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CAPÍTULO 44 - SER EGOCENTRISTA


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CAPÍTULO 44 - SER EGOCENTRISTA

- LO QUE NO ES APROPIADO -

 

Este es el capítulo 44 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.

 

 

“Egocentrista es aquel que no sabe valorar los deseos y los sentimientos ajenos”.

 

El egocentrista está convencido de que el Universo gira alrededor suyo, que él es lo más importante que existe sobre la Tierra, y que el sol aparece cada día sólo para verle a él.

 

“Yo” es su palabra favorita. Le siguen de cerca “mí”, “a mí” y “para mí”.

 

Pero si dos personas deciden crear un proyecto de vida en común, éste no ha de ser la suma de dos egos -que no saben lo que es compartir, o lo saben pero no lo practican-, porque estaría condenado desde el principio al más estruendoso fracaso.

 

Uno guerra de egos es la más feroz e innecesaria de las guerras.

 

Es condición indispensable dejar fuera el ego para poder seguir adelante, no rivalizar en preponderancia con el otro, no exigir y sí ofrecer, querer al otro tanto como a uno mismo, entregar y entregase sin medida, y tener presente en todo momento al otro para desear su felicidad y su bienestar.

 

Y todo ello, por supuesto, desde ambas partes.

 

La equivocación puede llegar a través de la exigencia por parte de uno de ellos que reclame en exceso queriendo acaparar todo: la atención con plena y exclusiva dedicación, la mejor ración de comida –comida que se ha de hacer a su gusto, y hecha pensando en lo que le apetece-, el lado más cómodo de la cama, el lugar más cercano a la calefacción o el aire acondicionado… en todo piensan “primero yo y lo que a mí me guste”.

 

A algunas personas, obnubiladas todavía por la parte errónea del enamoramiento, eso llega a parecerles normal, porque desde su parte sí anteponen al otro y dan sin límites porque quieren lo mejor para el otro.

 

La decepción llega cuando hacen un balance entre lo que entregan y lo que reciben y ven un saldo en números rojos.

 

¿Cuánto tiempo hace que no soy yo quien escoge el canal de televisión o qué película vamos a ver en el cine?

 

¿Por qué nunca vamos a comer al restaurante que me gusta a mí?

 

¿Por qué vamos todos los años a la montaña y no a la playa?

 

¿Por qué nunca tiene un detalle conmigo con todos los que tengo yo con él -o con ella-?

 

Cuando se empiezan a repetir este tipo de preguntas es cuando se comienza a caer el velo, se abren las nubes de golpe y un rayo neutral alumbra todo lo que está siendo verdaderamente la relación.

 

El desengaño es punzante. Y molesta mucho el desconcierto por no haberse dado cuenta antes de que estaba siguiendo un juego en el que no quiere participar.

 

Lo que hasta ahora se había hecho con y por amor, ahora aparece como una tomadura de pelo por la otra parte, como un abuso por la candidez o bondad, y entonces se presentan dos alternativas: o seguir como hasta entonces, para seguir manteniéndole a su lado, desde ese estado servil que colinda con la humillación, o la rebelión -pacífica o estruendosa- y el encaramiento –en principio, mejor amable que atronador- con el otro para mostrarle los sentimientos y reclamar un cambio de actitud.

 

El egocentrista difícilmente va a cambiar, por eso hay que pensarlo antes de dar el sí a la relación, o… hay que soportar las consecuencias.

 

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO

 

- La pareja no es un lugar creado para el egocentrista.

- Hay que huir de los egocentristas.

- Dar sin recibir, es perder.

 

 

Francisco de Sales

 

(Si le interesa ver los capítulos anteriores, están publicados aquí:

(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php/board,89.0.html)

 

 

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