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CONVIENE DIFERENCIAR ENTRE EL QUE SOY Y EL QUE ESTOY SIENDO


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CONVIENE DIFERENCIAR ENTRE EL QUE SOY Y EL QUE ESTOY SIENDO

 

 

En mi opinión, conviene diferenciar claramente entre “lo que estoy siendo” -que se refiere a cómo me estoy mostrando en este momento actual y puntual de la vida, y que es algo que en cualquier momento puede cambiar-, de “lo  que soy” -que es algo permanente, que se refiere a la esencia y a quien uno es en realidad-.

 

Uno muestra habitualmente a “quien está siendo”, o bien está metido en uno cualquiera de los múltiples personajes que suele representar, y de ese modo puede acabar creyendo que es quien realmente no es.

 

La tarea, lógicamente, es “ser el que realmente soy” siempre, pero… a ese que soy, en muchos casos le prohibieron que se manifestara con espontaneidad –así lo han hecho algunos durante el tiempo de la educación, o los jefes, o la autoridad, o las necesidades, etc.-, así que se fue retrayendo, dejó de manifestarse por conveniencia y para poder sobrevivir, y lo hizo de tal modo y con tanta veracidad que se olvidó de él mismo y siguió viviendo como “el que estoy siendo”.

 

Generalmente uno no es “él mismo”, sino que es el personaje que ha ido construyendo con la información que otros le han dado acerca de sí mismo –el Yo Idea- o es el personaje que tuvo que crear como pudo para superar los acontecimientos de su infancia. Y, generalmente y salvo que uno se meta de lleno en un proceso de autoconocimiento, uno sigue el resto de su tiempo viviendo una vida sin plenitud, siendo alguien que no es.

 

El personaje es útil en muchas ocasiones, ayuda a soportar algunas circunstancias, es válido para relacionarse con otros y con el entorno, pero… siempre hay que tener claro que es un actor provisional para ese momento y que debajo de lo que aparenta en ese momento está quien realmente es Uno Mismo. Ese Uno Mismo al que hay que conocer y amar.

 

El que soy es la verdad, aunque no lo esté manifestando. Es ese que intuimos o que sabemos, pero que no resulta fácilmente accesible porque es tan desconocido, y está tan lejos de lo cotidiano, que uno necesita todo un proceso de introspección y autoconocimiento para poder acceder a él. Para poder acercarse a sí mismo. Para poder hacerlo es necesario deshacerse de todo ruido externo, de toda distracción, de toda apariencia. Es necesario quedarse vacío de lo que uno está siendo para que aparezca quien uno es. Sólo puedo contactar conmigo mirando hacia dentro, llevando la atención mental y la capacidad de sentir y sentirme hacia el interior. Dejando de mirar cualquier referencia con la que ahora me reconozco. Separándome del personaje.

 

Es necesario deshacerse de cualquier personificación con la que nos presentamos habitualmente y nos identificamos. No soy el hijo de, no soy tal profesional, no soy el nombre y los apellidos, ni siquiera soy el que veo en el espejo.

 

Soy ese sentimiento indescriptible que aprecio dentro de mí, cierto pero sin forma, que parece que no cabe en ninguna definición, que me llama sin voz, me reclama cuando nota que no le doy atención, el que busco cuando me busco. Sólo tengo que cerrar los párpados, aislarme, relajarme, y aparezco.

 

Si uno se queda en esa actitud, quieto, sólo expectante pero sin ansiedad, con el tiempo comienza a manifestarse el que realmente es. Comienzan a notarse emociones benevolentes, el contento de algo que estaba esperando este contacto como el náufrago que se alegra de que -por fin- vengan a rescatarle. Así comienza el contacto. Hay que persistir porque no es fácil y porque la mente va a insistir en estar presente en ese encuentro de uno mismo –el ser externo- con el Uno Mismo –el ser interno y su espiritualidad-.

 

Sin expectativas, sin prejuicios, sin prisa ni plazos, sin otro objetivo más que el de consolidar esa relación, así es como se ha de proceder. Escuchando esas voces internas es como uno rescata al que realmente es.

 

Al que estoy siendo le veo a menudo y, si no me doy cuenta, creo que soy yo. El que soy… sigue pendiente del descubrimiento inicial y de la intimación posterior y continuada. Nos llama. Y nuestra misión es la reconciliación.

 

Encontrarse o reencontrarse con el que realmente uno es.

 

Permitirse ser de verdad, a pesar de todo y de todos.

 

Y alcanzar ese estado interno y externo en el que uno, sin necesidad de ponerle palabras, es capaz de sentir paz, de sentirse a gusto y satisfecho de sí mismo, de decir “EN ESTE MOMENTO SÍ SOY YO, Y ESTOY PLENAMENTE EN EL AQUÍ Y AHORA” desde el corazón más orgulloso y pleno.

 

Te dejo con tus reflexiones…

 

Francisco de Sales

 

 

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