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SI YO TOMÉ UNA DECISIÓN, YO PUEDO TOMAR OTRA


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SI YO TOMÉ UNA DECISIÓN, YO PUEDO TOMAR OTRA


En mi opinión, algunas de las decisiones que hemos tomado a lo largo de nuestra vida –y sobre todo las que han producido un resultado insatisfactorio- nos mantienen aferrados al malestar que nos han producido  impidiéndonos seguir con normalidad en este proceso de vivir, que es siempre un continuo aprendizaje.

No estamos en paz.

No hay conformidad con el resultado de algunas de las decisiones que hemos ido tomando.

Preferimos “no equivocarnos”, hacer las cosas “bien”, sentirnos orgullosos o satisfechos de todas nuestras acciones… pero eso no siempre es posible. Las tomas de decisiones implican, casi inevitablemente, la opción de no acertar.

Cada uno de nosotros hemos tenido que tomar y hemos tomado decisiones. Nos hemos visto forzados a ello. Se presentaron dos o más opciones y había que seleccionar sólo una y descartar las otras.

Si tomaste una decisión en algún momento de tu vida –salvo que sea una deuda o haya un documento firmado- no estás obligado a permanecer fiel a aquella decisión una vez que has comprobado que no es la adecuada.

Si tomaste una decisión en algún momento, ahora puedes tomar otra distinta.

Si aquella decisión hace que hoy no te sientas en paz, no estés satisfecho con ella, cámbiala. Toma otra que esté más de acuerdo con tu estado o tu evolución de este momento de tu vida.

Ya sé que hay cosas imposibles de modificar, pero no te auto-engañes y ten claro que realmente algo es imposible antes de rendirte. Aún en este caso, siempre es posible comprender y comprenderse, entender los motivos que llevaron a aquella decisión.

Conviene no hacerlo desde un sentimiento de culpabilidad por haber tenido ese “error”, porque el error no es de quien eres hoy, en este momento, sabiendo el resultado de aquella decisión. El que la tomó era otro –eras otro- y aquél actuó como creyó que era adecuado, como supo, como pudo, así que desde el que eres hoy no puedes juzgar ni acusar –ni siquiera tú mismo- a aquél.

Es apropiado darse un abrazo antes de comenzar el proceso de reconciliación. Hay que contemplarse en el espejo –aunque sea simbólicamente- y mirarse a los ojos con amor, con comprensión, recordándose que uno es un eterno aprendiz y casi nunca el alumno más aventajado en esta tarea siempre nueva que es vivir.

Tras esta premisa es cuando se puede empezar la tarea de tomar otra decisión distinta, esta vez más reposada y revisada, para tener más opciones de que sea más atinada… y tomarla desde la mejor intención, con la condición expresa aceptada de que si no sale como se desea no será motivo de otro enfrentamiento descarnado entre quien después observe el resultado y quien hoy toma la nueva decisión con la mejor voluntad.

Hay que recordarlo continuamente: vivir es un oficio para el que no nos han preparado, y eso implica que podremos equivocarnos una y otra vez, y siempre la actitud tras cada decisión no óptima será la misma: acogerse sin condiciones, mirarse con cariño, con empatía, recoger los trozos de corazón roto, enjugar las lágrimas inevitables, y levantarse de la caída sin rabia aunque haya una cierta decepción.

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales


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