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LO MALO DE TENER PREJUICIOS


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LO MALO DE TENER PREJUICIOS

 

 

En mi opinión, tener prejuicios –acerca de cualquier cosa- nos resulta mucho más perjudicial de lo que nos podemos imaginar.

 

En nuestra vida actuamos la mayoría del tiempo de un modo inconsciente, aplicando siempre las mismas respuestas que en algún momento decidimos que daríamos en cada ocasión ante los mismos hechos o situaciones, y no la que corresponde en la actualidad, siendo conscientes de cada momento y decidiendo libremente.

 

La comodidad que aporta hacerlo automáticamente es que no hay que pensar cada vez –y prestarle atención- ya que creemos que la respuesta o acción estandarizada es la correcta.

 

Uno de los inconvenientes que tiene actuar siempre de modo inconsciente es que no actualizamos las respuestas y es posible que sigamos haciendo o diciendo algo con lo que ya no estemos de acuerdo.

 

El prejuicio (pre-juicio, o sea juicio previo) es la acción y efecto de prejuzgar, o sea “juzgar una cosa o a una persona antes del tiempo oportuno o SIN TENER DE ELLAS CABAL CONOCIMIENTO”. Prejuicio también es “una opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, ACERCA DE ALGO QUE SE CONOCE MAL”.

 

Así que eso de poner por delante los prejuicios lo que consigue es predisponernos a que la relación con la otra persona o cosa esté ya previamente condicionada –y por lo general desfavorablemente- y que no demos la oportunidad al otro para que se muestre como realmente es, estando abiertos a la verdad, sino que incluso vamos a sospechar de que es un engaño todo aquello que no coincida con lo que en nuestro pre-juicio hemos pre-visto. Con esta premisa nada puede funcionar correctamente.

 

Así que ni siquiera aplicamos el beneficio de la duda y aún sin pruebas somos capaces de juzgar y condenar al otro, simplemente porque “algo” –que llamamos prejuicio- ya ha decidido antes de conocer y saber. No aplicamos la norma de que “todo el mundo es inocente mientras no se demuestre lo contrario”.

 

Los prejuicios son monstruos. Son opiniones sin base y sin pruebas. El error y el prejuicio a veces son la misma cosa. A cualquier cosa vista desde el prejuicio le privamos del derecho a ser ella misma: uno, en su obcecación, es capaz hasta de enfrentarse a la realidad y negarla.

 

Una vez leí algo que me gustó porque expresa muy bien algunos de los errores que uno puede cometer prejuzgando. Desconozco el autor.

 

“Sabes mi nombre pero no mi historia. Has oído lo que he hecho pero no por lo que he pasado. Sabes dónde estoy pero no de dónde vengo. Me ves riendo pero no sabes lo que he sufrido. Deja de juzgarme porque saber mi nombre no implica conocerme”.

 

Propongo estar abiertos y sin suspicacias al conocer a las personas –se puede tener una cierta precaución y atención, pero nada más-, estar con la mente desocupada de recelos a la hora de ver lo que esté sucediendo, propongo la objetividad por encima de los prejuicios, mirar todo con los ojos limpios y darle una oportunidad a la confianza antes de instalar la desconfianza

 

Los prejuicios nos privan de oportunidades que pueden ser enriquecedoras.

 

Precaución, sí. Prejuicios, no.

 

Te dejo con tus reflexiones…

 

Francisco de Sales

 

 

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