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Joachim Fest - Yo No.


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Por el autor de "El Hundimiento".


Imagen IPB

PROLOGO

Por lo general, uno suele empezar a escribir sus memorias cuando se da cuenta de que ya ha
transcurrido la mayor parte de su vida y ha alcanzado, en mayor o menor medida, lo que se había
propuesto. Instintivamente, se mira hacia atrás: sorprende ver cuántas cosas del pasado han caído en
el olvido o han desaparecido como «tiempos muertos». Se querría retener lo más importante o, si ya
ha caído en el olvido, rescatarlo para el recuerdo.
Al mismo tiempo, hay que hacer un esfuerzo por recordar el pasado. ¿Qué dijo mi padre
cuando mi madre le reprochó su pesimismo mientras intentaba convencerle de que fuera más
tolerante con los gobernantes? ¿Cómo se llamaba el profesor de alemán del instituto Leibniz que
lamentó ante toda la clase que yo me marchara? ¿Con qué tono me hizo el doctor Meyer sus
observaciones cuando me acompañaba hacia la puerta durante mi última visita? ¿Con melancolía o
simplemente con resignada ironía? Vivencias, palabras, nombres: todo está perdido o a punto de
perderse. Sólo algunos semblantes pueden relacionarse, después de mucho indagar, con una
opinión, una imagen o una situación. Otros datos proceden de la tradición familiar. Aunque en
muchas ocasiones se ha roto el hilo conductor. Esto se debió en parte a que durante la evacuación
de la familia de Karlshorst se perdieron todos sus recuerdos, escritos, dibujos y cartas. Lo mismo
ocurrió con las fotos familiares: las imágenes de este libro nos las han facilitado, en su mayoría
después de la guerra, amigos que en algún momento las consiguieron y pudieron salvar sus bienes
de los avatares de los tiempos.
Yo no habría podido escribir sobre mis más tempranos recuerdos si a comienzos de los años
cincuenta la radio no me hubiera encargado un relato sobre la historia reciente de Alemania. Como
el material bibliográfico no era por entonces muy amplio, completé el estudio, hasta donde fue
posible, con conversaciones con testigos de esa época, desde Johann Baptist Gradl hasta Ernst
Niekisch, pasando por Heinrich Krone. Pero a quien más consulté fue a mi padre, quien como
ciudadano políticamente comprometido había vivido en primera persona los conflictos y
padecimientos de esa época. Por supuesto, estas conversaciones pasaron pronto al terreno personal
y pusieron de manifiesto problemas familiares que yo había vivido, pero de los que apenas me había
dado cuenta.
Por lo general, yo me limitaba a tomar notas de lo que me iba contando mi padre, y eso me
ocasionó ciertas dificultades. Después de casi cincuenta años, en ocasiones no he podido recordar el
trasfondo de alguna anotación, por lo que sólo puedo dar somera cuenta de ella o, alternativamente,
dejarla fuera. Algunas de sus opiniones no se pueden mantener a la luz de los conocimientos que he
adquirido. Sin embargo, en lugar de corregirlas, las he mantenido en su redacción original, ya que
me parecían muy importantes como exponentes del punto de vista de un testigo presencial: no
reflejan la perspectiva histórica que tenemos hoy, sino las percepciones, las preocupaciones y las
esperanzas frustradas de un contemporáneo de los hechos.
Para facilitar la lectura, me he tomado la libertad de reproducir en estilo directo algunos de los
apuntes breves que figuraban en mis cuadernos. A un historiador le está tajantemente vedado actuar
así. Resulta innecesario decir que todo lo que aparece en forma de diálogo se ajusta tanto al
contenido como al tono de lo que se dijo. Las observaciones aisladas que aparecen entrecomilladas
corresponden a una cita literal.
Mis observaciones, como siempre sucede en el caso de registros biográficos, no pretenden ser
en modo alguno irrefutables. Lo que cuento sobre los amigos de mis padres, de los profesores y superiores
expresa sólo mi punto de vista. Presento a los Hausdorf y los Wittenbrink, los Gans,
Kiefer, Donner y otros tal y como yo los recuerdo. Esto no quiere decir que fueran exactamente así,
pero esto no me causa ninguna preocupación.
El periodo al que se refieren las páginas que siguen lo he analizado en numerosas exposiciones
de carácter histórico. Por este motivo, en el presente libro me he ahorrado reflexiones más
profundas: éstas quedan para el lector. En cualquier caso, no he pretendido hacer una historia de la
época de Hitler, sino plasmar su reflejo en un entorno familiar. Por ello, predomina lo que se ha
vivido, lo incidental, incluso simplemente lo anecdótico, que forma parte de la vida. Cuando de
adolescente, a comienzos de los años cuarenta, describía los tics de un amigo de mis padres
enfermo de los nervios, mi padre me recriminó: «¡Pues no le mires tanto!». Mi respuesta fue que ni
quería ni podía apartar los ojos de él. Nunca me he arrepentido de ello, ni se me ha reprochado
dentro del acogedor entorno en el que yo crecí. Para este libro era incluso necesario. Mucho mayor
fue la tentación de reprimir las poses de los años de juventud, o incluso presentarlas con otra luz,
más clara.
Para terminar, quiero expresar mi agradecimiento a las numerosas personas que me han
ayudado en la realización de este libro. Entre la larga lista de nombres, citaremos a la señora Ursel
Hanschmann, a Irmgard Sandmyr y a mi amigo Christian Herendoerfer; a los compañeros de
prisión Wolfgang Münkel y Klaus Jürgen Meise, que se escapó mucho antes que yo, y con éxito,
del campo de prisioneros. Guardo un especial agradecimiento a mi editora Barbara Hoffmeister, por
sus importantes y numerosas indicaciones. Por último, cabe citar a los numerosos amigos de mis
días de juventud que me han ayudado aportando episodios vividos, fechas y nombres.

El autor

Kronberg, mayo de 2006



Imagen IPB



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Edited by mauridream
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