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SE NOS VA LA VIDA En mi opinión, una de las cosas más graves que hacemos en la vida, y con la vida, es desaprovecharla, o sea, perderla. Se nos va la vida. Imparablemente. Aún cuando no estamos pendientes de ella porque estamos desperdigados en otros asuntos. En mi opinión, una de las cosas más graves que hacemos en la vida, y con la vida, es malbaratarla. Se nos va la vida cuando la vivimos y también cuando no somos capaces de estar atentos a ella valorándola, aprovechándola, disfrutándola. En mi opinión, una de las cosas más graves que hacemos en la vida, y con la vida, es desperdiciarla. Es una injusticia para con nosotros mismos. Cada uno ha de decidir qué quiere hacer con su vida y tiene la obligación –por lo menos, ética y personalmente- de hacer de su vida algo que le produzca satisfacción en su conciencia. En mi opinión, una de las cosas más graves que hacemos en la vida, y con la vida, es derrocharla. Nuestra vida. La única vida. La limitada e improrrogable vida. En mi opinión, una de las cosas más graves que hacemos en la vida, y con la vida, es dejar que se vaya sin haberla vivido. Hay que descansar -sin duda-, hay que relajarse, son necesarios los momentos de no hacer, pero es conveniente que cuando NO HACEMOS sea porque hemos decidido atenta y conscientemente NO HACER. Con lo cual, estamos haciendo lo que deseamos: NADA. Pero no es lo mismo NO HACER NADA sin darnos cuenta que NO HACER NADA porque es lo que hemos decidido. En mi opinión, una de las cosas más graves que hacemos en la vida, y con la vida, es dejar que se vaya sin haber cogido todo lo que tenía para nosotros. La vida viene llena de regalos en forma de vida, y viene con los instrumentos para poder disfrutarlos. Por eso tenemos la vista, el olfato, el tacto, el oído y el gusto, y tenemos los sentimientos y las emociones, y tenemos la voz. En mi opinión, una de las cosas más graves que hacemos en la vida, y con la vida, es desaprovecharla. Tengo sesenta y tres años cuando escribo esto, así que parece que tengo ya un criterio atinado sobre esto de que se vaya pasando la vida. De lo que más me arrepiento es del tiempo que dejé marchar vacío. También me duele cuando compruebo cuánto tiempo desperdicié en hacer algo que no me aportó nada positivo y yo, a cambio, en mal cambio, entregué por ello una parte de mi vida. La vida pasa de todos modos y eso es imparable. Hagamos o no hagamos, queramos o no queramos, esto es así. La toma de consciencia de que es imparable es lo que ha de servirnos para decidir ya, y llevarlo a la práctica, cómo queremos vivirla. No se va a poder llenar toda entera de prodigios y maravillas, pero sí es posible tener una gran cantidad de momentos que nos aporten conciencia, felicidad, paz, amor, vida… Y eso depende, en gran medida, de ti. Yo ya he reflexionado. Ahora te toca a ti. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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SI YO TOMÉ UNA DECISIÓN, YO PUEDO TOMAR OTRA En mi opinión, algunas de las decisiones que hemos tomado a lo largo de nuestra vida –y sobre todo las que han producido un resultado insatisfactorio- nos mantienen aferrados al malestar que nos han producido impidiéndonos seguir con normalidad en este proceso de vivir, que es un continuo aprendizaje. No estamos en paz. No hay conformidad con el resultado de algunas de las decisiones que hemos ido tomando. Preferimos “no equivocarnos”, hacer las cosas “bien”, sentirnos orgullosos o satisfechos de todas nuestras acciones… pero eso no siempre es posible. Las tomas de decisiones implican, casi inevitablemente, la opción de no acertar. Cada uno de nosotros hemos tenido que tomar y hemos tomado decisiones. Nos hemos visto forzados a ello. Se presentaron dos o más opciones y había que seleccionar sólo una y descartar las otras. Si tomaste una decisión en algún momento de tu vida –salvo que sea una deuda o haya un documento firmado- no estás obligado a permanecer fiel a aquella decisión una vez que has comprobado que no es la adecuada. Si tomaste una decisión en algún momento, ahora puedes tomar otra distinta. Si aquella decisión hace que hoy no te sientas en paz, no estés satisfecho con ella, cámbiala. Toma otra que esté más de acuerdo con tu estado o tu evolución de este momento de tu vida. Ya sé que hay cosas imposibles de modificar, pero no te auto-engañes y ten claro que realmente algo es imposible antes de rendirte. Aún en este caso, siempre es posible comprender y comprenderse, entender los motivos que llevaron a aquella decisión. Conviene no hacerlo desde un sentimiento de culpabilidad por haber tenido ese “error”, porque el error no es de quien eres hoy, en este momento, sabiendo el resultado de aquella decisión. El que la tomó era otro –eras otro- y aquél actuó como creyó que era adecuado, como supo, como pudo, así que desde el que eres hoy no puedes juzgar ni acusar –ni siquiera tú mismo- a aquél. Es apropiado darse un abrazo antes de comenzar el proceso de reconciliación. Hay que contemplarse en el espejo –aunque sea simbólicamente- y mirarse a los ojos con amor, con comprensión, recordándose que uno es un eterno aprendiz y casi nunca el alumno más aventajado en esta tarea siempre nueva que es vivir. Tras esta premisa es cuando se puede empezar la tarea de tomar otra decisión distinta, esta vez más reposada y revisada, para tener más opciones de que sea más atinada… y tomarla desde la mejor intención, con la condición expresa aceptada de que si no sale como se desea no será motivo de otro enfrentamiento descarnado entre quien después observe el resultado y quien hoy toma la nueva decisión con la mejor voluntad. Hay que recordarlo continuamente: vivir es un oficio para el que no nos han preparado, y eso implica que podremos equivocarnos una y otra vez, y siempre la actitud tras cada decisión no óptima será la misma: acogerse sin condiciones, mirarse con cariño, con empatía, recoger los trozos de corazón roto, enjugar las lágrimas inevitables, y levantarse de la caída sin rabia aunque haya una cierta decepción. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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LOS NUEVOS MANDAMIENTOS SÉ TÚ MISMA Sé una persona de esas que tienen un claro conocimiento de quiénes son, que tienen criterios e ideas propias, que saben defender sus posturas con firmeza pero sin fanatismo ni testarudez, que son capaces de darse cuenta de sus errores, si los tienen, y no cambian de personalidad dependiendo de con quién estén. ADÁPTATE Siente que eres el otro cuando estés con el otro; renuévate, no te niegues la posibilidad de crecer y aprende a sobrevivir en cualquier circunstancia; cambia lo que veas que tienes que cambiar sin miedo. Lo nuevo puede ser enriquecedor. No te opongas frontalmente, sé astuta y adáptate sin renunciar a ti. TEN UN BUEN CONCEPTO DE TI MISMA Siéntete bien contigo, alégrate de los momentos en que puedes estar contigo a solas; valórate con justicia, revisa el concepto que tienes de ti y actualízalo; confía en tus capacidades, y aprende cuanto sea necesario para mejorar como persona; procura desarrollar tu inteligencia; valórate por lo que eres y no por lo que tienes. SÉ RESPONSABLE Responsabilízate de todos tus actos, de todos tus pensamientos, de tu vida. Ten una vida responsable que te pertenezca y que vaya por el camino que tú deseas que vaya. Sé responsable de tus estados de ánimo, de tu humor, de tu serenidad, de tus palabras, y de tus silencios. BÚSCATE Nunca termines el encuentro con la totalidad de ti misma; cada descubrimiento aporta una sensación de paz y de acercamiento a lo que intuyes como el conjunto perfecto, que anima a seguir a pesar de las dificultades que van apareciendo y de los momentos difíciles. APRENDE A DECIR “NO” No permitas que te roben tu tiempo ni tu energía los sinvergüenzas, los iracundos, los encolerizados, los negativos, los crueles, los agresivos, los inhumanos, los tiranos, los aprovechados, los falsos, los tóxicos, los que te menosprecian… ninguno de todos aquellos que te dejan una desagradable sensación cuando están a tu lado. SÉ TU MEJOR AMIGA Si consigues ser tu amiga, serás una buena amiga para los otros. Si tú te aceptas como eres, los otros te aceptarán. Sé comprensiva contigo, y perdónate todo aquello que tengas que perdonarte. Busca tu equilibrio, tu sinceridad, eso tan bello que guardas dentro de ti. Apréciate por cómo eres. Elimina esos pensamientos por los que te encuentras despreciable o poco interesante: eres un ser humano en proceso de perfeccionamiento. Y este es un buen motivo para amarte sin condiciones. CUÍDATE Nadie ha estado en todo instante a tu lado desde que naciste, ni nadie ocupará tu sitio el día de tu muerte, salvo tú. Sólo te tienes a ti aunque parezca que tienes alguien más. La responsabilidad de ti es tuya. Y de nadie más. Esto no sólo quiere decir que no tienes que encargarle a otro esta tarea, sino que es una maravilla que puedas ser tú, precisamente, quien te cuide, quien te mime, quien te aporte caricias y buenos deseos. Cárgate de optimismo y vitalidad, por si llegan momentos duros. No permitas que los otros te agredan, verbal o moralmente. Ten la suficiente fortaleza para no depender de ellos. Sólo tú seguirás contigo, pase lo que pase. VIVE EL INSTANTE Disfruta cada instante, cada momento, cada respiración, cada amanecer, cada música, cada emoción… la vida está llena de instantes, y los instantes cargados de sensaciones. No pierdas ni uno sólo de ellos. Estás aquí para vivir, y no para otra cosa. Disfruta. Sé alegre. Sé consciente. Encuentra la alegría en la vida y en lo cotidiano. Los instantes menos buenos vívelos también con plenitud: son tuyos, te pertenecen, aprende de ellos, o haz con ellos lo que creas conveniente, pero sé consciente de ellos. Los instantes son irrepetibles e irrecuperables, no lo olvides. SÉ AMABLE “Amable”, quiere decir “digno de ser amado”. Es una bellísima expresión. Sé amable. Pórtate de tal modo que puedas ser digna de ser amada. También es muy importante ser afable, educada, entrañable, próxima, cordial, y muy humana. Trata bien a la gente con la que tengas que tratar, sé buena persona, y sé sociable con las personas y cariñosa con los seres queridos. ACEPTA LO QUE ES Y LO QUE HAY El mundo no va a cambiar para ti, pero tú puedes cambiar la visión que tienes del mundo, y puedes aceptar las cosas que son y lo que hay. Son la realidad, aunque no te guste. Luchar contra ello es una batalla perdida de antemano. La utopía no pasa de ser utopía. Céntrate en las soluciones y no en lo que te parezcan problemas. Si no aceptas que estás despeinado, no te peinarás. Si no aceptas lo que es y lo que hay, no podrás cambiarlo. SÉ BUENA Que tu máxima aspiración sea ser una buena persona y una persona buena. El resto de cualidades quedan enmascaradas tras estas. Practica la bondad, potencia lo mejor de ti, sé correcta en tus acciones y justa en tus opiniones, estudia tu espiritualidad, interésate por los otros y por sus problemas. Haz el bien. SÉ FELIZ Que ese sea uno de los motivos esenciales e irrenunciables en tu vida. Que no falte felicidad. Es lo mejor que una puede hacer por sí misma y por los otros, porque la felicidad siempre es evidente y puede ser contagiosa. No hay una apetencia insana en ello, ni una ambición avariciosa, sino el cumplimiento del deseo del Creador. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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HAY QUE PRESTAR ATENCIÓN A “EL MOMENTO”. En mi opinión, nos pasa a todas las personas y en muchas ocasiones. Muchas más de las que nos podamos imaginar. Nos pasa que vivimos situaciones o circunstancias que son irrepetibles, que tienen “su” momento. Y que es entonces, y sólo entonces, cuando realmente es “El Momento”. Son momentos realmente importantes. Son los que aportan más milagro y maravilla a la vida, porque son especiales, porque no son los rutinarios, sino que llevan un encanto especial. Llevan algo que te hace parar en lo cotidiano de la vida y redescubrir la magia. Conviene estar muy atentos a cuando suceden, y no permitir, bajo ningún concepto, que se extingan sin vivirlos plenamente, con toda la intensidad, por ese regalo tan divino, humano, y emocional, que conllevan. Y a mí aún me pasa una y otra vez, aunque ya no tan a menudo: Que no siempre me doy cuenta. Me pasa que, en algunas ocasiones, me doy cuenta de “El Momento” cuando ya es tarde, cuando es irrecuperable. Ya he escrito en varias ocasiones que cuando doy una ayuda a un mendigo en la calle, me marcho corriendo del lugar –como si le hubiera robado en vez de darle- y cada vez pienso que quizás necesitaría, además del dinero, un poco de conversación, el calor de una sonrisa, o una mirada o una palabra de comprensión y aliento. Me ha vuelto a pasar, aunque esta vez sólo un poquito, en la India. Una niña de no más de ocho o nueve años, mendigaba –como miles de ellas- con un niño, de cuatro o cinco, cargado sobre su cadera. Me había propuesto en este viaje –por duras experiencias del anterior- no dar dinero a nadie, no dejarme alterar por el sufrimiento que se ve por las calles, por la miseria, por las caras de hambre, por las miradas teñidas de dolor, y confiar en la razón que te dan cuando llegas allí: “El país estaba así antes de que tú llegaras y seguirá igual cuando te marches. No vas a cambiar nada. Nada va a cambiar”. Pero esta niña, que mendigaba como muchas otras, exhibía una sonrisa que no encajaba con su situación: tan pequeña y mendigando, con ese presente y ese porvenir tan duros, con su hermano cargado durante todo el día… y sonreía. Le decía, una y otra vez, que no le iba a dar el “money, money”… que me pedía. Pero ella seguía sonriendo. Me perseguía. Yo sólo le ofrecía sonrisas y le repetía “no, no, no”… y ella sonreía. Tuve una clara percepción en ese instante de que estaba en “El Momento”, y me paré, me agaché y me puse a su altura, le sonreí nuevamente, le acaricié la mejilla, la barbilla, le transmití en silencio, pero con todas las palabras, lo que sentía hacia ella, lo inexplicable de su situación, lo que tendría que sufrir aún, cuánto me iba a acordar de ella, cuánto iba a pedir por ella… pero no podía hacer mucho más. Le di dinero, claro, pero ese dinero iría a manos de sus padres y ella sólo se podría quedar con la atención de aquel extranjero con el que no se entendía pero que le sonreía también, al que nunca volvería a ver, el que le acarició la mejilla sin importarle su suciedad, le habló con unas palabras que ella no entendía aunque su corazón sabía que eran buenas, que la abrazó simbólicamente -¡lástima no haberlo hecho físicamente!-, que la trató como persona y no se limitó a darle dinero para sobornar y acallar su propia conciencia cristiana, que la bendijo, que la sintió como una hija, que le decía “adiós” una y otra vez. Ella me siguió. Durante toda la visita turística apareció varias veces ante mí. Y yo le decía sonriendo: “¿pero otra vez tú?” Parecía como si entendiese la broma, porque volvía a sonreír. Ya no me pedía más, sólo se quedaba a mi lado para que la acariciara nuevamente. Cuando me monté en el autobús le dije definitivamente adiós, y la vi marchar. Me senté en el lado opuesto de la puerta por donde había entrado. Arrancó el autobús, despacio por el excesivo tráfico. Ya estaba añorándola, arrepintiéndome de no haberla abrazado, de no haberle prestado aún más atención, de no haber aprovechado del todo “El Momento”, cuando uno de los compañeros de viaje, gritó: “Mira, nos sigue tu amiga corriendo con el chiquillo en brazos, buscándote para despedirse de ti”. Me levanté, nervioso y emocionado, y vi lejana su sonrisa, y su mano diciendo adiós. ¿Tú prestas atención a El Momento? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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CÓMO RELACIONARTE BIEN CONTIGO En mi opinión, eso de convivir consigo mismo –que es algo que llevamos haciendo desde el nacimiento y lo haremos hasta el final- y además hacerlo bien, es algo que generalmente crea muchas dificultades. Pecamos de un exceso de auto-exigencia y carecemos de un poco más de tolerancia y comprensión. Esta relación nuestra se basa en una pretensión de perfección que no siempre es posible, porque no todo lo que sucede en nuestra vida depende de nosotros y por lo tanto no lo podemos controlar, y porque no somos perfectos. De esa velada o clara intolerancia hacia lo que en nosotros nos parece incorrecto, insuficiente, o reprochable, nacen la disconformidad, el reproche, la insatisfacción... o la enemistad. Un error, porque la relación con uno mismo ha de estar presidida, principalmente, por el amor propio: el amor a sí mismo. También son necesarios otros elementos: la paciencia, por ejemplo. Nos “equivocamos” una y otra vez, incluso en las misas cosas, pero a pesar de ello, y de la desesperación que eso nos provoca, hay que seguir y hay que seguir sin que ello deje un poso negro… y hay que seguir con energías renovadas cada vez. “Vivir es conciliar contradicciones”, y nosotros –cualquiera de nosotros- somos un buen ejemplo de contradicciones, de modificaciones continuas en algunas ideas, de firmezas que se tambalean, de puntos de vista que no permanecen estables…así somos. Y mejorar esto, y acercarnos a la perfección, es una brillante y loable idea que se ha de mantener indemne, y que a pesar de los altibajos y de las contradicciones ha de sobrevivir a cualquiera de nuestros estados alterables, porque el propósito está por encima de las circunstancias. Cada vez que surge una disconformidad con cualquier aspecto o hecho propio se requiere de una reconciliación. Permanecer en el alejamiento, en la relación fría, apática, desalmada, tiznada de un cierto odio, es lo más contraproducente que podemos hacer. Es de una auto-agresividad espeluznante. Es un auto-atentado casi imperdonable. Conviene firmar un pacto que contemple claramente la no agresividad, la perseverancia, la paciencia, el respeto, el cuidado, el trato amable y exquisito, porque uno sólo se tiene a sí mismo, y porque ya ha quedado firmemente demostrado a lo largo de la vida que se consigue más con el amor que con el desprecio. Sólo por egoísmo, aunque sólo sea por eso, por intereses, conviene relacionarse bien con uno mismo. Mantenerse en una relación de enemistad, o nula, es una auténtica agresividad cruel, un castigo mal orientado y mal aplicado, y una inutilidad desde el punto de vista de la búsqueda de la buena avenencia, convivencia… y conveniencia. “Soy lo único que tengo”. Esta es una buena frase sobre la que fundar los planes de restablecimiento de una buena armonía. “Sólo me tengo a mí, dependo de mí”. Asumir esto en el fondo, donde está instalada también nuestra auto-exigencia, donde gobierna nuestra rigurosidad, es un buen punto de partida para reconducir la relación que esté deteriorada. Está bien que para fortalecer nuestra relación recurramos al amor, la comprensión, paciencia, respeto, cuidado, fortalecer la autoestima… No hay que olvidar que somos nuestro bien más preciado. Tratémonos como nos merecemos. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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CÓMO CONTROLAR LA MENTE En mi opinión, la tarea de conocer el funcionamiento de la propia mente es una de las labores más provechosas que uno puede emprender. Y, sin duda, y como ya habrás podido comprobar por ti mismo, una tarea muy conveniente. En realidad, afinando más, no solamente es provechosa sino que es imprescindible. La mayoría de las personas no saben encontrar el límite entre lo que piensan que son ellas mismas y lo que es su mente, no saben cuándo son ellas las que están pensando y cuándo es la mente quien piensa por su cuenta y haciendo creer que ese pensamiento es personal. Es difícil eso de disociarse en “yo” y “mis pensamientos”, y más aún afinar hasta llegar a diferenciar entre “este pensamiento es mío” y “este es de mi mente”. ¿Suena complicado de entender? Ya lo he escrito: la mayoría de las personas no saben encontrar el límite, por eso aparenta ser complicado. Si buscas, sin duda encontrarás cientos de artículos en los que explican impecablemente cómo funciona la mente. Yo no sabría explicarlo tan bien. Pero puedo decir cómo lo hago yo. Entiendo que la mente es bastante autónoma, y que ella sola, de un modo independiente, es capaz de atender a muchísimas cosas que tenemos pendientes de examinar, o de hacer, o de recordar, y como uno sólo puede estar atento del todo a una sola cosa es conveniente que ella haga una parte de nuestro trabajo. Mi experiencia me dice que hay que revisar todos los pensamientos o propuestas que nos hace nuestra mente antes de aceptarlos inmediatamente, sin más, y no creer que son NUESTROS pensamientos o NUESTRAS propuestas, sino que conviene revisarlos conscientemente antes de darles el visto bueno. Pensamientos NUESTROS son solamente aquellos en los que intervenimos CONSCIENTEMENTE, prestando toda la atención a la mente con la propia atención y consciencia –o sea, controlar la mente con la mente, aunque parezca incongruente o incompatible-, y eso se consigue cuando uno detiene el resto de actividades para centrarse en sí mismo y prestar atención al diálogo interior. Sólo entonces, y a partir de la toma de consciencia de YO (“Yo estoy aquí, yo dirijo mi mente”) es cuando uno puede controlar el proceso de pensamiento y decir que es él mismo quien piensa. Es entonces cuando uno se convierte en el YO OBSERVADOR que se da cuenta de las cosas, y es quien dirige el proceso mental, y quien gobierna sus pensamientos con lo cual gobierna su vida. Así es cuando todo va bien porque todo está normal, pero… casi nunca está todo normal. Aunque uno esté consciente de su mente, ésta siempre se haya contaminada por muchas cosas distintas, desde complejos o traumas a miedos, desde una mala educación hacia sensaciones inconscientes desconocidas, inexplicables, posiblemente de origen inexplorado pero que nos afectan porque nos condicionan, y si somos inseguros –por lo que sea- estaremos influenciados por esa inseguridad y dudaremos en las conclusiones, y si estamos acomplejados nuestros pensamientos nacerán acomplejados, y si tenemos la autoestima baja se nos presentarán las cosas de un modo desequilibrado porque estarán carentes de ecuanimidad. La mente es un instrumento a nuestro servicio y tenemos que utilizarla como tal, y no caer en la rutinaria costumbre de seguir creyendo que estamos a su servicio, que ella manda, que nos domina, que nuestra mente inconsciente es nuestro yo consciente, o sea, que la mente soy YO. Desde esta postura de verla como algo distinto de uno mismo, y con el pensamiento controlado –aunque sea, precisamente, a través del pensamiento y de la mente- es como uno puede establecer un gobierno propio que esté administrado por uno mismo. Tenemos a nuestro servicio la capacidad de razonar (Ordenar y relacionar ideas para llegar a una conclusión), tenemos el entendimiento (Potencia del alma, en virtud de la cual concibe las cosas, las compara, las juzga, e induce y deduce otras de las que ya conoce), tenemos la inteligencia (Capacidad de entender o comprender), tenemos la capacidad de raciocinar (Usar la razón para conocer y juzgar), y todas son cosas que se utilizan de un modo consciente, desde la consciencia, y es uno mismo quien las pone en funcionamiento. Usando estas capacidades que he relacionado, de las que podemos disponer libremente, es como podremos controlar la mente, y de ese modo no dejarla que se desperdigue en sus desvaríos y que con ello nos perjudique. Tómatelo muy en serio. Aprende a hacerlo… y verás qué diferencia. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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COLABORAR CON LO INEVITABLE En mi opinión, la experiencia de la mayoría de las vidas de la mayoría de las personas confirman esto: Hay cosas que son inevitables. Hay situaciones o experiencias contra las que no podemos hacer nada, salvo vivirlas. O sufrirlas. O intentar vanamente evitarlas. Pero son inevitables. Desde un punto de vida esotérico o espiritual, son pruebas que tenemos que pasar por causa de nuestro karma o porque van a aportar algo a nuestro Crecimiento Personal. Y sólo desde ese punto de vista se les encuentra explicación, porque si no es así a uno sólo le queda la opción de sentirse víctima inocente de una injusticia divina. ¿Por qué a mí?, ¿Por qué yo? Uno se autoproclama bueno o inocente, mientras es capaz de encontrar otras personas maleantes a quienes sí les sería justo esa misma desagradable experiencia como un castigo en forma de escarmiento doliente. Conviene tener paciencia con ese tipo de situaciones, y vivirlas del mejor modo posible, y muy atentos, porque, sin duda, nos están enseñando algo que, si no aprovechamos la oportunidad, se repetirá una y otra vez, y en cada ocasión siguiente será de un modo más duro. Hay que aprender a dejarse fluir, a no oponerse, a confiar en la vida y dejar que ella se ocupe de algunas cosas. A tener paciencia y una confianza inquebrantable en “algo” que siempre nos va a cuidar y no va a permitir que nos hundamos del todo. Conviene saber que hay cosas que tienen que suceder, o que van a suceder, y es conveniente saber identificar claramente las cosas, para decidir si las aceptamos con confianza y sin oposición, si nos enfrentamos rotundamente, si perdemos el tiempo negándolas, o qué hacer con ellas. Una vez que lo que nos está pasando es identificado, y si comprobamos que es de esas cosas inevitables, es mejor no oponerse y zambullirse en ello a conciencia, con la tranquilidad absoluta de que vamos a salir indemnes de ello y reforzados. Será una situación pasajera en el tiempo. Oponerse no aporta nada positivo, lo único que consigue es hacernos sentir mal, y sufrir en la lucha. Conviene reflexionar sobre aquello de “Hágase en mí tu voluntad y no la mía.” Y comprobar qué es lo que uno siente cuando se aplica la frase a sí mismo. Quizás uno llegue a la conclusión de que es mejor colaborar con lo inevitable en vez de empeñarse en gastar las energías en la oposición infructuosa. “Que sea lo que Dios quiera”, pero no con un aire de rendición o derrota, sino de confianza y deseos de colaboración. Va a suceder y estará bien que suceda (aunque no se comprenda del todo de momento), así que es mejor colaborar y aprovechar la experiencia. Así como se dice que “conviene nadar a favor de la corriente”, también conviene colaborar con lo inevitable. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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SOY FELIZ Y DEBERÍA RECORDARLO MÁS A MENUDO En mi opinión, es muy aconsejable, muy tranquilizador y enriquecedor, muy satisfactorio y necesario, recordar a menudo que uno es feliz. No digo “plenamente feliz”, porque eso parece corresponder al mundo de la utopía. No digo “continuamente feliz”, porque eso parece destinado a ser imposible de realizar. Digo ser feliz. Sólo y tanto como ser feliz. Y eso sí que somos todos, en mayor o menor medida, con más o menos intensidad, con más o menos atención a ello, dándole una pequeña o gran cantidad de importancia al hecho, en más o menos cosas, durante más o menos tiempo cada día, pero todos encontramos parcelas o parcelitas de felicidad en una u otra cosa. Puede fallar la economía, el hogar donde se vive, la calidad del trabajo o la salud, pero hay un hijo o un nieto que aporta un estado en el que uno se da cuenta de que es feliz, o hay una mirada de una persona que al recibirla uno se conecta con su felicidad. Y se da cuenta de ello, porque la sonrisa y el brillo de los ojos -y el bienestar, aunque sea momentáneo- le delatan. Es interesante darse cuenta uno mismo cuando detecta esa satisfacción, esa sonrisa, esa paz, y entonces hacer una parada en la actividad –una parada que no obliga a dejar de seguir haciendo lo que se está haciendo- para decirse a sí mismo: “Soy feliz”. O, por lo menos, “estoy feliz”. Y esto es mucho más importante de lo que aparenta. Nos pasamos serios el 99% de nuestra vida, y podemos equivocarnos y asociar seriedad a infelicidad, lo mismo que asociamos reír a ser o estar feliz, y conviene que nos lo digamos, nos lo recordemos y confirmemos, que lo hagamos consciente, porque de ese modo en el balance de nuestra vida aparecerán más momentos felices sólo porque nos hemos dado cuenta y los hemos hecho conscientes, evidentes, y lo agradecerá nuestra autoestima –que se verá reconfortada-, y mejorará el concepto que tenemos de nuestra propia vida porque a partir de hacer notables los momentos de felicidad nos parecerá que hay más de los que imaginábamos. Creo que jamás vamos a ser felices en todas las facetas de nuestra vida. Y he usado dos palabras que no me gusta usar –jamás y todas-, pero es que la vida no está completamente a nuestro gusto para la felicidad completa –que es utópica- y nos fallará el trabajo porque no nos satisface, las amigas porque no son tan perfectas como una quisiera, la casa porque no es lo suficientemente grande o no tiene las vistas más bellas, el dinero porque no se aproxima al de Rockefeller, o porque ya no están el abuelo o la madre que fallecieron… Pero, insisto, sí tenemos felicidad, sí somos felices en algunos aspectos y a ellos hay que recurrir, recordándonoslos para llenarnos de esperanza y confianza. Estoy vivo, hay personas queridas a mi alrededor, puedo disfrutar de mis sentidos y de lo que ellos me proporcionan, hay cosas que me emocionan, de vez en cuando suspiro agradablemente… y ello me hace sentirme feliz. O me debería hacerme sentir feliz. Porque… ¿soy demasiado exigente con la felicidad?, ¿le pongo demasiadas condiciones?, ¿la recibo con frialdad y con la espada en la mano? ¿Y si empiezo a apreciar las pequeñas grandes cosas?, ¿y si les permito a esas pequeñas grandes cosas que me hagan feliz?, ¿y si acepto bajar el listón de mis exigencias y permito que ver una flor, que sentir el sol me haga feliz? Conviene que la relación con la felicidad sea fluida, sin zancadillas ni excesivos requerimientos, que las sonrisas estén más predispuestas, que uno se encargue de alejar –minusvalorándolo, o por lo menos no engrandeciéndolo- el drama de su vida, dejar de cerrarle las puertas a la paz. Conviene exponer el corazón abierto a la felicidad, para que a ella le apetezca instalarse en nosotros. Conviene desdramatizar la vida y acordarse continuamente de disfrutarla en vez de sufrirla. Conviene recordase a menudo que uno es feliz… aunque no lo muestre más a menudo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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EL AUTOENGAÑO ES EL MAYOR PECADO QUE UNO PUEDE COMETER CONTRA SÍ MISMO En mi opinión -una opinión sustentada sobre las experiencias que he podido vivir en estos últimos treinta años-, uno de los mayores pecados que uno puede cometer contra sí mismo es el autoengaño. Casi todo es perdonable, porque algunas cosas se hacen sin mala intención y eso rebaja un poco lo que de perjudicial puedan tener, pero cuando uno miente lo hace a conciencia, siendo consciente de lo que está haciendo, y eso quiere decir que se persigue una intención o un resultado –sea el que sea- con esa acción. Eso lo convierte en imperdonable. (No estoy seguro de que las “mentiras piadosas” sean siempre perdonables; sólo lo son en contadas ocasiones) Cuando uno miente a otro o se miente a sí mismo comete un pecado (Pecado: “cosa que se aparta de lo recto y justo, o que falta a lo que es debido”) y cuando uno se auto-engaña (Engañar: “hacer creer a alguien que algo falso es verdadero”), está atentando contra sí mismo. No hay otro perjudicado que uno mismo. No querer asumir una verdad o una realidad, sea la que sea, no beneficia en absoluto. Aunque hacerlo provoque en el momento una especie de consuelo. Si se usa siendo consciente de que es un consuelo temporal y no una verdad, hasta puede ser permisible en personas que estén atravesando un momento delicado en su vida. Pero si uno puede soportarlo –y es necesario en ocasiones obligarse a soportarlo- es mejor afrontar la verdad, lo que es cierto e irrefutable, lo que se va a acabar imponiendo con la fuerza y el peso de su realidad. No hay provecho real y duradero en el autoengaño: antes o después se va a tener que reconocer lo que es cierto y aquello en lo que uno se ha estado mintiendo. Se corre el riesgo de que, si mientras uno está en la irrealidad toma una decisión contando con que la premisa del autoengaño es cierta, el resultado final se va a demostrar como desastroso. La verdad se impondrá. Uno es lo que es en cada momento, y si en este momento no está en lo más esplendoroso… es lo que hay. Y si tiene un pasado que no es agradable… es lo que hay. Y si tiene que afrontar que afrontar cambios… es lo que hay. Pero todo esto no quiere decir que uno esté condenado a seguir así durante todo el resto de su vida. Uno tiene el derecho –y la obligación- de hacer de su vida un motivo de satisfacción y alcanzar el mejor esplendor posible y la más serena y satisfactoria de las paces. Y para conseguirlo es imprescindible partir del reconocimiento del presente. Y esto se hace desde el amor propio, desde el cuidado exquisito, desde el deseo de mejoramiento y reconciliación. Uno mismo es la única materia prima de la que dispone para poder reconstruirse. Y si esa materia prima es íntegra, honrada, de buen fondo, será una buena base para edificar lo que se pretende. Hay que ser valientes, rectos, justos y generosos, y desde esa posición aceptar lo que se ha ocultado, reconocer lo que se ha negado, asumir aquello en lo que uno se ha esquivado, y hacer un acto de arrepentimiento por las culpabilidades cometidas, pero inmediatamente perdonarlo todo –y todo quiere decir TODO- porque es innecesario arrastrar las infracciones del pasado. y porque las lágrimas rancias por lo sucedido no permiten ver con claridad el presente. La sinceridad hace digno a quien reconoce la verdad. La honradez hace noble a quien la practica. ¿Autoengañarse? ¡Nunca! Eso es auto-perjudicarse. ¿Auto-perjudicarse? ¡Nunca! Eso sería abundar en los errores pasados. No pasa nada malo por reconocer las imperfecciones en el pasado. Lo grave y deshonesto sería persistir en el autoengaño. Siempre es un buen momento para hacer borrón y cuenta nueva y para inaugurar un nuevo principio que lleve a un mejor final. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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LO QUE REALMENTE BUSCAMOS ES LA PAZ En mi opinión, es un gran desgaste físico y emocional, y una irreparable pérdida de tiempo, el hecho de ponerse a buscar sin saber claramente qué es lo que se está buscando. Ya he dicho en alguna ocasión que en la mayoría de las ocasiones, cuando una persona se pone en ese camino de “buscarse”, parte con un hándicap, porque no sabe exactamente qué es lo que busca, ni sabe dónde buscarlo exactamente, ni sabe cómo hacerlo. Con estas premisas, lo más lógico es que sólo encuentre fracaso y desolación. Decimos que buscamos conocimientos, la Verdad, el encuentro con la Divinidad, saber quién soy realmente, mis orígenes espirituales, el por qué de las cosas, quiénes somos/de dónde venimos/a dónde vamos, un poco de filosofía, la Luz o la Iluminación, el Ser Esencial, el origen Cósmico…y rara vez acertamos con lo que de verdad buscamos. Si no encontramos las respuestas a nuestras preguntas, en numerosas ocasiones es porque las hacemos mal, o porque nos preguntamos algo distinto de lo que realmente nos queremos preguntar, y una pregunta mal hecha difícilmente puede encontrar una respuesta correcta. Te sugiero que antes de seguir leyendo revises tus preguntas y tus Grandes Preguntas, y que al final del artículo veas si te quedas con ellas o si necesitan una remodelación y las modificas. Y no es que yo te vaya a dar soluciones y respuestas, pero sí te sugiero que te cuestiones tus propias preguntas, tu camino actual, por si acaso… En mi opinión, después de 30 años en estos asuntos, y después de haber tratado con cientos de personas, lo que las personas buscan realmente es… la paz. Lo pueden llamar de otro modo, lo pueden disfrazar de otra cosa, o creer que con otro asunto o distracción distinta van a acallar el deseo íntimo y verdadero. Lo que buscamos es estar en paz con nosotros mismos, estar en paz con nuestra alma y nuestra mente, estar en paz con la vida y con quienes nos rodean, estar en paz con nuestro destino y nuestro Sentido de la Vida, estar en paz con la conciencia y en paz con nuestros conflictos, ser capaces de conciliar nuestras contradicciones y crear un estado de armonía que nos permita relajarnos y permitir que un estado de bienestar se instale. O sea, estar en paz. Si uno está atento a su verdad, si uno se pone de acuerdo con su esencia, si contacta con su Ser, verá que el resto de cosas pueden estar bien, y cubren necesidades sociales y económicas, y hasta proporcionan una aparente felicidad y buenos momentos, pero… eso no satisface plenamente. Eso acalla durante un tiempo la búsqueda, y una parte nuestra –tal vez el ego- sugiere que eso es lo que quiere, que con eso es más que suficiente, pero tiene que lidiar con una voz más profunda que certifica, con claridad y firmeza, que no es eso. Cada persona es distinta. Tal vez tu motivación en la vida sea otra. Pero conviene que le dediques un tiempo a observar esto con otra mirada, y si te das cuenta de que es la paz lo que estás buscando, que es esto lo que quieres, es posible que tengas que reformular tus preguntas, tus objetivos, tu tarea, tu Camino…y es posible que te ahorres muchas vueltas, muchas pérdidas de tiempo… y la pérdida de ti mismo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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LO QUE TÚ VES NO SIEMPRE ES LO QUE YO VEO En mi opinión, la empatía es el instrumento que nos permite tener una relación más apropiada con el resto de las personas. Cada uno estamos acostumbrados a ver la vida, y las cosas, desde nuestro propio punto de vista y metidos en nuestros zapatos, pero cada persona tiene una educación, un historial, unas circunstancias o unas vivencias tan distintas que, aunque miremos hacia el mismo, sitio no veremos lo mismo. “Todo es según el color del cristal con que se mira”. Y esos cristales los tintan las experiencias personales, la educación que cada uno ha recibido, los valores propios, la esperanza o la desilusión con que uno afronta las cosas, la fe o el pesimismo, la fuerza o la desconfianza con que uno vive. No hay cristales estándar que sean iguales para todos, y eso quiere decir que se ha de respetar al otro aunque comprobemos que piensa distinto, que siente de otro modo, que actúa de forma diferente. No hay dos personas que se repitan. “Yo en su lugar haría, o pensaría, o actuaría distinto”, pero… no estamos en su lugar. Y, además, eso no es cierto. Si uno estuviera en el lugar del otro y acarreara sus mismos condicionamientos actuaría exactamente igual. Esto hay que tenerlo muy claro. Uno ve las cosas de distinto modo porque es otra persona y son otras sus condiciones y sus circunstancias. Así que antes de emitir cualquier juicio, antes de imponer una opinión, antes de erigirse en juez o en portador de la Sabiduría Universal, antes de dictar lo que sería la perfección –en la opinión personal-, antes de ser Dios, conviene hacer una reflexión, una introspección, una toma de contacto con la empatía… y aplicarse sensatez, buen criterio, y una amplia comprensión exenta de prejuicios, para poder ver lo que el otro ve y desde su punto de vista, para sentir lo que el otro siente y desde su lugar y sus circunstancias. Y no es fácil. Es más fácil juzgar desde una prepotencia –a veces camuflada, y esto hay que verificarlo con mucha atención y cuidado- que se cree en poder de todas las verdades, dueña de la perfección absoluta, por encima de todo y de todos. El ego no es un buen compañero cuando se trata de amar, y comprender al otro no es sólo abrir la mente, es también, y sobre todo, abrir el corazón. Despacio. Cuando se trata de los otros, siempre hay que tener mucho cuidado, mucho tacto, mucha delicadeza, mucha condescendencia, mucha benevolencia, y mucha tolerancia. Comprender al otro es uno de los caminos más directos para comprenderse a sí mismo. Cada ocasión de ver al otro como es y sentirle como es -y no como uno quisiera que fuera- es una oportunidad que hay que aprovechar y hay que experimentar. Y uno saldrá muy reconfortado y con el alma tan en paz como henchida. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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NO LE DES A LOS OTROS EL PODER SOBRE TU VIDA En mi opinión, el hecho de no conocerse perfectamente –o por lo menos muy aproximadamente-, de no saber quién es uno mismo de verdad, permite que quedemos expuestos a las opiniones o críticas ajenas, y les damos tanto poder a los otros que pueden llegar –y llegan- a desestabilizar nuestra vida emocional. Si uno tiene un concepto claro de sí mismo, y ese concepto es sincero y cabal, y permite que por lo menos pueda tener su dignidad a salvo, o que se sienta satisfecho de sí mismo en cualquier medida, cuando reciba cualquier alusión ajena a sí mismo, eso no le hará tambalearse –sea lo que sea que digan-, y menos aún caer. Lo que nos digan los otros acerca de nosotros mismos está bien que sea escuchado, y que se revise con ecuanimidad para ver si tienen razón. Si estamos de acuerdo con lo que nos digan de positivo, estupendo. Nos quedamos con ello. Confirma nuestra opinión propia y, además, nuestro ego –aunque no queramos- se siente satisfecho y nota un cierto orgullo que está bien. Si estamos de acuerdo con lo que nos digan de “negativo” y no habíamos reparado en ellos antes, entonces es cuestión de agradecerles que nos lo hayan hecho ver con claridad. El siguiente paso es ponerse a la necesaria tarea de remediarlo, y dar un paso más en el proceso de Desarrollo Personal, en esa noble y cotidiana tarea de alcanzar el máximo mejoramiento posible, en esa labor de acercarnos a la perfección original que es cada Ser Humano. Si no nos hemos dado cuenta de lo que nos dicen de positivo, es provechoso revisarlo y comprender y promocionar en nuestro interior esa cualidad de la que no estamos siendo conscientes, porque nuestra autoestima se sentirá reafirmada o engrandecida con esa aportación de algo agradable de lo que no éramos conscientes. Si no estamos de acuerdo con lo que nos dicen, en el caso de lo “negativo”, y lo tomamos como un insulto o afrenta, en vez de alterarnos y desquiciarnos –como es lo habitual-, nos quedaremos tranquilos y no permitiremos que eso afecte a nuestra estabilidad. Desde la objetividad y la ecuanimidad, en calma, lo revisaremos en otro momento. Y en esa observación verificaremos si en lo que nos han dicho hay algo de cierto, algo que no habíamos querido o no habíamos podido reconocer, o si lo único que hay es un error de apreciación por la otra parte o hay una clara intención de perjudicar con su maledicencia. Si pertenece a la primera posibilidad, hasta tendremos que agradecer que nos lo hayan hecho ver porque ese es el primer paso imprescindible para poder hacer cambios. Si sólo había mala intención y los otros estaban en un error, o si claramente tenían intención de perjudicar, entonces descartaremos lo que dijeron, lo olvidaremos y no nos daremos por aludidos. Cuando el otro busca enfadarnos, hacernos sentir mal, perjudicarnos, lo que no tenemos que hacer –precisamente- es enfadarnos, sentirnos mal o sentirnos perjudicados, porque si lo hacemos así además de quedarnos mal, estaremos colaborando con nuestro agresor porque le estaremos ayudando a conseguir lo que él quería. Nosotros nos quedaremos mal mientras él se frota las manos porque ha conseguido, con nuestra explícita colaboración, lo que deseaba: hacernos daño. Esto es tan cierto como lo he explicado. Ante las agresiones verbales de los otros, ante los insultos y provocaciones, hay que mantener la calma hasta verificar la verdad o la irrealidad de sus acusaciones. Repito: si nos sentimos dañados, nos quedaremos sufriendo mientras el otro se regodea en el éxito conseguido. Les estaremos dando el poder sobre nuestra vida. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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EL DESTINO ELIGIÓ POR MÍ En mi opinión, esta es una conclusión a la que casi todos hemos llegado en bastantes ocasiones. Algunas veces nos hemos dado cuenta porque estábamos pendientes de lo que pasaba en nuestra mente, o bien porque nosotros conscientemente habíamos llegado a esa conclusión, pero en la mayoría de las ocasiones no estamos atentos ni pendientes a estas elucubraciones mentales y de pronto nos encontramos totalmente convencidos de esta deducción… aunque no hayamos participado en ella. Nos pasa algo con lo que no contábamos, ocurre algo que no habíamos previsto o que es exactamente lo contrario de lo que deseábamos, y parece que no nos queda otro remedio que rendirnos ante la evidencia: no todas las decisiones dependen de nosotros, no controlamos lo que nos sucede, es como que hay algo o alguien que decide por nuestra cuenta… y a nosotros sólo nos queda la opción de acatar lo acaecido, y disfrutarlo o padecerlo. Pero… ¿realmente existe el destino?, ¿realmente TODO lo que nos sucede es decisión unilateral del destino?, ¿influimos en lo que nos pasa o hagamos lo que hagamos va a suceder “lo que tenga que suceder”? Hay respuestas de todo tipo, incluso diametralmente opuestas, para estas preguntas. Y puede que todas o ninguna sean ciertas. En mi opinión, y aunque me cueste aceptarlo, parece que hay algunas cosas que ya están predeterminadas, y que si son importantes para nuestro desarrollo personal/espiritual acabarán sucediéndonos, antes o después, de mejor o más duro modo. Son esas cosas/situaciones/experiencias que uno no comprende, a las que uno asiste aturdido o desesperado, protestando y renegando, o molesto por la incomprensión y porque nadie avisa y nadie da explicaciones de por qué hay que pasar por esos trances. Otras veces, la inmensa mayoría, lo que nos sucede en la vida es el resultado de lo que hicimos o lo que no hicimos, de las decisiones acertadas o de las que no lo fueron tanto, de nuestra lógica incompetencia en este asunto de vivir, de la desatención a la vida, de la apatía o el abandono… y entonces, para no asumirlo, para no entonar un mea culpa y reconocer la responsabilidad –o la irresponsabilidad- uno se consuela pensando que es el destino quien ha elegido. Vivir implica asumir el resultado total de la vida, lo que sucede en la vida, y uno es sustituto y continuador del Creador –sea quien sea ese o eso que nos ha creado- y por lo tanto uno ha de responsabilizarse de la propia vida, de entender y vigilar el asunto de la Ley de Causa y Efecto, de comprender el compromiso y obligación que implica el hecho de ser director de la propia vida, de aplicar sensatez y consciencia, seriedad y cumplimiento, en este hecho maravilloso que es vivir… a pesar de que en ocasiones las nubes impidan ver el sol. Uno es el encargado de su presente y su futuro, y de lo que quiere poner en ellos, así que conviene tomar buena nota de esto y no dejar las cosas más importantes al azar, conviene no arriesgarse a que pase “lo que tenga que pasar” –que en la mayoría de las ocasiones no es más que una excusa insensata- y conviene tomar decisiones adecuadas, hacer lo que conviene, y atender a la importancia de la vida, que es mucho más que soportar “lo que venga”. El destino eligió por mí está bien como título para un artículo o un libro, pero como resumen rendido de una vida queda horrible. Denota un sentimiento de fatalidad innecesario, porque no son inevitables todas las cosas que nos pasan en la vida. Sé dueño de tu destino. Elige por ti. Ten claro que puedes hacerlo. Y que has de hacerlo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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LA SOLEDAD ENRIQUECEDORA En mi opinión, la relación con la soledad, si no se sabe llevar adecuadamente, puede llegar a ser dolorosa y traumática por no realizarla del modo apropiado y con las premisas adecuadas. Es necesario aclarar que, desde cierto punto de vista, existen dos tipos distintos con efectos que pueden llegar a ser opuestos: la soledad impuesta, en la que uno está solo aunque no sea su voluntad estarlo, y la voluntad buscada y deseada. Hay que distinguir también entre “estar solo”, que se refiere a no convivir con otras personas, y “sentirse solo”, que puede suceder aunque uno viva rodeado de gente. Eso de “estar solo” no es necesario asociarlo a un estado desagradable e insatisfactorio, porque la soledad es el estado natural de las personas, que en ocasiones se relacionan con otros y parecen formar parte de una comunidad, pero la realidad es que esa comunidad es la suma de varias “soledades” o “individualidades”. “Estar solo”, por tanto, sobre todo cuando uno está necesitado de ayuda para su manejo personal, por la edad o por impedimentos físicos, sí es un asunto duro y sufriente, pero no es el objeto de este artículo. “Sentirse solo” sí es un asunto que puede resolver uno mismo, porque se trata de un sentimiento, de una percepción, de algo que no tiene realidad sino que es una visión mental, y tener esa sensación sí que es algo que puede ser, y es algo que ha de ser el origen de una reflexión en la que se busque qué es lo que la provoca. ¿Por qué me siento así? y después de la pregunta viene la espera de la respuesta, que ha de ser sincera, no rebuscada ni acondicionada para que cumpla una previsión, no hecha a medida para satisfacer a nuestro pesimismo o nuestro victimismo, sino pura. Es más una pregunta más para el corazón que para la mente, y no ha de ser una pregunta inquisitiva, ni acusativa, ni revestida de maldad, sino que ha de orientarse hacia la confiabilidad y confidencialidad, hacia el amor propio en el que uno trata de sanar la relación consigo mismo y con su emociones y sentimientos. Hay que asumir la soledad como el estado natural y habitual, y entender que esos momentos en que uno se queda solo son momentos que han de ser aprovechados para contactar consigo mismo. Cada uno es el sentido de su propia vida. Conocerse, entenderse, aceptarse, mejorarse… La soledad ha de ser buscada, ha de ser apetecible, deseada; no ha de existir el miedo a quedarse a solas con uno mismo sino que ha de haber un anhelo continuado y renovado de hacerlo. Hay una pregunta que puede ser dura pero que hay que afrontar y contestar: ¿Tengo miedo a la soledad o miedo a quedarme a solas conmigo mismo?, o sea… ¿tengo miedo a la soledad o me tengo miedo a mí mismo? Y si la respuesta es la segunda de las opciones, eso provoca otra nueva: ¿Por qué? ¿Qué es lo que creo que voy a encontrar de mí -en esa soledad- que no me gustará? ¿Y si, en cambio, mirando desde el amor, me encuentro con la mejor parte de mí?, ¿y si resulta que lo que aparenta ser grave no lo es? El autodescubrimiento de las partes desconocidas ha de ser festejado, sea lo que sea lo que aparezca, porque todo aquello que no nos gusta en nosotros puede ser modificado, y de la sanación de nuestras partes afectadas puede surgir una persona mejor de lo que era antes de iniciar el proceso. Amor. Este es el ingrediente imprescindible antes de iniciar el proceso de tener una buena relación con la soledad. Y hay que tener una mente abierta y sin prejuicios para que la soledad sea enriquecedora. En la soledad sólo ha de haber engrandecimiento. No ha de ser el momento de aprovechar para sacar a la luz solamente los trapos sucios, ni para reprobar y reprochar: es el momento del auto-descubrimiento, del hermanamiento, de la reunificación de las diferentes partes dispersas; es el momento de deshacer conflictos, de mirar hacia adelante, de firmar acuerdos de paz con concordia, de darse los permisos para ser ese Uno Mismo puro que todos albergamos… Uno viene al mundo para estar consigo mismo, y conocerse, y la soledad es el territorio perfecto para hacerlo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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LA UTILIDAD Y LA INUTILIDAD DEL SUFRIMIENTO En mi opinión, el sufrimiento es uno de esos asuntos que no sabemos manejar con soltura, que no sabemos entender correctamente, y más bien estamos acostumbrados a padecerlo que a llegar un poco más allá de su cara amarga y ver, y aprovechar, lo que realmente hay detrás de él. El sufrimiento es necesario en algunas ocasiones para tomar contacto con los sentimientos reales –porque hay una gran parte de realidad detrás de ese sentimiento-, pero es algo que debe tener una limitación en el tiempo, y ha de ser positivo en el sentido de que siempre hay algo que podemos aprender, y que conviene aprenderlo pronto... para dejarlo ir también pronto. El sufrimiento, para que solamente sea positivo, ha de tener, obligatoriamente, una duración limitada en el tiempo. No se debe alargar artificialmente porque eso puede convertirnos en atormentados perpetuos, en sufridores sempiternos, en unos “desgraciados” sin escape. Podemos caer fácilmente en una rendición al victimismo que puede acabar convirtiéndose en una desafortunada y prejudicial zona de confort –donde uno puede llegar a sentirse a gusto en su desgracia-, pero zona de confort a fin de cuentas para quien no sabe claramente que el padecimiento innecesario es un enemigo. Y ese no es el sentido del sufrimiento, que no es más que ser un toque de atención, una llamada al cuidado personal, a la atención a la tarea de aprender de aquellas cosas que nos disgustan, de las que hay que conocer la razón y el origen para remediarlo y de ese modo impedir que se siga repitiendo. Uno se puede permitir sentir el sufrimiento sólo en la parte correspondiente a la enseñanza que contiene, a lo que pone ante nuestra vista de un modo descarnado para que sea innegable, pero más allá de eso su inutilidad y su perjuicio está reiteradamente demostrado. Sufrir es el producto o la reacción de sentir un daño moral. Las preguntas que uno puede hacerse ante el sufrimiento son varias, y han de ser personales y personalizadas, ya que cada uno se conoce -o debiera conocerse- y por tanto sabe -o debiera saber- cuáles son sus debilidades, los asuntos en los que permite que sea el ego y no él mismo quien responde y quien se preocupa, las facetas que necesitan un mejoramiento, cuáles son sus insatisfacciones consigo mismo, y hasta el por qué –y el para qué- de las cosas que le afectan y alteran. Ante los asuntos que provocan sufrimiento se requiere objetividad, porque una vez que uno se sobrepone a la reacción naturalmente humana ante aquello que hace sufrir, el siguiente paso es tomar conciencia de la reacción personal emitida para averiguar el origen de esa emoción o sentimiento manifestado. Detrás de la mayoría de sufrimientos existe una reacción incontrolada que posiblemente esté desactualizada, una reacción ridícula, o una reacción desproporcionada que si se mira con objetividad lo que manifiesta es un miedo infantil o es la soberbia de un ego herido. Ante cada motivo de sufrimiento conviene pararse, revisarlo y revisarse, reflexionar, identificar la actitud personal ante ello, decidir si se está de acuerdo y parece adecuada o si conviene modificarla… y entonces tomar decisiones. Aunque el sufrimiento se produce de un modo automático –es una especie de reacción ante una situación-, se puede educar al inconsciente para que tras la explosión emocional inicial y espontánea, se tenga preparada la acción siguiente, que será la que se tome libre y conscientemente y se le comunique al inconsciente, para que en la próxima ocasión similar sepa cuál es el siguiente paso. Conviene ser cuidadoso con uno mismo, y evitarse todo aquello que sólo es doloroso, frustrante, traumático, y extraer a la mayor brevedad posible la mayor información posible… para dejarlo partir. Sin insistir en alargar la relación innecesariamente. La utilidad del sufrimiento acaba en cuanto uno se da cuenta y comprende, así que conviene prestarle atención, preguntarle, observarse, ver lo que haya que ver… y poner en su lugar sabiduría y comprensión. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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UN POCO DE SACRIFICIO NO ESTÁ MAL En mi opinión, un poco de sacrificio no está mal. Escribo “un poco”, porque considero que un exceso de sacrificio, un sacrificio continuado, y sobre todo un sacrificio que no es reconocido, es innecesario. Aclaro que para mí la palabra sacrificio es distinta que para otras personas. Cuando empecé a estudiar la etimología de las palabras que me llamaban la atención, en un arranque de imaginación le adjudiqué otro sentido que no es el original, pero es que me gusta sentirla proviniendo de la unión de “sacro” y “oficio”. Sagrado oficio. Me viene bien que sea así, porque si algo que requiere un esfuerzo por mi parte no tiene algún tipo de compensación (esas “caricias” que buscamos cada vez que hacemos algo por los otros aunque parezca que es por amor al prójimo puro y desinteresado), es posible que llegue a dejar de hacerlo. Si siento que lo que hago es un Sagrado Oficio me resulta tranquilizador de algún modo, porque ya recibo una caricia desde mi alma aunque luego la otra persona no me la dé. Soy consciente de que algunas personas ya se han sacrificado por mí, tanto si lo interpretan a mi modo como si lo hacen al suyo. Mi madre se sacrificó por mí, como hacen las buenas madres, y sé que a lo largo de mi vida ha habido otras personas que también lo han hecho, aunque ahora no sea consciente de todas ni las recuerde. Todos hacemos algo por los otros en alguna ocasión. Más o menos, pero hacemos. Siempre hay momentos en los que hacemos algo que no nos agrada especialmente, pero algo nos dice desde dentro que hay que hacerlo, que somos una comunidad aunque no nos conozcamos, que todos necesitamos algo de los otros en algún momento, que hay una ley no escrita que nos “obliga” a contribuir en beneficio del bienestar de los otros. También nos dice, aunque esto no lo escuchamos casi nunca, que los otros y nosotros somos lo mismo. El sacrificio yo lo entiendo como un acto de generosidad sin límites, como la voz del corazón que se manifiesta a través de nuestros actos. Ofrecemos un parte de nuestro tiempo –que es nuestra vida, o sea que lo convertimos en el regalo más caro que podemos hacer- para animar a un afligido, para escuchar a un desconsolado, para dar una opinión a un desorientado, para ayudar a un necesitado… y no somos nosotros quienes promovemos el acto: somos el recadero del alma, que utiliza nuestra presencia física en el mundo para manifestar lo que brota de sí. ¿Puede ser algún oficio más sagrado que este de ofrecer a otra persona nuestro mayor tesoro, una parte de nuestra vida, por el bien de esa persona? Los “sacrificios” que nos imponen los otros, y generalmente a cambio de nada, ni siquiera una consideración, no entran dentro de los verdaderos y nobles sacrificios. Se les puede llamar, más acertadamente, imposiciones ineludibles, o privaciones impuestas, o sufrimientos, órdenes, castigos, o martirios a conciencia. Pero no sacrificios. El sacrificio al que yo me refiero deja una sensación agradable en el fondo, aunque a veces lo oculte una especie de fastidio. Queda dentro de uno. Hay algo, que no es el ego, que se regodea en el acto de haber hecho algo por otra persona. Esa caridad, esa empatía, esa benevolencia, ese darse del todo para consuelo del otro, para ayudarle, esa ofrenda que uno hace cuando está con el otro o por el otro, dándose, entregándose, anteponiéndole… la recompensará la vida, pero sólo si no se hace buscando recompensa. El sacrificio es generosidad pura. Y si no es así, deja de ser sacro-oficio. Un Oficio Sagrado. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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¿HAY QUE MANIFESTAR LA RABIA? “Cualquiera puede enojarse, eso es algo muy sencillo. Pero enojarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”. (Aristóteles) En mi opinión, cuando nos encontramos en un estado de rabia -o en cualquier otro sentimiento o emoción desagradable- no estamos plenamente capacitados para actuar de un modo equilibrado, objetivo, sino que estamos “poseídos” por el estado y no obramos con equidad. Es por eso por lo que habrás observado en más de una ocasión que cuando estás dentro de una emoción o un sentimiento enojoso algunas veces tomas decisiones de las que posteriormente te arrepientes, ya que te has dejado engañar y afectar por un estado de euforia –y luego compruebas que no era todo tan maravilloso como parecía en ese momento-, o por un estado de dramatismo –que más tarde compruebas que no era tan dramático-, o te has dejado afectar por la ira –que te lleva a ser destructivo-, o por cualquier otro estado emocional alterado de tu conciencia que te hace ver las cosas desde una actitud sin control. Por supuesto que hay que manifestar la rabia, o el dolor, o la decepción, o cualquier otro sentimiento, pero, eso sí, conviene hacerlo del modo adecuado en el momento adecuado con la actitud adecuada y la intensidad adecuada. Si no lo hacemos de este modo, es muy posible que no surta el efecto que deseamos sino el contrario, o que podamos destruir, o hacer un daño innecesario, o que más tarde nos arrepintamos y ya no tenga reparación lo causado. Para eso es útil conocer la asertividad, y el modo en que usarla. (Información sobre asertividad: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php/topic,11771.msg13959.html#msg13959) Y también es conveniente tener una plan predeterminado para esos momentos en que uno se encuentra “fuera de sí” –es perfecta la expresión- y no es ecuánime, y tener previsto que una parte de cordura quede vigilante para manifestarse en esas ocasiones e imponer la decisión sensata que se haya tomado en un momento sereno. Y contar hasta diez o hasta cien o hasta mil, o tal vez obligarse a callar aunque en el interior bullan mil cosas que decir, o retirarse lo más tranquilamente posible alegando que no se está en condiciones de mantener una conversación imparcial, o no contestar al otro si es el otro quien se está manifestando inadecuadamente, imponiéndole seriamente como condición que no se le va a escuchar mientras que no se tranquilice. ¿Manifestar lo que se piensa o se siente? Por supuesto. Callarse puede ser más perjudicial. Una cosa es la emoción, que no depende de nosotros de un modo racional, y que sin duda nos puede alterar, y otra cosa distinta es la manifestación de esa emoción, que puede razonarse. No hablar de las cosas que a uno le molestan es aplazar el problema, pero no es resolverlo. Y es más conveniente resolver las cosas que dejarlas estancadas, cargadas de rencor, con frustración, porque en cualquier momento se van a manifestar y puede que ese rencor que se tiene contra una persona o un asunto acabe saliendo contra otra persona distinta que no tiene la culpa y ni siquiera tiene nada que ver con el asunto original. Los asuntos que no se resuelven pueden permanecer temporalmente olvidados, pero siguen agazapados, esperando su momento porque necesitan ser expresados. Es conveniente dedicarle atención a este asunto. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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AL DESAPEGO SE LLEGA POR AMOR En mi opinión, no puedo estar de acuerdo con una frase que he leído que dice: “Al desapego se llega por el desamor”, aunque tal vez no esté de acuerdo con ella porque no comprendo del todo y bien lo que quiere decir. Tal como aparenta, puede parecer que sólo tras una mala experiencia con el amor, o con el dolor del desamor, es como se puede llegar al desapego. Que sólo con la falta de amor se llega al desapego. Y es que decir que uno se desapega de una persona porque ya no la ama me parece excesivamente simple. Desapegarse de alguien a quien no te sientes apegado no tiene mucha complicación… Yo tengo mi opinión sobre el modo de llegar al desapego, y es a través del amor, exactamente lo contrario de lo que dice la frase. Sólo si amas sabes que no tienes derecho a los apegos, ni a mantener una cosa o persona "dependiente" de ti ni a depender tú de ella. Entonces –si amas- te das cuenta de que todo y todos han de vivir en su libertad, y es cuando sientes con una claridad indiscutible que vives mejor en la independencia que te produce el desapego. Tú eres la primera víctima de la relación con una persona o una cosa donde la primacía está en la dependencia que genera. Desapego, en una relación, cualquier relación, no significa desamor, significa libertad. De ambos. Me contaron una anécdota que, resumiendo mucho, se refería a un chico que siempre estaba metido en casa porque le daba miedo salir a la calle. Su madre, para animarle a que saliera a la calle, le regaló una crucecita y le dijo que llevándola encima estaría a salvo de cualquier tipo de peligro, que mientras la tuviera no correría ningún riesgo. Lo que consiguió la madre con eso fue el efecto contrario: ahora tenía miedo a salir a la calle por el miedo a perder la crucecita. Tener apego a una persona o cosa te genera un miedo extra. La dependencia que se crea con respecto a ello hace que se sufra por la posible pérdida de esa persona o cosa objeto del apego. El desapego no es el pasotismo –que es la indiferencia ante los asuntos de la vida social-, ni es la indolencia –que es quedarse insensible ante el dolor sin afectarse o conmoverse-, ni es la indiferencia –que es no sentir ni inclinación ni repugnancia ante algo-, ni es la apatía –que es la impasibilidad del ánimo-, ni cualquiera otro de sus sinónimos, como desidia, pereza, dejadez, abandono, insensibilidad, etc. El desapego –el no apego-, en mi opinión, es la capacidad o la habilidad de conseguir la libertad de no depender de las cosas. Es ser consciente de que las cosas son lo que son, que las personas son quienes son y como son, que nada nos pertenece. En el apego hay deseo, hay necesidad de posesividad, hay síntomas de esclavitud y hasta tiranía, hay angustia, hay miedo, hay tensión y preocupación. Lo que no hay es libertad. Como todos sabemos, la libertad no sólo es deseable, sino que es hermosa, y es agradable, y provoca un estado de ánimo de independencia, relaja el modo de vida, y da autonomía al pensamiento y alegría al alma. Conviene entender esto: Cuando sentimos apego a una cosa es porque suponemos que el hecho de poseerla nos aporta algún tipo de beneficio, pero las personas o cosas que son objeto de nuestros apegos no nos pertenecen –que se supone que es lo que nos daría una relativa pero falsa tranquilidad-, y en realidad es exactamente lo contrario: nosotros les pertenecemos a ellas. Somos sus esclavos, porque dependemos de ellas. Esta es la tragedia: dependemos de nuestros apegos. La libertad no está en poseer, sino en no ser poseído por las cosas. Y conviene revisar a fondo y con tranquilidad aquellas cosas por las que sentimos apego, y nos daremos cuenta de que no tenemos derecho a hacerlo, que eso nos perjudica, de que privamos y nos privamos de libertad, que en la dependencia están la sumisión y la esclavitud, que es una actitud insana, y que las ataduras nunca son buenas. Libérate y libera. Sé generoso contigo y con lo demás. Que cada persona y cada cosa sean ellos mismos. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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SOLUCIONA TU PASADO En mi opinión, a pesar de que ya hemos escuchado en mil ocasiones eso de AQUÍ Y AHORA, y de habernos comprometido en las mismas mil ocasiones a vivirlo a rajatabla y no apartarnos de ese compromiso, y a pesar de ser totalmente conocedores de lo que tomar consciencia de ello implica de bueno, y a pesar de creer que lo comprendemos, y decidir que va a ser el faro de nuestra vida… una y otra vez lo olvidamos en cuanto pasa la efervescencia del momento de lucidez. El AQUÍ Y AHORA es el gran desatendido, que es lo mismo que desatender nuestra vida. Efectivamente, sólo existe el PRESENTE, aunque el presente que estamos viviendo no sea tan fresco y virgen como un recién nacido, como aparenta, sino que es el resultado de lo que venimos arrastrando de nuestro pasado. El presente nunca es nuevo, siempre es fruto del pasado. El pasado marca y condiciona todos los presentes, de lo cual podríamos llegar a deducir que somos fruto del pasado. La libertad no la utiliza siempre y bien el Ser Humano porque siempre están sus condicionamientos limitándole. Los pensamientos nunca son libres y casi nunca ecuánimes, porque siempre están condicionados por lo pasado. Esto nos hace ver que es imprescindible arreglar el pasado. Repito, para los que creen que lo importante es sólo lo que se destaca en mayúsculas: IMPRESCINDIBLE. Porque somos esclavos del pasado y somos su consecuencia. El presente es la continuación del pasado, pero con la opción de corregirlo. Todos nuestros traumas, miedos, condicionamientos, pesares, arrepentimientos, errores, malas experiencias… pueden y deben ser revisados en este presente y resolverlos para disolverlos. Y mientras no hagamos esta indispensable tarea seguiremos siendo víctimas predestinadas, seguiremos siendo un cúmulo de inconvenientes, estaremos sentenciados a repetir las mismas equivocaciones, y daremos vueltas en la misma tortuosa noria. En teoría, somos un lienzo en blanco, o un folio sin usar, donde cada uno puede pintar o escribir lo que quiera. Pero esta es la teoría. La realidad es otra y muy distinta. Cada paso que damos, cada pensamiento que creamos, cada decisión que tomamos, no lo hacemos desde la libertad y la ecuanimidad, sino que nacen condicionados por nuestro modo habitual de ver, sentir, pensar o hacer. El futuro siempre va a ser el resultado del presente que a su vez es el resultado del pasado. De ahí la necesidad de cortar esta espiral creciente que cada vez nos aleja más de nuestro centro. Este presente actual, si lo purificamos, si lo hacemos pleno y perfecto, cuando se convierta en pasado no será un motivo de lamento, porque no afectará al presente que tengamos entonces. Esto hay que tenerlo muy claro: No nos podemos deshacer del pasado mediante el olvido. Nunca. Para deshacernos de las influencias desagradables del pasado tenemos que resolverlas. No es lo que pasó lo que nos afecta, sino cómo lo vivimos entonces, y el poder que le dimos a eso que nos pasó. El presente es una oportunidad –que conviene no desaprovechar- para corregir el pasado de modo que el presente y el futuro sean distintos. Todo este escrito no es más que otra de las numerosas formas de decir que hay que tomar consciencia y compromiso, que el tiempo de vida del que disponemos se agota a pesar de nuestra desatención, que una gran parte de nuestra calidad emocional de vida nos la aportamos nosotros –lo mismo que una gran parte de la nuestra inestabilidad emocional nos la aportamos nosotros-, que somos nuestros principales valedores o enemigos, y que no debemos acusar a otros por no hacer lo que tenemos que hacer nosotros. La vida de cada uno es su propia responsabilidad. Y ahora puedes hacer lo de siempre y olvidarte de todo esto… o puedes –ya por fin- comenzar a hacer lo que tienes que hacer: resuelve tu pasado para que no interfiera en tu presente y en tu futuro. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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NO HAY QUE ACEPTAR LO “NORMAL” En mi opinión, parece que en nuestra naturaleza hubiera algo que nos invita e incita a la aceptación de cosas que debieran ser inaceptables. Es una especie de rendición antes de tiempo y de acatamiento sumiso, o una tolerancia que excede lo que debiera ser razonable, o una resignación impropia, o una desatención al gobierno de la propia vida. Me refiero a eso que aceptamos mansamente, aunque no nos guste, porque lo consideramos “normal”. “Es lo normal”, decimos. Y no es cierto. “Lo normal” quiere decir que es la norma, que es lo habitual, que es la costumbre, que es aquello que está más o menos aceptado por la mayoría, pero eso no lleva implícito el que haya que someterse sin más, ni quiere decir que esté bien o que sea correcto, ni tampoco que no se puede rebatir, rechazar o modificar. Se califica como “normal” lo que se ha convertido en costumbre usual o en regla social. Pero, en mi opinión, cuando uno se encuentra algo con lo que no está de acuerdo, y aunque se haya hecho así toda la vida, aunque a todo el mundo le parezca lógico, aunque sea tal como ha sido siempre, existe la opción de corregirlo o de rechazarlo. Y no es solamente una opción, sino que además es un derecho y hasta una obligación. No es necesario, ni conveniente, aceptar algunas cosas “porque sí”, que es la misma explicación que se le da a los niños cuando uno no sabe razonar lo que dice o hace. Es muy satisfactorio y gratificante revisar las actitudes, los pensamientos, las costumbres y normas de cada uno, y verificar con ecuanimidad si uno está de acuerdo con ellas y quiere seguir manteniéndolas y llevándolas a la práctica, o si hay alguna que se ha quedado obsoleta, inútil o incluso es contraproducente. Conviene no hacer las cosas con la única razón de que “así se ha hecho siempre”, “así me enseñaron a hacerlo”, “me han educado así”, “es que no sé hacerlo de otro modo”. Revisar las cosas a las que respondemos de estos modos nos ha de llevar a darnos cuenta, conscientemente, de lo que hacemos inconscientemente. A veces nos perjudicamos sin ejercer la opción de evitarlo. Insisto mil veces en que tenemos que preservarnos, ponernos a salvo de nosotros mismos y de cualquier cosa o persona que nos haga daño. Que algo se haya convertido en “ lo normal” no nos exime de la responsabilidad de cada uno de nuestros actos. Mejor revisarlo, y revisarnos, y hacer que “lo normal” pase a ser “lo que yo decido”. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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ME ASOMBRO DE MI VIDA En mi opinión, el hecho de adjudicarle a nuestra propia vida la depreciación de la cotidianeidad, de estar acostumbrados a nuestra continuada presencia, de poder vernos siempre en todos los sitios y a todas horas, hace que no le demos importancia a ese hecho tan excepcional que es convivir con uno mismo. A mí también me ha pasado eso durante toda mi vida justamente hasta que hace unos días, en medio de una conversación que no tenía nada que ver con este asunto, de pronto me sorprendí a mí mismo diciendo: “Bastante tengo con asistir asombrado a mi propia vida”. Eso me llevó inevitablemente a una reflexión larga, profunda, desde un punto de vista que jamás antes utilicé, viendo las cosas de un modo que antes estuvo invisible a mis ojos y mi mente, comprendiendo todo lo que ha sido mi vida de una manera que tal vez no se hubiera dado si no hubiera construido, consciente o inconscientemente, esa frase que ha servido de disparadero para tener un nuevo enfoque de lo que ha sido mi vida hasta ahora, dotándome de una comprensión que creo que de ningún otro modo se hubiese dado. No quiero decir con esto que esa sea la frase esencial del principio de la solución de algún asunto personal, ni que sea mágica o milagrosa, sino que a mí me ha servido del mismo modo que a otra persona le puede servir el anuncio de una bebida refrescante, o un sueño, o una experiencia mística. Tengo 62 años el día que escribo esto, lo que quiere decir que acumulo ya 62 años de experiencias continuadas en este vivir conmigo. Me tocó pasar por una infancia de desatenciones en lo emocional, acostarme muchas noches sin cenar, vivir en una casa sin luz, pasar frío en los inviernos, tener carencias... En una ocasión una gitana me dio una onza de chocolate, lo que es un ejemplo claro de cuál era mi situación y cómo estaba yo entonces. He trabajado mucho y estoy bien. Pero no olvido mi infancia. Soy, sin duda, una persona que ha vivido atormentado y marcado por muchos traumas –algo queda todavía por ahí, pero muy poco- y que me he encontrado con muchos impedimentos, de algunos de los cuales he logrado desembarazarme y otros aún permanecen acechando y afectando desde la sombra. Todo este necesario preámbulo para poder conocer el origen de mis reflexiones. ¿Quién es este que ha sido capaz de hacer lo que ha hecho partiendo de la nada? ¿Quién es esta persona que ha ido viviendo su vida con más voluntad que conocimiento, que ha dado muchos pasos sin saber cómo ni por qué ni para qué, que ha soportado un corazón seco y ha acallado muchas lágrimas? ¿Quién es este que ahora se asombra de estar conmigo mismo, de estar bien, de asistir admirado a mi propia vida? Y si digo que me asombro no me refiero a los logros, sino a que he estado siempre ahí, que he estado siempre a mi lado, y no porque fuera imposible separarme de mí, sino porque he seguido conmigo sin desalentarme, sin maldecir ni quejarme, sin abandonar ni rendirme, sin dejar de darme ánimos y afrontar cada una de las situaciones que me ha tocado vivir. “Bastante tengo con asistir asombrado a mi propia vida”, porque mi vida, como todas las vidas, como las vidas más duras y las más difíciles, las que tienen más motivos de queja o rendición, las que casi ni se pueden nombrar como humanas, las que están encharcadas de lágrimas y las menos agraciadas, son vidas que merecen la atención y merecen el acompañamiento propio aún en los momentos más duros. El asombro ha de presidir cada una de las vidas. Si se aprecia con atención, es asombroso poder comprobar cómo cada uno –a pesar de los contratiempos- tiene un empuje vital que va más allá de la vida a la que nos obligan los latidos del corazón, y ese seguir adelante se protagoniza desde dentro, desde una certidumbre inexplicable que obliga a un paso más, a otro esfuerzo, a soportar un poco más porque lo bueno está un poco más adelante -porque el premio merece el sacrificio-, y a no rendirse aunque el mundo esté en contra y la luz haya desaparecido llevándose secuestrada a la confianza. Seguir. Una voz silente desde dentro dice que hay que seguir, que hay que dar otro paso más, que es necesario otro esfuerzo, que no hay que rendirse, que Dios aprieta pero no ahoga, que ya aparecerán las fuerzas de donde sea, que hay que tener fe o que hay que confiar en uno mismo aunque no se encuentre una razón contundente para ello. Y todo ello sin perder la capacidad de asombro por uno mismo, por los muros que ha sido capaz de derribar, por los gigantes a los que se ha enfrentado, por los momentos interminables que logró terminar, por los éxitos conseguidos, por salvaguardar la fe a pesar de todo, y por haber logrado poner a salvo la sonrisa y un poco de esperanza. Y por poner a salvo a uno mismo, vencedor a pesar de que aparentaba no poder lograrlo. Esto requiere darse un abrazo, mirarse en el espejo y alegrarse, sentirse orgulloso o satisfecho, amarse, darse ánimos para seguir, cargar las baterías del optimismo, confiar en los efectos de la paciencia y la perseverancia, creer en la Magia o en algo Superior. Y seguir. Seguir imparablemente. Seguir con uno mismo, confiando en uno mismo, creyendo en uno mismo. Es lo que nos propone la vida. Y es de una belleza inenarrable y emocionante asistir con asombro a la propia vida y a la presencia de uno mismo en ella. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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ANTES DE COMENZAR EL CAMINO DEL AUTOCONOCIMIENTO QUINTA PARTE (Son 5 en total) CÓMO SE AVANZA EN EL CAMINO Los primeros pasos son lentos. Así es como aparentan. Es por la falta de experiencia en esto, por el miedo ante lo porvenir, por la toma de conciencia de la responsabilidad –que pesa mucho-, o por el deseo de querer hacerlo bien. Sí te puedo decir que, aunque la meta del Camino está en la muerte, y no antes, sí es cierto que se producen resultados, pero, más o menos, va así: En las primeras semanas parece ir muy lento. No se ven avances. Y no sólo eso, sino que a medida que empiezas a conocer cosas, y a darte cuenta de más cosas, verás que queda por aprender mucho más de lo que pudieras imaginar, y entonces te acordarás de Descartes: “Sólo sé que no sé nada”. Así que tranquilidad ante la falta de resultados inmediatos. Serenidad. Paciencia. Es muy importante que no se entrometa el agobiante ego, ansioso de resultados, metiendo prisa. Se necesitan tiempo, calma, paz, silencio, quietud, equilibrio… hay todo un trabajo de reconciliación con el pasado, y tenemos mucho pasado. No hay que aligerarse en construir una base que soporte toda una nueva persona. Para que pueda resistir lo que venga ha de ser sólida y hay que dejar que el cemento fragüe y los pilares se asienten. Curiosamente, mientras antes desaparezca la urgencia más rápido se avanzará. Y si al principio va lento -muy lento para nuestro gusto y nuestra prisa por verlo todo ya resuelto-, de pronto las cosas empiezan a coger velocidad, y si habíamos tardado tres meses en hacer el primer kilómetro, en los siguientes tres meses haremos cien. EL SER HUMANO SÓLO TIENE CUALIDADES En esencia, el Ser Humano no está dotado de maldad. Eso es algo que se aprende después, y que lo aprende quien quiere (Lo mismo que también lo puede desaprender quien quiera). El Ser Humano tiene, en su condición y origen, solamente cualidades, alguna de las cuales no ha llegado a desarrollar en todo su potencialidad. A la parte de las cualidades que aún no hemos desarrollado las llamamos “defectos”. El descubrimiento de un “defecto” ha de ser un motivo de satisfacción, porque nos confirma que una de nuestras cualidades aún no ha sido desarrollada en su totalidad, y eso indica que podemos mejorar más. COMENZAR Con estas premisas, y las de los capítulos anteriores, ya puede uno comenzar –o seguir- su Camino. Cómo es su Camino, y hacia donde lo quiere dirigir, ya es un asunto personal. Recomiendo andarlo. Es el Sentido de la Vida. ¡¡Buen Camino!! Francisco de Sales
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ANTES DE COMENZAR EL CAMINO DEL AUTOCONOCIMIENTO CUARTA PARTE (Son 5 en total) PONERSE SIEMPRE A SALVO Sólo uno mismo tiene la responsabilidad de su propia vida. Responsabilidad ante sí mismo y ante quien se la dio. Y tiene la responsabilidad de no herirse, de tratarse con comprensión y amor, de no permitir que las circunstancias de la vida le condenen a una desgracia continua, de mantenerse íntegro y digno a pesar de que no siempre haya sido acertado en sus acciones, y a pesar de haber cometido errores, o de haberse fallado a sí mismo. Uno siempre tiene que sobrevivir a los conflictos interiores. Tiene que procurar quedar indemne. Por su propio bien. Y es mejor que lo haga de un modo digno, donde no se vea afectado en su Autoestima. Es mejor preservarse, con mucho cuidado y con una delicadeza maternal, de los naufragios en las que uno se va a ver envuelto. Uno ha de salir lo más indemne posible, porque sólo de ese modo puede seguir en el Camino. Se camina mejor sin heridas. Ponerse siempre a salvo es un ejercicio a favor de uno mismo, para poder resolver, y para no estancarse en culpabilizar o reprochar. Uno ha de ser, siempre, su más ferviente y magnánimo defensor. Y uno ha de negarse, siempre, a permanecer en una relación de confrontación consigo mismo. VALORAR LAS COSAS BUENAS En general somos bastante injustos con nosotros mismos. Cuando hacemos un inventario de cómo nos vemos –y es igual que se haga de un modo consciente o que sea el inconsciente quien se encargue-, el saldo tiene tendencia a ser negativo. Medimos con distinta vara las cosas que hacemos bien y las cosas que calificamos como malas. Las cosas que son de nuestro gusto, nos parece que son normales, que no tienen mérito, y por eso las valoramos poco e injustamente. Las cosas que no nos gustan las exageramos y las valoramos muy por encima de su tasación. Tasación negativa, por supuesto. De una cosa pequeña, casi insignificante, hacemos un mundo. Perdonamos a los otros, y sin pestañear, las mismas cosas con las que somos absolutamente rigurosos e injustos y crueles cuando nos suceden a nosotros. La justicia descompensada y nada arbitraria que usamos contra nosotros es un auto-atentado casi imperdonable. Hay que averiguar si uno tiene buena materia prima o buenos cimientos sobre los que construir. Para ello se requiere de una justicia insobornable que sea capaz de sacar a la luz no sólo las faltas y defectos –que lo hará muy fácilmente-, sino reconociendo también las bondades, las cualidades, las posibilidades, la humanidad, la capacidad de amar, y otros dones y virtudes. EVITAR REPROCHES HACIA EL PASADO El pasado es solamente eso: pasado. Del pasado es bueno extraer los buenos recuerdos, para acudir a ellos cada vez que lo deseemos, pero no es conveniente acudir a ellos con una nostalgia inconsolable o con el sentimiento apenado de que fue muy bueno mientras que nuestro presente no es satisfactorio. Y lo que no es conveniente hacer es regresar al pasado con la intención de encontrar situaciones que reprocharnos. No está bien convertirse en el propio verdugo. Uno ya no es el yo del pasado, aunque otro “uno mismo” –pero en otro tiempo y siendo distinto del que es ahora-, sea quien actuó entonces. El hecho histórico o cronológico que sucedió en el pasado es inamovible, pero el adjetivo o la opinión con los que calificamos lo que sucedió, que son quienes nos ponen en alerta sobre si aquel momento estuvo a nuestro gusto o no, sí pueden ser modificados. Pero no modificados mentalmente porque sea provechoso hacerlo así, sino porque uno ha comprendido ahora que la importancia que se le dio entonces al hecho no corresponde con la valoración neutral que podemos hacer hoy. En los momentos en que suceden las cosas que acabamos calificando como “malas” uno tiene una visión pesimista de la realidad. Lo ve todo de un modo funesto y con un duro auto-reproche, y por eso la valoración de aquel momento es más penosa o dramática de lo que realmente corresponde. Y es mejor seguir construyendo que seguir destruyendo. A LA LARGA, TODO SON VENTAJAS Adelanto que el Camino no es fácil, aunque supongo que ya lo estés notando (porque ya has comenzado antes de empezar a leer). Va a ser lento y duro. Vas a encontrar más pegas y dificultades de las que puedas sospechar ahora. Pero, a pesar de ello, es recomendable que hacerlo. Es el único método eficaz. Y a la larga, cueste lo que cueste, comprobarás que compensa. Que ha merecido todo el esfuerzo, los momentos de dudas, la falta de luz, que sintieras la meta más lejos cada día, y que a cada alegría por un paso dado le siguiera la sensación de que el paso había sido hacia atrás. Francisco de Sales
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ANTES DE COMENZAR EL CAMINO DEL AUTOCONOCIMIENTO 3ª PARTE (Son 5 en total) RECONOCER - DARSE CUENTA La observación es primordial e imprescindible. Pero observación sin juicio, aséptica y neutral. Observación que no se entromete, que no critica ni acusa, que no da su opinión. Observación como un notario pulcro que toma nota de lo que ve pero no da su opinión. De eso es de lo que se trata. De levantar acta de lo observado, de lo sentido, y parar el proceso mental que se encargaría de poner adjetivos y castigos. Hay varias formas de conocerse. La primera, parte de darse cuenta de quién es uno mismo. Observarse como si uno no se conociera, y darse cuenta de lo que hace, de cómo se mueve, de cuáles son sus pensamientos, su forma de expresarse… Mirarse como si fuera la primera vez, no dando nada por supuesto, para poder acceder a algo que visto con otra mirada pueda ser distinto. Otra forma de conocerse es pedir la opinión que tiene de nosotros alguien que realmente nos conozca y nos quiera. Lógicamente, hay que pedirle su sinceridad más absoluta y aclararle que darnos una opinión exclusivamente favorable para quedar bien, no sólo no sería útil sino contraproducente. Y no olvidar que es solamente una opinión y no una verdad completa. ADMITIR Y ACEPTAR (Comprender) De nada sirve negar lo evidente. Ni lo bueno, ni lo malo. Si se descubre algo, y ese algo es cierto, hay que admitirlo. Lo que no quiere decir que haya que conformarse con ello. De momento, solamente hay que reconocerlo. Sólo a partir de aceptar lo que hay se puede comenzar a modificar eso que hay. Cuando se acepte es conveniente hacerlo sin condiciones, sin negaciones, sin maquillaje, sin justificaciones. Es lo que hay. A cada uno le han tocado vivir -o ha sido por su “culpa”, depende de cómo lo quiera entender cada uno - una serie de circunstancias personales, en una época concreta, con unos condicionamientos específicos , con o sin motivaciones, y eso imprime carácter y marca. Esto también hay que admitirlo. Si uno hubiera nacido en una familia distinta, con otro sexo, en diferente país o siglo, sería distinto. Por supuesto. Pero uno es quien es y está donde está –de momento- y eso hay que admitirlo y aceptarlo. PERDONAR – PERDONARSE Yo no soy partidario de “perdonar” en el uso habitual que se le da a la palabra (Perdón: Remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente.), porque es muy discutible que las penas sean merecidas, que uno permita que las ofensas le hieran, o que se tengan obligaciones impuestas por alguien ajeno, y me parece que si uno comprende, a sí mismo o al otro, y las situaciones o circunstancias, es innecesario el perdón. Con el reconocimiento del hecho, sea el que sea, si se descubre que no había mala intención expresa, ya no es necesario entrar en juicios. Por otra parte, si es que hubiera algo que perdonar, no perdonarlo sería un grave error. Creo que casi todo –he escrito “casi todo”- es digno de ser perdonado. Entendiendo por perdón la comprensión incondicional que borra lo sucedido sin dejar ningún tipo de residuos. Incluso en los casos en que se ha actuado con maldad y perversidad, si se hurga en las motivaciones de quien lo hizo, en su educación y en las circunstancias que le han tocado vivir, es posible que se llegara a encontrar una justificación razonable. Y razonable no quiere decir que esté bien. En algunas ocasiones uno no es responsable directo de las cosas que hace mal. Y eso hay que entenderlo, aceptarlo, y “perdonarlo”. HACER LIMPIEZA DE ENEMIGOS ¿Qué hay dentro de ti que pueda ser tu enemigo o pueda boicotear todo tu trabajo? Es muy conveniente conocer los enemigos internos. Y sería muy conveniente tratar de llegar a pactos y alianzas con ellos. Explicarles con el corazón cómo se siente uno, cuál es la intención, y hablarles de la necesidad de contar con ellos como aliados, y pedirles que no se dediquen a entorpecer, a destruir, a poner trabas y zancadillas. Pregúntate… ¿Qué te puede impedir que avances? Francisco de Sales
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ANTES DE COMENZAR EL CAMINO DEL AUTOCONOCIMIENTO 2ª PARTE (Son 5 en total) ACEPTAR El Camino es un proceso de autoconocimiento en el que deben primar, imprescindiblemente, el amor y la sinceridad. El Camino es un proceso de introspección en el que uno se propone conocer todo lo que uno es. Y, sin duda, van a aparecer cosas que manteníamos muy escondidas, cosas de las que no nos sentimos muy orgullosos y sí arrepentidos, cosas que van a intentar convencernos de que no hemos sido buenas personas… Generalmente, cuando uno hace un balance sincero de uno mismo, el resultado es peor de lo esperado. Lo que no quiere decir que sea cierto. Sólo quiere decir que uno es demasiado exigente y poco comprensivo. O que es un tasador ineficaz, e injusto, que da más valor a los hechos equivocados que a los acertados. Lo que uno encuentre dentro de sí, lo ha de amar. Sea lo que sea, porque forma parte de uno y uno es eso que está siendo eso que ha encontrando. Uno no es la idea de lo que le gustaría ser, no es la utopía ficticia, ni siquiera quien los otros creen que uno es. Ni siquiera es el personaje que lleva casi toda su vida representando. Otra cosa es que, si algo no satisface, se ponga en marcha un proceso para resolverlo. Este Camino, o se hace con mucho amor –pero que mucho, mucho, mucho amor-, o es mejor no iniciarlo. Si va a ser una pelea incesante, un continuo reproche, un echarse en cara el pasado continuamente, mejor no empezar. Se ha de hacer con placer y no a regañadientes, sin ningún tipo de reproches y -repito que esto es imprescindible- con mucho amor. VIVIR MUY CONSCIENTEMENTE ESTE MOMENTO La toma de consciencia continua es fundamental en este momento, porque sin consciencia uno no se da cuenta de lo que está viviendo, de lo que está pasando, y no sacará todo el jugo. Es un momento a vivir con mucha alegría y felicidad, por la oportunidad tan especial que vamos a tener de tomar, por fin, el gobierno de nuestra vida, y porque tenemos, por primera vez, la oportunidad de empezar a diseñar –a nuestro gusto- lo que llamaremos futuro. La consciencia va a ser muy útil, muy necesaria. Sobre todo porque a partir de iniciar el Camino la responsabilidad es una parte integrada, y así como uno puede escudarse en el desconocimiento o la desatención para las cosas que hizo en el pasado, desde el momento que decide lo que quiere hacer ya es responsable, tanto de hacerlo como de no hacerlo. Ahora ya lo sabe. Ahora se ha dado cuenta. No puede alegar desconocimiento, ni tampoco puede responsabilizar a cualquiera de los yoes del pasado. Lo bueno es que el Camino se inicia con un buen propósito, y con interés, y ya casi debieran ser argumentos más que suficientes para que el éxito estuviera presente. Por supuesto que hacen falta más cosas para llegar a la meta, pero lo iremos viendo más adelante. DESCUBRIR La intención que debiera gobernar el proceso es la de sacar a la luz todo lo que existe dentro de uno. Tanto lo que es de nuestro agrado como aquello que no nos gusta. A eso se llama DESCUBRIR. Descubrir es dejar de negar y dejar de esconder. Es poner la realidad a la vista, sin tapujos, sin fingimientos…. y sin reproches. Ponerse frente a lo que uno es –aunque en este momento no sea muy agradable-, tenerlo a la vista y mirarlo de frente, es un acto de valentía que requiere el propio y sincero reconocimiento. Es bueno que la Autoestima acompañe en este momento, ya que su colaboración va a ser importante para sacarnos del estado casi depresivo en el que vamos a estar en numerosas ocasiones. Sólo durante un poco de tiempo, por supuesto, que no es cuestión de alargarlo innecesariamente. “Felicitaciones -se dice uno mismo-, me he atrevido. Lo he hecho”. “Este soy yo, el que ahora veo”. “Por fin me empiezo a conocer de verdad”. (Y es que es tan chocante pasar toda una vida consigo mismo y seguir siendo un extraño desconocido…) El que ahora me atrevo a mostrar –o sea, a mostrarme-, era exactamente igual cuando no me atrevía a reconocerlo. Si acaso, este que ahora veo es un Ser valiente y comprometido que va a hacer cuanto crea necesario para ser él mismo, dejando de estar gobernado por el personaje que ha estado suplantándole durante los últimos años. Francisco de Sales