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EL DÍA DE HOY SÓLO PUEDES VIVIRLO HOY


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EL DÍA DE HOY SÓLO PUEDES VIVIRLO HOY

 

 

En mi opinión, desperdiciamos demasiada vida con eso de aplazar algunos asuntos importantes como tomar decisiones, buscar soluciones, VIVIR, o hacer lo que sabemos que tenemos que hacer, y la desperdiciamos con una dejadez imperdonable, como si nos creyésemos de verdad inmortales.

 

Es lamentable que dejemos marchar el tiempo de nuestra vida vacío de nuestra presencia consciente, y que nos comprometamos con nosotros mismos a hacer ciertos cambios que siempre dejamos sin cumplir, y que nos auto-engañemos una y otra vez con la promesa de realizar algo en un mañana que jamás llega.

 

Parece mentira que a estas alturas de nuestra vida no hayamos comprendido aún que esto de vivir es algo inaplazable, que es un asunto exclusivamente de este único e irrepetible instante, que no se puede dejar parado para las próximas vacaciones ni para después de la jubilación. O que no hayamos comprendido aún que no hay que pasar tiempo de más en el pasado regodeándose en lo desagradable que ya no existe -salvo que sea el tiempo mínimo necesario para seguir aprendiendo-. Y que no es necesario adelantarse a un hipotético futuro que ya nos atemoriza sin existir.

 

El día de hoy sólo lo puedes vivir hoy. Si quieres volver en otro momento te lo encontrarás cerrado, inexistente, archivado con pesar y sin completar en la parte más doliente del pasado.

 

Y cada segundo de vida cuenta. Cada  momento que se va, se va para no volver y ni siquiera se puede ir a buscarlo más adelante. Podrá haber otros, pero no éste de nuevo.

 

¿Cuántos años NO tienes ya?, ¿cuántos días has consumido de mala manera?, ¿y cómo  te sientes de satisfecho con el uso que les has dado?, ¿demasiada vida perdida?, ¿qué no vas a poder repetir nunca?, ¿estás ya en el Tiempo de los Arrepentimientos en que has comprobado que el tiempo perdido es tiempo irremplazable?, ¿ padeces ya unos crueles remordimientos?, ¿ya has empezado a sufrir por haberlo comprobado?, ¿y qué haces?, ¿sigues igual o te has redimido y has aprendido?, ¿sigues aplazando cosas para un mañana que vuelves a aplazar para otro mañana?

 

Te he planteado demasiadas preguntas. Unas que ya te has hecho en algunas ocasiones –y las has dejado sin responder- y otras que no te atrevías a hacértelas, porque A VECES TENEMOS TANTO MIEDO A LAS RESPUESTAS QUE PREFERIMOS NO HACERNOS LAS PREGUNTAS. Pero si quieres saber, tienes que preguntar.

 

¿Has respondido a las preguntas?, ¿a todas?, ¿qué has descubierto al responderlas?, ¿te has quedado solamente en el lamento o vas a hacer algo para que no aumenten tus arrepentimientos?

 

No terminamos de ser conscientes de la maravilla que es cada día en el que tenemos la oportunidad mágica de VIVIR. En muchas ocasiones nos limitamos a rellenarlos como mejor podemos –pero porque no hay más remedio y no con ilusión-, y en otras ocasiones los matamos como podemos para que se acaben.

 

Lo he avisado en muchas ocasiones ya –y no me canso de hacerlo- en algún momento llegará –para otros ya nos ha llegado- el Tiempo de los Arrepentimientos, el tiempo en que uno se da cuenta del derroche que ha hecho con su ÚNICA e IRREPETIBLE vida, y es un tiempo de llantos silenciosos, de culpabilizarse con una rabia como no se ha conocido otra igual, un tiempo en que un abatimiento difícil de consolar se instala a continuidad -Dios mío, ¿qué he hecho con mi vida?-, un tiempo de una pena inconsolable y el sentimiento hiriente de que no hay posibilidad de vuelta atrás y que ya no tiene remedio.

 

Dios mío, ¿qué he hecho con mi vida? Esto se repite una y otra vez, y no es una pregunta sino una acusación. ¿Cuánto me he perdido de VIVIR?, ¿cuánta gente ha habido a la que no he prestado atención?, ¿cuántos te quiero me he callado?, ¿cuántos abrazos se han muerto en mis brazos porque no me atreví?, ¿cuánto dolor no voy a poder consolar nunca?

 

Y entonces uno pide otra vida para vivirla bien, con plenitud, con toda la atención, con una sonrisa de sesión continua en la boca, con un amor más rebosante, con más dulzura y más luz y más confianza y más presencia. Y esa vida no vendrá porque la única que tenemos es esta.

 

Ahora, sin esperar a que llegue la necesidad de tener que arrepentirse, es el momento de darse cuenta de todo esto de un modo ya innegable, y es el momento en que brote desde lo más profundo el ímpetu implacable que haga tomar consciencia de todo lo anterior y se firme una decisión indestructible de hacer borrón y cuenta nueva, de no volver a permitir que ni un solo día se vaya sin ser vivido, porque, como bien sabes, el día de hoy sólo lo puedes vivir hoy.

 

Te dejo con tus reflexiones…

 

Francisco de Sales

 

 

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1 a A VECES TENEMOS TANTO MIEDO.jpg

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