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La experiencia filosófica de la India - Raimon Panikkar(Pdf)


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Sinopsis
Los tres capítulos que constituyen este libro abarcan un arco de medio siglo de la vida del autor. Intentan presentar una cultura distinta de la occidental. La interculturalidad no es ni folklore para descansar ni turismo para entretener. De hecho, el encuentro de culturas se remonta a los albores de la historia. Pero tiene sus dificultades, sobre todo cuando una cultura se cree superior a otra —como tantas veces ha sucedido y no sólo en nuestros días—. Cada cultura es una galaxia con vida propia. Es por tanto metodológicamente inadecuado, aunque a veces pueda resultar una violación fecunda, acercarse a una cultura con las categorías de otra. Conmueve y aterra darse cuenta de la confianza enorme que Occidente tiene aún en sus instrumentos. Es la fuerza del mito. Pero los acontecimientos del mundo, después de la primera y sobre todo la segunda guerra mundial (que todavía las llamamos así), le están haciendo perder al «Primer Mundo» la confianza en sus mitos, y le preparan para acercarse a otras civilizaciones con distintos modales que los de la «misión», la «colonización» y el «desarrollo», aunque sólo sea una minoría sin fuerza política la que dama que los viejos modelos ya no sirven para el entendimiento, la paz, ni siquiera para el bienestar propio. Pero son muchos aún los que se imaginan, por ejemplo, que los derechos humanos, tal como «nosotros» los hemos formulado, son universales; y ahora, con la mejor intención, se quieren ampliar a una «ética global», acaso porque aún nos creemos que el mundo es redondo —y nosotros su centro.Pero cada cultura no posee otro instrumentario que el propio para acercarse a las demás. Sería ingenuo pensar que la transculturalidad pueda existir. No podemos saltar por encima de nuestra sombra. No sólo el medio ecológico es parte del hombre; la atmósfera cultural en que vivimos constituye como una tercera piel —aunque haya poros y ósmosis de muchas clases y tamaños. Así que abrimos la boca para decir algo lo decimos en una lengua particular y revelamos nuestra pertenencia a una sub-cultura determinada. No hay «tierra de nadie» en esta tierra— de todos. La cultura no es un aditamento artificial del hombre, como un cierto evolucionismo sutilmente presupone. El hombre es un animal cultural, la cultura le es natural y las culturas son distintas, aunque no incomunicables. Hay invariantes humanos, he explicado en otro lugar, pero no hay universales culturales de vigencia absoluta. En cambio, lo que podemos y debemos afanosamente cultivar es la interculturalidad. Es ésta la que ampliará, reformará, profundizará y aun hará explotar nuestra percepción del mundo y de las cosas estableciendo una simbiosis positiva que nos permitirá crecer y no asfixiarnos.
Pdf / 9,9 Mb

 

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