Jump to content

buscandome

Warianos
  • Posts

    1,695
  • Joined

  • Last visited

  • Days Won

    23

Everything posted by buscandome

  1. CAPÍTULO 176 - MINUSVALORARSE, DESPRECIARSE -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 176 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER Cuando uno se presenta a la relación desde una actitud similar a “necesito conseguir el amor del otro al precio que sea, y que me acepte al precio que sea”, va en inferioridad de condiciones. Va hacia una relación que no va a funcionar correctamente. Va predispuesto a dejar de ser respetado –de algún modo- porque es una persona que da a entender su poca valía, su poca Autoestima; esa sumisión condena a que no estén ambos en igualdad de condiciones, y que, claramente, el otro esté por encima. Rebajarse a esa actitud es un atentado moral contra sí mismo. Cuando se ha sobrevalorado al otro, o se llega a la conclusión de que el válido de los dos es el otro, y uno acepta con resignación dejarle el papel brillante y conformase con ser la sombra, se ha dado un paso triste e inverso. La tabla de medir y la escala de valorar, pueden estar mal planteadas. ¿Quién vale más en la relación?, ¿el que aporta el dinero o quien mantiene la familia atendida y cuidada?, ¿el que es más inteligente o el que aporta más amor?, ¿el que siempre quiere destacar o el que sabe callar?, ¿el que ama más o el que ama mejor? No tener una consciencia exacta del valor propio como persona, induce al error de creerse con poca valía. No es importante carecer de conocimientos profundos en todas las materias, ni tener un puesto socialmente destacado, ni ser el que puede gritar más, ni ser la más simpática o extrovertida, ni el más brillante… lo realmente importante es Ser Uno Mismo. Ser Uno Mismo es lo máximo a lo que se puede aspirarse como Ser Humano. Quien es una persona que se siente feliz consigo misma, con lo que es y como es, con su carácter y su corazón, sus inseguridades y sus ignorancias, y se acepta plenamente -aunque aspire a mejorar lo que sea mejorable-, es una persona que no vale menos que otra si se valora con la única medida que está bien calibrada: la de Ser Humano. Es correcto reconocerse con honradez en la realidad propia, y no caer en el error de confundir ser humilde con dejarse pisar, o ser sencillo con no tener personalidad. Y es bueno mantener la dignidad y la Autoestima impolutas y en su sitio, porque son la base sobre la que se sostienen los pilares de cada persona. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - Es interesante tener un buen concepto de sí mismo. Para ello no es necesario acumular éxitos sociales, sino tener valores personales. - Uno de los principales valores que tiene cada persona es su dignidad. Hay que mantenerla a salvo de que alguien la pueda mancillar. - Cada uno es un Ser Humano. El otro también es un Ser Humano. Por lo tanto, ambos son iguales. - Cuando se va a una relación no hay que hacerlo comparándose con el otro y sintiéndose inferior por algún motivo. Tampoco es bueno creerse superior. - Quien tenga tendencia o costumbre de menospreciarse y minusvalorarse necesita revisar y mejorar su Autoestima. Francisco de Sales
  2. CAPÍTULO 175 - AMAR SIN RECIBIR AMOR -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 175 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER Si una persona ama a otra lo ha de hacer en plena libertad y porque es su soberano deseo, y no esperando ser correspondido, porque al amar a otro no se ha de hacer esperando reciprocidad. Aunque en realidad esa esperanza se esconde en la parte que no se muestra y no se quiere reconocer. Si uno ama, espera y desea ser amado del mismo modo y con la misma intensidad, por lo menos. Si se recibe a cambio lo mismo que se da, mejor, pero el amor es y ha de ser incondicional. Hay un amor platónico del que no se espera nada. Ni siquiera que llegue a hacerse realidad, porque uno sabe de antemano y racionalmente que es imposible aunque la fantasía de su corazón piense lo contrario. Se siente, por ejemplo, hacia ese actor de cine o ese cantante al que uno jamás va a ver en persona, con el que no podría comunicarse porque habla otro idioma, que no se fijaría en ella ni aunque la tuviera un palmo delante de sus narices, pero en su fantasía se llevan todo su amor y más amor, y ella, o él, no esperan a cambio nada más que se aparezca en uno de sus sueños nocturnos y caigan rendidos de amor y se casen con ella, o con él. El amor platónico está condenado a ser un amor no correspondido, y no siempre se acepta que es así y entonces comienza un serio problema. También encaja en esa idea el profesor madurito pero atractivo y, sobre todo, inteligente; esa vecina guapa que ya tiene pareja o está casada, pero… es tan irremediablemente guapa…; o aquel compañero de estudios que uno idealizó tanto durante su juventud… En el amor real, el que afortunadamente se puede vivir y disfrutar, uno espera del otro recibir amor, porque forma parte de un pacto no escrito. Amarse el uno al otro. Esa es la consigna: Amarte yo a ti y amarme tú a mí. Hay quien, pasado el tiempo fogoso del inicio de la relación, se da cuenta de que el otro ya no ama, pero, a pesar de ello, se persiste en seguir amándole porque realmente se le ama, o porque dejar de amarle es demoler el pilar sobre el que se asienta un amor en el que, parece ser, es el único pilar que queda ya en pie. La entrega de amor se hace donde se supone que hay eco, y que regresa el amor que se envía y, si es posible, como hacen los buenos ecos, venga multiplicado. “Amor”, grita uno, y espera que vuelva “Amor…”, “Amor…”, “Amor…” Entregar el amor sin condiciones –que es la única condición del amor- ya debiera ser en sí mismo un acto satisfactorio –como cuando uno da una ayuda o una limosna y no espera nada a cambio-, pero es que es casi imposible dar amor y no esperar amor: es como si estuviera implícito, como si no hubiera otro modo. El egoísta que todos tenemos escondido dentro reclama que sea así. El equívoco puede ser el de insistir en una relación en la que el eco cerró por defunción hace tiempo, y cada entrega de amor sólo recibe a cambio desilusión, frialdad, o una mirada que es un mirada fingida, o un silencio de muerte. Que el amor vaya en una sola dirección, o amar a un abismo del que no regresa nada, es amar a la persona equivocada. Poner uno solo el amor de los dos, no es justo ni correcto. Alimentar la relación siempre la mismo persona, descompensa la unión. Desgasta. El esfuerzo es desproporcionado para lo que se recibe a cambio, y llega un momento en que la mentira no soporta más tiempo repitiéndose, y la verdad aparece con su carga de razón y realidad, y eso debiera hacer ver –por fin- al único que ya ama que ese esfuerzo titánico, si no es compensado por otros motivos que puedan ser satisfactorios, es un esfuerzo baldío y que, tal vez, es conveniente ir pensando en otra persona que sí sea participativa en el amor. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - Se puede amar sin recibir amor a cambio, pero… ¿realmente eso compensa? - Amar sin recibir lo mismo a cambio es una injusticia. - Poner uno solo el amor de los dos, no es justo ni correcto. - Cuando uno ama sin recibir lo mismo a cambio tal vez deba pensar en entregar ese amor a otra persona. Francisco de Sales
  3. ES NECESARIO TENER TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN En mi opinión, nos mantenemos muy firmemente en la pretensión de crearnos una vida perfecta en la que no tengan cabida los problemas, los conflictos, los disgustos, las complicaciones, el malestar, los inconvenientes, las frustraciones… En realidad, lo que nos interesa es todo aquello que no pueda alterar una vivencia tranquila en la que sólo queremos lugar para la paz o el bienestar o la comodidad o lo plácido o la ausencia de cualquier tipo de conflicto. Pretendemos una vida cómoda y llena de aciertos, en la que todo esté a nuestro favor y se cumplan todos nuestros deseos. Pero eso es imposible. Siempre hay algo que falla en algún aspecto. Nunca se termina de redondear nuestra vida de forma que seamos capaces de exhalar continuamente un suspiro de tranquilidad junto a una sonrisa que desprenda paz. Por nuestro propio bien, y por nuestra estabilidad emocional y personal, sería muy conveniente aceptar que no todo y no siempre van a salir a nuestro gusto, que el camino no se va allanando él solo para nuestro pasar, y que no todos los dioses están pendientes de derramar sus gracias sobre nosotros. La realidad es que no siempre vamos a acertar en todas las decisiones, y hay que entender que sólo existe una posibilidad de hacer las cosas perfectas mientras que hay millones de posibilidades o formas de hacerlo mal. La realidad es que no siempre van a salir las cosas a nuestro gusto o de acuerdo a nuestros deseos, aunque pongamos muchísimo empeño en ello, porque no todo depende de nosotros y cualquier cosa ajena puede fallar en cualquier momento. Y esto hay que asumirlo. Nos van a pasar cosas que nos harán sentirnos mal, y es mejor aceptar ese malestar sin hacer de ello un drama irreparable y la madre de todas las desgracias posibles. Algunas cosas pasan y son inevitables. No dependen de nosotros y sólo nos queda la opción de aceptarlas del mejor modo posible o de rechazarlas… inútilmente, puesto que intentarlo sólo nos generará más frustración. Enfrentarse al gran enemigo que es a veces el azar puede ser una guerra inevitablemente perdida y, a veces, es menos dolorosa y más beneficiosa la rendición. Y que eso no nos frustre, que no nos sintamos ni víctimas ni culpables de todo. No pretendamos hacer de cada inconveniente una agresión personal y malintencionada. Es mejor desarrollar hasta el máximo nuestra capacidad de tolerancia y aceptación sin oposición ni drama ante las cosas que son inevitables. No se pueden separar de nuestra vida porque forman parte de la vida. Suceden, se afrontan, se resuelven si se puede, y si no se puede pues se dejan pasar procurando no verse afectados. Está muy bien la previsión, la preparación para evitar lo indeseado, poner el máximo rigor para que las cosas salgan bien, la vigilancia y el esmero, pero… a pesar de eso algunas cosas se van a escapar a nuestros control porque no están bajo nuestro control, o porque dependen de otros, y cuando suceda algo de eso es preferible no entrar en un bucle de quejas y lamentos, sino procurar que no afecte, o que afecte lo mínimo posible, y –sobre todo- evitar responsabilizarse de algo que no es de nuestra responsabilidad. No se puede generalizar al escribir algo relacionado con este tema, así que al no estar hablando de un asunto concreto en una persona concreta –porque cada caso es distinto- sólo se puede generalizar. Por eso no hay soluciones, sino sugerencias sobre las que trabajar. Lo más eficaz –aunque no es fácil, pero tampoco es imposible- es DESDRAMATIZAR las cosas. Tratar de quitarle la tragedia, porque no es imposible. Es mejor ser un observador de nosotros mismos y de lo que nos pasa que ser la víctima sufriente de lo que nos pasa. Y esto sí que se puede conseguir. Se puede lograr quedar inafectado -por lo menos en gran medida- por lo que suceda, porque no nos sucede a nosotros sino al personaje que estamos viviendo. Cuando lo que nos sucede nos parece un ataque directo y personal, hay que mirar si es nuestro ego quien se siente herido y no nosotros. Y si el ataque no es claramente intencionado hay que quedarse al margen, verlo como un suceso sin implicarse directamente en él. Ayuda mucho en esta tarea de no involucrarse en exceso el hecho de ser capaz de relativizar las cosas. Todo es relativo, y todo depende al final del color del cristal con que se mire, y las cosas pueden ser todo lo graves o leves que uno quiera, porque depende exclusivamente de cada uno cómo valorar las cosas y permitir o no permitir que duelan, o que se las mire con una sonrisa mezcla de paz e ironía que minusvalore aquello que aparenta ser grave. Eres tú quien decide cómo afrontar los asuntos externos y eres tú quien puede entrenar tu mente y tu corazón para que no sufran innecesariamente; eres tú quien puede mantener la ecuanimidad en los momentos conflictivos y quien puede elegir entre frustrarse o aceptar sin oposición y sin drama. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales
  4. CAPÍTULO 174 - CONFORMARSE CON ENCONTRAR LA MEDIA NARANJA -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 174 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER “Encontrar la media naranja...” Es muy romántico, muy bonito, muy de telenovela… y muy cursi. Pero, sobre todo, es un mal planteamiento para una relación. ¿Para qué se quiere media naranja cuando lo interesante es que esté entera? Si el hombre que encuentra la mujer es sólo medio hombre, no le sirve. Va a necesitar ser completado para ser un hombre entero. Y en la relación se puede complementar -que no es lo mismo-, pero no se puede ni se debe “completar”. Completar, sería aportar al otro lo que le falta porque existe un vacío. Pero eso crea una dependencia, porque cuando no está quien aporta lo que le falta, el otro se queda incompleto. Si está incompleto no puede aportar lo que no tiene. Repercute negativamente en ambos. El que está incompleto tiene que completarse él solito, y si no es así no sirve. Complementar, sería sacar lo mejor de sí mismo y aportarlo cuando se está con el otro, de modo que se cree algo armónico y bello, y también es tratar de ser compañero en sus hobbies, en sus gustos, en el amor, en todo lo que le engrandezca… y recibir lo mismo a cambio. Pero cuando están separados, cada uno de ellos debe estar completo, ser una naranja entera. Si sólo encuentras media naranja, quizás sea mejor que se la dejes para otra. ¡Y tú busca una que esté entera! SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - Partimos de la base de que no somos perfectos al 100%, que no estamos completos al 100%, pero no parece interesante ni enriquecedor conformarse con alguien que esté sólo al 50%. Y menos aún si no se comprueba y verifica que esa persona está en un Proceso Personal de Completitud buscando su continuo desarrollo. - En la relación es muy interesante que ambos se complementen en la mayoría de las cosas posibles. Es bueno que cada uno aporte al otro. Lo que no está bien es que uno tenga que suplir las carencias del otro. Francisco de Sales
  5. VIDEO:https://www.youtube.com/watch?v=HIbWxZMW12s
  6. CAPÍTULO 172 - NO QUERER QUITARSE LA VENDA DE LOS OJOS -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 172 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER La realidad a veces es tan apabullante, tan indiscutible, tan evidentemente visible para todo el mundo, que el hecho de que alguien no quiera ver lo que es incuestionable se hace ilógico para los otros, los que sí miran con los ojos abiertos y se permiten ver, los que observan con la mirada atenta y se dan cuenta. Pero hay quien se empeña en no quitarse la venda de los ojos y se conforma con recordar cómo era en un pasado lejano su relación –tan distinto y tan distante del presente-, lo que hubo pero ya no está, o lo que solamente ve su deseo utópico pero nadie más. Esas personas sólo ven desde una mirada desilusionada que no se atreve a mirar a los ojos a la realidad. Su mente se ha cerrado a reconocer la verdad, y prefieren seguir en el mundo ilusorio que se han creado para que no les afecte lo que no quieren admitir. No dejo de insistir una y otra vez en que el peor atentado que una persona puede cometer contra sí misma, y el más imperdonable, es el de mentirse. A veces se usan las mentiras para no hacer daño al corazón, pero se daña el alma, y eso es más irreparable porque el alma mantiene tal pureza que no concibe algo que no sea la verdad, y no consigue justificar lo que la mente, o el corazón, jugando con las palabras y aplicando los autoengaños y las justificaciones, pueden llegar a aceptar. La mente está más acostumbrada al mundo terrenal y sus reglas de juego, pero el alma prefiere mantenerse intacta y respetar su dignidad y nobleza sagradas. No querer quitarse la venda de los ojos le convierte a uno en coautor del delito que se está cometiendo contra sí mismo, y le convierte a uno en responsable directo de cómo posiblemente llegará a perjudicar a terceros. Negar la realidad no aporta nada que sea positivo. Uno se puede engañar a sí mismo si se empeña y lo desea, pero no puede engañar a los que no quieran colaborar en el engaño, y pretender engañarse a sí mismo mientras los otros se dan cuenta de ello es absurdo, inútil, e infantil. Se ha demostrado que tampoco es adecuado empeñarse en mirar las cosas solamente a través de la irrealidad de los cristales rosas, que la fantasía casi nunca coincide con la realidad, que los deseos pertenecen al mundo intangible de la imaginación donde no tienen entidad y se convierten en realidad en escasas ocasiones; que sólo los niños se pueden permitir vivir la quimera de los mundos inexistentes, y que la realidad sin adulterar –aunque no guste- es lo único que tiene consistencia y que coincide con la verdad. No querer reconocer la realidad es engañarse. Es distorsionar la verdad. Es inventar y pretender mantenerse en la irrealidad de lo inventado. Lo difícil, lo duro –y lo bello en muchísimas ocasiones- es quitarse la venda, abrir bien los párpados, permitirse empaparse de realidad, afrontar la existencia personal en el momento y situación en que se encuentre, y hacerse cargo de la vida esté como esté en ese momento, tratando de reconducir los aspectos que se van por el sitio no deseado y poniendo orden y coherencia en la vida. Las cosas no siempre están siendo lo que realmente son o pueden llegar a ser, pero siempre están siendo lo que están siendo, y es adecuado reconocerlo, aceptarlo, y tener la valentía y la dignidad de dejar de engañarse. Con la venda puesta se dejan de ver cosas que no se quieren ver, pero eso, al mismo tiempo, impide ver otras que son muy bellas. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - La realidad es indiscutible, no depende de interpretaciones. - Si las cosas ya no van bien, es mejor reconocerlo y empezar a poner remedios –los que sean- en vez de empeñarse en engañarse. Las mentiras no cambian la realidad. - El peor atentado que una persona puede cometer contra sí misma, y el más imperdonable, es el de mentirse. Francisco de Sales
  7. CAPÍTULO 171 - DEPENDER EXCLUSIVA O EXCESIVAMENTE DEL OTRO -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 171 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER Actuar de este modo coloca a quien lo hace en una evidente y pésima situación de desventaja. Claramente se pone en manos del otro, y depender exclusivamente de él, o de ella, limita las opciones de desarrollarse personalmente y de llegar a ser Uno Mismo. Se le está dando al otro el poder de mandar en la vida propia ya que, anulada la opción de independencia y autogobierno, y rendidos a su mandato o prepotencia, el que se ha convertido en dependiente se da cuenta de que ya no tiene otra opción más que la de acatar lo que el otro disponga. En cambio, quien es capaz de seguir siendo él mismo, aun estando en pareja –y por supuesto que puede y debe ser así-, y sin olvidarla ni desatenderla, es quien realmente ha entendido el sentido de la pareja: la unión –que no la suma- de uno más uno que no dejan de ser ellos mismos. La frase bonita dice que “lo bueno de la pareja es que siendo dos, en realidad sean uno, que es más que dos”. Muy lindo sobre el papel. Pero es que no es necesario que sean uno, porque no tienen que serlo. Está bien, y es casi inevitable, que haya renuncia a algo por parte de ambos, pero algo periférico, alguna de sus actitudes o costumbres, de sus modos o ideas, algo leve, pero no a Sí Mismo. Porque si uno deja de ser él mismo, no sabe quién es. O se convierte en otro, y uno no es otro. Uno es él mismo. La relación no debe coartar la realización personal de ninguno de ellos, porque una idea que se ha de aplicar sería parecida a: “Yo te amo y me amo”. En la dependencia no cabe la libertad. Ni libertad para ser él mismo ni libertad para amar, porque todo aquello a lo que se llame amor no será sino un sucedáneo, un sentimiento contaminado, con mucho miedo; no habrá amor de verdad, ni siquiera amor propio, porque la Autoestima estará minusvalorada y seriamente dañada. El miedo a quedarse solo, unido al poco amor que uno se tiene, solamente le ofrecen esa posibilidad como alternativa: hacer lo que sea para que el otro no le abandone. Entregarse entero y poner los sentimientos a su disposición. Como si su vida sin el otro no tuviera sentido. Y eso es equivocado y enfermizo. Se corre el riesgo de que el otro se aproveche de esa posición ventajista en la que, si quiere –y es muy posible que quiera-, puede convertirse en un tirano. La independencia es importante, y tan necesaria que es casi vital para el sano funcionamiento de la relación. Eso de eliminar el “yo” y el “tú” en la pareja se estanca en esa frase ñoña y no se sustenta en la realidad. Tú y yo hemos formado un vínculo que nos une, pero no nos encadena. Es una unión en libertad, porque cada uno lo quiere libremente. Estoy contigo porque te amo y porque lo deseo. No me importa ni me ata el papel que hemos firmado por puro trámite burocrático. Me importan mis sentimientos que son los que están convencidos de querer seguir contigo. No me siento preso de ningún compromiso sino absolutamente libre para elegir seguir contigo o no. Y esa libertad, paradójicamente, es lo que más me une a ti. Sentir y saber que estando contigo cumplo mi deseo me libera del sentimiento que podría llegar a tener de estar contigo por el mandato de un contrato firmado o por la decisión que otro yo tomó en otro momento. La independencia en un compromiso es un aire fresco que motiva a seguir. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - La dependencia siempre es contraproducente. Siempre. Cada uno de los miembros debe mantener su propia vida y su integridad. - La dependencia de otra persona es un claro síntoma de falta de Autoestima. Conviene solucionar esa falta con un trabajo personal o con la ayuda de un psicólogo. - En el momento en que uno no se sienta con plena libertad de seguir siendo él mismo dentro de la relación es cuando se ha de replantear si la relación es como desea. Francisco de Sales
  8. DEJARSE FLUIR En mi opinión, es muy interesante la propuesta del psicólogo Mihalyi Csikszentmihalyi (ni intentes pronunciarlo, pero realmente se apellida así…) ha desarrollado el concepto de “flow” –que se puede traducir como fluir o flujo- para llegar a decirnos, de un modo científico, lo que ya todos sabíamos: que hay un estado que se puede alcanzar si uno se permite desapegarse de las ataduras del yo, se dedica a las cosas que le gustan, y se mete de lleno en ellas. El ser humano busca, aunque muchas veces no lo sepa, sentirse bien y alcanzar un estado de paz lo más continuado posible. Sabe, en su inconsciente ancestral que, cuando se encuentra en alguno de esos modos, su forma de vivir la vida es distinto. Si uno pudiera estar bien y en paz de un modo natural, se ahorraría terapias psicológicas en las que profundizar en los rincones más oscuros del alma, se evitaría tener que hacerse mil preguntas y sufrir la ausencia de respuestas, y no tendría que leer estos artículos. Porque sabemos que cuando nos sentimos bien y en paz, disfrutamos la vida y las cosas de otro modo. Todos hemos sentido la experiencia de perder de vista al ego ante una puesta de sol, embelesados por cierta música, en una reunión en la que nos hemos sentido muy a gusto, o en una relación sexual. La capacidad energética de disfrutar es inherente en el ser humano. Todos la tenemos. La desarrollamos en su plenitud durante una infancia normal, en la que los placeres ocupan un espacio primordial, los juegos absorben –“está en su mundo”, dicen los padres-, y las preocupaciones y obligaciones aún no se han presentado. Fluir es estar en un estado absorto del que casi no somos conscientes mientras estamos en él; lo sentimos un poco mejor cuando lo abandonamos, o nos abandona, y nos damos cuenta de lo bien que estábamos en ese momento, que es cuando tomamos conciencia de la plenitud que hemos alcanzado. Mientras más momentos de estos vivimos, más felices y satisfechos nos sentimos con la vida. Este debiera ser el sentido de la vida, piensa el pequeño filósofo que nos habita. Debería repetir esto más a menudo, piensa uno. Pero no siempre escucha con atención y compromiso lo que acaba de decir en ese momento de lucidez absoluta. Y eso que sabemos que mejora nuestro nivel general de satisfacción y autoestima… ¿CÓMO FLUIR MÁS A MENUDO? Aquí no hay una respuesta general. Cada uno debe encontrar cuáles son las cosas que le provocan ese estado. Para unos, escuchar ópera o reguetón; para otros, jugar, cocinar, hacer crucigramas, tejer, la jardinería, poesía, lectura, una buena conversación… Son aquellas con las que te fundes de tal modo que desapareces como persona para pasar a formar parte de ello, en las que te involucras de un modo absoluto. Exigen la concentración y dedicación total del Ser hacia ellas. Desaparece el “yo”, que se funde con la actividad. Son enriquecedoras. Son fascinantes. Hay que encontrarlas y hacerles un hueco, todo lo grande que se pueda, en la agenda diaria, y aún más grande en los fines de semana y las vacaciones. Pero hay que tener en cuenta, cuando se piensa en esto, que es lo que realmente nos proporciona calidad de vida, magia, interés, paz y sonrisas. Es muy bueno ser egoísta de todo ello. La palabra griega “éxtasis” –en su etimología, “fuera de la estabilidad”- se interpreta también como “hacerse a un lado”. Esto es lo que se consigue al fluir: hacerse a un lado, como ego, para no entorpecer el desarrollo absoluto de la actividad que es fuente de ese estado, en el que uno llega incluso a dejar de percibir las necesidades físicas como el hambre o la sed, e incluso el dolor. Es preciso concentrarse en ello: pensar, hacer otra cosa al mismo tiempo, o desplazarse por el presente y el pasado, son actividades que descentran. Cuando es el espíritu el que fluye, provoca un estado muy alto de conciencia, en el que el ego desaparece del todo, y uno deja momentáneamente de ser el que está siendo en lo cotidiano, para contactar con la belleza y con la percepción de lo Superior, de lo infinito, del más allá, o de la auténtica realidad. Es lo que consiguen el zen o el yoga: la desidentificación con el ego, el olvido o la separación del cotidiano, y un contacto con lo trascendente en el que no interviene el yo, que queda eliminado con sus conceptos espacio y tiempo. Es dejar de ser para Ser. Dejarse fluir es ahora casi un oficio que hay que aprender, porque lo que aprendimos –o lo que nos enseñaron- es a dejar de fluir de un modo natural; aprendimos a ponernos frenos y trabas, a renunciar, a practicar más el “tengo que” que el “deseo”, a aplazar nuestras necesidades o ponerlas en segundo lugar, a dejar de ser uno mismo para ser lo que se suponía o deseaban que teníamos que ser, a negar nuestro deseos, a acallar a nuestro niño interno, y a ponernos una mueca demasiado seria, casi triste, en la boca. Déjate fluir. Escucha tus instintos. Fluye. Libérate. No te desatiendas. Suéltate. Permítete el placer. Sin miedo. Provoca que sucedan las cosas en las que eres feliz. Date permiso para ser realmente tú mismo o tú misma. El fluir es instintivo, natural. Fluye. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
  9. CAPÍTULO 170 - MIEDO A PERDERLE -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 170 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER No se puede perder lo que no se tiene. Si se comprendiera bien esta frase no sería necesario desarrollar un capítulo sobre el tema, porque es tan evidente lo que dice… Lo dice claramente Buda: "Estos son mis hijos, esta es mi casa, esta es mi tierra…, esas son las palabras de un necio que no entiende que ni él mismo es suyo". Tu pareja nunca ha sido tuya, así que no puedes perderla. Y si en algún momento has creído que sí lo era, ahora que ya no sientes lo mismo que al principio, cuando de verdad la querías y te importaba, es posible que perderla sea lo mejor que te pueda pasar. No se debería caer en ese auto-chantaje de hacer y consentir lo que sea con tal de no perder al otro, por el que uno se humilla y se tortura –a sí mismo y a su dignidad personal-, por el que Uno Mismo se llega a despreciar e infravalorarse, y con ese temor castrante y frustrante y esa angustia amenazante de poder ser abandonado. Si te separas de tu pareja, siempre te quedarás contigo que – en este caso- eres la mejor de las dos partes. Si consientes que alguien te amenace con dejarte en el caso de que no te doblegues a su autoridad o si no cumples cada uno de sus caprichos, o en el caso de que te rebeles y reclames tus derechos, o si no eres su servil y callada esclava, estás cometiendo uno de los mayores delitos que puedes atentar contra ti. Tan cruel, tan duro, y tan cierto como suena. No hay que ablandarlo ni disimularlo. Es tal como lo has leído, y tal como te resuena ahora agitando tu interior si es que has comprobado que caes o has caído en este modo de actuar. Ten en cuenta que caer en esta actitud de miedo a perderle te va a provocar una doble tristeza. Por una parte, la que padeces por la carencia de amor que estás teniendo, que te hace llegar a humillarte hasta el extremo de llegar a esta situación y, por otra parte, porque padeces un sentimiento de abandono y soledad. No tienes a nadie más que te quiera. O eso es lo que crees. Y tienes miedo a perder lo único o lo muy poco que te queda. Y eso te puede llevar, o ya te ha llevado, a actos o situaciones de las que tú misma no te sientes satisfecha. Tal vez -y sería bueno que lo revisaras con mucha atención por si acaso-, en tu infancia hayas sufrido la pérdida de alguien que era importante para ti y fue duro, o es que te sentiste desatendida y desamada y no quieres volver a pasar por el mismo trance; tal vez has pasado por situaciones en que has creído que no podías valerte por ti misma, que no podías cuidarte, y que necesitarías a alguien que cuidara de ti como no lo hicieron antes; tal vez anide en ti un profundo sentimiento de soledad al que no quieres regresar, o crees que si pierdes al otro pierdes lo único a lo que tienes para agarrarte y no caer. Tony de Mello contaba algo parecido a esto: Decía que una vez una persona le contaba un caso similar, y al sugerirle él que dejara la situación, contestó que era lo único que tenía a lo que poder agarrarse, y le cortó en ese momento sin dejarle terminar de hablar, diciéndole: “justo eso mismo decía una cría de pájaro cuando le quitaron la rama… y aprendió a volar”. Date cuenta de cuál es tu caso, si estás en esta situación u otra similar, y resuélvelo. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - No se puede perder lo que no se tiene. Si ya no tienes su amor, porque no te lo da, ya lo tienes perdido y no lo vas a volver a perder. - A veces cuesta mucho comprender esto, pero perder a ciertas parejas es lo mejor que puede pasar. - Si te separas de tu pareja, siempre te quedarás contigo que –en este caso- eres la mejor de las dos partes. - La dignidad personal –que es lo más valioso que tiene una persona- está por encima y por delante de consentir cualquier desatención, un nefasto amor o hasta el mínimo desprecio. Francisco de Sales
  10. CAPÍTULO 169 - CULPABILIZARSE -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 169 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER En la memoria genética de las mujeres es posible que aparezca la sumisión en la pareja –tal vez desde que vivían en las cavernas y el hecho de que el hombre saliera a cazar le otorgaba el puesto de mando y, de algún modo, ella dependía de él-. Algunas aún arrastran –aunque sea inconscientemente- la tradición de convertir la sumisión en su norma de su vida, porque si no es así resulta difícil entender lo que llegan a soportar en algunos casos. En las generaciones anteriores las mujeres decían que el matrimonio –ya que había matrimonio porque era inadmisible convivir juntos si no era después de legalizar religiosamente la unión- era una cruz que había que llevar con resignación y como mejor se pudiera; renunciar a sí mismas para primar a su cónyuge y la estabilidad de su matrimonio por encima de cualquier cosa -incluso por encima de ellas mismas- era algo habitual aunque hoy aparente ser incomprensible. Tenían que cumplir con “el deber conyugal”, que consistía en acceder a las relaciones sexuales a petición y capricho del cónyuge; se suponía que lo importante era la satisfacción de él y no era muy común ocuparse del placer femenino. He llegado a conocer algunos casos –de esto hace mucho tiempo- en que la mujer comía las sobras que dejaba su pareja. Hoy esto es inconcebible. Afortunadamente. Con este bagaje inconsciente que se arrastra –y que dejaría de ejercer su malvada influencia en cuanto una se hiciera consciente y determinase la desvinculación con ese mandato interno-, es casi normal que las mujeres –sobre todo las que nacieron antes de 1960, más o menos-, tengan latente un sentimiento de responsabilidad y culpa, y en cuanto algo falla empiezan a buscar en sí mismas al culpable. Es muy habitual que ellas se preocupen en exceso por casi todo, y que acostumbren a culpabilizarse de todo lo que sale mal. Quienes lo hagan así, conviene que revisen si esa actitud corresponde a que prefieren echarse ellas mismas la culpa -en vez de a quien le pertenece-, porque pensar en que es él quien ha fallado implica reconocer que no es tan perfecto como ellas quisieran y es aceptar que se han equivocado en la elección de pareja. Todo este proceso sucede, mentalmente y sin palabras, sin que ellas se den cuenta. Tiene que prevalecer la justicia y no cargarse con una responsabilidad que no corresponde –y no valen trampas del estilo de “no importa: ya estoy acostumbrada…”- porque la pareja es el conjunto de dos seres independientes que siguen manteniendo sus derechos intactos a pesar del vínculo, y se presupone la igualdad de ambos a todos los efectos de derechos, obligaciones y responsabilidades. La sumisión y el arrastramiento personal con el objeto de mantener las apariencias de estabilidad en la pareja son una equivocación. No defender la razón propia cuando se tiene, y sí acatar la culpabilidad inexistente en silencio triste, es algo que atenta directamente contra la dignidad personal de ella; y si hay un hombre que permite que así suceda, habrá que cuestionarse muy seriamente si es merecedor de ser compañero de vida de alguien. Todo aquel hombre que no sea capaz de mirar a su compañera de igual a igual, que albergue la presunción de que ella es su sirviente, o piense que no tiene obligación de hacerla feliz y de compartir con ella una relación gratificante, está equivocado y, lo que es peor, con su equivocación perjudica a su compañera y la condena a una vida infeliz o desgraciada. Por todo ello, la mujer tiene que evitar culpabilizarse innecesaria o injustamente, y tiene que desdramatizar sus culpas cuando las tenga, porque al ser Humana le asiste el derecho a equivocarse, y por el hecho de ser humana no es perfecta, al igual que el hombre, y por tanto no se le puede exigir la perfección. La culpa sólo es admisible –y reprochable- en los casos en que conscientemente se ha obrado con mala intención; si uno se ha equivocado, sin querer o por falta de preparación o conocimientos para hacerlo de otro modo mejor, no es necesario buscar y encontrar un culpable –ya que eso implica el castigo que se supone que le corresponde al culpable-, sino que se ha de admitir como algo natural de la vida, sin darle muchos rodeos, sin magnificarlo, con naturalidad y despojándolo de dramatismo. Equivocarse es una de las posibles opciones que tiene cualquier decisión y hay que tratar de no darle más importancia de la que tiene, que generalmente es muchísimo más leve de lo que se cree y valora. Es mejor que uno se preserve de las consecuencias desagradables que se forman a partir de un error, que comprenda lógicamente que no es necesario montar un drama por ello, y que hay que borrarlo a la mayor brevedad procurando que deje un aprendizaje para otra ocasión pero no un lastre luctuoso que acompañe para siempre. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - No es necesario culpabilizarse y castigarse por los “errores” cometidos. Con darse cuenta de ello ya es suficiente. En la comprensión de lo que uno ha hecho en desacuerdo con su voluntad de ser, ya va implícita la expiación. - La sobreprotección al verdadero culpable no es justa ni conveniente. - A cada uno su ración de culpa, ni más ni menos. Francisco de Sales
  11. NACIDAS PARA SUFRIR En mi opinión, hay personas que parecen nacer predestinadas a una vida de sufrimiento de la que no pueden, o no saben, o no quieren escapar. Parece como si todo las persiguiera para que se pudiese cumplir un propósito malvado de hacer de su vida una cadena de sufrimientos con eslabones indestructibles. Según he comprobado, en los casos que yo he conocido, el 90% de esas personas son mujeres. He observado que en la mayoría de ocasiones este sufrimiento es un auto-castigo que no siempre es inconsciente, sino que en muchas ocasiones una se mortifica a sí misma con toda la consciencia y hasta lo llega a considerar justificable. Es evidente que todos hemos hecho cosas mal y malas en la vida, pero no siempre son merecedoras de una condena interminable a la infelicidad, al sufrimiento o al dolor. El perdón y el Amor Propio tienen mucho que decir en estos casos. No es necesario aplicarse una condena excesiva, injustificada, injusta, y de una duración excesiva por algo que una ya se ha dado cuenta, ha comprendido, y tiene el propósito de no volver a repetir. ¿Qué aporta de positivo ese sufrimiento continuado? y me refiero al que se inflige una a sí misma. Nada. Nada. Sólo acrecienta la distancia entre una y sí misma, agria la relación -que se vuelve incómoda y dolorosa- y es un gran padecimiento que deprime, frustra, afecta directa y negativamente a la Autoestima, crea ansiedad, hunde… Nada positivo, nada que haga creer que está bien aplicado. El sufrimiento físico hay que evitarlo, no hay que permitirlo. Es del todo rechazable. El sufrimiento emocional o sentimental… pues conviene aprender a controlarlos porque también son innecesarios y hasta contraproducentes. En cuanto al sufrimiento que provocan los otros… pues es muy conveniente no concederles el poder de perjudicarnos con sus palabras o sus hechos. Esa sugerencia de “no tomarse las cosas como algo personal” es sabia y excelente. A veces permitimos que los otros nos perjudiquen vomitándonos encima sus problemas, sus miedos y frustraciones, su narcisismo o su ignorancia. A veces es conveniente aprender a escuchar sin dar importancia a las palabras y a las intenciones. La objetividad nos permite ver las cosas desapasionadamente, sin sentirnos emocionalmente afectados por ellas, sin sentirnos parte de lo que parece ser un problema, y nos otorga claridad para ver y valorar las cosas en su justa medida y no desde el dolor afectado, ni desde el ego o el orgullo que nos descentran y hacen perder la imparcialidad, que es quien tiene la capacidad de apreciar las cosas en su justa medida, quien permite ver las cosas como son y no como aparentan, quien permite que ante la furia del otro comprendamos que esa furia es contra sí mismo y así, de ese modo, una puede dejarlo pasar sin sentirse agredida, sin sufrir. Sufrir es sentir un daño físico o moral. Cuando es físico es indiscutible, pero cuando es moral…lo moral está basado en el entendimiento y la conciencia, no en los sentidos. No pretendo decir que quien sufre es porque quiere, sino que la inmensa mayoría del sufrimiento se puede resolver con la observación desapasionada, con la reflexión lógica y con la colaboración de una mente entrenada para ver los asuntos desde fuera, como si no fuesen propios. Recuerda: uno resuelve mejor los asuntos ajenos que los propios… porque no está involucrado en ellos. Es el incumplimiento de las expectativas quien aporta la mayoría del sufrimiento: que el otro no actúa como uno quisiera, que el otro no dice lo que uno quería oír, que las cosas no salen del modo deseado –aunque tal vez se estaba deseando algo imposible y mal-, que uno está demasiado sensible, que uno tiene el umbral del sufrimiento muy bajo y cualquier cosa le hace sufrir… Ya sabemos que las emociones son incontrolables, pero el sufrimiento que provocan algunos sentimientos sí puede ser evitado. Cada persona tiene su propio arsenal de cosas que le hacen sufrir y por eso no se puede generalizar con una respuesta universal, pero si alguien puede incrustarse esta frase en la comprensión se evitará mucho daño: “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”. No es enemigo quien quiere serlo, sino quien cada uno permite que lo sea. No causa sufrimiento una palabra, sino lo que uno interpreta con esa palabra. Nadie ha nacido con el designio inevitable de tener que sufrir. No hay Dios que desee una cosa así. Nadie viene con esa predestinación ineludible. Nadie se merece el sufrimiento como castigo, como modo de aprendizaje, ni para pagar cosas que hiciera en una hipotética encarnación anterior; no creo en la injusticia de un mal karma, tampoco creo que la condición social o la incultura predestinen al sufrimiento. Sí creo que cada persona puede convertir lo que hoy le provoca sufrimiento en algo sin adjetivar que no deje una atormentada huella, algo que no lleve ineludiblemente una carga de dolor, algo de lo que se pueda aprender… para después dejarlo partir sin que deje un desconsuelo, ni una tristeza punzante, ni que una crea firmemente en una rendición incondicional que impida el derecho a no sufrir y a conocer y vivir la paz y la felicidad. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
  12. CAPÍTULO 168 - ACEPTAR TODOS LOS INCONVENIENTES DE LA PAREJA -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 168 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER Esta es la realidad: a lo largo de la trayectoria de las relaciones siempre aparecerán algunos inconvenientes. Por el bien de ambos, interesa lograr que sean los mínimos posibles, y que se puedan resolver todos, que ambos colaboren para lograrlo, y que no lleguen a afectar mal menoscabando el conjunto de lo que es la institución de la pareja. Por el buen presente y futuro de la relación, conviene no ir cargándose de pequeños desengaños –de esos granitos de arena que acaban siendo una inabarcable montaña-, así que es mejor ir resolviéndolos según surgen, y es bueno que después ambos salgan reforzados y más unidos por la satisfacción común de haberlos superado y resuelto juntos. Si se entiende que los inconvenientes son los enemigos directos de la relación y que su misión es torpedearla y hundirla, que son inevitables, y que tienen más fuerza y poder que los propios afectados, entonces se parte ya de una postura sumisa de rendición antes de comenzar la defensa, y es una postura que ya reconoce de antemano que su única opción es claudicar vencidos. Los inconvenientes van a aparecer. Sin duda. Porque el otro es como es, y no como uno quisiera que fuera o como uno quiere imaginase que es. La parte buena es que los inconvenientes no tienen entidad propia. Son cosas que suceden pero no tienen vida propia, y no tienen una carga onerosa inevitable de daño, sino que pueden ser interpretados y valorados del modo que se considere oportuno. El mismo asunto puede ser una nimiedad para una pareja y para otra el inevitable principio del fin. Si al otro se le rompe un plato mientras lo friega, se puede hacer un drama tachándole de inútil y lamentándose airadamente por la pérdida del plato, o se puede uno reír por lo que acaba de pasar. Los inconvenientes son para resolverlos y no para hundirse con ellos. Hay que resolverlos pronto y no entretenerse demasiado tiempo alimentándolos y engordándolos. Y menos aún darles una importancia superior a la que verdaderamente tienen. La vida es una continua sucesión de “inconvenientes” –pequeños, medianos o grandes- y ponerse frente a ellos para deshacerlos forma parte de las tareas cotidianas. Se ha convertido en algo cotidiano –lo cual no quiere decir que sea correcto o adecuado- resignarse ante la avalancha de conflictos y rendirse ante ellos sin hacer lo necesario para eliminarlos, para lo cual en muchas ocasiones sería suficiente con cambiar el adjetivo calificativo o el punto de vista. La valoración que se hace de cada uno de ellos es muy subjetiva. Por ejemplo, la muerte de una persona es algo natural pero se vive como si fuera un asunto anormal. Pueden ser tristes y dolorosas sus consecuencias para los allegados que siguen vivos, y es indeseada, pero eso no cambia la naturalidad del hecho de morir. Es interesante entender que en la relación, y en la vida, cada persona es “una solucionadora de inconvenientes”, y es bueno convertirse en profesional del asunto, para saber cómo se actúa, desde qué estado, con qué objetividad, con cuánto desapego del asunto… lo adecuado es ser el juez imparcial que escucha al fiscal y a la defensa, y que luego aplica una sentencia, lo más justa posible, en función de lo que la ley prevé para cada caso o lo que se considera adecuado. Aceptar uno tras otro los inconvenientes y sus consecuencias en vez de preverlos para evitarlos, o dejarlos que torturen en vez de rebelarse contra ellos, o caer en una pasividad resignada, o entregarse a las lamentaciones mansamente poniendo gesto de cordero degollado, no son las acciones adecuadas. No es imprescindible aceptarlos sin más, sino que se puede –y se debe- optar por solucionarlos, o por poner los medios necesarios para que no se produzcan, o por sugerir –u obligar- a quien los ha creado para que no persista en su actitud. Cualquier cosa menos convertirse en víctima sin remedio. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - Los problemas que vienen originados con una persona –y más aún si es la propia pareja- hay que hablarlos para resolverlos y para evitar que se vuelvan a repetir. - Los que vienen originados por situaciones ajenas hay que solucionarlos y hacer lo necesario para que no afecten. - Los inconvenientes son para resolverlos y no para hundirse con ellos. - No hay que aceptar sumisamente TODOS los inconvenientes de la pareja; algunos son lo suficientemente graves como para no aceptarlos y que se los quede o los resuelva quien los ha creado. Francisco de Sales
  13. NOS CONVIENE CONCILIAR NUESTRAS CONTRADICCIONES En mi opinión, si nos observamos con atención, que es una labor que ha de ser continua y cotidiana –pero no monótona ni rutinaria-, nos podemos llevar una sorpresa: descubrir que somos un incesante vaivén de contradicciones, y que la tarea de la vida parece no ser otra que conciliarlas, ya que quedar a merced de ellas y sus vaivenes nos alejan del todo del centro en el que se haya el equilibrio. Nos convierte en nuestras propias víctimas. Por motivos educacionales –aunque sería más correcto decir algo así como “des-educacionales”-, y porque nunca llegamos a tener algunas cosas claras del todo, y porque donde hoy digo “digo” es posible que mañana diga “Diego”, y porque cuando oigo una opinión ajena me parece más fiable que la mía y la cambio urgentemente, y porque mis variables estados de ánimo tienen más fuerza que mi tambaleante seguridad, y porque no sé nada de nada aunque pretenda aparentar lo contrario… por todo ello, somos una maraña de confusiones y desconciertos. Así que vivir con uno mismo, que es tarea irrechazable, es un continuo tratar de armonizar impulsos con sabiduría, paciencia con desesperación, dudas con preguntas, y leves momentos de paz con guerras encarnizadas. Es lo que nos ha tocado vivir. Es lo que hay. De momento. De lo que se trata es de armonizar los desaguisados en los que vivimos, de ser un juez sensato y tener una conciencia limpia, de comprender y aceptar sin desesperación, de reconocer que la perfección convive con la imperfección, que todo puede ser posible, y se trata también de aplacar nuestra desesperación, de animar a la parte nuestra que se duerme en los laureles, de apaciguar al exaltado que también somos, de consolar al afligido, de estimular al pesimista, de reír con el que ríe cuando ríe, de animar al derrotado, de esperanzar al desesperanzado… porque estamos siendo, en diferentes momentos, e incluso al mismo tiempo, todos ellos. Conviene ser con uno mismo la propia madre receptiva y pacificadora, la que tiene el amor incondicional por principios, y ama por igual a todos sus hijos –que son nuestros diferentes estados- de un modo ilimitado, comprensivo y sin pre-juicios. No hay que desesperarse por nuestros altibajos, nuestros cambios de humor, nuestra inconstancia. No hay que instalarse en el lamento y quedarse estancado. No hay que aceptar una derrota de antemano. Vivir, y la vida, nos exigen que nos relacionemos con nuestras contradicciones desde el amor a uno mismo, desde el respeto irrenunciable, desde la convicción de que esto es así y funciona de este modo: observar, comprender, aprender, aprehender… y corregir. Pero desde el abrazo y no desde el enfrentamiento. No han de extrañarnos y mortificarnos nuestros contrasentidos y contrariedades. Hemos sido educados de un modo confuso y aún actuamos así en muchos casos. Sí han de servirnos para entender que eso forma parte de nuestra naturaleza personal, y a partir de la aceptación conviene ponerse a la noble tarea de crear un estado interior de armonía y comprensión que nos acepte, en principio, en nuestro modo de ser habitual, y nos ayude, al mismo tiempo, a tratar de que esas discrepancias sean cada vez menores, hasta que lleguen a desaparecer, hasta que lleguemos al equilibrio, la comprensión, la paz interna. Y hasta que nos encontremos con nosotros mismos, hemos de aceptar que somos contradictorios, que en algunos casos podemos creer una cosa y la contraria, y que conciliarnos es una tarea que requiere amor y paciencia, pero a cambio ofrece el premio de un bienestar personal. No somos perfectos, somos Humanos. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales
  14. CAPÍTULO 167 - HACER DE LA RELACIÓN EL ÚNICO MOTIVO DE LA VIDA -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 167 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER Existe la posibilidad de idealizar tanto el vínculo de pareja que, llegado el momento de estar en ella, se la convierta en el único motivo de la existencia, y se la anteponga incluso a uno mismo. Me parece muy bien que se le ponga toda la atención, por parte de ambos, porque realmente es un asunto interesante, lo requiere y lo merece, y porque fundar esa relación es una decisión que han tomado entre los dos. Pero hay algo más que “la relación”. Es decisión personal de cada uno valorar la preponderancia que tiene la relación en su vida. En opinión de algunos, el conjunto de la pareja tiene más valor que cada una de las individualidades. “Somos más que dos: somos uno”, dicen poéticamente algunos. En otras opiniones la pareja es la reunión de dos personas con un proyecto común en el que han de volcarse enteros, según mutua y libre decisión, pero preservando siempre la individualidad de cada uno. O sea: “Pondré todo lo que pueda y sepa por mi parte, pero no haré algo que me agreda directamente, que me humille o menosprecie, que atente contra mi dignidad, que me obligue a dejar de ser yo mismo, o que me haga sufrir”. Son dos puntos de vista, y tan respetable uno como otro, por eso no se puede dictar una norma con respecto a lo que ha de suceder en estos casos; es conveniente que ambos miembros de la pareja dicten sus propios acuerdos acerca de lo que va a ser, y cómo, la relación. Hay vida fuera y más allá de la pareja. Y vivir esa otra vida no tiene por qué afectar a la relación, sino que puede y ha de enriquecerla. Ceñirse exclusivamente a la relación, además de impedir el disfrute y crecimiento personal, puede hacer que se estanque, por falta de novedades e ilusiones. Es mejor tener para aportar algo más que la rutina de la casa y los niños, o el jefe y los problemas de trabajo. Es conveniente seguir vivos. Los familiares, los amigos, los hobbies, el mundo, la vida… todo esto está ahí y no hay por qué renunciar a ello. Puede que el hecho de estar de pareja imposibilite una dedicación intensiva o exclusiva a otras cosas, pero no una renuncia total y definitiva. Cada uno, cada una, es la primera razón de su vida. De la propia vida. Así que es mejor no olvidar este principio, esta realidad, y no renunciar a ese derecho. Es bueno buscar el equilibrio y permitir la convivencia de los intereses particulares con los intereses de la pareja. Y se puede hacer sin renunciar a ninguna de las dos cosas. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - La pareja se compone de dos personas… más lo que les une a ambos: la relación. Pero todos pueden vivir en armonía. - No es necesario –ni conveniente- que alguno de los miembros renuncie a seguir siendo él mismo. Se puede compaginar el mundo de cada uno como individualidad con el mundo como pareja. - La renuncia a los intereses personales para centrarse en la relación como motivo único de vida es un poco arriesgada y priva de otras fuentes de placer y crecimiento, pero es una decisión personal respetable cuando se toma desde la libertad. Francisco de Sales
  15. ¿POR QUÉ NO CONSIGO LO QUE ME PROPONGO?video:https://www.youtube.com/watch?v=-flsGZAQ3csEn mi opinión, sólo una minoría de las veces que no conseguimos lo que nos proponemos se debe a factores externos, y se debe a asuntos personales en más del 95% de los casos.Hay cosas que son imposibles y hay que aceptarlas como tales y no empeñarse en conseguirlas, porque es imposible, y porque no conseguirlas sólo nos va a aportar la correspondiente frustración que eso conlleva. De ese modo lo que era una ilusión pasa a ser una desilusión, y lo que iba a aportar satisfacción aporta fracaso.
  16. ¿POR QUÉ NOS CUESTA TANTO RESOLVER LOS PROBLEMAS? En mi opinión, ya nos empieza a costar resolverlos desde que los denominamos como “problemas”, con la onerosa y dramática carga que eso conlleva de nerviosismo y frustración. En realidad, no son más que asuntos que hay que resolver. Lo que pasa es que al llamarlos “problemas” nos están condicionando, ya que el modo de enfrentarlo se hace desde una posición de tensión, porque lo convertimos en un dificultad y no nos gusta enfrentarnos a dificultades y, además, estamos bastante convencidos de que los “problemas” casi siempre pueden con nosotros, y que los “problemas” nos traen complicaciones y jamás son agradables. Desde esta perspectiva y actitud, en los que claramente estamos en inferioridad de condiciones, empezamos mal. Y si, además, somos de esas personas que pretenden una perfección absoluta y un acierto impecable en las decisiones que toman –aunque no estén preparadas para ello-, y encima cuando no dan con la resolución correcta eso se vuelve contra ellos porque mina su autoestima, y seguidamente se enfrascan en una cadena de auto-reproches y recriminaciones –insoportables la mayoría de las veces-, y se regodean masoquistamente en achacarse su inutilidad, en acusarse de torpes, inservibles, y una retahíla de sinónimos de la misma calaña, y posteriormente se enfadan indisimuladamente contra ellos mismos, es del todo comprensible que cuando tienen que resolver un “problema” lo hagan desde una zozobra que, lejos de ayudarles, les complica aún más la búsqueda de la solución. Es conveniente, en principio, calificarlo como “asunto a resolver”, ya que conocemos el poder de las palabras y del pensamiento, y por eso es conveniente resolverlos desde la imparcialidad, y no permitir que los prejuicios (pre–juicio: “Opinión previa y tenaz, POR LO GENERAL DESFAVORABLE, acerca de algo QUE SE CONOCE MAL”), nos condicionen, y es mejor no permitir que lo que implica tomar una decisión -aunque más adelante demuestre no ser la acertada-, no sea un asunto de una gravedad vital, ya que vivir implica tomar decisiones, y el hecho de no acertar con algunas no es grave en el conjunto de toda una vida. Creo que todos hemos pasado por la situación de comprobar que algo que en su momento nos pareció terrible, con el paso del tiempo toma su verdadera dimensión, y ahora, desde la distancia y la ecuanimidad, nos sorprende que en su momento nos desquiciara tanto. La imparcialidad se puede conseguir no involucrándose en el asunto a resolver. No sintiéndose parte de ello –aunque uno lo sea-. Dejando de ser parte de ello durante un momento. Tratando de encontrar la misma solución que encontraríamos para otra persona a la que le pasara lo mismo. La falta de preparación para hacerlo de un modo impecable, y la excesiva exigencia de perfección, más el temor a que no salga bien y eso conlleve una pérdida económica, o sufrimiento, son motivos de suficiente envergadura –la que nosotros le concedemos, no la que tiene en realidad- para que nos cueste resolver “problemas”. La sugerencia es tratar de ver el asunto que haya que resolver desde un punto de vista lo más desapasionado posible, y hacerlo bien para que no se vuelva contra uno mismo. VIVIR IMPLICA TOMAR DECISIONES CONTINUAMENTE y el hecho de no tomar la decisión impecable en algunos casos no ha de menospreciar el concepto que tengamos de nosotros mismos. HABRÁ QUE SER PERMISIVO Y COMPRENSIVO por tanto, y no hacer que la toma de decisiones sea un largo calvario y una tragedia. Unas veces se gana y otras se pierde. Unas veces se acierta y otras no. Así es la vida. NO ESTAMOS PREPARADOS PARA TOMAR LAS DECISIONES IMPORTANTES, porque no nos han preparado para ello, así que será mejor tomarse la vida como un campo de aprendizaje, y desde una actitud de compañerismo con uno mismo, incluso con esa parte tan crítica que sólo sabe reprochar pero no es capaz de aportar ideas válidas. SI UNO SE “EQUIVOCA” (que es otra palabra a desterrar y se puede cambiar por “el resultado que no coincidió con las expectativas”) no ha de permitir que eso afecte a la relación consigo mismo. Ni un reproche ni un juicio. Ánimo, y la próxima irá mejor. HAY QUE TOMAR DECISIONES y, una vez hecho, adelante. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
  17. CAPÍTULO 165 - SÉ QUE ALGÚN DÍA SE CANSARÁ DE MÍ -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 165 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER Tener interiorizada esta creencia en el pensamiento y, lo que es peor aún, creer que es una condena casi segura a que así suceda llevará, casi inevitablemente, a su cumplimiento. Recuerda lo que son las Profecías Autocumplidas. Suponer que eso es algo que va a suceder, y dándolo ya por casi seguro, predispone a un tipo de actitud distinto –y catastrofista- en la relación. A partir de eso uno ya no se mueve con la confianza, la soltura y la actitud con que lo hacía antes de que este pensamiento se instalara, y ya no es capaz de mirar al otro como le miraba el día que decidió unir su vida a él, ni es capaz de presentarse ante el otro sin recelos, como lo había hecho hasta entonces; uno estará asustadizo, inseguro –tal vez producto de sus conflictos por su baja Autoestima-, temeroso de que todo se vaya por el desagüe, y su pesimismo colaborará eficazmente en presentarle un futuro sin todo lo que tiene en este momento, y eso, en un círculo vicioso del que no puede ni sabe escapar, le llevará fatalmente a una tensión que se reflejará en sus actos, y el otro, ante ese cambio, empezará a pensar fatalmente, por primera vez, aunque nunca lo hubiera previsto ni lo hubiera hecho antes, en abandonar a esa persona insegura, recelosa, que no se parece a la que había sido hasta entonces. Piensa en esto: El otro te escogió a ti de entre todas las personas del mundo. Libremente, porque era su deseo. Te hizo promesas, decidió unirse a ti, y te ha estado entregando su amor y su atención. ¿Por qué quieres creer que se va a cansar de ti? Supongo que sólo lo hará en el caso de que tú dejes de ser la persona de la que se enamoró. Mientras sigas siendo la misma tienes todas las papeletas de que siga a tu lado. En cambio, si te manifiestas desde el temor pesimista e injustificado que se adelanta a lo que tal vez nunca vaya a acontecer, cambiará tu carácter y tu actitud; te abandonarán las sonrisas e ilusiones primero, y te abandonará el otro después. Veamos un ejemplo: Imagina el escenario desde el punto de vista opuesto. Imagina que es él quien sospecha que le vas a dejar, y que no se atreve a preguntarte si hay algo cierto que le puede hacer suponer eso –como tampoco tú le has preguntado a él antes de ponerte a imaginar e imaginar e imaginar…-, pero, ante esa sospecha de verse abandonado, empieza a sentir que está libre de un compromiso del que le vas a liberar enseguida –no olvides que es sólo según su imaginación, y no olvides que en tu caso también es sólo tu imaginación-, y por ello se siente con derecho a estar abierto a otra relación, y lo hace, porque “como tú le vas a dejar…” casi es normal que quiera ir ocupando de nuevo el corazón que tú vas a dejar vacío. Para cuando se aclare que tú no tenías intención de dejarle es posible que ya esté comprometido con otra mujer. Y que te deje. El modo de evitar ese pensamiento negativo es hablar con tu pareja, abiertamente, de tus sentimientos, de tus dudas, y preguntarle si hay algo de realidad en ello, y si te tranquiliza con sus palabras, sería bueno abandonar ese incómodo y peligroso estado que puede llegar a ser tan perjudicial. La verdad es que el riesgo a ser abandonado está presente, en mayor o menor medida, en todas las relaciones. Pero actuando como si inevitablemente fuera a suceder no se hace sino provocar que suceda lo que, tal vez, no estaba previsto que sucediera. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - Si tienes dudas acerca de si tu pareja se puede cansar de ti, pregúntaselo. Sólo él o ella tienen la respuesta. - Presuponer, y más presuponer pesimistamente, es perjudicial. - Las parejas que tienen un diálogo abierto y continuo saben en cada momento cómo están los sentimientos del otro. Si quieres saber, pregunta. - Hablar, hablar, hablar. En la relación hay que hablar y preguntar. Francisco de Sales
  18. CAPÍTULO 164 - SIN TI SOY NADA -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 164 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER SIN TI SOY NADA queda bonito para una canción, pero no sirve para nada más que sea interesante. Como lema de vida, un desastre. La realidad es que la frase –y lo que es peor: la creencia en ella- está cargada de un auto-desprecio insultante que lleva en sus entrañas una maldición que acabará convirtiéndose en realidad. Sin duda. Uno es, o ha de ser, él mismo por sí mismo, sin necesidad de que otro le aporte algo que no pueda aportarse él. Aunque son bienvenidos todos los aportes favorecedores. Conviene diferenciar claramente entre “amar” y “necesitar”, no vaya a ser que lo que exista sea una necesidad del otro y uno crea que está enamorado. No se ha de necesitar a otro para ser alguien. Porque si se “necesita” a alguien, si hay una necesidad imprescindible -casi vital- del otro, ya no se trata de amor, sino de dependencia. O puede ser que se “necesite” al otro por una carencia de amor propio, y el amor propio –el amor de Uno Mismo hacia Uno Mismo- es el amor auténtico, el amor básico insustituible, y el principio del amor hacia el prójimo. Sería beneficioso dejar esa mala costumbre que se utiliza cuando se habla de otra persona, o cuando se presenta a alguien ante un desconocido, y no se alude a la persona misma, sino que se toma como referencia a otro. Por ejemplo, se dice: “es la esposa o la pareja de…” o “es la hija de…”, y eso está bien como orientación para que quien la desconoce sepa con quién emparentarla o relacionarla, pero, además, y sobre todo, es María, Milena, Inés, o Antonio. Y ahí es donde se ha de hacer hincapié. Sin ti sí soy alguien, por supuesto: soy yo. Y si tú no estás, si no te tengo, también seguiré siendo yo. La creencia en la frase del título afecta a la Autoestima, porque denigra a uno mismo haciéndole creer que no vale por sí mismo, sino que su valía radica en tener a su lado otra persona, porque ello le permite mostrarse a la sociedad como un integrante “normal” por contra a esa idea tan falsa como caduca de que sólo triunfan en la vida las mujeres que tienen pareja y acallan al instinto genético animal que grita en sus entrañas diciendo que tiene que ser fecundadas para realizarse como mujeres. Se es persona o mujer sin tener que ser madre y sin tener relación sentimental. Y el hombre es hombre aunque viva solo. La persona se realiza –se hace realidad- por el hecho de tomar conciencia de quién es, y lo hace aún más si trae a la presencia el Ser que es la esencia. Y para ello no necesita a nadie, solamente a sí mismo. Una persona solamente es nada si no se tiene a sí misma, pero mientras sea consciente de ser, de su entidad, de su naturaleza, de su autoridad y su soberanía, de su potencial personal y su poder espiritual, estará en contacto directo con quien realmente ES, y comprenderá de un modo irrefutable que ya ES la totalidad, que ES y tiene todo en SÍ, y que no necesita de complementos que le vengan del exterior para completarse, porque ya ES aunque no sea del todo consciente de esta realidad. Es una error temer que si el otro no está, si se va, o si no ha aparecido, uno dejará de ser lo que ya ES. Y no hay que someterse y humillarse por mantener a alguien que nos quiere dejar. Tal vez ser dejados sea el mayor favor que nos puedan hacer, aunque cueste un poco de tiempo comprender esto. Hay otra incongruencia similar a la citada, que es cuando se dice: “Sin ti no podría vivir”. ¿Por qué?, ¿no es tu propio corazón el que late en ti? Entonces puedes seguir viviendo aunque el otro no esté. Se mejora la idea sin se cambia por algo similar a: “Me alegro de estar contigo, de que estemos juntos, pero también podría estar bien sin ti”. Eres adulta. Tienes tu vida. Por lo tanto puedes vivir sin el otro porque puedes seguir sola o puedes quedar disponible para vivir con otro. Sería interesante dejar de usar esa frase porque no es cierta, pero el subconsciente -que no es muy listo para distinguir lo que es una ironía ni para diferenciar una frase hecha de una frase dicha conscientemente- se lo cree y nos hace actuar de acuerdo con ella. Y recuerda una cosa: no se le debe entregar todo el poder al otro. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - Si crees que tu vida se queda vacía sin la otra persona, y mantienes la relación solamente porque no eres capaz de estar sola, eso no es amor: es dependencia. - La valía de una persona no se define en función de tener o no compañía. - Las personas pueden vivir sin otras personas. Esta es la realidad que no hay que confundir con lo que es sólo la preferencia de estar con otra persona. Francisco de Sales
  19. ¿TIENES CLARO QUÉ ES LA EMPATÍA? En mi opinión, no siempre somos capaces de entender realmente qué es la empatía y de aplicarla correctamente. Nos gusta decir que somos empáticos con la gente que sufre, con quien está mal, con los confundidos y los desesperados, pero tal vez no lo estemos haciendo bien. La definición de empatía dice que es el “sentimiento de identificación con algo o alguien” y que es la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”. La definición de identificar es “hacer que dos o más cosas en realidad distintas aparezcan y se consideren como una misma” y “llegar a tener las mismas creencias, propósitos, deseos, etc. que otra persona”. O sea que es casi-casi ser el otro. Pero ser el otro es imposible. La posible equivocación en la comprensión de la empatía es que en realidad se trata de comprender cómo la otra persona siente y se siente, pero siendo ella misma y desde su punto de vivencia y de sus circunstancias, y no es cómo se sentiría uno mismo si estuviese en el lugar del otro. Ahí radica la gran diferencia. Eso es lo que uno tiene que revisar antes de afirmar que tiene o siente empatía. No es “yo en tu lugar estaría tan mal como tú”, no es pensarlo o imaginarlo: es sentirlo. Es entrar en su vida, en ese momento, en su mente y su dolor y su desesperación; es empaparse de las circunstancias que le han llevado hasta ese punto, y padecer las mismas noches de impotencia y cada una de sus experiencias dolorosas anteriores y su no saber qué hacer y hundirse. No es pensar como el otro: es sentir desde el otro. Desde su lugar, no observarlo desde fuera y suponer cómo se sentiría uno en su caso. Tú eres diferente a cualquier otra persona del mundo: eres único así como también los otros son únicos. Por eso ninguna persona reacciona igual que otra ante una misma situación o un mismo conflicto. Cada uno tiene sus propios miedos o fortalezas; cada uno actúa en función de su educación y autoconfianza. La empatía no debería quedarse en “te comprendo” y sería bueno que llegara hasta “¿qué puedo hacer por ti?”, aunque muchas veces lo único que podemos y debemos hacer por el otro es estar a su lado, coger su mano, pasarle un pañuelo, mirarle a los ojos y trasmitirle “estoy aquí, cuenta conmigo” si es que eso es cierto y se va a cumplir después. No siempre es conveniente restarle importancia a lo que le pasa con un “no te preocupes, esto no es nada” –porque sí es algo y no se ha de minusvalorar lo que pasa o lo que siente que le pasa-, ni mentir con un “todo se va arreglar” –porque tal vez no se pueda arreglar nunca y se le están dando falsas esperanzas que después se convertirán en más frustraciones”, ni siempre es consolador para el otro decirle que “otros están peor que tú” –en ese momento no le importan los otros, le importa exclusivamente lo que le pasa a él-. Así que conviene tener en cuenta que hay que tener la sensibilidad afinada para poder sentir lo que el otro siente, escuchar MUY BIEN para comprender perfectamente qué es lo que le pasa, ser respetuoso y tolerante y nada extremista o radical si se emite alguna opinión, y saber valorar también la comunicación no verbal; si se dice algo, hablar con cuidado y consideración y no olvidar nunca que la otra persona es como es y no como uno quisiera que fuera, así que va a ver, pensar y actuar según sus propios criterios y normas. Hay una frase que resume y explica todo lo anterior bien: “Empatía es ser capaz de sumergirse en el mundo emocional del otro… sin ahogarse en él”. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
  20. CAPÍTULO 163- IDEALIZAR DEMASIADO EL AMOR -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 163 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER Advertencia inicial: es una costumbre habitual imaginarse e idealizar el romanticismo del amor y la perfección idílica en la relación de pareja, desde una fantasía que no conoce los límites que impone la realidad, o desde el deseo demasiado idealizado, y no desde las posibilidades reales. Las expectativas que se ponen en ello son muy altas, tan altas a veces que eso hace –precisamente- que resulte muy difícil o imposible cumplirlas, y que el resultado sea precisamente el opuesto al deseado: Frustración. El amor, aplicado a la relación de pareja, se compone tanto de sentimientos desbocados como de una parte más asentada en la que entran en juego la inteligencia emocional y sentimental, para que el inteligente racional se pueda dar cuenta de lo que no quiere o no puede reconocer la parte ilusoria. Para ponerla en su sitio. Los sentimientos, por sí solos, no están capacitados para dirigir todo lo relacionado con el amor. Por eso, cuando se dejan las decisiones relacionadas con el amor a su exclusivo criterio y gobierno se dan los grandes batacazos, las sonoras decepciones, los desengaños, y los dolorosos fracasos. El amor tiene –por supuesto- magia, maravilla, gozo, una atracción misteriosa y oculta, fantasía, y también muchos otros sinónimos gramaticales que se pueden añadir a ese estado alterado de conciencia en que la razón no siempre hace acto de presencia tal como debiera. Lo que no es adecuado hacer es caer en la trampa de idealizar demasiado el amor, de llevarlo a un pedestal más alto del que le corresponde, porque se corren numerosos y graves riesgos. Lo que no es adecuado es quedarse solamente con la parte teórica ideal maravillosa de novela rosa y rechazar los inconvenientes que también tiene. El primero es que, si no se logra ese amor tan sublimado y glorificado –y eso, la verdad, es poco menos que imposible-, ello puede conducir a un estado de desesperación y fracaso muy superior al que produciría si se le dejara tranquilamente en su sitio y se valorase en la justa medida. Si una persona no tiene el amor de otra persona puede tener la equivocada sensación de que se está perdiendo más de lo que en realidad se está perdiendo. Y, además, no debería ser frustrante “perder” lo que nunca se ha tenido. Es como si alguien tuviera un sueño en el que posee un millón de euros y al despertarse y comprobar que en realidad no los tiene, tuviera la misma sensación que si realmente los hubiera perdido. Si se tiene amor, bien. Y si no se tiene, bien. Basta ya de dotarlo de significados y poderes extraordinarios que vayan a resolver todas las tristezas y penas que pasan en la vida. El amor y la relación de pareja sólo están bien cuando están bien. Que no es siempre. El segundo riesgo es el de esperar que la pareja le proporcione un amor tan maravilloso como el que sólo existe en su imaginación. Esto quiere decir que aunque el otro haga todo lo necesario por llegar a lo máximo, que es diez, jamás llegará al veinte que erróneamente se ha supuesto. Nada, ni nadie, van a estar a la elevada altura de perfección y magnificencia que se les puede llegar a atribuir. Salvo casos excepcionales, el amor de verdad, el que está al alcance de los mortales, no alcanza los niveles de sofisticación y excelencia de los imaginarios que se diseñan para las películas o los libros de ficción de amor, donde los personajes no tienen diarreas, ni se enojan, ni ellas soportan la regla y los malos días correspondientes; a ellas el sol siempre les resalta su esplendorosa cabellera rubia, ambos se despiertan pletóricos de amor y una banda sonora sensiblera les acompaña vayan donde vayan, pero lo que nos muestran es un anuncio de televisión con los mejores momentos de la relación (todos podríamos juntar unos cuantos minutos de nuestra vida para hacer uno de esos videos) pero no nos muestran cómo es el día a día, los enfados por nimiedades, los quebraderos de cabeza por asuntos cotidianos, los problemas de verdad como la salud, el dinero o la hipoteca, ni cómo les va diez años después. “El matrimonio hay que reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno”, escribió García Márquez. Todas las mañanas hay que ordenar todo el amor que se siente hacia el otro, hay que reorganizarlo con todos esos momentos positivos que ha aportado la historia común, hay que activar los buenos propósitos que quedan y regarlo con la magia de la ilusión, porque eso da ánimos para seguir adelante con confianza. Tal vez es más cuerdo ir a lo tangible, a lo real, y valorar a la persona que uno ama más que al amor que aporta. El ser humano es más real. Y el amor no es sólo la palabra que se dice, sino lo que uno hace por el otro, la cercanía que une a ambos, las caricias y las miradas, el deseo de agradar… lo que emana el otro y no lo que uno, en la insensata creencia de su imaginación, se ha propuesto que sea. El amor no es el Príncipe poniéndole a una el zapato de cristal, no es el hombre varonil trajeado que deja la copa de champán para abrazarla y besarla como ningún mortal ha hecho anteriormente en toda la historia de la humanidad, no es él corriendo bajo la lluvia a abrazarla mientras al fondo un piano desgrana y recompone las notas más románticas. Generalmente no hay un fuego de chimenea al fondo mientras ellos retozan apasionados sobre una piel de oso blanco, ni él tiene una perpetua sonrisa imborrable en los labios. El amor es humano, y mezcla altibajos de pasión con momentos de tibia rutina. Por las mañanas él amanece sin afeitar y ella no es como la del anuncio, que se despierta peinada y con el camisón recién planchado. El fuego de la chimenea se pasa más tiempo apagado que encendido, y el pianista se murió hace tiempo. Pero ahí está lo bello del amor: en seguir juntos e ilusionados a pesar de las circunstancias, de los altibajos; en sacarle una sonrisa a la tristeza para regalársela al otro; en amar a todas horas y en saber que se es lo más importante para el otro y el objeto de sus mejores deseos; en dejar que las manos entrelazadas sustituyan a veces a las palabras que no se organizan bien para decir lo que se siente, y que la devolución de una mirada sin palabras confirme que ha entendido todo lo que no se ha dicho. Es bonito el amor, pero quizás sea una equivocación idealizarlo hasta un extremo en el que ni él mismo quisiera estar. Y es mejor un amor que se pueda disfrutar a diario, aunque sea sencillito, que el que diseña en la imaginación más desbordada pero se queda sólo en eso. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - La idealización del amor puede convertirse en un frustrante autoengaño. - Somos humanos. Entender esto –y no exigir al otro una relación de comportamiento sobrehumano- hará que la relación tenga éxito. - Es muy posible que la pareja no pueda llegar a aportar nunca un amor tan idealizado como el que crea la imaginación. Si se rebaja lo irreal en la exigencia, todo irá mejor. Francisco de Sales
  21. CAPÍTULO 162 – NO MEREZCO ALGO MEJOR -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 162 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER Y con esta premisa, con esta especie de auto-maldición, esta profecía auto-cumplida, de que NO MEREZCO ALGO MEJOR, difícilmente puede uno encontrar la pareja adecuada. Se conformará con lo que aparezca, sea lo que sea. Porque, además, si encontrara una buena pareja, pensaría que no se la merece, y que no va a estar a la altura, y que no puede aspirar a alguien que sea normal o bueno, y que el otro se dará cuenta en algún momento de su pobre mediocridad, y que la vida no le ha destinado a merecer algo bueno, y que el destino no le ha bendecido y no le corresponde lo mejor… en fin: una cadena de disfavores, una retahíla de menosprecios, y una renuncia que son una condena al desamor. Pero… ¿qué hacer cuando no creemos merecer un buen amor? Sin duda, revisar qué es lo que hace creer eso. En un buen proceso de introspección, o mucho mejor de la mano de un psicólogo, uno puede llegar al origen donde se fundamentó esa idea para comprobar que no tiene una razón real de ser, porque es posible que se arrastren sentimientos de no merecer, o creencias –infundadas- en una necesidad de castigo, y que eso se manifieste manteniéndose sufriendo en una relación y no permitiéndose la felicidad. Toda persona tiene derecho a que le suceda lo mejor. Cada persona, por su propia naturaleza, o por ser hija de Dios, o simplemente “porque sí”, por derecho propio, se merece que le suceda lo mejor. Otra vez es la baja Autoestima, o la falta de ella, quien propicia y sentencia un futuro que no será acorde con lo que pudiera y debiera ser. Que nadie se engañe justificando que no se merece que le pasen cosas buenas por “errores” que ha tenido en su pasado, por su condición personal o social, creyendo insensatamente que en alguna reencarnación anterior habrá hecho algo malo y por ello en ésta no se merece cosas buenas, o que lo ventajoso y agradable de la vida está reservado para los otros. Quien utilice estas excusas, o cualquiera otra similar auto-culpabilizante, que abra los ojos y se dé cuenta de que son zancadillas que uno mismo se pone, o mentiras que se cuenta para no responsabilizarse de su propia felicidad o infelicidad. La responsabilidad de la felicidad es de uno mismo, y sería una insensatez dejarla en manos de la que quieran aportar los demás o de que se produzca ella sola. Es bueno desarrollar lo que se denomina el merecimiento. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - Que nadie se auto-boicotee el derecho a una relación sana y satisfactoria de pareja. - Toda persona tiene derecho a una sana y satisfactoria relación. Francisco de Sales (
  22. LO MARAVILLOSO DEL SILENCIO En mi opinión, las personas que tienen miedo a quedarse en silencio, y más aún en silencio y a solas consigo mismas, se pierden la oportunidad de disfrutar todo lo que éste aporta. Quienes lo practican con asiduidad –sobre todo- y quienes han tenido ya alguna oportunidad de probar la experiencia de contactar con él, animan a quienes no lo hayan hecho para que se permitan la oportunidad de experimentarlo y gozar sus ventajas y aportaciones. El silencio, no hay que olvidarlo, es el estado natural del Ser Humano. Cuando uno está solo y en silencio, si no es un silencio deseado, lo que siente es un cierto miedo a que aparezcan ciertos pensamientos –esos que son indeseados- y enturbien la tranquilidad aparente que proporciona no recordarlos, porque mientras uno hace cosas, o está hablando con otras personas, o está distraído con algo que ocupa su atención, resulta más fácil eludir ese contacto con uno mismo, con el Ser que es Uno Mismo. EL MIEDO AL SILENCIO ES EL MIEDO A SÍ MISMO. Si uno es capaz de controlar su mente y sus pensamientos puede aprovechar los momentos de soledad y silencio para contactar con el Ser Interior, para conectar con su divinidad o su intuición, o puede deleitarse trayendo al presente recuerdos agradables del pasado, o pensando en cosas de su agrado, pero… quien no está en paz del todo, quien tiene inquietudes sin apaciguar o reproches para echarse en cara, es muy posible que en esos momentos de calma reciba la visita indeseada de las autocríticas, el ataque irrespetuoso de las auto-recriminaciones, o se enzarce en una pelea con su conciencia de la que claramente va a salir vencido y dolido. Cuando se habla de silencio, no es solamente referido a la ausencia de sonidos externos, sino también al silencio interior, a la ausencia de esos ruidos mentales que se manifiestan en forma de pensamientos repetitivos o de reproches como ecos de una guerra interna continua. El silencio también es la ausencia del barullo de la mente para poder llegar a un nivel más profundo de comunicación y comprensión, donde la claridad es más notable, donde parece que el diálogo es directo con la fuente evitando la intermediación contaminante de la mente y sus condicionamientos, y sin que los prejuicios y los errores intervengan. El silencio es purificador. En el silencio aparecen sensaciones que no captamos habitualmente. El silencio está lleno de sabiduría: escucharlo es escucharnos. El silencio es imprescindible para escucharnos. El silencio conoce el camino de regreso al origen, a la verdadera naturaleza, a la Esencia. El silencio es enriquecedor. Nos ayuda a centrarnos. Permite que afloren nuestros intereses y preocupaciones personales reales. El silencio nos conecta con el Ser Esencial. El silencio es el estado inmejorable para la reflexión. Evita las distracciones. Desde un punto más racional, científico y demostrable, relaja la mente, alivia el estrés, reduce los niveles de ansiedad, relaja y estabiliza la tensión arterial, refuerza el sistema inmunológico, mejora el estado de ánimo, las funciones cognitivas se fortalecen y las nuevas neuronas se integran en el sistema. El cerebro responde a ese estado positivamente. El silencio es el espacio natural para la paz y para el encuentro auténtico con uno mismo. Te invito a que lo pruebes y preferiblemente, a diario. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
  23. CAPÍTULO 161 - POR TI SOY CAPAZ DE SUFRIR LO QUE HAGA FALTA -ATENCIÓN A LA BAJA AUTOESTIMA- Este es el capítulo 161 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER Por principios, opino que cualquier relación que provoca sufrimiento hay que cortarla inmediata y tajantemente. La relación sentimental no es para sufrir: es para ser felices, para estar a gusto y bien, ha de ser enriquecedora, amable, siempre deseable, y en ella deben imperar las sonrisas y la tranquilidad. Y si carece de todo ello, no son relaciones sentimentales normales. Nadie ha venido a este mundo a sufrir, y menos aún en una relación que no ha sido impuesta sino que ha sido una decisión de libre voluntad. Está bien permitirse un pequeño sufrimiento, consciente y aceptado, si la relación no es del todo del modo deseado. Hay una lógica frustración cuando falla porque no cumple las expectativas, un justificado despecho, una cierta rabia porque se ama o se amaba a la otra persona, porque se habían forjado ilusiones y proyectos que ahora no siguen, y porque lo que viene a partir de la separación –en el caso de que se produzca- siempre tiene una parte desagradable, pero esa es la única parte positiva de la experiencia: se ha descubierto y aprendido algo, lo que sea, y se evitará en la próxima relación. Cualquier tipo de mansedumbre -como permanecer al lado de una persona que sólo aporta sufrimiento en una relación que sólo aporta sufrimiento- es absurda, inútil, ancla a un estado doloroso innecesario, prolonga un estado autoagresivo y hace que se pierda una parte importante de la vida por el hecho de no querer admitir que todas las cosas tienen un fin –aunque sea un fin indeseado-. Hay que saber escucharse honradamente y no negar la realidad cuando es evidente. Hay que ser honorable y valiente y preguntarse qué sentido tiene la relación, qué aporta, qué tipo de vida y de futuro se va a tener al lado de esa persona, a dónde lleva eso, qué necesidad tiene uno de seguir martirizándose y por qué y para qué lo está haciendo, y, sobre todo, revisar los derechos fundamentales básicos: derecho al respeto a la propia dignidad, derecho a ser bien tratado, derecho a la felicidad, derecho a equivocarse y derecho a remediarlo, derecho a volver a empezar, derecho a defender los derechos y a que sean acatados los principios personales. Si alguien está respetando ese error de “Por ti soy capaz de sufrir lo que haga falta”, que sepa que está en un tipo de relación masoquista, ruin, indecente, deshonrosa, y vejatoria. Muy vejatoria. Seguramente podría encontrar otro montón de adjetivos tan denigrantes como estos, y crear con ellos una lista sangrienta que se aproximara, aunque sólo con palabras, a la realidad tan indigna de quien es capaz de permitirse sufrir a cambio de la limosna de unas migajas de un mal sucedáneo de amor. Y hay más mujeres de las que se pueden imaginar en esta situación. Porque sufrir no sólo se refiere a violencia física, sino que engloba las torturas psicológicas, la crueldad mental, la desatención, los desplantes, la intimidación verbal, los actos misóginos, o las puñaladas que propina el silencio cuando se pide una explicación o se ruega un poco de atención o una leve muestra de cariño con un gesto o una palabra y lo que se recibe a cambio es una cara adusta, un silencio aún más agresivo, una mirada que mata, o el desprecio más cruel y absoluto. Y este tipo de hombre aún es capaz de añadir más sufrimiento para ella, y es cuando se ensaña con los hijos, maltratándoles, despreciándoles, o desatendiendo su función de padre y no participando en ninguna de las tareas de la educación de ellos. Hay mujeres que soportan todo tipo de vejaciones e improperios, y todas las burlas y desprecios, con tal de mantener a su pareja a su lado, aunque ya no le aporte ninguna satisfacción sino todo lo contrario, pero, con tal de no quedarse solas, o no quedarse en la calle, o por tener un techo donde cobijar a sus hijos, soportan lo que debiera ser insoportable. En algunos casos piensan, equivocadamente, que si se convierten en mujeres dóciles que no crean molestias a su pareja, ésta, a cambio, las van a querer por ser tan buenas. Sucede exactamente lo contrario: al comprobar su sumisión, esos hombres sin corazón de los que hablamos, se envalentonarán más porque verán que ella son capaces de soportar cualquier cosa, y verán que las tienen rendidas, y que hagan lo que hagan ellas se lo van a tolerar, porque no tienen la valentía o la dignidad suficientes como para abandonarles y emprender el camino a otra vida que sea mejor. Esperan, inútilmente, que ellos se den cuenta de lo buenas que son y las amen. Y esa esperanza infundada –que jamás saldrá de la utopía de ser solamente una esperanza- las está matando. En un tipo de relación como esta la única opción decente y honrada es recurrir a la propia dignidad, al honor que ennoblece al Ser Humano, rebuscar donde quede algo de orgullo y honestidad, reconciliarse con la que una era antes de caer en esta degradación, pedir ayuda terrenal o divina, acumular lo poco de amor propio y fuerza que aún queden, prepararse para lo que venga- sea lo que sea siempre será mejor-, y escapar de esa situación. El diálogo sensato con un tipo de hombre como el que hemos usado en este ejemplo es inútil; los intentos de hacerle cambiar están condenados al fracaso; perder el resto de la vida, desperdiciarla, malgastarla en una relación que no aporta más que cosas negativas es algo que una no se debiera permitir. Es conveniente que se presente el mejor de los orgullos y las alejen de ese malvivir. Ese ha de ser el propósito final. Y es el mejor de los propósitos. Este tipo de hombre no se merece ningún sufrimiento por él. Sólo se merece el desprecio y el abandono. O la cárcel. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - Sufrimientos innecesarios e inútiles, CERO. Tolerancia, CERO. - A la vida se viene a VIVIR y no a sufrir. - Las relaciones tóxicas no compensan, no aportan nada positivo. - La dignidad personal ha de ser la mejor aliada para huir de este tipo de relaciones. - Y la denuncia está a disposición de quien lo necesite. Francisco de Sales
  24. CAPÍTULO 160 - VER A LA PAREJA SÓLO COMO “EL OTRO” O “LA OTRA” -CUANDO LA PAREJA ESTÁ DESCOMPENSADA- Este es el capítulo 160 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER Es imprescindible no ver al otro miembro de la pareja simplemente como “el otro” o como “la otra”. Es mejor ser capaz de desear para él o ella lo mismo que para uno, y hacer por él o por ella lo mismo que se haría por uno mismo. Es conveniente no dejar un espacio distante en el corazón que pueda hacer creer que el otro es algo separado. En la relación, los dos son solamente uno. Cuando una persona toma la decisión de compartir con otra el tiempo de su vida, está creando un hecho que va más allá de la convivencia que está predestinada a hacer más felices a ambos, más allá de los beneficios que se espera que eso aporte, y mucho más allá de lo que las palabras pueden expresar. Es decidir –de un modo voluntario- unirse a la otra persona del modo más íntimo que se puede, ya que con ella se compartirán cosas que ninguna otra persona llegará a conocer, se harán cosas que no se harán jamás con otras, y pasarán juntos momentos en que ambos mirarán con los mismos ojos y en la mismo dirección; se puede llegar a un grado de compenetración tal que habrá situaciones en las que uno tendrá la sensación de haber dejado de ser él mismo para ser el otro –se hacen por el otro, voluntariamente, porque así se desea, cosas que jamás se pensó que se llegarían a hacer-, y se nota una gran sonrisa de satisfacción cuando se piensa en el otro, y el corazón, sin palabras, anima o empuja a darle lo mejor, a amarle incondicionalmente, a sentirle tan dentro como si fuera una extensión de uno mismo. El otro es, también, uno mismo. Y mientras no se vea de ese modo, no se habrá llegado aún a la máxima compenetración posible. Todo lo anterior está visto desde el sentido romántico que se le puede dar al “otro” o la “otra”. Hay otra interpretación de esta misma situación que no es romántica y sí dolorosa. Me refiero a cuando la persona que también es miembro de la pareja ya deja de ser apreciada como tal y pasa a ser sólo “quien convive en la misma casa y comparte la cama”. Esa visión, que minusvalora y desprecia, es destructiva para la relación. Si se le rebaja a la categoría de “el otro” es porque se le ha despojado de la consideración especial que tenía al ser el amado. En ese “el otro” no está presente el amor. Si uno solamente siente eso por su pareja puede decir que ya ha llegado el fin del amor. SUGERENCIAS PARA ESTE CASO: - Si de verdad se ama a una persona se le siente dentro y no fuera. Se le siente como uno mismo y no como otro. - Si ya no se ve a la pareja con los ojos gratificantes del amor, si quien era el amado ya no lo es, habrá que tratar este asunto y decidir entre ambos qué se va a hacer a partir de ese momento. - No hay relaciones perfectas, sólo hay parejas que nunca se rinden. Si dejas de sentir intensidad no te rindas; si sigue habiendo algo de amor ponlo a trabajar en la recuperación. - Si es imposible recuperar lo que hubo y lo que se desea que haya… hablar, hablar, hablar. Francisco de Sales
  25. DIOS ACEPTA LIMOSNAS VIDEO: https://www.youtube.com/watch?v=MnDy-ebFafg
×
×
  • Create New...