualidades, pero no es verdadero, porque no es real, y acabará siendo perjudicial, porque vuelve a ser otro modo de alejamiento del auténtico, y porque el no cumplimiento de las expectativas que uno ha puesto en este personaje –cosa que será bastante lógica porque es “demasiado Ideal”- va a revertir de un modo negativo. Por eso de la identificación con el nuevo personaje, cualquier agresión que se sienta hacia él se va a sentir como agresión personal. Y otra vez estaremos alimentando y engordando con nuestra atención a quien no es uno mismo. Uno es quien es, y no quien los otros dicen que uno es, ni quien les interesa a los otros que uno sea, ni es el error del Yo Idea ni la fantasía del Yo Ideal. Averiguar quién es uno realmente es la gran tarea de la vida. Y es interesante hacerlo, para no estar viviendo personajes ajenos, para no ser un impostor en la propia vida. Te dejos con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
LA REALIZACIÓN PERSONAL ES LA NORMALIZACIÓN En mi opinión, si hacemos una encuesta sobre la idea que tiene cada uno de sí mismo en cuanto a si considera “que realmente está siendo él mismo”, el resultado sería que la práctica totalidad de las personas tienen el convencimiento –o por lo menos la intuición- de que no están siendo naturales, que no son espontáneamente puros, y que tienen frenos y condicionamientos por todas partes –aunque generalmente no serán conscientes del motivo de ellos-. Casi todos piensan que no son “normales del todo”, que son unas personas –en realidad quieren decir “personajes”, pero no tienen ese concepto claro- que no terminan de ser “redondas”, que les falta algo y es un algo que no saben explicar, porque es como una parte vacía dentro de uno, mientras que al mismo tiempo son conscientes de tener departamentos cerrados a los que nunca han podido acceder pero que tienen que estar llenos de Sabiduría o de las claves del sentido de su vida. Un poco complicado para explicarlo, pero el sentimiento de confusión está ahí… y afectando. Casi todos sabemos que tenemos que resolver asuntos internos desconocidos que nos afectan, cosas sin resolver que vamos aplazando continuamente, problemas que se han estancado porque no somos capaces de encontrar solución… y nos conformamos con dejarlos aparcados –padeciéndolos pero sin hacer algo por resolverlos- o pretendemos enviarlos directamente al olvido creyendo, ilusamente, que el olvido se lo puede tragar todo. Realizarse como persona es, más o menos, llegar a cumplir o desarrollar por completo las aspiraciones, los deseos, las posibilidades, y, además, sentirse satisfecho y orgulloso por ello. A mí me gusta añadir que realizarse es… hacerse realidad. O sea, lograr que todas las potencialidades que traemos como seres humanos, que todas las virtudes y cualidades de las que disponemos, que todo eso que es nada más que un proyecto cuando nacemos, acabe convirtiéndose en una realidad. Si somos conscientes de lo expuesto anteriormente con respecto a frenos y desatenciones, y si además añadimos el gran desconocimiento personal en que vivimos, la falta de información y educación para afrontar la vida y cuanto nos sucede en ella, lo patosos que solemos ser en el manejo de los sentimientos y las emociones, y la inexperiencia desde la que nos movemos, es lógico que la suma de tantos inconvenientes dificulte el acceso a esa tarea de realizarnos. Realizarse, entonces, parte de deshacerse de lo impuesto, de lo añadido artificialmente, de lo que no somos aunque estemos actuando como si lo fuésemos, de los estorbos, de lo caduco, de las trabas y condicionamientos… es desintegrar todo lo superpuesto y lo falso. Realizarse, por tanto, es eliminar lo que no es de verdad, lo que nos han inculcado en contra nuestra, lo ajeno que llevamos en las espaldas y en el corazón, y los personajes que interpretamos convencidos de que somos nosotros en realidad. Realizarse, en fin, es la normalización. Es regularizar y poner orden y claridad donde no hay. Es buscar hasta encontrarse y sacar a la luz la esencia de quienes verdaderamente somos, y luego llevar esa esencia hasta la plenitud. Es deshacer lo mal hecho, eliminar lo inútil, romper lo que no somos, desobedecer lo que no queremos obedecer... es normalizar lo anormal que hay en nuestro modo de actuar, de vivir, de pensar… La Realización Personal consiste en concordar lo que realmente somos en esencia con lo que estamos siendo en presencia. Lo que somos con lo que mostramos y demostramos. Y esta es la tarea primordial del Ser Humano. Activar todas las potencialidades inherentes en nuestra naturaleza, desarrollar nuestro potencial, y culminar, realizándola, esta obra pendiente desde nuestro nacimiento de convertirnos en un Ser Natural, Puro y Libre. En quien de verdad somos. Esta es tu tarea. Tu ardua pero ineludible y –a corto y medio plazo- satisfactoria tarea: dejar de ser el que no eres y ser el que sí eres. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
SALIR DEL CÍRCULO VICIOSO En mi opinión, la falta de atención a la vida, el olvido de que controlar y decidir en la propia vida es una tarea personal que no se puede delegar en otro y ni siquiera en el destino, y la rendición incondicional ante algo de lo que parece no se puede salir, nos llevan a quedarnos estancados y sin salida en los círculos viciosos. Otras veces son las costumbres arraigadas las que nos impiden escapar, o el convencimiento, sumiso y sin base razonable, de que “las cosas son así”. Incluso tenemos órdenes inconscientes que nos amarran al inmovilismo. El caso es que no avanzamos. De vez en cuando nos escuchamos un buen propósito, pero que no pasa de ahí. El tiempo sigue consumiéndose y cuando miramos hacia atrás constatamos con desagrado y desesperación que no hemos avanzado, que seguimos en el mismo sitio donde estábamos hace un año… o hace media vida. Si estás en un caso similar a algo de lo descrito, tal vez te interese hacer una parada en tu vida y considerar algunos aspectos como los que expreso a continuación. Una de las primeras decisiones a tomar es la de no persistir en lo mismo una y otra vez. No puedes esperar resultados diferentes si sigues actuando del mismo modo. Si algo no está funcionando adecuadamente será conveniente que te deshagas de ello, y que inventes o pruebes otra forma distinta, desde otro punto de vista distinto, con otra actitud distinta… desde luego que ha de ser algo distinto. Conviene en estos casos trazar una línea y dejar el pasado al otro lado. Si se desea construir algo nuevo es mejor que sea a partir de cero. Es mejor que pretender hacer costosas reparaciones en lo anterior. A veces es más interesante ser drástico, asolarlo todo, borrar cualquier huella… y empezar de nuevo. Que es lo mismo que decir “borrón y cuenta nueva”. También es interesante antes de despedirse del pasado, y de los “errores” del pasado, comprobar que se ha aprendido todo lo que se tenía que aprender, para que nada de lo sufrido haya sido inútil, que esté interiorizado lo que se quiere para esta nueva etapa y, sobre todo, lo que NO se quiere. Eso requiere algo que es muy curioso y resulta chocante hasta que se quiera ver con naturalidad: un pacto con uno mismo de no boicotearse la salida del círculo vicioso. Parece que llevamos dentro un montón de personajes distintos, y que unos colaboran en nuestros buenos propósitos y otros son expertos y activos boicoteadores, pesimistas, dramáticos, expertos en zancadillearnos y tirarnos al suelo con nuestros buenos propósitos, y tenemos dentro también vagos, irresponsables, insensatos, gente nada fiable, enemigos, vengativos con ganas y motivos de venganza… en fin, una retahíla de inconvenientes que no colaboran cuando uno toma una decisión juiciosa y llega el momento de ponerse manos a la obra. No es mala idea esa de llegar a un pacto consigo mismo y coordinar que todas las fuerzas lleven la misma intención y vayan en el mismo sentido. Se trata de amigarse con uno mismo e iniciar un nuevo tipo de relación en el que prevalezcan las intenciones más amables, los propósitos más dignos, la buena voluntad, y sacar adelante proyectos cuyos privilegiados beneficiarios seremos nosotros mismos. Revisar y revisarse. Conocer y conocerse. Ver qué es lo que nos mantiene atados y nos impide evolucionar, comprobar qué buenas ideas se mueren sin que las aprovechemos, verificar la firmeza de nuestra voluntad y aprovecharla en toda su intensidad para conseguir las aspiraciones nobles y beneficiosas a las que no estamos aspirando por esa tozudez de no romper las cadenas que nos condenan a la quietud… mientras la vida se nos agota, nosotros nos agostamos, nuestros sueños se mueren de pena, y nuestros deseos no encuentran en nosotros el aliado imprescindible. La recomendación para quien esté en un caso similar al descrito es que tenga una conversación seria consigo mismo, que aúne todas sus fuerzas dispersas y las ponga a trabajar en la misma dirección –la deseada-, que llegue a un pacto de colaboración con todos sus yoes, que confíe en sí mismo… y que rompa el círculo. Tal vez esta sea la mejor y más rápida forma de salir de él. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
NUNCA ES TARDE, SIEMPRE ESTÁS A TIEMPO En mi opinión, están en un grave error las personas que son conscientes de que tienen que modificar algunas cosas de su vida, que saben que les vendría bien hacer ciertos cambios, y que sería bueno atreverse con cosas que realmente desean pero que aplazan continuamente, que tienen ideas-deseos-sueños acallados o rechazados… pero utilizan como razón de peso algo que en realidad es una excusa: “ya es tarde para eso, ya soy mayor” Hay una frase ya hecha que contestaría certeramente a esa respuesta: “Nunca vas a ser más joven que ahora”. Tomar consciencia clara de esta sentencia ya es un motivo suficiente para no aplazar más la toma de decisiones. ¿Cuántas cosas que deseo hacer no las hago porque creo que ya soy mayor para hacerlas?, ¿Cuántas cosas que deseo hacer no las hago porque creo que ya no es el momento? A estas preguntas también se podría añadir otra más: ¿Cuántas cosas que deseo hacer no las hago porque me importa lo que opinen los demás? Cada mañana –en realidad cada segundo- nos trae la posibilidad de comenzar de nuevo. Es un milagro que se repite a cada instante, pero que conviene no desaprovecharlo indefinidamente. Este mismo instante es un buen momento para volver a empezar. Es un buen momento para ponerse a la tarea de reconducir toda la vida, o por lo menos algunos aspectos de ella, buscando como destino la felicidad o el placer o cualquiera de sus sinónimos. Eso es un derecho de cada persona. Más que un derecho es una obligación. Una responsabilidad. Así que aún estás a tiempo de empezar con lo que quieras empezar. De hacer un Plan de Vida o diseñar proyectos que te provoquen placer o bienestar, que te hagan gozar la satisfacción de los sueños realizados, de esa delicia que es sentir que la vida tiene el sentido que uno ha decidido, y que puedas comprobar por ti mismo eso de “si quieres, puedes”. Es el momento de deshacerte de las insatisfacciones acalladas, y es el momento de cambiar de dirección tu vida llevándola por donde tú deseas. Ahora es cuando puedes replantearte las decisiones que has ido tomando hasta ahora, y ver objetivamente tu situación actual para decidir con qué te quieres quedar y de qué te quieres deshacer. Y si encuentras aspectos de tu vida que quieras mejorar, hazlo. Y si te planteas algún reto para superar, hazlo. Y si quieres averiguar quién eres realmente para empezar a serlo conscientemente, hazlo. Y no lo dejes para mañana, ni para el día uno del próximo mes, ni para el próximo año. Cada día que lo aplaces, puede ser un día perdido. Perdido… imposible de volver a encontrar. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
NO VIVAS UNA VIDA ERRÁTICA En mi opinión, uno de los motivos que hacen que se viva en un modo plagado de insatisfacciones, de vacíos a los que no se puede dar respuesta, en una inquietud inconsolable que reclama en forma de disgusto inexplicable, es el hecho de no tener un Plan de Vida, un Camino trazado por el que avanzar, unas ideas que sirvan de guía, o un propósito bastante definido que nos acerque al bienestar y la satisfacción interna. Pasamos uno tras otro los días que componen nuestra vida, prestándoles la mínima atención la mayoría de las veces, atendiendo sólo de vez en cuando a una importante reclamación interna que sólo en contadas ocasiones se atreve a pedir que se le escuche, y vamos erráticos por nuestra vida como si estuviésemos obligados a vivirla tal como llega y sin poder intervenir en su desarrollo. Nos movemos arrastrados por la costumbre, más atentos a esquivar los inconvenientes que a marcar el Camino, más temerosos ante lo que pueda venir que diseñadores de lo que queremos hacer con este mágico regalo que es la vida. Evitar una vida errática requiere tomar consciencia de nosotros, obliga a tener atención y voluntad, conocimiento preciso del sentido que le queremos dar a nuestra vida, caminar en una dirección deseada y precisa –sobre todo, deseada- para que tengamos la tranquilidad y la satisfacción de verificar que estamos haciendo lo que en alguna parte sabemos que queremos hacer o que, por nuestro bien, tenemos que hacer. Por tanto, para saber, necesitamos hacernos preguntas de esas que asustan un poco por su grandiosidad y por nuestro complejo de inutilidad ante ellas. ¿Cuál es el sentido que quiero para MI vida? (Evitando preguntas solamente intelectuales y filosóficas como ¿Cuál es el sentido de la vida?) ¿Qué sentido quiero que tenga? ¿Qué quiero poner en ella, qué promocionar, qué eliminar? ¿Qué estoy haciendo realmente de lo que quiero hacer? Y lo que hago ahora… ¿me acerca hacia lo que deseo… o me aleja o me distrae o me frustra? ¿Soy constante cuando me marco objetivos? ¿Soy consciente de mi responsabilidad en mi vida? ¿Sé lo que quiero? ¿Hago lo que sé que tengo que hacer y lo que quiero hacer? No hay que tener miedo a las preguntas ni a las respuestas. Sólo si uno se hace las preguntas se puede encontrar con las respuestas. Y sólo si hay respuestas para esas preguntas se pueden tomar las decisiones correspondientes a encaminar la vida, los deseos, y el propósito verdadero, hacia el encuentro con lo que se quiere. ¿Estoy viviendo mi vida? ¿Estoy perdiendo mi vida? ¿Soy consciente de que mi vida es mía? ¿Sé que puedo hacer con ella lo que quiero? Y me refiero a la parte de la vida que depende de mí. Hablo tanto del corpóreo que está en el mundo, como de quien soy interior o espiritualmente. Me refiero al Ser Humano en su conjunto que se encuentra, como casi todos, con aspectos que no dependen de él y tiene que acatar de algún modo, pero que dispone de una libertad muy desusada para regir su modo de ser y vivir, sus pensamientos, sus actuaciones, sus repuestas a lo que le pasa, sus aspiraciones, la consecución de sus sueños factibles… Tomar la responsabilidad de la vida propia le permite a uno reconducir el Camino errático incrementando la agradable sensación de ser dueño de su destino, la amable impresión de estar haciendo lo que verdaderamente marca la conciencia, y la emoción indescifrable de reencontrarse con la Sabiduría Interna que conoce nuestro Camino y siempre lo ha estado gritando a nuestros oídos sordos. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
¿QUÉ ESTOY HACIENDO CON MI VIDA? Francisco de Sales Audio de 6 minutos https://www.youtube.com/watch?v=eJEGSwRMe50&feature=youtu.be
-
NO TE PUEDO PERDONAR En mi opinión, el Ser Humano, el auténtico Ser Humano, no ha de perdonar. Eso de perdonar me parece que se convierte más bien en un asunto del ego. Es el ego quien se siente molesto, dolido, ofendido, resentido. Es el ego, y no el Ser Humano, quien se siente herido por un acto de otra persona, ya que el verdadero Ser Humano ha de quedar inafectado por lo que otro haga o manifieste, sea lo que sea. El Ser Humano ha de ir más allá de lo simplemente terrenal, ha de trascenderlo, comprendiendo que quien ha “ofendido” es otro Ser Humano, y no querer verlo así -sintiendo que el otro es una alma afín-, es un error. Pretender sentirse superior al otro, y por tanto con “derecho” a concederle perdón, es un error. El Ser Humano ha de comprender al otro y su posibilidad de errar o de no hacer las cosas siempre del modo adecuado –del modo adecuado que uno espera, que tal vez no sea tan adecuado-. El Ser Humano respeta al otro en todas sus acciones, en su aprendizaje de la Vida y en su Camino de Espiritualidad. Quien ama, comprende. Y quien comprende no necesita perdonar. No tiene nada que perdonar. Sí, ya lo sé. Esta opinión es totalmente distinta de la mayoría de las opiniones que hablan de que hay que perdonar, que perdonar significa dejar de lado los pensamientos negativos que causan dolor o enojo, que la falta de perdón es destructiva para uno mismo, que perdonar es liberarse… todo eso me parece bien, pero sólo para aquellas personas que han permitido que las actitudes de los otros lleguen a interpretarse como necesitadas de un perdón. El acto de perdonar se puede llegar a interpretar como un acto de arrogancia por parte de quien perdona, porque perdonar le hace estar por encima del otro. Se puede interpretar como “yo soy magnánimo y tengo tal capacidad de bondad que te perdono a ti, que eres alguien que hace cosas mal y estás necesitado de clemencia”. Yo voy más allá. Mucho más allá. Opino que si uno consigue no se sentirse ofendido, no es necesario perdonar la ofensa. Si uno no juzga, no es necesario emitir una absolución. Los otros pueden equivocarse y se equivocan. Yo también. Aceptar –en vez de rechazar- una ofensa es un asunto personal. Desde el momento en que uno la acepta se responsabiliza de ella y ya no tiene nada que ver con ello el emisor. Pasa a convertirse en un asunto propio. Y si uno insiste en que tiene que perdonar, será a sí mismo a quien tendrá que ofrecer ese perdón, por no entender que las ofensas son nada más que palabras que sólo surten efecto si deja que el ego se entrometa y se sienta ofendido. No te puedo perdonar porque no tengo nada que perdonarte. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
NO ME QUIERO En mi opinión, este inquietante mal que es la falta de Amor Propio se está extendiendo cada vez más. Demasiado. No sé si es que nos hemos vuelto excesivamente exigentes, llegando a la intolerancia más radical ante cualquier cosa que hagamos y no resulte de nuestro total agrado, o si es que somos nuestro propio enemigo latente y estamos siempre atentos a encontrarnos un fallo por el que poder crucificarnos. El caso es que la relación con uno mismo, que va a durar toda una vida, a veces pende de detalles insignificantes que no deberían alterar bajo ninguna circunstancia nuestra conexión con nosotros mismos. Tú eres lo único que tienes. Tú sólo te tienes a ti. No te engañes: el resto se pertenecen a sí mismos. Aunque sólo sea por puro egoísmo, te interesa llevarte bien contigo. Sé consecuente con esto. Te queda mucho tiempo de seguir a tu lado, hasta que mueras, y te vas a encontrar contigo mismo cada vez que mires un espejo o cada vez que vayas a algún sitio. Y esto va a ser así por siempre, entonces… es mucho más agradable y satisfactorio y rentable llevarte bien contigo. Por lo menos, llevarte bien, de momento, para poder empezar a consolidar una relación que acabe en amor. En Amor Propio. Si crees que no te quieres… estás equivocado. Es posible que a quien no quieres sea al personaje que estás siendo en este momento, al que está actuando como a ti no te gusta, al que hace cosas que no son de tu agrado… pero que no eres tú aunque así lo creas. Si descubrieses el que realmente eres, el de verdad, sí te querrías. No quieres al que estás siendo ahora, pero… ¿realmente eres tú?, ¿realmente eres así, tal como te estás comportando? Hay una diferencia notable entre el que realmente eres –tu esencia, el original antes de ser afectado por las circunstancias, el ser sin contaminar- y el que estás siendo, que es el personaje que has creado para sobrevivir y lo has puesto por encima y anulando al que de verdad eres. Si miras hacia atrás… ¿te recuerdas siendo puro?, ¿te recuerdas distinto? y si es así… ¿eras más amable, más confiado, más bueno, más sincero? ¿Hay algún momento de tu vida en que te has sentido más tú mismo que ahora?, ¿Algún momento en el que pudieras decir -sin mentir- que te querías? Y ahora… si no te quieres… ¿por qué no te quieres?, ¿estás seguro de que tienes razones para no quererte?, ¿estás siendo objetivo en esa apreciación o eres excesivamente riguroso y exigente? Hay multitud de razones que llevan a un alejamiento de sí mismo y a un convencimiento –equivocado- de no ser digno de amarse: las circunstancias desagradables que se viven, o el hecho de que las cosas se conviertan en insatisfacciones una tras otra, o no tener tranquilidad emocional o personal, o tener una autoestima muy baja o nula, o sentirse menospreciado por otros… No me quiero… ¡qué dramática sentencia!, ¡cuánto dolor previo hay antes de llegar a esta conclusión!, ¡qué dura una vida así, todo el día siendo una persona que no recibe satisfacciones por su parte! Y sobre todo en los casos más extremos, en esos que casi se llega al odio, a la incomodidad manifestada por tener que soportarse a todas horas, por tener que aguantar a una persona que no aporta nada que sea satisfactorio, tener que llevar puesta todo el día la cara huraña, el gesto hosco, los reproches… Y sí, lo sé, hay casos tan extremos, pero si rebajamos un poco el nivel de extremidad, también encontramos en demasiadas ocasiones muchos “No me quiero” aunque sean parciales. Me refiero a esas situaciones en que no se dicen las palabras, pero con el gesto o con los hechos queda claro el sentimiento. Me refiero a cuando uno no se acepta en algún hecho, en alguna actitud, cuando uno se reprende severamente por alguna insignificancia magnificada, cuando uno se empeña en una rectitud innecesaria o una rigurosidad excesiva. Me refiero a la falta de tacto, de consideración, de comprensión, de empatía consigo mismo. Me refiero a la falta de amor en lo cotidiano, a no cuidarse o darse mimos, atenciones, confianza, caricias sutiles, sonrisas… No es necesario llegar hasta decir “No me quiero”, pero también ocasiona un efecto enérgico y negativo la falta de “Me quiero”. La falta de Amor Propio, y de su demostración notable, también es dañina, perjudicial, creadora de frialdad y distancias. Siempre es interesante y productivo atender a la relación que cada uno tiene consigo mismo, y es importante observarse en el auto-cuidado que se aplica en esa relación, y verificar si hay apertura a la aceptación plena, si hay flecos que conviene resolver, si hay suficientes muestras de cariño, si hay dedicación y esmero, si hay protección y caricias, si hay mimos y aprecio, si hay aplausos y abrazos… Es importante el cuidado en la relación con los demás, pero es importante e imprescindible en la relación con uno mismo. ¿Puedes decir ahora mismo en voz alta “Me quiero”? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
LO NEGATIVO A VECES ES POSITIVO En mi opinión, cuando calificamos un asunto como negativo –y en demasiadas ocasiones lo hacemos precipitada y equivocadamente-, estamos desterrando ese asunto al lugar de las cosas dramáticas e indeseadas, de modo que ya no podrá defenderse o justificarse haciéndonos ver que, tras la aparente incomodidad que nos aporta, también lleva implícita –de algún modo- una experiencia o una lección que a corto o medio plazo, y si se le presta la atención precisa, puede enseñarnos su otra cara… que es donde se encuentra la parte que podríamos denominar como positiva. En la mayoría de ocasiones, en cuanto surge algo que nos incomoda, lo que sea, nos ponemos a la defensiva, o directamente guerreros repeliendo un ataque enemigo, y ya no somos capaces de ver más allá de lo que capta nuestra mente cómoda, la que no quiere conflictos. Y eso que ya hemos oído en demasiadas ocasiones que “cada mala experiencia conlleva aparejada una lección”, o que “de todo se aprende”, o que “no hay mal que por bien no venga”, pero a nuestra comodidad no le vienen bien estas lecciones que, en ocasiones, nos parecen demasiado caras. Sin suficiente criterio ecuánime tratamos de evitar cualquier situación que nos incomode. Pero las cosas que aparentan ser solamente negativas, cuando las vivimos a conciencia, sin prejuicios y con él ánimo de aprender siempre y de evolucionar constantemente, nos aportan algo positivo: nos hacen detenernos a pensar, a replantearnos cosas, a reconocer lo que hacemos mal o lo que consentimos, o a ver de un modo consciente lo que hacemos de un modo inconsciente. Lo negativo a veces sólo es incómodo o perturbador, pero lo rechazamos instintiva y completamente, sin separar la parte de utilidad que pudiese tener. Rechazamos el paquete completo. Lo negativo nos puede dar claves de lo que tenemos que hacer o arreglar, nos invita a preguntarnos por qué nos parece negativo, y si es negativo en todo su conjunto o sola una de sus partes, y quién y por qué dentro de nosotros propicia ese rechazo, si lo que no nos gusta es lo que nos enseña, o solamente es el modo en que nos presenta la lección. Ese replanteamiento de la cosa que nos parece negativa –ya sea un ataque a nuestro ego o un proyecto que no ha culminado como deseábamos-, nos está proponiendo desarrollar otros sistemas de actuación ante las contrariedades, o a tomarnos las cosas de un modo menos personal, desdramatizándolas; nos lleva de algún modo al saber vivir y saber estar, al aprendizaje que nos conduce a un posterior bienestar… Si lo vemos con atención, y des-identificados del asunto, cuando aparece algo que nos desagrada es una invitación a revisarlo. Desde un punto de vista esotérico podría estar ofreciéndote que te plantees una pregunta: “¿Qué me está queriendo decir esto negativo?”, y al mismo tiempo también ofrece una propuesta: “Tengo que hacer algo para resolver esto”. Propongo afrontar estos asuntos en los que interviene lo que aparenta ser negativo, revisar las cosas que nos duelen, observar el por qué de los desagrados, comprender el porqué de las molestias y los malestares. Que aprendamos de todo ello y no lo despachemos antes de que nos presenten sus credenciales. Que las cosas que nos duelen no nos duelan de un modo gratuito. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN En mi opinión, nos mantenemos muy firmemente en la pretensión de crearnos una vida perfecta en la que no tengan cabida los problemas, los conflictos, los disgustos, las complicaciones, el malestar, los inconvenientes, las frustraciones… En realidad, lo que nos interesa es todo aquello que no pueda alterar una vivencia tranquila en la que sólo queremos lugar para la paz o el bienestar o la comodidad o lo plácido o la ausencia de cualquier tipo de conflicto. Pretendemos una vida cómoda y llena de aciertos, en la que todo esté a nuestro favor y se cumplan todos nuestros deseos. Pero eso es imposible. Siempre hay algo que falla en algún aspecto. Nunca se termina de redondear nuestra vida de forma que seamos capaces de exhalar continuamente un suspiro de tranquilidad junto a una sonrisa que desprenda paz. Por nuestro propio bien, y por nuestra estabilidad emocional y personal, sería muy conveniente aceptar que no todo y no siempre van a salir a nuestro gusto, que el camino no se va allanando por su cuenta a nuestro paso, y que no todos los dioses están pendientes de derramar sus gracias sobre nosotros. La realidad es que no siempre vamos a acertar en todas las decisiones, y hay que entender que sólo existe una posibilidad de hacer las cosas perfectas mientras que hay millones de posibilidades o formas de hacerlo mal. La realidad es que no siempre van a salir las cosas a nuestro gusto o de acuerdo a nuestros deseos, aunque pongamos muchísimo empeño en ello, porque no todo depende de nosotros y cualquier cosa ajena puede fallar en cualquier momento. Y esto hay que asumirlo. Nos van a pasar cosas que nos harán sentirnos mal, y es mejor aceptar ese malestar, ese infortunio, sin hacer de ello un drama irreparable y la madre de todas las desgracias posibles. Algunas cosas pasan y no tienen remedio. Enfrentarse al gran enemigo que es a veces el azar puede ser una guerra inevitablemente perdida y, a veces, es menos dolorosa y más beneficiosa la rendición. Y que eso no nos frustre, que no nos sintamos ni víctimas ni culpables de todo. No pretendamos hacer de cada inconveniente una agresión personal y malintencionada. Es mejor desarrollar hasta el máximo nuestra capacidad de tolerancia y aceptación sin oposición ni drama ante las cosas que son inevitables. No se pueden separar de nuestra vida porque forman parte de la vida. Suceden, se afrontan, se resuelven si se puede, y si no se puede pues se dejan pasar procurando no verse afectados. Está muy bien la previsión, la preparación para evitar lo indeseado, poner el máximo rigor para que las cosas salgan bien, la vigilancia y el esmero, pero… a pesar de eso algunas cosas se van a escapar a nuestros control porque no están bajo nuestro control, o porque dependen de otros, y cuando suceda algo de eso es preferible no entrar en un bucle de quejas y lamentos, sino procurar que no afecte, o que afecte lo mínimo posible, y evitar responsabilizarse de algo que no des de nuestra responsabilidad. No se puede generalizar al escribir algo relacionado con este tema, así que al no hablar de un asunto concreto en una persona concreta –porque cada caso es distinto- sólo se puede generalizar. Por eso no hay soluciones, sino sugerencias sobre las que trabajar el caso propio. Lo más eficaz –aunque no es fácil pero tampoco es imposible- es desdramatizar las cosas. Tratar de quitarle todo la tragedia, porque no es imposible. Es mejor ser un observador de nosotros mismos y de lo que nos pasa que ser la víctima sufriente de lo que nos pasa. Y esto sí que se puede conseguir. Se puede lograr quedar inafectado -por lo menos en gran medida- por lo que suceda, porque no nos sucede a nosotros sino al personaje que estamos viviendo. Cuando lo que nos sucede nos parece un ataque directo y personal, hay que mirar si es nuestro ego quien se siente herido y no nosotros. Y si el ataque no es claramente intencionado hay que quedarse al margen, verlo como un suceso sin implicarse directamente en él. Ayuda mucho en esta tarea de no involucrarse en exceso el hecho de ser capaz de relativizar las cosas. Todo es relativo, y todo depende al final del color del cristal con que se mire, y las cosas pueden ser todo lo graves o leves que uno quiera, porque depende exclusivamente de cada uno valorar las cosas y permitir o no que duelan, o que se las mire con una sonrisa mezcla de paz e ironía que minusvalore aquello que aparenta ser grave. Eres tú quien decide cómo afrontar los asuntos externos y eres tú quien puede entrenar tu mente y tu corazón para que no sufran innecesariamente, eres tú quien puede mantener la ecuanimidad en los momentos conflictivos y quien puede elegir entre frustrarse o aceptar sin oposición y sin drama. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
AHORA En mi opinión, perdemos demasiada vida en este error de pasarnos más tiempo en el pasado –el inexistente pasado- o en el futuro –el posible futuro- que en el presente. Está bien traer el pasado al presente de vez en cuando, porque es placentero y enriquecedor recrearnos en las cosas agradables por las que hemos ido pasando, y está bien aprovechar eso de que a través de nuestra mente y el recuerdo somos capaces de hacer el milagro de recrear lo que ya no existe; está bien traer al presente de vez en cuando las cosas que no han estado bien en nuestra opinión, siempre que sea con el objetivo claro de aprender aquello que nos permita evitar que se vuelva a repetir, siempre que eso esté en nuestras manos, claro. Lo que no está tan bien es traerse el pasado –abandonando el presente- solamente porque de allí tenemos recuerdos de cosas que ya no están ni volverán a estar –eso que se llama nostalgia-, y no estará bien querer quedarnos allí porque estábamos mejor que ahora. Si es por placer, estupendo eso de traer el pasado, pero luego hay que volver al presente con las pilas cargadas y no abatidos. Por supuesto que tampoco estaría bien si el motivo de recrearse en el pasado fuese que tenemos mucho de que arrepentirnos y estamos allí para reabrir la herida de lo que hicimos mal, y es peor si además nos ponemos a hurgar en ella con saña y con el único fin de castigarnos por lo que hicimos. No existe el pasado ni el futuro: existe el ahora. El instante en que leíste la palabra anterior ya no existe. Ya forma parte del pasado. O sea que no existe lo pasado –existió- y no existe lo futuro, porque a eso que llamamos futuro cuando llegue lo llamaremos presente. Existe cada uno de los instantes, pero solo durante el tiempo breve y limitado de su existencia. Es lo que llamamos “ahora”. Y eso es lo que existe, por ejemplo: ahora. Y “ahora” es lo que tenemos que vivir con atención e intensidad. Y “ahora” es cuando tenemos que tener claro nuestro propósito, lo que queremos hacer, lo que nos puede aportar cada “ahora”, con qué podemos llenarlo para que sean satisfactorios y nos aporten una buena sensación, y, además, les aporten sentido a nuestra vida. Y si no lo hacemos de ese modo es muy posible que al final del día se nos instale una desagradable sensación de haber perdido el tiempo –que es la vida-. Y si esta misma sensación se nos va acumulando un día tras otro, entonces será una sensación aún más desagradable la que se instale: “estoy perdiendo mi vida”. Y eso de perder la vida deberíamos tenerlo en el lugar de las cosas inaceptables, de las que bajo ningún concepto queremos que nos lleguen a suceder. Tiene algo favorable: es algo que depende de nosotros, es algo que podemos –y debemos- controlar y evitar. “Ahora” es una oportunidad continua que no ha de ser menospreciada ni desatendida por eso de que parece que “los ahora” son interminables. Son finitos y son irrepetibles. Y estas dos verdades son casi estremecedoras, y tomar consciencia de ello no ha de causarnos incomodidad, sino que ha de promover una atención más precisa a cada uno de ellos. Todos tenemos muchos “ahora” ya terminados, sin posibilidad de recuperación y rehabilitación, y muchos de ellos se fueron vacíos. De vez en cuando se nos presentan los arrepentimientos por haberlos desaprovechado o desperdiciado, pero es un penar más bien teórico, que no pasa de una pataleta prudente y acallada, porque la realidad es que poco después de que se extinga ese pensamiento volvemos otra vez a la andadas y desperdiciamos los nuevos “ahora” que nos van llegando. Por desgracia, y en casi todas las personas, hay que llegar a una edad avanzada para tomar consciencia de este despilfarro imperdonable de nuestra única e irrepetible existencia, de este delito contra la propia vida, de este atentado contra uno mismo. VIVIR requiere atención. Atención a todos los “ahora”. Y no hacerlo así, es NO VIVIR. Es dejar que se escape la vida sin ser vivida. Y eso está penado con la pena de tener que convivir para siempre con un inconsolable arrepentimiento. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
CÓMO CONTACTAR CON LA NIÑA INTERIOR (O el Niño Interior) En mi opinión, todas las personas seguimos manteniendo en nuestro interior, y de algún modo vivos, cada una de las personas o personajes que hemos sido a lo largo de nuestra vida. Y cada una de ellas/ellos nos sigue influenciando y afectando con las cosas que vivió en su momento. Quienes tuvieron una infancia difícil, y por ello mantienen una niña interior dolorida que no comprende por qué le pasó lo que le pasó, que conservan vivos miedos y dudas, o una dolorosa sensación de abandono, y además guardan y padecen la incomprensión acerca de algunas de las cosas que les sucedieron… les conviene que contacten con esa niña y le expliquen lo que necesita saber y le proporcionen el consuelo y cariño que necesita. Uno de los mejores métodos para contactar con ella consiste en hacer una meditación. SUGERENCIAS Para hacerlo, hay una serie de requisitos que ayudarán a tener más éxito. Es imprescindible hacerlo un día que uno se sienta más o menos relajado, en un lugar donde se esté a gusto, hacerlo con la seguridad de que no se va a ser interrumpido, y con la tranquilidad de que no haya prisa por terminar, puesto que no se sabe lo que va a durar el ejercicio. Por supuesto, apagar cualquier teléfono o cosa que pueda desconcentrarle de esa tarea. Conviene hacerlo sentado en una silla de respaldo vertical que obligue a tener una postura erguida. En general resulta más sencillo si se pone una música relajante de fondo, y algunas personas prefieren tener una vela encendida e incienso, pero esto no es imprescindible. Hay que utilizar cualquier tipo o modo de relajación con el que uno se sienta familiarizado y cómodo, y conseguir el mejor estado de distensión posible. No hay que preocuparse si no se realiza un encuentro en la primera ocasión. Puede que no se haya alcanzado la relajación suficiente o que la niña no se atreva a mostrarse. Hay que persistir. En algunos casos de dificultad, se puede ayudar “imaginando” a la niña, aunque no haya aparecido bien, o se puede usar la imagen que se tenga de sí misma de alguna foto de cuando se era niña. CUANDO APAREZCA Cuando aparezca conviene no precipitarse hacia ella, para evitar asustarla, y es bueno sonreírle en todo momento, transmitiendo paz con la mirada; hay que dejar clara la intención de conciliación para disipar cualquier temor que pudiera tener. Cuando se esté frente a ella es necesario poner los ojos a la altura de los suyos, para que no nos vea como una persona grande, y que eso le pueda asustar, o nos asocie a esa persona mayor con la que no se sentía a gusto, así que –en la meditación, no físicamente- hay que agacharse o ponerse de rodillas. Hay que hablarle en un modo natural, sin forzarse a hablar como se supone que hay que hablar a una niña pequeña. Contactar con él en una especie de meditación para hablarle, consolarle, disculparle, darle explicaciones, aclararle que -a pesar de todo- se le ama. También... cuidarse uno a sí mismo como cuidaría a un niño: tratándose bien, con amabilidad, con cuidado, con paciencia, con amor. Es necesario decirle todo lo que se sienta en ese momento, lo que pase por la cabeza –siempre que no sea con la intención de culpabilizarla o reprocharle-, los buenos sentimientos hacia ella –sobre todo esto- porque se trata de recuperar su confianza, y de eliminarle miedos y resquemores. Se trata de hablarle, consolarla, disculparla, darle todas las explicaciones, aclararle que se la ama, que ella no cometió ningún fallo. Se trata de cuidarla –que en realidad es “cuidarse”- como se cuidaría a un niño: tratándola bien, amablemente, sinceramente, cuidadosamente, con paciencia y amor. Se puede llorar si apetece, y al final del diálogo –que nunca hay que tener prisa por finalizar-, pedirle permiso para darle un abrazo, y en ese abrazo decirle el amor que se siente por ella. Repetirlo todas las veces que sea necesario siempre que suene convincente. Esto sería un ejemplo de lo que se puede hablar, pero a esto hay que añadir todo lo que cada uno considere necesario, o restar lo que no le suene bien. “Soy tú y estoy aquí para explicarte lo que te pasó… soy tú y estoy aquí para protegerte… soy tú y estoy aquí para amarte… soy tú y estoy aquí para agradecerte… soy tú y estoy aquí para decirte que lograste sobrevivir, que gracias a ti hemos llegado a donde estamos ahora…” Se trata de personalizar la experiencia de cada uno con lo que le pasó en su caso concreto; sobre todo se trata de des-culpabilizarla y de explicarle que ella fue una víctima de lo que le sucedió y en ningún modo fue culpable; hay que explicarle que lo que pasó hay que asumirlo y después dejarlo que se diluya, que no es necesario que siga en ese sufrimiento, que tiene derecho a la felicidad, a sonreír y reír, y a jugar todo lo que no pudo jugar –y se le puede invitar a jugar juntos, y si lo acepta hay que hacerlo-. Hay que escuchar siempre todo lo que quiera decir, sin interrumpir. La información que dé será valiosísima, y no hay que discutir con ella, sino tratar de explicar lo que pasó desde otro punto distinto al suyo: No hay que olvidar que es una niña y mantiene la forma de pensar de una niña, y por eso está estancada en su dolor, porque no puede racionalizarlo por sí misma como una adulta. Conviene preguntarle de vez en cuando “¿Qué puedo hacer por ti?”, y consolarla cada vez que lo necesite, o acunarla, o darle mimos y caricias. Y mientras más veces se le diga cuánto se le ama -si se hace de un modo que ella entienda que es natural-, más fácil será el acercamiento y la intimidad. Y es conveniente, cuando se vea que es el momento de finalizar, hacerlo sin pretender alargarlo en el caso de que la niña se sienta incómoda, pero sin cortarlo mientras ella se sienta a gusto. La despedida ha de ser lo más cariñosa posible, lo más amorosa, diciendo todo lo que salga del corazón y se le quiera decir, mirándola a los ojos y prometiendo volver en otra ocasión, pero ofreciéndole la posibilidad de que ella se presente cada vez que quiera y del modo que quiera. Un fuerte abrazo es una buena despedida. Después de eso, conviene retomar el contacto con el propio cuerpo y con la vida, y poco a poco salir de la relajación. Si el encuentro ha ido bien es bueno quedarse con las sensaciones que se han tenido hasta que se diluyan por sí mismas, y es buena idea anotar todo lo que ha sucedido. Este ejercicio se puede repetir cuantas veces se quiera, porque es muy posible que en cada nueva ocasión la niña nos aporte más información y, sin duda, el vínculo con ella se irá afianzando y reforzando. EPÍLOGO “La niña interior” puede ser otra forma de llamar al inconsciente, pero parece que resulta mucho más cómodo y fácil de entenderlo y visualizarlo de este modo. Antonio Blay sugiere que, cuando se contacte con la niña, hay que hablarle con calma, sinceridad, y claridad, para que entienda algo que es nuevo para ella. Hay que repetirle -con convencimiento para trasmitirle ese convencimiento- “eres un foco de amor y felicidad”. Sugiere situarse en el estadio infantil y decirle: “no eres esa niña tal como crees ser, en realidad eres energía, inteligencia, y amor felicidad”. Y esto conviene repetirlo muchas veces, evocando lo que es cada cosa, sintiendo lo que es cada cosa para trasmitírselo también. Recomienda hacerlo primero de un modo general, sin necesidad de visualizar o rememorar un momento conflictivo concreto, sino hacerlo incluso aunque no haya problemas. Luego ya se puede repetir esto en un caso concreto de la infancia, diciéndolo siempre a media voz, no en silencio. Se trata de reeducar la mente infantil, por lo que habrá que hacerlo una y otra vez. Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
NO TE TOMES TU VIDA COMO ALGO PERSONAL
buscandome replied to buscandome's topic in Vida, Familia, Salud y Conciencia
Gracias por tu aportación. Saludos. -
NO TE TOMES TU VIDA COMO ALGO PERSONAL En mi opinión, la relación que cada uno tiene consigo mismo es uno de esos asuntos que siempre se pueden mejorar. No sabemos hacerlo del todo bien. Y no sabemos porque nadie se ha ocupado de enseñarnos cómo relacionarnos con nosotros mismos, que es algo en lo que llevamos toda la vida y lo seguiremos haciendo hasta el último día. Tantos años cada uno consigo mismo, y aún seguimos siendo –en muchos aspectos- unos grandes desconocidos. Hay tantas facetas propias que no se nos ha ocurrido mirar con atención… y tantas otras que preferimos no remover y quedarnos con la duda porque las imaginamos peor de lo que posiblemente sean… y hay tantas preguntas sin respuestas… y tantos miedos que hemos acogido y no soltamos… y tantos y tan innecesarios apegos inútiles… Hay mucho por descubrir de este que somos, y hay mucho por mejorar en el trato y en el cuidado, y tenemos mucho desconocimiento propio y no le sacamos de sus dudas. Así que, de lo expuesto, resulta que no sabemos relacionarnos bien con nosotros mismos. Ni con la vida. A veces somos unos irresponsables con la vida –y con nosotros- y no prestamos la atención requerida imprescindible –convirtiéndonos en grandes insensatos-, y otras veces nos tomamos la vida como algo excesivamente serio, grave y gravoso, dramático, fuente de sufrimientos, y la encaramos mal desde lo temeroso. Hay una frase cuya comprensión exacta, haciéndolo con el corazón y el sentir en vez de con el intelecto, nos permitiría tomarnos la vida –y a nosotros mismos- de un modo menos dramático, más cómodo, más feliz. “No te tomes tu vida como algo personal”. Sí, ya sé que aparenta ser un contrasentido o una imposibilidad. ¿Qué hay que sea más personal que la propia vida? Nuestra vida, a veces, nos da miedo. En el fondo casi todos estamos un poco temblorosos ante lo próximo que nos pueda venir, porque estamos preparados para resolver ciertos asuntos, pero hay muchos otros que no sabemos cómo afrontar, y casi siempre que en una decisión nos jugamos una parte de nuestro futuro, el bienestar, los sentimientos, la economía, o cualquier otra cosa que puede afectar directamente a nuestra estabilidad personal o emocional… entonces es cuando nos surgen las dudas desde todos los sitios. Y el miedo. Si aprendemos a des-identificarnos, a ser capaces de vernos como algo ajeno, eso nos reducirá el nivel de estrés; las mismas cosas que nos hacen inquietarnos cuando nos afectan directamente, si somos capaces de des-identificarnos de nosotros mismos dejarán de someternos a esa presión que sentimos, y el hecho de lograr esto nos va a aportar una objetividad de la que carecemos cuando nos ensimismamos en nuestros problemas. La tensión o la inquietud o la preocupación o las dudas nos llevan al extremo desde el cual las cosas no se ven con ecuanimidad; nos llevan al lado donde están los nervios y donde las inseguridades se acrecientan por momentos, los microbios parecen monstruos, y la vida es un enemigo que la ha tomado con nosotros personalmente. En ese extremo carecemos de imparcialidad. No tomarse la vida como algo personal –que no quiere decir tomársela insensatamente- produce distensión, una cierta tranquilidad, y ese relajo ayuda a ver con serenidad y moderación lo que pasa a nuestro alrededor, lo que nos inquieta, lo que necesita una solución… y cuál es esa solución. Es conveniente convertirse de continuo en ese Yo Observador que se da cuenta de las cosas sin juzgarlas y sin verse afectado por los descubrimientos; es interesante transformarse en ese notario inafectado que toma nota de los hechos y los testifica sin verse por ello involucrado en los hechos. De ese modo uno podrá tener mejor “control” sobre sí mismo, conocerse realmente sin prejuicios, comprobar y comprender las cosas tal como son, y descargarse de la pesada tarea en que se convierte a veces esto de vivir cuando uno se toma la vida como un drama y no como una celebración. Recuerda: hay que des-dramatizar la vida. “No te tomes tu vida como algo personal”. Es una buena idea que lleves esta frase a tu corazón y la dejes expandirse allí. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
NO HAY QUE CONFUNDIR LA VERDAD CON LA OPINIÓN En mi opinión, tendemos a confundir “la verdad” –y no decimos “nuestra verdad”, sino “la verdad” como si fuese la gran e indiscutible e infalible verdad- con lo que puede que sea solamente una opinión o una apreciación, con todas las posibilidades que eso conlleva de que puede ser un error también. En ocasiones nos ponemos demasiado tajantes con nuestras ideas, de modo que las afirmamos como indiscutibles, categóricas, concluyentes… como si nuestras ideas -convertidas en irrefutables verdades-, fuesen la única fanática realidad y todas las demás estuviesen equivocadas. Parece que sólo existiesen las opciones A y B. Y por supuesto que la nuestras es A, la buena, y B es la del otro. Esta creencia es errónea, porque generalmente las cosas tienen un porcentaje de A y otro de B. Cada uno ve más destacado el porcentaje de su creencia, tendiendo a menospreciar o despreciar directamente la creencia del otro, y se considera en posesión de la razón, que llega a defender con gran ahínco. A veces, con excesivo y violento ahínco, y de ahí vienen muchas de las grandes discusiones que acaban mal, viene la pérdida de amistades, la hostilidad manifiesta contra alguien, el enfrentamiento verbal o físico, el vacío que se genera en el círculo de relaciones, o el alejamiento físico de quien no opina igual. En ocasiones, la defensa de “la verdad” –que, insisto, puede que sólo sea una opinión- se basa en un punto de vista que no es objetivo sino parcial, o se basa en unas premisas que pueden estar equivocas o carentes de toda la información. Ahí está el origen de muchos de los fanatismos. El ego está atento a manifestarse en estos casos, porque no consiente que alguien ponga en duda su criterio, y salta enojado y guerrero contra cualquiera que se atreva a contradecirle. La palabra “discutir” tiene tendencia a ser y estar mal interpretada. Su significado es muy claro: “Dicho de dos o más personas, EXAMINAR atenta y particularmente una materia”, “Contender y ALEGAR razones contra el parecer de alguien”. En cambio hay una tendencia a convertir una discusión en una algarabía de gritos innecesarios, no aportar elementos suficientes para justificar el concepto personal –salvo el tono de voz más elevado- y dedicarse como argumento a descalificar al otro, llegar al menosprecio o al insulto, humillar, lastimar, la ofensa, la burla, el desprecio… Cada persona tiene derecho a manifestar y defender su punto de vista, y tiene la obligación de respetar lo que exponga el otro, aunque no esté de acuerdo con ello. En esto se han de basar las relaciones, los diálogos –que no tienen por qué ser acabar siempre en desencuentros- han de ser exposiciones de ideas, y está muy bien que cada uno diga aquello en lo que crea, pero no está tan bien pretender inculcar la idea propia en el otro y que la coloque en el lugar de la suya. El respeto es primordial. Es posible que sólo haya una verdad en algunos casos, la Gran Verdad, pero es más posible que la verdad sea solamente una apreciación de un asunto visto desde una mente condicionada, desde los prejuicios, desde los apasionamientos alterados, desde las obstinadas intransigencias… y que cualquiera de estos modos no contengan la objetividad suficiente y necesaria. Es más posible que haya tantas verdades como personas. A fin de cuentas, una de las acepciones que tiene el diccionario sobre la palabra “verdad”, apunta que es “la conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa”. Aunque, y esto hay que tenerlo claro o por lo menos dejar un espacio para permitirse cuestionarlo, los sentimientos o los pensamientos en los que uno basa “su verdad”, pueden estar muy equivocados, en cuyo caso “su verdad” no tiene una base de criterio fiable, y es solamente una verdad parcial o media verdad. La recomendación más lógica en estos casos es la de permitirse la posibilidad de admitir que la verdad propia no sea nada más que una opinión desviada o tendenciosa, o que esté falta de todos los elementos necesarios para emitir un juicio, o que ciertos condicionamientos personales afecten a la capacidad de pensar con criterios justos. Es muy noble y honrado permitir el cuestionamiento de las propias verdades, y puede llegar a ser muy provechoso permitirse escuchar las verdades ajenas. No hay que olvidar que aquello a lo que llamamos verdad puede que no sea más que la terquedad en una idea. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
TODOS SOMOS AUTODESTRUCTIVOS En mi opinión, nos hemos acostumbrado de tal modo a ser “como somos” –en realidad, como creemos que somos-, a aceptar –y es inexplicable que se acepte así- que algunas cosas no tienen remedio y hay que admitirlas como vengan –aunque con una rabiosa pataleta más o menos evidente-, y a sufrir basándonos en el argumento de que el sufrimiento forma parte de la vida, que no hacemos nada, o casi nada, para evitar una parte del drama en nuestras vidas y lo que hacemos generalmente es soportarlo como podemos, esperar que se resuelva solo o que se disuelva el dolor recibido, protestar un poco -pero poco-… y nada más. Si fuésemos más conscientes de que somos nosotros mismos quienes nos proporcionamos la mayoría de nuestros sufrimientos, de que somos en demasiadas ocasiones nuestros más impecables e implacables enemigos, y que las cosas se resuelven afrontándolas y no parapetándonos donde menos nos pueda afectar, dejaríamos de colaborar con lo ajeno en nuestra propia destrucción. Una de las fuentes de sufrimiento proviene de etiquetar mal algunas de las cosas que nos suceden, y ponerles adjetivos y definiciones descalificativas que ya van cargadas de sufrimientos por la simple pronunciación y sólo por pensar en ello, y usamos inadecuadamente palabras y sentimientos como “mal”, “malo”, “doloroso”, “mierda”, “dificultoso”, “grave”, “triste”, “sufrido”… el repertorio es demasiado largo. Las cosas son lo que son, sin adjetivos ni definiciones y cuando le añadimos algo a esa cosa la estamos agravando o la estamos aligerando de su efecto. Cuando uno siente pena por sí mismo está empeorando su estado, lo está magnificando, lo está cargando de drama, lo está agravando. Está bien sentir comprensión hacia lo que pasa, porque eso no lleva aparejado obligatoriamente ningún sentimiento desagradable. Cuando uno se culpabiliza por algo de lo que ha hecho con eso no contribuye a solucionarlo, sino que empeora el estado en que se encuentra. Con ese meter el dedo más en la llaga, no se cura. Uno empeora su relación consigo mismo, rebaja directamente su autoestima, y agranda la distancia con su centro y su bienestar. Y, repito: no soluciona nada. Cuando uno permite que su pasado –sea el que sea- interfiera en el presente, agriándolo, desvalorizándolo, logrando que uno se pase más tiempo en la rabia o el arrepentimiento que en vivir el presente con la dedicación que merece, con el estado de ánimo equilibrado que requiere la vida, está atentando contra sí mismo y contra su vida. Cuando uno no se pone a salvo de lo que le causa malestar, dolor, o preocupación innecesaria, y se regodea en dar vueltas a la misma situación como si fuese un castigo del que no puede escapar, y se martiriza con reproches cargados de ponzoña, y se menosprecia o desprecia por actos que pertenecen al pasado, está cometiendo el pecado inaceptable de agredir a una persona indefensa. Cuando uno se permite inmovilizarse en la ansiedad, cuando no escapa de esos estados de zozobra en los que sufre sin querer soltar el motivo de su sufrimiento, espanta la serenidad, se estanca en la intranquilidad y se queda en una agitación mental agresiva y paralizante, está amenazando su estabilidad, está quebrantando su armonía, su derecho a la paz y la felicidad, su dignidad. Cuando uno es sufridor innecesariamente, o se amarga la vida sin necesidad, se castiga, se desatiende, se priva intencionadamente de cosas agradables y de paz, o cuando se repudia directamente y crea una gran distancia entre él y él mismo, está perpetrando un delito de una gravedad imperdonable. La falta de Amor Propio Incondicional, de desear incansablemente el bien y lo mejor, de un auto-cuidado exquisito, del convencimiento interno de que uno se merece su propio respeto y atención pase lo que pase, haga lo que haga, son claras muestras de autodestrucción. Lo que se necesita para comportarse con uno mismo del modo adecuado es exactamente lo contrario: darse la prioridad y preponderancia que uno se merece en todos las circunstancias, aceptar que uno no es perfecto y se ha equivocado muchas veces y lo seguirá haciendo, des-dramatizar la vida y relativizar las cosas quitándole drama –que no importancia- a las cosas, cuidar con exquisitez a ese Ser Humano que cada uno es. Amarse. El Amor Propio. Eso es lo adecuado, y no ser autodestructivo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
NO CAMBIES, NO TE CONVIERTAS EN ALGUIEN IDEAL En mi opinión, ese propósito de cambiar que todos nos hemos planteado en más de una ocasión, si no está muy bien encaminado y no se tiene claro qué y cómo y por qué se va a cambiar, nos puede llevar a incurrir en un error importante. Cuando hacemos ese propósito es porque hemos descubierto algún aspecto nuestro que no nos gusta, o porque hemos visto en otros algo que nos gustaría adoptar y ponerlo en el lugar de lo que nosotros tenemos. Sabemos que las personas no estamos del todo satisfechas con respecto a cómo somos, actuamos, pensamos, decidimos… así que no podemos evitar pensar que si hiciésemos ciertos cambios podríamos acercarnos más al ideal de perfección. Lo ideal –según dice el diccionario- es algo que no existe sino en el pensamiento, algo que se acopla perfectamente a una forma o arquetipo, que es excelente o perfecto en su línea. A la vista de esto, conviene tener mucho cuidado con ese Yo Ideal al que aspiramos, que aparenta ser símbolo de la perfección, dechado de virtudes y excelencias, engañoso e irreal exponente del esplendor y la magnificencia. El riesgo que conlleva hacerlo es grave. Cuando se pretende ese cambio en realidad en lo que se está pensando es en cambiar el modelo o el personaje que estamos viviendo en este momento por otro que parece mejor, pero… eso en realidad es cambiar un personaje por otro, poner otro modelo en el modelo que estamos usando en este momento. No es ser uno mismo. El modelo o personaje que estamos manifestando en este momento no somos nosotros –y esto es imprescindible tenerlo claro-, así que antes de ponerse a crear otro nuevo y distinto, conviene descubrir cuánto de nosotros hay realmente en el que estamos mostrando Porque si el cambio hacia ese Yo Ideal lo estamos haciendo sobre el Yo Idea –la idea que nos hemos formado de nosotros de quiénes somos en función de lo que los otros nos han dicho acerca de nosotros-, seguimos fomentando vivir como quienes no somos. Es imprescindible averiguar la respuesta a “¿Quién soy yo?”, descubrir al real, conocerle/conocernos, comenzar –por fin- a relacionarnos con nuestra realidad –sea la que sea-. Realizarnos. La expresión natural y real de quienes somos verdaderamente es lo más cercano a nuestra perfección –y no a la perfección según un modelo ajeno-. Se impone como tarea obligatoria deshacernos del personaje, del modelo impuesto, de todo lo falso que nos ha podido servir hasta ahora pero que atenta contra nuestra naturaleza, y de las ideas o mandatos que usamos aunque no sean nuestros; se impone quitarnos todo aquello que nos oprime, ese actor que usurpa nuestra esencia y particularidad, ese impostor que representa que somos nosotros. Y una vez que lleguemos al que de verdad somos, y nos deshagamos del resto, entonces es cuando podemos comenzar la tarea de cambiar, que no sería cambiar sino empezar a ser, de verdad, uno mismo. Todos los seres humanos tenemos en nuestra esencia nada más que virtudes y cualidades, y la mayoría de ellas no las hemos desarrollado hasta su máxima capacidad. Desarrollar toda nuestra generosidad no dejaría espacio para el egoísmo, y desarrollar toda nuestra humildad no dejaría espacio para el orgullo. Así que –en mi opinión- no se trata de hacer cambios, sino que se trata de conocer quién es uno, y que sea ese uno quien vaya evolucionando en el propio encuentro con su perfeccionamiento consciente, o por lo menos acercándose lo máximo posible a él. NO CAMBIES. SIMPLEMENTE, SÉ TÚ MISMO. Pero tú de verdad. Afronta la duda y pregúntate “¿Quién soy yo?”, o “¿Quién NO soy yo en este personaje que estoy representando?”. SÉ REALMENTE TÚ MISMO. ESE ES EL GRAN CAMBIO. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias. Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
ESTAMOS LLENOS DE INSATISFACCIONES En mi opinión, hay demasiadas personas que se aferran a las insatisfacciones y permiten que les obnubilen de tal modo que no son capaces de darse cuenta de que no tienen la importancia tan grande, y en la mayoría de los casos artificial, que les adjudican. Esas mismas personas tienen tendencia a magnificar las cosas que les pasan, o las que no les llegan a pasar, y todo lo que no salga tal como desean es un atentado directo a su integridad personal y emocional, que se ven resentidas con la misma intensidad que si les pasara un ciclón por encima. La vida no es perfecta y en la vida no pasan las cosas como cada uno desea, y esto hay que asumirlo sin frustración, sin pataleta, sin sentirse víctima de los hados o del destino. Es así. Y mientras antes se acepte, menos sufrimiento habrá que padecer. La mayoría de las insatisfacciones son berrinches infantiles del ego, que no ve satisfechas sus demandas, sus ilusiones. Y conviene recordar que las ilusiones son conceptos sin una base firme de realidad; son solamente sugerencias de una imaginación sin consciencia de las dificultades o las imposibilidades, son esperanzas que parecen atractivas, pero les damos un tratamiento de cosas que se han de cumplir… ¡sólo porque la hemos imaginado! Es una auténtica –y trágica- inconsciencia confiar en que por haber deseado una cosa, ésta se vaya a materializar. Y es una absurdez darle categoría de autenticidad a algo que solo tiene lugar en el pensamiento. El deseo ha de estar acompañado por la energía, la voluntad, la constancia, el trabajo… Es una actitud con mucha infantilidad la de pedir lo que se desea con la misma inocencia –y con el mismo esfuerzo nulo- que se le pide algo a los Reyes Magos. La vida es algo más serio que creer en que algo ajeno va a venir a resolver los problemas principales, las necesidades importantes; es una equivocación de consecuencias graves la de dejarla inconscientemente en manos del azar o del destino o de la casualidad, o confiar en que son los hados y los ángeles los que harán la tarea que cada uno ha de realizar por y para sí mismo. No es lícito ansiar algo, quedarse quieto esperando que todo confabule en favor propio para que le sea concedido, y en el caso –más que probable- de que no se cumpla, rendirse a una pataleta furiosa, o a una frustración que no debería llegar a producirse. El hecho de esforzarse por lograr algo, y alcanzarlo, tiene un doble premio: el haberlo conseguido y el aumento correspondiente en la autoestima. A lo largo de la vida nos llegarán satisfacciones provocadas por personas o sucesos ajenos a nosotros, y han de ser muy bien venidas y agradecidas, pero la práctica totalidad de las cosas que queremos nos las tenemos que procurar por nosotros mismos, con esfuerzo, con dedicación e insistencia, con pasión y sin desánimo. Es preferible ser muy selectivo a la hora de poner el cumplimiento de nuestras satisfacciones en algo ajeno –no podemos responsabilizarnos por lo que hagan o no los otros-, y también hay que vigilar que no las dejemos en manos de las utopías porque, como ya sabemos, tienen mayor tendencia a no cumplirse. Y es conveniente valorar el impacto que las insatisfacciones nos producen. Aunque se trata de sentimientos, que son difíciles –pero no imposibles- de controlar, por el propio bien es mejor no darles una importancia excesiva. Es mejor que nos pongamos a salvo de su nefasto efecto. Cuidarnos es una tarea primordial, y evitarnos los sufrimientos e insatisfacciones innecesarios, también. Es bueno des-dramatizar la vida y no permitir que las insatisfacciones nos alteren y amarguen la existencia. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias. Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
-
¿MEREZCO TAMBIÉN LO BUENO O SÓLO LO MALO? En mi opinión, hay un asunto al que no se le presta la atención que requiere, y es realmente importante: el merecimiento. En muchas ocasiones, y en muchos asuntos, estamos cerrados a que nos sucedan cosas buenas porque tenemos enquistada en alguna parte de los sentimientos, o de la autoestima, o de la memoria confusa, una convicción de origen indeterminado y desconocido, por la que uno se considera digno de la hecatombes y las desgracias, de las zancadillas y los tormentos, pero no se considera digno de que le ocurran las cosas buenas. En unos casos son sentimientos de culpa reales, o de una culpabilidad incierta y mal etiquetada que le han adjudicado nuestros educadores a alguno de nuestros actos infantiles, y como nos han hecho creer que por ello “somos malos”, y nos han inculcado que todo acto malo conlleva aparejado un castigo, sin darnos cuenta aceptamos que seguimos mereciendo castigos eternamente por cualquier nimiedad que hicimos en nuestra infancia. “Mereces todo lo malo que te pase”, nos decían con estas u otras palabras –y otros silencios y desatenciones, que son igual de dañinos-, y nos lo creímos. Los niños –hasta alcanzar la edad en que pueden usar el raciocinio- no se cuestionan nada y se creen todo lo que les dicen los adultos. No lo cuestionan. Los adultos son los que saben. Si les dicen que son malos, o torpes, o unos inútiles, o que serán unos desgraciados, o que no merecen nada bueno… se lo creerán y actuarán como si realmente fuese tal como les dicen. Y, aunque vaya en su propia contra, así se comportarán. En otros casos, es porque alguien o algo les saca de la creencia en el derecho esencial que cada uno tiene a ser una persona digna, y se siente marginado hacia el lado de los que han venido a este mundo a sufrir, de los que tienen vetada la felicidad y el bienestar, y caen sumisos y rendidos en esta creencia autodestructiva de la que no tratan de evadirse, como perrillos que han sido tan apaleados que ya ni siquiera intentan ponerse a salvo porque lo dan todo por perdido. Es interesante rebuscar en el inconsciente para ver quién plantó este convencimiento de no ser merecedor de cosas agradables, porque mientras no se erradique de la mente inconsciente esa creencia firme, ese mandato que aparenta ser indiscutible e invencible, uno no se sentirá con ese derecho fundamental del merecimiento por derecho propio a lo bueno, y no se opondrá a todo aquello que se empeñe en desbaratar esa atribución de la que disponemos por el hecho natural de haber nacido como Seres Humanos. No hay nadie en el mundo que tenga autoridad para arrebatarnos ese derecho, que ha de ser irrenunciable, por el cual somos -por naturaleza- seres llenos de dones y cualidades, con los mismos derechos que cualquiera de las otras personas, con la potestad íntegra de tener las mismas oportunidades que los otros. La dignidad es un derecho fundamental e irrenunciable. Y es algo a defender con garras y dientes ante cualquiera que pretenda menoscabarla. Uno ha de poner a salvo, a cualquier precio, su dignidad y su derecho a merecer lo bueno. Y para eso uno tiene que tener todos los permisos propios concedidos y nada que se oponga a que así sea. Para conocer tu situación, te sugiero que te hagas preguntas. Muchas y sin miedo. Y que indagues con atención en la búsqueda de las respuestas. Estas son algunas -como sugerencia-, pero eres tú quien tiene que personalizarlas teniendo en cuenta lo que a ti te afecta, o lo que tú supones que son tus trabas, o dónde crees que se encuentra el origen. ¿Tengo mi permiso para existir? ¿Y para triunfar? ¿Y para sentir? ¿Y para ser yo mismo? ¿Merezco la vida? ¿Merezco la felicidad? ¿Merezco lo bueno? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
VIVIR A CONCIENCIA Y CON CONSCIENCIA En mi opinión, la grandiosidad de la vida se incrementa cuando se vive a conciencia y con consciencia, porque cualquier otro modo de vivir, como el de pasar de puntillas por la propia vida y evitando salpicarse, es una malversación del bien más preciado que tenemos: eso a lo que llamamos VIDA pero que es mucho más que una palabra. Desatender la vida, desoírla, dejarla que se escape sin llenarla, es un despropósito y un error irreparable, ya que la vida es IRREPETIBLE e IRRECUPERABLE. Podemos comprar otro televisor u otra lata de refrescos, pero no podemos comprar –a ningún precio- otra vida; ni siquiera podemos sobornar a alguien que nos pueda devolver los segundos malgastados, todo aquello que dejamos sin llenar, la mirada que no supo ver, el sentimiento que acallamos, las palabras que no dijimos o las que dijimos mal. Es lo que tiene esto de vivir, que no te da una segunda oportunidad, que no puedes darle al rebobinado ni volver atrás para colorearla. TODO AQUELLO QUE NO SEA UNA SATISFACCIÓN SE PUEDE CONVERTIR EN UN ARREPENTIMIENTO. Por eso es necesario repetirse lo que uno quiere hacer con su vida, hasta que todo dentro de uno, incluidos los habitantes de la mente y nuestro inconsciente, se den cuenta de la rotundidad incuestionable de esta realidad, y asuman definitivamente la decisión -que ha de ser contundente- de tomar el gobierno de la propia vida y no seguir en la dejadez –cómoda pero doliente al mismo tiempo- de permitir que la vida vaya por donde quiera mirándola desde el papel de víctima prisionera que no puede hacer nada por evitarlo. La atención es primordial en esta noble tarea de VIVIR, y hacerlo bien requiere ojo y escucha, darse y apreciar, ponerle ímpetu e intensidad, ser apasionado y también reflexivo. El esfuerzo y el valor son cualidades precisas, porque el desánimo se puede presentar a deshora y sin dar aviso, porque la apatía es sibilina y se presenta por la espalda, y porque llevamos dentro alguien que se encuentra cómodo en esa postura de quedarse quieto y quejándose en vez de atreverse con la dedicación plena que requiere la vida para convertirse en LA VIDA. Hay muchos modos de dejar que se gaste el tiempo, pero sólo uno con fuerza suficiente para dotar de VIDA a la vida: VIVIR A CONCIENCIA Y CON CONSCIENCIA. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
SÓLO BUSCAMOS FELICIDAD O PLACER En mi opinión, los pasos que damos en la vida, las cosas que hacemos, y el destino al que se encaminan nuestros pensamientos, siempre están orientados hacia la felicidad o, cuanto menos, hacia el placer. Si buscamos el amor, la amistad, un trabajo, viajar, comodidades, o futuro, es con la intención -soterrada o clara- de que eso nos va a proporcionar bienestar, mejoría, satisfacción, alegría… o felicidad. Hay que reconocerlo y aceptarlo: lo hacemos desde el nacimiento, es algo intrínseco, o genético, que forma parte del camino o del impulso vital. Lo que pasa es que esto sucede bastante “en secreto”. Generalmente no somos conscientes de cuál es el fondo último que se esconde en cada decisión, la auténtica realidad que hay tras cada esfuerzo, lo que nos empuja en una dirección. Y ya que está incluido en nuestra naturaleza, ya que parece que forma parte esencial de nuestro itinerario en esta vida, que es parte del fin real y definitivo, sería muy conveniente dedicarle la atención y dedicación que merece, y sería conveniente fomentar todos los actos placenteros encaminados a gozar con más asiduidad de la felicidad y todos sus sucedáneos o sinónimos. Aunque no nos demos cuenta de ello, y por lo tanto no le saquemos todo el partido posible, buscamos el bienestar y la prosperidad, demandamos la comodidad y la salud, deseamos la tranquilidad y la placidez, ansiamos la seguridad y la despreocupación, evitamos los problemas y sufrimientos, ambicionamos satisfacciones y alegrías, nos gusta vernos contentos y encantados, nos atraen el optimismo y la euforia. El mundo y la vida pueden ser –lo son- fuentes de deleites. Los cinco sentidos que tenemos a nuestra disposición son surtidores de sensualidad y gozos. La sonrisa es un termómetro de nuestro estado interior. No hay que negarlo y hay que colaborar en la búsqueda de ese placer, y es bueno aportarnos cualquier cosa que nos ayude a sentirlo y vivirlo así. Cuidarse es un buen principio para ello. Y atender las demandas internas, de cualquier tipo, es positivo. O escucharse los sentimientos y las emociones, y darse el lujo de vivir con intensidad todo aquello que pueda llenarnos de gusto, de delicia, de gozo. Somos lo más importante para nosotros. Esto hay que reconocerlo, y no permitir que una falsa modestia intervenga para desmerecernos. Somos el sentido inicial de nuestra estancia en esta vida, somos nuestro presente y nuestro destino. Somos merecedores de conocer y vivir todas las cosas satisfactorias que sea posible, y todo aquello que nos provoque éxtasis o promueva estados de bonanza. Y en este asunto conviene ser insaciable y entenderlo como que todo es poco. No hay que avergonzarse de buscar la felicidad o el placer. Es más una obligación que un pecado. Existen para disfrutarlos. Hay que ser generoso con uno mismo en este aspecto. Insaciable. Y sin remordimientos. Repito y resumo: Todo lo que hacemos, si lo miramos objetivamente y buscamos el fin último, está orientado en este sentido. La felicidad y el placer y todos sus sinónimos son necesarios y excelentes. Todos, por el hecho de estar en la vida tenemos el derecho indiscutible a ser felices. Y darnos esa felicidad es una responsabilidad propia que no se ha de delegar en otras personas o en las circunstancias. Si uno es capaz de aceptar todo esto con el corazón abierto y la mente a favor… adelante: ¡¡A ser Feliz!! Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
-
TENEMOS MÁS PREGUNTAS QUE RESPUESTAS Ten paciencia con todo aquello que no se ha resuelto en tu corazón e intenta amar las preguntas por sí mismas, como si fueran habitaciones cerradas, o libros escritos en una lengua extranjera. No busques ahora las respuestas que no estés preparado para vivir. Pues la clave es vivirlo todo. Vive las preguntas ahora. Tal vez las encuentres, gradualmente, sin notarlas, y algún día lejano llegues a las respuestas. (Rainer María Rilke) En mi opinión, eso de que cada pregunta pueda tener mil respuestas distintas –aunque sólo una de ellas parezca ser la atinada- nos crea unos conflictos que nos llevan del sufrimiento a la desesperación, y de la duda a la inacción. Esto es así y hay que estar preparados para ello. Nos preparan para responder cuando nos preguntan cuántas son dos más dos, o cuál es la capital de Italia, pero cuando llegamos a preguntas o situaciones para las que no estamos preparados –porque no nos han preparado, que no es sólo culpa nuestra…- entonces, la falta de claridad nos puede llegar a desbordar y condenarnos a no tomar ninguna respuesta como buena, ninguna duda como satisfecha, y quedarnos atascados sin poder avanzar. Nos hemos “equivocado” anteriormente en algunas respuestas o decisiones, y hemos comprobado que las consecuencias siempre son auto-agresivas; siempre nos hacemos pagar –y caros- los “errores”. Y pongo las comillas porque no siempre los “errores” son errores. A pesar de ello, es conveniente hacerse las preguntas y es preferible no sentirse consternado ante la falta de una respuesta inmediata. ¡Quién sabe si dentro de nosotros tenemos miles de respuestas esperando que aparezcan sus preguntas! Me gusta creer –porque sólo es una creencia- que el hecho de tener la valentía de hacerse las preguntas pone en marcha un mecanismo que está atento a buscarles sus correspondientes respuestas. Lo creo porque cada vez estoy más convencido de eso que supongo, y quiero creer que las preguntas siguen en el interior vivas, incansables, a veces desorientadas, pero buscando las pistas en cosas que le lleven a su destino. Es por eso por lo que, a veces, y cuando no pensamos ya en aquella pregunta -que parecía relegada al olvido- una palabra en boca de otra persona, una frase célebre -de esas que hay que celebrar que existan-, una ráfaga de lucidez, o un recuerdo que se activa aparentemente de un modo espontáneo, matrimonian pregunta y respuesta, y nosotros asistimos ilusionados al enlace. No hay que temer a las preguntas. Más temibles pueden ser las respuestas. Más temible es dejarlas en la intención pero sin darles permiso para que nazcan. Escuchar nuestras preguntas es escucharnos. Todos –promuevo que no hay que decir “todos” generalizando, pero voy a repetirlo en este caso: Todos- somos más sabios de lo que creemos, tenemos más respuestas de las que nos permitimos mostrar, somos más fiables de lo que sospechamos. Casi todos preferimos decir “no lo sé” antes que meternos en un proceso introspectivo a la búsqueda de nuestra verdad. O preferimos conformarnos con las respuestas ajenas, que el algún caso pueden coincidir con las propias, pero que en otras ocasiones son tan ajenas que en nuestro interior se rechazan como una trasfusión de sangre de otro grupo, que es incompatible aunque sea del mismo color que la nuestra. Preguntarnos es obligarnos a ser más inteligentes, a activar todo el conocimiento que tenemos oxidado en alguna parte, a confiar en nuestra propia ciencia y discernimiento. Así que… no temas hacerte preguntas, y vívelas como sugiere el poeta Rilke. Y, sí, relee de nuevo su poesía que es lo que has pensado ahora. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)