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NO INSISTAS EN ESTAR DONDE NO ES TU SITIO. En mi opinión, los apegos o la carencia de coraje, la falta de decisión o de dignidad, la ausencia de Amor Propio o una Autoestima que llevamos arrastrada por el suelo, son generalmente los motivos por los cuales insistimos en estar donde no es nuestro sitio, donde no se nos aprecia ni valora, donde solo recibimos sufrimiento. “Donde ya se dijo y no se hizo nada, ahí no es. Donde ya te diste cuenta de que no eras prioridad, ahí no es. Donde detectas que no te dan el valor que tú mereces, ahí no es. Cuando ya no te necesitan y por eso no se interesan por ti, ahí no es.” No sé de quién es el texto, lo encontré en internet, pero me parece que es una buena reflexión acerca de la situación en la que se encuentran muchas personas que se mantienen en un sitio o una posición… a pesar de que ahí no es. Hay quien está en una relación de la que no puede escapar -por lazos familiares, por ejemplo-, pero hay quien pudiendo escapar convierte su relación sentimental en una relación de dependencia y depende del otro de tal modo que no es capaz de hacer su vida en solitario… o en otra relación. La rendición es un inconveniente, no es recomendable aunque en algún caso excepcional no quede más remedio. Hay personas que están en una mala relación y se lo toman como un castigo que por algún motivo les corresponde; otros se abandonan a la idea de que es un destino del que no pueden escapar, de que tienen que “aprender algo” de esa situación, o se agarran a la excusa del karma para auto-justificarse, o sea auto-engañarse. Hay muchas señales que hacen notar con claridad que uno no está en el sitio donde quisiera estar o en el que le corresponde: la tristeza insistente, el dolor emocional, el desánimo, la rabia, el mal humor, la frustración… las señales las podemos recibir y percibir por todos los lados y de todos los modos, pero todas tienen en común la desazón que a uno le provocan y que uno siente, la sensación de impotencia –que no siempre es real- por no poder hacer otra cosa o por no tener el valor de mandarlo todo a la mierda y salir de donde no se quiere estar. Benedetti escribió que “uno no siempre hace lo que quiere pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere”, y no se puede decir más claro. La falta de libertad se debe a veces a que uno no sabe ser libre. A quien esté en una situación o estado que no sea de su agrado, le conviene revisar lo que eso le provoca emocionalmente, y preguntarse por qué le afecta, y reconocer sin excusas que no está donde quiere estar o que las cosas no son como quiere que sean, y a partir de esa toma de conciencia es cuando uno ha de aplicar toda su objetividad y su Amor Propio para verse COMO REALMENTE ESTÁ, y darse cuenta –sin engaños- de la realidad en la que está viviendo. Si ya has descubierto dónde y por qué hay sufrimiento, o descontento, parece que el siguiente paso es tratar de remediar eso que es insatisfactorio. Hace falta recurrir al Amor Propio y a la dignidad personal para rescatarse de ese sitio ingrato o incómodo en el que está a desgana. Es comprensible y hasta admisible que uno haya estado donde no es su sitio porque no se ha dado cuenta, pero desde el momento en que sí se da cuenta comienza su responsabilidad innegable: ya no tiene a qué o quién culpabilizar y tiene que resolver lo que tenga que resolver. Por su propio bien, por supuesto. Descubre cuál es tu sitio. Quédate en el que sea tu sitio. Averigua dónde y cómo te sientes bien. Con quién te sientes bien. Qué te hace estar bien. Escapa de lo que te hace mal. No insistas en estar donde no es tu sitio. Presta mucha atención porque de esto puede depender tu felicidad o tu desventura. Sé honesto, sé objetivo, se realista, y mira por ti y tus intereses. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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LA VIDA NO TIENE SENTIDO.vídeo de 7 minutos:https://www.youtube.com/watch?v=VsoK4OJlWMkEn mi opinión, la vida, por sí misma, no tiene un sentido definido salvo el de caminar imparable e inevitablemente hacia la muerte.Cualquier otro sentido que se desee para la vida -para ese espacio que abarca desde el nacimiento hasta la muerte-, lo tiene que aportar uno mismo. Cada uno mismo.Si le ha gustado este vídeo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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LA AUTOESTIMA ESPIRITUAL. En mi opinión, este asunto es algo de lo que casi nunca se habla –o que se habla a veces, pero no se enfoca tal como dice el título- y es algo que ya he comprobado en demasiadas ocasiones que existe. Parte del hecho de que algunas personas se empeñan en marcar diferentes niveles de conocimientos espirituales -esto no es muy importante-, o de avances en la espiritualidad – esto sí que hay que valorarlo, pero sin ego-, de sabiduría –esto sí es importante-, de evolución –también es importante-, y consideran “superiores” a los que ya llevan más tiempo en esto de lo exotérico y lo esotérico y del Desarrollo Personal. A mí eso de valorar el conjunto que es una persona solo porque destaca en un aspecto no me parece justo. Tanto el recién llegado como el que lleva más tiempo en ello (he evitado escribir el Alumno y el Maestro), comparten en la misma cantidad algo que realmente es lo valioso: son Humanos. A las personas se les debe medir más por la humanidad que por los conocimientos. Admiro más ser una buena persona que tener un montón de conocimientos. Aprecio más a alguien de buena voluntad en su deseo de Mejoramiento que a alguien cuyo único mérito es haber leído muchos libros y recordar de memoria una serie de conocimientos ajenos. Lo espiritual trata del alma, de la esencia personal, de lo que es el soporte de la mente, pero no de la mente. En lo espiritual no cabe el ego, por lo tanto sobran las evaluaciones y las comparaciones, que es un asunto que le gusta, sobre todo si puede destacar en algo. Conozco ese ego espiritual que algunos exhiben haciendo referencia a frases célebres, a cursos hechos y libros leídos, y conozco también el propio menosprecio de algunos recién llegados que se miden con los otros en el terreno equivocado. Tal vez este sea el terreno de sentir más que el de hacer o pensar. El Camino se dirige hacia dentro y no hacia afuera. Lo que uno hace lo hace por sí y para sí, y ese es el modo correcto. Quien presume de sus conocimientos o logros no lo está haciendo bien: ese es el diálogo del ego. El Camino Interior lo recorre uno solo y a solas, aunque haya momentos que comparta con los otros. Se dice que es un Camino de descubrimiento y de recuperación. Descubrirse para recuperarse al mismo tiempo. Traer al presente consciente a ese que vivía en el olvido y en lo inconsciente. Es un Camino en el que uno se encuentra con sus propios enemigos internos y ha de buscar el modo de reconciliarse con ellos, o sea con uno mismo. Y no es una competición, no hay niveles, no ha de haber estatus, sino que cada uno está donde puede y ha de apreciarse y valorarse en lo que es y nunca compararse para menospreciarse. Si uno es buena persona, que lo sepa la Autoestima Espiritual y lo valore y lo tenga en cuenta, lo mismo que si uno es generoso, amable, bondadoso, sincero, humilde, honesto, sencillo, comedido, compasivo, atento, leal, amigable, amoroso… esos son también los aspectos espirituales del Ser Humano. Por esto es por lo que ha de medirse cada uno pero solo frente a sí mismo. Esto es lo que tiene que valorar para poner en su sitio la Autoestima Espiritual. En esto es en lo que hay que desarrollarse y no en los conocimientos, la exhibición, la presunción… porque eso es exotérico y no espiritual. No es tan importante cómo se desarrollan tus conocimientos, sino cómo crecen tus sentimientos y tu espiritualidad. No confundas tener conocimientos sobre espiritualidad, o sea conocer la teoría, con ser una persona espiritual. La espiritualidad, como el amor, no se dice: se demuestra y se demuestra solamente a uno mismo aunque también lo podrán apreciar los demás. No eres más ni eres menos. Ten cuidado de no magnificar a los otros en este terreno y ten cuidado de no menospreciarte tú. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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YO NO QUIERO SUFRIR.vídeo de 6 minutos:https://www.youtube.com/watch?v=5n5L3PUefzQEn mi opinión, no me queda más remedio que renegar de esas frases apocalípticas y aterradoras con las que la Iglesia atormentó mi infancia.“El mundo es un valle de lágrimas”, decían. Este es un mensaje con una maldición implícita. Negaba cualquier tipo de esperanza, ya que las lágrimas a las que se referían eran de dolor y sufrimiento, y nunca de alegría.Si le ha gustado este vídeo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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LA TRISTEZA ES LA VOZ DE INSATISFACCIÓN DEL ALMA. En mi opinión, la tristeza es una señal de alarma que brota del alma a la cual hay que dedicar muy especial atención cuando se presenta. Creo que no es un estado gratuito y menos aún un estado sádico que sólo nos quiera perjudicar. Entre los efectos –o las causas- de la tristeza están la aflicción pesimista, la pesadumbre, la melancolía, cierto dolor, el enojo, el desánimo, algo de angustia, y la insatisfacción. Todo eso provoca una tendencia al llanto y el recogimiento. Me gusta mucho este proverbio chino: “No puedes evitar que las aves de la tristeza pasen por encima de tu cabeza, pero puedes evitar que hagan un nido en tu cabello”. Previene muy bien de algo que no sería bueno: que se instale durante más tiempo del necesario o que se llegue a instalar de continuo y a hacerse crónico. La tristeza es una reacción emocional que surge cuando perdemos algo importante, o vivimos una situación adversa e indeseada, y nos vemos superados por ello. Es un estado que se puede prolongar durante mucho tiempo si uno no pone algo de su parte para finalizarlo. Detrás de ella está alguna pérdida y casi siempre la decepción y la no realización de algún deseo; uno se siente defraudado y prefiere no relacionarse con nadie y encerrarse en su abatimiento. Ese aislamiento se supone que es una invitación a la reflexión de cara a cambiar conductas, pero… cuando uno está sumergido en la tristeza, todos los pensamientos que aparecen están contaminados y aparecen, por lo general, con un tinte negativo. Si además en ese momento uno aprovecha para reprocharse cosas –del presente o del pasado-, para mostrar un enfrentamiento consigo mismo, la Autoestima saldrá perjudicada y el Autoconcepto saldrá herido. En los momentos tristes, y en los momentos eufóricos, es conveniente no tomar decisiones. Ella se presenta cuando hay una desazón, una descoordinación interior, una insatisfacción entre lo que está sucediendo y lo que uno desearía que sucediese. Es un toque de atención, sin duda. Es muy curioso que la tristeza lleve al aislamiento: es una llamada para prestar atención al interior, es un grito de socorro que lleva incluida la desesperación. La consciencia de la conciencia nos hace darnos cuenta de que hay algo que nos está desarmonizando y nos invita al recogimiento para hacer un alto, una revisión de lo que está pasando. El grito o el toque de atención puede surgir de un ego herido, pero éste provoca más bien otros tipos de respuestas que se parecen a la tristeza pero no lo son, y deja la tristeza como manifestación de algo más profundo: la voz de la insatisfacción del alma. Por eso la tristeza va unida a la introspección y el recogimiento, aunque en demasiadas ocasiones nos quedemos en la queja en vez de profundizar tal como se nos propone. REALMENTE… ¿por qué estoy triste? REALMENTE… ¿qué parte de mí está triste? REALMENTE… ¿por qué me duele? No es conveniente evitar estas preguntas y otras similares y conformarse con una “ya se me pasará” mientras se busca una distracción que nos haga olvidar. La llamada es importante y no se debería desoír. Las circunstancias han creado una situación especial y conviene aprovecharla porque no será fácil que se vuelva a repetir, así que es el momento de preguntarse, de observar y observarse, de darse cuenta; no sea el mejor momento para tomar decisiones –como ya has leído antes-, sirve para buscar el origen de lo que nos ha llevado a ese estado, los sentimientos que se han visto involucrados, dónde duele y por qué. Estará bien tomar nota de todo ello y dejarlo madurar un poco, dejar que se aposente el estado de tristeza –sin alargarlo artificial e innecesariamente- y que después se diluya, y estará bien reconciliarse con uno mismo si se ha producido un distanciamiento. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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¿ESTAMOS DESTINADOS A LA INSATISFACCIÓN? En mi opinión, la insatisfacción, en su parte positiva, es un toque de atención, un recordatorio y un aviso de que algo no va bien. Nos pone en alerta sobre una cuestión que conviene revisar, así que posiblemente haya que darle la bienvenida cuando se presente porque generalmente viene en son de paz y con la intención de colaborar con nosotros en nuestro mejoramiento en algún aspecto. Sólo si uno se siente insatisfecho con su trabajo, con su pareja, con el sitio donde vive, o en cualquier otro aspecto, es cuando puede escucharse y plantearse la posibilidad de cambiarlo. Conviene revisar que no sea solamente una protesta del siempre insatisfecho ego, en cuyo caso conviene revisarlo –por si acaso- pero sin hacerle después mucho caso. La objetividad y el autoconocimiento pueden ayudarnos a verlo con claridad. Es la insatisfacción en algún terreno lo que hace que el Ser Humano evolucione. El conformismo apaga, la inquietud aviva. Ortega y Gasset decía que “lo que más vale en el hombre es su capacidad de insatisfacción”. El progreso viene de la mano de la insatisfacción. “La mitad en la vida es deseo, y la otra mitad insatisfacción”, escribió Carlo Dossi. Eso sí, conviene diseccionar muy bien la insatisfacción y llegar hasta el origen real del que procede y entonces, sólo entonces, ver las posibilidades que existen de darle la vuelta y convertirla en algo satisfactorio. Si proviene, por ejemplo, del físico personal y no es posible mejorarlo, pues es mejor aceptarlo como es y no caer en la frustración y sentir que toda la vida es una desdicha. Se trata de mejorar lo que se pueda o de sacarle el mejor partido pero sin frustración. Si proviene, por ejemplo, del estatus que uno ha alcanzado y se ven posibilidades de mejorarlo… ¡adelante!, pero si es imposible mejorarlo entonces conviene trasmutar la insatisfacción en aceptación. Lo que no puede ser, no puede ser. La envidia, el rencor, o la rivalidad, por ejemplo, nos señalan algo en lo que estamos insatisfechos. Se podría decir que todo lo que nos incomoda, lo que nos duele, lo que nos afecta, es algo que necesita ser revisado para ser modificado… o aceptado para que no siga siendo una lucha. Al darnos cuenta de nuestras insatisfacciones, lo que nos interesa es aprender a diferenciar cuáles son las que tenemos que dulcificar para aceptarlas mejor y cuáles merecen toda nuestra atención y esfuerzo para modificarlas. La insatisfacción busca caminos por los que reciclarse. El modo menos positivo es cuando se manifiesta como desmotivación, amargura, rendición, o cualquier otra manifestación que lleve a la rabia contra uno mismo y la aceptación impuesta pero entendiéndola como derrota. La parte positiva es cuando sirve de estímulo. Ante el mismo hecho insatisfactorio cada uno puede reaccionar o actuar como quiera, así que interesa recordar esa frase que dice “lo que importa no es lo que te pasa sino lo que haces con lo que te pasa”. Jamás descubriríamos cosas nuevas si nos diésemos por satisfechos con lo que ya hemos descubierto. Es innegable la incomodidad que proporciona la insatisfacción porque todos, aun no siendo conscientes de ello, lo que realmente queremos es estar en Paz, satisfechos, cómodos, sin conflictos, y la insatisfacción viene a revolucionar todo eso. Pero, como las crisis, ha de ser bien recibida y darle las gracias por su colaboración. Una persona que está en un Proceso de Desarrollo Personal no ha de conformarse con la aparente calma, y solo ha de sentirse satisfecho con la verdad, aunque provisionalmente, hasta que se cambie, sea una verdad que no gusta. “Estamos destinados a la insatisfacción” parece una afirmación que condena a la frustración, pero no es así. Podemos escapar de la frustración como destino maléfico y hacernos aliados de la insatisfacción como una informadora necesaria, como lo es la conciencia, para ver cuándo y en qué nos hemos desviado de nuestro Camino. Bienvenida seas, insatisfacción. Y recuerda que la insatisfacción ha de ser un estado provisional y pasajero, y que si la conviertes en permanente es porque algo no lo estás haciendo bien. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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NOS GUSTAN MÁS LOS HALAGOS QUE LA VERDAD. En mi opinión, hemos llegado a generalizar algo que, desde el punto de vista ético o moral, debería ser rechazado; pero no solo no se rechaza, sino que se acoge con gusto y está socialmente admitido con total normalidad. Me refiero a eso de que “la verdad duele” y como no nos gusta nada que algo nos duela estamos viviendo en un mundo donde se acepta con gusto la hipocresía y donde la verdad no es bien recibida cuando no es agradable o cuando no es favorable. La sinceridad debería ser un asunto prioritario, pero gustan más los halagos que la verdad. Incluso aunque esa verdad sea constructiva. El impacto inicial que se siente al recibir lo que no nos gusta no es agradable porque parece un misil enviado directamente al ego. Uno tiene SIEMPRE la libertad de escoger entre ser sincero –con los demás y consigo mismo- a pesar de lo que ello implica. La sinceridad es un asunto de ética personal. No es necesario seguir el juego social y sí es conveniente respetar la propia conciencia. Una muy querida amiga escribió: “Me iré de este mundo sabiendo que no habrá palabras sin decir que me acompañen a la tumba, porque dije siempre la verdad en todo lo que tenía que decir”. Bello. Si no fuera por la posibilidad existente de poder decir la verdad siempre, esta vida sería incompleta. Una vida cuya muerte podría dejar un sabor de remordimiento y rencor. El Ser prefiere la verdad porque solo de la verdad puede extraer la enseñanza. El ego prefiere algo leve y suave, prefiere solo la parte en la que brilla, donde puede exhibirse sin heridas. Es él quien prefiere un halago falso a una verdad ingrata. Una mentira no ayuda, una verdad que duele -una vez que ha sido superado el impacto- sí puede ser útil. Las redes sociales explotan de falsedades e hipocresías. Y las relaciones sociales están empezando a ser algo parecido. Mentimos ya con naturalidad cuando decimos “qué bien te queda ese vestido”, “qué guapo es tu hijo”. Y quien recibe una de estas adulaciones no impone la verdad, porque le va mejor auto-complacerse con esa mentira disfrazada de verdad. “No aparentas los años que tienes”, decimos. Y nos contestan con una falsa sorpresa “¿de verdad?” o “¿verdad que sí?” que quiere decir “no vayas a cambiar la frase ahora o te mato, porque yo no me lo creo y necesito que alguien me lo diga”. Piensan en el fondo “he conseguido engañarles” y entonces empiezan a creer con más fe en su propio autoengaño. “Miénteme pero miénteme bien, para que aparente ser creíble”. Soy partidario de ser cortés y educado, de ser amable y cuidar el modo y el tono y la forma y el momento de decir las cosas, pero cuando digo algo quiero que sea la verdad. Y si uno tiene esa costumbre de halagar –innecesariamente- solo por peloteo, por quedar bien o ganar méritos, por ser “más amiga” o “más querido”, que tenga cuidado con lo que hace. Puede perjudicar a la otra persona más que beneficiarla. Practica la verdad con los demás. Y contigo mismo también. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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LO QUE HAY QUE EVITAR EN EL PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL.vídeo de 6 minutos:https://www.youtube.com/watch?v=eVZnpluwzWUEn mi opinión, las personas que se comprometen en un Proceso de Desarrollo Personal adquieren una responsabilidad con la que tienen que ser bastante rigurosos en su cumplimiento.Este Camino no siempre es corto ni es cómodo ni es fácil.Esto quiere decir que no se camina solo sino que requiere de la atención continua y de la constancia, de la observación y el cuidado, y del progreso insistente aunque sea a base de pasos milimétricos.Si le ha gustado este vídeo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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PLENITUD, VIDA Y YO. En mi opinión, aunque uno no le ponga nombre y no siempre esté consciente de que lo está buscando, sobre cada persona sobrevuela el deseo de llegar a alcanzar el bienestar –en el caso de los más prudentes y sensatos-, el mejorestar -en el caso de los que son un poco sanamente ambiciosos-, y la plenitud –en el caso de los menos conformistas y de los que están convencidos de tener derecho a ella y de tener la capacidad de estar preparado para vivirla-. La plenitud conlleva esa completitud en que uno siente que cada una de sus partes armoniza y se funde con el resto y que cada una de las partes que le componen se haya más o menos en paz con sus circunstancias, más o menos en una concordancia total, y con un buen equilibrio entre lo que hace y lo que desea hacer. La vida plena no es la vida en la que uno lo tiene todo, sino la vida en la que uno está satisfecho con todo. Y cuando no está plenamente satisfecho –porque parece que eso de que TODO vaya bien y TODO sea perfecto es algo imposible- lo que sí tiene es una aceptación amable, sin conflictos ni contradicciones, porque uno asume que la perfección es solo para los dioses y que TODO solo está al alcance de Dios. Así que… reflexiono... un Camino que puedo emprender es el de la aceptación de lo que hay, lo que tengo y lo que soy, con una sonrisa y sin ningún autoreproche; el mismo Camino lo puedo alargar después para seguir trabajando por acercarme al ideal pero sin que la no consecución de lo absoluto se convierta en un drama. Otro Camino es llenar mi vida de cosas interesantes: pequeñas grandes cosas que me aporten satisfacción. Solo aquellas que pueda alcanzar y que encajen bien con mis deseos y proyectos. O lleno mi vida de cosas interesantes o me convierto yo en alguien interesante para mí mismo. Puedo aspirar a la completitud, a la plenitud, y a una tranquilidad que me haga sentir que el tiempo que paso conmigo –que es TODO el tiempo- es de satisfactoria compañía, es humano, es de calidad. La plenitud en la vida requiere de la presencia constante y consciente. Solo cuando uno se da cuenta de sí mismo es cuando se puede sentir pleno; en otros casos uno se siente feliz o contento o se siente ocupado o distraído, pero en ninguno de esos casos se alcanza la sensación de integridad, de reconocerse como un ente cuerpo-alma-persona-yo, como un conjunto donde conviven la conformidad con uno mismo y un agradable orgullo por el modo de ser, de comportarse honestamente en la vida y con el resto del mundo, de estar en la imperfección provisional pero caminando a diario en dirección hacia la integración de la propia personalidad dispersa. La plenitud vive en cada uno de los momentos y en cada momento está a nuestro alcance, sin imponernos unas condiciones materialmente inaccesibles, porque es una aspiración del Ser y no del ego. El ego entorpece, con sus erradas ambiciones, el acceso a la plenitud del silencio, del vacío, de la nada tranquila y enriquecedora, del estar uno satisfecho con quien es sin importar lo que tiene. La plenitud es un éxito en el que confluyen lo espiritual, lo material y lo personal al mismo tiempo; “personal” como cuerpo-alma, no como ego que compite contra todo el mundo y no se conforma con menos que superar a todos los demás. La plenitud en la vida está abierta y accesible para todos. Y ahora, si no sientes todo lo que la plenitud es, ya tienes una hermosa y satisfactoria tarea: saberte y sentirte pleno. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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¿REALMENTE QUIERES CAMBIAR?vídeo de 8 minutos:https://www.youtube.com/watch?v=7aOvoJfycZ0En mi opinión, cuando una persona toma la valiente y hermosa decisión de comenzar un Proceso de Autoconocimiento para su Desarrollo Personal, generalmente no sabe cómo hacerlo.La mayoría de las personas hemos comenzado sin saber que habíamos comenzando, y menos aún con una dirección clara de hacia dónde ir y cómo.Se supone que el sentido de todo este Proceso es conocerse en todas las facetas, en todas las emociones y sentimientos, y en los fallos y los miedos, con el objeto de ir modificándolos después para mejorarse.¿CÓMO ESTÁ MI RELACIÓN CONMIGO?RESPETO: ¿Me respeto?CUIDADO: ¿Me cuido?, ¿Me cuido lo suficiente?ACEPTACIÓN: ¿Me acepto como soy?, ¿en qué no me acepto?PERDÓN: ¿Me perdono fácilmente?, ¿soy demasiado exigente e intransigente conmigo?AGRADECIMIENTO: ¿Me agradezco las cosas que hago por mí?JUSTICIA: ¿Soy justo conmigo?AMISTAD: ¿Me trato amigablemente?, ¿soy demasiado severo conmigo?ANGUSTIA: ¿Me angustio mucho por las cosas que me suceden?ODIO: ¿Me odio por algún motivo?CULPABILIDAD: ¿Me siento culpable de alguna cosa?, ¿soy capaz de admitir mi culpabilidad y no castigarme por ello?ALEGRÍA: ¿Soy un persona alegre? Si no lo soy, ¿la razón que me lleva a no ser alegre realmente tiene razón de ser?RESPETO: ¿Me respeto?, ¿me respeto siempre?Si le ha gustado este vídeo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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NO TE OLVIDES DE VIVIR En mi opinión, estamos tan dedicados a los “tengo que”, las obligaciones, las responsabilidades, las prisas y las urgencias, que apenas nos dejamos un tiempo de relax, de recogimiento, de la atención y el cuidado necesarios para hacer una parada y dedicar un tiempo a eso tan importante que hemos venido a hacer a esta vida: VIVIR. Estamos tan agobiados, tan sufridos, tan descentrados, que no nos miramos hacia dentro, que no escuchamos los lamentos de nuestra alma, que no paramos el tiempo preciso para mirarnos en un espejo a ver cómo estamos cambiando, y que no tomamos verdadera consciencia de este AQUÍ y AHORA en el que nos encontramos. Nos olvidamos de VIVIR. ¡Qué triste y qué tragedia! Claro… tenemos tantas cosas que hacer que no tenemos tiempo para una cosa que sin duda es la más importante: VIVIR. Preferiblemente, con mayúsculas porque es algo mayúsculo. Vivir es un asunto que da mucho juego para filosofar y poder decir, por ejemplo, que “la vida real sólo es el tiempo en que uno es consciente de estar viviendo” y esa consciencia sólo se produce cuando uno dice y siente: “Estoy aquí y ahora. Soy yo”. Cuando uno se permite hermanarse con lo que está a su alrededor y es plenamente consciente de la luz, de la respiración, de los sentidos, de las emociones, de que está totalmente en el momento y el lugar. Solo si uno es consciente de estar creando los instantes que desea y tal como los desea. Solo si es conocedor de su presencia en su vida. La vida requiere la presencia íntegra de uno. Sólo este instante es vida. Lo pasado es solamente pasado y ya no existe. Lo que llamamos futuro, cuando llegue, será presente. El presente es el instante, es la medida de tiempo más corta que existe porque es fugaz, para cuando quieres darte cuenta o simplemente nombrarlo ya ha desaparecido. Es otro instante distinto. El presente no es más que un desfile continuado de instantes brevísimos que al estar unidos dan una sensación de continuidad. Sé sincero. Sé honrado. Sé eso que llaman ser egoísta. Pregúntate… ¿qué es lo que REALMENTE quiero en mi vida? No te asustes de las respuestas. Escucha lo que siente tu alma. Escucha tus deseos sinceros. Pregúntate… ¿por qué no pongo en mi vida lo que quiero que haya? Escucha tus reproches. Escucha esos conatos de rebeldía que quieren imponerse, los que no quieren permanecer en una vida que no está cumpliendo sus deseos más reales. ¿Realmente estoy viviendo mi VIDA?, ¿realmente estoy poniendo en mi VIDA lo que quiero?, ¿realmente soy honesto conmigo?, ¿me paro a evaluar si estoy aprovechando bien mi VIDA?, ¿me engaño demasiado y me conformo con gastar mi VIDA y con poco más que nada? “Que mi vida me perdone las veces que no la viví”, se dice con nostalgia y arrepentimiento. Es una frase bonita, pero es mejor y más interesante “he vivido cada instante de mi vida con plenitud. No tengo motivos de queja porque me siento satisfecho”. No es necesario añadir nada más. El resto de este artículo lo tienes que poner tú añadiendo las cosas de las que te des cuenta, las frases que te reprochen tu desatención actual y las que hablen de esperanzas y de firmes propósitos a partir de ahora y que te sirvan de ánimo. Algunas personas cometen a menudo el imperdonable pecado de NO VIVIR. No seas tú uno de ellos. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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SUFRIR POR EL PASADO ES COSA DE MASOQUISTAS En mi opinión, esa mala costumbre de quedarse estancado en las vivencias más desagradables del pasado, es contraproducente. También lo es la costumbre de traerlas al presente y regodearse dolorosamente en ellas. Llega un momento en que el dolor por los sucesos debería extinguirse de modo natural, pero algo nos hace convertirlos en sufrimiento y seguir padeciendo innecesariamente. Lo que pasó fue una experiencia -sin adjetivos, sólo una experiencia- y no un drama, que es lo que se pretende indicar con el tipo de adjetivo que se le pone. ¿Por qué no somos capaces de dejarlo en su categoría real –que es “situación” o “asunto” o “aprendizaje”, sin más- y nos empeñamos en castigarnos y flagelarnos porque no dio el resultado deseado? Según desde dónde y cómo mires las cosas puedes disponer de la objetividad que las pone en su sitio justo o puedes entrar en una espiral autodestructiva. Si las miras desde la frustración que te ha causado que no tuvieran un resultado más acorde con tus expectativas, tu actitud será siempre negativa y pesimista, y por esa instrucción mental inconsciente que tenemos de que cada “error” o “fracaso” debe llevar un castigo… te castigas. Si las miras desde la fascinación y la sorpresa que te puede aportar todo lo que sea nuevo y todo aquello que te provea de aprendizaje, independiente del resultado, tendrás la recompensa de haber experimentado algo nuevo y haber aprendido, sin duda. Cuando a un niño en su infancia se le está enseñando cualquier cosa no se le castiga cada vez que hace algo mal. Se le vuelve a explicar con paciencia, se le da otra u otras oportunidades, se le acompaña con una sonrisa y con cariño, porque uno es consciente de su inexperiencia. Nosotros somos inexpertos en todas las cosas de la vida hasta que empezamos a experimentarlas y ante cualquier situación nueva sólo tenemos una posibilidad de hacerlo bien y miles de posibilidades de hacerlo mal. Necesitas todo tu Amor Propio para entender que no hacer todas las cosas bien –sean las que sean- no se merece que te quedes mal. Tampoco te mereces quedarte mal porque no salió según deseabas. Es conveniente que comprendas todas las cosas ingratas sucedidas en tu pasado, que las aceptes sin cargarlas necesariamente de aflicción y veneno, que en ese momento estés de tu lado y no contra ti, y verás cómo dejan de tener ese poder de dolerte. Sé más amable y generoso contigo, date permiso para equivocarte y presérvate de ese juez interno, nada comprensivo y demasiado injusto a veces, que te juzga con crueldad y sin benevolencia. ÁMATE. Si cumples esto ya sobra todo lo demás porque TODO va incluido en lo que esta palabra representa. CUÍDATE. El pasado histórico y real se quedó en el pasado –que es su sitio- y no todo es necesario mantenerlo vivo en el presente. El presente es el sitio del presente. PERDÓNATE. Eres un maravilloso Ser Humano con todas las limitaciones que eso conlleva. No pretendas atribuirte la omnisciencia ni la omnipotencia. Sé humilde y reconoce tus imperfecciones, tus flaquezas, tu pérdida, tu desconcierto. DEJA EL PASADO EN EL PASADO. No es necesario que sigas sufriendo por todo lo que pasó. SUFRIR NO CAMBIA LO PASADO. No hace que las cosas sean distintas, no sustituye con otra cosa aquello que pasó. VIVE. Y sé feliz. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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¿QUÉ QUIERO PARA MÍ? En mi opinión, las personas nos enfrentamos a veces a preguntas cuyo origen desconocemos pero que se forman y manifiestan desde nuestro interior, sin duda como reclamación por alguna inquietud a la que no le prestamos la atención que requiere y merece. Si alguien se hace esta pregunta es porque ha contactado con una parte profunda de sí mismo. Por supuesto que la pregunta no se refiere a qué se quiere en cuanto a cosas materiales que se pueden comprar, porque esa pregunta, incluso con las mismas palabras, la hace el ego. Y el ego se conforma con cosas materiales de fácil acceso a quien tiene dinero. La pregunta a la que me refiero la hace el Ser Interno. La hace el Alma, la hace la parte Divina, se hace desde la trascendencia. Hay algo que se desea, que se siente que se necesita, que se hace casi vital aunque no se sapa concretarla. Es algo más que este pasar los días uno tras otro en un desfile derrochador de tiempo de vida. Es un deseo de algo más que pasar por este mundo sin dejar huella y no me refiero a dejar huella en la fama y la posteridad sino a satisfacer una inquietud que se podría denominar como espiritual. A veces uno cree estar bien, parece que las cosas van saliendo de un modo satisfactorio; no se tienen preocupaciones graves y la cabeza está a flote. Pero no… sigue latente esa inquietud, ese desasosiego que no se calma con distracciones y regalos. Hay una ansiedad espiritual, una necesidad de otra cosa que permita estar en paz interior. Por eso surge espontánea la pregunta: ¿qué quiero para mí? Ni uno mismo comprende la pregunta del todo aunque intuye que está bien hecha. Así es como ha surgido y no de la mente sino del Ser. Es el Ser quien pregunta, quien quiere, pero qué quiere... ¿paz?, ¿el auto-encuentro tan anunciado y esperado?, ¿la Iluminación?, ¿deshacerse del ego?, ¿lograr que el sufrimiento externo no afecte? ¿Qué quiero para mí?, hay que preguntarse. Y en seguida la mente se entrometerá pretendiendo responder a una pregunta que no le han hecho a ella. No quiere comprender que la pregunta surge de dentro y se contesta desde dentro. Las palabras no respetan que esto no es un diálogo a varias bandas sino un soliloquio en el que no se admiten intromisiones. Y ahí reside parte de la dificultad porque parece que no sabemos comunicarnos con nosotros mismos sin palabras. Tal vez esta pregunta sea para responderla sin palabras, para que sean los sentimientos quienes intervengan mudos, para que uno sienta y no piense. Uno se llega a dar cuenta de que es muy posible que la pregunta esté mal hecha, aunque parece irreprochable. Si hay un “mí” en la pregunta hay un ego en la pregunta. Entonces… ¿por qué otra pregunta cambiarla?... no sé… ¿qué anhela mi Ser?, por ejemplo. Esta pregunta es de respuestas lentas que van apareciendo poco a poco. Sin palabras. Si uno pone voluntad en satisfacer esta inquietud comprobará cómo a medida que insiste van sucediendo cosas, como si el Universo colaborase para que sucedieran; van apareciendo personas, sensaciones, claridad, comprensión; uno siente que se aleja de quien está siendo –o quien ha sido hasta ahora- pero, en cambio, se siente más él mismo que nunca. Las respuestas se reflejan en el modo de ver y VIVIR la VIDA. No se nota de un día para otro, pero los demás se dan cuenta y uno mismo se da cuenta cuando se mira unos meses atrás. Las cosas que suceden se ven de otro modo distinto. ¿Qué anhela tu Ser? ¿Te atreves a preguntártelo? ¿Te lo concederás cuando lo averigües? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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NUNCA TODO VA BIEN SIEMPRE. En mi opinión, este título tan enrevesado expresa un pensamiento que es casi inevitable cuando atravesamos una situación desagradable o dura. Y por eso, sin duda, hemos pasado más de una vez. Contiene –intencionadamente- varias de las palabras de las que creo que es conveniente no usar. NUNCA es una afirmación demasiado tajante como para poder mantenerla indefinidamente. TODO abarca demasiadas cosas, incluidas algunas que desconocemos; todo es el infinito y es inabarcable. SIEMPRE es similar a NUNCA en cuando a que es complicado que no haya alguna excepción. BIEN no se aplica del modo adecuado en todos los casos, porque es un poco subjetivo su empleo. Pero…la verdad es que nunca todo va siempre bien. Y hay que aceptar con tranquilidad que esto es y va a seguir siendo así, especialmente en las cosas que no dependen directamente de nosotros. Se puede deducir de lo anterior que sería interesante y beneficioso desarrollar una saludable Tolerancia a la Frustración, que viene a ser como un cierto consentimiento -con una paciente aceptación y una convivencia con ello más o menos tolerable- del hecho de que las cosas no salgan a nuestro gusto en todas las ocasiones o no vayan bien según nuestro criterio o nuestros deseos, que a veces no son nada sensatos y son más bien utópicos. El descontento y la frustración son creaciones propias. Cosas de la mente de cada uno. Se deben a la incapacidad o la oposición de aceptar lo inevitable. Es la obstinación inútil y absurda de no querer aceptar la realidad porque no coincide con lo que uno quiere. La frustración es positiva si le hace reaccionar a uno y de ese modo se convierte en un revulsivo que hace espabilarse para conseguir los objetivos que se proponga. Ponerse metas imposibles es un buen motivo para alcanzar la máxima frustración. “Las cosas son como son y no como tú quieres que sean”, ya conoces la frase. El mundo no gira a tu alrededor y los astros no se confabulan positivamente para que SIEMPRE TODO te vaya BIEN. El mundo y la vida son como son –en algunos casos lo que nos ocurre es inevitable- y hay que aceptar sin oposición que en algunos momentos nos va a parecer que todo es maravilloso y en otros momentos veremos la cara oscura, la que duele, la indeseada, y hay que atravesar también esos momentos y preferiblemente con una sonrisa porque se nos hará menos doloroso. “La vida está compuesta de luces y sombras, fingir que no hay sombras sería falso”, dijo Walt Disney. “Si las cosas van mal, no te vayas con ellas”, es una de esas frases que hay que leer más de una vez para sacarle todo el jugo. Si las cosas van mal es cuando más se necesita que uno esté firme, equilibrado, objetivo, ecuánime, sereno… porque esas son las necesidades básicas para enfrentarse a lo ingrato. Desde la rabia, el dolor, el sufrimiento, la pena, o la venganza, las cosas no se ven como realmente son sino que llevan un tinte oscuro integrado. Se cuenta que un joven dejaba su casa paterna porque iba a otra ciudad a comenzar su vida en solitario. Antes de partir su padre le metió un papel en cada uno de los bolsillos de la chaqueta. “Son mis consejos. Si las cosas te van mal, lee el del bolsillo derecho y si te van bien, lee el del bolsillo izquierdo”. Cuando necesitó el consejo del bolsillo derecho, miró el papel y leyó: “tranquilo, esto pasará”; cuando se solucionaron los problemas y empezó todo a fluir bien miró el del bolsillo izquierdo y pudo leer: “tranquilo, esto pasará”. Todo tiene un principio y tiene un final. Los malos momentos, también. La realidad es que nunca todo va siempre bien, pero también es cierto que nunca todo va siempre mal. No es un consuelo, es una estadística. Será mejor que nos acostumbremos pronto a que esto es así y no permitamos que este hecho amargue nuestra existencia. No queramos empeñarnos en vivir en un mundo siempre feliz y siempre sin problemas porque eso no existe ya ni en los cuentos más venturosos. Aceptarlo sin una férrea oposición y colaborar con lo inevitable es lo mejor que podemos hacer por nosotros. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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LA VIDA ES IRREPETIBLE E IRRECUPERABLE.vídeo de 8 minutos:https://www.youtube.com/watch?v=NUqHtmC7yFQEn mi opinión, casi nadie tiene la consciencia necesaria para comprender la magnitud de la innegable afirmación del título, y el hecho de no tomar esa consciencia plena en cada uno de los instantes de lo que significa hace que desaprovechemos muchos espacios de tiempo de nuestra vida que los perdemos irremediablemente, porque, como dice el título LA VIDA ES IRREPETIBLE E IRRECUPERABLE.Si le ha gustado este vídeo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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QUIEN DECIDE ROMPER UNA RELACIÓN CON OTRA PERSONA ES PORQUE ELIGE QUEDARSE CONSIGO MISMO. En mi opinión, algunas cosas las hacemos porque intuimos que son lo mejor para nosotros, pero la mayoría de las veces no llegamos a profundizar en la realidad que hay tras esa decisión, en el motivo real cuyo descubrimiento y comprensión nos harían más fáciles esas decisiones que nunca son fáciles. Como ejemplo puede servir darse cuenta de qué es lo que realmente hay detrás cuando alguien decide romper una relación de amistad, de dependencia, de pareja… parece que el motivo es vivir en paz, no tener que seguir soportando al otro/a la otra, acabar con ese vínculo tóxico que tanto está perjudicando, etc., y todo eso cierto. Pero, sobre todo es una elección: uno se elige a sí mismo. Uno elige que es consigo mismo con quien prefiere estar antes que seguir en esa relación contraproducente que le aporta menos satisfacciones que su soledad y su propia compañía. Conviene revisar todas las relaciones que tenemos con las personas de nuestro entorno más cercano, las que amamos y las que nos importan, porque hay algunas que tal vez hayan caído en la rutina y necesiten un revulsivo que las haga reaccionar, otras se hayan quedado demasiado en la superficie y eso nos hace perdernos la maravilla y la intensidad de las relaciones plenas, otras están contaminadas por las discusiones mal llevadas, por las imposiciones y los reproches, o por el rencor acumulado; otras se basan en el despotismo de uno y la sumisión del otro, en los silencios prolongados donde no se propone una resolución de los conflictos y una aproximación fructífera; otras relaciones están claramente muertas y lo único que une a esas dos personas es un papel que firmaron en el altar hace muchos años o el parentesco del que no se puede desprender. Las relaciones desean seguir creciendo y para eso necesitan la optimización, la intimidad, el hermanamiento humano, la empatía, la comprensión, el acogimiento incondicional, poder ser Uno Mismo sin necesidad de fingimientos, el Amor. Cualquier tipo de relación, para que sea buena, requiere casi los mismos ingredientes: tiempo, paciencia, compromiso, dedicación, buena voluntad por ambas partes, cariño o Amor. Cada relación es un reto que solo sale adelante con la participación conjunta. Si solo aporta uno, no es una buena relación. O, por lo menos, no es una relación justa y equitativa. “Duele dejarte ir, pero duele más continuar así”. Quien elige quedarse consigo realiza un acto de Amor Propio, certifica un respeto a su dignidad, se pone a salvo. Aporta muchas ventajas aunque ello implique también la renuncia a algo. “No se puede tener todo”, se dice. Decidir que uno se merece respeto a sí mismo es un bello acto. Cuidarse, que es Amarse, es un bello acto. Preservarse es una obligación. Si tienes que tomar una decisión para cortar una relación que te está perjudicando… hazlo. Al principio duele, después te trae alegrías. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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DES - CULPABILIZARSE.vídeo de 5 minutos:https://www.youtube.com/watch?v=TNuDZ8ggHe4En mi opinión, una de las mejores cosas que uno puede hacer por sí mismo, y que además es el paso previo para iniciar con éxito un Camino de Desarrollo Personal, es des-culpabilizarse. Quitarse la culpa. Deshacerse de la culpa.Si le ha gustado este vídeo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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¿CUÁNTOS AÑOS TENDRÍAS SI NO SUPIERAS EL DÍA QUE NACISTE?vídeo:https://www.youtube.com/watch?v=geMXjm7mVFAEn mi opinión, esta es una de las preguntas más curiosas e interesantes que he escuchado en los últimos tiempos. Lo suficientemente interesante como para dedicarle un tiempo de reflexión, que será un tiempo dedicado al aprendizaje sobre uno mismo y será útil para el propio Desarrollo Personal.Si le ha gustado este vídeo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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NO EXISTE LA VERDAD ÚNICA, EXISTEN LAS VERDADES MÚLTIPLES. En mi opinión, el título –que parece un poco rebuscado- tiene razón. Dice el diccionario que la verdad, en una de sus muchas definiciones, es la “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente”. Esto parece decir que cada uno tiene su propia verdad, que es el concepto que habita en su mente. También dice que es “la conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa”. O sea, se reafirma en que si uno está de acuerdo con lo que siente o piensa –aunque el resto del mundo opine otra cosa distinta- es verdad. Su verdad. Tantas verdades como personas en el mundo. Se añade en las definiciones que es la “propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna”. Y esto es lo que hace cualquier obstinado tozudo y fanático con sus propias ideas/verdades. ¿Uno debe vivir de acuerdo con las verdades que aceptan la mayoría o con las suyas propias? Yo estoy a favor de que cada uno debe crear y mantener actualizadas sus propias verdades, y que éstas han de ser objetivas y no fruto de una intransigencia con no querer valorar otras que no sean la suya propia o que impida el desarrollo lógico evolutivo de las cosas. Uno no es el mismo que cuando tenía ocho o veinte años y no tiene porqué seguir rigiéndose obligatoriamente por las mismas verdades. Las verdades propias son el fruto de la evolución personal, son las leyes por las que uno se rige y la carta de presentación ante el mundo. No tenemos la obligación de ser como el resto de personas, ni tenemos que creer lo mismo, ni seguir idénticos patrones. La verdad es el resultado de haber superado las dudas. No hay verdad si previamente no hay un planteamiento personal sobre la creencia u opinión actualizada que cada uno tiene sobre un tema. Si no hay elaboración personal, si uno no hace su aportación propia y no obtiene la conformidad de todas sus partes, no será SU VERDAD sino que será la que ha copiado literalmente de otro. Yo soy mi verdad: soy la suma de mis verdades. Son frases hermosas y ciertas. ¿Quién soy yo sin mis verdades?, ¿en qué me quedo sin ellas?, ¿quién soy si no soy yo y si no soy fiel a mis verdades? ¿Qué pienso exactamente?, ¿qué siento realmente?, ¿soy capaz de ser yo mismo?, ¿me atrevo? Construyendo mis verdades me construyo a mí mismo. Destruyendo mis mentiras me construyo a mí mismo. Observarse y preguntarse son los pasos imprescindibles necesarios para el auto-conocimiento. ¿Y qué impide hacerlo? Cada uno encontrará sus respuestas, pero casi todas están relacionadas con la falta de Amor Propio, con el miedo a que no sea agradable todo lo que se encuentre –y es casi seguro que no todo va a ser agradable-, con un previo resentimiento instaurado porque se sabe que estas introspecciones a veces no acaban bien: uno se queda estancado en el auto-reproche y no llega hasta el fondo. No da, libre de prejuicios, el pasito que falta para llegar a la comprensión y la sabiduría. Uno no es nada sin unas verdades sólidas sobre las que crecer, aunque sean pocas. “Este soy yo” o “esto soy yo” es lo que hay que decir ante cualquier descubrimiento. Y acogerse con los brazos comprensivos abiertos a pesar de los que se descubra, sea lo que sea. Y después, deshacerse de lo que se haya encontrado que no sea válido porque no están acorde con la persona que uno está descubriendo que es. Lo he escrito muchas veces: autoengañarse es un pecado imperdonable. No está permitido. No somos nada sin unas verdades sobre las que sustentarnos. Seguro que te suena esto: “Yo soy la Verdad y la Vida”. Tú también eres tu verdad y tu vida. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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Cuando Dios terminó de crearla, con todo su esmero y paciencia, se dio cuenta que había algo que no estaba bien. No sabía qué era. Aparentemente tenía todas sus piezas, funcionaba el corazón, las piernas se movían y los brazos superaron los controles de calidad. Sin embargo, su intuición de artesano le dejaba una inquietud que percibía en el aire. ¿Qué era?. Reflexionó, pero la lógica no le ayudaba. La observó sin prisas, pero seguía desconcertado. En vista de que la respuesta a su inquietud estaba ausente, y convencido de que más tiempo de mirar sin ver no le iba a dar la solución, la envió a la Tierra y se olvidó de ella. Sus padres la habían esperado durante varios años y nueve meses más, y cuando se asomó a la vida ésta la esperaba con todo a su favor. Habían acumulado tanto amor en la espera… tenían preparados millones de besos y ahora, poco a poco, se los iban a entregar. Atesoraron para ella sonrisas de adoración, caricias de ternura, suspiros de agradecimiento, miradas de cariño, cuidados exquisitos, y le habían preparado, como un ajuar, un futuro lleno de dicha. Fue imaginada hasta la saciedad cada día, mientras aún estaba en el vientre, y habían sido rediseñados los bocetos también cada día: los ojos, que todavía estaban encerrados tras los párpados; la boca, sin terminar de definir; el cuerpo, aún casi sin cuerpo… Las ansias de verla viva, la avidez de llenarse de ella, el anhelo de descubrirla, eran tan poderosos que ambos atosigaban al tiempo para que acelerase el momento de romper el dique que la contenía, y rogaban al dios de la urgencia una demostración de su capacidad de convertir un mes en un día, para acelerar el instante de coger en brazos a la autora de sus sueños. Nadie contestó a su ansiedad. Tuvieron que esperar pacientemente hasta que un día, como ángeles del demonio, pregoneros del sufrimiento, llegaron unos dolores para anunciar que se acercaba el momento. En contra de su intención de asustar, fueron tan bien recibidos que se marcharon urgentemente y su lugar lo ocupó la aceptación del pequeño padecimiento a cambio de la gran satisfacción. Un milagro convirtió en dos a lo que había sido una hasta entonces. La separación del cordón marcó el instante de su nacimiento. Y empezó a vivir. Una noche de tormenta, de truenos y rayos incontables, Dios se despertó al mismo tiempo que la respuesta: ella no era perfecta. Y entonces, asustado, se dio cuenta de que no iba a encontrar su lugar en este planeta. Dios tuvo que crear un mundo, dentro de este mundo, para ella. Y otro cielo, para que volaran los pájaros de su falta de libertad. Y un mar en el que navegaran a la deriva sus pensamientos. El día que sus padres tuvieron confirmación de la sospecha que les atormentaba, porque una voz con autoridad doctoral dijo que no era normal, un abismo profundo se abrió entre ellos y el porvenir. Los planes se fueron destruyendo a sí mismos; los proyectos se convirtieron en un hálito, los propósitos cancelaron sus promesas y los sueños fueron despertándose de su sueño, tomaron conciencia de la realidad y supieron el sentido de la palabra imposible. Las palabras del doctor eran la sentencia que ponía un triste inicio en el resto de sus vidas. Ellos creyeron entonces que no podrían mostrar a su hija con orgullo al resto del mundo y que el desconsuelo no dejaría lugar para el futuro. Ella no se preocupó por que no sabía preocuparse, y no sintió pena por que no encontró motivo por el que sentirla. El universo de sus padres y el de ella, en aquel entonces, estaban totalmente separados. Ella atravesaba las líneas divisorias que ellos marcaban sin querer; se reía de su situación porque no entendía los razonamientos inventados por la lógica; revoloteaba sin rozar la mentira de los cuerdos, sin comprender el pesar desesperado de sus padres, sin creer en la necesidad de sufrir y dolerse porque su mente anduviera por otro lado; ella veía más lejos que el desasosiego inmediato, más profundo que el mar de los llantos, más claro que el reproche cotidiano. Sus padres se culpabilizaban y se preguntaban dónde habían fallado. Gastaban en reproches y en llanto la energía que podía servir para transmitir alegría, comprensión, y esperanza. Destruyeron el optimismo y la rodearon de nubarrones de desgracia y de pena. Ella, en su creación, disfrutaba de una manera espontánea. A falta de los miedos y las tragedias que usaban los demás, su mundo interior sólo salía de su cielo para comer, para lavarse… o sea, sólo cuando le rompían la unidad para dividirla en ella y su cuerpo se separaba un poco de la intensidad profunda con que vivía. Era capaz de atrapar entre las manos anquilosadas la felicidad que vive en el aire, y sin mover el cuerpo era capaz de perseguir a los pájaros, al viento, o a la música que se fugaba de los altavoces. Cuando cumplió nueve años aún era un alma sin conciencia del cuerpo que le limitaba algunos movimientos y le mantenía virgen la mente de inquietarse y desesperarse. La fantasía de ella nunca se había tropezado con la realidad y campaba amplia y segura. Si entonces se hubieran caído los velos de la irrealidad, y alguien le hubiera marcado la línea que sólo los cuerdos dicen que existe, quizás se hubiera conseguido hacerla más juiciosa, pero… ¿ de qué hubiera servido? Su vida no tenía más frontera que el momento en que se dormía. No vivía dentro de un cerco que limitaba al norte con la represión, al sur con la tormenta mental, al este con los miedos al futuro y al pasado, y al oeste con la muerte cotidiana de deseos y posibilidades. No. Vivía dentro de sí y atenta a cada momento, sólo atenta a cada momento dentro de sí, sin distracciones vacuas, sin obsesiones, sin dramatismos, sin tempestades en la urgencia, sin plazos aplazados, sin espera. Vivía como el pájaro, que sólo sabe ser libre. Vivía como la flor, desatenta a sus efectos. Vivía como la mariposa, sin miedo a la muerte cierta. En ese mundo tan personal e intransferible transcurrió ajena a los días y a la gente que le tenía pena. Dios, cada despertar preguntaba por ella. Fue siguiendo todo el proceso, consciente de la peculiaridad del universo de ella, consciente de su unicidad entre la multitud. Ellos, casi sin darse cuenta, fueron aprendiendo a quererla. La única moneda que tenía para pagar a sus padres el amor y la pasión era una mueca que quería imitar a una sonrisa. Si no hubiera tenido la belleza de la inocencia, esa mueca hubiera sido desagradable, pero había tanto agradecimiento en esa exhibición de dientes un poco desordenados, había tanta ternura en ese gesto torcido, había tanta aceptación en ese sucedáneo de sonrisa, que a su madre le seguían floreciendo las lágrimas al verla, y no por lástima sino por amor. Las lágrimas habían dejado de ser gotas de ojos lluviosos de aguaceros de incomprensión, para ser expresión de ojos sencillos que lloran como ríen. Dios nunca supo qué tenía que hacer. No sabía a quién pedir perdón, a quién dar explicaciones. No podía expresar su sentimiento apenado. Un día dejó de tener diecisiete años y comenzó los que venían a continuación. Seguía pasando más tiempo sentada en la silla que tropezando por su andar desordenado. Los monólogos que sus padres le dirigían, en los que le agradecían que hubiera nacido así, precisamente así, y en los que le transmitían cuánto habían aprendido de ella, cuánto había crecido el amor hacia ella y hacia todo, cuánto se había ampliado el campo de su visión, como si los ojos se les hubieran hecho más grandes, y cuánto tenían que agradecer a ella y a Dios, aparentemente eran soliloquios a los que ella acudía como invitada ausente, pero su corazón se impregnaba de sentires tiernos, dulces, cálidos; su corazón se reblandecía con esas sonrisas de adoración. El corazón de recibir afecto se llenaba hasta rebosar. Atesoraba cada instante, cada gesto, el vuelo de las manos de su madre cuando le contaba algo, el guiño cómplice que le enviaba cada vez que pasaba a su lado, las miradas de tímido enamorado de su padre y el calor que sentían sus manos entre las de él. A veces, sin escucharse, le decía a Dios que no le importaría si tuviera que morirse en ese momento. Era tanto el cariño recibido que ya no le cabía más. Entonces fue cuando estrenó sus lagrimales. Como el más sabio alquimista, sus ojos fueron convirtiendo la felicidad en gotas saladas, y las fueron empujando entre fiestas hacia el tobogán de sus mejillas, y las dieron su beneplácito para que bajaran hasta el suelo en un vuelo que fue capaz de conocer la libertad. La comprensión de su estado especial, haber podido sentirlo desde la sabiduría que aniquila cualquier duda, descifrar la razón de su existencia y ver que su aparente inutilidad había sido útil para sus padres, la compensó de todo cuanto no había conocido y no había experimentado. Se sació la necesidad de encontrar el sentido de la vida, se llenaron los vacíos de la incertidumbre, sintió la plenitud que está por encima de todas las demás plenitudes. Se sintió la hija distinta de Dios y su alma se aquietó. Dios se había pasado años dándole vueltas y más vueltas a su preocupación. Decidió que era mejor bajar y personarse ante ella. Contarle cómo sucedió, y lo tarde que era cuando se dio cuenta. Transmitirle su pesar, disculparse por la vivencia que ella estaba pasando. Hablarle de su Amor tan divino y tan humano. La noche que se presentó ante ella, la despertó y estuvieron comunicándose en el idioma de los sentimientos. No dejaron que ninguna palabra rompiera el diálogo de sus miradas tan habladoras. No permitieron ni al aire, que todo lo llena, que se interpusiera entre ellos. No se insinuaron quejas, no se entristeció ninguna sonrisa y el vocabulario se limitó a la palabra amor y sus sinónimos. Surgió una veneración correspondida, y hubo tal deseo de no separarse, que Dios se lo propuso y ella aceptó acompañarle al Cielo.
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¿QUÉ ES VIVIR? En mi opinión, esta pregunta –una de las más complicadas de responder de todas las que he encontrado- no es una de esas cuestiones que hay que dejar para que los grandes filósofos teoricen sobre ella, sino que hay que afrontarla, añadirle “para mí”, y dejarla así redondeada y lista para el interrogatorio. ¿Qué es vivir… PARA MÍ? Esa es la pregunta, porque no es importante qué es para los otros, ni cuál es su definición en el diccionario (“tener vida”); lo importante es saber qué es realmente este hecho de estar yo en el mundo, de poder tener pensamientos y tomar decisiones, de alegrarme y sufrir, de tratar con la gente y de estar solo. Es importante conocer cómo lo estoy haciendo yo, cómo lo siento yo, y cómo interpreto yo esto de estar y existir, y todo esto hay que tenerlo muy claro porque incluso aunque no te des cuenta estás teniendo vida a todas horas, pero… ¿Estás viviendo todos los minutos de tu vida? Vivir, en una visión más completa, puede ser “estar aquí y ahora con consciencia”. También puede ser “aceptar y aceptarse” o “evitar todos los conflictos que se puedan y simplificar la existencia”. Tal vez, “ver, oír, tocar, sentir”. No hay una definición real y completa que abarque a toda la Humanidad (excepto tal vez ésa tan sencilla de “tener vida”), ni han de ser todas las vidas iguales, clónicas, sino que cada uno puede aderezarla a su gusto y poner más de una cosa y quitar todo de otra, porque vivir, tal vez sea “atender las propias emociones y sentirse y acompañarse conscientemente en esta tarea mágica que es estar en el mundo y disponer de los sentidos para apreciarlo y disfrutarlo, apreciarnos y disfrutarnos”. Tenemos una vida moldeable. Sobre ella se pueden aplicar modificaciones y mejoras, y es posible ir puliéndola –puliéndonos- para hacer de nosotros un Ser Humano acorde con nuestros deseos, que sea defensor y garante del respeto a la propia escala de valores, fiel a los principios propios, digno, respetable y respetuoso. No hay algo que diga “esto es vivir y esto otro no lo es” porque vivir, para mí, es algo que yo construyo libremente y mi definición puede –y tal vez debe- ser muy distinta y opuesta a lo que es vivir para otra persona. Demasiada prisa y demasiada desatención a la vida y demasiadas preocupaciones hacen que no tengamos clara y actualizada la respuesta a esta pregunta que puede marcar un rumbo distinto –y mejor- en nuestra vida. Esta vida es una oportunidad, irrepetible, de la cual somos responsables y esta responsabilidad es fuerte. No hemos de conformarnos con hacer como otros que la desperdician y después se instalan en el arrepentimiento… cuando ya es tarde e irrecuperable. La vida no es para encajarla en una frase célebre y dejarla ahí, sino que es para VIVIRLA. Vivir no siempre es fácil porque implica también una serie de cosas poco agradables, como tomar decisiones duras o difíciles, torturarnos, enfrentarse, sentir, llorar, discutir, sufrir… pero eso también es vivir, como lo es equivocarse, aprender y continuar. VIVIR es lo único urgente, lo prioritario. Sólo nos damos cuenta de la maravilla que es VIVIR cuando nos paramos, nos salimos de la rutina, de la falta de apreciación, y nos damos cuenta de lo que realmente es: un milagro. Poder estar donde estamos y tener la capacidad de poder disfrutarlo es algo mágico que hemos convertido en algo rutinario, con muy poco valor. Nos parece tan normal eso de estar aquí y de saber –suponer, más bien- que mañana tendremos otro día de vida, y pasado mañana otro día más, que no le damos la importancia que merece. Incluso en las vidas más complicadas, más duras y sufridas, se mantiene la opción de VIVIR con consciencia. Te propongo que empieces a VIVIR y dejes de vivir. Y, ya lo sabes, eso depende exclusivamente de ti. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si te ha gustado este artículo ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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– Ya sabéis de sobra que a Gerardo sólo le importa su trabajo -dijo Julia al resto de los comensales, contestando en nombre de él, mientras que con la mirada buscaba su reacción a la opinión que acababa de manifestar, y con su sonrisa solicitaba una negación, preferiblemente acompañada de tú me importas más, cariño. La contestación era para una de esas preguntas innecesarias que se hacen para llenar el tiempo, para falsear un interés incierto, pero fue la excusa perfecta que ella encontró para poder conocer su opinión. Él, para no mentir, creó otra sonrisa sólo aparentemente sincera, que pudiera servir como respuesta. La mueca artificial comenzó inmediatamente a convertirse en dolorosa, ya que tenía la responsabilidad de no dejar traslucir los recuerdos que se le estaban amontonado. Tiempo atrás hubo una mujer que le interesó más que su trabajo. Quien hizo la pregunta consiguió evitar una respuesta, ya que se la cambió casi inmediatamente por otra, también desganada, relacionada con su última exposición. Fue la ocasión ideal para mudar de sonrisa, ahora más cierta, con la que contar que se había vendido toda el mismo día de la inauguración, y que ya tenía otras dos en cartera. Terminó aquella comida de compromiso. Todas las parejas entremezclaron sus besos de despedida con la reprimenda mutua de que tenían que verse más a menudo. Fue con Julia en silencio hasta el coche y el mismo silencio les acompañó todo el camino. Frenó delante del portal. – ¿No metes el coche al garaje? – No. Tengo que ir al estudio. – ¿Por qué no te tomas la tarde libre y te quedas conmigo? ¿No puedes dejarlo ni siquiera el día de nuestro veinticinco aniversario? – Tengo que ir. Volveré pronto. Su coche, casi autónomo, como si fuera su cómplice, le llevó a la calle Generación del Veintisiete. Encontró un sitio donde aparcar. Anduvo unos pasos, pocos. Se paró a un lado del escaparate de Modas Rosa. El nombre se había quedado anticuado, pensó. A través de los huecos que quedaban entre las prendas de la exposición primavera-verano, pero escondiéndose para ver sin ser visto, vio el cuerpo alargado de Rosa Molina, la autora de los recuerdos que se habían presentado en su memoria durante la comida. Rosa fue durante años el amor secreto. Secreto incluso para ella, pues no se atrevió a decirle la primera palabra hasta que cuatro años después de haberla visto por primera vez, en una ocasión que acompañó a Julia a comprarse ropa, llegó otro día de desesperación en el que decidió arriesgarse a hablarle de la irrupción involuntaria de ella en todos sus pensamientos, en todos los cuadros que pintaba, en todos los sueños que soñaba. Prefirió hacerlo antes que seguir rastreando desesperadamente por el aire el olor que ella le contagiara aquel único día, antes que seguir muriéndose de silencio cada momento de cada día. Durante meses, con esa lentitud torpe para los asuntos de sus sentimientos, fue construyendo un monólogo para recitar; un monólogo en el que cada día desordenaba lo que el día anterior le parecía la más perfecta declaración de amor, y al que cada día añadía un adjetivo, un matiz, un tono… Tenía pensadas incluso las respuestas a las poco probables palabras de ella, pues esperaba más un desplante que una atención. Había ensayado ante el espejo de su plan las posturas, las pausas, las miradas que tenían que ser a ella y las miradas que debían ser ausentes, y ese día lluvioso del final de su desesperación, o del principio de otra desesperación, enfiló con su tambaleante decisión la calle donde a las ocho de la tarde cerraba el comercio de modas selectas, esperó a que diera tres vueltas con la llave en la cerradura, como había contado muchos días de espía enamorado, y se acercó hasta ella. -Quiero hablar con usted -le dijo sin ni siquiera saludar. Cerró su paraguas y lo dejó caer al suelo, a pesar de la lluvia, porque en los ensayos nunca había tenido en cuenta la posibilidad de que lloviera, y necesitaba ambas manos para suplir a algunas de las palabras que tenían que hablar de su descorazonamiento, pues estaba seguro de no tener corazón desde el día de la fortuna o la desdicha de conocerla. No le ocultó que estaba casado, y sin saber si ella también lo estaba o si su amor era libre, le dijo que necesitaba amarla, y para que su vida siguiera viviendo necesitaba conocer la ternura de sus manos, y necesitaba repetirle su nombre, Rosa, Rosa, Rosa, al oído, y necesitaba llenarla de atenciones; para aliviar su desesperanza necesitaba oírla pronunciar el nombre de Gerardo en la boca de su deseo, y necesitaba comer de su presencia y beber en sus besos. Era tal el conflicto en su vida que se había convertido en un vagabundo que erraba por su estudio, por su casa, y por su vida. Y era tal su deterioro, su dramático abatimiento, que le habían llevado a varios médicos que acabaron certificando que lo único que le pasaba era que padecía el mal de los desamores. Cuando Julia escuchaba la unanimidad de la respuesta, y ya que no podía sacarle nada más que mutismos, ni una confidencia, ni un desahogo, empezó a enfermar de falta de razonamientos, y un día sí y otro también sucumbía a la vorágine de su pensamiento desquiciado, y le echaba en cara retahílas de quejas, arengas soflamadas, me vas a volver loca como te has vuelto tú… y deja ya de disfrutar en tu mundo de ido y vuelve aquí a responsabilizarte de mí, vuelve que no puedo soportar más este desorden, este caos trapacero, vuelve, desgraciado… En una de aquellas ocasiones, su pérdida encontró el presente y aprovechó para tomar la resolución irrevocable de hablar con Rosa y confesarse. Esa era la decisión que necesitaba. Se levantó de su sillón del olvido y pidió perdón a Julia, mucho perdón, pero sin sentirlo, sólo para tranquilizarla. La normalidad le recuperó del caos donde estuvo exiliado. Volvió a pintar, mejor que nunca y más inspirado. Llenaba lienzos de colores enamorados, y siempre, todo, era un homenaje a Rosa. Urdió la declaración en el silencio de su estudio. Muchas veces dejaba los pinceles sobre la paleta, expuestos a deshidratarse, y abría la puerta de su secreto y entraba con los ojos cerrados a decirle cosas a Rosa. Volaba hasta la playa donde siempre la encontraba esperándole, tendida, empapándose de sol, y cada vez le depositaba un beso en sus labios mullidos; ella abría los ojos, le recriminaba con genio infantil por no haber llegado antes, y enseguida le abrazaba, rodaban por la arena, y el resto de la gente, por la magia de la imaginación, desaparecía. La Creación entera a su disposición y su servicio. Regulaba la intensidad del sol y su calor; cambiaba el decorado, hoy esta palmera aquí, y mañana allí; modificaba las nubes, y el tono azul del mar seguía en el cielo, con lo que conseguía que desapareciera la línea del horizonte. Los besos eran, por primera vez en la historia, eternos, y la desnudez de ella, interminable. Podía pasarse perfectamente el resto de la tarde en la postura que tenía al comienzo de su fuga al mundo de los sueños de sus deseos, y volver horas más tarde al encuentro con sus piernas dormidas, Dios mío, qué hora es, tengo que marcharme corriendo. Así vivió hasta el día que tuvo ahorrado el suficiente arrojo como para propiciar el encuentro en la tarde noche lluviosa del catorce de noviembre. – Quiero hablar con usted. Por favor, no se asuste, tengo que decirle algo. Tengo que decirle muchas cosas. Sé que le va a parecer muy extraño todo lo que voy a contarle, pero debo hacerlo, así que por favor no se mueva hasta que termine y por favor no me interrumpa. Así era el inicio de la revelación más desconcertante que hubiera escuchado nunca, pero no fue capaz de alejarse de aquel hombre que pronunciaba su nombre con experiencia, que le hablaba con soltura de amor, de necesidad, y que le ofrecía un futuro como quien ofrece un pitillo. Fue ella la que, compadecida, le invitó a entrar en una cafetería, y asistió enmudecida al resto del discurso delirante. Escuchó sus gestos más que sus palabras, sus ansias más que sus tropiezos, sus sentimientos más que su contenido, su profundidad más que su zozobra, su sinceridad más que la revelación. Dejó que agotara su disertación sin interrumpirla. Cada vez fue prestando más atención a lo que le decía, porque veía que no era una locura sin razón y sin sentido, y cada cosa que le escuchaba le hacía imaginarse que ese hombre, que ahora estaba ensopado frente a ella, en otros momentos habría estado sintiendo y ordenando lo que ahora contaba. Para comprobarlo le pidió que, por favor, empezara otra vez desde el principio, y él, sin inmutare, o sin darse cuenta, recitó por segunda vez el texto del papel que se había adjudicado en ese soliloquio con espectadora, y fue una repetición exacta, como una grabación, y así hubiera podido pasar el resto de su vida si ella no hubiera tenido la compasión de cogerle una mano, y luego la otra, y si no hubiera compuesto un gesto con sus ojos que le hablaban de comprensión y no de rechazo. Él la miró con sorpresa, con una mirada que no estaba en el guión, pues en su desvarío se había permitido esperar cualquier desconsideración, cualquier insulto, cualquier desprecio, casi cualquier cosa menos acabar acogido en las manos intocadas de la musa de sus anhelos. Ese fue el mejor modo de cortar aquel discurso desesperado, en el que sobresalían sus miedos por encima de sus esperanzas. – ¿Y si no hablas? -le invitó. Se sintió mejor sin hablar. En cambio, el silencio hacía el tiempo más largo. Ella le concedió aún más tiempo de silencio, en el que parecía sentirse incómodo, pero poco a poco se fue serenando. Recuperó la sonrisa que mucho antes había perdido: la encontró en la sonrisa de ella. – Ahora no sé qué decirte -confesó ella. – Tampoco hace falta que me lo digas ahora. Concertaron otra cita, en ese mismo café, a esa misma hora, ese mismo día de la semana en la semana siguiente. Y a partir de entonces las citas fueron continuas; la intimidad fue creciendo en los siguientes años que vivieron felices en la clandestinidad de su amor. Cada uno de ellos tenía que ingeniar excusas y mentiras para sus respectivas parejas, pero cada uno de los momentos robados a sus destinos eran recompensados con la vivencia de lo que nunca consideraron una aventura, sino el recreo en sus mediocres vidas matrimoniales. Ahora no era importante que hubiera terminado, ni cómo, porque todo es cíclico, y todo termina antes o después. Así lo recordó y lo pensó escondido para ver sin ser visto. Rosa estaba igual, no le perjudicaba el peso ni el paso de los años. Él sí se consideraba mayor. Una frágil coquetería le dijo que sería mejor que ella no le viera para que pudiera guardar en el almacén de los recuerdos su cuerpo duro, la cara viva, el pelo más largo y más joven, los ojos enérgicos, y la vitalidad de aquel Gerardo de los desamores que un día la abordó con la violencia de un tren desbocado en la calle mojada. Se retiró feliz y apenado. Deambuló aún perdido en el pasado recién despertado a través de muchas calles antes de volver a la misma calle. Entró en el coche. Puso la escena primera, acto tercero, de la ópera Lucía de Lammermoor, y poco a poco fue volviendo a la realidad. Fue encerrando los recuerdos en el cajón secreto al que su mujer nunca había podido acceder. Recompuso el presente. Encaminó el coche en dirección a su casa, pensó qué contarle a Julia cuando le preguntara y sacó de la guantera el regalo del veinticinco aniversario. Preparó como pudo un pequeño discurso común, sin la fiebre y la pasión de aquel otro que compuso para Rosa, un discurso en el que aparecieran las palabras felices veinticinco años junto a ti, sí me importa mi trabajo pero más me importas tú, no puedo vivir sin ti aunque no sepa decírtelo, todo ello salpicado con algún te quiero, algún vida mía, y esa noche, por compromiso, le haría el desamor.
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“Quiero vivir una historia de amor épica, que sea la envidia de todas las novelas románticas”. Entonces tenía trece años. En esa edad caben todas las fantasías porque la realidad no ha mostrado su verdadera cara. Amó, pero sólo cosas triviales. Se desilusionó más veces de las que se ilusionó. Sólo conoció la cara oscura del amor. Cada chico fue solamente “otro fracaso más”. Lloró más de lo que es posible llorar. Deshojó las largas horas de la noche entre ayes y suspiros. Renunció a amar porque le pareció lo más digno. Redactó un nuevo futuro, todo en singular. Dejó de reservar un sitio en su cama. Reparó las grietas de su corazón y lo repintó. Cambió las noches en vela por las noches para dormir. La paz, por fin, buscó un sitió para instalarse y se instaló en ella.
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NO VIVIMOS LA VERDAD NI LA REALIDAD. En mi opinión, es necesario conocer lo que para uno mismo realmente es cada una de las cosas, para así poder darse cuenta de la confusión en la que vive o del engaño en que se ha propuesto vivir. Realidad es la EXISTENCIA REAL y efectiva de algo. O sea, lo que es verdad, lo cierto, lo innegable. Verdad es la conformidad de las cosas con el concepto que de ella FORMA LA MENTE, y la conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. El problema comienza cuando relativizamos las cosas a nuestra conveniencia o desde nuestra ignorancia. Se dice que hay tantas verdades como personas y parece que puede ser cierto. Hasta en aquello que es innegable cada uno pone sus matices, o sea sus condicionamientos inconscientes, y acaban viéndolo como un “sí, pero…”. Las verdades sobre las que nos sustentamos pueden ser muy inestables, puedan estar construidas sobre un barrizal ajeno, pueden estar sin madurar, o pueden ser mentiras que nos interesan disfrazadas de verdades. También se dice de la realidad que la convertimos a nuestro antojo, que hacemos de ella la versión que nos interesa, y que “no hay más ciego que el que no quiere ver”, así que tenemos la habilidad de convertirla en otra cosa más acorde a nuestros gustos o intereses. No nos engañemos: vivimos nuestra versión de la realidad y la verdad que nos interesa. Sólo un trabajo de Desarrollo Personal honesto, en el que no haya lugar para el autoengaño, en el que uno instaure unos principios éticos y morales a los que nunca contradiga, nos puede llevar a aceptar la verdad y la realidad tal como son, sin intentar manipularlas. La sinceridad es un instrumento magistral para esta tarea. El Amor Propio es un elemento indispensable para afrontarla con posibilidades reales de éxito. Si uno lo hace desde la propia enemistad, desde el desamor, desde el menosprecio o el desprecio porque ya tiene un prejuicio de sí mismo, no está garantizado un buen resultado. La realidad y la verdad son lo que son, y eso no siempre coincide con lo que nos gustaría que fuese. Creernos en posesión de ambas es un mal comienzo. Me gusta esta frase: “El que dice que nunca se equivoca ya se está equivocando”. No se equivoca quien dice y admite la verdad y la realidad aunque no sean de su agrado. Uno tiene el derecho –y casi la obligación- para revisar y actualizar sus opiniones sobres sus verdades y realidades. Aquello que decimos que es la verdad –si no se es honrado- puede ser en realidad lo que a uno le interesa. Nietzsche estuvo acertado cuando escribió que “A veces la gente no quiere escuchar la verdad porque no quiere que sus ilusiones se vean destruidas”. “La verdad es lo que te dice tu voz interior”, opinaba Ghandi. A veces escuchar esa voz es doloroso y es más cómodo desoírla. Ya lo he repetido más veces: “El autoengaño es un pecado imperdonable”. “Siempre la verdad, aunque duela”. Siempre reconocer la realidad, porque es imbatible. Oponerse a la realidad es una insensatez y una batalla perdida. La valentía y la humildad están en aceptar la verdad y la realidad de cada momento. Después, si uno no está de acuerdo, tratará de modificar su percepción en la medida de sus posibilidades o tratará de aceptar –con resignación pero sin rendición- lo que hay. “La realidad es la única verdad”, dijo Aristóteles. Es bueno para la salud mental aceptar que la realidad es como es y no como uno la imagina. “Y es que en este mundo traidor no hay verdad ni mentira: todo es según el cristal con que se mira”, afirmaba –con razón- Ramón de Campoamor. Entonces… será mejor que lo tengamos siempre limpio y bien graduado para que veamos mejor aquello que miremos. El autoengaño puede ser un alivio, pero nunca es una solución. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.