Hace un tiempo atrás escribí de Dios sin religión. Ahora expondré las supuestas características que de la Divinidad he deducido. Por cierto mi intención no es dar a entender de qué soy alguien conocedor autorizado en esta materia, muy por el contrario me declaro desde ya incompetente. No tengo título de Teólogo, ni de ninguna otra cosa. Es más si ese hubiese sido el caso, con gusto habría procurado desprenderme de todo conocimiento adquirido. De hecho para hacer este ejercicio, me fue necesario hacer abstracción de los exégetas y códices humanos. Claro está que una extraña soledad acompañada de dudas, temores, perplejidad, asombro y un reconocimiento de la ignorancia, ingenuidad y proselitismo del que había sido sujeto me desconcertaron hasta el punto que me debatía en una lucha interna. Creo que la introspección, la humildad del auto reconocimiento de mi ignorancia, la súplica por obtener respuestas, hicieron posible la obtención de calmar la sed de conocimiento de lo ignoto, lo oculto, del misterio, Sé que más que saber es sentir… ¡Sí! Aún no sé qué es Dios… ¿Materia o energía? ¿Es antropomorfo? ¿En qué dimensiones se desenvuelve? ¿Es plenipotenciario?¿Femenino, masculino, o ambos? Nada de esto sé… No obstante sí existe… es real, escucha, siente y se hace sentir… Se compadece, responde la mayoría de las veces, no siempre como uno espera. Todas las aparentes contradicciones con las que se le relacionan, tienen sentido en las personas que meditan con humildad y amor incondicional. Mucho podría continuar diciendo, pero temo aburrirlos, por lo tanto hasta aquí llego por ahora. Lo último, como tampoco sé cómo se llama, le he puesto un sobrenombre. “ETERNO”.