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buscandome

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  1. NADIE VIVIRÁ TU VIDA En mi opinión, VIVIR es una hermosa tarea a pesar de que algunas veces se complica un poco y nos muestra una cara poco agradable. No hay que olvidar, y esto es muy importante, que tu vida es, sobre todo, TU RESPONSABILIDAD. Y esta responsabilidad ha de ser ineludible. No estoy de acuerdo con las personas que derrochan inútilmente su vida –realmente estoy muy en contra-, con las que viven de un modo inconsciente y se pierden la maravilla de VIVIR una vida plena, con las que lo dejan todo en manos del destino o de la casualidad, o las que piensan que el azar o la fatalidad son determinantes en su vida, ni con aquellas que permiten que otros –sean quienes sean- se inmiscuyan en su vida y la manejen a su antojo, o reciban tantas órdenes o imposiciones de los otros que no vean la opción de desobedecerlas y hacerse cargo en solitario de su propia vida. Estos últimos son peligrosos y conviene evitarlos. Nadie vivirá tu vida… afortunadamente. Así está más preciso y completo el título. Porque es tu tarea exclusiva, y si estás en un Proceso de Desarrollo Personal ya sabrás que el aprendizaje que te corresponde tener proviene, principalmente, de vivir tu vida y las experiencias que te sean necesarias. Nadie vivirá tu vida… por ti. VIVE intensamente, conscientemente, poniendo atención en TODO y observarás que las cosas adquieren una preponderancia que tal vez antes no eras capaz de apreciar. La vida con atención es más vida. Nadie vivirá tu vida…porque es tuya. Marca tus reglas y pon barreras o frenos para que otros no interfieran. Para bien o para mal, tu vida es tu vida. Manda en ella. Escoge y decide. Cuando te toque morir nadie lo hará por ti, así que ahora que te toca vivir que nadie lo haga por ti. Recuerda que el sentido principal de la vida es VIVIR. Habrá otros, pero siempre estarán relacionados con éste. VIVIR no es lo que hacemos todos los días de un modo inconsciente: lo que hacemos es movernos y respirar. VIVIR requiere tener una actitud insobornable ante la vida, una gran determinación para afrontarla con lucidez y atención, ganas, constancia de ánimo, claridad en los objetivos y determinación para hacer lo que hay que hacer. Tu vida es tu vida. Y esta frase es mucho más profunda de lo que aparenta, porque por no ser conscientes de su magnificencia a veces la derrochamos en inutilidades, o en complacencias –que son evitables- a otras personas que nos la roban sin que hagamos nada por defendernos. Cada vez que la sensación de estar “perdiendo el tiempo” pase ante nuestro pensamiento conviene hacer un alto, dejar todo a un lado y dar preponderancia a este aviso: nos está proponiendo una revisión completa y exhaustiva de nuestra vida y de lo que estamos haciendo o lo que no estamos haciendo con ella y en ella. El asunto de este artículo es uno de los más importantes que hay en la vida. Requiere que lo atiendas bien. Tu vida –el modo de VIVIR o no tu vida- está en juego. No pierdas la oportunidad única e irrepetible de vivirla. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  2. NO CONFUNDIR ADAPTARSE CON CONFORMARSE En mi opinión, una de las más repetidas causas de malestar e inconformismo personal está relacionada con la no aceptación de las cosas INEVITABLES que nos suceden. Hay cosas contra las que podemos y debemos “luchar” –aunque bien dicho sería “que debemos afrontar”-, otras que podemos y debemos evitar -aunque ello implique un esfuerzo personal-, y las debemos evitar para de ese modo preservarnos de caer en un sufrimiento inútil y contraproducente, pero hay otras cosas que simplemente debemos aceptar. Muy posiblemente no entendamos el porqué nos suceden, no les encontremos una explicación lógica, y hasta nos sintamos desgraciados por el hecho de que nos sucedan, pero… parece ser que hay experiencias por las que tenemos que pasar, que de algún modo tienen un sentido que más adelante llegaremos a poder encajar en el sitio que le corresponde comprendiendo entonces el porqué. También es posible que nunca lleguemos a saberlo y también eso hay que aceptarlo. No estamos preparados para comprenderlo todo y puede que no tengamos que comprenderlo todo. Una visión más desapasionada de la propia vida, con menos implicación y “no tomándosela como algo personal”, hará que ésta sea más llevadera, más satisfactoria, menos complicada. Es muy inteligente y sano adaptarse sin oposición a algunas de las cosas que nos suceden. Entender esto requiere una clara comprensión. No me refiero, por supuesto, a aceptar todo lo que nos sucede si vemos que eso es innecesario, no es bueno, y puede ser evitado. No me refiero a una rendición ante todo y a cruzarse de brazos justificándolo todo con el karma o con el inevitable destino. No me refiero a justificarlo todo con un pasotismo que es falta de interés o pereza a hacer lo que hay que hacer. Adaptarse es aceptar lo que hay sin oponerse inútilmente, con cierta confianza en que la vida está haciendo una parte de nuestro trabajo. Conformarse es una especie de sumisión con resignación a lo que sucede pero agachando la cabeza rendido, con subordinación y sensación de derrota, rabiando por dentro pero sin atreverse a mostrarse y mostrar el sentimiento; es obligarse a hacer algo o a sufrir algo por lo que se siente hostilidad o desagrado, pero quedándose con una mala sensación y dolor. Adaptarse es acomodarse a lo que hay, ponerse del lado de lo que hay y no luchar contra la corriente, tratar de comprenderlo para que no afecte dolorosamente; es amoldarse a las circunstancias con confianza, sintiendo en lo interno que forma parte de algo más grande; es tratar de sobrevivir y de salir lo más indemne posible de un pasaje por el que hay que atravesar, pero haciéndolo con tranquilidad, aceptándolo sin oposición. Uno puede adaptarse a lo que hay y eso no quiere decir que esté de acuerdo con ello. Adaptarse sí, se puede y se debe hacer, pero mientras una parte se adapta para evitar malestares y llevarlo lo mejor posible, otra parte puede seguir independiente, activa y sin conformarse, tratando de resolver o de entender bien lo que esté pasando. Pero, sobre todo, insisto, siempre hay que sobrevivir del mejor modo posible. Parece que es más sensato colaborar con lo inevitable y comprendiendo todo lo anterior uno se evitará sufrimientos inútiles e innecesarios. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  3. EL TIEMPO PERDIDO NO SE RECUPERA En mi opinión, dos de las peculiaridades primordiales de la vida son que es IRREPETIBLE y que es IRRECUPERABLE. Y esto es así. Por lo tanto, no se puede recuperar el tiempo. Se puede intentar crear un tiempo que sea parecido al que se perdió, pero no es el mismo. Las cosas cambian, el tiempo cambia, uno mismo cambia. Está muy bien eso de tratar de hacer lo que no se hizo antes. Muy bien. Pero no es lo mismo. Lo mejor que se puede hacer para evitar tener que recuperar el tiempo perdido es no perderlo. Si todos los momentos se viven con intensidad, si a cada momento se le presta la atención necesaria, y se le llena de lo que pide ser llenado, no queda lugar para el arrepentimiento. No hay vacío. Está completo. El tiempo perdido –QUE ES LA VIDA PERDIDA- ya no está accesible. Desapareció. Se fue al pasado tal como fue vivido o como quedó sin vivir plenamente. Y no hay forma de recuperarlo. Queda la opción de dotar a este presente de una calidad y plenitud suficiente para que en ningún momento pase a formar parte de la montaña de tiempos perdidos. Así es la vida: hay que vivirla al momento. No se debe aplazar. Eso que se llama “recuperar el tiempo perdido” es un loable deseo que surge tras la toma de conciencia de alguna carencia en la vida. Pero, ya queda claro, no se puede recuperar el pasado. Insisto: la vivencia intensa y consciente del presente es lo único que evita la necesidad de “recuperar el tiempo”. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  4. ¿QUÉ ES UN MENDIGO? En mi opinión, esos mendigos, esos indigentes, o esos vagabundos con los que nos encontramos por la calle con mayor presencia de la que sería deseable –lo correcto es que no hubiese ninguno-; esos a los que a veces evitamos ver o mirar –para que nuestra conciencia no nos provoque un terremoto emocional-, esos que despiertan en nuestra mente un comentario egoísta (“ojalá nunca ni mi familia ni yo nos veamos en esa situación”), o que tocan la fibra más sensible de nuestro corazón y despiertan nuestra empatía, nuestra conmiseración y solidaridad, o cualquiera de los sentimientos más nobles de los que disponemos como Seres Humanos… esas personas merecen que les dediquemos nuestra atención. Y conviene estar muy atentos y no olvidar ni por un solo instante que son personas por encima de la definición gramatical o social que les adjudiquemos. No son mendigos: son personas ejerciendo la mendicidad. No son vagabundos: son personas sin hogar. Siempre son personas. La persona que mendiga, por el hecho de hacerlo, está reconociendo ante la sociedad lo que ésta considera “un fracaso”, está reconociendo su falta de éxito en lo que la sociedad tipifica como tal. Está humillándose ante aquel a quien pide, y está renunciando a una parte de su dignidad al mostrarse de ese modo –aunque la dignidad no debiera abandonarle nunca y en ningún caso-. Detrás de la decisión de pedir en la calle hay una gran frustración como persona, el hundimiento más doloroso, el abatimiento más inconsolable, y para llegar a esa decisión, detrás de ella, hay llantos, desesperación, muchos días y noches de desesperación sufriendo ante su situación, de no encontrar salida, tal vez teniendo que ver y padecer las necesidades que pasan sus hijos o allegados, y con la renuncia dolorosa a todas sus ilusiones y proyectos y deseos. Mendigar, o pedir, o suplicar -que es el reconocimiento de no tener-, parece ser una degradación y deshonra. Extender la mano pedigüeña, con la mirada gacha la mayoría de las veces, con la tristeza reflejada en toda su presencia, sin que la desesperación le abandone ni un momento, es uno de los actos más desgarradores por los que puede pasar una persona. Detrás de cualquiera de esas personas hay una autoestima desecha, una vida sin vida. Decidir “voy a salir a la calle a pedir” es un acto al que sólo lleva una impotencia desesperante. Aunque también hay personas que no mendigan en la calle pero también necesitan -y lo sabemos- y conviene hacer algo por ellos, aunque no lo pidan. Me gustará que la próxima vez que te encuentres con un mendigo le veas con otra mirada. Que le des los buenos días, que le mires a los ojos con ternura y toques su mano, que le dediques una sonrisa y una palabra de ánimo, que veas el Ser Humano que es, que sientas empatía hacia él. Y si le puedes ayudar económicamente, aunque sea poco, que lo hagas. No dudes de que si lo haces desde tu corazón, lo recibirás multiplicado. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  5. CARPE DIEM (Captar el instante) Captar el instante. Verlo. Darse cuenta. Capturarlo. Darle tratamiento de eternidad, pleitesía de Rey y adoración de Dios, porque ese instante va a morir inmediatamente; morir de no volver más, de no repetirse; de no repetirse nunca, jamás, de ese mismo modo. La próxima vez que suceda un instante similar, sólo será similar, y nosotros ya no seremos los mismos. Así que hay que estar atentos: sacarle el jugo, el aire, la esencia, y el espíritu que contienen. Sacarles la vida. Ser en cada momento totalmente uno, que es quien mejor se da cuenta y lo aprovecha. Ser sensibles, atentos, hambrientos de vida. Ser silencio, risa, o corazón, según se quiera. Darse cuenta de que ese instante trae ilusión y silencio, así como los siguientes también harán lo mismo. Por tanto, atención. Atención viva, atención intensa. Nada más que atención. Otros instantes traerán otras cosas, pero hay que disfrutar y aprehender lo que trae este instante. Vivirlo… hay que vivirlo antes de que se muera, antes de que se convierta en suspiro o en pasado, que es lo mismo; antes de que el recuerdo se lo lleve a su Reino del Olvido, y antes de que el arrepentimiento lo añore. Hay que pensar que cada instante tiene, resumido en su breve tiempo, cuanto nos tiene que dar. Hay que cogerlos, sentirlos, acariciarlos, extraerles el jugo, amarlos, integrarlos, vivir su presente y su presencia... y todo eso en el breve instante que dura un instante. Carpe Diem… Captar el instante… Captar cada instante… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  6. CONVIERTE EN GRANDES LAS PEQUEÑAS COSAS En mi opinión, hemos de ser nosotros quienes adjudiquemos un valor a las cosas de acuerdo con nuestra propia vara de medir o según nuestro criterio. No ha de venir nadie de fuera para decirnos qué es y qué no es importante, qué sí o qué no tenemos que valorar, o a qué tenemos que dar prioridad. Lo que para otro puede ser una nimiedad para uno puede ser lo más grave o lo más valioso. Lo que otro trate de imponerte como prioritario puede que para ti no signifique nada. Y eres tú, sólo tú, quien ha de decidir esto teniéndolo muy claro y, además, respetarlo y hacer que se respete. La misma cosa puede ser pequeña o grande dependiendo de quien haga la valoración. Es cierto que en nuestra vida aparecen más cosas de esas que entrarían en la clasificación de “pequeñas”, pero eso sólo va a depender del ojo que las mira. Cualquier cosa aparentemente minúscula, o esas que representan ser simples o sencillas, pueden adquirir la categoría de grandiosas si uno sabe apreciarlas. El tamaño de las cosas lo marca el tamaño del propio corazón. La atención consciente es una pieza clave para evaluar las cosas. La falta de prejuicios es otra cosa apreciable para hacerlo bien. La capacidad de dejarse sorprender como si de todo fuese la primera vez –que es la que más lleva la sorpresa y la emoción incorporadas-, de conmoverse hasta el estremecimiento –teniendo los sentimientos despiertos y disponibles-, de no dejar de ser un niño con toda su capacidad de asombro, también son valiosas. La mirada es primordial –siempre con los ojos de la mente abiertos-, y también la forma de mirar para ver –que ha de estar descondicionada-, y el hecho de observar con toda la atención y sin distracciones. La implicación total y la curiosidad insaciable hacen que las cosas pequeñas destaquen y accedan al rango de grandes cosas. Tú tienes el poder de apreciar lo que te parezca interesante, de valorarlo, de decidir por ti mismo, de imponer tu criterio personal. Tú creas tu propia escala de valores y la ordenas del modo que consideres adecuado. Tú mandas en tu vida, en tus normas, en el modo de percibir, en lo que quieres amar. Y todo aquello que ames, que valores y respetes, que esté en sintonía contigo, podrás convertirlo en grande. Y si lo haces, serás grande tú también. Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  7. EL MIEDO A QUEDARSE A SOLAS CON UNO MISMO “Detrás de todas nuestras ocupaciones, y detrás de nuestro infatigable quehacer diario, lo que se esconde es nuestro miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos, con nuestra realidad personal, y a enfrentarnos con nuestros sentimientos más íntimos, pues en el fondo intuimos lo vacía que realmente está nuestra vida y por ello rechazamos toda posibilidad de reflexión sobre nosotros mismos, y sobre nuestras ambiciones y deseos”. (Pascal) En mi opinión, la vida se nos escapa a cada momento. ¿O somos nosotros los que dejamos que se escape? Demasiadas ocupaciones… ¿verdad? ¿O sería más acertado decir “demasiadas distracciones tal vez”? Es curioso este modo habitual de actuar en el que no valoramos ni apreciamos la vida en todo su esplendor y grandeza, ni a nosotros mismos. Tal vez el sentido último de la vida sea aprender a convivir con uno mismo, a admirarse dentro de las propias limitaciones, a cuidarse, a llevar hasta el extremo el amor a los demás y, también, y primordialmente, el amor propio… Darnos cuenta de las cosas –que es el paso previo necesario para poder resolverlas después- requiere un tiempo de observación -sin autoengaños y sin juicios-, y la posterior aceptación de lo que se descubra en esa observación. ¡Pero resulta que no es de nuestro agrado mucho de lo que encontramos! Y no es porque no haya algo agradable que encontrar –que siempre lo hay-, sino que constantemente ponemos a la vista, en primer plano y muy a mano, lo que no nos gusta de nosotros. Sí, tan malvados somos. Tan crueles y auto-destructivos. Tan rematadamente injustos y rencorosos. Tan incumplidores de ese mandamiento de amarse a uno mismo. ¡Cómo nos cuesta perdonarnos! ¡Y con qué facilidad somos injustos al seguir reprochándonos cosas del pasado con nuestra memoria de elefante! Distingamos una cosa: no es lo mismo el miedo a la soledad que el miedo a quedarse a solas con uno mismo. Los momentos de soledad son enriquecedores –e imprescindibles, opino yo-; es muy útil la soledad cuando uno trata de conectar con su propia esencia, con la auténtica naturaleza, ya que el personaje que estamos viviendo continuamente relega a la autenticidad que somos, y parece como si ésta se quedara rezagada, timorata, esperando que alguien le venga a rescatar. En los momentos en que estamos solos podemos llegar a sentirnos muy a gusto. Podemos estar oyendo música, leyendo un libro, viendo una película… aparentemente con la mente en blanco, descansando… Todo puede llegar a ir bien… si no se entromete nuestra mente –que a veces parece nuestra enemiga-, que es capaz, si estamos viendo una película, de hacernos notar que el protagonista sí tiene la vida que nosotros jamás tendremos; o que el personaje del libro sí que sabe desenvolverse en la vida, y además ha encontrado el amor sincero en su vida; que la música sonaría mejor si tuviésemos a nuestro lado a… Las comparaciones se presentan a menudo en nuestra mente, y eso es lo que nos desconcierta. Y si sólo nos vamos a quedar con la parte negativa de las comparaciones –que es cuando nos quedamos en lo depresivo de que el otro es más o está mejor- y no potenciamos lo positivo –el hecho de que si el otro lo ha conseguido yo también puedo esforzarme y conseguirlo- entonces no es de extrañar que por un mecanismo de autodefensa tratemos de evitar los momentos de quedarnos a solas con nosotros mismos, para no meternos en un inventario personal que tiene muchos números rojos. Compararse con los otros sólo es bueno si eso se convierte en una motivación que impulsa a mejorar, pero quedarse sólo en la desazón o la envidia por lo que el otro ha conseguido, se convierte en otra onerosa e incómoda carga con la que tenemos que seguir viviendo. Por otra parte, tenemos la errónea tendencia a idealizar la vida de los otros que, sin duda, no es tan perfecta o idílica como aparenta o como imaginamos. Y, sobre todo, que cada quien es cada quien. Y la vida se vive con las posibilidades personales, intelectuales, o sociales, que cada uno tiene en cada momento. Evitarse continuamente a sí mismo, impedirse los momentos de estar a solas, o no propiciarlos, es una equivocación. No tiene sentido tratar de estar evitándose continuamente. Lo malo, y lo cierto, que tienen este tipo de huidas es que vayas donde vayas te encontrarás contigo mismo. Es así. Huir es inútil porque te sigues a todos lados No hay escondrijo en el que ocultarse. No hay posibilidad de negarse o de no reflejarse en el espejo. Los pensamientos propios están con uno en todos los sitios, y los reproches, y los miedos… así como también están el amor, la posibilidad de aceptarse y de perdonar lo que hubiera pendiente, la opción de abrazarse, la reconciliación, la posibilidad del resto de la vida en armonía… Quedarse a solas con uno mismo es un ejercicio de amor. Es algo que debiera ser inaplazable y buscado, pero que, increíblemente, aplazamos. Antes o después -y es mejor antes- ha de suceder la reconciliación incondicional con uno mismo; amarse a pesar de todos los pesares; comprenderse, aceptarse, acogerse en un abrazo con la promesa de que el resto de la vida será de otro modo más sereno y comprensivo. Es imprescindible la reconciliación. Hacer cuanto sea necesario para que estar a solas sea grato, sea un placer, sea algo que busquemos con la mayor asiduidad posible para disfrutarlo, y que no sea el momento que se aprovecha para auto-reprocharse, para echarse en cara asuntos atrasados, o para permanecer callado en una actitud intransigente y mostrando animadversión donde debiera haber júbilo. Porque… ¿para qué sirve seguir en esa baldía y desagradable actitud de auto-enfrentamiento? ¿Qué aporta que sea beneficioso o conveniente? ¿Hay algo más absurdo que la hostilidad contra la única persona que ha permanecido contigo en todo instante y te va a acompañar hasta el final, o sea, tú? Y si eres una de esas personas… ¿No te apena? Sería bueno exigirse cada día un momento de calma, y cumplirlo; un momento –todo lo amplio que sea posible- en el que uno sea el único protagonista; un momento para decir “Soy yo”, o “Estoy aquí y ahora”, o “Soy el principal motivo de mi vida”… cualquier cosa que a uno le sirva para reconectar con quien es de verdad. Si uno insiste en eso, y lo hace sin prejuicios, con el corazón y los brazos abiertos, y con una sonrisa acogedora –que son condiciones indispensables-, será cada vez más gratificante y buscado el encuentro. La soledad, y estar a solas con uno mismo, desde ese prisma, serán bálsamos para el alma y un agradable destino en los que pasar un rato con el Yo –lejos del yo-, sintiendo la cercanía cada vez más próxima del Ser Completo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  8. ALÉGRATE CUANDO TE DESCUBRAS OTRO "DEFECTO" En mi opinión, este título parece que es contradictorio, incoherente, paradójico, o un error, y que, en realidad, el descubrimiento de un defecto debiera ser motivo de frustración, de pena, o motivo para una depresión, pero no. En mi opinión, no. Y el día que lo escribo estoy convencido de ello. “Descubrir” es “quitar lo que cubre”, “destapar lo que está cubierto”, “hallar lo que estaba ignorado o escondido”, pero cualquiera de las definiciones dice lo mismo: hacer visible algo que previamente estaba, que ya existía. “El defecto” ya estaba en uno cuando ha sido descubierto. Y si uno no era consciente de que estaba, quiere decir que seguía insistiendo en “el defecto”, y que uno nunca se pondría a la tarea de tratar de eliminarlo puesto que desconocía su existencia. Ahí comienza mi teoría de que debiera ser un motivo de alegría, porque ahora, al ser consciente de “el defecto” es cuando se pueden tomar las medidas o decisiones necesarias. Y cuando nos hallamos deshecho de “el defecto” estaremos un poco mejor, o mucho mejor, como personas. Tendremos un “defecto” menos y estaremos, por tanto, más cerca de la perfección. Si te descubres, o te descubren, un nuevo “defecto” no reacciones con ira, con rabia, ni lo niegues. Responsabilízate de él, y luego haz lo que tengas que hacer para deshacerte de él. Somos humanos –cosa que se nos olvida a menudo, o que no se termina de comprender en su realidad-, y eso lleva implícito, ineludiblemente, que la imperfección es lo habitual. En mi opinión, lo que llamamos “defecto” -que para mí no es lo mismo que para los otros, y por eso tantas comillas- no es una imperfección, no es algo “malo”, sino que es la forma de llamar a la parte que aún no se ha desarrollado del todo de una cualidad. Esto quiere decir que sólo tenemos cualidades y que podemos llegar a desarrollarlas más. Y ese es otro motivo de alegría: el saber que una cualidad que ya tenemos puede ser mejorada o ampliada, lo que nos acercará un poco más a esa perfección que ansiamos. Ahora tal vez entiendas mejor el título y seas capaz de alegrarte cuanto te descubras otro defecto. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  9. ES MEJOR NO BUSCAR EL AMOR IDEAL Esto dice el diccionario: IDEAL: QUE NO EXISTE sino en el pensamiento. ILUSIÓN: Concepto, imagen o representación SIN VERDADERA REALIDAD, SUGERIDOS por la IMAGINACIÓN o causados POR ENGAÑO DE LOS SENTIDOS. DESILUSIONAR: perder la ilusión. (Añado por mi cuenta que, a la vista de esta definición, es bueno y necesario desilusionarse, para así salir de la ilusión y poder entrar en la realidad) En mi opinión, esa aspiración tan habitual y tan humana de anhelar el encuentro de una pareja ideal de la que enamorarse y con la que ser absolutamente feliz el resto de la vida, se suele convertir en algo contraproducente, fuente inagotable de muchas frustraciones, y pasaporte casi directo para la desilusión. Cuando idealizamos a una persona, o una situación, nuestra mente no tiene muy en cuenta lo que puede ser o es improbable o imposible, ni lo que es la innegable realidad, así que se deja llevar por sus deseos o sus fantasías e imagina cosas que serán imposibles de llegar a convertirse en realidad. Los objetivos que pueden llegar a ser posibles, aunque sea con esfuerzo, son alentadores y positivos. Los objetivos que tienen pocas o nulas posibilidades de hacerse realidad, son adversos. Y es mejor evitarlos. Lo idealizado suele tener poco de realidad y mucho de utopía. Por otra parte, cuando idealizamos a alguien, le estamos exigiendo que cumpla las fantasiosas expectativas creadas, y se le puede estar obligando al otro a que sea lo que no es –que sea el que nosotros hemos idealizado y que no sea él mismo-, y, sobre todo, le estamos traspasando la responsabilidad de que lo cumpla. Los ideales son casi imposibles de satisfacer, porque las exigencias que conllevan no están al alcance de la gran mayoría de las personas. Es casi imposible satisfacer la idealización. Al margen de que nadie tiene porqué satisfacer –como una obligación impuesta- los ideales de otro. Así que el idealizado puede acabar convirtiéndose en enemigo del idealizador, porque tiene casi todas las posibilidades de no satisfacer tanta exigencia y eso le va a dejar mal. Será, sin tener nada que ver en ello, el causante de la “desdicha” de quien le idealizó, y ello sin ser consciente de las maquinaciones del otro y sin haber dado su consentimiento. El Amor Ideal pertenece a las novelas rosas, a las fantasías de las quinceañeras, o a la desbordante imaginación de los poetas. Yo no conozco ni una sola relación de pareja que funcione de ese modo tan perfecto como se desea. Conozco parejas que se aman, que se respetan, que se cuidan, pero la convivencia –que siempre afecta y desgasta- y el hecho de que seamos humanos hace que haya momentos en que se rompe la magia, momentos en que se entrometen sentimientos que no son deseados pero existen y se manifiestan, y hay momentos donde desaparece el encanto y aparece lo cotidiano. Una persona muy querida para mí, hablando de su esposo –al que adora- dice: “A veces me parece que no le quiero, pero no me importa porque… ¡sé que le quiero tanto!” Creo que es mejor buscar un amor que sea accesible, que contenga la mayoría de las cosas que a uno le gustan y satisfacen –y es mejor aceptar que nunca las tendrá todas-, que sea comprensivo y amable, que dialogue –esto es muy valioso-, que sepa reconocer cuando se equivoca y tenga voluntad de corregirse, y que tenga una fuente inagotable de amor para soportar las sequías que a veces se presentan. Es mejor amar a alguien de carne y huesos. No será tal como se puede llegar a imaginar, pero… está ahí y es real. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  10. ¿QUÉ HACES CON LO QUE APRENDES? En mi opinión, todo lo que uno descubre, lo que aprende, o todo aquello de lo que uno se da cuenta, no sirve de casi nada mientras no se interiorice, mientras uno no lo acepte y asuma de tal modo que pase a formar parte de uno mismo. No sirve de gran cosa hasta que deje de ser un pensamiento o un buen propósito –algo etéreo- y forme parte indisoluble de la esencia de uno mismo –algo práctico-. Ese es el modo de sacar la utilidad una vez que se ha sido descubierto algo. Ya sabemos que la teoría si no se lleva a la práctica no sirve de mucho. Lo importante es tener activada de continuo la voluntad de descubrir, tener el Yo Observador continuamente vigilante, y con eso consolidar un firme proyecto de estar atento a cualquier descubrimiento personal, manteniendo a la honradez y la ética pendientes de ver cualquiera de las facetas que pueden ser cambiadas o retocadas para mejorarlas. En muchas ocasiones, simplemente con esta actitud activada se hacen hallazgos sorprendentes, y en muchas ocasiones no hay que hacer nada con ello, sólo mantenerse en la quietud y el silencio que esa cosa necesita para encontrar dentro de cada uno el sitio que le corresponde. Aprender es importante, pero lo verdaderamente importante es qué se hace con aquello que se aprende. Cuando uno aprende algo, suele plantearse… y esto, ahora… ¿dónde lo pongo?, ¿qué hago con ello? La propia atención –o la intuición- hacen ver si es un asunto al que hay que darle alguna vuelta CON LA MENTE CONSCIENTE, en modo de reflexión, o si es algo que ya se termina de masticar y digerir ello solo y en silencio, porque en muchas ocasiones no hay un diálogo de palabras llenas de explicaciones, sino que el cambio se va haciendo gradualmente, por sí mismo, y un día uno se descubre que ha cambiado alguna cosa en su forma de ver, de pensar, de sentir, de comportarse… y no sabe de dónde ha salido eso. Lo que he observado es que esto va despacio al principio, como si se ralentizara por la falta de costumbre o la inexperiencia, pero a medida que uno le pone atención e intención, aparecen más cosas y más a menudo, se resuelven con mayor celeridad, y el ritmo de los cambios aumenta cada vez más rápidamente. Es como si, cuando uno se compromete en un Proceso Consciente de Desarrollo Personal, las circunstancias o el Universo o la Divinidad –o todos juntos y al mismo tiempo- se pusieran a trabajar a favor de uno. Es así de mágico. Por eso te invito a que lo hagas si aún no lo has hecho. Encomiéndate a quien te pueda ayudar –incluido tú mismo, por supuesto- y ponte en marcha. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  11. SOY YO, ESTOY AQUÍ Me paso largas temporadas en las que no soy consciente de ser yo mismo. Vivo de un modo superficial y automático, sin pararme, sin reflexionar, sin hacer planes a medio o largo plazo, sin otro proyecto que acabar el día confiando en que el próximo sea mejor. Pero sin hacer nada para que sea así. Sólo de vez en cuando una voz dentro de mí resuena con fuerza y grita: “¡QUIETO!”. Entonces dejo lo que esté haciendo, y presto toda mi atención. “¡DATE CUENTA!”, dice la misma voz, y me quedo quieto y observando, aunque nada en concreto. Dice la voz: “Repite conmigo: SOY YO, ESTOY AQUÍ”. Sólo entonces soy consciente del todo. “SOY YO…” me lo repito varias veces, y a medida que lo digo profundizo en ello… “SOY YO…”, vuelvo a repetir, y entonces sí que siento el cuerpo, presto atención a lo que pesa y a cómo me obedece. Tomo el gobierno del pensamiento, que ha estado funcionando hasta entonces de un modo autónomo, y entonces, y lo digo muy sinceramente, el mundo adquiere otra extensión: las cosas son más auténticas, y todo lo veo-siento-disfruto con otra intensidad. La capacidad de ver me presenta otras dimensiones, como si todo fuera más real, más disfrutable, más vivo. Los sentimientos son más notables y están más sensibles a lo que experimento: la música suena con más profundidad y más viva, el sol es otro, la vida tiene más intensidad, el trato con las personas –y la forma en que las miro-comprendo-amo-, es más cálida y más atenta. La presencia de “YO” me reconforta. Siento que este tipo de relación conmigo –de presencia atenta, gobernando mi vida con consciencia, estando todo yo en el instante- me aporta una intensidad nueva y muy querida a mi vida. Entonces es cuando noto intensamente lo que significa “ESTOY AQUÍ”. Soy. Estoy. La vida. Mi vida. Intensidad. Consciencia. Amor. Dios. Sentir. Vivir… Todo parece distinto cuando me doy cuenta de “SOY YO, ESTOY AQUÍ”. Por eso te recomiendo que lo experimentes: ¡QUIETO!, al cuerpo, a la actividad, al pensamiento… que todo se pare porque llega YO, y tiene prioridad sobre cualquier otra cosa. ¡DATE CUENTA!, centra toda tu atención en TI. Pies, manos, corazón, respiración, y, sobre todo, el pensamiento consciente, la mente dirigida por ti, sin dispersarte, centrándote en darte cuenta de quién eres y qué haces. SOY YO, ESTOY AQUÍ… si eres capaz de hacer lo anterior, casi te puedo garantizar una vida más intensa, más real, más completa, más satisfactoria, y, sobre todo, más tuya. Yo he programado en mi interior un aviso que salta cuando se da cuenta de que empiezo a salirme de mí, y me trae nuevamente dónde y cómo quiero estar, y he escrito muchas notas que tengo a la vista, donde quiera que esté, y me recuerdan continuamente lo que no quiero que se me olvide: SOY YO y ESTOY AQUÍ. Me paro. Lo siento. SOY YO, ESTOY AQUÍ. Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  12. RECONCILIARSE CON LOS YOES DEL PASADO Todos guardamos representaciones de nuestros yoes del pasado. Son imágenes, o entes etéreos, de diferentes épocas de nuestra vida, y de diferentes estados y vivencias por los que hemos atravesado. Algunos se sienten en paz, satisfechos, y reposan en la parte del recuerdo y del pasado donde hemos almacenado las cosas de las que nos sentimos complacidos y en paz. En cambio, con los yoes de aquellas actitudes y hechos de los que no nos sentimos orgullosos, aquellas de las que hasta negamos la autoría, hacemos dos cosas opuestas: o los dejamos a la vista, les sacamos brillo cada día para que no se nos olviden, nos los restregamos continuamente, sacamos punta a sus espinas y rellenamos el depósito del veneno, todo ello para satisfacer a nuestro masoquista interior, o las escondemos bien escondidas en un lugar al que nos resulta desagradable regresar. En el primer caso, y si no somos capaces de sacar ningún provecho y sólo nos recreamos de un modo depravado en su repetición regodeándonos en el auto-reproche, el acto es inútil, se vuelve en nuestra contra, mina nuestra Autoestima, nos enfrenta a nosotros mismos, y nos enzarza en una guerra en la que ambas partes son perdedoras. Por lo expuesto, sería conveniente tomar otra actitud y dejar de insistir en ese castigo maquiavélico y perverso. En el segundo caso creemos, equivocadamente, que no hablando de ello, negándolo, o tratando de olvidarlo, dejará de molestarnos, se diluirá en el pasado y dejará de pedirnos cuentas. Un error. También. El que no nos acordemos conscientemente de ello no quiere decir que no nos afecte de un modo inconsciente. Y no hay que olvidar que el 99% de nuestros actos y pensamientos, se gestan y construyen en el inconsciente o lo inconsciente. En realidad, latentes y asomándose sólo de vez en cuando, esperan una explicación que les redima del pesar que les apesadumbra al saber que vivieron actos o actitudes que negamos. Se sienten culpables y sin saber por qué. Son cosas que hicimos hace tiempo –por tanto no las hizo el yo de hoy sino un yo del pasado- y que se hicieron en su momento sin mala intención y sin mejor conocimiento, por las que nos exigimos responsabilidades como si fuéramos expertos. Esos yoes que ahora rechazamos, de los que se arrepiente nuestra conciencia, no entienden que en su momento fueran una decisión nuestra y en cambio ahora sean apestados de los que es mejor renegar. Se sienten traicionados y abandonados. Mientras, se van alimentando de nuestra Autoestima, y la van minando poco a poco. Ahora, cuando se pueden asomar a nuestra memoria, dan un zarpazo a nuestro corazón, y nosotros reaccionamos tratando de esconderlos de nuevo en lugar de acogerlos, o de reconocerlos en vez de negarlos, y les condenamos al silencio sin aclaraciones en vez de hablarles para darles una explicación de lo sucedido. Sus porqués no obtienen respuestas. Esos yoes que una vez fuimos, injustamente acusados, buscan reconciliarse de nuevo, quieren hacernos ver que forman parte de las experiencias por las que hemos tenido que pasar, que son parte innegable de nuestro pasado, que necesitan ser comprendidos y acogidos, que no merecen nuestra desaprobación porque no les tocó hacer la parte más agradable, que son yoes tan nosotros mismos como los otros yoes a los que ensalzamos. Una de las formas útiles de reconciliarnos con nuestro pasado, del que somos, no lo olvidemos, responsables únicos, es la que expongo: Se trata de conseguir una relajación adecuada, en un sitio en el que no vayamos a ser molestados, con bastante tiempo libre disponible, y en el modo que tengamos por costumbre hacerlo. Una vez relajados, sin ninguna expectativa de lo que “tiene” que suceder –porque si nuestra mente está pendiente de que suceda algo concreto no será una relajación auténtica, y puede que nos estemos “inventando” lo que suceda a continuación-, y sin ninguna prisa –quizás no suceda algo la primera vez o tarde en aparecer, y, además, es conveniente repetir el ejercicio en varias ocasiones porque cada ocasión nos puede mostrar algo más-, y sin permitir que la mente consciente intervenga tratando de analizar lo que está sucediendo –porque si dejamos que una parte del consciente intervenga, entonces no estamos en el lugar del inconsciente al que queremos llegar-, entonces es el momento de observar qué yo va apareciendo, y qué nos cuenta. Para que sea eficaz, es conveniente no estar pendiente de lo que suceda con una parte de nuestra consciencia que quiera acudir a la relajación para tomar nota de lo que suceda. Porque en ese caso no se alcanzaría el acceso correcto a lo inconsciente, y porque lo importante de este trabajo se produce en el encuentro con los yoes y en ese nivel, que es donde está el conflicto, y no se elabora en el pensamiento o la razón. No hay que estar pendiente de que no se olvide nada de lo que vaya a suceder. De lo que haya que acordarse, se acordará uno. La primera regla es que hay que ponerse a la altura física de quien aparezca –si es un niño, hay que agacharse hasta que nuestros ojos estén frente a los suyos-; la segunda es que hay que escuchar lo que nos quiera decir, con palabras o sin ellas, con gestos o con sentimientos, y no hay intervenir hasta que termine. No hay que estar a la defensiva, ni culpabilizar a algo o alguien ajeno –las circunstancias, el destino, los otros, etc.-, sino explicar, en un tono sosegado y de modo que esté a su nivel intelectual, el porqué de aquello que le tocó hacer, o sea, de lo que se hizo en aquel momento. Las explicaciones, básicamente, son las mismas para todos. “Hiciste lo que creíste que tenía que hacer, o lo que suponías que eras lo mejor, o lo que permitieron hacer las circunstancias, con el conocimiento y la experiencia que tenías entonces. Te lo agradezco igualmente, aunque el resultado no fue el que esperaba. Te acojo con amor en mi vida porque formas parte de mí”. El texto se debe modificar al gusto de cada uno, porque si uno se habla con palabras que no son suyas, o de un modo que no es habitual, el yo puede creer que no hay sinceridad. También es interesante tener unas preguntas preparadas, para ver si se puede conseguir respuestas que nos clarifiquen alguna duda. Cuando se termine “la conversación”, cuyo final no hay que precipitar para que quede perfectamente resuelto, hay que ofrecer un abrazo al yo, y si lo acepta, podemos dar el asunto por resuelto. Si acepta el abrazo, que sería lo lógico, conviene que sea muy real, que lleve todo el amor que seamos capaces de transmitir, que sea lo más sincero que hayamos hecho en nuestra vida, y si notamos que nos abraza con la misma pasión que nosotros ponemos, o captamos una sonrisa, un asentimiento, una relajación en su gesto, una palabra que nos lo confirme, entonces es momento de disfrutar el abrazo, de saborear la reconciliación, y entonces es cuando hay que apretar más el abrazo, hasta que el yo se integre en nosotros y pase a formar parte indisoluble de nosotros, dejando de ser un ser etéreo que vaga perdido. Si no lo acepta, tal vez sea porque no se crea lo que le estamos diciendo, así que puede ser que falte sinceridad por nuestra parte, o que esté demasiado resentido. Lo que hay que hacer es volver otro día, para ver si se ha ablandado y ha comprendido nuestra intención y voluntad. En cualquier caso, cuando tengamos la sensación de que ya está resuelto conviene comprobarlo, haciendo preguntas directas como, por ejemplo: ¿Qué necesitas?, o: ¿Qué puedo hacer por ti?, o: ¿Te queda alguna duda? Hay otra versión de este ejercicio, que es buscar intencionadamente uno de esos yoes con los que queremos relacionarnos especialmente porque queremos arreglarlo. En ese caso podemos llamarle, o “forzar” un poco, sólo muy poco, la imaginación para que se presente. Y si no llegamos a verle con forma, pero le intuimos, es suficiente. El proceso posterior es el mismo. No pienses en lo que has leído. Sólo observa si en algún momento durante estos últimos minutos has sentido dentro de ti, de un modo que no necesita explicación, que todo esto puede ser verdad y puede ser así. En ese caso, y si lo deseas, ponlo en práctica. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  13. MANTÉN VIVO EL NIÑO QUE FUISTE En mi opinión, nos han engañado quienes nos han hecho creer que cada vez que pasamos de una etapa a otra en nuestra vida tenemos que abandonar la anterior. No es necesario. Incluso es conveniente mantenerlas, porque cada una de ellas tienen cosas buenas que es mejor no perder, que es mejor no renunciar a ellas. En esos exámenes de conciencia que hacemos de vez en cuando –que son exámenes de nuestro pasado- tenemos tendencia a la añoranza. Y en esas cosas que añoramos hay algunas que son imposibles de recuperar, pero hay otras que fuimos dejando, sin saber porqué, sin darnos cuenta, y ahora que las podemos ver lejos de nosotros nos damos cuenta de cuánto nos gustaría recuperarlas. Por ejemplo, en mi caso -y eso que afortunadamente sigo teniendo un excelente sentido del humor- echo en falta más risas todavía, más alegría, más desparpajo, más espontaneidad, más predisposición a la broma, a la carcajada sin pudor, a la risotada escandalosa; echo en falta esas lágrimas de la risa y el dolor en la tripa de tanto reírme… Echo en falta la capacidad de sorprenderme y emocionarme que tuve en otras etapas de mi vida, la emoción de los quince años, la locura de los veinte, la ilusión de los treinta, echo en falta la aventura, sentirme vivo en algo que fue natural y espontáneo en su momento y ahora parece que desapareció. Nos han hecho creer –no sé quién- que los adultos tenemos que ser serios, que la vida es seria, que lo que se vaya a hacer –sea lo que sea- es serio; rodeamos de gravedad y severidad la mayoría de nuestros actos. Se nos va poniendo día a día una seriedad pétrea en el rostro que es una pesada máscara, desagradable, que soportamos en muchas ocasiones sin ni siquiera llegarnos a plantear que nos la podemos quitar y estrellarla contra el suelo, que podemos recuperar a todos los que fuimos y ya no somos. Se nos va la vida sin ponerle color y más sonrisas. Se nos va sin que nos atrevamos a decir “basta ya”, sin que tomemos muchas de esas decisiones que nos están esperando, sin que recuperemos a ese que nos gustaría recuperar: el que fuimos y nos gustaría seguir siendo. Tal vez nos hemos construido sin darnos cuenta una vida que carece de una parte que es muy importante en la vida –o tal vez las circunstancias nos han obligado a construirla- pero es muy posible que nos hayamos quedado instalados en una comodidad desganada en la que pasan menos cosas de las que nos gustaría que pasaran. Y no me refiero a cosas externas, sino a cosas internas, a cosas que le pasen a nuestra alma. Más que necesario es imprescindible recuperar y mantener viva la forma de ser de nuestros mejores momentos, alentar las mejores cualidades y capacidades, darse permiso para desdramatizar la vida y poner flores en forma de optimismo, sonrisas, vitalidad, ganas de compartirse, de comunicarse desde el corazón, de empaparse de emociones. Es bueno recuperar el niño que fuimos, ese que era feliz sin poner condiciones y se permitía disfrutar continuamente. Y si no hemos podido ser ese niño, es el momento de serlo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  14. TENEMOS LA OBLIGACIÓN DE FOMENTAR UNA BUENA AUTOESTIMA EN LOS NIÑOS En mi opinión, la mayoría de los educadores –ya sean padres, familiares, amigos, profesores, o cualquiera que esté en contacto con los niños durante su infancia y su juventud- no somos conscientes de la importantísima responsabilidad que adquirimos cuando con nuestras actitudes, con nuestro ejemplo, palabras, enseñanzas, atención o desatención, valoración y ánimos o desatención y desprecio, estamos influenciando en la buena o mala educación que tendrán los niños. Sabemos que cuando nace un niño no tiene conocimientos suficientes como para afrontar todo lo que la vida le va a poner por delante. No tiene criterio propio aún, y ni siquiera la capacidad de discernir o valorar qué es correcto o cierto y qué no lo es. Así que confía en lo que los adultos le cuentan. Y se lo cree. De ahí la responsabilidad tan trascendental que tiene el que nos ocupemos de esa tarea de enseñarles todo y enseñarles bien. Y no sólo a nuestros hijos, sino a todos los niños. El error que se comete a menudo es del pretender convertirlos en adultos antes de tiempo, e implantarles unas responsabilidades y obligaciones que están por encima de sus capacidades. Se les exige como si fueran perfectos, como si fuesen expertos o experimentados, y no lo son. Se les exige como si tuviesen que saberlo todo… y no lo saben. Y ahí está el principio del mal… con algunas palabras –cuando son hirientes o despectivas- les afectamos directamente a su incipiente autoestima. Si se le dice “eres torpe” creerá que efectivamente es torpe y vivirá y se manifestará como torpe, ya que le han dicho eso y se lo ha creído. Lo mismo pasa con otros calificativos que pueden menospreciar y que usamos sin cuidado y sin razón. Los niños no saben enjuiciarse, y dudan si lo están haciendo bien, así que es muy conveniente ser cuidadosos con el trato hacia ellos, cuidar mucho la forma de hablarles cuando hay que decirles algo que pueden y deben mejorar –cuidando mucho el modo de decirlo-, y, sobre todo, hacerles ver con claridad y con un reconocimiento y valoración notables cuando lo hacen bien. Las palabras de ánimo y apreciación son imprescindibles para ir forjando una buena autoestima y una buena personalidad, ya que ambas cosas se van a sustentar, básicamente, sobre esa información con respecto a ellos que les vamos a facilitar. Ellos no tienen conocimiento de sí mismos, no tienen más referencia que la que le vamos facilitando los adultos, así que conviene animarles, destacar sus cualidades, reconocer y fortalecer lo que hacen bien, mostrarles confianza –aunque no todo y siempre lo hagan bien- y fortalecer su carácter de un modo positivo. Se puede hacer el ejercicio de recordar cómo nos “educaron”, y es casi seguro que sabremos distinguir entre lo que creemos que hicieron bien y lo que hicieron mal. Eso nos puede dar una pista de cómo hacerlo nosotros para no repetir los “errores” que aplicaron con nosotros. Insisto: es nuestra responsabilidad, para con TODAS LAS PERSONAS con las que nos relacionamos, ser amables, corteses, respetuosos, agradables; valorarles y hacérselo saber, y, también, enseñarles con nuestro ejemplo. Y especialmente a los niños y jóvenes. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  15. CUANDO HACEMOS DAÑO SIN QUERER En mi opinión, el hecho de no valorar adecuadamente el resultado que pueden acarrear algunos de nuestros actos, o algunas de las cosas que decimos, conduce a que podamos dañar a los otros. Y, lógicamente, que nos dañen los otros cuando hacen lo mismo. Las personas podemos no tener conciencia clara de haber hecho algo malo –o que los otros lo interpreten como malo-, y por ese motivo no pedimos disculpas a quien hayamos ofendido. Puede que no seamos conscientes del alcance real de los actos, o bien lo minimicemos o no lo tengamos en cuenta porque según nuestra percepción, o nuestra escala de valores, eso que al otro le ha parecido trágico, tremendo, para nosotros ha podido pasar desapercibido. Si alguien se enroca en un rencor hacia otro alguien que, aun habiendo obrado mal, no es consciente de haber hecho algo que nos ha sentado mal… ¿qué adelantamos con ello?, ¿qué resolvemos? En esos casos uno se queda incómodo, enojado, furioso, rabiando… mientras el otro sigue tranquilo y ajeno a nuestro malestar. Incluso si llega a darse cuenta de nuestro estado, es muy posible que le parezca que somos unos exagerados histéricos que magnificamos una nimiedad. ¿Cómo se supera esta situación?, ¿cómo se logra quedar inafectado? Comprendiendo. Dándose cuenta desde fuera, objetivamente, o poniéndose en el lugar del otro. Comprender es para mí una de las palabras más bellas –en cuanto a lo que representa- de todo diccionario. Comprender es incluir y contener algo dentro de uno mismo, o sea, hacerlo propio. Hacer que forme parte de uno mismo. Pero es que, además, es entender, es alcanzar o penetrar algo. Comprender algo es entenderlo, saberlo con perfección, ocuparse de ello, entrar dentro de ese algo. Y aún tiene más significados la palabra: es encontrar justificados o naturales los actos o sentimientos de otro. Comprender es más que ponerse en el lugar del otro: es ser el otro. Las cosas pueden tener más de un punto de vista y si nos quedamos obstinados en el nuestro no llegaremos a comprender que otras personas sean distintas, tengan otros valores, vean las cosas de otro modo, y actúen de una manera distinta a como lo haríamos nosotros. Cuando nos quedamos afectados por una actitud de otra persona hacia nosotros, antes de enojarnos y responder con agresividad, conviene comprender a la otra persona. Qué le ha hecho actuar de ese modo, qué intención real había en ello. Incluso cuando la maldad en el acto cometido ha sido consciente e intencionada es conveniente hacer esta tarea de comprender –o por lo menos, tratar de comprender-; en todos los demás casos conviene una apertura de mente, una visión sin prejuicios, una gran capacidad de desdramatizar los hechos, una comprensión generosa, amable, infinita… y preferiblemente sin condiciones. En demasiadas ocasiones quienes parecen ejecutores no son nada más que víctimas de sus circunstancias. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  16. SE CAMBIA MÁS POR LAS EMOCIONES QUE POR LOS PENSAMIENTOS En mi opinión, la mayoría de los cambios personales que uno se propone sólo desde la mente -con un convencimiento que tiene la misma duración que tiene esa idea y que desaparece en cuanto el próximo pensamiento ocupe su lugar-, es un cambio con poca voluntad de realizarse, con pocas posibilidades. Los cambios que se manejan sólo desde la mente carecen de la fuerza y el convencimiento más rotundo que provine de alguna emoción fuerte. Cuando uno “siente” –dentro de sí, de un modo que no admite excusas- la necesidad de modificar cosas, ese sentimiento tiene más vigor y empuje que un simple pensamiento. Las decisiones de cambio que nacen en el interior, en el corazón, en el alma, o en las tripas, con una cierta dosis de estallido y desesperación, están más convencidas y tienen más potencia y tienen mejores raíces. Lo que se gesta en el pensamiento carece de garra. Tiene lógica, tiene una razón incluso; tiene voluntad y un razonamiento lógico en el que uno ha podido llegar a la conclusión reflexionada de que lo que va a hacer es positivo, o es imprescindible, pero… no se materializa fácilmente. Es como si esa acción se pretendiese hacer solamente con la fuerza mental, sin la implicación necesaria que proviene del estallido emocional interno, de la comprensión en el alma de esa necesidad, del disgusto positivo proveniente del darse cuenta de cómo está siendo uno o cómo está actuando, y comprendiendo –con dolor y cierta desesperación- que lo actual no es lo que quiere para sí mismo. Que ser de otro modo, o actuar de otra forma, le acercaría más a sí mismo o sería la expresión natural del Uno Mismo. Las personas cambian con más rotundidad -y de un modo más rápido y eficaz-, cuando integran dentro de sí su estado actual, su situación personal, el historial de sus actuaciones, y su lugar en su propia vida; cuando existe un dolor que remueve sus entrañas, cuando se da cuenta sin palabras pero de un modo innegable, nada más que notando sus escalofríos o atendiendo a sus suspiros. A esos síntomas son a los que hay que atender. Ellos llevan la verdad. Y no hay que promover nunca un cambio desde la rabia -porque ésta nubla la realidad-, ni desde el despecho o la pena, sino que ha de partir de una situación en la que el corazón dicte su opinión sincera y verdadera y la mente la respete y colabore sin repetir viejos patrones y sin boicotear. No hay que olvidar que el proceso de cambio –en realidad es “el proceso de ser realmente uno mismo y dejar el personaje”- es un proceso de Amor Propio y, por lo tanto, el Amor Propio es un ingrediente imprescindible e irremplazable. El objetivo final es el mejoramiento. Y el beneficiario primordial es uno mismo. No olvides ninguna de las dos cosas. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  17. CÓMO TOMAR DECISIONES CON SABIDURÍA En mi opinión, que es universal en este caso, todos los días tomamos cientos de decisiones aunque no seamos muy conscientes de ello. Desde las más simples y cotidianas –tanto que ni nos damos cuenta de que son una decisión-, como decidir el desayuno, la ropa que nos vamos a poner o qué canal de televisión ver, hasta las más responsables y decisivas, que, muy a menudo, aplazamos una y otra vez. A veces las aplazamos tanto que para cuando vamos a tomarlas, ya es tarde. En algunos casos no tomamos la decisión porque no estamos seguros de que vayamos a hacerlo de un modo acertado, y preferimos dejar la responsabilidad a los otros, o al destino, porque de ese modo, ya tenemos a quien culpabilizar si el resultado no es el mejor. A todos nos resulta más fácil ver las soluciones a los problemas de los demás que a los nuestros propios, y eso es debido a que en las decisiones en las que estamos involucrados nosotros, como están en juego nuestra economía, nuestra estabilidad emocional, o nuestros sentimientos, estamos absolutamente condicionados por el hecho de que no queremos salir perjudicados con la decisión que tomemos. Con la agravante de que no nos perdonamos los errores. Si tomamos la decisión incorrecta, después tenemos que aguantar los propios reproches continuos –cuando no algún auto-castigo más grave- y nos miramos con mala cara cuando nos encontramos en el espejo. La vida entera es una continua sucesión de decisiones. Cuando sólo hay una opción de elección, entonces la decisión ya está tomada, pero en muchas ocasiones hay varias opciones y entonces, desconectados de nuestro centro, o porque no nos conocemos realmente, o porque no tenemos suficiente información, acabamos por no saber qué es lo que de verdad queremos o lo que nos conviene. Decidir siempre implica quedarse con una cosa y descartar las demás. Renunciar a las demás. Ahí está el problema. Hay muchas cosas que no queremos perder, pero… no nos podemos quedar con todas. Y una vez que se ha hecho la elección ya no sirve de nada estar lamentándose o haciéndose reproches. La dificultad de elegir está muy condicionada por el miedo a equivocarnos, o ser rechazados o reprendidos. Para hacerlo bien, es imprescindible tener una autoestima bastante asentada, de modo que sea cual sea la decisión tomada, y sea cual sea el resultado de ella, no acabemos culpabilizándonos y penalizándonos por ello. Como ya sabemos, los errores –que no deberíamos llamarles errores sino “experiencias cuyo resultado no fue el esperado”, aunque sea más largo- siempre tienen, por lo menos, un lado positivo, una lección, y en el caso de las decisiones cuyo resultado no fue el esperado, nos sirve para no hacerlo de ese modo la próxima vez que se presente una situación similar. Nuestras elecciones no siempre las tomamos mirando nuestros intereses, sino que, a veces, nos importa más la opinión de los demás, y su aprobación, y por eso no las hacemos estando de acuerdo con nosotros mismos, sino mirando hacer lo que se espera de nosotros. Esto también lo hacen los que no confían en sí mismos y creen que los demás saben más, y estarán más acertados, aunque en este caso también se vuelve a repetir, de un modo inconsciente, el hecho de dejar que sea otro quien tome la decisión y, de ese modo, si no es acertada pueden eludir la responsabilidad culpabilizando a quien tomó la decisión. “Él se equivocó, y no yo”, pensarán, y aunque diga con la boca pequeña que no volverá a hacer caso a los demás, lo hará nuevamente, porque en el fondo le resulta mejor hacerlo de este modo que tomar sus propias decisiones. En lo que hay que pensar es que tenemos que usar nuestro derecho a elegir por nosotros mismos. El miedo a decepcionar a los demás o a perder su estima nos puede llevar a escoger buscando su aprobación en vez de actuar conforme a nuestros propios deseos y defendiendo nuestros derechos. Al tomar decisiones, uno debiera escuchar qué opina su interior, si uno se siente bien con ella, y si es la que realmente desea, sin importarle otras opiniones, aunque no negándose a escucharlas por si le pueden confirmar la que está tomada o mostrarle algo en lo que no había reparado. Pedir y escuchar muchas opiniones -salvo que coincidan exactamente entre ellas, que no es lo habitual-, es poco recomendable, porque lo más normal es que uno se encontrará más confundido al ver más opciones. Es mejor escuchar lo que dice quien nos ha demostrado tener un criterio fundamentado y capacidad de discernimiento. Ser lo suficientemente flexible como para escuchar otros puntos de vista, pero no tan voluble como para dejarse arrastrar por cada opinión nueva. Está bien escuchar a los otros, pero lo que hay que hacer es sólo escucharlos, volver a las ideas propias, retomarlas, y confrontarlas con las ajenas. A veces, no querer escuchar a los demás puede hacernos caer en un egocentrismo en el que uno se considera el único inteligente, iluminado, y eso puede ser una incorrección. El apego a las propias creencias dificulta la visión de otras verdades. Si uno descubre estar equivocado, sería una estupidez seguir insistiendo en la misma idea o postura. Las decisiones importantes han de ser tomadas de un modo muy sereno, dedicándoles el tiempo necesario –pero sin aplazarlas- hasta encontrar aquella que cumpla la mayoría de nuestras expectativas o el total de ellas. Para ello es conveniente, además de dedicarle tiempo, encontrar la calma y el amor interior. Amor y respeto hacia nosotros mismos y nuestras decisiones. Así es el primer paso. La calma y el amor nos ayudan a confiar en nuestra capacidad de elección. Cuando se toma una decisión no hay que tener miedo a equivocarse; la posibilidad de equivocación va implícita en cualquier decisión, es un riesgo a asumir, y, por eso mismo, si sucede de ese modo hay que responsabilizarse de ello y aceptarlo. Siempre es mejor que quedarse paralizado por el miedo. A veces, y sin saber por qué, sin poder explicar racionalmente por qué, se siente un impulso que apunta hacia una de las opciones. Eso es la intuición. Cuando no tengas claridad mental para resolver, confía en tu intuición. Sigue tu instinto. Confía en esa inteligencia irracional que tal vez puede analizar las situaciones de forma rápida, y, aunque no es eficaz en el cien por cien de las ocasiones –como tampoco lo es tu mente- por lo menos te evita dar los mil rodeos que das y ser resolutivo cuando hace falta. La intuición, está demostrado, es otra forma de inteligencia, y actúa sin analizar la totalidad de la información disponible y eso, en muchos casos, es mejor porque el exceso de información conduce, a veces, hacia la confusión. En vez de analizar todos los pros y los contras, considera sólo la información relevante y desecha el resto. Aunque no lo sabemos, muy a menudo lo que hace nuestra intuición es mostrarnos la respuesta y entonces nuestra mente, inmediatamente, se pone a la tarea de buscar los argumentos para justificar esa decisión de un modo racional. Acabamos creyendo que ha sido obra de la mente, y nos quedamos más tranquilos. Se dice que la intuición es la parte de nuestro ser que nos dice lo que deseamos hacer. Confiar en la intuición supone enfrentarse a la mente. La intuición es muy rápida, tarda una milésima de segundo en dar su veredicto, porque no tiene que perder tiempo en razonarlo. La mente es un poquito más lenta, porque tiene que elaborar la respuesta que considera adecuada, y ratificarla, y para eso tiene que entretenerse en descartar un montón de posibles respuestas. La mente, reina indiscutible de todas las decisiones durante toda nuestra vida, no quiere perder su hegemonía a manos de algo que actúa de un modo inconsciente, de modo que es muy posible que se ponga a rebatir las opiniones de la intuición. Le dirá que no puede ser tan fácil tomar una decisión, que hay que meditarlo largamente, que hay que valorar lo que está a favor y en contra, que hay que verificarlo todo para que no se olvide tener en cuenta ninguna de las variables posibles, que las cosas no se pueden solventar a la ligera, ni las decisiones se toman alegremente. La intuición no tiene miedos pero la mente sí. Si has de tomar una decisión urgente, confía plenamente en tu corazón y en tu intuición, que te dirán lo mismo. Hay un error bastante común a la hora de ponerse a tomar una decisión y es la de comenzar la tarea cuando ya se tiene una idea predeterminada, y en realidad no buscamos otra opción, sino que buscamos la justificación a lo que ya tenemos casi decidido. Esto, si se hace sabiendo lo que se hace y buscando la confirmación a lo que creemos adecuado, no es malo; lo malo es no darse cuenta de ello y arrastrarnos en el error, porque estamos descartando el resto de las opciones, entre las que se podría encontrar la adecuada. Y ya una vez tomada la decisión, no ha terminado todo, sino que comienza otra parte que también puede ser complicada, y es llevar a la práctica la decisión tomada. Para que sea más fácil, es bueno recordar los motivos que nos llevaron a tomar esa precisamente, y no dejarse dominar por el miedo a haberse equivocado. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  18. NO PODRÁS SER FELIZ CON OTRA PERSONA SI TÚ NO ERES FELIZ SIN ESA PERSONA En mi opinión, la felicidad es –y ha de ser- un asunto personal e intransferible. Esto quiere decir que no se debería cometer la IRRESPONSABILIDAD de permitir que sea otro quien se ocupe de un asunto tan propio, y que nuestra felicidad dependa de otra persona, o que sea otra persona nuestra única fuente de felicidad. Está bien que otro nos aporten felicidad, pero que sea para AÑADIR a la que nosotros ya tenemos. Este asunto no es tan drástico como parece por el título –que es algo así como “todo o nada”-; se puede ser “aparentemente” feliz con otra persona, pero no será una felicidad plena ya que le faltará el ingrediente básico, lo que verdaderamente es importante, que es el hecho de que uno sea feliz por sí mismo, sin necesidad de estimulaciones externas. Si es otro quien nos aporta felicidad, o nos presta su felicidad, eso es vivir con una felicidad ajena, no personal, prestada a ratos, ya que la felicidad es algo tan íntimo y propio que no se debería dejar en manos de otra persona ya que eso es una insensatez. Esto requiere de una reflexión hasta entenderlo plenamente. Cuando uno no ha conseguido reconocerse en su unicidad como persona, cuando la relación consigo mismo no es fluida y amable y cariñosa, o cuando no es satisfactoria la propia valía o autoestima, siente que la felicidad le está vedada. Siente que no tiene motivos ni razones para ser o estar feliz. Y sin estar convencido del derecho a ser feliz, que es la base sobre la que puede establecerse la felicidad continua, no tiene mucho sentido construir cualquier cosa porque tendrá todas las posibilidades de derrumbarse en el primer bajón o contratiempo. Ser feliz, o la felicidad, no implica que haya que estar sonriendo siempre. Se puede y se debe ser feliz aun en los contratiempos, en los momentos duros o tristes, en un entierro y mientras se duerme; aunque no se manifieste físicamente, porque la felicidad no es una expresión externa sino una manifestación interna. Lo importante no es mostrarla, lo importante es sentirla y vivirla. Opino que la felicidad no es un asunto que dependa del azar, de la suerte o del destino. Sí es cierto que las circunstancias personales, o un pasado duro, o una educación inadecuada, parece que obstaculizan el acceso a una plena felicidad, pero no lo impiden. Quien parta con esas condiciones adversas tal vez tendrá que esforzarse un poco más, pero es importante en estos casos el convencimiento irreductible de que la felicidad –o ser feliz- es un derecho de todos. Y es importante darle la prioridad que le corresponde, y prestarle atención o esfuerzo en vez de quedarse en la auto-conmiseración, en la pena o en la queja, en la quietud de la derrota, en la rendición sin voluntad. Es un derecho humano. Todas las personas sin excepción tenemos derecho a la felicidad. Un derecho innato, indiscutible, que no depende de las circunstancias personales ni de la economía o la suerte. Y por supuesto que se puede ser feliz con otra persona –de hecho hay personas que le ayudan a uno ser un poco más feliz-, pero es conveniente que sea también SIN esa persona. Que la relación con la otra persona no sea para compartir su felicidad o para recoger migajas de su felicidad, sino para compartir ambas felicidades. Tómate muy en serio este asunto. Tu felicidad depende de ello. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  19. ¿HAY QUE ABANDONAR LOS SUEÑOS? En mi opinión, conviene revisar muy a menudo esos sueños que mantenemos pendientes de realizarse. Conviene verificar si siguen estando vigentes o si se crearon hace muchos años –en otro momento de nuestra vida donde las condiciones y los deseos eran distintos-, porque es posible que ahora ya no dispongan de su propia fuerza y los estemos manteniendo artificialmente. Escribo esto pensando en bastantes casos que he conocido de personas que siguen aferradas a sus sueños infantiles -y eso que ya la edad actual les ha demostrado que son imposibles de realizar-, o que son tan imposibles que ya dejaron de aportar ilusión, ánimo, una meta, y se han convertido en el principal motivo de un sentimiento de fracaso. Lo voy a exagerar para que se vea mejor –aunque en realidad no es tan exageración y acaba siendo común-. Hay jovencitas -y mujeres con edad de ser ya maduras mentalmente- que siguen esperando un Príncipe Azul. Idealizaron tanto el amor y a quien iba a ser su pareja que se ha convertido en algo imposible de que llegue a suceder: no existe lo que soñaron. Y si aparece un Príncipe Azul Claro o Celeste ya no les sirve, porque no es lo suficientemente azul. Y no existen los Muy Azules, lo garantizo. Algunos son Azules a ratos, o más Azules que la mayoría, o durante más tiempo. Pero no son siempre Azules. Ni son Príncipes de cuna. En esa obstinación por encontrar la perfección absoluta –negándose a aceptar la realidad- se engañan y se pierden la opción de conocer una persona real, de carne y hueso. Este mismo asunto de los sueños imposibles de realizar lo podemos encontrar en quienes en su infancia querían ser cirujano, piloto de aviones, modelo, estrella de la canción con Grammy incluido, o la más bella del mundo, y ahora, cuando ya son adultos/as, comprueban que no se ha realizado su sueño, y sin ser conscientes de que los sueños en su origen son fantasías, imaginaciones desbordadas, o solamente tienen una posibilidad entre mil millones de convertirse en realidad, se sienten fracasados porque no se cumplió algo que era prácticamente imposible de cumplir. De este modo, lo que aparentaba ser algo tan bonito -un sueño- se convierte en una pesadilla, en el origen de una grandiosa frustración. Hay que revisar a menudo y a fondo eso que creemos que son nuestros sueños –que tal vez no sean nuestros sino del niño que fuimos, o del adolescente que fantaseaba-, y hay que preguntarse si ese sueño es una utopía, es un imposible del todo, si todavía sigue siendo el sueño/deseo que en algún tiempo fue o ya no lo es. O si hay que desecharlo o modificarlo actualizándolo. Esto quiere decir que si hay que descartar un sueño –la realidad siempre está por encima de los sueños- se puede cambiar por otro, se puede transformar para que se convierta en uno con posibilidades de realizarse, o se pueden aplazar hasta otro momento en que tenga más posibilidades. Y conviene vigilar los sueños también desde otros puntos de vista, porque a veces uno se queda en el sueño para no afrontar su realidad. ¿Se deja en manos de los sueños lo que es una responsabilidad personal?, ¿se espera que se realice por sí solo lo que necesita ser hecho por uno? No es necesario abandonar los sueños, pero sí hace falta comprobar que siguen teniendo la magia con la que se crearon, que se mantiene viva la ilusión por ellos, y que tienen posibilidades AUTÉNTICAS de poder convertirse en realidad. Si no llegan a convertirse en realidad, como ya quedó dicho, serán origen de una gran sensación de fracaso y de grandes frustraciones. Así que… es mejor no auto-engañarse con ellos. Abandonarlos a tiempo no es una derrota sino una victoria. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  20. SÁCATE DE DONDE ESTÁS Y LLÉVATE ADONDE QUIERES ESTAR En mi opinión, existe una costumbre perjudicial que se acepta con demasiada normalidad, como si no hubiese otra opción que la de aceptarla, y eso es el conformismo. He escuchado ya demasiadas veces las quejas de personas que se lamentan de su situación matrimonial, de sus compañeros de trabajo, de su autoestima, de su desorden, de su pereza… ¡de todo! Pero cuando les pregunto qué están haciendo para resolver esa situación… las respuestas se centran en diferentes excusas que tienen en común la misma cosa en cuanto a lo que hacen: nada. NADA ES LO QUE HACEN. No es cierto: sí hacen algo: quejarse, lamentarse, maldecir, culpabilizar a algo/alguien de fuera, culpabilizar al destino o a la mala suerte… PERO NO HACEN LO QUE ES IMPRESCINDIBLE: reconocer que la resolución de su situación es SU PROPIA RESPONSABILIDAD. Que no es algo que hay que dejar en manos ajenas, o que sean el azar o las hadas mágicas quienes aporten la solución, sino que es uno mismo el que ha de tomar el timón. La cosa en común que tienen todas estas personas expertas en quejas es que se sienten mal, que no quieren seguir como están, y descargan su frustración culpabilizando a los demás –y así se des-culpabilizan, insensatamente, autoengañándose-, o asumen su desgracia/infortunio como algo inevitable, y se hunden cada día un poquito más. Si estás en esta situación te voy a recordar algo que es muy evidente: AHORA ES CUANDO MÁS TE NECESITAS. Lo peor que puedes hacer es mantenerte en la auto-pena o el auto-engaño. Te quedan dos opciones básicamente: seguir como estás -y me atrevo a sugerirte que irás a peor, sin duda- o hacerte cargo de ti y de tu vida. O sea, SACARTE DE DONDE ESTÁS Y LLEVARTE ADONDE QUIERES ESTAR. Y eso depende EXCLUSIVAMENTE de ti. Si te haces cargo de ti, será una demostración de Amor Propio y el principio de la recuperación de toda tu autoestima y de tu propia redención. No te quedes en el lamento y haz algo. HAZ LO QUE TIENES QUE HACER. Deja de compadecerte o de quejarte solamente. Sólo tú puedes, y además debes, hacer este proceso de sacarte de ahí. Y hacerlo con ilusión, con alegría, con ganas. Tal vez no será fácil. No tiene porqué ser fácil. Es posible hacerlo, y con eso es suficiente para ponerse a hacerlo. El primer paso recomendable es ser consciente de la insatisfacción que te produce estar donde estás o como estás. Hacerlo así, con tanta crudeza, no debe abatirte sino, más bien al contrario, lo que ha de hacer es motivarte. Después es necesario un compromiso firme de colaboración contigo mismo para sacarte de ese estado, comprometiéndote a hacer todo lo que sea necesario para resolverlo. Y luego, mucha atención y ánimos para no decaer, dedicación constante, incontable Amor Propio, y ponerte objetivos y alcanzarlos. En este momento puedes acceder a suficiente información sobre cómo hacer ese proceso, aunque hay que ser un poco selectivo y no creer que todo es bueno. O puedes buscar ayuda externa si es necesario. Lo que sea para salir y seguir adelante. El resultado final de todo ese proceso –que no es tan grave ni tan malo como uno se pueda imaginar- es la satisfacción personal. Uno es el agraciado con el resultado obtenido con esa dedicación. Sin duda, cualquier esfuerzo es ampliamente compensado con el hecho de poder estar luego donde uno quiere estar y como uno quiere estar. Así que… si te ves reflejado en lo leído, TU NUEVO TIEMPO comienza… ¡ahora mismo! Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  21. NECESITO TIEMPO PARA MÍ En mi opinión, siguen quedando demasiadas personas que no se interesan por sí mismas –y no es lo correcto, pero eso es un asunto exclusivamente suyo-, y hay muchas personas que no se dedican la atención que necesitan y se merecen porque están muy ocupadas con sus muchas obligaciones, sus responsabilidades, los deberes innecesarios que se han impuesto, los compromisos que aceptan para satisfacer a otros –y la mayoría de ellos son evitables-, las cargas que corresponde a otros pero que acaban llevando sobre sus espaldas… en fin… que después de atender todos esos asuntos se quedan sin tiempo para lo más importante, lo que es el motivo de estar en este mundo y en esta vida: VIVIR. Todas las personas NECESITAN tiempo para sí mismas. Todas. Todos necesitamos parar varias veces al día para tomar clara consciencia de nosotros mismos -aunque sea durante un minuto-, de quiénes somos –repitiendo y sintiendo SOY YO, ESTOY AQUÍ Y AHORA-, de cuál es el sentido que le estamos dando a nuestra vida y si estamos de acuerdo con ese sentido –ésta es una pregunta que se debe hacer muy a menudo-, y también para mirar -no ver, sino mirar y con atención- una puesta de sol, una flor, el niño absorto en su juego, o ese pájaro que se posa cerca para que podamos apreciarlo. ME VOY A DAR EL TIEMPO QUE NECESITO. No es acertado relegarse para el improbable “cuando me desocupe de todo lo que tengo”. Atenderse es primordial. Hay que tener muy muy muy claro que uno es el motivo principal de su propia vida. Y esto no es egoísmo, es justicia. ME VOY A DAR “MI” TIEMPO PARA MÍ. En realidad todo el tiempo es nuestro, pero es cierto que una parte hay que dedicarla a cosas necesarias para poder seguir viviendo y para la vida social o familiar. Pero tanta importancia o más tienen los intereses propios que los ajenos. Pienso a veces que si al final de su vida uno ha atendido a unos cuantos pero no se ha atendido a sí mismo… algo ha fallado. “Amarás al prójimo COMO A TI MISMO”. O sea, ni más ni menos; COMO, quiere decir en la misma cantidad y con la misma dedicación. RESERVARSE UN TIEMPO. Cuando sea, como sea, donde sea. Pero hay que crear un espacio de tiempo inviolable para uno mismo, una especie de Retiro del mundo para entrar en el Paraíso privado que es el interior de cada uno. Para acceder a ese silencio que es exclusivo, o para reflexionar sin presión acerca de uno mismo. El tiempo de vida se va agotando a cada segundo y ese tiempo de vida que podemos disponer es limitado. De ahí la necesidad de dar prioridad a lo que tiene prioridad, que es uno mismo. MI VIDA ES MI RESPONSABILIDAD. He venido a VIVIR mi vida. Y eso es algo que sólo lo puedo hacer yo, y MI VIDA no es lo que hago, no es fregar trabajar salir dormir comer: eso es lo que va pasando en la vida, pero MI VIDA está por encima de esas circunstancias. MI VIDA sólo la puedo vivir conmigo. MI VIDA son los otros Y SOY YO, es lo externo Y LO INTERNO, es lo que quieren pero sobre todo es LO QUE QUIERO. NECESITO TIEMPO PARA MÍ y no conformarme con esta sensación que a veces me invade de pasar por las cosas sin tocarlas, de no ser consciente de mí mismo, de ver que los días que son MI VIDA se marchan sin mi presencia marcada en ellos, sin que me dé cuenta, sin que me aporten y sin aportarles, sin hacer las cosas que quiero hacer. Es un asunto que hay que replantearse muy seria y conscientemente. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  22. EL AMOR TAMBIÉN ES UN ASUNTO DE LA CABEZA Y NO SÓLO DEL CORAZÓN En mi opinión, eso de mitificar el amor, de que tenga que ser un sentimiento natural e incontrolado al que hay que obedecer ciegamente, de que sea algo que nos sobrepasa y escapa a nuestro control –como si tuviese una vida propia e ingobernable-, de que haya que dejarle que cause todos los estragos que quiera –cuando quiere-, no me parece que sea correcto. Para mí, el amor es un asunto tanto del corazón –que si es intuitivo y está bien afinado puede aportar una buena sugerencia para marcar el inicio de una relación- como de la cabeza -que también tiene que aportar un poco de cordura a la impulsividad desbocada del corazón-. El mayor disparate que recuerdo haber oído en mi vida es ese de “Contigo hasta que la muerte nos separe”. Creo que es más conveniente “hasta que el desamor nos separe”, o “hasta un poco antes de que nos podamos empezar a hacer daño”. Y si no existe desamor o no nos hacemos daño… ¡perfecto, sigamos juntos! Hace unos días escuché una propuesta que no me pareció disparatada: hacer unos contratos de unión o matrimonio que tengan una duración limitada de cuatro años, y que llegada esa fecha ambos decidan libremente si quieren seguir juntos. Sí, lo sé, es impactante la propuesta. Cuesta asimilarla. Es nuestra mentalidad estancada quien se niega a aceptarla. Si uno de los ingredientes básicos de una relación sentimental es el amor y éste desaparece… entonces ambos han de decidir si les compensa seguir juntos o no. Pero decidir libremente y no quedarse en una relación indeseada sólo porque una vez se firmó un papel. El corazón no siempre es un buen consejero en asuntos de amor. Es más, hasta podría ser un mal consejero porque se obceca alimentando su ilusión y deja de ver con claridad y objetividad. Idealiza al otro. Le pone en un pedestal. Y oculta o minimiza los defectos del otro si los tiene. La cabeza –si está bien colocada en su sitio y tiene bien afinada la capacidad de raciocinio- es muy útil. Respeta los sentimientos del corazón pero le hace ver lo que desde su ceguera temporal no es capaz de ver. La relación de pareja no se desarrolla continuamente en el Paraíso ni en una novela rosa ni suena de fondo siempre una banda sonora romántica. Se compone también de muchos más momentos en los que hay que tener los pies en tierra. En su ceguera –de la que no quiere curarse-, el corazón se puede auto-engañar y puede por tanto engañarle a uno. La cabeza ejerce de juez imparcial que observa con atención y sin implicación cómo se desarrolla el proceso. Así debería ser. Creo que ya ha quedado claro que no estoy convencido del resultado de los “flechazos” y del “amor a primera vista” –aunque puede que funcione bien uno de cada millón de casos- porque no aportan elementos que confirmen que la relación puede funcionar. En esos casos sólo se tiene una información visual, externa, en la que opina también el deseo, la necesidad de compañía, así como también influye un poco la apetencia sexual, la idealización… en fin, que no son elementos fiables. La cabeza aporta la sensatez que se requiere para tener un concepto más atinado de la otra persona, con más acierto que la idealización y el deslumbramiento. Y todo lo expuesto no pretende quitar el brillo de la aura dorada con que se ven los amores, sino aportar el ingrediente necesario que es la sensatez… para que funcione bien. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  23. SÉ ASERTIVO, SÉ TÚ MISMO En mi opinión, la asertividad es una maravillosa herramienta que deberíamos utilizar constantemente en toda interacción con los demás. Nos sería de gran utilidad y nos ayudaría a resolver, sin conflicto y con satisfacción, cualquier relación incómoda con otras personas. Una definición de Asertividad podría ser que: “Es una forma de comunicación que consiste en defender tus derechos y tu dignidad, que te permite expresar tus opiniones con todo derecho y sin coacciones, que te permite hacer sugerencias o peticiones de una forma honesta, sin caer en la agresividad ni en la pasividad, respetando a los otros pero –y esto es muy importante- respetándote a ti mismo al expresarte y al expresar tus necesidades. Es una forma de comunicarte controlando que tu mensaje no quede frágil –y por eso no sea tenido en cuenta- ni que sea agresivo –con lo cual se termina la comunicación abierta y se inicia la confrontación-. Algo que debería ser tan natural como lo he descrito acaba convirtiéndose en un conflicto y en algo imposible de llevar a cabo para muchas personas. Para usar la Asertividad con mayor eficacia es conveniente trabajar también en la Autoestima, para tenerla en el lugar adecuado que le corresponde. Hay mayor eficacia al aplicar la Asertividad cuando uno está convencido de sus derechos sobre lo que está pidiendo o defendiendo. Si está plenamente convencido actuará con otra solidez que se trasmitirá en la firmeza de la voz al expresarse. Cuando uno pide lo que le corresponde no está rogando, no está mendigando: está reclamando lo que le pertenece por derecho. Por eso es conveniente el uso de la Asertividad –en todos los ámbitos y en todos los momentos-, porque con ella uno se manifiesta con poderío noble, con firmeza, con consciencia de su derecho. Basta ya de ser sumiso, basta ya de conformarse con acatar lo que sea renunciando a la potestad que corresponde, basta ya de agachar la cabeza y retirarse hundido y desesperado, basta ya de ceder los derechos sin reclamarlos. Basta ya de sumisión y humillación. La Asertividad es el instrumento que te permitirá SER TÚ MISMO. Más información en: QUÉ ES LA ASERTIVIDAD Y CÓMO SER MÁS ASERTIVO – 1ª parte (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php/topic,14256.0.html?PHPSESSID=c3eks9dgc9j9ftl29rcpe88lp0 QUÉ ES LA ASERTIVIDAD Y CÓMO SER MÁS ASERTIVO – 2ª parte (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php/topic,14255.0.html?PHPSESSID=c3eks9dgc9j9ftl29rcpe88lp0 CONSEJOS PARA SER ASERTIVO (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?topic=8541.0 DESARROLLA TU ASERTIVIDAD http://www.superarladepresion.com/superarladepre/3depre_asertividad.php Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  24. COMPRENDER ES MUCHO MÁS PROFUNDO QUE CONOCER En mi opinión, aplicamos con demasiada facilidad eso de decir que “conocemos” a otro, ya que eso no es cierto –porque siempre quedan cosas que el otro no muestra o que uno no es capaz de ver- y llamamos “conocer” a algo que es poco más que “distinguir” o “tratar con asiduidad”. Aún superando estos sucedáneos de “conocer”, y aún llegando a formar con otro eso que denominamos amistad, con eso se abarca lograr una cierta intimidad, pero sigue siendo insuficiente cuando se trata de alcanzar la compenetración absoluta con el otro. Eso se logra cuando uno es capaz de comprender. Comprender implica mucho más que el conocimiento, es llegar más allá y penetrar en el interior de la otra persona, es empatizar con ella de tal modo que uno sea capaz de llegar a sus raíces, a su esencia y sus motivaciones, a sentirle y saberle tal y como es. Podemos conocer a muchas personas, pero comprenderlas… muy pocas. Entrar en la naturaleza del otro y entender sus sentimientos, sus modos, sus formas de actuar y manifestarse, y todo ello sin entrar en juicios o críticas, desde el respeto más profundo, desde la percepción completa del otro Ser Humano en toda su plenitud, es algo muy difícil que sólo se consigue cuando realmente existe la voluntad de llevar la relación con el otro más allá de la simple relación amable de educación. Comprender es abrir los brazos y el corazón y acoger. Es llegar más allá de lo superfluo, de la apariencia y el compromiso social, empatizar con el otro y compenetrarse de tal modo que no quepan barreras ni secretos entre ambos. Comprender es hermanarse, es ponerse en el lugar del otro, es la pureza en el vínculo. Es ser el otro para comprender al otro. Si deseas que tu relación con los otros sea de verdad, completa, espiritual, pura… no te conformes con la superficialidad. Lo bueno empieza, precisamente, cuando a tu corazón le interesa todo lo del otro, pero sin ningún tipo de curiosidad frívola, sin interés en la apariencia, sino entrando en él y conociéndole por dentro, desde su propia alma y sus circunstancias y sus experiencias. Es así como se comprende a la otra persona realmente. Hay otros pasos más allá en las relaciones superficiales o de compromiso, más allá incluso de la complicidad y la intimidad. Está el amor sin juicios. Está la hermandad. Está la compenetración. Está la comprensión. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  25. CONVIENE COLABORAR CON LO INEVITABLE En mi opinión, la realidad verificada en las experiencias de todas las vidas, de todas las personas, acaba confirmando que hay cosas o sucesos que son inevitables. Hay situaciones o experiencias contra las que no podemos hacer otra cosa que vivirlas tal como llegan, o intentar vanamente evitarlas… porque son inevitables. Desde un punto de vista esotérico o espiritual, son pruebas que tenemos que pasar por causa del karma o porque van a aportar algo a nuestro Desarrollo Personal o Espiritual. Y sólo desde ese punto de vista se encuentra explicación a lo inevitable, porque si no es de ese modo a uno sólo le queda la opción de sentirse víctima inocente de una injusticia divina o del “destino”. ¿Por qué me pasa esto a mí?, ¿Por qué yo? Uno se proclama bueno o inocente mientras es capaz de encontrar otras personas, malvados o maleantes, a quienes sí les sería de justicia esa misma desagradable experiencia en su vida como un castigo en forma de escarmiento doliente. Conviene tener paciencia con este tipo de situaciones inevitables –que casi todas dependen de otros y en las cuales no podemos intervenir- y conviene vivirlas del mejor modo posible –que no sean dolorosas- y muy atentos porque, sin duda, nos están enseñando algo que si no aprovechamos la ocasión para aprender o resolver se nos repetirá una y otra vez, y en cada ocasión posterior será de un modo más duro. Y esto estoy en condiciones de garantizarlo, por eso creo que hay que aprender a la primera. Aunque cueste, hay que acostumbrarse a dejarse fluir, a no oponerse, a confiar en la vida y dejar que sea ella la que se ocupe de ciertas cosas, y a tener paciencia y una fe o confianza inquebrantable en “algo” que siempre nos va a cuidar y no va a permitir que nos hundamos del todo. Conviene saber y aceptar que hay cosas que van a suceder, o que tienen que suceder –aunque no sepamos porqué-, y es conveniente estar con la atención afinada para saber identificar esos sucesos y poder decidir con acierto si las aceptamos con confianza y sin oposición o si nos enfrentamos rotundamente. Una vez que lo que nos está pasando es identificado, y si comprobamos que es una de esas cosas inevitables, es mejor no oponerse y zambullirse en ello a conciencia, con la tranquilidad absoluta de que vamos a salir indemnes de ello, o levemente tocados… ¡pero reforzados! Será sólo una situación pasajera y oponerse no aporta nada positivo. La oposición lo único que consigue es hacernos sentir mal y sufrir en esa lucha. Tal vez convenga reflexionar sobre eso de “Hágase tu voluntad y no la mía” y comprobar qué es lo uno siente cuando se aplica la frase a sí mismo. O tal vez escucharse decir, como si fuera la primera vez, “Que sea lo que Dios quiera”, pero no con una aire de rendición y derrota, ni con pesimismo, sino con confianza y con deseos de colaboración. Puede ser el comienzo de una nueva forma de ver esas experiencias que nos vemos obligados a pasar –a nuestro pesar-, desagradables por incomprendidas, dolorosas, aparentemente innecesarias y sin duda indeseadas, pero que acaban teniendo un sentido en algún momento posterior. Así como se dice que “conviene nadar a favor de la corriente”, también conviene colaborar con lo inevitable. Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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