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Mi primer amor


jjuanoxx

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Bueno, yo no soy escritor, no suelo escribir, no me dedico de ninguna manera a esto, pero de un dia para otro me pico el bichito literario y por alguna razón me nació escribir esto, espero oír opiniones, criticas, etc.

 

 

Mi primer amor

Concepción. 22:30 de la noche, subo a la micro hacia Hualpén después de pasar una tarde con amigos de la U. La noche se ve solitaria, árida, ya todo está cerrado, solo se ven luces de pequeños locales que necesitan de ventas nocturnas para poder seguir existiendo. El chofer me mira, un tipo un tanto mayor, con una especie de boina, tiene cara de pararle hasta al borracho que se encuentra en la vereda a estas horas de la noche. Seguramente solo quiere aprovechar a cada “cliente” que esté dando vueltas por esta solitaria noche en la capital de la VIII región. Al sentarme, me pongo mis audífonos para aislarme del mundo exterior, como lo hago con frecuencia. Siempre he pensado que al escuchar mi música, la realidad deja de existir, solo persisten mis pensamientos, mi ser, mi conciencia. A veces pienso en situaciones ficticias, inventadas, quizás alguno que otro suceso que me gustaría pasara; otras veces pienso en personas, amigos, familia, compañeros, gente inventada, cualquier silueta humana que me haga huir de la cotidianeidad de esta noche, luminosa noche. En esta ocasión comencé a pensar en los amores, pero más concreto, en los primeros amores. Cuando a alguien le preguntan, ¿Cuál fue tu primer amor?. . . ¿Qué piensa uno? Claro, algunos recuerdan su estadía en enseñanza básica, su primero beso tal vez, la primera persona con la que experimentaron el sentimiento arreglado del amor, y digo arreglado ya que es algo que sabemos que es, lo hemos visto en novelas, libros, películas, ya tenemos claro que algún día pasara, por lo tanto tratamos de hacerlo pasar de manera forzada. Otros dicen que su pareja actual fue y será su primer y único amor. . . la mayoría miente, por lo menos eso es lo que pienso yo, un tanto pesimista, pero no hay nada que hacerle. Yo evado la mayoría de esas preguntas, primer beso, primera nota en el colegio, primera profesora que me retó. . . ese tipo de preguntas, yo no tengo tan buena memoria para recordar muchos primeros, pero increíblemente esta vez puedo recordarlo como si estuviera pasando en este mismo instante. Aun sentado en la micro, pasando la intersección entre O’Higgins y Rengo, retrocedo en el tiempo dentro de mi mente, me alejo del momento presente aun más de lo que ya lo estaba y me sitúo en el año 2000. Primero básico, Temuco, IX región. Recuerdo que en ese entonces estudiaba en el colegio George Chaytor, estuve un solo año en ese colegio, pero me impresiona la cantidad de cosas que puedo recordar. Recuerdo que nuestra sala estaba lo más alejado de la puerta principal, en el primer piso. Estaba al lado de una reja a la que nos subíamos para jugar. Al lado de esa reja jugábamos cartas pokemon, corríamos y la ocupábamos como arco. También recuerdo a nuestra profesora Cecilia, una buena señora, un tanto estricta con los que no se portaba muy bien, pero buena profesora al fin y al cabo. Recuerdo a algunos compañeros, sobre todo a Felipe, Felipe Shnake (no estoy seguro si su apellido se escribía así), el era mi mejor amigo, solía ir seguido a su departamento a jugar con su Nintendo 64. Recuerdo también que teníamos un compañero un tanto gordito de cuyo nombre no me puedo acordar, y su amigo, el Ignacio, un niño rubio, chiquito, flaquito. Siempre pensé que ellos eran exactamente como el estereotipo de un malvado y su secuaz. Todo esto es para poner mi mente en el contexto, ya que lo que intento recordar esta fuera de ese curso, fuera de esa sala, fuera del colegio en sí. A pesar de vivir bastante cerca del colegio, mis padres contrataron un furgón para que me fuera a buscar al colegio, uno de esos típicos furgones amarillos que los conduce un señor un tanto gordito, con una gorra y generalmente gafas negras. Esta no era la excepción. Yo solo lo conocía como el tío del furgón, pero tenía algo increíble, el además de su trabajo como conductor, vendía chicles, o por lo menos es lo que podía deducir a partir de su inmensa caja llena de chicles que siempre estaba en los asientos del furgón. La primera vez que entre allí fue un impacto, nunca había visto tantos chicles juntos en mi vida. Claramente no pude resistir la tentación, me arme de valor y cuando el tío no estaba viendo, sacaba un chicle. Esto al principio fue algo temerario, pero con el paso del tiempo se volvió pan de cada día. Todos los días me sentaba y cuando el tío no miraba, sacaba un chicle. De vez en cuando el tío me decía que no me quería pillar sacándole mercancía, pero estoy seguro que él sabia de mi pequeño delito. Alrededor de Octubre, recuerdo que el sol ya comenzaba a aparecer y los días estaban más calurosos. Un día en particular, me subí al furgón como de costumbre, pero el tío siguió parado fuera de este, como si esperara a alguien más. No le di mucha importancia, pero justo cuando me disponía a sacar mi chicle diario, voltee hacia mi derecha y me encontré frente a frente con la cara más bella que puedo recordar. Era una niña rubia, de tez clara, con un cintillo rosado, o tal vez morado, y con una expresión de inseguridad y un poco de temor. Yo quede desconcertado, nunca en mi vida (y vaya corta vida que había tenido) había visto una cara más linda, más luminosa, una fiel representación de uno de esos ángeles que están pintados en las iglesias. No me moví por unos segundos, pero para mí parecieron décadas. De pronto, me desperté de mi trance al ver que su mirada se dirigía a mi mano, la que estaba a punto de cometer el inocente delito. Yo, como un acto reflejo, saque un chicle rápidamente, y me aleje un poco de la caja. La quede mirando unos segundos, y ella me miro fijamente. No dijimos nada, pero ella comprendió lo que yo le transmitía, se corrió más cerca de la caja, metió su mano en esta, saco un chicle y lo metió en su bolsillo. Ese fue el inicio del periodo más feliz que pude tener en el colegio. Con el paso del tiempo, como es lógico, comenzamos a hablar, a conocernos más. No saben cuánto me arrepiento no haber atesorado esos momentos en mi memoria y no recordar ninguna información sobre ella. Ah, lo que sí puedo recordar es que ella se bajaba antes que yo, por lo que puedo pensar que vivía aun más cerca que yo del colegio, bastante raro considerando que yo vivía cerca. A medida que avanzaba el año, los días se ponían más claros, más calurosos y se acercaba el ansiado fin de año, las vacaciones. Por esa fecha me entere de que nos mudaríamos a Concepción a fin de año. Lo único en lo que pude pensar era en ella, la rubia angelical sentada al lado mío en el furgón. No podía decirle que me iba, que no nos veríamos mas, no podía aguantarlo, trataba de no pensar en ello. Mientras tanto, nuestros días como cómplices de robo seguían su curso, a veces sacábamos más de un chicle, nos sentíamos un poco mal por el tío, pero ya no nos importaba, mientras fuéramos nosotros dos no importaba. Es curioso como cuando uno es niño, no tiene ni la mas mínima noción del tiempo, no imagina que significa un feriado, una semana, un mes, que días tengo colegio, cuáles no, pero ese día, ese día en especifico, yo estaba seguro de ello, aunque hubiera sido cualquier día de la semana, estaba seguro que ese día era el último día de clases, es decir, mi última vez en el furgón. Estuve todo el día ansioso, no podía concentrarme en divertirme en nuestro ultimo día, solo podía pensar en que llegara rápido el timbre que lo acabaría todo. Cuando me subí al furgón, pude ver que la niña ya había subido, me estaba esperando con esa mirada de cómplice esperando el momento en que realizaríamos nuestro movimiento. El furgón partió y comenzamos nuestro viaje, nuestro último viaje juntos. Claramente ella no sabía nada de mi mudanza, yo no le había podido decir. Entonces apenas el furgón comenzó a andar, le conté todo. Su expresión al escucharme decir las palabras, aunque no lo crean, me la esperaba. Fue como la de alguien que perdía amigo, pero no más que eso. Quizás ella nunca me vio más que como un compañero de delitos, un cómplice del robo de dulces. Pero yo no me esperaba nada más. Ninguna palabra salió de su boca en el trayecto, por lo menos hasta llegar a su casa. Lo último que me dijo, también me lo esperaba, abrió sus hermosos labios, y con su carita de ángel mirándome me dijo “chao, que te vaya bien”. Si, tal vez no es lo más romántico del mundo, pero no se podía esperar mucho mas de alguien de 7 años. Quede absorto en mis pensamientos el resto del viaje, tal vez pensaba en tantas cosas que no recuerdo ninguna, tal vez hacia como que pensaba pero en realidad mi mente estaba en blanco, en cualquier caso no puedo recordar nada de mi mente en ese momento. Me parece que al bajarme en mi casa, el tío se despidió de mí, pero yo no tenía la mente en la tierra, sino que estaba en un lugar muy lejano, pensando. . ó no pensando. Al acercarme a la puerta, mi nana me abrió enseguida, vio al furgón por la ventana. Mi madre estaba allí, esperándome, cosa que es rara ya que nunca estaba en casa cuando yo llegaba. Lo siguiente paso tan rápido como una milésima de segundo en mi memoria, tire todo lo que tenía en mis manos, chaqueta, mochila y corrí hacia ella, mi madre, abracé fuertemente sus piernas y llore, llore hasta que saque todos eso pensamientos, o no pensamientos, de mi alma. Entonces, mi mente comienza a volver a su tiempo correcto, comienzo a volver al presente, a la noche calmada, luminosa de Concepción, ya casi es hora de bajarme, debo apresurarme. Aun aturdido por el extenso viaje que realice al pasado, me paro, toco el timbre y me bajo. Camino, aun con la música en mis oídos, por las calles desiertas aun húmedas por la lluvia. Pienso, solo pienso durante mi trayecto a mi casa. O tal vez no pienso, y solo hago como que pienso, como aquella vez hace 12 años. Pienso, ¿que estará haciendo ella? Hasta el día de hoy no puedo recordar su nombre, pero lo que nunca olvidare, su cara, su angelical expresión, su pelo de oro, su cintillo de un color tan femenino como su manera de hablar. Al llegar a mi casa pienso que he tenido el sueño despierto más profundo que he tenido en mucho tiempo. Ahora estoy en mi cama, frente a una computadora, tratando de plasmar en una hoja lo que siente mi cabeza, mi pensamiento, mi conciencia. Justo en este momento estoy pensando lo más difícil, el titulo, que pequeña frase puede resumir un sentimiento tan profundo dentro de mí. ¿La razón? Simplemente. . . no quiero olvidar.

 

Espero sea de su agrado.

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