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DEJAR FLUIR, DEJARSE FLUIR En mi opinión, en ocasiones nos queremos oponer a lo que no necesita de nuestra oposición. En muchas circunstancias nos falta confiar en lo que sucede, o lo que tiene que suceder, y nos oponemos innecesariamente con un esfuerzo que es inútil y con una obstinación que se nos queda grande. Nos resistimos a que sucedan ciertas cosas y esa resistencia es pura fachada. Detrás de ella están agazapados nuestros miedos y se encuentra también nuestra debilidad, que no quiere ser descubiertos y se disfrazan de entereza. La fluidez es el modo natural de que sucedan algunas cosas. Tienen que suceder y suceden. Y no se debe pelear contra la realidad, ni oponerse, y no conviene entorpecer la marcha de la vida o del mundo. A veces nos toca vivir experiencias incómodas –aunque desconozcamos el por qué y el para qué- y hay que vivirlas. Y es mejor hacerlo sin una inútil oposición, sin poner rabia donde sólo cabe una sabia rendición que es el mejor modo de colaborar con lo que ha de ser inevitable. Hay ciertas cosas que requieren del abandono, de la fluidez, para que transcurran sin ponerles unos obstáculos que son innecesarios. Quien tiene fe debería confiar en Dios o en el destino y aceptar también lo incomprensible. Quien lleva muchos años de vida, si ha estado atento habrá comprobado que todas las cosas que han pasado, extrañas en su momento, han resultado tener una utilidad en algún sentido; han demostrado ser necesarias. Todas las experiencias acaban transformándonos de algún modo y ya se sabe que la transformación es necesaria y forma parte del hecho de ser Humanos. La vida es un continuo aprendizaje y la evolución sólo se consigue experimentando, aprendiendo y comprendiendo para aceptarlo después. Preferimos evitar las experiencias desagradables o dolorosas, pero parece ser que están para enseñarnos, para que confiemos más en nosotros; cuando aparezcan es mejor meterse en ellas completamente, con confianza en que al final saldremos indemnes, sin miedo a lo que pueda suceder, plenamente conscientes de lo que pase mientras pase, porque sabemos que en algún momento van a acabar y retomaremos nuestra vida cotidiana. De la actitud ante esas circunstancias dependerá el resultado, positivo porque se comprenda y se acepte que hay que vivirlo, o negativo porque uno se quedará sólo en la parte sufriente y eso le impedirá ver la cara mejor. O sea, dependerá de que uno se deje fluir mansa y confiadamente, o que se empeñe inútil y agotadoramente en nadar contra corriente. No nos gusta que las cosas no salgan tal como las deseamos, por eso se produce la reacción inmediata de fastidio o de oposición, pero una persona que está en un Proceso de Desarrollo Personal no debería oponerse y debería recibir esta oportunidad distinta que le da la vida de tener que desenvolverse en una situación que no es la más cómoda. Conviene hacerle saber a la mente, y al ego, que las cosas no siempre suceden del modo deseado, y que hay que aceptarlo así, sin oposición. Fluyendo. Dejando fluir con confianza una parte de la vida –mientras otra sí permanece atenta, por si acaso-. Permitiéndose experimentan la frustración sin una oposición tan rotunda como inútil. Tal vez detrás de la fachada fea de las cosas que no queremos haya algo agradable pendiente de descubrir. Jung decía “El sabio no busca hacer, deja que las cosas sigan su curso”. Conviene tener la intuición predispuesta, y la atención muy afinada, para no caer en la auto-trampa de confundir “dejar fluir” con “no hacer nada cuando sí hay que hacer”. Uno debe saber cuándo afrontar las circunstancias con ímpetu y cuándo colaborar con ellas no oponiéndose. El control total y sobre todo es imposible. Y además hay cosas que no requieren de nuestra oposición sino de nuestra colaboración. A veces es conveniente tener paciencia y quedarse quieto observándolas y observándose. Dejar fluir y dejarse fluir. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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YO En mi opinión, sería muy conveniente –incluso imprescindible-, que a lo largo de cada día, en varias ocasiones, nos separásemos del mundo, de lo que estemos haciendo, de cualquier ocupación-preocupación, de todo lo que sea externo y esté fuera de nosotros, de aquello que no soy yo y es solamente el sitio por donde me desenvuelvo o el personaje que represento, para tomar conciencia y consciencia de este Ser Único que soy YO. De este que soy y nadie más en el mundo es ni puede ser, del que es el centro y el motivo de mi vida, del que me ha acompañado cada uno de los segundos transcurridos desde que nací, del que ha permanecido constantemente en los mejores y en los peores momentos, o sea… YO. Y no me refiero a este yo siempre ocupado o distraído, el que solamente para muy de vez en cuando para mirarse en el espejo del alma –y nunca queda satisfecho con lo que ve- y que el resto del tiempo parece que huye de sí mismo. YO es una palabra poderosa y no por sí misma, sino por lo que representa cuando uno es capaz de sentirla con las mayúsculas con las que lo he escrito. YO es el centro de cada Universo Personal y hay que aprender a pronunciarlo y a sentirlo con la majestuosidad que tiene. YO es algo apartado del resto del mundo y ha de tener el lugar preponderante que le corresponde sin que eso se confunda en ningún momento con ser egocéntrico. YO llevo toda mi vida conmigo y voy a pasar el resto también. Todo lo que haga, lo que piense, lo que diga, conviene que nazca de YO porque eso le dará trascendencia y grandeza a la propia vida. Parece que no hubiera nada más absurdo que no tener una consciencia plena de quién es uno en realidad y poner a ese que YO SOY en el lugar donde pongo al yo que estoy siendo. Lo que hace que la vida sea un pasatiempo rutinario –un derroche lamentable del limitado tiempo que disponemos para vivir- o que sea una continuidad presencial –que le daría otro empaque a la vida- es tener o no tener la consciencia clara de ser único, de ser Uno Mismo, de estar, de saber quién se es. Para tener más consciencia de YO es conveniente dedicarse el tiempo necesario –y sin cargo de conciencia- para profundizar en un Proceso de Desarrollo y Autoconocimiento. Esto ha de tener su prioridad y su espacio de tiempo reservado. Es un trabajo diario. Y tal vez sea la tarea más importante que uno tiene que desarrollar en su vida. Hazte preguntas… ¿qué sé de este YO que soy?, ¿qué hago por YO?, ¿qué espacio ocupa YO en mi vida?, si digo YO… ¿sé a qué o a quién me estoy refiriendo?, ¿tengo una consciencia exacta y profunda de YO? Responder a estas preguntas, que han de tener una respuesta absolutamente personal –y por eso yo no te digo mis respuestas- merece tu atención y dedicación. Aparta TODOS LOS DÍAS un tiempo para ti, para que conozcas bien a YO y para que por fin seas, a todas horas, YO. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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ME ALEGRO DE TENER UNA PÉSIMA MEMORIA
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ME ALEGRO DE TENER UNA PÉSIMA MEMORIA En ocasiones, nos empeñamos tanto en no querer olvidar una ofensa -o algo que hemos sentido como una ofensa aunque en realidad no lo fuera- que perdemos tiempo, energía, optimismo y vida, en mantenernos ofendidos, que es una inutilidad que además se vuelve contra nosotros y nos agrede por todos los lados y de todos los modos. Nunca pensé que me podría ilusionar escribir esta realidad que he plasmado en el título: ME ALEGRO DE TENER UNA PÉSIMA MEMORIA. Tengo que añadir que “para ciertas cosas”. Por ejemplo, para las ofensas. Me encanta olvidarlas. Me encanta. Esta mañana me he encontrado con un ex vecino del lugar donde viví antes, al que no veía desde hacía varios años. Le he saludado cordialmente y hemos estado hablando un rato para ponernos al día de nuestra situación actual. Todo ha ido bien, muy amables ambos y con una sonrisa puesta en la boca. Cuando nos hemos despedido, y mientras aún seguía relamiéndome por el bueno gusto que me había provocado el encuentro, he recordado que dejé de hablar a este vecino porque una vez me amenazó, y muy seriamente, porque decía que yo tenía la música muy alta de volumen en mi casa, cosa que no era cierta. Aquella fue una discusión agria, y más que desagradable, y si le hubiera respondido a su incitación y agresividad podría haber llegado a ser violenta. Pero hoy, al verle, no estaba presente nada de lo que pasó. Me ha alegrado que así fuera. Este hombre con el que estuve hoy no tenía nada que ver con aquel de la discusión. Iba acompañado por su pareja y se le veía alegre, feliz, y cuando sucedió aquello justo acababa de dejarle su esposa y es evidente que no estaba en su mejor momento. Estaba muy susceptible –con razón- y tal vez quiso pagar conmigo la rabia que tenía contra su esposa. ¿Qué hubiéramos ganado ambos si yo me hubiera pasado estos últimos años rememorando continuamente aquella situación, y guardando el rencor que me creó aquel día para que no se me olvidara nunca todo lo que sentí entonces por él? Me alegro de que esta memoria mía sea capaz de guardar con cariño y cuidado los excelentes recuerdos que tengo de momentos preciosos y en cambio, y sin que me importe, sea capaz de perder los momentos desagradables que me produjeron otras personas. Y me alegra en la misma medida ser capaz de permitir que se diluyan esos ataques a mi ego que yo entendí como ataques a mi persona. No ofende quien quiere, sino quien uno permite que ofenda. Que el olvido haya hecho la labor de cargarse con la incómoda o dolorosa molestia que provocan las ofensas y sus sinónimos me libera de tener que estar arrastrando y padeciendo sus consecuencias. Comprender las razones o motivos de quien nos “ofendió” puede desmontar todo el drama que nosotros le hemos añadido, y nos puede permitir llegar a darnos cuenta del porqué. En el caso de mi ex vecino se ve claramente que yo no era el culpable de su estado de ánimo, sino que fui la válvula de escape. Y aunque dirigiera a mí su rabia no era a mí a quien apuntaba sino a aquella esposa que le había abandonado. Si uno se pone a revisar serenamente los momentos en los que ha jurado –real o simbólicamente- un odio eterno a alguien por las ofensas que otro ha cometido, y lo hace con ecuanimidad, desde la justicia imparcial, y también desde el punto de vista de la otra persona, desde su estado de ánimo y sus circunstancias, le resultará mucho más fácil comprender la acción del otro. Es muy posible que aquel que nos ofendió, humilló, insultó, menospreció, o difamó, lo hiciera sin una intención tan grave como fue el resultado. Es posible que dirigiera a la persona equivocada su intención dañina, que estuviera obcecado por otro asunto y fuera de sí, que no supiera medirse, que su carácter sea desagradable, que lo que odie sea su vida o a sí mismo y no a nosotros. También puede ser que fuera muy consciente de su intención de hacer daño y que fuera su intención verdadera hacerlo, pero aún en ese caso se podría hacer un esfuerzo de comprensión y entenderle. Y sentir lástima por él. El caso es que quien arrastra un rencor de años, una rabia largamente acumulada, o un deseo de venganza más o menos oculto, en realidad se está haciendo a sí mismo un daño grave. El espacio que ocupan todos esos sentimientos desagradables podría estar ocupado por una comprensión generosa del Ser Humano y sus equivocaciones. El amor a los otros y a sí mismo podría ocupar ese mismo espacio. La pregunta valiente, que se ha de hacer desde el corazón y el amor, desde el cuidado a Sí Mismo, desde el respeto que uno ha de tener hacia su propio bienestar, y el deber de preservarse de cualquier ataque a su estabilidad emocional, es esta: ¿Qué me aporta de positivo seguir así? O también esta otra: ¿Para qué me estoy obligando a mantener este aire de ofendido? Las respuestas, si cumplen el requisito de ser sinceras y de no estar descaradamente a favor del deseo de perpetuar el estado de ofendido, nos sorprenderán. No sorprenderá, tal vez, que la primera respuesta sea “Nada” y la segunda sea “Para nada”. Y si las respuestas son estas, u otras similares, es el momento de pasar la escoba por el pasado, de darle de comer al olvido, de ponerse una leve sonrisa en la boca y pensar algo parecido a “cuánto tiempo, cuánta energía, cuánto optimismo, y cuánta vida perdida con esto”. Me encanta tener una pésima memoria que es tan sabia que no se entretiene con estas tonterías. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias. -
CÓMO CONTACTAR CON EL NIÑO INTERIOR (o con la niña interior)video:https://www.youtube.com/watch?v=vOvat_KNKIc&t=11sCÓMO CONTACTAR CON EL NIÑO INTERIOR(O la Niña Interior)En mi opinión, todas las personas seguimos manteniendo en nuestro interior, y de algún modo vivos, a cada una de los personajes que hemos sido a lo largo de nuestra vida y siguen vivas y afectándonos –para bien o para mal- la representación de todas las personas que hemos sido en nuestras diferentes edades pasadas: la infancia, la niñez, la adolescencia, la juventud, la madurez... y siguen vivas y afectándonos las experiencias que nos han dejado huella de algún modo, así que siguen vivas cada una de las tristezas en las que nos perdimos, los llantos desgarrados, los momentos de felicidad, el desánimo de los abandonos, el terror de los miedos, la gravedad de las dudas… y todo aquello por lo que hemos atravesado y nos ha dejado de algún modo su señal. Cada una de esas situaciones vividas nos sigue influenciando y afectando.
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¿QUIÉN SOY YO? O ¿QUÉ SOY YO? En mi opinión, el hecho de enunciar bien una pregunta nos puede llevar directamente a la respuesta que en realidad buscamos o nos puede derivar hacia otro sitio, lejano y equivocado, en el que no la encontraremos por mucho que la busquemos. Y esto es más delicado aún cuando se trata de preguntas que tienen trascendencia, que son esenciales e inherentes en el Ser Humano, y que necesitan una respuesta satisfactoria y real para la tranquilidad, la paz, y el equilibrio emocional. La pregunta ¿Quién soy yo?, por ejemplo, no ha de hacerse de un modo intelectual, como buscando una justificación o una definición que se explique a la mente desde la mente, o como si fuera una simple curiosidad, sino que ha de ser una pregunta que introduzca cada uno en su interior y la deje reposar, sin intentar forzar una respuesta con la mente, permitiendo que se responda en forma de sentimiento, de sensación, de intuición… A algunas personas les puede resultar más sencillo hacerlo de otro modo, modificando un poco la pregunta: ¿Qué soy yo? Cuando se pone un “quién” en la pregunta, inconscientemente estamos pensando en que la respuesta tiene que estar referida a una persona, y cada uno de nosotros, el Ser Humano que cada uno es, es algo más que solamente una persona aunque sea eso lo que mostramos al mundo y con lo que habitualmente nos identificamos. Somos el “Uno Mismo”, y eso es también -además de la persona- la espiritualidad, el alma, la energía, la intuición, la divinidad, y todo aquello que es distinto de lo que es solamente un cuerpo. “¿Qué soy yo?” tal vez esté mejor orientada y nos abra un abanico de posibilidades mucho más amplio, y es en esa mayor amplitud donde está lo que cada uno es. Más allá de la limitación de la persona física de solamente carne y hueso se encuentra lo que realmente somos. En general, no estamos capacitados o nos cuesta muchísimo dar respuesta a la preguntas trascendentales, y la equivocación está en que pretendemos tratar con la mente asuntos que van mucho más allá de la mente y que ésta no puede alcanzar con su racional y limitado entendimiento. La mente tiene necesidad de estructurarlo todo, de definirlo poniéndole una etiqueta que pueda comprender, para su tranquilidad, pero hay una parte de nosotros que la mente no puede controlar porque lo que es esa parte escapa al entendimiento lógico y razonable. ¿Quién soy yo? Es evidente que no soy mi cuerpo puesto que mi cuerpo ha cambiado desde que tengo uso de razón hasta el día de hoy, pero en cambio, en cada momento –y con el cuerpo de cada momento- he seguido teniendo la noción de “yo”. Tampoco soy mis pensamientos puesto que ellos cambian, y a pesar de ello uno sigue creyendo y sintiendo que “soy yo”, por tanto no puedo ser mis pensamientos. Tal vez soy… el que se da cuenta de MIS pensamientos y de MIS sentimientos y de MIS emociones, pero no soy mis pensamientos ni mis sentimientos ni mis emociones. Soy otra cosa porque tengo noción y sentimiento de posesión sobre ellos y de que son “otras cosas que no soy yo”. Soy el que dice MIS. Para quien sea capaz de entender esto bien ya casi puede dar por respondida la pregunta –aunque se puede matizar y ampliar mucho, pero siempre a partir de esta noción básica-, y quien siga buscando otra respuesta es posible –no sé si es cierto- que esté perdiendo el tiempo. Quien se pregunte “¿Qué soy yo?” tiene muchas posibilidades de acercarse a una respuesta satisfactoria y que represente la verdad. No hay que buscarse atributos que solamente abarquen a la persona, sino que hay que estar abierto a la comprensión de ser un conjunto indisoluble de cosas que juntas engloban la grandiosidad que es el Uno Mismo, el Ser y el Humano que realmente somos. Esta es otra de esas cuestiones que uno tiene que resolver por sí mismo, sin tratar de que sea una frase que otro emitió quien le dé la respuesta. La frase ajena se puede utilizar como el principio de una profunda reflexión que tiene que conducir al encuentro con la respuesta propia o a la asunción de la frase ajena pero en lo profundo de uno y no solamente en la mente. LA AUTÉNTICA SABIDURÍA NO ES UN ASUNTO DE LA MENTE, SINO DEL CORAZÓN. ¿Quién soy yo?, o tal vez ¿Qué soy yo? son unas interesantes preguntas que te están esperando. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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POR FAVOR… TENGAMOS MÁS HUMOR. En mi opinión, un elemento tan especial como es el humor lo tenemos infrautilizado. Llevo varios años observando cómo decae, hasta casi su extinción en muchas personas, el sentido del humor. Estoy convencido de que hace años las personas nos reíamos más. Éramos capaces de encontrar la gracia a casi cualquier cosa. Los chistes circulaban a diario y a gran velocidad. Todos teníamos un familiar o un amigo que era un experto en contarlos, en hacernos gracietas o hacernos reír, y eso le hacía convertirse en el centro de cualquier reunión. Era admirado por esa maravilla de usar el buen humor, de tener ingenio con las gracias, incluso con las bromas. “Estás perdiendo tu sentido del humor”, me dijo un día una de mis hermanas. Y me quedé pensando. Tenía razón. Yo que siempre he presumido de tener un excelente sentido del humor–y lo he disfrutado y mucho- estaba perdiendo esa chispa –ese tesoro- que siempre me ha acompañado. Con 6 años montaba un espectáculo de humor para otros niños. Cuando sea mayor dejaré de escribir este tipo de artículos y escribiré cosas de humor. Pero… durante un tiempo lo perdí. Me ponía una máscara de seriedad al llegar al trabajo y al salir se me olvidaba quitármela y seguía el resto del día con ella. Parece como si ahora nos dejásemos agobiar más por los problemas, como si pensáramos que tenemos que estar siempre serios, que en la vida nos pasan demasiadas cosas poco agradables como para andar riendo. Y esto no me gusta. Es cierto que pasan cosas desagradables, pero el hecho de afrontarlas con una seriedad un poco pesimista no las resuelve. Si acaso, con esa actitud se consigue lo contrario, o sea cargarlas con más dramatismo. En cambio, tomar las cosas con un poco de humor –que no quiere decir que sea de un modo irresponsable o menospreciando la importancia que tengan- puede ser muy positivo. Vernos reír, sentirnos de buen humor, nos hace ver una cara mejor de la vida, con menos dramatismo. Si reímos, en el inconsciente sentimos que no todo está perdido. Que ese problema no es tan grave –aunque lo siga siendo- y que tenemos a nuestro favor la colaboración de un optimismo que se manifiesta mediante una sonrisa o un buen humor. El buen humor hace que las cosas duras sean más tolerables. De siempre se ha afirmado como algo cierto que el buen humor es síntoma de salud mental. Y hay algo que es evidente: el buen humor de una persona hace felices a los otros. Me gusta recomendar lo que pienso: que una buena sonrisa abre muchas puertas. Con el buen humor pasa lo mismo: se genera de inmediato una relación abierta y relajada con alguien bien humorado y asociamos a esa persona a alguien que transmite confianza; como si no pudiera ser mala persona porque tiene buen humor. Me parece que, a pesar de las circunstancias adversas por las que atravesamos a veces, tenemos que mantener vivo el sentido del humor, ser capaces de reírnos de nosotros mismos y de cómo actuamos a veces, y desdramatizar las cosas. Hay que entrenar el humor, rodearse de gente con buen humor, convertirse en un experto en ello y también en el optimismo: son actitudes voluntarias que podemos tomar ante la vida y cada vez que haya un pensamiento o un suceso duro, difícil, negativo… poner uno positivo después, para compensar. Es un ejercicio mental que poco a poco se puede instaurar y pasar a formar parte de nuestra personalidad o del modo de ser y proceder. No mejora las cosas amargarse, estar circunspecto, excesivamente serio, o dramático, porque las cosas son como son independientemente de cómo nos las tomemos y ser capaz de relativizarlas aportando un poco de sentido del humor nos lo pone más fácil. “La actitud lo es todo”, se dice. Y si no es todo, es casi todo. Te recomiendo dedicar un minuto y nueve segundos a ver este video: https://www.youtube.com/watch?v=E-vHYv3RBfM Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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LAS MENTIRAS QUE UNO MISMO SE CUENTA En mi opinión, a veces, para poder seguir sobreviviendo, se nos hace casi necesario contarnos pequeñas mentiras, hacer como que no vemos algo que es muy evidente, restarle valor a una decepción, o decir que confiamos en algo que es solamente un deseo y posiblemente no sea nunca una realidad. Todo eso hasta puede tener una justificación que, con mucha voluntad y comprensión, se puede aceptar. La diferencia básica entre mentira y autoengaño es que en el primer caso uno es consciente de que no dice la verdad y en el segundo caso lo hace de manera inconsciente. Quien miente es porque obtiene un beneficio de ello. Es un acto consciente que se ejecuta porque se espera algún tipo de recompensa al hacerlo. A veces se tergiversan los hechos y se le dan la interpretación que a uno le interesa –aunque no sea la verdadera- o a veces uno dice lo que sabe que no es cierto porque eso le beneficia de algún modo o le evita una consecuencia negativa. Pero… hay quienes se han convertido, voluntaria o involuntariamente, en auto-engañadores. No aceptan su propia realidad y se engañan porque lo que se inventan mintiéndose es mejor que lo que tienen en su realidad. De algún modo, lo que hacen es inventarse una identidad distinta, una especie de Yo Ideal en el que caben las cualidades y virtudes de las que no dispone, un personaje casi perfecto, idílico, que carece de sus propios defectos –que no quiere aceptar y de este modo cree que los elude- y tiene las virtudes que uno mismo aún no ha sido capaz de desarrollar. En la mayoría de los casos, lo que se esconde detrás de esta actitud es una Autoestima baja que no llega a cubrir las expectativas básicas propias. Les resulta más fácil inventarse un personaje falso que solucionar definitivamente sus cosas. Lo que es evidente es que de este modo no construyen una realidad sino un castillo de naipes trucados. Las mentiras que uno mismo se cuenta son un pecado imperdonable. Colaborar en el auto-engaño es indecente. La verdad es la verdad y hay que asumirla aunque no agrade; se requiere, eso sí, mucha dignidad para hacerlo noblemente y una honradez que se imponga a la huída de la aceptación. No me parece acertado inventarse un mundo delicioso pero irreal. Soy más partidario de arreglar el mundo que sí tenemos y adecentarlo a nuestro gusto mediante un trabajo de Desarrollo Personal. Sólo entiendo, como excepción, tener un Paraíso Personal, un lugar al que retirarse en meditación o con la fantasía para relajarse de los conflictos de la vida cotidiana, pero entendiéndolo siempre como un recreo y no como una huída. Las personas que se inventan un Yo Ideal maravilloso, y viven como él, impoluto, insuperable, en realidad se están condenando a vivir en una falsedad y, en los momentos de honestidad, a darse cuenta de cuánto se desprecian y de qué dolorosa es la inaceptación de sí mismos. La vida propia a veces se siente como un fracaso y las mentiras resultan ser más benévolas que la realidad. Entenderé casi cualquier argumento o truco que se utilice para pasar un momento puntual en la vida siempre y cuando uno sea consciente de que es sólo una razón de consuelo y no una verdad. Si uno se dice “esto pronto acabará” está bien si eso le sirve mientras sigue luchando incansable y plenamente para que realmente acabe, pero si lo convierte en un autoengaño sabiendo de verdad que no va a acabar pronto y lo utiliza como excusa para no implicarse en resolverlo… entonces no me parece bien. Las realidades alternativas que son las mentiras que nos contamos no soportan una auditoría de nuestra honestidad. Esa quimera que construimos puede caerse en cualquier momento… y sepultarnos definitivamente. Mantener en pie todas las mentiras, y las mentiras que justifican esas mentiras, requiere un esfuerzo mayor que afrontar la verdad. Si uno quiere tener como lema y distintivo en su vida la honestidad y la dignidad –que son excelentes elecciones- deberá desterrar primero todas las mentiras sobre las que se está sustentando y poner en su lugar verdades, que no son tan ostentosas pero son sólidas y –al contrario que las mentiras- duran para siempre. Honestidad, dignidad, honradez, ética, nobleza, integridad… hay muchas cosas a las que podemos aspirar que superan la vileza de una mentira. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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EL SENTIDO DE LA VIDA ES… VIVIR video de 8 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=ngoZ8K4OX1I En mi opinión, a veces nos ponemos tan trascendentales, tan místicos, tan elevados, o tan filosóficos… que lo cotidiano –que es lo real- acaba pasando casi desapercibido. Cada uno sabrá lo que pretende con ese buscar más allá, o en lo oculto, en lo inalcanzable, en lo que parece que es más importante y más notable que lo humano y lo de diario. Allá cada uno con su vida, pero “la vida es aquello que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”, como dijo Lennon. La vida es aquello que SE PASA -diría yo-, mientras estás buscando algo que parezca muy importante y que le dé algún sentido a una vida que no te complace del todo. Francisco de Sales Si le ha gustado este video ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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ARREPENTIRSE DE LOS ERRORES YA ES SUFICIENTE CASTIGO En mi opinión, todo ese lastre que es la cadena de reproches que siguen al descubrimiento de un error cometido, más la habitual retahíla de críticas consiguientes, más el derivado arrepentimiento, más el habitual auto-castigo en cualquiera de los posibles denigrantes modos que apliquemos habitualmente, pueden y deben ser eliminados y sustituidos por algo tan elemental e imprescindible como es… darse cuenta REALMENTE. Así de eficaz y sencillo: darse cuenta. En la comprensión de lo que uno haya hecho que esté en desacuerdo con su voluntad de ser, ya va implícita la expiación. En esa rabia-dolor-pena-enfado que sigue al darse cuenta ya está todo implícito: el descubrimiento, la comprensión, la frustración, el arrepentimiento, el propósito de no querer que se vuelva a repetir, la lección aprendida, la firme voluntad de cambio… ya está todo visto, ya hay una decisión que se intentará mantener. No es necesario insistir en la parte auto-flagelante, no es necesario llegar a odiarse-menospreciarse-despreciarse, ni llega a la desazón triste, ni insultarse-agredirse-odiarse en ningún modo o intensidad. Repetirse “soy tonto” no beneficia sino que se convierte en perjudicial porque es una afirmación-confirmación que le estamos enviando a nuestro inconsciente, que se lo creerá sin poner objeciones afectando con ello directamente a nuestra Autoestima y reforzando ese autoconcepto de que somos torpes-inútiles-tontos-tontos-tontos. Repetirse “soy un inútil”, “no valgo”, “no voy a aprender nunca”, “todo lo hago mal” consigue el mismo efecto contraproducente. Uno se equivoca en una decisión y, siempre que no se haya hecho con la intención consciente de perjudicar o ser perjudicado, por el hecho de darse cuenta y arrepentirse, queda disculpado el efecto, porque no hay consciencia ni voluntad de perjudicar o ser perjudicado. No es necesaria la auto-flagelación, no es necesario dejar de hablarse y mirarse con una cara enojada, no es necesaria la confrontación personal, no es necesario el auto-desprecio, la auto-difamación… sí se necesita la comprensión sin juicio, El Amor Propio, la buena voluntad, la presencia de la Autoestima, la sonrisa de disculpa y la reconciliación incondicional. Sí se necesita recoger entre los abrazos al Ser que aún está un poco aturdido por el malestar de lo que hizo y descubrió que no estaba bien. Es en esos momentos desolados cuando más se necesita uno a sí mismo, íntegro y sin prejuicios, incondicionalmente y sin reproches, y será bueno tener escrito y ensayado un protocolo para el consuelo en estos casos por los que todos hemos pasado… y seguiremos pasando. ¿Cómo te vas a tratar la próxima vez que te equivoques, que hagas algo mal, que no salgan las cosas a tu gusto, que se te rompa un sueño? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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NO HAY QUE CONSOLAR CON MENTIRAS En mi opinión, en un afán de infundir ánimos a los otros –o a uno mismo-, cuando se está desesperanzado, o se está pasando mal, utilizamos la mentira como un bálsamo –y la llamamos “mentira piadosa”-, pero, cuidado, porque tiene contraindicaciones y unos efectos secundarios que pueden ser devastadores. Como se suele decir: “A veces puede ser peor el remedio que la enfermedad”. A un niño se le pueden contar “mentiras piadosas”, aunque tampoco son aconsejables siempre, pero a un adulto no se le debiera mentir nunca. Ni siquiera en los momentos duros. En un acto de conmiseración -que debería estar muy justificado-, se puede obviar una parte de la realidad que no sea grave, pero lo que no se debe hacer es aportar una información que sea opuesta a la realidad, o trastocarla de modo que más adelante sea dañina. Me refiero a esas frases o actos bienintencionados pero erróneos, como, por ejemplo, cuando alguien está llorando y se le dice: “no llores”. ¿Por qué no debe llorar?, ¿por qué? Es una expresión natural, y puede que esté ya en un proceso de duelo y esté en plena catarsis resolviendo algo que le es muy conveniente resolver. (Y los duelos se han de hacer por cualquier tipo de pérdida, no sólo ante un fallecimiento) Pasa lo mismo cuando le decimos a alguien que sufre eso de: “no te preocupes, que todo se va a arreglar” Es una bonita frase que puede aportar un consuelo momentáneo, pero si aquel a quien se lo decimos se la cree al pie de la letra, se despreocupa de resolver el asunto, y se queda quieto esperando que se cumpla lo que le han dicho pero no le han garantizado que vaya a ser cierto. “Todo se va a arreglar”, y ya se sabe que es muy poco probable que todo se resuelva por sí mismo y le estamos condenando con nuestra frase a un estancamiento que le va a producir mucho más sufrimiento o mucho mayor dolor. Cuando otra persona –o nosotros mismos- estamos involucrados en un asunto que no ha salido como se esperaba, y eso crea una desagradable sensación, o un perjuicio serio, hemos de racionalizarlo y entender –sin que ello conlleve algún tipo de frustración- que no todas las cosas suceden como se desean –y más si eso depende de la intervención o no de otras personas-, y que las posibilidades de “fracaso” tienen un porcentaje más elevado que las de “éxito”, y que si, además, no se ha hecho todo lo adecuado para que salga bien, si no ha habido una planificación o esfuerzo previo y se ha dejado el desenlace en manos de la casualidad, lo estadísticamente lógico es que salga mal o que no salga bien. Y si alguien, por ejemplo, no se ha esforzado lo suficiente en prepararse para un examen y no aprueba, no es lo adecuado consolarle –que es mentirle- diciendo: “a ver si la próxima vez tienes más suerte”. ¿Cómo que más suerte?, ¿desde cuándo un asunto importante en el que uno puede y debe actuar se deja en manos de la suerte? “La suerte”, en la mayoría de los casos, es el resultado de un esfuerzo y una planificación. Si alguien no aprueba en un examen que no ha preparado bien, lo que se debe hacer es exigirle responsabilidades y un compromiso serio –que ha de cumplir inexcusablemente- de cara a la próxima ocasión de examen. No es adecuado decirle “qué pena… no te preocupes… otra vez saldrá mejor…”, sino “¿qué vas a hacer desde ahora mismo para que esto no te vuelva a suceder?” Que no se apruebe es una de las posibilidades, pero con una preparación correcta el índice de probabilidades disminuye drásticamente. Hay que familiarizarse con la posibilidad de que las cosas no salgan como se desea, porque existe y va a seguir existiendo, pero eso no quiere decir “aceptarlo sin más”, y menos aún “rendirse y conformarse”. LA MENTIRA DEL AUTO-ENGAÑO Se está convirtiendo en norma eso de auto-engañarse y convertirse en un experto en excusas y en aceptar las propias mentiras sin rebatirlas, en eso de resignarse sin más y no querer profundizar, en eso de tratar de enviar inmediatamente al olvido todo aquello que no nos ha gustado y de lo que no nos queremos responsabilizar. Y así, unas veces es que “el profesor me tiene manía” y por eso nos suspende; otras, que “el jefe es un chulo y por eso me ha despedido”; que el que tiene un puesto mejor que el nuestro es porque “es un enchufado o un lameculos”; y si una mujer ocupa un buen cargo en un trabajo será “porque se ha acostado con alguien para conseguirlo”, etc. etc. Una mentira tras otra. Tenemos una habilidad especial para buscar razones –falsas todas ellas- que justifiquen que nosotros somos normales y lo hacemos todo bien y es el mundo entero quien conspira contra nosotros. Y es que ser sincero es como hacerse el harakiri uno mismo. Hay que ser muy, muy, muy, pero que muy valiente, muy ético, muy sincero, muy honorable y muy honrado, para aceptar la realidad con honestidad, para hacerse un examen de conciencia y acatar la parte de culpa que incumbe, para tomar conciencia con humildad de la parte que a uno le corresponde, y no huir de ello dándose a la bebida –para olvidar lo que, precisamente, no hay que olvidar- o enrabietarse contra alguien que no tiene la culpa expresando una ira desmesurada, o eludiéndolo de cualquier otro modo. No es lo adecuado consolarse con mentiras porque eso impide hacer lo que es verdaderamente adecuado, que es el reconocimiento de lo que hay, sea lo que sea, y la puesta en marcha de las soluciones que evitarán que vuelva a suceder lo mismo en otra ocasión. No “todo va bien” siempre, así que no es sensato engañarse con esa mentira. No son el destino, ni la suerte, ni el porvenir, quienes tienen que confabularse para que nos vayan las cosas bien, sino que es uno mismo quien ha de tomar las riendas. Y tampoco se les puede utilizar para culpabilizarles de nuestras desatenciones. No “todo sale bien” y esto hay que aceptarlo con toda la cruda realidad que conlleva, sin drama, sin negación, sin histerismo. Aceptación inmediata, revisión de qué es lo que no estuvo bien para saber lo que no hay que repetir… y siempre con la verdad por delante. Siempre, por supuesto, involucrándose uno mismo y haciendo lo que haya que hacer. Personalmente, no estoy muy a favor de repetir frases con la idea de que por sí mismas van a hacer milagros. “Voy a tener mucho dinero…”, por ejemplo, ya que eso reduce el tiempo y la intensidad necesarias para conseguirlo ya que uno se relaja pensando que con haberlo dicho se resuelve solo. El efecto es el mismo para “va a aparecer el hombre de mi vida”, o similares. Más bien, “A Dios rogando y con el mazo dando”. Consolar al afligido me parece estupendo, esperanzar al decaído me parece muy bien, pero engañar o engañarse con frases hechas sin fundamento, con mentiras disfrazadas de verdades, con buenos deseos haciéndolos pasar por realidades… con eso no estoy de acuerdo. Son un bálsamo que puede acabar convirtiéndose en un veneno. La verdad es dura a veces, pero es la verdad. A veces, decir la verdad nos hace pasar por un trago duro, que dura unos minutos, pero la sensación posterior, la liberación, y el sentimiento de haber obrado del modo correcto, compensan el esfuerzo. La mentira siempre es un acto consciente, del que uno ha de responsabilizarse inexcusablemente, así que la próxima vez que te veas en una de estas encrucijadas … ten claro cómo vas a proceder. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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EL ESCRITOR, ESCRIBE; EL LECTOR, INTERPRETA. En mi opinión, la tarea de quien escribe textos relacionados con el Desarrollo Personal, la espiritualidad, la religiosidad, las vivencias, o la Vida, no siempre es facilitar toda la información de la que dispone, ni contarlo todo y con todo tipo de detalles –aunque eso pueda ser más cómodo para muchos lectores-, sino que su tarea también es –sobre todo- despertar el interés y la curiosidad del lector dejando que él participe y colabore con su aporte para el engrandecimiento y enriquecimiento del texto. No dárselo todo hecho sin un espacio libre para que pueda participar y aportar. “Si uno tiene un porqué, siempre sabrá buscar el cómo”, dicen que decía Nietzsche. Eso se aplica también en este caso. Si la lectura de un artículo despierta la ambición de querer saber más de ese asunto el lector buscará y buscará hasta que pueda aplacar esa ansia. Según sea la materia de la que se trate, hay cosas que son científicas y demostrables -por lo tanto indiscutibles- y hay otras que están basadas en experiencias personales o en sensaciones o en sentimientos, y éstas son muy difíciles de transmitir, o están sostenidas sobre bases que son indefinibles y sólo perceptibles según la atención que use quien lo mira y la interpretación mental de quien lo lee. “Los sentimientos que se pueden definir dejan de ser sentimientos para convertirse en definiciones”. Por eso en ciertos asuntos es mejor montar el armazón y dejar que el lector colabore con su interpretación y añadiendo lo que sea de su cosecha. LO IMPORTANTE NO SIEMPRE ES EL SENTIDO QUE LE QUIERA DAR EL ESCRITOR SINO LA UTILIDAD QUE LE SACA EL LECTOR. Ni siquiera acaba siendo importante lo que se ha escrito si el lector lo interpreta de otro modo que le es útil… pues con eso es suficiente. NI SIQUIERA ES IMPORTANTE LO QUE SE LEE, SINO LO QUE HACE CON LO QUE SE LEE. Cuando un escritor relata que aquél era “el amanecer más bello desde la Creación” y describe muy bien un amanecer en una playa del Caribe, si el lector odia las playas le va a costar colaborar con eso que dice el escritor. Si lo deja en “el amanecer más bello desde la Creación”, despierta la imaginación y cada uno verá el que para él es el paisaje más bello sobre el que puede amanecer. Unos pensarán en un valle, otros en la cima de una montaña, en el campo de su pueblo natal, en solitario o acompañado de alguien especial, etc. Y eso no lo mejora ningún escritor del mundo. Cuando un escritor habla de sus experiencias personales o de su interpretación ante cierto hecho, está condicionando de algún modo al lector que espera repetir las mismas experiencias de quien lo cuenta, y eso nunca será así, porque no ya estará pendiente de su propia experiencia sino que esperará imitar la del escritor. Si el escritor ve algo de un modo concreto lo hace desde sus conocimientos, circunstancias y vivencias, que son las que le han llevado a ser como es. Si alguien escribe después de años de experiencia en la meditación que al meditar se le aparece una luz azul, un guía, o la música del firmamento, el lector no estará plenamente atento a la meditación –relajado y dentro de sí-, sino atento a los fenómenos que espera que se produzcan para que la meditación no sea un fracaso, sin saber que precisamente esta actitud es la que lo convertirá en fracaso. Quien escribe puede insinuar por dónde va el Camino, pero no debe hacer el camino por el lector. Hay cosas que no se pueden trasmitir con palabras, pero se puede afirmar que para otros existen sin que por eso tengan que existir para todos. Es algo entre difícil e imposible convencer a otro de lo que es un asunto propio, personal o de fe y no de lógica. Cuando se escribe se generaliza porque no se conoce personalmente al lector final, así que se dicen cosas que pueden ser válidas para la mayoría, pero… el lector no lee desde el punto de vista de la generalidad sino desde el suyo propio y eso favorece que en muchas ocasiones no esté de acuerdo con lo que lee. Lo que para unos es evidente e indiscutible, para otros es inaceptable y rechazable. Son más enriquecedores los textos sobre los que el lector puede –y debe- trabajar para completarlos, aportando su visión, haciendo su interpretación, porque de ese modo es como los hace suyos, los integra dentro de sí y no los deja vagando por la mente mezclados con otras miles de pensamientos o frases. Si no colabora de algún modo, solamente son las ideas de otros. Si sigue las ideas del escritor sin aprehenderlas, sin integrarlas consigo, si poner delante “yo opino” o “yo sé”, habrán sido un cebo para la distracción de la intelectualidad pero, posiblemente, una inutilidad para la persona. Hay que trabajar, hay que elaborar lo ajeno, aportando o restando, puliendo, y dejar de recurrir a las citas de las celebridades y empezar a crear las propias, aunque sean similares o incluso idénticas. El escritor de ficción sí tiene licencia para contar lo que quiera como quiera. No hay límites. Pero quien escribe sobre Desarrollo Personal ha de ser muy cuidadoso con no tratar de inculcar sus propias ideas, o sus traumas, al lector; ha de ser muy respetuoso para no despreciar cosas que para otros pueden ser importantes; no debería afirmar lo que sólo puede afirmar desde su punto de vista subjetivo: es más honrado opinar que aseverar de un modo radical, impositivo y dictatorial. En ocasiones el lector necesita más las preguntas para hacerse que las respuestas. Confucio decía que “oír o leer sin reflexionar es una ocupación inútil”, así que… Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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PONTE A SALVOPRESERVARSE es ponerse a salvo. Es “Proteger, resguardar anticipadamente a una persona de algún daño o peligro”.https://www.youtube.com/watch?v=JiAWh9ji1yQvideo de 9 minutos:En mi opinión, NO NOS HAN PREPARADO PARA VIVIR LA VIDA.Es imprescindible partir de la comprensión profunda de este principio, de esta certeza tan rotunda, porque eso nos quita parte de la responsabilidad QUE NO TENEMOS en algunas de las decisiones que hemos tomado y en algunas de las situaciones de nuestra vida que después han demostrado que no fueron acertadas.Por tanto hay que entender y aceptar queNO NOS HAN PREPARADO PARA VIVIR LA VIDA.
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ME GUSTA LLORAR DE EMOCIÓN En mi opinión, las lágrimas son realmente sorprendentes: lo mismo reflejan nuestra alegría que nuestra tristeza, lo mismo nos acompañan a un entierro que al momento más feliz y emocionante de nuestra vida; siempre están –fieles- dispuestas a respaldar con su presencia la expresión de algunas emociones. La relación entre las lágrimas y las emociones es muy íntima y curiosa. A mí me gustan porque me parecen el mayor contacto posible conmigo y con mi Humanidad. Sentirme llorar nunca me produce nunca vergüenza porque pienso que es una expresión absolutamente natural que no se debe reprimir nunca. En algunas ocasiones he intervenido –incluso entre personas desconocidas por mí- cuando he oído que a alguien le dicen/piden/ordenan “no llores”; “¿por qué no va a llorar?” pregunto muy serio a quien lo ha dicho, y animo a quien esté en el llanto para que siga hasta vaciarse. El llanto no es eterno. En algún momento se extingue por sí mismo, así que es conveniente mantenerse en él hasta que llegue su momento natural de acabar. Es cierto que no conviene alargarlo artificialmente pensando que mientras más se llora más se siente. No sólo nos sirve para rebajar la tensión emocional y reducir el estrés, sino que también uno se desahoga, o sea elimina el ahogo que le ha provocado una situación. Es el paso inicial para la normalización del estado personal que ha sido alterado por alguna circunstancia. Desde el punto de vista emocional, le hace sentirse a uno vivo y con las emociones en su sitio haciendo su tarea. En el llanto uno puede reconocer su fragilidad, lo infinitesimal que uno es aunque se crea otra cosa, y cómo una emoción es más potente que la propia fuerza mental y más fuerte que la frialdad sentimental que algunos pretenden imponerse. También es un reclamo: es difícil quedarse insensible ante el llanto ajeno, porque provoca el despertar de la empatía de los otros, porque esas lágrimas están hablando de dolor humano, de pena, de tristeza moral, de inquietudes, y es difícil no quedarse afectado por el malestar de otro Ser Humano, incluso aunque sea un desconocido. Es como si el llanto nos hermanara aún más. Quien ve a otro llorar le comprende porque ya ha pasado en alguna ocasión por una situación similar y entiende el desamparo que el otro está sufriendo, la anulación ante ese dolor licuado en lágrimas que le vence y le anula. Los llantos amargos…sólo se centran en la pérdida, en el dolor que es producido por la incomprensión o la falta de aceptación. Son indeseados… pero son necesarios y también hay que vivirlos cuando se presentan. Los llantos felices… llorar en una película, con un libro, escuchando una canción, pensando y añorando… hay mucha belleza en esas lágrimas que se escapan despacio, una a una, sin respetarnos, atreviéndose a decir lo que callamos o lo que no sabemos decir. La sensibilidad encuentra en cada persona un camino por el que expresarse y puede acabar convertida en uno de esos llantos serenos, íntimos, que no apetece compartir. A mí me hacen llorar muchos fragmentos de ópera. Me contactan con mi sentimentalismo o mi ternura, con esa parte mía tan Humana, tan tierna, que parece que la vida cotidiana y los problemas y las ocupaciones han anulado de algún modo. Me encanta sentir el frío húmedo de una lágrima escapando de mi lagrimal sin saber que su destino, después de que me haga estremecerme y tomar consciencia del momento y de la emoción, será acabar aplastada por el dorso de mi mano o, más a menudo, estrellándose contra el suelo para morir con su misión cumplida. Llorar es sano. Llorar es vida. Ojalá llores mucho por las buenas emociones. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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HAY QUE ATENDER LOS ASUNTOS TRASCENDENTES En mi opinión, las personas que tienen conciencia y consciencia de que hay “algo” que nos sobrepasa como Humanos, “algo” que está por encima y más allá de nosotros, “algo” que nos supera y trasciende, deberían afrontar sin miedo esos asuntos que se nos repiten de vez en cuando en forma de preguntas importantes, con un interés que requiere y desea ser contestado, pero que aplazamos una y otra vez. Lo aplazamos porque sabemos que nos sobrepasan y que con las limitaciones de nuestra mente actual no somos capaces de comprender. Y no me refiero a que seamos más o menos inteligentes, sino a que son asuntos que tal vez no haya que afrontar y tratar desde el intelecto sino que haya que hacerlo desde el espíritu, desde la Sabiduría Interna, desde el corazón, desde el sentimiento. Nuestro cerebro, o nuestra mente, tal vez no estén preparados para asumir desde sus limitaciones lo que sí se puede comprender o aceptar desde la fe o desde la intuición. Me refiero a asuntos como Dios o lo Divino, la Creación o el Universo, el infinito, etc. Son asuntos que traspasan los límites de las experiencias posibles porque no podemos experimentarlos; sólo podemos concebirlos en el pensamiento y éste lo tenemos bastante restringido y con prejuicios. Además, salvo contadísimos intelectuales, las personas no tenemos capacidad de manejarnos con términos como “infinito” porque no sabemos cuánto ocupa o hasta dónde llega. Estamos acostumbrados a las cosas que tienen un ancho, un largo y una profundidad, pero cuando pensamos en que el infinito parece no tener ninguna de esas limitaciones entonces nuestra mente se niega a seguir pensando. Dios o la Divinidad son asuntos inconmensurables a los que se puede acceder desde la fe o desde el sentimiento, pero no desde la razón ni desde el pensamiento. Se puede sentir a Dios pero no se puede pensar a Dios. El Universo y la Creación –sea quien sea el autor- son milagros y no otra cosa aunque se pueda llegar a elucubrar sobre ellos en base a algunas teorías –sobre todo- y alguna constatación científica. También hay asuntos de no menor valía que requieren nuestra atención: La vida, la muerte, el amor, la mente, etc. y éstas requieren una atención más inmediata y continuada porque se engloban dentro de nuestros intereses más cotidianos y porque ellas pueden conformar nuestro paso por este espacio y tiempo y forma en los que estamos. Todas estas cosas tienen algo en común: de algún modo estamos presentes en todas ellas, aunque sea en un modo minúsculo, aunque puedan seguir su rumbo inalteradas sin nuestra presencia. Sería bueno tomar conciencia de ellas y deberían interesarnos lo suficiente como para obligarnos a hacer un alto y sentirlas –mejor que reflexionar en este caso-; decir “la vida” y sentir LA VIDA; decir “el Universo” y atender –sin pretender ponerlo en palabras- al estremecimiento ante tal grandiosidad, ante la magia con que los planetas y los soles se mueven armónica y milagrosamente y sentir nuestra infinitesimal pequeñez–aunque nos creamos un mundo-; acercarnos con la atención a cosas más accesibles y asombrarse y estremecerse al pronunciar “espermatozoide y útero” y sentir lo que sucede en ese acto prodigioso –aunque la ciencia lo pueda explicar- en que entre ambos son capaces de crear una nueva persona, con sus ramificaciones nerviosas y unos ojos que ven y unos músculos y un sistema para caminar y una inteligencia; o mirar una nuez y preguntarle por el prodigio que realiza si se la entierra y se dan las condiciones de humedad convenientes; qué “inteligencia” o qué tipo de “instinto” tiene para que poder saber –una semilla seca y aparentemente sin vida- cuándo es el momento de salir de su cáscara que aparenta ser irrompible, cómo puede hacerlo, dónde está la información que le va a decir cómo construir un tronco, dónde poner las ramas, cuándo vestirla de hojas, cómo crear la savia y cómo llevarla hasta el último rincón. Lo mismo nos pasaría si observásemos con una mirada nueva cómo se desenvuelven las cosas de la Creación –las nubes, los ríos, cada animal, el mundo que gira, el calor del sol, etc.-. La costumbre y lo cotidiano acaban depreciando tantas maravillas. Los asuntos trascendentes requieren nuestra atención y los más cercanos también. Estamos tan acostumbrados a esos milagros y al prodigio de estar vivos cada día que raramente nos acordamos de dar gracias a quien sea responsable de esta oportunidad que nos ha sido concedida –prestada en realidad-, para que podamos disfrutar todo lo que hoy se encuentra a nuestro alrededor. ¿Vas a prestar atención a todo esto? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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LA BELLEZA DE LA AUTOCOMPASIÓN En mi opinión, para poder apreciar la belleza y la bendita generosidad que hay implícitas en la Autocompasión es necesario revisar previamente el concepto que tenemos asociado a la palabra. Generalmente se entiende como compasión sentir lástima, en el peor sentido de la palabra, menospreciando al receptor de la compasión; incluso se nos presenta como un sentimiento de superioridad sobre quien necesita o a quien se le ofrece ese acto. La Autocompasión puede ser, y debe ser, el amor y la ternura y la delicadeza y la comprensión que poner cuando nos tratamos a nosotros mismos; sobre todo en los momentos más delicados, menos venturosos y menos felices, cuando las cosas no nos salen bien, que es cuando realmente más nos necesitamos. Auto-compadecerse no es sentir desprecio, no es minusvalorarse ni sentirse inútil , no es reprocharse, no es enemistarse con uno mismo, sino que es comprenderse, aceptarse a pesar de todo, tener conciencia de la verdad que hay en el hecho de ser Humano y, por ello, con derecho a equivocarse y no hacer siempre bien las cosas. Auto-compadecerse es acompañarse incondicionalmente, con toda la amabilidad y el cariño, ofreciéndose aceptación y cuidado, cuando uno más lo necesita, cuando se siente frustrado, dolido, desilusionado. Todos nos equivocamos, por supuesto, no somos infalibles y no somos expertos en todos los terrenos. Ante esas equivocaciones podemos reaccionar de diferentes modos. Unos son inconscientes -y por serlo requieren toda nuestra atención y una dedicación para eliminarlos o cambiarlos- y otros, los menos, se hacen desde la conciencia y la consciencia. Equivocarse es solamente una más de las posibilidades cuando se toma cualquier decisión. Puede que sea la que aporte peores consecuencias, pero en ningún caso es motivo suficiente como para crear malestar en la relación que uno mantiene consigo mismo. Uno puede y debe dialogar consigo mismo, reflexionando, sobre las consecuencias de sus actos y decisiones cuando ha comprobado que el resultado de éstas no ha sido el apetecido, pero nada más. No ha de convertirlo en el inicio de una nueva batalla, o la prolongación de las anteriores: sólo ha de ser un asunto sobre el que reflexionar con la intención de mejorar en ese aspecto. La Autocompasión implica el reconocimiento de la realidad que uno es en ese momento. Una vez superada esa mezcla de vergüenza y malestar que se ha formado, no es precisamente lo apropiado quedar rebozándose en una pena desconsolada y en un rosario de reproches y descalificaciones -que van a minar la autoestima y degradar la relación que uno mantiene consigo mismo- sino que conviene afrontar lo sucedido desde la objetividad -por tanto sin que intervengan los reproches y el rencor- para poder ver los hechos tal como han sido realmente y, a partir de esa observación imparcial, poder extraer el aprendizaje que nos servirá para actuar a partir de ahora en situaciones similares. La Autocompasión es el recogimiento amoroso incondicional de nuestras ilusiones incumplidas, de las pérdidas indeseadas, de las situaciones mal resueltas, de las actuaciones incorrectas… de todas esas cosas en las que intervenimos y producen un resultado indeseado, y de aquellas en las que nos sentimos culpables, necesitan ser acogidas con abrazos cálidos de abuela, y con una sonrisa generosa al darnos cuenta de qué pequeños somos, qué inexpertos -que no tontos o inútiles- y cuándo podemos mejorar aún. La Autocompasión surgirá de la percepción de nuestro propio sufrimiento. Nos sentimos mal emocionalmente y necesitamos ser acogidos en ese momento y no ser regañados. A otra persona que estuviese en nuestra misma situación trataríamos de darle un abrazo, le aplicaríamos nuestra mejor capacidad de comprensión sin juicio -porque estaríamos con una persona y no con un reo a quien juzgar-, comprenderíamos su derecho a equivocarse, le consolaríamos con las mejores palabras de nuestro repertorio, le trataríamos con empatía y con amor. Esos son los ingredientes de la Autocompasión. Ingredientes que debemos usar en el trato con nosotros. Con la Autocompasión se pretende neutralizar y superar nuestro propio sufrimiento. Requiere de nuestro propio cariño. Nos producirá calma y, si lo hacemos bien, la alegría de comprobar que somos generosos con nosotros, que nos aceptamos a pesar de los desaciertos, que estamos de nuestro lado en todos los momentos, y que sabemos valorarnos por encima de nuestros actos y circunstancias. Una vez percibido el sufrimiento -tal como es realmente- y evaluado -sin valorarlo como algo negativo- es cuando aparecen la Autocompasión y la Autoayuda. Es entonces cuando surge esa relación tan bella entre el Uno Mismo que se da cuenta y quien sufre. Es cuando aparece la propuesta de amarse. Porque la Autocompasión es una bella demostración de Amor Propio. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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ESCRÍBETE MUCHAS CARTAS En mi opinión, es realmente interesante y útil esa recomendación terapéutica que consiste en escribirse una carta a sí mismo. Se recomienda a personas que suelen atravesar momentos en que dejan de ser ellos mismos, con toda su consciencia, y son víctimas de alteraciones como, por ejemplo, ansiedad, depresión, Trastorno Límite de Personalidad, impulsos agresivos, en relaciones de dependencia, etc. Me refiero a esas situaciones en que uno deja de ser la persona consciente habitual, la que es capaz de reflexionar y razonar, la que se da cuenta, pero que cuando entra en un estado alterado en que no se controla o no se puede controlar, en que una parte de su mente se escapa, hace cosas por su cuenta de las que después uno se arrepiente y se siente muy mal, por haber perdido el control, por haber dejado de ser él mismo, por haber dicho o hecho cosas que han herido a otros o a sí mismos. La recomendación es escribirse cartas en los momentos de lucidez y calma, cartas dirigidas a sí mismo, escritas en la forma habitual de expresarse, con la intención de que uno las lea cuando nota que está alterado; cartas en las que se cuente que la realidad no es la que está viviendo en ese momento, que eso es algo pasajero que acabará para que regrese la normalidad, y que uno no es culpable de lo que le está pasando en ese momento sino que es la víctima. También se puede escribir uno mismo cartas haciendo referencia a un asunto concreto, y meterlas en un sobre con un título exterior: CARTA PARA CUANDO ESTOY TRISTE, CARTA PARA CUANDO TENGO ANSIEDAD, CARTA PARA CUANDO NO SÉ QUÉ HACER… y cuando uno se encuentra en una de esas situaciones en que no gobierna su vida, leer la carta correspondiente le puede aportar ánimos y, sobre todo, le puede dejar claro que esa situación que está viviendo en ese momento no es lo habitual, sino que es un momento extraordinario con una duración limitada. Se acabará y uno regresará a ser el que es, pero tener esa carta en ese momento en que no se ve la luz… será importante. Puede y debe incluir sugerencias que en esos momentos uno no va a ser capaz de recordar como, por ejemplo, que tiene que controlar su respiración –y tiene que añadir un recordatorio de cómo ha de ser esa respiración-, que puede llamar a un amigo para calmarse, hacer ejercicio o bailar hasta agotarse, que puede poner música alegre y cantar, o poner una música que le relaje; que puede tomar infusiones relajantes, etc., etc., una especie de Manual de Supervivencia en el que pueden aparecer sugerencias, recomendaciones, ideas o soluciones apropiadas para “esos momentos”. Todo lo que se escriba ha de estar hecho de un modo muy amoroso, muy cariñoso y acogedor, porque es lo que se va a necesitar en esos momentos: la comprensión de que es un estado pasajero y cuando se acabe uno mismo estará esperándose con los brazos abiertos y una buena sonrisa de acogida. Y, por supuesto, no es solamente para esos momentos para los que hay que escribirse cartas. En muchos casos, escribir es cosificar pensamientos, ya que al escribirlos hay que ordenarlos y eso sirve también para poner orden en la mente. Hay que recordar que los pensamientos, los más auténticos y los más contradictorios, pueden estar conviviendo en nuestro inconsciente, juntos y en armonía, hasta que uno los escribe y entonces selecciona y se da cuenta de lo que realmente piensa o quiere. Escribirse cartas de Amor hacia uno mismo es muy bello. O escribirse cartas en las que salen a la luz recuerdos bonitos. O donde se exponen buenos propósitos. O confiándose las dudas, los deseos, las ilusiones. Siempre es agradable escribirse uno mismo para enterarse de lo que uno piensa. Una persona a la que quiero mucho se escribió esta carta que reproduzco, con su permiso, porque me parece un ejemplo que cada uno podrá y deberá adaptar a su gusto y circunstancias “Mi querida XXX, soy tú. Sé que en este momento no estás bien, quizá lo que sientes está siendo muy intenso, pero esta no eres tú. Te pido que tengas ahora un poco de paciencia y me escuches. Ahora que estoy muy tranquila. En este momento estás en un estado alterado de consciencia, pero recuerda que esta no eres tú. Sé, al igual que tú, cuánto sufres. Sé que a veces la ira, la tristeza, la pena, la soledad, el miedo te sobrepasan y es casi irrefrenable el impulso, la emoción o el deseo de dejar de existir para dejar de sentir, pero recuerda que es tu mente, que te está apretando, que esa no eres tú, así que no permitas más esto, no continúes así, no te lo mereces. Eres un ser valioso y no mereces ni hacerte ni que te hagan daño ni una sola vez, bajo ningún concepto. Jamás, sin excusas. Eres generosa. Eres sensible y tienes un corazón bueno, compasivo. Pero a veces desconfías de más, porque te han jodido muchas veces. Si estás enfadada, para un segundo. ¿Estás dañando en este momento a alguien que quieres, incluida tú? Si la respuesta es SÍ, no estás siendo tú, por eso debes parar. Después te sentirás muy culpable. Si sientes lástima, déjala fluir, pero no hagas nada. Cuando estás lúcida no sientes nada, ni si quiera sientes odio. Si te has salido del plan A, date cuenta de que tu estado mental está alterado. Es normal tu estado teniendo en cuenta lo que te pasa. Esas emociones muchas veces, repentinas, intensas e insoportables son normales. Pero entre tú y yo nos curaremos de esto. Tranquila XXX, tente paciencia, no hagas nada. Esto te pasará más veces, pero cada vez te será más fácil regresar a la normalidad. Es lo que te dará paz. Tu familia, tu casa, tus gatos, los viajes y tonterías que se te van ocurriendo, están ahí contigo. También la música. Sólo te pido que te tengas paciencia: volverás al plan A . Todos te queremos mucho, no lo olvides nunca.” Te recomiendo que tengas más de una copia, para poder llevarla encima y para tener en casa y que sepas dónde está cuando la necesites. Y para que la leas a menudo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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LA SENCILLEZ ME LO DA TODO “Jamás he amado tanto la vida” Así es como lo siento desde que me instalé en la sencillez. “Nada es más que todo”. Es una frase pretenciosa, sin un sustento lógico, pero expresa exactamente cuál es el origen de mi bienestar. El mundo y la vida, sin artificios, sin distracciones, son más ricos y más enriquecedores. Estar vale más que tener. Ver es superior a hacer. El silencio atesora maravillas. La sencillez me lo da todo. Francisco de Sales
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SI NO ME AMAS Ya no supe hacer otra cosa salvo rendir mi bandera a esa tu mirada a dos aguas, esa sonrisa sin palabras, ese quedarte quieta y dejar que me descompusiera, ese ocupar mis dos sueños -los despiertos y los dormidos- mientras que se me derretía la voz y no podía hablarte; las piernas no me acercaban a ti -ni me llevaban lejos- y el corazón ya no sabía cómo decirte “amor” -escribirlo sí puedo-, o decirte “te deseo” -escribirlo sí puedo-, ni sabía acallar el retumbar de sus latidos ni la escandalera de sus sentimientos -los desconcertados y los descontrolados-. No sé amar si no me amas. Francisco de Sales
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FOMENTAR EL OLVIDO “Nos resultaría mucho más sencillo olvidar las cosas desagradables si no insistiésemos tanto en recordarlas”. En mi opinión, todos llevamos en nuestro interior un protestón infatigable, un terco muy intransigente y un masoquista empedernido. Ahí están. Cada uno de ellos tratando de ser el más eficiente en su profesión, y tratando de fastidiarnos la vida como mejor saben hacerlo. O sea, estropeándonos la vida. El protestón protesta incansablemente por aquello que pasó o por aquello que nos hicieron; el terco insiste y persiste machaconamente en recordarlo; el masoquista se regodea en ello disfrutando…y la realidad es que es uno mismo quien padece los inconvenientes. En general, estamos bastante desorientados acerca de cómo manejar los asuntos que sería mejor olvidar, y que erróneamente no queremos olvidar –aunque nos perjudiquen y nos duelan- y aquellos en los que insistimos obsesivamente porque no los queremos olvidar por puro y desacertado masoquismo, o los que el rencor y el odio nos impiden olvidar… COSAS QUE SERÍA CONVENIENTE OLVIDAR El paso del tiempo no siempre se lo lleva todo, pero se puede enviar al olvido todo lo que se quiera siempre y cuando uno se convenza a sí mismo de que eso es lo mejor –o, por lo menos, lo adecuado-, que previamente se despida de ello del modo correspondiente –si es necesario se le hace un duelo-, y que se dé permiso para permitir que se diluya para olvidarlo poco a poco. El rencor y el odio son nocivos. Somos nosotros quienes padecemos sus efectos y no aquellos a los que guardamos rencor o aquellos hacia los que sentimos odio. Ellos siguen en su vida, inafectados por nuestros pensamientos, mientras que nosotros padecemos una sensación o una situación de angustia, una desazón, un enfado, o un desasosiego que nos impiden vivir con normalidad y tranquilidad. Anclarse en esos sentimientos es del todo contraproducente. Nos condena a pasarnos una parte de la vida padeciendo. La misma parte de la vida que podríamos pasar disfrutando ese presente u orientando nuestra vida hacia un mejor futuro. Aquellos que nos hicieron daño o que nos produjeron dolor no siempre son culpables de lo que hicieron. Se requiere una gran dosis de comprensión, una capacidad muy desarrollada de amar (no necesariamente a quienes nos causaron el mal), una fe en que todo forma parte de un Todo Superior y que hay cosas que tienen que pasar “porque tienen que pasar” (aunque no comprendamos el motivo), y con este aparentemente insuficiente y casi absurdo razonamiento hay que seguir adelante. “La comprensión y la aceptación lo resuelven casi todo” escribí hace tiempo. Y hoy sigo convencido de ello. Hay cosas que sería conveniente olvidar porque su presencia continuada en nosotros, y sobre todo su influencia, son perjudiciales, nos estancan en nuestro proceso de Desarrollo Personal, nos impiden alcanzar lo que estamos capacitados para alcanzar, y nos genera una dolorosa sensación de estancamiento que no sabemos a qué achacar. En el caso de que haya sido uno mismo quien ha causado un mal o un dolor en otra persona, los pasos adecuados son: remediarlo si es posible, hablar con la otra persona y manifestarle nuestro sentimiento, comprenderse uno mismo (“perdonarse” para los que lo entiendan mejor de este modo), o hacer un trabajo personal en el que se reconozca lo que se ha hecho y se envíe Luz y Amor a esa misma persona. COSAS QUE NO ES NECESARIO OLVIDAR (y es recomendable no hacerlo) Todos tenemos momentos felices en nuestra vida y esos momentos son tesoros que conviene salvaguardar y recurrir a ellos cada vez que se desee. Nos proporcionan amor hacia los otros, o Amor Propio y Autoestima; nos reconfortan, nos provocan una sonrisa o un estado de paz; nos hacen sentirnos bien y ver la vida de mejor modo. La única precaución que hay que tener en estos casos es la de no dejarse afectar por un sentimentalismo triste porque se note que pertenecen a un pasado que ya no existe ni existirá de nuevo. Pasó. Estuvo bien. Y hay que sentirse afortunado porque uno participó en ello. Y no hay que sentirse triste porque sea irrepetible. La vida, para ser bien vivida, requiere mucho de aceptación. Aceptar que todo pasa y que nosotros mismos pasaremos y que la vida es un regalo con fecha de caducidad. Un hermoso regalo que hay que disfrutar en plenitud, con toda la atención puesta en todos los segundos. Lo que pasó y fue bello, y dejó un poso agradable, y provocó amor o felicidad, y nos emocionó del modo más conmovedor, más enternecedor, más apasionante, hasta provocarnos lágrimas de alegría al recordarlo, es algo que conviene mantener latente, vivo, y evitar que se diluya en el olvido. Pero aquello que nos perjudica, que nos estanca, que nos frustra… mejor dárselo de comer al olvido y que no vuelva. Y si vuelve, que sea sin traer amargura. Tal vez lo mejor en la vida sea sentirse en paz con uno mismo y en armonía con la conciencia. Y si para ello hay que olvidar algunos asuntos… fomentemos el olvido. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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PROMETO NO ABANDONARME NUNCA MÁS En mi opinión, una de las peores cosas que podemos llegar a hacer –y que es muy posible que hayamos hemos hecho en algunas ocasiones- es abandonarnos. La palabra abandonar es desoladora. Es angustiosa. Sólo pensar en dejar de prestarnos atención, en desatendernos en los momentos en que más nos necesitamos, duele. Hay muchas formas de desatenderse y todas son igual de pecaminosas. El pecado no solamente está relacionado con la religión; pecado es “todo aquello que se aparta de lo recto y justo, o que falta a lo que es debido”, según indica el diccionario. De ello podríamos deducir, sin temor a equivocarnos, que abandonarse tal vez sea imperdonable. Es una de esas cosas que no debieran suceder nunca pero que, por desgracia, suceden. No nos enseñan el auto-cuidado, eso es cierto, pero hay un instinto de supervivencia que debería estar por encima, muy atento para que nunca llegue a suceder el descuido personal, y que ese instinto se imponga en cuanto note que uno no se ama en la medida que necesita y merece, que no se cuida como debiera, que no se pone a salvo de las cosas que le hacen daño. Uno debería tener un Amor Propio muy atento y afinado para que no permita, bajo ningún concepto, auto-agresiones como son la desatención o desertar del cuidado de uno mismo. Des-cuidarse es dejar de cuidarse. No encuentro una acción –si ha sido hecha sin la intención expresa de dañar- que no merezca una comprensión que lleve, sin obstáculos, al perdón. ¿Por qué se abandona uno? Uno hace algunas cosas que después comprueba que el resultado no coincide con lo esperado y no es de su agrado. A la vista de eso comienzan las quejas y los reproches, la rabia y la frustración descontrolada; se produce una enemistad consigo mismo en la que uno saca a la luz sus descontentos personales, la retahíla de errores anteriores, y las críticas contra toda su vida. Se instala, sin palabras, una sensación de fracaso porque uno, en ese momento funesto, pierde la objetividad y sólo tiene a la vista su parte menos agradable. Se llega a la conclusión –negativa y equivocada- de que no merece la pena hacer algo por uno mismo, que todo lo que haga va a estar mal, que no aprende, que es un desastre y un fracaso… la rabia no permite ver las cosas con ecuanimidad. Y uno abandona… y se abandona. Es conveniente no permitirse llegar a ese extremo. Uno tiene que mantenerse siempre a su lado, defenderse y animarse siempre, recoger sus trozos diseminados con cuidado y amor siempre, y volver a empezar las veces que sean necesarias, sin renunciar jamás a sí mismo, sin desanimarse –a pesar de todo-, sin huir de la sagrada tarea que es Ser Uno Mismo… incluso en los momentos en que uno menos se quiere porque es, precisamente, cuando uno más se necesita. Nos conviene ser muy buenos perdonadores. Muy comprensivos. Muy bondadosos. Muy humanos. Somos lo único que tenemos. Lo único que somos. Estamos destinados a pasar el resto de nuestra vida con nosotros mismos y es muy conveniente que esa convivencia sea lo más agradable posible, que sea fructífera, que sea enriquecedora y que se desarrolle en paz. ¿Cuántas veces hemos de perdonarnos? Todas. Somos imperfectos, débiles, inconstantes, quebradizos, inestables, volubles, distraídos… pero somos la única materia prima de la que disponemos. No podemos cambiar nuestro pasado, así que no queda otra opción que aceptarnos y hacer los arreglos que sean necesarios para llegar a ser la mejor versión posible de nosotros mismos. Para ello es interesante ser muy tolerante con uno mismo, muy comprensivo, el mejor camarada en los momentos de decaimiento, el que siempre nos espera con una sonrisa cuando regresamos de nuestras batallas personales, el que mejor nos entiende. Si te has abandonado… ponte una sonrisa y vuelve a comenzar la tarea de reconciliación contigo, retoma tu Camino, sigue en ese proceso de Autoconocimiento y de conciliar todas tus contradicciones. Eres humano. Recuérdalo. El regalo que recibes cada segundo de tu vida es la posibilidad de volver a empezar. Abrázate o date la mano y pon toda tu firmeza en repetir la Gran Promesa: PROMETO NO ABANDOMARME NUNCA MÁS. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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NO SÉ CÓMO EMPEZAR A CAMBIARvideo:https://www.youtube.com/watch?v=UczMAbKxy4Q
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NUNCA ES TARDE PARA SER QUIEN TÚ QUIERAS SER En mi opinión, este deseo innato de ser realmente Uno Mismo es acallado en demasiadas ocasiones por obedecer a una idea que tenemos en la mente, de origen desconocido, que nos puede llegar a hacer creer, equivocadamente, que ya es tarde para hacer algunas de las cosas que uno siempre quiso hacer y no pudo. Es cierto, no se puede negar, que hay cosas para las que puede ser ya tarde o que son realmente imposibles, como ir andando a la luna o escalar el Everest en silla de ruedas a los 95 años, pero en la mayoría de las ocasiones en que uno utiliza como respuesta esa frase de “ya es tarde para hacerlo”, en realidad la está utilizando como excusa. Algunos límites los pueden poner motivos físicos reales y esos son inevitables en la mayoría de las ocasiones, pero en todos los casos la mente y los deseos pueden seguir activos, y si ambos se ponen de acuerdo en trabajar con voluntad, juntos y en la misma dirección, tienen opciones de convertirse en realidades algunas de las cosas que sólo son difíciles pero no imposibles. Atravesaremos varios momentos en la vida en los que sentiremos la necesidad de hacer un alto y reflexionar para poder concretar en algo real y positivo ese darse cuenta de no estar a gusto con uno mismo y con lo que está siendo su vida. Y entonces es cuando surge -de un modo más consistente- la oportunidad de hacerlo y es entonces cuando puedes decidir cambiar… o seguir igual. La vida no impone reglas, cada uno puede decidir las suyas. Puedes decidir darte la oportunidad de hacer cambios… pero luego no hacerlos por falta de voluntad, o porque te resultan más atractivos los placeres inmediatos que los que se producen a medio o largo plazo y además requieren esfuerzos. Cada uno es libre de sacar provecho o desperdiciar esas oportunidades especiales en que se juntan varias de esas cosas que nos provocan tal desagrado que ya no se pueden obviar y hay que ofrecerles una respuesta. Es más recomendable la opción de sacarle provecho. En demasiadas ocasiones se nos olvida que nuestra vida camina hacia su final incluso cuando no nos damos cuenta y no pensamos en ello. Esto quiere decir que algunas cosas se nos presentan con un ultimátum bajo el brazo. Nunca es tarde para hacer algunos cambios pero sí puede ser la última oportunidad para otros. El precio de no afrontar algunas cosas cuando corresponde es pasar una larga última parte de la vida llena de frustraciones y con el dolor irreparable de no haber aprovechado los beneficios que aportan los cambios cuando se producen por decisión propia, en beneficio propio, y en el momento adecuado. Creo que lo importante en la vida es poder llegar al final con la satisfacción de haber aprovechado esta única e irrepetible oportunidad de estar aquí, de poder disfrutar lo que nos ofrece, y del contacto con la gente con la que nos encontramos. Cada uno tiene sus motivos de satisfacción en la vida y le conviene conocerlos para promocionarlos. Cada uno tiene sus objetivos, sus razones y deseos, sus motivaciones, y es muy generoso para con uno mismo, en la medida de lo posible, realizarlos. Todos queremos ser algo o hacer algo, incluso lo que no se han entretenido en averiguarlo, porque es algo instintivo que tiene el Ser Humano. Algo que conviene escuchar para conocer. Los sueños y los propósitos tienen que hacerse conscientes -y no vivir solamente en una caja fuerte a la que nunca se accede- y de ese modo poder empezar a trabajar en la hermosa tarea de ser Uno Mismo, para dar vida a esa parte nuestra que se mantiene escondida pendiente de salir a la luz. Conviene tener sueños que puedan ser realizados, porque eso es un aliciente en la vida y porque conseguirlos hace que uno se sienta realizado como persona, satisfecho de sí mismo, con la agradable sensación de estar en el buen camino. Hay que empezar ya, con constancia y determinación, a hacer realidad nuestros sueños y deseos; es una obligación y no importa las veces que no los consigamos hasta que llegue el momento en que sí los podamos lograr. Hay una fuerza interna, genética, que nos empuja y conviene no ponerle obstáculos para realizarse, porque hacer eso es realizarnos. Averigua quién quieres ser, qué quieres hacer, y hazlo. Nunca vas a ser más joven que ahora. Estás en una cuenta atrás de tu vida y conviene que no aplaces lo que tengas que hacer o lo que quieras hacer. Tus sueños dependen de ti. Tu vida depende de ti. Haz lo que sea necesario para que puedas ser tú mismo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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¿Y QUÉ IMPORTA LO QUE DIGAN LOS DEMÁS? En mi opinión, le damos una excesiva importancia al concepto que los demás tengan de nosotros, y nos importa demasiado que no digan sólo cosas halagadoras o positivas y que sí hablen de las cosas en las que no quedamos muy bien. Eso de darles tanto poder a los otros es contraproducente. Es un error. Dejar en sus manos, o sea en su buena o mala voluntad, el hecho de que podamos estar bien y a gusto con nosotros, o mal y hundidos, es un error. Y más error aún es creerse todo lo que los demás digan de nosotros. Es cierto que en algún caso pueden estar en lo cierto, pero no hay que olvidar que emiten una opinión sin conocernos del todo, sólo a la vista de algún hecho concreto de nuestra vida que han podido ver, pero tal vez no son o no quieren ser conscientes de que nuestras circunstancias y vivencias son totalmente distintas de las suyas, por lo tanto no somos como ellos y no tenemos por qué actuar como ellos. O sea que no hay que dar por buena su opinión porque también puede estar equivocada. Por otra parte, en ocasiones los otros nos juzgan y condenan desde su modo de ser, nos critican porque no pensamos igual que ellos ni actuamos igual que lo harían ellos; pretenden imponernos su forma de ser y de ver las cosas sin respetar que nosotros somos distintos. En otras ocasiones, cuando emiten su juicio lo que pretenden claramente es ofendernos menospreciándonos y demostrando su aparente superioridad sobre nosotros. Todo lo anterior resta credibilidad a lo que nos digan. Hay que tener en cuenta y valorar que a veces nos dicen algo que nos resulta doliente con la intención de que nos sirva como acicate para activarnos y que reaccionemos, pero lo que consiguen es el efecto contrario. Lo hacen con buena intención, pero erróneamente, y nos quedamos en el dolor innecesariamente. Conviene escuchar las opiniones que emiten los otros, pero con objetividad. Sin permitir que nos hundan directamente. Comprobando si lo que dicen es verdadero, o si es una mentira o un piropo que no es cierto pero ha sido dicho con la intención de quedar bien y halagarnos, o si es algo dicho con la malvada y consciente intención de hacernos daño. Con objetividad y con honestidad: así hay que ver y valorar lo que nos digan acerca de nosotros. A partir de la escucha objetiva de lo que digan es cuando uno puede hacer algo con esa opinión. Por ejemplo, darse cuenta de que tienen razón en lo que dicen en cuyo caso no hay otra opción que aceptarlo. Y si es algo que no nos gusta, modificarlo para mejorarlo o solucionarlo. Si es algo que nos gusta, potenciarlo. Si no es cierto, olvidarlo y restarle toda la credibilidad con lo cual ya no debería ser ofensivo. Y si es algo en lo que no tienen razón, pues borrarlo de la memoria. La realidad es que la opinión que nos debería servir es la nuestra propia, y que ésta ha ser ecuánime, verdadera y real. No emitida desde la euforia ni desde el pesimismo. Tiene mucha razón eso que se dice: “Hay una cosa que ni siquiera el mismo Dios ha sido capaz de conseguir: gustarle a todo el mundo. No quieras conseguirlo tú, porque es imposible”. Te tienes que gustar a ti, agradarte a ti, convencerte a ti. La Autoestima es el concepto que uno tiene de sí mismo. Si los otros dicen cosas buenas de ti y tú no las sientes así, no sirven de nada. Lo que sirve es que tú llegues a un estado de relación contigo que sea tan equilibrado que nada negativo que provenga del exterior te pueda afectar. Si eres honrado y eres consciente de las virtudes y cualidades que has desarrollado bien -y si además las usas- y al mismo tiempo eres consciente de tus fallos y limitaciones -y tratas de corregirlos-, tendrás una idea clara de tu realidad personal de tal modo que no te afectará lo que opinen o piensen o digan los otros. No les des poder. Tú eres tú digan lo que digan los demás. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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LAS VENTAJAS DE USAR EL YO OBSERVADOR EL CUENTO DEL RELOJ «Una vez un campesino descubrió que había perdido su reloj en el granero. No era un reloj cualquiera porque tenía un valor sentimental para él. Después de buscar en todo el heno por un largo tiempo, se rindió y buscó la ayuda de un grupo de niños que jugaban fuera del granero. Les prometió que quien lo encontrara sería recompensado. Al oír esto, los niños corrieron dentro del granero, buscaron en todo el pajar y alrededor de él, pero ellos tampoco pudieron encontrar el reloj. Cuando el granjero estaba a punto de dejar de buscar su reloj, un niño se acercó y le pidió otra oportunidad. El granjero lo miró y pensó: ¿Por qué no? Después de todo, este niño parece bastante sincero. Así el granjero envió al niño otra vez en el granero. Después de un rato, el niño salió con el reloj en la mano. El granjero quedó a la vez feliz y sorprendido, por lo que le preguntó al niño cómo él tuvo éxito cuando los demás habían fracasado. El niño respondió: No hice nada, sólo me senté en el suelo y escuché. En el silencio, oí el tic tac del reloj y fui a buscarlo en esa dirección. Una mente tranquila puede pensar mejor que una mente alterada. Déjale unos minutos de silencio a tu mente todos los días y te ayudará a dirigir tu vida en la manera que lo esperas. En mi opinión EL YO OBSERVADOR, es una de las actitudes imprescindibles en los Procesos de Autoconocimiento –y en cualquier instante de la vida-, y es muy interesante conocerlo y, sobre todo, utilizarlo. Llamamos Yo Observador a la “capacidad objetiva” de percibir y percibirnos, a un estado de vigilancia en el que uno atiende a lo que sucede y lo que le sucede de un modo más atento de lo habitual, con una consciencia más atenta, y además desde una imparcialidad en la que no hay implicaciones emocionales o personales –aunque se trate de uno mismo- ya que lo que caracteriza a este Yo Observador es, precisamente, su objetividad. Su función es simple: darse cuenta. Levantar acta notarial de lo que ocurre sin implicarse con opiniones personales o juicios añadidos a la observación. Convertirse y actuar como el Yo Observador siempre es muy enriquecedor. Se trata de darle preponderancia a esa parte nuestra que es capaz de ser ecuánime, de darse cuenta con pulcritud de lo que sucede -sin añadir ni modificar la realidad que observa-, que parece que es más consciente que cualquiera de los otros yoes que gobiernan nuestra vida. Es el único de los Yoes que ha quedado inafectado por todo lo que ha acontecido en nuestra vida y aún sigue sin contaminar. Es una parte nuestra, aunque… en realidad… es muy posible que nosotros seamos exclusivamente ese Observador y que tenemos que lidiar con los otros yoes agregados para imponernos a ellos y dejarles claro quiénes somos en realidad. Es la parte que ha sido capaz de salir indemne de todos los conflictos personales porque no se ha identificado con ninguno de ellos. Fíjate en esto: cuando ves un problema ajeno eres más capaz de poder encontrar la solución porque lo ves con imparcialidad, porque no te afecta a ti personalmente... ¿cierto? Así es como tienes que actuar contigo. Ese Yo no juzga, no critica ni da órdenes. Sólo se da cuenta imparcialmente. Y en ese "sólo darse cuenta" es donde reside la objetividad y claridad necesaria para que más tarde -y desde otro sitio- se tome la decisión acerca de lo que se desee hacer con cada asunto. Aporta la realidad y no la idea de la realidad que nosotros podamos tener. Si uno no pierde la imparcialidad es capaz de ver cada asunto desde la globalidad, desde fuera –donde se aprecia todo el conjunto- y no desde el espacio que está condicionado por nuestras experiencias desagradables anteriores, los traumas, los miedos, las inseguridades, la falta de Amor Propio... Desde el Yo Observador podemos ser conscientes de nuestras contradicciones, de nuestros altibajos, de nuestros cambios de opinión o idea, o sea… de nuestras inestabilidades e inseguridades. De cómo en un momento pensamos de un modo y cómo cambiamos a pensar de otro modo distinto. Su tarea consiste en ver con los ojos y no con las aflicciones, en no implicarse sino en quedarse absolutamente inafectado, en no sucumbir al alboroto de la mente y sus altibajos y su mutabilidad. El Yo Observador se da cuenta de la realidad y verifica cuándo los sentimientos se manifiestan equivocadamente, cuándo no estamos siendo nosotros mismos, cuándo hay una contradicción entre lo que deseamos hacer y lo que acabamos haciendo, cuándo fallamos a nuestros principios y a nuestra conciencia, pero… sin una crítica por su parte, sin un reproche. Sólo nos lo hace ver poniéndolo ante nuestra mente y nuestro corazón y nos deja a solas para que lo resolvamos. El Yo Observador no es la mente ni el pensamiento ni la inteligencia. Es la vigilancia no invasiva, sin palabras, sin expectativas, sin juicios. “Esto es lo que hay”, dice sin palabras. Y uno, entonces, a la vista innegable de esa realidad, decide qué hacer con ella. Te conviene conocer y usar ese Yo Observador y saber observar y observarte, sin permitir que los sentimientos o los prejuicios o los condicionamientos o los miedos o los traumas se inmiscuyan en tu atención. Observar NO es teorizar, comparar, especular ni interpretar nada. Es mirar y ver con la intención de comprender. ¿CÓMO ACCEDER AL YO OBSERVADOR? Es cuestión de práctica y de aprender a controlar a la mente, para que no pretenda inmiscuirse como lo hace con todo. La mente, ha de quedarse fuera. No se trata de “pensar sobre”, sino de darse cuenta y nada más. Si está presente la mente opinará, juzgará, pretenderá una acción inmediata. Si está el Yo Observador, sólo habrá lucidez para ver y comprender. Acceder a él puede ser muy sencillo o imposible. Eso depende de cada persona. Si no puedes acceder, haz este ejercicio. Ponte cómodo, cierra los ojos y pon la atención en tu mente. Date cuenta de los pensamientos, de las imágenes, de las sensaciones. El Yo Observador es ese Yo profundo y central que se da cuenta de la existencia de la mente y sus elucubraciones, de que estás pensando una u otra cosa y que es capaz de darse cuenta de todos los otros Yoes satélites y variables que representamos en cada momento. Ese que se da cuenta de todo eso, y que comprende que no es la mente, ni los pensamientos, ni las emociones, ni el cuerpo, es el Yo Observador. El que es capaz de distanciarse de todas esas cosas. El Yo Observador no es el Yo Pensante: es el que se da cuenta de que existe el Pensante. La meditación y los estados de relajación, de Paz, y el entrenamiento, propician el contacto y el acercamiento. Se puede decir que la mente es el “enemigo” del Yo Observador, o sea que mientras más lejos estés de la mente, mientras menos se entrometa, más cerca estarás de ti mismo. Recuerda que el que observa eres tú y lo observado son tus circunstancias. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales
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EL CAMINO DEL BUSCADORvideo de 10 minutos en este enlace:https://www.youtube.com/watch?v=UkRWMqTvP5g#psicologia #autoestima #autoconocimiento #autoayuda#Autoestima #Dios#espiritualidad #felicidad #Vivir #crecimientopersonal#buscandome #franciscodesales #amor#perfección#mejorarEL CAMINO DEL BUSCADOREn mi opinión, ante nuestros pies se extiende un Camino hacia el Desarrollo Personal, hacia el encuentro con la Espiritualidad, con el Uno Mismo que se ha desgajado y ha perdido el rumbo.Es un Camino que nos llama poderosamente aunque tratamos de acallarlo a veces, aplazamos con mil y una excusas el momento de iniciarlo… porque es un Camino Iniciático, que nos lleva a una experiencia decisiva. Es la iniciación de un rito.No nos lleva a un destino lejano: nos trae de vuelta al inicio, hacia el punto en el que llegamos a cierta bifurcación y elegimos el sendero menos correcto