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buscandome

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  1. EL AUTO-RESPETO ES IMPRESCINDIBLE En mi opinión, para tener una buena relación con uno mismo –que es algo imprescindible y que ha de ser irrenunciable- es absolutamente necesario que el auto-respeto esté por encima y por delante de cualquier otra cosa. El auto-respeto es la defensa y el enaltecimiento de la dignidad propia, que es una de las cosas más valiosas de las que disponemos. Ser digno es ser merecedor de algo, y ese algo se refiere al respeto y la consideración propia y ajena. Respetarse lleva implícito exigir el respeto de los otros. Y en esto conviene ser irreductible. La relación con uno mismo es la actividad más intensa y más duradera que uno va a tener. No hace falta que recuerde que uno está consigo las 24 horas del día y así desde el nacimiento hasta el día del final. Creo que conviene tomar consciencia de esto como si fuese la primera vez que se piensa… y sacar conclusiones. En mi opinión, todo lo que uno haya hecho –o no haya hecho-, sea lo que sea y sea cual sea la intención que se puso, puede ser perdonable. Todos hemos cometido errores, esto es cierto. No somos perfectos, y esto también es cierto. No sabemos todo de todo, no estamos preparados para afrontar lo que se nos va presentando en la vida, no tenemos respuestas para todas las preguntas, no tenemos la varita mágica, no somos dioses impecables…así que las posibilidades de no actuar del mejor modo siempre y de no acertar siempre son infinitas y tienen más probabilidades que el acierto. Y hay que aceptarlo y asumirlo así. Hay que tener hacia uno mismo una comprensión y capacidad de perdón sin límites ni restricciones. Hay que tener un Amor Propio incansable e indestructible que ayude a levantarse de todas las caídas y superar todos los quebrantos. Hay que mantener viva la intención de seguir adelante y bien pase lo que pase. Hay que cuidar con cariño y dedicación la relación personal y cuidar que nunca se entrometa algo que sea capaz de destruir ese auto-respeto que uno ha de mantener hacia sí mismo siempre, porque es la base de la autoestima (para algunos incluso es lo mismo). Está claro que no respetarse, menospreciarse, o despreciarse, son un atentado contra sí mismo que es inaceptable e intolerable. A pesar de que uno crea tener motivos suficientes como para odiarse, para maltratarse, para castigarse, por encima de ese impulso debe prevalecer el Amor Propio, o sea el amor a sí mismo. Enjuiciar rigurosamente, sin comprensión y sin un poco de benevolencia, puede convertirse en una injusticia. El auto-cuidado es provechoso. El auto-aprecio es rentable emocional y personalmente. La delicadeza en el trato con uno mismo ha de estar siempre presente. Posiblemente lo único que de verdad tenemos es a nosotros mismos. Cuidémonos. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  2. EL SUFRIMIENTO Y EL SUFRIMIENTO En mi opinión, si uno fuese capaz de comprender el sentido real del sufrimiento, y conociese realmente el origen del que procede, podría evitarse la mayoría de los sinsabores, de las angustias, las desazones, los abatimientos, y el largo etcétera que provocan el hecho de dejarse arrastrar por el sufrimiento como si fuese algo inevitable, algo ajeno en lo que no se puede intervenir para evitarlo, como si fuese un castigo que hay que penar inexcusablemente, cuando la realidad es que el sufrimiento es sobre todo un asunto mental y emocional que, si se sabe comprender, se puede diluir y eliminar. (Me refiero en todo momento al sufrimiento emocional y no a ese otro sufrimiento físico que se deriva del dolor corporal) Según la persona que lo padece, puede haber diferentes motivos que lo activen y puede haber distintas intensidades. En algunos casos el ego se entromete inadecuadamente y convierte en sufrimiento algo que no debería de pasar de la categoría de anécdota, y sufre por causas y cosas ajenas en las que uno ni siquiera es partícipe, y aún menos responsable. Otras veces es la implicación excesiva e innecesaria en algunos asuntos lo que provoca el sufrimiento. Cosas que nos son ajenas, que no nos deberían afectar, las acogemos como propias y se sufren como si fueran personales. También en este caso de un modo innecesario. Hay cosas que no dependen de uno y por tanto uno no debe responsabilizarse de ellas. Desdramatizar las cosas y no oponerse a lo inevitable son consejos muy apropiados que pueden evitar unos estados anímicos personales que sólo aportan inestabilidad, padecimiento, malestar, desesperación, y una bajada drástica de la autoestima y del concepto global de la propia vida. Si uno sufre –aunque sea innecesario hacerlo- en su inconsciente y en el auto-concepto de sí mismo queda grabado que uno es un sufridor y que su vida está llena de sufrimiento. Eso es lo que queda marcado como idea global por la que uno se rige. La mayoría de los sufrimientos se basan en la no aceptación de la realidad. La oposición a aceptar lo que sea tal como es, porque no cumple nuestras expectativas o porque no nos agrada, es una de las principales causas del sufrimiento. Hay que recordar que no es algo de origen físico –aunque se somatiza y parece que sí lo es- y que es una manifestación psíquica, de la mente; se puede colaborar con la mente para que no le dé excesiva importancia a lo que no es tan importante. Este es un trabajo de reflexión propia y de revisión y actualización de la escala de valores. Conviene hablar con la propia mente, o sea consigo mismo, y tratar de quitarle drama a lo que pasa y objetivar las cosas. Como se dice, “no tomárselo como algo personal”, tener una visión de las cosas más a largo plazo, porque ya hemos visto que algunas cosas que nos parecían graves con el paso del tiempo van perdiendo fuerza y hasta nos sorprendemos de haber sufrido tanto por algo que ahora parece casi una nimiedad. El sufrimiento que no aporta, que es innecesario, inútil, auto-agresivo y peligroso. Es mejor eliminarlo. El sufrimiento, bien entendido, puede llegar a ser nutritivo. Es aquel del cual separamos lo molesto y nos quedamos con lo que nos aporta de utilidad. El que nos sirve para darnos cuenta de algo y aprender. El que nos vale para no volver a repetir algunas cosas, para tomar decisiones eficaces, para comprender, para crecer y dar pasos. Prácticamente todos los sufrimientos llevan incorporada una valiosa información. Para extraerla hay que preguntarse por qué una cosa despierta el sufrimiento. Por qué reaccionamos así. Por qué existe la oposición a aceptarla. “Porque no quiero”, “porque no me gusta”, y otras respuestas similares para no aceptar la realidad no son más que respuestas infantiles en una pataleta infantil. Las cosas son como son y no siempre como nosotros queremos que sean. Y hay que aceptarlo así. Hay cosas que no dependen de nosotros. Comprende esto… y te ahorrarás mucho sufrimiento. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  3. CADA VEZ QUE LLORAS PUEDES APRENDER ALGO En mi opinión, las lágrimas nunca debieran ser gratuitas o sin sentido. Es evidente que las lágrimas son una de las formas de expresión de los sentimientos, y cada vez que se llora –incluso cuando es por un motivo triste o por dolor-, tenemos una oportunidad excelente para aprender a relacionarnos mejor con nuestros sentimientos, para progresar en la costumbre y necesidad de expresarlos, y para acercarnos más y mejor a ese componente esencial de nuestra personalidad y manifestación del Ser Humano. Cada vez que veo una persona llorando, la animo para que siga haciéndolo para que luego sea consciente de lo que ha pasado y lo que siente por ello. Y cada vez que veo a otra persona que se entromete en el llanto y le dice, con toda su buena voluntad, que no llore -y aunque no la conozca ni tenga confianza para hacerlo-, la reprendo, porque no se deben negar las manifestaciones de los estados. Se necesita hacerlo, porque para eso está el llanto. Y, además, eso nos facilita el acercamiento a nosotros mismos y nos ofrece una información nuestra muy íntima y personal. Se dice que los sentimientos son la forma de hablar del alma, la forma en que manifiesta sus alegrías, sus tristezas, sus desencantos. Por eso, al escucharlos, al dejarles que se manifiesten, accedemos a nuestra sensibilidad humana, a aquello a lo que nuestra mente no puede acceder por la falta de sintonía y capacidad de entendimiento entre ambos. Cada vez que lloras, como cada vez que ríes o cada vez que te manifiestas puramente, aprendes algo. Y el llanto, las lágrimas, la congoja, incluso la sensación pesarosa que todo ello provoca, que sólo parecen ser gratificantes cuando son por un motivo de alegría, en realidad son grandes maestros, y es preciso y conveniente escucharlos. Cada uno de las llantos, aunque aparenten ser iguales, puede tener un origen distinto, y es acudiendo a ese origen donde podemos encontrar su motivo, lo que no hicimos bien o lo que nos hicieron y no nos gustó, aquello que no cumplió nuestras expectativas y nos provocó una desilusión, el principio de la decepción, o, también, pueden deberse a nuestros miedos secretos inútilmente escondidos, nuestras inservibles fantasías, la falta de sentido común y de criterio razonable, los sueños que jamás dejarán de ser sueños o el origen de nuestras infelicidades… cada persona es un mundo y sólo a ella le pertenece su mundo y le corresponde resolverlo. Cada persona, en solitario si es equilibrada y consecuente, o de la mano de un profesional si lo necesita para sentirse arropada y orientada, debería hacer el camino inverso de sus lágrimas y adentrarse en el origen con una sinceridad que no admita resquebrajamientos, con una honradez a prueba de cualquier contratiempo, y con ilusión, aunque sea moderada, porque más o menos escondido, con mayor o menor claridad, está el hecho que lo provocó, que nos está diciendo algo, y es un mensaje personalizado que cada uno debe comprender y aplicarlo. ¿Cuál ha sido el origen REAL del llanto? Y es imprescindible que en la pregunta, y en la respuesta, aparezca lo que es REAL, porque todos sabemos que a veces lo que aparenta ser una razón no es más que una excusa que enmascara la realidad. Y en la mayoría de los casos lo primero que se ve, y lo que aparenta ser, solamente es el detonante que aparenta haber provocado el hecho, pero el motivo REAL ha ido gestándose y la manifestación –por esa falta de costumbre de contactar con el interior y con la realidad- es otra. Por ejemplo: hay personas que dicen que no quieren morir, cuando en realidad lo que no quieren es dejar de vivir, que no es lo mismo. Hay personas que lloran cuando conocen una desgracia de otra persona y puede que, en realidad, estén llorando por sí mismas. O que creen llorar la muerte de sus padres cuando, en realidad, por lo que lloran es por su orfandad. El llanto es una señal de aviso, una manifestación del interior, y conviene saber interpretarlo correctamente, y hacerlo siempre, porque es una lección de la honesta humanidad. Por todo lo expuesto, es muy conveniente dejar que se manifieste cuando se presente, y no reprimirlo, pero también es muy provechoso averiguar después cuál es el motivo, y ver si es correcto –y entonces quedarse bien- o es por un asunto pendiente de resolver –y entonces hay que ponerse a resolverlo-. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  4. CRITERIOS PARA SABER QUÉ ARTÍCULOS CONVIENE LEER O NO En mi opinión, y después de muchos años leyendo artículos y libros, he observado que hay una serie de criterios que conviene conocer, porque leer todo los que cae en nuestras manos -y peor aún: creérselo todo- nos puede perjudicar más que beneficiar. Escribir un artículo, que siempre se hacen generalizando puesto que no se conoce quién lo va a leer, es un riesgo para el autor y para el lector. Por eso no es necesario que te preocupes si al leer tienes la sensación de que no está dirigido para ti. No hagas caso al artículo y asunto resuelto. Aprende a distinguir entre lo que resuena en tu interior –aunque de momento no termines de integrarlo-, que sí es válido, y aquello que te rechina y rechazas, y esto no intentes aceptarlo sin más ni te obligues a creerlo. Personalmente, evito: LOS QUE PROHIBEN Me molesta que alguien se tome la autoridad de decirme lo que no debo hacer, que alguien coarte o impida mi libertad. Agradezco las sugerencias que pretendan evitarme un mal, pero tienen que respetar mi derecho a equivocarme o aprender equivocándome. LOS DOGMÁTICOS Los que no me dejan opción de decisión o criterio propio, los evito. Aquellos que son irrebatibles, férreos, imperativos, demasiado sólidos… me inquietan. También me alarman aquellos que abusan de palabras como: “siempre, jamás, único, nunca, todos…” porque es muy arriesgado generalizar, y es delicado asegurar algo con una rotundidad y una firmeza que no deje espacio a otras posibilidades. LOS QUE HABLAN EN NOMBRE DE OTROS Tengo mucha precaución con los que dicen que hablan en nombre de Dios o de los Ángeles, que su texto es de inspiración celestial, o que se los ha dictado un extraterrestre. Sólo respeto algunos y si es que entran dentro de los criterios que acepto. LOS CONTRADICTORIOS O FARRAGOSOS Buuuuuuuuuufffffff… ¡no me líen, por favor! LOS QUE ESTÁN CARGADOS DE ÓRDENES “Tienes que…”, “Debes…”, “Haz…” Acepto la utilización de estas palabras en casos lógicos. Por ejemplo, si me explican cómo meditar y dicen: “tienes que buscar una postura cómoda” no me parece mal, por supuesto. Si me dicen: “tienes que hacer esto o lo otro” y en alguna parte detecto que lleva implícito “porque lo digo yo”, siento rechazo. LOS QUE SE QUEDAN FUERA Aquellos que dicen “vosotros…” o “tú…” y ellos se quedan fuera, dejando entender que ellos son perfectos, están evolucionados, por encima de ti, y son de otra dimensión. “Vosotros tenéis un problema, yo estoy bien”, parecen decir. Suelen ser artículos escritos por egos orondos y no por Seres Humanos. LOS QUE DAN A ENTENDER QUE YA HAN LLEGADO Y se dirigen a mí en un tono de superioridad desde su trono de sabiduría imaginario. La humildad y la modestia son los auténticos signos de grandeza humana. LOS QUE DESPRECIAN, MENOSPRECIAN, INSULTAN… No los tolero. No soporto las descalificaciones. Creo que hay que respetar que otros tengan otras opiniones. LOS QUE USAN UNA JERGA INCOMPRENSIBLE Para exhibir unos conocimientos mentales, pero a cambio de no aportar nada; los que recurren a lenguajes rebuscados; los que sueltan una monserga enigmática e impenetrable; los que hablan en clave cifrada. Tampoco me gustan los que no dicen, escudándose en que el lector no está preparado, o los que recurren continuamente a citas célebres y a otros autores porque no son capaces de aportar cosas propias. ME GUSTAN: LOS QUE EXPONEN SU OPINIÓN y me crean un cierto interés por investigar por mi cuenta, los que me hacen reflexionar, los que me aportan ideas nuevas o puntos de vista distintos de los que utilizo habitualmente. LOS QUE SON CLARAMENTE HONRADOS Dicen que “suponen”, que “les parece”, o aportan sus textos como principios de elaboraciones personales. LOS QUE SE INCLUYEN EN EL ARTÍCULO “Nosotros…”, “en mi caso…”, “pues yo…” LOS QUE ME APORTAN Esos que, cuando termino de leer, me dejan una sensación agradable, de haber aprendido o descubierto algo, de haberme reconectado con alguna parte… LOS QUE PONEN EJEMPLOS A veces es difícil de explicar algo sólo con palabras, y es más entendible si ponen un ejemplo acertado. LOS QUE ME HABLAN COMO HABLO CON MIS AMIGOS Porque es el lenguaje coloquial que entiendo. Si el autor se pone grandilocuente, me da la sensación de que trata de imponer una jerarquía superior y entonces me recuerda a ese amigo pedante y pretencioso que tanto me molesta. LOS QUE ME HABLAN DESDE LA PERSONA Y COMPARTEN SUS COSAS ÍNTIMAS O sea: sus inquietudes, su camino, sus experiencias… LOS QUE SÓLO OPINAN Y me dejan la opción de tomar mis propias decisiones, de utilizar mis ideas. Prefiero leer “lo que yo opino…”, “creo yo…”, “me parece…”, “supongo…”, “por lo que he podido comprobar…” Que una persona haya escrito un artículo no es garantía de que sepa lo que dice, ni que sea cierto lo que ha escrito, ni que haya que acatarlo sin otra opción. Y esto mismo que opino sobre los artículos, se puede llevar a otros ámbitos, como los libros, las charlas o conferencias. Sobre todo al comienzo del Camino Personal, cuando todo es nuevo y todo sorprende, cuando el desconocimiento aliado con la buena voluntad y la fe en los otros nos hacen “presas fáciles”, es conveniente saber discernir, y es mejor prestar atención al que trata de alumbrar que al que pretende deslumbrar. Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  5. EJERCICIO PARA ENFRENTARSE A SITUACIONES DIFÍCILES A todas las personas se nos presenta más de una ocasión en la que tenemos que enfrentarnos a una situación difícil, una de esas que nos gustaría evitar pero no queda más remedio que afrontar. Hay un ejercicio que ha demostrado su eficacia continuamente y es el que describiré a continuación. Conviene ejercitarlo antes de que llegue el momento en que haya que aplicarlo; es bueno estar entrenado porque lleva un tiempo prepararlo, pero si se ensaya se puede conseguir tal habilidad que cuando haya que aplicarlo sea sólo cuestión de un segundo. Se trata de ponerse frente a la persona con la que hay que resolver el asunto desagradable, con las piernas ligeramente abiertas, en una postura que se sienta cómoda y firme (bien asentado). Hay que visualizar que de las plantas de los pies salen unas raíces que atraviesan la suela de los zapatos, primero, y que atraviesan el suelo que tengamos debajo, y se hunden en la tierra. A medida que se van hundiendo en la tierra, van adquiriendo grosor y firmeza, y se hunden kilómetros hasta conseguir que nos sintamos arraigados, clavados, inamovibles, prácticamente indestructibles. Cuando hayamos visualizado eso, y lo sintamos así, es el momento de decir o resolver lo que haya que decir o resolver. Si se hace bien, queda garantizada su eficacia. Es conveniente tener un guión preparado de lo que se quiere decir, para no olvidar ninguno de los puntos que se consideren importantes o imprescindibles. Y es bueno hacerlo desde la asertividad y, si es posible, sin ánimo de humillar o hacer daño al otro. Pruébalo, siente que es efectivo, que te da firmeza cuando lo haces, y ponlo en práctica cada vez que sea necesario. (Información sobre asertividad: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php/topic,6869.msg8711.html#msg8711) Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  6. NO BUSQUES, DÉJATE ENCONTRAR En mi opinión, el ansia de querer conocer más –pero en muchas ocasiones sólo conocimiento que después no se llevan a la experiencia-, y la creencia de que todo lo que hay que aprender hay que aprenderlo fuera, hacen que nos olvidemos de la que puede ser la verdadera o la mejor fuente a la que podemos acceder: nosotros mismos. Buscar, buscar, buscar. Parece que esa es la consigna, aunque es una consigna equivocada. Meter más información y llenarse. Meter más palabras, hasta la saciedad, hasta el vómito por empacho. Todo se hace insuficiente y la mente empuja con su ansiedad a buscar más y más. Esto es lo que suele pasar. Libros, charlas, artículos, conferencias, cursos… todo parece poco. La mente es insaciable y quiere que todo pase a través de ella y que no cometamos la infidelidad de buscar dentro en vez de fuera. Que no contactemos con nosotros, que es el lugar donde ella no manda. Por adquirir conocimientos –que son externos y ajenos- renunciamos a la sabiduría -que es propia-. Buscamos, y eso está muy bien, pero lo hacemos en el sitio equivocado. Buscamos muchas veces sin saber lo que estamos buscando. Sabe hasta el que dice que no sabe. Lo que no sabe es escucharse. El día que pregunté cómo buscar a Dios –o la parte divina que uno también es- me contestaron que a Dios no hay que buscarle, que hay que dejarse encontrar por él. Fue un golpe muy duro para mi mente que insistía en recorrer los caminos exteriores necesarios para llegar a Él. Así de curioso… pretender buscar fuera lo que está dentro. “Todo está dentro de ti”, nos dicen. Y suena muy bien. Es una de esas frases impactantes en las que uno quiere creer. Que a uno le interesa creer, porque de ese modo se acabaron las búsquedas desconcertadas y los sufrimientos del preguntador interno. De acuerdo, me lo creo. Todo está dentro de mí, pero… ¿cómo accedo a eso que está dentro de mí? No lo sé. Y se acabó la ilusión. No es tan fácil como parecía. No hay señales en el camino. Mierda. “Dejarse fluir”, nos dicen. Traducido, es más o menos, que seas tú mismo y que no te opongas. De acuerdo, pero… ¿quién soy yo?, ¿cómo voy a ser yo si no sé quién soy? Y se acabó la ilusión. No es tan fácil como parecía. Mierda. ¿Y qué tal probar un nuevo modo de relacionarse consigo mismo en este camino de búsqueda o reencuentro?, ¿qué tal aguardar sin prisa y con atención?, ¿qué tal escuchar las voces internas, la intuición?, ¿qué tal confiar más en uno mismo? Difícil. Difícil quiere decir que no es imposible. Es posible con esfuerzo y dedicación. ¿Qué tal pequeñas o grandes incursiones en el mundo de la quietud?, ¿qué tal probar la auto-confianza?, ¿qué tal esperar en silencio y escuchar ese silencio y lo que brote de él?, ¿qué tal dejarse encontrar por la divinidad o por Uno Mismo?, ¿qué tal permitir que la sabiduría propia que se manifieste?, ¿qué tal escuchar las emociones sin juzgarlas? ¿qué tal relajarse y dejar de oponerse a lo que no nos gusta?, ¿qué tal sólo sentirse, sin dejar que la mente intervenga? Son varias propuestas que cuestan aceptar. Es tu reto. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  7. LO FÁCIL, LO DIFÍCIL Y LO IMPOSIBLE En mi opinión, las cosas que nos pasan tienen un diferente grado de dificultad que viene indicado por su complejidad… o bien por nuestra predisposición ante ellas. Básicamente es así: si eso que nos pasa es algo para lo que estamos preparados y que nos resulta satisfactorio, lo incluimos en lo fácil. Si nos gusta menos, o no nos apetece, o no estamos bien preparados para ello, lo clasificaremos como difícil. Si verdaderamente no estamos capacitados para afrontarlo, o si no depende de nosotros resolverlo, podemos clasificarlo como imposible. Lo fácil no causa problemas y podemos con ello. No hay que preocuparse. Lo difícil presenta obstáculos. El hecho de ser difícil implica que no es imposible, solo difícil. Y entonces depende de la voluntad propia resolverlo. Requiere un esfuerzo y uno tiene que decidir si le compensa ese esfuerzo de algún modo. Tendrá que implicarse a fondo, o pedir ayuda, o aprender, pero podrá resolverlo. Lo imposible… pues es imposible. Si fuese posible entonces sería fácil o difícil, pero no imposible. No es posible. No puede ser. Y en vez de aceptarlo así, con un comprensivo encogimiento de hombros, con un acatamiento sin sufrimiento ni sensación de derrota, con la tolerancia que ello requiere, uno se emperra en rechazar enfadado eso de que sea imposible, o pretende resolverlo inútilmente sin hacer caso a la premisa de que es imposible, lo que causa más frustración. Hay que colaborar con lo que es claramente imposible de evitar; colaborar aceptándolo y no oponiéndose. No dramatizándolo. No gastando el tiempo –que es la vida- en la pataleta, en la queja, en el sentimiento de victimismo. No convertirlo en sufrimiento. Parece ser que nos toca pasar por situaciones y experiencias agradables y otras que no lo son, pero, aunque no haya siempre una explicación al momento y razonable, están ahí y son para nosotros. De algunas de esas cosas de imposible solución, inevitables, tal vez más adelante sepamos su razón. También es posible que nunca lleguemos a saberla. Es mejor que no le demos una importancia que tal vez no tenga. Es mejor aceptarlo sin negativa, sin rebeldía, sin resistencia. Es así… y ya está. Y esto no ha de causar frustración ni una sensación de descontrol sobre la propia vida y las circunstancias. Que no se nos olvide que no todo depende de nosotros, y que hay cosas contra las que no se puede –y tal vez no se debe- luchar. Y eso no nos convierte en perdedores. Somos actores de nuestra vida y tenemos que interpretar todos los papeles que se nos proponen o se nos imponen. “Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”, decía Rafael Guerra. Y tiene razón. Creer en esta afirmación, confiar de algún modo en que hay razón para que así sea -incluso favorecer que ya que va a suceder, que suceda-, es lo positivo. Es mejor vivir la vida que sufrirla. Es mejor aceptar lo inevitable. Es mejor no luchar contra lo imposible. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  8. AMARÁS AL PRÓJIMO COMO A TI MISMO (Considero necesario aclarar que este artículo no quiere tener nada que ver con la religión. Se trata solamente de una frase muy interesante). En mi opinión, esta conocida frase tiene más de una lectura e interpretación. Cuando los curas me explicaron la frase ni siquiera pasaron de la primera parte, se quedaron en lo de “amarás al prójimo”. Se quedaron en eso y en “amarás a Dios sobre todas las cosas”. No llegaron a la parte de “como a ti mismo” porque, tal como me lo contaron, eso se llamaba egoísmo, o egocentrismo, o egolatría, y uno no tenía que dedicar atención a quererse a uno mismo. Eso quedaba relegado. Y lo cumplí en la medida de lo posible, porque me considero, por naturaleza, lo que se entiende como bueno, pero en aquella parte de mi vida, en la infancia y principios de la juventud, se me hacía raro –más bien imposible- amar a alguien a quien no conocía o que no me había dado motivos suficientes como para amarle. Al margen de que eso de “amar” yo lo tenía reservado –dada mi ignorancia de entonces- sólo para las parejas de novios y los matrimonios. Más adelante encontré otra interpretación para la frase, y eso lo marcó haber prestado atención a la palabra “como”. “Como”, o sea, del mismo modo o manera, en la misma cantidad, de modo que sea igual, ni más ni menos. Eso quería decir que había que amar lo mismo a ellos que a uno mismo. Una nueva visión que me tranquilizaba: me puedo amar a mí mismo. El descubrimiento de esa forma de interpretarlo me permitió ir un poco más allá en mis pensamientos. Si me amo poco… eso quiere decir que también amaré poco a los otros –tan poco como a mí mismo-, y no es un juego de palabras, es la realidad matemática. Llegué más allá aún: me tenía que amar mucho a mí mismo para poder entregar esa misma cantidad de tanto amor. Y me quedé tranquilo y emocionado con el descubrimiento. Tenía poco más de 14 años y me pareció suficiente haber llegado hasta ahí. Más adelante me encontró una frase de Antonio Gala, en un momento de apertura, que me lo aclaró todo: “La única manera de amar al prójimo como a uno mismo es caer en la cuenta de que el prójimo es uno mismo”. Rotundo. Genial. Inmejorable. Vivir el amor, o vivir en el amor, hace que uno sienta de un modo claro que dar amor es la alternativa más apropiada y que, además, es lo natural, ya que sale sin forzarlo ni forzarse. En eso estoy en este momento, y muy centrado también en el Amor Propio. El Amor Propio es el amor que alguien se profesa a sí mismo. Amarse a sí mismo es apropiado, necesario, beneficioso, recomendable. Uno llega al mundo con la obligación de pasarse toda la vida consigo mismo, así que es conveniente que esa relación sea óptima, agradable, amorosa. Lo mejor de lo mejor. Y quien se acostumbra a amarse, a vivir el mundo del amor con naturalidad y consciencia, emana amor y ama al prójimo. Y si aún no lo haces, préstale atención. Pregúntate seriamente porqué. Revisa tu autoestima. Y si tienes impedimentos morales, religiosos o educativos, tal vez tengas que deshacerte de ellos. Parece que ya no son útiles ni necesarios. Amarte a ti mismo no es egoísmo, sino justicia. Y hacerlo te llevará, sin duda, a amar al prójimo. Como a ti mismo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  9. NO SE ES FELIZ ESPONTÁNEAMENTE En mi opinión, la felicidad no es algo que se produzca espontáneamente, sino que es algo en lo que uno tiene que colaborar, y bastante, para que se haga realidad. Existe la predisposición a la felicidad, el deseo, su acogimiento con alegría, la voluntad de tenerla, pero… al mismo tiempo existen una serie de condicionamientos que nos ponemos –casi siempre inconscientemente- que dificultan su presencia continuada, y entonces nos acostumbramos y limitamos a que aparezca ocasionalmente, y hasta que lleguemos a desconfiar de su existencia. Nos movemos por expectativas. De todo lo que hacemos o decidimos esperamos un resultado -aunque no lo hagamos de modo consciente o intencionadamente-, pero la realidad es que cuando las cosas no salen tal como habíamos deseado o previsto, eso conlleva una frustración a la que llamamos infelicidad. Si no pasa lo que nosotros queremos que pase, consideramos que no somos felices. Si no se cumplen nuestros sueños, las ilusiones, los proyectos… no somos felices. Condicionamos nuestra felicidad o infelicidad a que se cumplan cosas, como si esto fuese un requisito imprescindible. Es como si no pudiésemos ser felices cuando no se cumplen. Hay que entender esto: pueden no cumplirse y sentirse uno decepcionado… ¡pero feliz! Y aceptar esto nos puede aportar mucha tranquilidad a nuestra vida y más sonrisas. En realidad, todos tenemos expectativas sobre las cosas. Casi siempre acaba habiendo una diferencia entre esas expectativas y la realidad vivencial. Si coinciden ambas cosas, uno se considera y siente como feliz. Si la diferencia entre ambas es pequeña, uno se consuela y se permite una sonrisa leve y un poco de satisfacción, que es un amable sucedáneo de felicidad. Si la diferencia entre ambas es alta, eso hace creer que se tiene poca felicidad o ninguna. La tarea de la persona que quiere estar más tiempo en la felicidad –o en sus alrededores- es rebajar expectativas, o sea, ser más realista, ser menos exigente, conformarse con lo que realmente tiene a su alcance dadas sus posibilidades. Ya sabemos que lo que no depende de los otros nos puede decepcionar. Ya sabemos que crearnos ilusiones –sobre todo esas descabelladas, sin pies ni cabeza y con pocas posibilidades de realización-, son peligrosas y nos puede desilusionar después. Ser objetivo y realista con nuestras expectativas nos será beneficioso. Conformarnos con menos que la perfección absoluta o con menos que todo, abrirá más posibilidades a la felicidad. Si la felicidad proviene de que se cumplan nuestros deseos –y es así aunque no nos demos cuenta-, mientras menos condiciones pongamos y menos exigente seamos, más posibilidades tendremos de lograrlo. El niño es feliz con una pelota o con un papel, porque no pide más. Es más sencillo y más posible estar bien que estar óptimo. Se puede ser feliz aunque no vayan bien todas las cosas en la vida, aunque no se hayan cumplido todas las ilusiones, aunque haya otros a los que parece que les va mejor, aunque haya habido que renunciar a algo… es mejor no enturbiar la felicidad centrándose en lo oscuro y dejando de ver lo brillante. Es mejor disfrutar de lo que se tiene que sufrir por lo que no se tiene. La sencillez y la aceptación son grandes aliadas para ser felices. La excesiva exigencia, la ambición desmedida, y el inconformismo son grandes inconvenientes para ser y estar felices. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  10. LA SERENIDAD COMIENZA AL ACEPTAR LA REALIDAD En mi opinión, hay demasiadas cosas ajenas y externas a las permitimos que tomen el mando de nuestro estado de ánimo. Dependemos excesivamente de los otros y sus opiniones, y les permitimos inmiscuirse en nuestra vida y que nos aporten inseguridad y rabia o dolor. Dependemos en demasía de nuestra mente, que no siempre está de nuestro lado y a nuestro favor, y tiene tendencia a aportarnos insatisfacciones aprovechando la falta de control sobre ella. Dependemos mucho de las expectativas que nos formamos acerca de la gente, de nuestros planes –muchos son insensatos-, de los sueños que sólo pueden estar dentro de los sueños y no caben en la realidad, del pasado y lo que arrastramos, del miedo a lo que vendrá. Todo lo expuesto –y mil cosas más- consiguen que el sosiego y la calma no estén entre nosotros. Tenemos tensiones y una intranquilidad que puede llegar hasta la ansiedad; nos mortificamos pensando y pensando, magnificando las cosas simples que nos ocurren, agravando lo que no debiera estar cargado de gravedad. Nos oponemos a lo que no nos gusta, a que no se cumplan nuestros deseos –por descabellados que sean-, y sólo queremos que las cosas sean según nuestro criterio, y si no es así… sufrimiento y tensión. O sea, no sabemos manejarnos bien en un mundo que nos presenta a diario gran parte de las cosas que he expuesto, y somos nosotros –sólo nosotros- quienes hemos de decidir si queremos seguir con estas costumbres masoquistas o si queremos plantar cara a todo esto y salir de la noria que da vueltas en el mismo sitio. Si aceptamos la realidad –lo cual no quiere decir que nos conformemos o que estemos de acuerdo-, sin oposición, sin exigencias, sin frustración, la serenidad encontrará en nosotros un sitio en el que instalarse. Esto no es un alegato a favor del pasotismo, ni promulgo la indiferencia o la indolencia. No pretendo que nos arranquemos el corazón y nos pongamos uno de piedra. Propongo la objetividad –esa capacidad de ver los sucesos desapasionadamente, con lo que ganaremos en realismo-, y sugiero tener una buena capacidad de restar importancia a lo que realmente no es importante, de quitarle autoridad a los inconvenientes, y de relativizar las cosas. La realidad es innegable y no tiene adjetivos. Somos nosotros quienes se los adjudicamos. Y somos los beneficiados o perjudicados si no lo hacemos del modo correcto. Las cosas son lo que son, y no son buenas o malas. Aceptarlas nos aleja de la intranquilidad y nos acerca a la serenidad. Conviene tener una conversación seria con uno mismo, y con los propios sentimientos, y debatir sobre este asunto. Ver qué aporta de positivo y de negativo esa lucha continua contra lo que pasa, esa exigencia desmedida de que todo sea según nuestros deseos, y conviene proponerse la paz como estado de ánimo habitual, ponerse a salvo de lo que nos sea ingrato o doloroso, y todo ello como un merecido acto de Amor Propio, que es algo que ha de prevalecer por encima de todos los vaivenes que nos impone la vida… si nosotros autorizamos a que así sea. Todo aquello que nos puede afectar negativamente –como lo expuesto- requiere que le prestemos atención. Instaurar la paz, el orden, la estabilidad, y la serenidad, es una tarea necesaria. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  11. UNA SONRISA ABRE TODAS LAS PUERTAS En mi opinión, el mundo está necesitado de más sonrisas. No sé cómo, pero la mayoría de los adultos hemos llegado a una situación en la que nos hemos puesto la máscara de la seriedad tantas veces y durante tanto tiempo… que se nos ha olvidado quitárnosla. Una sonrisa es la mejor carta de presentación. Quien sonríe –por supuesto, si es con una sonrisa sincera- está diciendo de algún modo “no tengo nada que ocultar, soy buena persona”, o “estoy abierto a darme y estoy receptivo”, o “soy de fiar”. Una sonrisa –insisto: cuando es sincera- rompe el hielo, desmorona los prejuicios de la otra persona y allana el camino de la comunicación. Una persona que sonríe predispone a los otros a abrirse y relajarse también, incluso a responder con otra sonrisa. A las personas que dicen tener dificultades para hacer nuevas amistades o relacionarse con los otros, les conviene disponer de una sonrisa franca –y usarla, por supuesto- para cuando quieran relacionarse mejor. Es el primer gran paso. Sonreír es algo que siempre agrada y siempre es agradable. Verse con una sonrisa en la boca transmite a nuestro inconsciente una sensación de bienestar, de que las cosas van bien, que no hay problemas –porque parece que cuando hay problemas se reprimen las sonrisas-, y aporta una sensación de que reina la tranquilidad e incluso la felicidad, así que solamente por esos beneficios que aporta a uno mismo ya hay razones más que suficientes para insistir en tenerla siempre activada. Quien ve a otra persona con una sonrisa tiene mayor confianza, siente que la otra persona es accesible, se siente relajado, recibe emociones positivas. Y, además, son gratis. Las personas sonrientes son más agradables y más atractivas. Y todos sabemos que cuando estamos sonriendo, o riendo, nos gustamos más. Así que… ¡sonríe mucho! Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  12. NO TE COMPARES CON OTROS En mi opinión, las personas que entran en el peligroso mundo de las comparaciones están irremediablemente destinadas a salir perdiendo y a quedarse aún peor de lo que estaban antes de compararse. Tiene su explicación: las comparaciones siempre se hacen con personas que están mejor o que aventajan o que aparentan ser claros ganadores. Y ahí está el principio de la frustración, porque si uno se compara con alguien que esté en inferioridad de condiciones no saldrá perdiendo. Pero… la mayoría de las veces la comparación con otro se hace desde un estado de frustración o de rabia y casi nunca desde la objetividad. Tendría su aspecto positivo si lo que se pretendiese es tomar a la otra persona como modelo de lo que uno quiere conseguir, si uno simplemente viese que el otro ha conseguido lo que uno quiere conseguir, o sea que quiere decir que eso deseado es posible, pero… sin necesidad de compararse. Sin necesidad de sufrir porque “yo no lo he conseguido”, que no estaría mal si inmediatamente se añadiese “por ahora, pero lo voy a conseguir”. Si la comparación tiene como razón conseguir que sea algo motivacional para activarle a uno, entonces está bien. Si la comparación esconde envidia y fracaso y se queda en envidiar pero sin hacer nada más, es contraproducente. Lo positivo es dedicar a lograr los objetivos el tiempo que se pierde en comparar la vida y las dificultades con las de los demás. Ese tiempo es útil y necesario para resolver las cosas propias. Eso es lo que importa. Uno no mejora ni avanza simplemente con compararse. El mejoramiento requiere siempre de atención, voluntad, constancia, firmeza, claridad en los objetivos, y fe o seguridad en que se va a conseguir el propósito. Y no hay que conformarse con intentarlo: hay que hacerlo. No vale el auto-consuelo –que es más un auto-engaño- de “lo he intentado”. Sólo vale el resultado de “lo he conseguido”. El paso inicial adecuado sería estar en paz y aceptar lo que cada uno es, con lo que ha hecho hasta ahora. Después está bien que aparezca un inconformismo positivo que nos estimule en el camino del mejoramiento. Mejorar siempre es bueno y siempre es deseable, pero eso requiere una implicación total. Los resultados son el efecto del esfuerzo personal. Y es mejor que sea así –que dependa de uno- y que no esté en manos de la fortuna o el azar o de los otros. La motivación es imprescindible. Hay una verdad que adelanta muy bien el resultado que se puede obtener ante cualquier cosa que se emprenda: “Si tú crees que puedes, puedes. Si tú crees que no puedes, no puedes. Tanto si piensas una cosa como la otra, estás en lo cierto”. Está bien crecer y llegar más allá de los límites actuales. Eso es progreso. La confianza en uno mismo, la voluntad y dedicación, y la preparación para lo que se pretende afrontar, son importantes y necesarias. No renuncies a mejorar. Pero no lo hagas desde la rabia o la frustración de tu ego. Hazlo desde tu corazón. No lo hagas por satisfacer a tu ego, hazlo por satisfacerte a ti. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  13. HAY QUE DAR, HAY QUE DAR, HAY QUE DAR En mi opinión, compartir lo que tenemos es una tarea para la que deberíamos nacer inevitablemente predestinados. A mí me gusta imaginar que es algo genético, algo que late continuamente y que nos hace ser generosos con los otros, con lo cual estaremos siéndolo con nosotros mismos. La satisfacción de dar a los otros devuelve a cambio el placer de sentirse generoso y dar rienda suelta a la nobleza y generosidad que al Ser Humano le corresponde. Y no me refiero a que nuestro ego se va a sentir halagado, ni engordado y orgulloso con el agradecimiento que pudiera recibir del otro, ni del discurso que él mismo se contará acerca de su infinita bondad y desprendimiento, sino a que el alma necesita expresarse de esa manera también: siendo empática con el que necesita, sintiendo una compasión noble sin sentimiento de superioridad, dando sin pensar nada más que en ayudar a quien lo necesite. Unos hemos sido más afortunados que otros, o por lo menos un poco más afortunados, así que es de justicia compartir. Y cuando hablo de dar no me refiero solamente a dinero o bienes materiales, que eso hasta puede ser fácil, sino de darse uno mismo. Más allá de cubrir la necesidades básicas, que son muy importantes, los humanos tenemos otras necesidades que no se pueden comprar, que sólo se pueden encontrar en la generosidad y humanidad de los otros. Me refiero a las necesidades sentimentales. Necesitamos sentirnos “alguien” para el resto de la humanidad, o sea, ser reconocidos como personas y ser admitidos como humanos sin ser descartados por una condición social o personal inferior; necesitamos ver sonrisas, ser acogidos en abrazos, recibir una mirada que nos mire de verdad y hasta dentro; necesitamos de su empatía, de ser aceptados y acogidos, de que alguien nos toque la mano, de que alguien nos diga sintiéndolo… “te quiero”. Esas necesidades impagables que sólo los otros nos pueden proveer dan vida al espíritu, consuelan al alma, hacen sentir la propia dignidad. Por todo lo anterior es por lo que insisto en que hay que dar, hay que dar, hay que dar. Sin condiciones, hasta el límite, expresando nuestra generosidad innata sin restricciones, dando todo aquello que podamos dar y, por supuesto, sin esperar nada a cambio. Y se pueden dar sonrisas, cariño, abrazos, atención, compañía, cuidado, amor… cosas que son gratis, pero que tienen un valor ilimitado. Este es un asunto que requiere atención. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  14. POR FAVOR, GRACIAS, HOLA, ADIÓS En mi opinión, algunas personas son tan místicas, tan espirituales, están tan cerca del Cielo y de la Verdad Absoluta, y están tan iluminados… que se olvidan de estar en la tierra. Se van lejos con la mente y vuelan en viajes astrales, se elevan un palmo del suelo cuando meditan, conocen personalmente a los Arcángeles y les hablan de tú, pero… es como si tuvieran dos personalidades, y lo que aprenden en la más elevada luego no lo aplican en la terrenal. No todas, por supuesto, pero veo a muchas personas que dicen -o creen- evolucionar en el terreno espiritual pero luego eso no se ve reflejado en sus actitudes y forma de ser. Antes de tratar de comprender lo ajeno, lo hermético, lo misterioso, es mejor que nos comprendamos a nosotros mismos. Antes de tratar con Dioses es mejor que aprendamos a tratar con humanos. ¿Eres de esas personas que saludan cuando se encuentran con otro? ¿Dices siempre buenos días/tardes/noches? ¿Dices hola al llegar y adiós cuando te marchas? ¿Pides por favor y das las gracias? Con gestos tan sencillos como estos empezamos a relacionarnos mejor. El otro siempre es un Ser Humano –no es un albañil, una cajera, un camarero-, como nosotros también lo somos. Esto no es un descubrimiento, pero a veces se nos olvidan las cosas más elementales y tiene que venir algo o alguien a recordarlo. Y es una lástima que no promovamos las buenas relaciones. No sólo la buena educación, sino la compasión. Uno puede y debe ser: SENSIBLE (capaz de experimentar sensaciones, capaz de apreciar algo o reaccionar emocionalmente ante ello) AFABLE (agradable, dulce, suave en la conversación y el trato) EMPÁTICO (capaz de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos) AMABLE (complaciente, afectuoso) HUMANO (comprensivo, sensible a los infortunios ajenos) TENER RESPETO (miramiento, consideración, deferencia) Tenemos una infinitud de cosas que podemos ofrecer y aportar a los otros en nuestro trato con ellos, en la convivencia con las personas a las que queremos –incluso con los desconocidos, por supuesto-, y no se trata sólo de educación –que de por sí es interesante- sino de humanidad. Somos Humanos y no siempre ejercemos como tales. A partir de algo tan “sencillo” como lo expuesto, todos y cada uno de nosotros podemos colaborar en hacer un mundo mejor, más amable, que promueva la sonrisa y la buena convivencia, relajado de tensiones innecesarias, en el que estemos más en contacto con nuestro corazón y con el resto de corazones. Y se puede. A los grandes cambios se llega sumando los pequeños cambios. Sé parte de ese cambio necesario. Creo que te conviene volver al principio y leerlo de nuevo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  15. ¿QUÉ HACER CUANDO NO TE ENTUSIASMA TU VIDA? En mi opinión, llegar al momento en que admites –siempre con dolor y frustración- que no te ilusiona la vida en general, y que tampoco te ilusiona tu vida, es llegar al momento en el que una depresión de mayor o menor intensidad se puede apoderar de ti y teñir de pesimismo y sufrimiento tu vida. En ese caso, la sensación de fracaso y tragedia se manifiestan con toda su magnitud y uno no puede evitar quedarse triste, apesadumbrado, y sumido en una decepción que parece no encontrar una salida. Las reacciones varían desde la rendición total –acompañada por los más trágicos pensamientos-, hasta el sentimiento inconsolable de quebranto y derrota, o por el contrario, en el mejor y más recomendable de los casos, la decisión vigorizada de sacarse uno a sí mismo de ese estado y prometerse –cueste lo que cueste- una nueva vitalidad que le saque del pesimismo y le lleve a una vida en que la desilusión no tenga cabida. Lo que es cierto es que es un asunto personal que uno tiene que afrontar y resolver. Solo, o, mucho mejor porque tendrá más posibilidades de éxito, acompañado por las indicaciones de un psicólogo o psiquiatra. Resolverlo requiere tiempo, atención y dedicación consciente. Y en los casos más extremos uno ha de seguir las indicaciones que reciba y tomar medicamentos –si es que fuesen necesarios-. Yo no creo en los milagros que se presentan y cambian todo de un día para otro. Nadie se despierta al día siguiente como nuevo. Yo creo más en el auto-convencimiento y en la auto-motivación. Creo más en la voluntad consciente que uno tiene que poner para implicarse con su vida cada día. Creo que hay que descubrir razones o motivos para seguir adelante. Y si la zanahoria que uno se ha puesto para seguir ya no motiva… se cambia de zanahoria. OBLIGARSE es algo que se va a tener que hacer y repetir hasta que uno recupere la vitalidad y las ilusiones que ha tenido en otros momentos de su vida. Uno decide en un momento de mayor lucidez qué es lo que quiere hacer y luego ha de hacer valer esa decisión incluso, sobre todo en los momentos de decaimiento. Es entonces cuando más se necesita a alguien firme y decidido que tome el mando de la vida en vez de dejarlo en manos de la apatía o la depresión. El entusiasmo es la exaltación y la fogosidad de ánimo que se activa por algo que uno admira o algo que le cautiva; eso provoca un impulso que mueve a poner en marcha la causa o empeño que a uno le activa e ilusiona. Por lo tanto hay que volver a entusiasmarse, hay que encontrar motivos, razones, sitios, cosas, acciones… cualquier cosa que a uno le ponga en marcha. Esto hay que hacerlo a pesar de ser conscientes de que se tiene en contra un enemigo notable –llámese apatía, cansancio, o algo parecido a una depresión-. Padecer cualquiera de esos inconvenientes no dispensa a uno de cumplir con su responsabilidad para consigo mismo de estar bien. Precisamente es cuando más se necesita uno a sí mismo. Y lo más entero posible. Sé que es difícil, pero no es imposible. No vale rendirse. No se permite la derrota. Hay que sacar fuerzas y ánimos de donde sea… y seguir. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  16. VIVIR y vivir En mi opinión, aún siendo una misma palabra que se repite, el hecho de plantearse de un modo u otro la vivencia de las mismas cosas -aplicando las mayúsculas o las minúsculas-, cambia cualquier cosa que se viva totalmente. Con minúsculas, no va más allá del hecho de respirar, moverse, mantenerse en la rutina haciendo las cosas de un modo desatento, no sentir ni la presencia propia ni la existencia del Uno Mismo que somos; o sea, estar pero sin ser consciente y ocupando un sitio en el mundo de un modo irreflexivo y mecánico. Vivir mal. VIVIR, con mayúsculas, es darse cuenta, ser consciente, estar del todo presente en la manifestación verdadera del “Soy yo, y estoy aquí y ahora”; es emocionarse, reflexionar, comprender, tomar las riendas de la vida siendo atento observador de uno mismo y de lo que le pasa, de que es uno mismo quien hace o dice o se emociona. El hecho de actuar de un modo consciente o inconsciente cambia el valor y el sentido de la palabra, la engrandece y ennoblece… o la menosprecia. Vivir es lo que hacen las personas que no son sabedoras de que tienen también a su disposición la opción de VIVIR. Que ya se ha explicado que no es lo mismo. Vivir puede ser elevado a la categoría de VIVIR con la única condición de que uno esté pendiente de lo que hace en cada momento, de quién es; de su sentido, presencia y estancia en este mundo, de la atención y del cumplimiento de su escala de valores y sus principios. VIVIR es ver, es comprender, es darse cuenta de la presencia propia en el mundo, es pararse y reflexionar, es atender a las emociones y los sentimientos siendo consciente de ellos, es entender el lugar que uno ocupa en la vida y en su vida. La opción de elegir una u otra opción es un asunto personal que uno tiene que decidir conscientemente. No conviene aplazarlo porque, mientras no se decida, uno se queda en las minúsculas y se pierde la posibilidad de estar en las mayúsculas. En la inmensa mayoría del tiempo lo que hacemos es vivir, cuando el sentido de la vida tal vez sea VIVIR, porque motivos y ocasión para hacerlo ya tenemos. Tenemos demasiados motivos y razones y posibilidades para convertir todo lo que hacemos en VIVIR. No nos paramos a darnos cuenta de qué estamos haciendo, de cómo estamos derrochando los días como si fuésemos eternos, como si mañana pudiésemos recuperar el día de hoy para vivirlo de otro modo. Sólo la actitud consciente continuada nos puede permitir VIVIR. Dejar que pasen los días sin afrontar la cuestión de qué quiero hacer con mi vida y cómo quiero que sea, ni siquiera es vivir con minúsculas: es MORIR con mayúsculas. Tú decides. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  17. ES RECOMENDABLE DESAPEGARSE DE LOS HIJOS En mi opinión, es recomendable desapegarse de los hijos. Y no es tan loco como puede parecer a primera vista. A quien se haya escandalizado le recuerdo que desapegarse no es lo mismo que desamar. La relación de apego no es saludable, hay dependencia de algún modo, hay una necesidad un poco insana. La relación de amor es libre y lo único que realmente une es el amor precisamente. Hay que desapegarse de los hijos. Y de los seres queridos. Y de las personas con las que nos relacionamos. Y no me refiero a dejar de sentir, ni a dejar de querer o amar, me refiero a dejar de estar apegados, o sea dependientes. Me refiero al enganche asfixiante, a eso de estar siempre encima controlando, dependiendo del otro para sentirse bien o mal, incluso exigiendo que satisfaga las necesidades sentimentales. Pretendemos mantener una relación de por vida -y responsabilidad de por vida- con nuestros hijos, cuando la realidad es que somos los intermediarios para que nacieran, y su vida y sus decisiones y sus experiencias... son suyas. Tenemos que desapegarnos de ellos. Amarlos pero en libertad. Amarnos ambos, padres e hijos, pero por libre voluntad y no porque un lazo familiar ahogue en vez de unir. Escribió Khalil Gibran: “Tus hijos no son tus hijos: son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen. Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos. Puedes hospedar sus cuerpos, pero no sus almas, porque ellas viven en la casa del mañana, que no puedes visitar ni siquiera en sueños. Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer. Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados. Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea hacia la felicidad”. El amor sin amor no es amor. El amor no se puede imponer: se puede fomentar. Y eso está bien. Se puede dar, pero sin esperar o exigir lo mismo a cambio. Se puede manifestar y eso puede acabar siendo contagioso y puede animar a los otros a expresarlo de igual manera. El desapego es libertad. Para ambos. Y es en el desapego donde vive más cómodo y seguro el amor. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  18. LA VIDA ES LA SUMA DE LOS DETALLES En mi opinión, la vida, fuera de esa definición de que es el espacio de tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte, cuando se la deja suelta de definiciones, cuando desaparecen las palabras que tratan de acotarla, se convierte -por una especie de magia- en algo que solamente es para ser experimentado de un modo vivencial, nada de convertirla en una teoría o un elemento de debate. Es el espacio-tiempo por el que nos movemos -casi siempre sin pararnos a reconocer la maravilla que es este poder despertar cada día y poder VIVIR-, es donde podemos tocar las cosas y sentir un escalofrío si nos damos permiso, donde podemos emocionarnos hasta alcanzar el llanto de felicidad o el llanto de desesperación, donde reina a veces la calma que no permite ser alterada y a veces la furia que nos estalla. La vida es una suma de grandísimos detalles que se disfrazan de pequeños. Tal es su modestia que aparentan ser insignificantes, hasta que un día –un día que estás más despierto que los otros días- los aprecias en su incalculable valía, y te das cuenta de lo importante que es un silencio, un abrazo, una mariposa jugando a ser mariposa, la noche que se presenta sin prisa, o el escalofrío que a veces te recorre sin la excusa de un frío inesperado sino que es la expresión más notable del alma manifestándose en nosotros. La vida es lo que tú quieres que sea. Tormenta. Tragedia. Maravilla. Miedo. Esperanza. Sonrisa. Llanto. Magia. Horror. Milagro. Asombro. Sorpresa. Lo que tú quieras. La vida, nuestra vida, es solamente la suma de los detalles que la van componiendo o rellenando. Las experiencias ajenas son de los otros. La nuestra se compone de aquellos detalles de los cuales nos hemos dado cuenta y hemos atesorado. El vacío no llena nuestra vida. Y es mejor tener una vida llena. Y eres tú quien tiene que llenarla. Piensa en esto. Porque el tiempo en el que no hay consciencia no aporta nada positivo, pero en cambio –en mal cambio- rebaja el concepto o tasación de nuestra vida, de nuestra presencia en nuestra vida. ¿Somos el actor principal o somos el hueco vacío? La vida no es para teorizar acerca de la vida sino para meterse en ella del todo, sin miedo a los roces ni las heridas, abiertos a empaparse de todo aquello que nos quiera proporcionar. Sobre todo, las emociones y los sentimientos, que es lo que aporta substancia a la vida. La vida es todo. Hay más cosas pequeñas que grandes hasta que decidimos modificar la escala de valores y apreciarlo todo de otro modo. Entonces es cuando uno es capaz de absorber lo que permanecía a la vista pero oculto a los ojos desentrenados y a la mente que no sabe. Lo que antes era invisible se manifiesta con tal resplandor que uno se sorprende de no haberse dado cuenta antes. Los ojos miran a través de un microscopio que pone a la vista hasta lo más minúsculo. Suma detalles a tu vida. Ponle emociones. Sorpresas. Un lacito de color. Música. Sonrisas. Atención. Fíjate en tu alrededor y fíjate en ti. Porque todo eso enriquece tu vida y te enriquece a ti. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  19. NO VINO LA VIDA A MI ENCUENTRO No vino la vida a mi encuentro. Me quedé sesteando en una quietud de muerte, despilfarrando mi tiempo de estar aquí mientras mi ignorancia de saber latir me anquilosaba y, poco a poco, me mataba… Quedé esperando el milagro, pero el milagro era vivir y no supe verlo. Esperaba que una música de violines anunciara la llegada de la magia, que el cielo se abriera contagiado porque una vez se abrieron los mares, que una algarabía de ángeles niños precedería la aparición para que la llegada de la Vida, mi Vida, fuera inconfundible. Pero llegaron las lluvias indolentes, los vientos desolados, el sol sin brillo, las noches apagadas, la rutina embarazando los minutos y llegaron los segundos macilentos. Llegó el fracaso en primera línea, el frío en la esperanza, un bostezo que abarcó todas mis edades, un campo lúgubre y pedregoso y el silencio plomizo. Así es como yo lo vi entonces. Ahora, a punto de entrar en la caja fúnebre, presintiendo ya un sermón de condolencia cuajado de adjetivos buenos, imaginando el crujido de las lágrimas, adivinando el negro de los lutos, soy más capaz de ver lo que no vi y más capaz de sentir lo que no sentí. Aquellas lluvias grises eran perfectas: ningún otro color las ensalza mejor. Los vientos traían historias de otros lugares, arrastraban suspiros y amor, cantaban de incógnito; las noches eran el reposo de tanta vida; el sol se reprimía, a veces, sólo por no cegarnos con tanta Luz, con mayúsculas; la rutina era el nombre que le daba a mi pereza, a mi propia apatía, a la desgana que yo amamantaba… Perdí la Vida. No podía haberlo hecho peor: no viví la Vida. No sé cómo decírselo a mis padres ahora cuando les vea, ni sé qué más alegar en este mi juicio final. No sé cómo perdonarme más o cómo castigarme menos. Cuando clausure mis párpados definitivamente, deseo que cese este ataque continuo. No quisiera ocupar la eternidad con estos lamentos, estas diatribas, esta queja repetitiva por lo que ya es irrepetible. No ahondaré más en lo mismo. Escribo con la tinta del dolor. Lloro de secano y en recogido silencio. Apelo al tribunal de mi injusticia para que me absuelva por siempre. No seré solidario con el poeta: confieso que no he vivido. Francisco de Sales (Más poesías y prosa en www.franciscodesales.es)
  20. ¡QUÉ NECESARIO ES EL AMOR PROPIO! En mi opinión, a veces atravesamos situaciones desagradables en las que necesitamos una dosis extra de amor y de consuelo. Procuramos encontrar ese consuelo en los otros o, a veces, haciéndonos regalos para compensarnos, o distrayéndonos como podamos para tratar de eludir el dolor-. En muchas ocasiones la atención de otros, sus muestras de cariño y sus palabras de consuelo aplacan el sufrimiento, pero no es el consuelo total que realmente satisfaría nuestro deseo. No somos conscientes pero, por encima del bálsamo que nos aportan los otros, lo que realmente buscamos es… a nosotros mismos. El llanto, la rabia, la desesperación… es por no encontrar en esos momentos nuestro apoyo incondicional. Lloramos por nosotros. Nos desespera no poder encontrar nuestros brazos abiertos esperando para acogernos con ternura y sin condiciones. Es el llanto, con lágrimas o silencioso, de nuestra propia desesperación. Es el grito de una herida que no encuentra quien la sane. Lo que buscamos, lo que deseamos, lo que nos sanaría plenamente sería que nuestro Amor Propio -el Amor a nosotros mismos- se manifestara en ese momento, con toda su comprensión, y enjugara el lamento de nuestro desconsuelo. No hay alivio como el Amor Propio. No hay nadie que nos pueda acoger como nos acogeríamos nosotros mismos… si no fuésemos tan reacios a hacerlo. Esa falta de espontaneidad de nuestros sentimientos hospitalarios se basa en la falta de educación emocional que hayamos podido tener. Si no nos han amado, será difícil –pero no imposible- que nos amemos. Si no hemos visto que nos hayan amado en nuestra infancia -durante el tiempo de nuestra educación-, inconscientemente podemos arrastrar la idea de que no somos dignos de ser amados. Si somos excesiva e injustamente exigentes y rigurosos con nosotros, nada amables ni cariñosos, es posible que hasta lleguemos a creer que “lo malo” que nos pase es un justo y merecido castigo, y que el mejor castigo es nuestra indiferencia o desprecio. Hay que tener esto muy claro: SIEMPRE TENEMOS QUE ESTAR DE NUESTRO LADO Y A NUESTRO FAVOR. Pase lo que pase. Haga uno lo que haga. Sea cual sea el tamaño del error cometido. Esto hay que grabárselo donde sea para que no se olvide nunca. El Amor Propio es, y ha de ser –junto con la dignidad-, nuestro más preciado valor. Nuestro tesoro. Lo que nunca, en ninguna circunstancia, nos ha de fallar ni faltar. Hay que ser comprensivo con la realidad de que no siempre hacemos todo bien, que nos equivocamos a menudo, que no estamos capacitados para enfrentarnos de un modo óptimo a todo lo que nos va ocurriendo. Somos un niño pequeño y desorientado en esto de vivir y nos tenemos que tratar con paciencia y con cuidado. Siempre. Como hacemos con los niños. Nos queda un resto de vida en la que tendremos que estar continuamente a nuestro lado. Nadie mejor, ni más cercano, que nosotros mismos para cuidarnos. Somos nuestra responsabilidad. Pongamos mucho Amor Propio en nuestra vida. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  21. PASADO, VIDA Y FUTURO En mi opinión, esta variación del conocido “Pasado, presente y futuro” es más acertada que la frase original. Pone en su sitio lo que es el presente: LA VIDA. El pasado no existe ahora, fue pero ya no tiene entidad, sobrevive en el recuerdo y casi siempre en un recuerdo que no se ajusta a la realidad; lo mantenemos artificialmente a base de evocaciones y nostalgias. Ya sólo queda la opinión que se guarda de algunas de las cosas que sucedieron –y es una opinión que tiene tendencia a ser penalizada o ser magnificada-. El futuro no existe, es una suposición, una previsión, y no tiene entidad tangible y demostrable. Al margen de que cuando llegue eso que ahora llamamos futuro será un presente y no un futuro. El futuro, y lo que nosotros queremos meter ahora en ese futuro, no tiene existencia, sólo está en nuestra imaginación, nuestro temor o nuestro deseo. Lo real es este único instante en que estás leyendo esto, aquí y ahora. La vida es sólo el instante. Este instante y los próximos que lleguen, pero sólo cuando lleguen, no ahora. La vida real sólo se desarrolla en el presente, y no está en ninguna otra parte. Vivimos en un presente continuo en el que no tienen posibilidad de permanecer ni el pasado ni el futuro. Y si somos capaces de entender esto con claridad, será mucho más sencillo comprender que la VIDA está en este aquí y ahora en el que nos vamos encontrando en los diferentes momentos. Dado que son irrepetibles e irrecuperables, conviene vivirlos todos con consciencia, dándose cuenta de que nosotros estamos presentes en todos ellos, que nuestra vida –no el mundo ni la vida de los otros- gira en torno a nosotros mismos, que nuestra vida necesita de nuestra presencia consciente para que sea una vida consciente. Esto mismo, aunque con otras palabras, lo hemos escuchado cientos de veces. En ocasiones no se nos queda en el pensamiento y pasa fugaz y sin dejar rastro, pero en otras ocasiones sí nos cala y nos invita a la reflexión, cosa que no siempre hacemos porque estamos distraídos prestando atención a otras cosas. Pero no se debe aplazar continuamente esta tarea que hay que afrontar. La calidad de nuestra vida, la consecución de nuestros sueños, el cumplimiento de nuestros deseos, el logro de nuestras metas y objetivos… nos necesitan. No conviene dejar este asunto en manos del azar o del destino. Sí conviene participar activamente marcando el rumbo que nos interesa. Mejor no estancarse en el pasado. Mejor no dejar todo en manos de un futuro que no existe. Mejor vivir el presente, que es VIVIR la VIDA. “Soy yo, y estoy aquí y ahora”. Esto te hará tomar consciencia del presente. Repítelo cuantas veces te sea necesario. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  22. MI VIDA, UN DERROCHE (sin mí o a pesar de mí) Se ha empeñado mi vida en seguir adelante aunque sea sin mí o a pesar de mí. Me alegro. Yo ni siquiera estoy muy atento a mí como para tener que ocuparme de ella. De no ser por su decisión quién sabe qué sería de mí, dónde estaría ahora, quién escribiría en este papel. En este mi descontrol la mayoría de los días me olvido de vivir, pero como los pulmones reclaman su alimento, y el corazón insiste y persiste, y el cuerpo se duerme venciendo a mi empeño de seguir despierto, ya no me opongo. Otra cosa es que lo esté haciendo bien. Me nacieron para otra tarea distinta que este ir desatendiendo los días empeñándome en unas obligaciones a las que nadie me obliga. Más me valiera rendirme. Renunciar a lo efímero. Desatender lo que no me da vida, aquello que enriquece a mi ego pero no a mí. Más me valiera salirme del mundo ajeno y regresar al principio: a jugar a deshoras, reír sin especial motivo, saltar sólo por saltar. Más me valiera escapar de mi cárcel y retomar la libertad; volver al horario del placer, volver a dedicar el tiempo a vivir la vida, que es mi propósito olvidado, y la razón de estar aquí, en mi desatendido destino. Más me valiera eludir los compromisos inapetentes, promocionar los encuentros con familiares y amigos, dedicar todo el tiempo que se necesite a ver figuras imaginarias en las nubes, a ver cómo en un chaparrón todas las gotas son distintas, y cómo las hojas de los árboles son todas distintas, y cómo los minutos son todos distintos. Y ya que no puedo parar el reloj del tiempo, qué mejor maravilla que la de cuidar los segundos, hasta que se vayan, o invertirlos en ver jugar a los niños, o cambiarlos por sonrisas en beneficioso trueque, o mirar al infinito sin la pretensión de querer ver. No sé. Creo que esta divagación, que pudiera aparentar profundidad, de tanto oírla me ha inmunizado: no me remueve. Me seguiré quejando hasta que sea demasiado tarde. Entonces me moriré de pena. Francisco de Sales (Más poesías y prosa en www.franciscodesales.es)
  23. ¿TE SIENTES SATISFECHO CON TU VIDA? En mi opinión, sería muy bonito y muy interesante que, al llegar el momento de acostarse, uno hiciera un balance de lo que ha sido ese día, y sería satisfactorio que encontrara que ha aportado algo a los otros y se ha aportado algo a sí mismo, y que eso le hiciera sentir la satisfacción de que ha sido un día útil, enriquecedor, o provechoso, desde el punto de vista personal o espiritual. Para ello se requiere, lógicamente, vivir ese día con un propósito en la mente y en la actitud: el de llenar de contenido satisfactorio algunos o muchos de los minutos, ya que todos es casi imposible. La vida se compone de momentos especiales, de otros momentos en los que no pasa algo que sea interesante, de momentos irrepetibles, de rutinas y obligaciones, de satisfacciones que nos vienen de fuera, de dudas, de miedos, de silencios… A día de hoy me sigue pareciendo imposible alcanzar un estado casi de beatitud en que uno sea capaz de apreciar cada respiración, o cada una de las miles de cosas que se ven, o cada detalle de esos que se presentan como imperceptibles: o sea, la atención y plenitud en cada instante. Pero sé que, con atención y entrenamiento, se pueden apreciar cada vez más cantidad de detalles y valorar más los matices, y sé que es la suma de todos ellos lo que aporta la agradable sensación de completitud y de estar apaciblemente pletórico. No todos los momentos pueden ser mágicos, pero sí podemos hacer que nos parezcan mágicos. A fin de cuentas, somos nosotros los administradores de las calificaciones y de los adjetivos –y quienes los adjudicamos de un modo atinado o injusto-, y somos los que podemos conseguir que una cosa pequeña pase desapercibida o convertirla en magnífica. La vida, vivida de un modo consciente, o sea, siendo uno consciente de sus propias circunstancias y sus limitaciones, y siendo conocedor de que la interpretación de bastantes de las cosas que suceden en su vida depende exclusivamente de sí mismo, y de que casi todas las cosas desagradables se pueden modificar si uno pone la voluntad suficiente, y de que la vida es una sucesión de experiencias aportando enseñanzas en vez de ser una ristra de penalidades obra de un desconsiderado malintencionado, al ser uno sabedor de todo ello, puede reinterpretar su sensación, y puede escapar de su desilusión para construir una vida en la que los motivos de satisfacción sean más que las nubes negras. Sería hermoso conseguir una vida agradable, o por lo menos comprendida, y llenarla de guirnaldas, de confeti, de música, y de buenas obras e intenciones, para que al final del día uno pueda hacer un resumen que sea positivo, y se duerma con el alma en paz y una sonrisa en la boca. ¿Me siento satisfecho con mi vida? Mi apuesta es que el 99.99% va a decir que no (Y si eres del 0.01% restante, ¡¡FELICIDADES!!) Es una pregunta incómoda, porque la respuesta nos crea una sensación perturbadora. La tendencia es que sea auto-justificativa y resignada –es lo que hay… en fin… más o menos…-; o comparativa y exculpatoria –nadie está satisfecho del todo…-; o bien fatalista y obstinadamente pesimista –no estoy satisfecho de nada…-; tal vez conformista -solo a medias… en algunas cosas sí y en otras no…- o realista –estoy lo mejor que puedo dentro de mis posibilidades actuales-. La respuesta sincera a esta pregunta es una buena toma de conciencia de la realidad personal actual. La siguiente pregunta puede ser también incómoda: ¿Y qué estoy haciendo para sentirme más satisfecho? Y las respuestas serán variopintas: “No hago nada más… ¿para qué?” Respuesta que lleva implícito un pesimismo y una rendición que son casi insalvables. “Procuro ir mejorando poco a poco lo que puedo…” Esta es más realista y esperanzadora, pero le falta energía y compromiso. “A mi edad ya no puedo hacer otra cosa” Error. Respuesta equivocada. Hasta el último día se pueden y se deben hacer cosas. “Me conformo con ser como soy” Ese conformismo mata cualquier posibilidad de mejorar. “Estoy en el camino. Presto atención y me esfuerzo” Esta es la más acertada. Contiene todos los elementos necesarios para poder llegar a un día en que se sienta satisfecho consigo mismo. Es importante tener claro que posiblemente uno jamás llegue a sentirse plenamente satisfecho consigo. Porque siempre hay cosas en las que uno puede mejorar y existe un deseo innato de mejoramiento. Y porque la atención consciente a cómo es uno, le hace más autoexigente -afortunadamente- y le hace darse cuenta de cosas que a otros les pasan desapercibidas Hay que asumir una cierta tolerancia a la frustración, admitir la imposibilidad de la perfección plena, y tener cuidado con los objetivos personales que aportarían esa satisfacción: puede que no se por lo conseguido económica o socialmente, pero sí por la persona que uno ha llegado a ser. No hay que dejar que la pregunta quiera abarcar todos los ámbitos, sino los que uno se plantee como objetivo personal de su vida, ni que sea el ego quien pregunte -porque será difícil satisfacerle-, ni utilizar como vara de medir lo que la sociedad impone –ya que estaríamos tratando de satisfacer a los demás sin tenernos en cuenta a nosotros mismos-, ni pretender triunfar en todos los campos, ya que ese deseo puede frustrarnos y apagar el brillo de los méritos alcanzados en otros aspectos. Es mejor no ser demasiado exigentes, porque nos lo estaremos poniendo muy difícil. Los objetivos a lograr en la vida han de ser, sobre todo, sinceros. Y personales. Repito: que el ego no se inmiscuya porque sus intereses no tienen siempre que ver con los nuestros. Comprueba esto: Si sientes paz cuando te miras en el espejo, y no te rehúyes… Si pronuncias “yo” sentidamente y te quedas tranquilo… Si eres capaz de sonreír cuando piensas en ti… Si tienes la idea de que te gustas y te aprecias como eres… O si tienes el concepto de ti de que eres una buena persona… Estás muy cerca de sentirte del todo satisfecho con tu vida. Te dejo con tus reflexiones. Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  24. ¿QUÉ PASA SI YA NO SOY QUIEN ERA? En mi opinión, la vida –lo que nos va sucediendo a lo largo de la vida- nos obliga a ir cambiando. Es habitual darse cuenta un día de que se ha cambiado en cierto aspecto, y otro día se comprueba –o nos lo hacen notar- que hay una actitud en la que uno ha evolucionado o involucionado, o nos dicen que somos muy distintos a como éramos antes –y generalmente es algo que parece que es para peor. Según la opinión de los otros, por supuesto-. Si no eres el que eras pero ahora eres mejor… pues vas bien. ¡Y mi enhorabuena! Si ahora te sientes distinto, tienes que comprender que a lo largo de las múltiples edades uno va teniendo intereses diferentes; dejan de gustar unas cosas y aparecen otras muy atractivas en su lugar; al propio cuerpo no le apetecen cosas con las que antes disfrutaba. Las experiencias que uno va teniendo en la vida marcan sin duda. Es normal. Además, la lógica evolución hace que uno vaya renunciando a las cosas y el carácter de su etapa infantil, después a los intereses y motivaciones de la juvenil y a numerosas cosas de etapas posteriores, así que no es de extrañar que uno diga “antes me reía mucho más que ahora”, “me tomo las cosas demasiado en serio”, “ya no sé divertirme como antes”, “me he vuelto muy exigente”… En este momento, el primer paso necesario es darse cuenta de qué ha cambiado, qué es inevitable y qué se puede deshacer para recuperar lo anterior, con qué cosas de la actualidad uno está a gusto y las quiere mantener. O sea, actualizarse. Y a la vista de esa actualización consciente, cuando uno tenga claro el mapa de lo que está siendo en este momento, es cuando puede tomar decisiones para decidir qué le vale de lo actual y de qué quiere deshacerse, qué quiere recuperar de lo olvidado o perdido, qué puede hacer de sí mismo una persona más plena y completa. Esa es la tarea. Los cambios relacionados con la edad y lo físico son difíciles de solucionar. Decir a los 60 que ya no se marcha como a los 20… pues es lógico. Que ya no se hacen tantas “locuras”… pues también es lógico. En cambio, el ánimo, el espíritu, el humor, la confianza, sí se pueden recuperar. Hace falta proponérselo y que en ese propósito esté incluido deshacerse de todos –TODOS- los impedimentos que se opongan. Sí se puede. Los valores, las virtudes y cualidades, las cosas buenas, no tienen un límite y siempre pueden ir a más. Y ese ha de ser el propósito y la tarea primordial de cualquier humano. Incluso de los que no están conscientemente en un Proceso de Desarrollo Personal. Uno no tiene que ser siempre igual, tiene que ser siempre mejor. Si ya no eres el que eras… es lógico y habitual. Si tienes algo que quieras recuperarlo y puedes, hazlo. No te condenes tú mismo a ser de un modo con el que no estás de acuerdo. No renuncies a lo que puedes ser o tener. Sé “egoísta” y quiere lo mejor para ti. Haz de ti alguien de quien te sientas realmente satisfecho. Los sueños realizables no los dejes en el mundo de los sueños irrealizables. Toma la responsabilidad y haz tu tarea. No seas el que fuiste, sé el que quieres ser. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  25. SI ES DIFÍCIL, ENTONCES NO ES IMPOSIBLE En mi opinión, las personas que estamos en un Proceso de Desarrollo Personal cuando se trata de hacer cambios o correcciones, y todas las personas en general cuando se trata de afrontar cosas difíciles, tenemos tendencia a decir, presuponiendo y sin haberlo comprobado, “eso es muy difícil”. Hay cosas que, efectivamente, son difíciles. Claro que lo son. Si fuesen fáciles estarían resueltas hace tiempo. Es la dificultad, y el poco agrado que provocan, lo que hace que se aplacen o que uno nunca encuentre el momento en que se sienta pleno de fuerza y claridad para afrontarlo. Si es difícil, entonces quiere decir que no es imposible, porque SOLAMENTE ES DIFÍCIL, así que se puede hacer. Las cosas no tienen porqué ser fáciles, es mejor que lo sean pero no es obligatorio ni imprescindible que lo sean. Las cosas son, sin adverbios ni adjetivos, y muchas veces es uno mismo quien con su actitud vaga o negativa le da poder demoledor a lo que tiene que afrontar y de ese modo lo agranda y convierte en algo grave. Lo difícil requiere un poco más de dedicación, más auto-convencimiento a la hora de afrontarlo, más generosidad y paciencia con uno mismo si no lo logra resolver pronto y bien, y hasta es posible que requiera de una segunda oportunidad para ser resuelto. Pero se puede afrontar. Ante una situación en la que uno es inexperto y no sabe cómo resolver, está bien consultar con alguien de absoluta confianza que sepa más o que haya pasado por una situación similar. No nacemos enseñados ni nos preparan bien para afrontar muchas situaciones de la vida, así que conviene ser abierto para escuchar algo que nos parezca que tiene razón y es sensato, y conviene ser paciente con uno mismo. Ante lo desconocido… información. Es importante saber a qué se enfrenta uno, cómo se han resuelto situaciones similares, pensar en diferentes formas de resolverlo para escoger la mejor, tener buena autoestima y buena capacidad de comprensión, y ser capaz de perdonarse sin poner muchas objeciones. Lo difícil no es imposible, sólo es que cuesta un poco más. Utilizar que algo “es difícil” como excusa para no hacerlo, es una actitud infantil. Y lamentable. Y vergonzosa. Uno no debe andar auto-engañándose, ni poniendo justificaciones que solo pretenden tapar una escapatoria, ni utilizar razones o motivos que no resisten una confrontación seria con la auténtica realidad. No hay que temer a lo “difícil” –que es un adjetivo muy subjetivo y que cada uno puede utilizar como quiera y aplicárselo a lo que quiera, y que el hecho de utilizarlo no le confiere verdad a lo adjetivado-. O sea, que eso de difícil puede ser una opinión nada más y muy posiblemente no sea una realidad, sino la evasiva para no hacer lo que hay que hacer. Es cierto que puede que haya algo que realmente sea difícil, y eso se libra de todo lo expuesto hasta ahora. Si realmente es difícil pero es necesario hacerlo, busca ayuda y colaboración, busca información suficiente, afróntalo de otro modo o por pequeñas partes si es posible, pero… si hay que hacerlo, hazlo. En los demás casos, cuando te estés auto-engañando con esa excusa, mírate en el espejo, repítela mirándote a los ojos, y comprueba si te es posible sostenerte la mirada sin que te dé vergüenza. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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